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ANTROPOLOGIA
Y FUENTES ORALES
31
AÑO 2004
3ª ÉPOCA Laberintos
HISTORIA, ANTROPOLOGÍA Y FUENTES ORALES
Revista Semestral del Seminario de Historia Oral del Departamento de Historia
Contemporánea de la Universidad de Barcelona, Arxiu Històric de la Ciutat y
Universidad de Granada. Su objetivo es ser un medio científico, abierto y crítico a las
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dirigida principalmente a historiadores, antropólogos y a investigadores que trabajen
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I N T E R N A C I O N A L
A S O C I A C I Ó N
DE HISTORIA ORAL
Laberintos de la identidad
Memorias afligidas. Historias orales y corpóreas de la violencia urbana en
Venezuela. Francisco Ferrándiz Martín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Espiritismo y lucha social en Cataluña a finales del siglo XIX.
Gerard Horta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
La persona y el ser. La representación del Otro. Florencia Tola . . . . . . . . . . 51
Identidad y migración. Relato de vida. Laura Velasco Ortiz . . . . . . . . . . . . 75
El tiempo que sobra. Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico de la
modernidad. Roger Chartier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
A propósito de Roger Chartier. Las Meninas: Mirada absoluta y vida
privada. Frederic Chordá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Ficción y verdad
Verdad narrada. Historia y ficción. Alex Matas Pons . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
La historia desde el derecho. Josep M. Mas Solench . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Formas no políticas de hacer política. Martha Beatriz Cahuich Campos . . . 143
Agenda
III Congreso Internacional Historia a Debate (Santiago de Compostela,
14-18 de julio de 2004) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
Año 2004
Laberintos de la identidad
Murmullos en la selva
Con el dedo índice entre los labios, Danielito nos pidió silencio. Después,
comenzó a hablar muy quedo. Transcurridos cuatro meses y medio de trabajo de
campo sobre el culto de posesión de María Lionza, tras haber escuchado hablar
repetidamente acerca de la epidemia de espíritus malandros en las ceremonias espi-
ritistas, por fin me encontraba cara a cara con uno de
ellos. El espíritu Danielito acababa de entrar en el
cuerpo de Johan, una joven materia (médium) de la
Tras haber escuchado
ciudad venezolana de Valencia. Era ya muy tarde por hablar de la epidemia de
la noche en la montaña de Sorte, el principal centro
de peregrinación del culto espiritista de María
espíritus malandros en las
Lionza, situado en el Estado de Yaracuy. Sólo asistía- ceremonias espiritistas, por
mos cinco personas a la ceremonia, apenas ilumina-
dos por unas velas en medio de la vegetación tropical.
fin me encontraba cara a
Danielito comenzó a moverse con el estilo corporal cara con uno de ellos
inconfundible de los jóvenes venezolanos de barrio.
Nos chocó la mano con suavidad mientras miraba alrededor con sospecha. Se
declaró drogado y desesperado por beber algo. «Típico de los espíritus malan-
dros», me dijeron. Fumar, beber, fiestas, muchachas, peleas, armas, violencia.
Pero, ¿por qué estaba susurrando? Los espíritus habitualmente atraviesan los
cuerpos de los médiums con fuertes gritos, risas, voces empastadas, lamentos,
cantos... Mi amigo Luis, con el que había viajado a la montaña, me dio la clave.
Danielito estaba dramatizando el peligro de «bajar a tierra» tan cerca de la
Guardia Nacional, que tiene una caseta permanente al otro lado del río Yaracuy.
Por eso estableció el tono de la ceremonia en un modo lánguido, susurrante, casi
secreto, para no ser detectado, y presumiblemente arrestado, torturado o tirotea- 5
do por las autoridades. Como me comentó Luis, «recuerda, a pesar de estar
muerto, sigue siendo un criminal».
El breve encuentro con Danielito no hizo sino estimular mi curiosidad por
esta nueva categoría de espíritus que apenas estaba llegando al culto. En apenas
unos días, el encuentro con este espíritu malandro se había materializado en mis
notas de campo en un magnífico premio para un joven antropólogo interesado,
como tantos otros colegas en aquella época, por encontrar y desentrañar voces
subalternas1: Danielito era una voz silenciada, una metáfora poderosa de un espa-
cio social que estaba siendo estigmatizado, reprimido, encarcelado y asesinado
por las fuerzas hegemónicas que controlan los poderes políticos, policiales y judi-
ciales en Venezuela. Desde este punto de vista, el murmullo de Danielito pronto
se convirtió para mí en un inquietante aullido colectivo.
Susurros, lamentos, espíritus. El culto de María Lionza es un fenómeno de una
enorme popularidad organizado alrededor de la presencia en la sociedad de fuer-
zas místicas. La lógica cultural del culto, fuertemente enraizada en el catolicismo
popular, se basa en la premisa de que los espíritus de gente que ha fallecido
–generales, médicos, prostitutas, campesinos, soldados, esclavos, caciques indíge-
nas...– tienen la capacidad de entrar en los cuerpos de los vivos. Estos espíritus
utilizan el tiempo limitado en el que poseen los cuerpos de las materias para
curar, aconsejar y adquirir luz mística, que les permite expiar sus pecados y pro-
gresar espiritualmente. Esta cualidad terapéutica del trance para los propios espí-
ritus es fundamental para entender la llegada y evolu-
Danielito era una voz ción de los malandros, como veremos más adelante.
Por su parte, las materias o médiums prestan sus cuer-
silenciada, una metáfora pos a los espíritus para obtener fuerza espiritual y atri-
poderosa de un espacio butos curativos, prestigio social y, en no pocas oca-
siones, el dinero necesario para la supervivencia. En
social que estaba siendo este contexto, ser poseído por espíritus puede enten-
estigmatizado, reprimido, derse como una forma de experiencia vivida, profun-
damente corpórea, que yo estaba preparado para
encarcelado y asesinado interpretar como una encarnación de la memoria
por las fuerzas popular con un alto contenido de crítica social.
El culto de María Lionza es una práctica popular
hegemónicas que controlan híbrida, en el sentido de García Canclini (1989: 16-
los poderes políticos, 25). Su complejidad reside más en su capacidad para
reciclar e innovar que en la permanencia de una serie
policiales y judiciales de valores y prácticas tradicionales. Esta cualidad
emergente del culto (Williams 1977: 108-127), facilita el tránsito constante entre
lo sagrado –centrado en los altares, espacios de culto y ceremonias– y lo cotidia-
no. Además, el seguir a espiritistas por las calles de Caracas y otras ciudades vene-
zolanas y por los distintos santuarios del culto tenía como objetivo el análisis de
las formas en que la corporalidad específica del culto se engarzaba con distintas
prácticas y espacios sociales, lo que Kleinman y Kleinman han calificado como
una dialéctica de despliegue y repliegue entre lo corpóreo y lo social.2 La origina-
lidad y el éxito casi instantáneo de estos espíritus entre los médiums más jóvenes
6 eran una prueba del dinamismo del culto para entrelazarse con corrientes de opi-
nión y experiencia cotidiana, y abrían un espacio de análisis privilegiado. Los
malandros se convirtieron enseguida en una trama de investigación crucial para
1. En los años noventa, el debate sobre la subalternidad y la resistencia estaba representado por tex-
tos como los de Spivak (1985), E.P. Thompson (1971), de Certeau (1984), Comaroff (1985), Scott
(1986; 1990), Ong (1987), Guha and Spivak (eds., 1988) y Willis (1990).
