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GRAFICO N° 01
La crisis por la que atraviesan los partidos políticos está llevando a que no solo sean los
observadores extranjeros los que se formulan esos interrogantes sino los mismos argentinos
desilusionados por una prolongada historia de fracasos y decadencia los que demanden que
las campañas electorales sean un debate de ideas y de propuestas mucho más que un debate
de slogans.
El debate sobre las reformas estructurales está ausente en la Argentina. Ese debate debe
incluir temas como la reforma del sistema judicial, reforma laboral, déficit fiscal, gasto
público, reforma impositiva, nuevo régimen de coparticipación de impuestos con las
provincias, los cambios organizacionales e institucionales que se necesitan para reducir el
llamado costo argentino.
De ese listado de temas hemos elegido analizar la restricción que impuso el sector externo a
un crecimiento sostenido de la economía. La Argentina para crecer sostenidamente debe tener
en cuenta que la restricción externa no solo ha sido un factor determinante en las recurrentes
crisis externas de los últimos 70 años, sino también que puede emerger como un factor
determinante de una nueva crisis externa en los próximos años, de un nuevo ciclo de “stop
and go”, de una nueva desilusión.
En sus tres primeros años el gobierno peronista llevó adelante una agresiva política expansiva
con aumentos del 62% en el salario real, del 41% en el gasto público y favorecer con
elevados aranceles de importación y crédito bancario barato a la industria liviana sustitutiva
de importaciones de bienes de consumo. Esa política expansiva se vio fortalecida en esos
mismos años por importantes aumentos en los precios internacionales de nuestros productos
de exportación. En 1946/49 el precio internacional del trigo fue cinco veces superior y el del
maíz 3 veces superior a los precios en los años de la contienda bélica. El precio internacional
de carne vacuna fue un 30% más alto. La sumatoria de todos estos comportamientos dio
como resultado elevadas tasas de crecimiento: 8.9% en 1946, 11.1% en 1947 y 5.5% en
1948 y una participación de los asalariados en el ingreso nacional del 50%.
La fuerte expansión económica provocó que las importaciones en esos años de postguerra
fuesen 4 veces más altas que las de los años de guerra. A fines de 1948 las reservas habían
caído notablemente de los 1.200 millones de fines de 1945 a 130 millones. No sólo habían
caído las reservas internacionales, sino que además el Banco Central para preservar un nivel
mínimo de reservas se vio ante la necesidad a partir de mayo de 1948 de interrumpir la
entrega de divisas para el pago de importaciones provenientes de Estados Unidos. Ello
provocó de hecho un “default” de la deuda con ese país sin que se inicie ningún proceso
judicial. En 1950 el gobierno canceló la deuda con un préstamo del Eximbank de Estados
Unidos.
En suma, los ciclos de “stop and go” comienzan a plantearse durante el primer gobierno
peronista. En efecto, en los tres primeros años (1946/48) el gobierno peronista desarrolló una
agresiva política de expansión que no se pudo sostener por la restricción que impuso el sector
externo al crecimiento. A ello le siguió un modelo de ajuste recesivo en 1949/52 que tiene
todas las características de los futuros planes desestabilización del Fondo Monetario
Internacional, que Frondizi instala por primera vez en la Argentina en diciembre de 1958.
REVISIÓN HISTÓRICA DEL CICLO “STOP AND GO”
¿Cómo funciona el modelo de “stop and go”? A medida que el país crece impulsado por
políticas keynesianas expansivas del mercado interno las importaciones aumentaban más
rápidamente que las exportaciones. Ello no dejaba otra alternativa que frenar el crecimiento
económico (“stop”) para reducir las importaciones y así lograr el equilibrio externo.
Para ello recurre a combinar la devaluación y la contención salarial con una política fiscal-
monetaria muy restrictiva. Esta combinación partía de la hipótesis que la devaluación no era
suficiente por sí sola para corregir en el corto plazo el desequilibrio externo debido a la baja
elasticidad-precio tanto de las exportaciones como de las importaciones. Se requería, además,
para disminuir las importaciones deprimir la actividad productiva dado que la elasticidad-
ingreso de las importaciones era más elevada que la elasticidad- ingreso de las exportaciones.