2. En inglés, infolding y outfolding (1994: 710-711).
3. Véanse, por ejemplo, Ugalde et al. (1994), Coronil (1997), Márquez (1999), Tulio Hernández
(2000: 81-150) y Tosca Hernández (2000).
4. Los llamados «muertos de fin de semana» son, en particular en la ciudad de Caracas, uno de los
indicadores más espectaculares del nivel de violencia de la sociedad urbana venezolana contemporá-
nea. En 25 de junio de 1994, El Nacional estimó que habían muerto unas dos mil personas en las
calles en Caracas durante el año anterior en enfrentamientos entre bandas y en el transcurso de ope-
rativos policiales. Según El Nacional, el número de personas asesinadas cada fin de semana ascendía
a cuarenta. La situación ha empeorado desde entonces. Algunos informes recientes elevan hasta cien
el número de personas asesinadas en un fin de semana determinado en las principales ciudades vene-
zolanas («Venezuela: ante la delincuencia, la ‘justicia popular’», Proceso, 28 de enero de 2001). Por
ejemplo, El Nacional informó de la muerte de ciento una personas en el periodo comprendido entre
el 26 y el 28 de enero de 2001, cuarenta y tres de ellas en Caracas (véase «101 víctimas», 30 de junio
de 2001). Publicaciones de carácter sensacionalista tales como «Crónica Policial» se alimentan de esta
violencia y trafican liberalmente con ella, arrojando regularmente fotografías y titulares morbosos y
espectaculares a la cara de los ciudadanos desde sus estridentes portadas amarillas y rojas, siempre
visibles en los quioscos callejeros. Sobre las apropiaciones sensacionalistas de imágenes de sufri-
8 miento y violencia, ver la aportación de Kleinman & Kleinman (1997).
5. Agradezco especialmente a Julio de Freitas su insistencia en la necesidad de resaltar aspectos tales
como la autoproducción creativa del espacio urbano que tiene lugar en la ciudad informal, como
estrategia para combatir el discurso dominante sobre los barrios como «periferia» o «margen» enquis-
tado en el tejido urbano, y cuyo final lógico sería la demolición. Para una visión más sistemática de
estos temas, ver Ontiveros y De Freitas 1993 y Bolívar 1993. Para un análisis semejante de las fave-
las brasileñas, ver Holston 1991.
6. Sobre la historia de la marginación geográfica y jurídica de los barrios, ver Bolívar 1993: 33-36 y
Gilbert & Healey 1985.
9
7. Nancy Scheper-Hughes (1995: 145) ha definido recientemente la «violencia cotidiana» como
«aquéllas pequeñas rutinas y acciones violentas practicadas de un modo normativo sobre cuerpos vul-
nerables, ya sea en el seno de la familia, en los colegios, hospitales, clínicas, [o] en diversos estable-
cimientos burocráticos y administrativos (desde el ayuntamiento y la oficina del registro público
hasta la morgue y los cementerios)». Para ampliar estos aspectos de la violencia del día a día en el
caso venezolano, consúltense las importantes aportaciones de Coronil y Skurski (1991), De Freitas
(1995) y Márquez (1999).
8. Véase, por ejemplo, El Diario de Caracas, 18 de marzo de 1994, p. 25.
terror cotidiano. Ahora bien, la constitución del estereotipo del malandro con el
perfil genérico de cualquier joven habitante de las barriadas convierte de modo
automático en «presuntos delincuentes» a muchos jóvenes, simplemente por el
hecho de haber nacido, residir y/o participar de las culturas típicas y claramente
reconocibles de estas áreas estigmatizadas (De Freitas 1995).
La producción y difusión de este estereotipo en la industria del significado
venezolana (Sztompka 2000: 455) no es un simple juego de atribuciones
inofensivas. Los hombres y los jóvenes de las barriadas populares se convierten
en sospechosos cuando caminan por los espacios del centro de las ciudades, o
cada vez que la policía organiza un operativo en los barrios. Estos operativos
son famosos por las múltiples violaciones de los derechos humanos y otros
hechos de «delincuencia policial» que dejan en su estela. A principios del año
2001, el Fiscal General del Estado admitió públicamente que la policía había
organizado un plan de exterminio contra el hampa, que incluía ejecuciones
sumarias.9 Al mismo tiempo, Tosca Hernández ha denunciado las cualidades
criminogénicas de estos operativos, en concreto, su capacidad para producir
antecedentes policiales para los hombres y los jóvenes de los barrios (2000).10
Es decir, la combinación de los discursos disciplina-
La policía ajustició a dos rios del estado y las acciones prácticas que se derivan
de ellos ha contribuido decisivamente a la produc-
mil predelincuentes o ción y consolidación de toda una categoría de mar-
delincuentes potenciales, ginados sociales, que a su vez requieren mayores
acciones represivas. Este perverso engranaje no deja
entre enero y agosto de depararnos sorpresas. El Viceministro de Segu-
del año 2000 ridad Urbana, el General Belisario Landis, lamenta-
ba recientemente que la policía hubiera ajusticiado
en torno a dos mil predelincuentes, es decir, delincuentes potenciales, entre
enero y agosto del año 2000.11
9. Véase «Fiscal no niega que exista plan de exterminio contra delincuentes», EFE, 12 de enero de
2001. EFE recoge la denuncia que hace PROVEA en su informe de 1999, donde se censura la eje-
cución de ciento dieciséis personas por parte de la policía durante ese año. Para obtener información
más sistemática sobre cómo las violaciones de los derechos humanos afectan a los habitantes de los
barrios, véanse las publicaciones anuales de PROVEA. Por ejemplo, PROVEA (1992).
10. Desde finales de los ochenta, estos operativos, que originalmente eran de carácter «extraordina-
rio», se convirtieron en una de las principales respuestas rutinarias del Estado a la violencia criminal.
Su «éxito» residía en la producción de «arrestos masivos de presuntos delincuentes» para el consumo
mediático de los ciudadanos (véase Tosca Hernández, 2000). En un libro reciente, Tulio Hernández
recuerda el caso escandaloso del Plan Unión. En 1981, «cuando la situación apenas comenzaba a
10 enrarecerse» (2000: 105), en apenas tres semanas fueron arrestadas casi veinte mil personas en ope-
rativos policiales (casi mil diarios). Sólo cuarenta y dos de ellas resultaron ser «delincuentes compro-
bados», es decir, aproximadamente uno de cada quinientos detenidos (ibid.).