Una vez alcanzado el equilibrio externo, la sociedad comenzaba a reclamar políticas
orientadas a corregir los desequilibrios internos que habían generado las medidas de ajuste y
que se manifestaban en contracción de la actividad productiva, aumento del desempleo,
aumento de la inflación y deterioro del salario real. Para ello recurre nuevamente a
desarrollar medidas keynesianas expansivas que ponían en marcha el “go” con aumentos
salariales y del gasto público. A medida que se expandía la actividad productiva volvía a
aparecer la amenaza de un nuevo desequilibrio externo lo que volvía a poner en marcha la
tesis de poner freno a la expansión con el “stop” de la actividad productiva. El problema
político de estos la fase expansiva del ciclo. Ese fue el caso de Perón en 1946 con las reservas
internacionales de la posguerra mundial, el de Menem con el Consenso de Washington y el
de Kirchner con el precio internacional de la soja.
A su vez dejaban para otro gobierno encarar la fase depresiva o descendente, que es cuando
eran llamados a gobernar los radicales. Ese fue el caso con Alfonsín que tuvo que gobernar
en tiempos de caída de los precios internacionales de nuestros productos de exportación,
tasas de interés internacionales muy elevadas y negociar salir del “default” de la deuda
externa concentrada en 500 bancos internacionales. Es el caso de De la Rua que se subió al
tren de la convertibilidad una estación antes de descarrilar.
En ese extenso periodo de 70 años los sucesivos gobiernos han experimentado todas las
variantes cambiarias y arancelarias posibles y la restricción externa seguía siendo la espada
de Damocles sobre el crecimiento sostenido de la economía. Después del peronismo entra
en escena Frondizi cuando se firma en diciembre de 1958 con el Fondo Monetario
Internacional el primer acuerdo de estabilización para luego impulsar el desarrollismo con
su política de autoabastecimiento petrolero y de protección arancelaria para la industria
sustitutiva de importaciones.
GRAFICO N° 02
En los últimos 15 años la expansión del comercio mundial dio lugar a una profunda
reorganización productiva a partir del desarrollo de nuevas tecnologías que procuraron
aumentar la competitividad internacional. Las nuevas tecnologías están dirigidas a
fragmentar verticalmente los procesos productivos para aprovechar economías de escala
(out-sourcing) y a la descentralización geográfica para aprovechar los salarios más bajos de
la mano de obra calificada que ofrecen los países en proceso de desarrollo (off-shoring). El
objetivo de estas fragmentaciones es disminuir los costos de producción.
Estos procesos dieron lugar a la formación de cadenas globales de valor de los bienes y
servicios fragmentados, cadenas que han sido los motores de la expansión del comercio
mundial. Por ello, constituyen un apropiado marco de referencia para evaluar en qué medida
el comercio internacional de la Argentina se ajustó a las pautas de comportamiento en el
mundo:
En primer lugar, las nuevas tecnologías inducidas por la fragmentación de los
procesos productivos dieron lugar a una creciente participación en el comercio
mundial de nuevos productos como los insumos, bienes intermedios y servicios y a
la participación de nuevos mercados como China y los países del este asiático. ¿Cómo
reacciono la Argentina frente a estos cambios en el comercio internacional? En el
periodo 2004/15 la Argentina marchó a contramano de esas tendencias
internacionales dado que aumentó la concentración y la primarización de sus
exportaciones. En efecto, en el 2015 las exportaciones agrícolas representaron el 46%
del total exportado, las manufacturas basadas en recursos agrícolas el 17% y
manufacturas de tecnologías medias como autos 15%, Estos tres rubros absorbieron
el 74% del total exportado mientras en el 2005 representaron el 54%.
En segundo lugar, las nuevas tendencias en el comercio mundial forman parte de una
dinámica más amplia de reorganización de la producción mediante fragmentación de
los procesos productivos y el desarrollo de nuevos centros geográficamente
descentralizados. Estas nuevas tendencias fueron compatibles con una creciente
apertura del comercio mundial.
La economía argentina, en cambio, se fue cerrando en esta etapa de expansión del
comercio internacional. El coeficiente de apertura (exportaciones más importaciones
en relación con el PBI) en el 2004 era el 41 % del PBI, se redujo al 31 % en el 2011
y al 23 % en el 2015 y es uno de los países de América Latina con menor apertura de
su economía. En Chile es el 53%, Peru 37%, Colombia 31 % y Uruguay 32 %.