11. Según sus propias declaraciones: «Esta es una situación que lamento, porque estamos hablando
de jóvenes que podrían haber participado en programas de rehabilitación, pero nos dejan muy pocas
opciones cuando empiezan a dispararse entre ellos o contra la policía» (véase «94 homicidios en todo
el país», El Nacional, 19 de septiembre de 2000; véase también Tosca Hernández, 2000). A pesar de
esto, defendía la actuación de sus hombres y animaba a los ciudadanos a actuar con la misma deter-
minación.
Esta situación afecta, sobre todo, a los hombres y jóvenes en todos los bandos,
pero resuena de una manera dramática en la mayoría de los habitantes de los
barrios, sin importar la edad ni el género. Esos proyectiles perdidos tan comunes,
que matan a testigos inocentes, vecinos despistados o niños que duermen, se
conocen como «balas frías». La estigmatización masiva de la población de los
barrios y las políticas represivas diseñadas para «enderezar la situación» se expan-
den desde las heridas concretas de los incidentes callejeros hasta lo más profun-
do del tejido social, causando infinidad de daños colaterales que podríamos defi-
nir como un efecto de bala fría. En este complicado tiroteo representacional,
delictivo, judicial y policial, hay mucha gente que resulta lastimada aunque care-
ce de armamento. Más allá de las estadísticas impersonales de la violencia coti-
diana, o de la fuerza persuasiva de los discursos hegemónicos que la envuelven,
se abre todo un mundo de trauma social.
La mayoría de los habitantes de los barrios, víctimas múltiples de la violencia
estructural y discursiva, de la delincuencia, y de sus infinitos entrelazamientos,
desarrollan sus vidas cotidianas en el contexto de lo que podríamos denominar
un espacio herido,12 concepto que evoca un tenso espacio sociológico, geográfico,
corpóreo, simbólico y existencial de cualidades ambiguas y hoscas, al tiempo
duro y vulnerable, traumático y liviano, corriente y extraordinario, tenso pero
cotidiano, finalmente precario, articulado en la periferia socioeconómica y en las
sombras de la sospecha, la pobreza, la criminalización, el estigma, la muerte y el
duelo.
12. El «espacio herido» es un concepto que explora M. Blanchot en su libro The Writing of the
Disaster (1986), y que se usa en este texto en un sentido restringido. Esta noción, de gran capacidad 11
evocadora, ha sido asimismo utilizada por L. Langer para caracterizar el horror del Holocausto en su
magnífico libro Holocaust Testimonies: The Ruins of Memory (1991).
13. Es frecuente encontrar en el panteón marialioncero personajes cercanos a la marginalidad social,
tales como el Negro Felipe, una nota a pie de página en la historiografía oficial, famoso por su alco-
holismo. O Martica la Borracha, en este mismo contexto. O Don Juan del Desespero, relacionado
con las cárceles. O prostitutas como la Negra Francisca. Otros casos bien conocidos en otros con-
textos de América Latina son el de Pablo Escobar en Colombia o el del narcosantón mexicano Jesús
Valverde.
panteón de María Lionza, cercanos a las ánimas del purgatorio. De este modo, se
hallan tan sólo al principio de una escala espiritista de poder, prestigio y cualida-
des curativas que culmina en la Reina María Lionza y en los santos católicos. Son
por ello espíritus considerados todavía muy cercanos al pecado, a la tentación, a
la traición, a la envidia y, en general, a todas las «debilidades morales» de los mor-
tales. De hecho, para algunos fieles, el mero hecho de que la Reina haya conce-
dido permiso a los malandros para que bajen entre sus cortes no deja de ser un
enigma. Como en la lógica del culto, la luz espiritual se adquiere trabajosamen-
te a lo largo de los años mediante la acumulación de buenas obras, sobre todo
curaciones místicas y consejos –en lo que sin duda es un camino de rehabilita-
ción–, es aún muy pronto para saber si los malandros llegarán en algún momen-
to al nivel de prestigio y poder del que disfrutan actualmente espíritus como
Bolívar, José Gregorio Hernández o el Negro Felipe.14
Aunque al principio de su periplo en el panteón marialioncero los malandros
no disponían de una iconografía asentada, ni de oraciones específicas, ni de prác-
ticas terapéuticas sistemáticas, en los últimos años se han consolidado como con-
figuración espiritista. Ya no es difícil encontrar en las perfumerías de artículos
esotéricos elementos comerciales que se refieran a
Los malandros son los estos espíritus. Durante mi estancia en Caracas sólo
pude encontrar, entre algunos fieles del barrio de Las
espíritus más bajos, más Mayas, unas imágenes fotocopiadas de baja calidad
terrenales, de menor luz que se atribuían al famoso delincuente Petróleo
Crudo, a modo de estampita de santo, aunque sin ora-
mística dentro de la ción en el reverso.
jerarquía del panteón de Sin embargo, en la actualidad es fácil encontrar en
el mercado espiritista estampitas, estatuas o jabones
María Lionza específicos de los malandros que incorporan icono-
grafías vinculadas a las culturas de las pandillas callejeras y al universo del
cómic.15
De igual forma, el auge de este culto afín a la delincuencia está empezando a
reclamar algunos espacios propios en la competitiva y populosa geografía místi-
ca de la montaña de Sorte, donde ya pueden encontrarse algunos pozos y porta-
les en el río Yaracuy que tienen placas votivas dedicadas a los malandros, incrus-
tadas en la roca, junto a las de los indios, los chamarreros o los libertadores. Es
importante destacar que toda esta iconografía, simbolismo y despliegue espacial
del universo malandro en el culto está todavía en fase de consolidación, y en
14. Lo que se expresa aquí es la lógica espiritista más extendida y que, como ya hemos insistido ante-
12 riormente, no es de ninguna manera unívoca. Es obvio que existen interpretaciones alternativas den-
tro del propio culto. Por ejemplo, para aquellos jovenes vinculados al mundo de la delincuencia que
practican el espiritismo, estas escalas de valores vienen en muchos casos invertidas. Los espíritus
malandros son los más cercanos a su mundo y, muy posiblemente, son también los más morales y
relevantes para sus vidas. Para entender mejor estos procesos, sería importante hacer mucho más tra-
bajo de campo en las intersecciones del espiritismo con el mundo de la delincuencia común, sobre
las que hay escasísimos datos.
15. Gracias a Anabel Fernández por la información y materiales más recientes de los espíritus
malandros.
16. Por ejemplo, en una ocasión, un espíritu de delincuente improvisó con talco, durante una cere-
monia curativa, un estandarte malandro, compuesto de cuatro campos, donde esquematizó con fines
terapéuticos el universo de la delincuencia de la siguiente manera: un revólver, una planta de mari-
huana, un humeante cigarrillo de bazuco y una representación ad hoc de la Santísima Trinidad. 13
17. «Qué malo es estar/estar en la cárcel/y qué soledad/qué soledad se siente/cuando se desea la boni-
ta libertad/ay mami cuando se desea, la bonita libertad/por eso te doy consejo/no cometas tonterí-
as/la vida hay que gozarla/vivamos todos en paz/la vida hay que gozarla/vivamos todos en paz...».
Puede encontrarse una instancia del uso colectivo de esta canción en un ambiente carcelario
(División de Menores de la PTJ, Cochecito) en Duque y Muñoz (1995: 69). El narrador de este epi-
sodio, cuyo seudónimo en el libro es Gocho, identifica a La Cárcel como «el himno malandro».
18. J. Clarac de Briceño discute la extendida devoción al malandro Machera en los Andes en el con-
texto del culto de los muertos milagrosos (1992: 153; 296-97).
personal que tienen con el médium que los incorpora. Éste es el caso de Marisa,
Carlos Alberto Peña, Alexis, Monchín o Jesús Eloy González, entre otros.
Estas emergentes memorias populares del universo malandro, enganchadas de
modo discontinuo en narrativas de origen diverso, tienen un ritmo narrativo dife-
rente al de las representaciones oficiales dominantes de la delincuencia
(Connerton 1989: 19), que sin duda contribuye a la articulación de lo que la
antropóloga Mary Steedly ha llamado punto de vista fugitivo (1993: 119-143). De
acuerdo con esta autora, este punto de vista subalterno se compone de un con-
glomerado de voces parciales caracterizado, necesariamente, por la indetermina-
ción. Este tipo de voces fragmentadas, habitualmente entrelazadas con historias
muy particulares de experiencias personales, no dependen de un marco interpre-
tativo globalizador para su circulación o decodificación, sino que sólo tienen sen-
tido en su fragmentación, y ausencia de cierre (ibid.: 135).19
Todos los malandros inscriben en los cuerpos de los médiums el sello trágico
de la muerte violenta, ya sea en enfrentamientos con la policía o en ajustes de
cuenta con bandas rivales. Ismael, sin duda el más famoso de todos, puede ser-
virnos para trazar las características de los espíritus
La obsesión con los de esta corte, que se manejan siempre con referencias
muy locales en la topografía urbana.20 Según sus
fantasmas «no es ni propias palabras, emitidas ocasionalmente a través de
superstición premoderna ni algunas de sus materias, y en las narrativas de distin-
tos marialionceros, el malandro Ismael fue originario
psicosis individual, sino un del barrio caraqueño de Lídice, y murió apuñalado
fenómeno social en una pelea en el de 23 de Enero, si bien en su pre-
sentación ritual ante los fieles también nombra en
generalizado» que produce ocasiones los conflictivos barrios de Guarataro y
efectos tangibles Pinto Salinas como parte del territorio urbano que
llegó a reclamar como propio en vida. En la memo-
ria popular, Ismael es recordado con frecuencia como un inofensivo malandro
de esquina, o un muchacho injustamente acusado, o un eficaz protector de su
territorio ante las incursiones de bandas de delincuentes, o un atracador de ban-
cos que repartía el botín entre los pobres, o un asaltante de carretera que para-
ba camiones de comida para que los vecinos se aprovisionaran durante periodos
de escasez y especulación de los precios. Hay multitud de historias apócrifas que
circulan en el culto y que resaltan la humanidad y solidaridad de Ismael a pesar
de su estilo de vida delictivo y sus frecuentes encontronazos con la policía. En
una de esas historias, sobre la que también escuché desmentidos categóricos, se
cuenta que el propio Ismael, incorporado en un médium, pidió a una de sus
14 materias más señaladas que protegiera y proporcionara dinero a su madre, que
aún vive en el barrio de Lídice, sumida en la pobreza. En esta misma narración,
se cuenta que Ismael llegó a bajar distintas veces en dicha materia en el rancho
19. Sobre este punto, ver también las interesantes aportaciones de Yolanda Salas, en especial su
Bolívar y la historia en la conciencia popular (1987).
20. Es importante destacar que lo que se ofrece a continuación es una recopilación azarosa de algu-
nas de las historias que circulan sobre este espíritu, y no una versión consensuada de su biografía.
de su madre, donde se reencontró con ella, e incluso llegó a abrir con nostalgia
el baúl donde se guardaban sus pertenencias, amontonadas, desde el día de su
muerte.
Respecto a los espíritus malandros que no son (todavía) patrimonio colectivo
del culto, sino que brotan continuamente de las biografías personales de los
marialionceros, el ímpetu con el que llegan al espiritismo proviene de su cuali-
dad de ánimas, de almas agónicas, que vagan en pena. En una interesante con-
tribución a la reevaluación de ciertos aspectos previamente descuidados por la
sociología contemporánea, Gordon ha enfatizado la importancia para la com-
prensión de la vida social del análisis de las persecuciones obsesivas por parte de
fantasmas o espectros (haunting). Para esta autora, la obsesión con los fantasmas
«no es ni una superstición premoderna ni una psicosis individual, sino un fenó-
meno social generalizado de gran importancia» que produce efectos tangibles
(1997: 7). La tensión y la incertidumbre provocadas por este tipo de acoso deben
considerarse, pues, como una poderosa «forma de conocimiento» que puede ofre-
cer al analista un espacio privilegiado de reflexión sobre la relación entre «poder,
conocimiento y experiencia» (ibid.: 8; 23).
En una ocasión, cuando salíamos del rancho de E.H. al atardecer, después de
una sesión espiritista, C.E., su madre, me recordó que ya habían sido tres sus
hijos muertos en culebras callejeras. De pie junto a una ventana, abarcó la habi-
tación con un gesto. Frente a la puerta de entrada había una pared blanca, irre-
gular, salpicada con fotografías deterioradas. Me señaló una grande en el centro
donde se veían los retratos sonrientes de cinco niños, dos de los cuales murieron
violentamente en la calle algunos años después de que la fotografía fuera toma-
da. C.E. llamó mi atención, entonces, hacia un retrato más pequeño de un
muchacho joven que colgaba sobre la puerta de entrada, y cuyo cristal protector
estaba cubierto por una cruz negra dibujada con trazo impreciso con el dedo. Era
su hijo más joven, la víctima más reciente, cuyo funeral había sido profanado por
las propias culebras que habían acabado con su vida y que, totalmente intoxica-
dos, atracaron a los dolientes.
El álbum fotográfico de C.E., diseminado con una jerarquía imprecisa por las
paredes de la sala, se había convertido con el paso del tiempo en un espacio de
luto. Las fotografías, me dijo C.E., estaban habitadas por sus ánimas. Desde allí,
agazapadas, alteraban de forma continua el mundo de los vivos. Sus actos casi
imperceptibles, leves gestos de la cara o guiños, suspiros ahogados, soplos que
apagan y oscurecen velas, eran en una protección mística que destilaban sus ros-
tros sonrientes hasta las memorias de los que los mataron.21 Este escudo de áni-
mas familiares, siempre alerta, ya había atemorizado a algunos malandros que
habían penetrado en el rancho con la intención de robar. 15
21. Un ejemplo excepcional de cómo los muertos persiguen a los vivos en contextos de muerte vio-
lenta, en este caso en relación a la muerte accidental de una muchacha propiciada por la presencia
de una pistola cargada entre un grupo de jovenes caraqueños de vacaciones en las playas del litoral,
puede encontrarse en el atormentado testimonio escrito por Bladimir Pérez. Esta narrativa, recogida
por la antropóloga Patricia Márquez en el Centro de Atención Inmediata «El Carolina», donde
Bladimir estaba retenido en 1993, fue publicada en la colección de Duque y Muñoz (1995: 71-89).