La Argentina no mostró ninguna inquietud para estimular nuevas exportaciones y se
mantuvo al margen de participar en propuestas para negociar con empresas
internacionales nuevos procesos tecnológicos. Un ejemplo interesante es el conflicto
con Uruguay sobre el avance tecnológico y el impacto en el medio ambiente de la
industria papelera. La Argentina denunció la inversión en Fray Bentos, Uruguay de
una empresa multinacional por el impacto ambiental cuando operan en la Argentina
más de 5 empresas papeleras con tecnologías obsoletas y serios impactos ambientales.
En tercer lugar, la política comercial se centró en la multiplicación de acuerdos entre
países que integran una misma región desplazando a los acuerdos multilaterales.
Argentina no hizo ni lo uno ni lo otro, mientras rechazaba la globalización y se
aislaba del mundo formó un eje con Bolivia, Ecuador y Venezuela. ¿Cómo
impactaron en la economía argentina estos cambios en el comercio internacional? En
el periodo 2003/12 la Argentina se encontró con un superávit externo acumulado
inimaginable de 125.500 millones de dólares. En ese periodo el volumen físico de las
exportaciones aumentó un 24% impulsado por la revolución tecnológica en la
producción de cereales y oleaginosas. Pero el más importante impulso a las
exportaciones vino dado por el aumento de los precios internacionales. Las
exportaciones aumentaron en 20 años desde un total de 13.200 millones de dólares
en la primera mitad de la década del 90 a la asombrosa cifra de 83.000 millones
en el 2011. La combinación aumento de precios internacionales y cosechas récords
del 2003 al 2012 invitaron al gobierno a vivir con lo nuestro y a postergar
cualquier reforma estructural. A partir del 2012 los precios internacionales caen,
desaparece el superávit comercial externo y pasamos de la expansión económica al
estancamiento en el periodo 2012/15.
UNA NUEVA GRIETA ENTRE LOS PARTIDARIOS DEL SHOCK FISCAL Y LOS
PARTIDARIOS DEL GRADUALISMO
En octubre 2011 Cristina Kirchner es reelecta presidente con el 54 % de los votos. No se
detiene la salida de capitales privados al exterior y para neutralizar esa salida el gobierno
pone en marcha el cepo cambiario a fines del 2011. A partir del 2012, en un contexto de
apreciación real del tipo de cambio, se revierte la tendencia expansiva de los años 2003/08
como lo demuestra la caída en las exportaciones inducida por la caída en los precios
internacionales, por una disminución en el volumen físico de las exportaciones del 18% y
por el sesgo anti exportador de la política económica basada en retenciones impositivas a
las principales productos agropecuarios y por las restricciones cuantitativas a las cantidades
exportadas (los ROE).
Las proyecciones del gobierno para el 2018 de un crecimiento del 3.2% del PBI ampliarán
aún más el desequilibrio comercial externo debido a que la elasticidad-ingreso de las
importaciones es más alta que la de las exportaciones. El déficit comercial podría llegar en
el 2018 a 11.000 millones de dólares frente a los 7.000 millones esperados para el 2017.
El interrogante por dilucidar es si en el 2018 los mercados financieros internacionales están
dispuestos a financiar un creciente endeudamiento. La respuesta a este interrogante divide
las aguas entre los economistas y crea una nueva grieta entre los que proponen
inmediatamente después de las elecciones un shock fiscal porque la experiencia histórica en
la Argentina sugiere que la estrategia actual termina mal mucho antes de lo imaginado por el
gobierno. Por el otro lado, están los que se inclinan por el gradualismo financiado con
endeudamiento externo porque el shock fiscal nos conduce a una derrota electoral y a una
amplia inestabilidad política. Los trascendidos políticos sugieren que el Gobierno atribuye
su contundente triunfo electoral en octubre al gradualismo fiscal financiado con
endeudamiento externo. Su tesis para el 2018 es muy simple: porque cambiar un modelo que
es exitoso como lo demuestran el triunfo electoral en octubre y la crisis en el peronismo.
GRAFICO N° 03
GRAFICO N° 04
Es audaz en la actual coyuntura porque las exportaciones caen de 83.000 millones en el 2011
a 59.500 millones en el 2017. Para superar esta caída en las exportaciones se hizo necesario
disminuir las importaciones en 23.500 millones. Para ello fue necesario abortar la expansión
económica y mantener la economía estancada del 2012 al 2016.