«Como te digo, los malandros son espíritus de poca luz, que están buscando
más luces... Yo he tenido en mi altar malandros que han sido, en vida, mis pro-
tegidos y mis pacientes... pero malandros-malandros... Ellos buscan la protección
de una materia, para que les diga cuándo les van a matar, qué es lo que les va a
pasar... Gracias a Dios, he tenido la suerte de poder ayudar a muchos malandros,
sacarlos de ese mundo con oraciones, y a través del espiritismo que yo practico...
y algunos de ellos me han hecho caso, me han parado, y se han salido de ese
mundo... y hay otros, claro, que no han seguido mi consejo y han acabado muer-
tos... Te voy a contar una experiencia que tuve con un muchacho de aquí del
barrio, un muchacho que vendía droga, no era asesino ni nada, era un buen hijo,
pero traficaba de a pocotes, con mucha droga... yo le aconsejaba mucho, nos
conocíamos porque él se crió con nosotros, en este mismo bloque, y luego se dis-
torsionó... Antes se distinguía porque era muy buen hijo, quería mucho a su
mamá pero ella se acabó volviendo loca porque todos sus hijos varones acabaron
de drogómanos, traficaban con drogas, todos estuvieron presos, y entonces esta
señora, como sabía que en mi casa había un altar, venía seguido a orar, y me pedía
que la ayudara... Yo hacía lo que podía, y también trataba de aconsejar a su hijo
Gabriel... En una ocasión que estaba en la cárcel le hice un trabajo con la Mano
Poderosa, una vaina, y lo sueltan... pero además le hice una protección porque se
veía venir... le dije, “en un descuido le matan”, no sé muy bien cómo le van a
matar, pero usted tiene la muerte muy cerquitica, le está pisando los talones... Y
ellos creían que era mamadera de gallo, bueno, y siguieron en las mismas, no le
pusieron las protecciones como debía ser, y fíjate... cuando él tenía siete años, le
había robado una cadenita a otro muchacho, y fíjate que ese otro muchacho ya
era un hombre y se tropezaron un día y el tipo sacó un revólver y con la cacha le
destrozó el cráneo, todavía se acordaba de la culebra que tenían... parado, lo mató
en seco, y luego le pegó tres tiros... Entonces, a ese malandro, a Gabriel, una vez
muerto, le tuve que regañar porque se la pasaba en mi casa, en mi altar... Fue
entonces que empecé a recibir a ese muchacho [en mi cuerpo] muchas veces, y
16 siempre bajaba [y me poseía] llorando, llorando... inclusive, algunos vecinos me
han comentado que le han visto [en espíritu] merodeando por mi puerta varias
veces... Gabriel era un muchacho blanquito, chiquito, y ahora es, como otros
tantos, un malandro nuevo de estos que están llegando al culto...».
22. De nuevo, es necesario insistir que en este artículo se presentan las formas espiritistas más exten-
didas. De ninguna manera se pretende normalizar todos los espacios de representación y práctica rea-
les o potenciales en el culto.
Cuerpos permeables
La posesión es una forma muy elaborada
Velación de dos muchachos jóvenes en de permeabilidad entre cuerpos y espacios
el cauce de un río del Litoral Central. sociales de todo tipo. Siguiendo la sugeren-
cia de Sacks de dibujar una continuidad
corpórea entre las melodías internas y externas (1984: 117-118), puede estable-
cerse una correlación, claramente delineada en el caso venezolano, entre la reno-
vación constante de los atributos carnales del trance y los nuevos ritmos e inten-
sidades sensoriales que caracterizan a la tumultuosa vida urbana en las sociedades
contemporáneas. La posesión sería en este sentido un caso especialmente nítido
de lo que Csordas denomina modos de atención somáticos, un concepto diseñado
para aprehender las sutilezas de la «elaboración cultu-
La posesión es una forma ral de la implicación sensorial» en el mundo (1993:
138-139).
muy elaborada de Convertirse en una materia o en un banco –ayu-
permeabilidad entre dante ritual responsable de atender al médium y al
espíritu durante el trance– implica el aprendizaje de
cuerpos y espacios sociales configuraciones sensoriales nuevas a través de un duro
de todo tipo trabajo corporal (Wacquant 1995: 73) que tiene lugar
durante las iniciaciones y en las propias ceremonias.
Este proceso de reforma corporal (Comaroff y Comaroff 1992: 70) tiene como
consecuencia el desarrollo de un nuevo modo de estar en el mundo que enrique-
ce significativamente el rango de intercambios sensuales con el entorno (Merleau-
Ponty 1989: 153). El trance ha de entenderse como un continuo de sensaciones
que va desde los llamados toques, o contactos ligeros con las entidades místicas,
hasta posesiones de enorme intensidad. Durante las ceremonias, las materias nave-
gan este continuo sensorial en viajes de ida y vuelta, a veces completamente pose-
ídos, a veces sólo parcialmente. En los niveles menos intensos de posesión, que es
donde permanecen la mayor parte de los clientes –y antropólogos– que se aproxi-
man a los centros espiritistas, hay innumerables manifestaciones de los flujos espi-
rituales, como por ejemplo ligeros temblores, sudoración fría, taquicardias, mare-
os, dolores de cabeza, picores, sensación de ansiedad, intuiciones repentinas, etc.
18 Pero lo que más nos interesa destacar ahora es una modalidad parcial de posesión
que los espiritistas denominan recostamiento, y que se caracteriza por el arrastre del
trance desde los espacios rituales hacia la vida cotidiana. Una vez que los médiums
han sintonizado sus cuerpos mediante el aprendizaje a la percepción de estas fuer-
zas místicas, permanecen sensibles a ellas incluso fuera de las ceremonias. Las
materias espiritistas descifran estos recostamientos en ligeras sensaciones como las
descritas anteriormente, estados de humor repentinos, o gestos característicos de
los espíritus que invaden su corporalidad cotidiana.
Ósmosis
Como anticipábamos, hay aún otra forma fundamental en la que los malan-
dros están abriendo nuevos caminos corpóreos a la permeabilidad entre lo sagra-
do y lo cotidiano en el culto. Estos espíritus son los que con más frecuencia, de
entre todos los miembros del panteón, participan en lo que podría denominarse
el desbordamiento del espacio y de la práctica ritual, recostándose en sus materias.
Aunque había escuchado hablar en numerosas ocasiones de casos en los que los
médiums navegaban por su vida cotidiana con ciertos espíritus pegados a sus
cuerpos –lo que también implicaba una cierta asimilación biográfica–, la inten-
sificación repentina de la relación de Orlando, uno de mis jóvenes informantes 21
del barrio de Las Mayas, a su espíritu malandro, Freddy, me proporcionó claves
importantes sobre las dimensiones de este proceso.
23. Como muchos otros de mis informantes, Rubén estaba muy interesado en la supervisión meto-
dológica de mi investigación. Esta vez, su actitud estaba relacionada con una pugna que tenía con
Indira, la médium que trabajaba con la malandra Marisa, a la que acusaba de «platanera», o falsa espi-
ritista.
24. Para De Certeau, la acción «táctica» se caracteriza por la ausencia de un espacio propio, un pro-
yecto global, y una visión totalizadora del oponente (1984: xvii-xx).
«¿Cuál es mi previsión para el futuro? Sí, bueno, Más allá de las fracturas
mira, para mí, lo que yo estoy viendo, la corte que yo
estoy viendo ahorita es la de los encantos, que existe
sociales y económicas y
desde hace tiempo, pero que son niños, ¿no? A lo del trauma individual y
mejor en un futuro cuando vengas vas a ver que todo
el mundo va a estar trabajando con niñitos... Que si
colectivo provocados por la
el niñito tal, que si el niñito Joseíto el travieso... Esa presencia de la violencia,
[corte] es la que va a agarrar vuelo, la que se va a
poner de moda... Porque uno va analizando, y uno al
los barrios son espacios
estar metido ya en esto, más o menos capta la cues- vibrantes laboral, social y
tión... Porque ya a los malandros se les va a pasar su
euforia...».
culturalmente
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27
Gerard Horta
1. La presencia de algunos miembros con medios económicos posibilita las primeras traducciones al
castellano, ediciones y difusiones clandestinas de obras de Kardec, por ejemplo El Libro de los
Espíritus (Barcelona, Imprenta Espiritista, 1863). Para el conjunto de aspectos tratados, véase Horta
(2001 y 2004).
5. Junto con el extrañamiento del mundo, los gnósticos de los primeros siglos de la era cristiana afir-
man la certidumbre de que el conocimiento significa el camino de liberación frente a la ignorancia,
que convierte a los seres en esclavos. Es en tal cristianismo entendido como espacio para la justicia
social donde los espiritistas encuentran motivos para su reivindicación, de ahí que apelen al gnosti-
cismo en sus escritos.
6. El mismo puritanismo cuáquero del XIX que asume el principio según el cual la razón y la expe-
riencia mística no son opuestas sino complementarias, se reflejaría tanto en Tylor (educado en un 31
medio familiar cuáquero y conocedor de la obra de Böhme, Leibniz, Milton y Platón), como en el
espiritismo europeo, y en las sendas reivindicaciones del racionalismo que llevan a cabo. Robert
Lowie, de forma estentórea, acusará a Tylor de «racionalista» en 1924 (Lowie, 1976: 18).
7. En palabras de la catalano-andaluza Amalia Domingo Soler (1835-1909), quien, afincada en
Gràcia (Barcelona) y acogida por la familia Llach (trabajadores y militantes espiritistas), ejerce, en los
treinta últimos años de su vida, como la divulgadora mundial más notable de la doctrina en lengua
castellana, afrontando una penuria material extrema (Memorias de una mujer, Barcelona, Ed. Boudet,
1990 [¿1891?]). [Las citas espiritistas se mantienen en su escritura original].
pueden dialogar con el conflicto a través del encuentro con las potencias sobrena-
turales encarnadas (símbolos, a su vez, de todas las categorías morales y sociales): se
produce un diálogo en que tal caos se ordena siguiendo una lógica propia. Los pla-
nos terrenal y celestial se vinculan desde el conflicto, entendido como medio diná-
mico para el cambio individual y colectivo, ya que los espiritistas se presentan como
consignatarios del principio universal de la erraticidad, la movilidad, la regenera-
ción continua de las esferas diversas de la creación. Por ello puede afirmarse que, a
través de coalescencias y discontinuidades a veces contradictorias, se establecen las
pautas para otro tipo de evolución social. Esa explosión de energía tiene lugar en el
seno de la vida cotidiana, de manera que bajo los preceptos de homogeneidad y
centralización de la modernidad liberal surge una modernidad «otra» centrada en
la pluralidad, la multiplicidad y la heterogeneidad representadas en el «politeísmo»
del panteón espiritista, y en el carácter confederal y horizontal de los centros –a
diferencia de la fuerte jerarquización de las organizaciones ocultistas–.
Amparándose en todas esas categorías conceptuales, el movimiento espiritista cata-
lán pretende trascender el orden social dominante. Para ello no se justifica el uso
de la violencia como medio de superación de la estructura social, sino que se aspi-
ra a una –revolución moral responsable– que debe sucederse en el interior de cada
persona –«Nadie nos puede salvar más que nosotros mismos»–,8 que, a su vez, encau-
ce la aceleración de procesos de reforma social considerados como inaplazables. Se
trata, según afirman, de salvar al individuo, no a la sociedad, «sistema bastardeado
de un mundo que solo era un simulacro».
Una primera paradoja en relación al uso de la violencia se produce a causa del
intento frustrado de recuperar el Estado catalán en 1873. El apoyo espiritista al
movimiento federalista y a los principios democráticos y republicanos se ejem-
plifica en el comunicado público emitido por el Centro Espiritista de Sabadell,
según el cual sus militantes en pleno se ponen a disposición de la Junta de
Armamento y Defensa.9 Pero si, especialmente en los años sesenta y setenta del
siglo XIX, el componente social del espiritismo catalán difiere substancialmente
del español –donde existe una presencia muy superior de personas adineradas y
de aristócratas, y comparativamente una cierta ausencia de mujeres–,10 no deja
8. Ibidem, p. 33.
9. A. Castells, Sabadell. Informe de l’oposició, vol. II, Sabadell, 1975, p. 9.13. Una defensa que ya
habían realizado los masones en Francia en 1871, al apoyar a La Comuna durante el enfrentamien-
to militar (P.O. Lissagaray; Historia de la Comuna, Barcelona, Estela, 1971 [1876], ps. 331-333).
10. Amalia Domingo Soler, que vive unos años en Madrid antes de trasladarse definitivamente a
Cataluña, describe así a los espiritistas castellanos: «Los hombres que toman parte en los trabajos de propa-
32 ganda, ¿quiénes son? La mayoría pertenecen a las primeras clases sociales, entre ellos hay títulos de Castilla, gene-
rales, ingenieros, médicos de nombradía, abogados de fama, escritores notables, diplomáticos distinguidísimos.
Estos hombres no han conocido la pobreza, ignoran todavía que entre los pobres hay almas sedientas de luz que
tienen intuiciones maravillosas: la concurrencia que asiste a las sesiones es verdaderamente aristocrática, apenas
se ven seis mujeres vestidas con la sencillez que vamos nosotras. Y en los hombres, una vez que entró uno con
blusa, acuérdate, todos se miraron sorprendidos. El ser espiritistas no nos obliga a salir de la esfera en que siem-
pre hemos vivido, por eso los espiritistas de aquí no me atienden como tu quisieras, porque entre ellos y yo hay
la barrera de nuestra distinta posición social. No me desdeñan con intención de desdeñarme, no. Es que no hay
atracción entre los grandes y los pequeños». Domingo Soler, Memorias..., op. cit. (1990 [1874]), p. 114.