La revolución tecnológica en la producción de cereales y oleaginosas y la expansión de la
frontera agropecuaria demuestran que ese sector tiene una gran capacidad de respuesta
exportadora pero esa respuesta es insuficiente para financiar un crecimiento sostenido. Por
lo tanto, abrir nuevos mercados para nuevos productos pasa a ser un objetivo impostergable
para un crecimiento sostenido de la economía. Es una opción de cambio estructural nada fácil
de llevar adelante pero no muy costosa políticamente.
En el Mensaje de la ley del Presupuesto Nacional para el 2018 aprobada por el Congreso
Nacional se hace un ejercicio de simulación sobre las exigencias externas que plantea crecer
a un ritmo sostenido del 3,5% anual en los próximos años del 2018 al 2021. En este ejercicio
se supone que las exportaciones crecen a un ritmo del 6% anual en esos 4 años y las
importaciones al 6,4% anual.Con esta información el ejercicio de simulación termina
mostrando un saldo negativo en el Balance Comercial de cada uno de los años futuros y que
ese saldo negativo es cada año más elevado.
Este ejercicio de simulación tiene dos supuestos con los que discrepamos. El primero es el
déficit externo inicial para el 2017. En el ejercicio presupuestario se estima en 4.500 millones
de dólares. Ahora bien, en los primeros 9 meses el déficit comercial ya es de 5.200 millones
y las estimaciones privadas de ese déficit oscilan en 7.500 millones de dólares para todo el
año.
El segundo punto discutible es lo que podríamos llamar la elasticidad- ingreso de las
importaciones, esto es, cuanto aumentan porcentualmente las importaciones cuando el PBI
aumenta porcentualmente un 1%. El ejercicio de simulación supone un crecimiento anual
del 3.5% del PBI para los años 2018 al 2021, las exportaciones un 6% anual y las
importaciones crecen en promedio un 6.4% anual, es decir y para simplificar, el crecimiento
de las importaciones casi duplica el crecimiento del PBI.
No es nada fácil y simple estimar la elasticidad-ingreso de las importaciones y es un tema de
grandes discrepancias entre los economistas. Para simplificar el análisis tomemos los
primeros ocho meses con datos oficiales del 2017 en relación con los 9 meses del 2016.
En este periodo las importaciones aumentaron un 17% y estimamos que el PBI aumentó
en esos 9 meses un 2.6 %. Por lo tanto, las importaciones crecen 6.5 veces más rápido que el
crecimiento del PBI mientras en el ejercicio de simulación ese crecimiento es de solo 2 veces.
En síntesis, en los primeros nueve meses del 2017 las importaciones aumentaron un 17% y
las exportaciones no crecieron. Por lo tanto, el superávit externo comercial que fue positivo
en 1.800 millones en el 2016 pasó a ser negativo en 5.200 millones en esos nueve meses del
2017.
Estos números nos sugieren que tenemos dos opciones si se quiere equilibrar el sector externo
a fin de evitar que, tarde o temprano y a medida que se van cerrando las puertas de acceso al
mercado financiero internacional, terminemos en un nuevo ciclo de “stop and go”, en una
nueva frustración.
La primera, como ha sido históricamente el caso en la Argentina, es una política recesiva
para bajar las importaciones. La otra opción es intentar que las exportaciones de nuevos
productos y a nuevos mercados, como resultado de cambios estructurales que se señalan en
este informe más arriba, aceleren su crecimiento.
No está en discusión el potencial acceso al mercado de capitales en el 2018 y 2019 porque
como partimos de un nivel de Deuda Pública Neta/PBI que es relativamente bajo con relación
a otros países, el gobierno tiene acceso al mercado financiero internacional para cubrir esos
desequilibrios. Lo que está en discusión es el mediano plazo porque las reformas estructurales
que se requieren en exportaciones toman tiempo hasta que se puedan apreciar sus resultados.
En suma, el gobierno está enviando señales de que quiere continuar con el gradualismo fiscal
en el 2018 financiado con endeudamiento externo al mismo tiempo que los operadores
económicos sospechan que está postergando las reformas estructurales políticamente más
conflictivas para después de las elecciones presidenciales del 2019. El contundente triunfo
en las elecciones de octubre le amplía su llegada al mercado financiero internacional sobre
todo si las encuestas de opinión en el segundo semestre del 2018 sugieren que son altas las
probabilidades de gobernar por otros 4 años. Convencer a la sociedad y a los operadores que
confíen en esta estrategia gradualista política y económica es el desafío más importante que
espera a Macri en los próximos meses.