Los espiritistas advierten una civilización violentada, cuyos frutos no son aje-
nos al papel histórico que ha ejercido la iglesia. El espiritista Josep Amigó escri-
be en 1879 desde Lleida:
«Jesucristo echó á latigazos á los mercaderes del templo; pero el templo ha sido
invadido de nuevo, no ya por los vendedores de palomas, sino por los que, titu-
lándose herederos y continuadores de la mision con que vino al mundo el fun- 33
dador del Cristianismo, han hecho del Evangelio el manantial inagotable de su
dominacion y granjería. Al amparo de una doctrina, toda humildad y pobreza,
11. J.R. Abascal, Espiritistas andaluces del siglo XIX, Sevilla, Muñoz, Moya y Montraveta, 1990, p.
147; y A. Roca, «Los ecos de un debate internacional», en J. Comas Solà, El espiritismo ante la cien-
cia, Barcelona, Altafulla, 1986 [1908], p. XX.
12. El Buen Sentido, nº 1, Lleida, V-1875.
Aparte del hecho de que ningún texto espiritista consultado cuestione el uso
de la fuerza por parte de Jesucristo para expulsar a los mercaderes del templo, otra
paradoja en cuanto al discurso en torno al rechazo de la violencia y, a su vez, en
cuanto a su legitimación práctica o teórica, se sucede en el ámbito de las relacio-
nes con la propia iglesia católica. Los espiritistas –como herederos de la impug-
nación gnóstica primero y después protestante de los ritos y cultos ceremoniosos,
de los lugares de culto, liturgias y fórmulas sacramentales, el formalismo de los
cuales se percibe como una refutación de «la adoración interna de la Causa
Suprema»–,14 rehúsan la monopolización sacerdotal
Los espiritistas rehúsan la católica de la eficacia ritual de sus actos, como nexo
entre el orden divino y la ordenación terrenal.
monopolización sacerdotal Asimismo, no admiten que los sacramentos sitúen su
católica de la eficacia eficacia no en el plano de lo simbólico, sino en el de
lo real, en el de la propia naturaleza.15 En las
ritual de sus actos, como Efemérides leridanas de Pleyán de Porta, el autor des-
nexo entre el orden divino cribe –como testigo ocular– que el 2 de octubre de
1879 una manifestación espiritista de carácter anti-
y la ordenación terrenal clerical recibe en la estación de Lleida a los partici-
pantes en una romería que retorna de Montserrat: los espiritistas agreden y dis-
persan a los católicos haciendo sonar cencerros y gritando «¡Beeeee, Beeeee,
Beeeee!». Circunstancialmente lo hacen a pesar de las persecuciones, prohibicio-
nes, cierres de centros y de publicaciones, multas, censuras y destierros de sus
militantes más destacados en aquel periodo. No obstante, más allá del contexto
concreto, cabe entrever la urgencia imperativa con la que se impugna la instru-
mentalización católica de la religión, inseparable de una Reforma que en España
reverbera con siglos de retraso. La agresividad de los textos espiritistas contra el
catolicismo, y a la inversa, tiene raíces profundas. Véase sino, el fragmento de una
16. Primer Congreso Internacional Espiritista. Septiembre 1888 Barcelona. Representaciones, adhesiones,
sesiones públicas, sesiones privadas, conclusiones, documentos, etc. Reseña completa, Barcelona, Imprenta
de Daniel Cortezo y Cª Editores, 1888, ps. 155-156.
36
17. Traducción del original inglés.
18. Quizás por eso Walter Benjamin señalaría en sus Escritos que «Sólo si cuerpo y espacio imaginati-
vo se compenetran en sí mismos la tensión revolucionaria se convierte en enervación física y colectiva, y
toda enervación física del colectivo se convierte en descarga revolucionaria: sólo entonces la realidad se
habrá superado a sí misma como lo exige el Manifiesto comunista».
19. Tal expresión del principio espiritualista místico, que casi conlleva la incineración pública de
Jacob Böhme en 1625 por afirmar que el cielo y el infierno habitan en cada uno de nosotros, mos-
traría hasta qué grado el estremecimiento se convierte en el lugar social de los espiritistas.
37
20. Primer Congreso..., op. cit., 1888, p. 242.
21. Según los espiritistas, conocerse a sí mismos significa reconocerse en las experiencias ajenas: si el
camino de cada ser es autónomo, aquello que los une es su destino común: transformarse a sí mis-
mos para transformar el mundo. Por eso cobra relevancia la interrogación mannheimiana de si «tiene
que darse por hecho que sólo es política lo que es una preparación para la insurrección [...], ¿quizás no lo
es también la transformación continua de las condiciones y de las personas?» (Mannheim, 1987: 181).
En ese punto reside el sentido que permite el paso del individualismo a los proyectos sociales colec-
tivistas.
misma violencia que, alimentada por el egoísmo, conduce a las personas a despe-
dazarse las unas a las otras en aras de la obtención de un beneficio, comprensible
exclusivamente en espacios sociales donde todo es susceptible de ser mercantiliza-
do. La «república cooperativa del trabajo» y la «adoración del becerro de oro» devie-
nen caminos excluyentes que magnifican la tragedia. La desintegración social
encuentra sus causas más en ese antagonismo irresoluble, en el desmembramiento
del entorno cultural de un proletariado sometido a procesos intensísimos de cam-
bio vertiginoso, del campo a la ciudad, de la huerta a la fábrica (Polanyi, 1989: 254;
Duvignaud, 1977: 7-48), que en una explotación económica de violentísimo
alcance.22 Frente a ello, el Dios de los espiritistas no es violento, a diferencia de los
periodos en que el catolicismo primero, y el protestantismo y el calvinismo des-
pués, han ejercido un férreo control social, y han identificado la presencia de espí-
ritus con el mal, en un contexto en que Dios aparece a modo de divinidad coléri-
ca y resentida (lo cual canalizaría las acusaciones de brujería por parte de la
Inquisición). En cambio, la reivindicación espiritista de Dios como un Dios de
amor y no de venganza, del cual se deba mitigar la rabia y la ira, implicaría «que se
atribuya a los espíritus de los muertos un carácter esencialmente benévolo» (Wilson,
1970: 169). De hecho, los propios espiritistas sostienen que «El Dios que acepta el
espiritismo es el que crea las almas para el Progreso, no aquél Dios vengador que las
lanza á los infiernos».23 Y, a pesar de ello, en el corpus espiritista existe un espacio
reservado para las entidades más «bajas y maléficas», las que ocupan los últimos
lugares de la escala evolutiva, almas «impuras», aferradas a los planos terrenales
incluso habiéndose «desencarnado». En realidad, tanto Kardec como sus continua-
dores franceses y catalanes del XIX y los diversos propagandistas europeos del siglo
XX informan de los «peligros» de los «usos perversos» del espiritismo y de las con-
notaciones nefastas de la violencia. Al establecer un paralelismo entre los dioses de
un panteón y los espíritus que invisten a los médiums, podría señalarse que las enti-
dades invisibles funcionarían «como si fueran señales que, en sus relaciones recíprocas,
tienen por sentido un conjunto de categorías mediante las cuales las personas se repre-
sentan su propia sociedad» (Sperber, 1988: 27). Las categorías morales concretas que
se atribuyen a los espíritus se aplican simultáneamente a médiums y practicantes
espiritistas en general, por una parte como reflejo dinámico de la sociedad, y por
otra como manifestación del estado temporal y evolutivo de cada ser, a partir del
cual debe desarrollar su propio camino: «la vida verdadera está en la erraticidad»,
22. Para comprender el alcance de los costos implícitos (precariedad material y de la vivienda, des-
nutrición, enfermedad, muerte) en el desarrollo del fenómeno urbano en Barcelona bajo el contex-
to de la Revolución industrial, véase Laureà Figuerola (Estadística de Barcelona en 1849) y Ildefons
38 Cerdà (Estadística de la clase obrera en Barcelona en 1865). Sobre la teoría de éste último en torno del
salario obrero y de las condiciones de trabajo de las mujeres, Borderías (2001). A su vez, A. Balcells
(1984: 81) certifica el aumento del índice de mortalidad infantil en Barcelona de 1857 a 1882 en
siete puntos (hasta el 36 por mil, superior a la media española) a causa de la explotación de niños y
niñas en jornadas diarias de 10 o incluso 13 horas en fábricas, talleres, fundiciones y minas a partir
de los seis años de edad, incumpliéndose promulgaciones jurídicas como la de 1873. La Iglesia man-
tiene silencio, obsesionada por denunciar los funerales y los entierros espiritistas de menores (con-
fróntese el Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Barcelona desde los años sesenta del siglo XIX).
23. Primer Congreso..., op. cit., 1888, p. 151.
escribe uno de los médiums catalanes más destacados del XIX, el vallesano Miquel
Vives.24 Se trata, en definitiva, de ordenar las relaciones de los poderes sobrenatu-
rales (almas y espíritus) con los seres humanos, lo que constituye en sí mismo el
dominio de la acción religiosa (Weber, 1993: 330), en el caso espiritista con un
dinamismo abrumador.
Partiendo de la argumentación sperberiana (1988: 98) de que un contexto
tiene que interpretarse a la luz de los fenómenos simbólicos que lo rodean, cabría
preguntarse por qué razón se han encontrado tan pocas comunicaciones medi-
úmnicas que inciten literalmente a «pulverizar la sociedad» –con frecuencia, ese
mismo contenido se expresa bajo otras formas– para erigir otra nueva en su lugar
y, en cambio, la aceptación de la militancia espiritista sea masiva cuando se pro-
nuncian dichas palabras. Por ventura a causa de la multiplicidad de sentidos y de
funciones que los practicantes dan a las comunicaciones: la misma multiplicidad
que reside en la base de la acción simbólica, todavía más si se entendiera que los
símbolos por sí mismos ni estarían definidos ni significarían, puesto que son los
significados que los rodean aquello que hace de una cosa un símbolo. De ahí la
reflexión espiritista de que «Todos los hombres, sean cualesquiera su condición y sus
relaciones recíprocas, pueden hacer reglas de una pureza
y de una sabiduría excepcionales en la moral espírita. En un marco que enaltece
Nuestro marasmo social no es sino consecuencia del
malestar moral; no hay leyes buenas, la moral no es sino
la tolerancia, la energía
una ficción, un artificio dogmático». En un marco en social intenta vehicularse
25
24. M. Vives, Guía práctica del espiritista, Barcelona, Imprenta y Librería Carbonell y Esteva, 1903,
p. 87.
25. Ibidem, p. 167.
26. «La dinamita social (Thanatosis)», Suplemento XVI a Los Albores de la Verdad, Comisión de
Propaganda del Círculo La Buena Nueva de Gracia, Barcelona, XII-1904, p. 1.
27. Revista de Estudios Psicológicos, Barcelona, ¿XI-1896?; La Estrella Polar, año II, nº 19, Mahón,
XII-1896.
28. La Estrella Polar, año II, nº 19, Mahón, XII-1896.
29. Para el espiritismo francés, y para las referencias señaladas aquí, R. Ladous (1992, ps. 61-65).
Bella es esta ley de la solidaridad universal, porque contiene esta máxima subli-
me: Todos para uno y uno para todos».30
última década del siglo XIX en Barcelona destacan, por nombrar sólo algunas, las
llevadas a cabo contra el general Martínez Campos (24-9-1893), herido a causa
del lanzamiento de una bomba por parte del litógrafo Paulí Pallàs, fusilado en el
castillo de Montjuïc (15-10-1893); contra el público de platea del Liceo (7-11-
1893) por Jaume Salvador, fusilado en el mismo castillo junto a seis de los vein-
tisiete compañeros encausados en el proceso (21-11-1894); y contra los asisten-
tes a una procesión del Corpus (7-6-1896). Todo ello comporta una represión
terrible sobre los activistas obreros, muchos de los cuales son encarcelados en ese
castillo –punto desde el cual Barcelona es sistemáticamente bombardeada a lo
largo del siglo XIX como reacción gubernamental a las múltiples demandas de la
población–. Uno de los anarquistas encarcelados en 1893, a pesar de mostrarse
contrario a las acciones violentas, es el escritor y tipógrafo Josep Llunas i Pujals
(fundador de las revistas libertarias escritas en catalán La Teula en 1880 y La
Tramontana de 1887 a 1895, autor de diversos opúsculos sobre la necesidad
imperativa de la revolución social, aficionado al teatro, a la música y a la acroba-
cia y a la gimnasia). Llunas ya había manifestado, en 1890, su rechazo de las
acciones de los primeros años ochenta atribuidas por las autoridades gubernati-
vas a La Mano Negra (cuya supuesta existencia justi-
ficó la detención de seis mil jornaleros andaluces De la situación
hasta 1884, sin que se demostrase su militancia en la
supuesta organización, de ahí la pertinencia de ser
inmisericorde de unos
considerado un montaje policial), a su entender medios populares
35
35. Véase Kaplan (1977: 153-154), en torno a las interpretaciones contrapuestas de G. Waggoner y
C. Lida respecto a la existencia de La Mano Negra.
36. La reacción libertaria se produce en 1897: se asesina a Cánovas del Castillo, presidente del
gobierno español, como venganza por las ejecuciones, y en Barcelona se atenta contra el teniente de
la guardia civil Narciso Portas, como represalia por las torturas a las que son sometidos los detenidos.
[...] ¿la ejecución del desgraciado Silvestre Lluís, el día 15 de mes pasado y los
fusilamientos del 4 de mayo han de producir aminoramiento en la criminalidad
y tranquilidad, paz y sosiego en las consciencias? La Historia y la experiencia afir-
man lo contrario.
En bien del progreso, por amor á la humanidad y á la justicia, propaguemos
la necesidad de la abolición de la pena de muerte y de todas las penas irredimi-
bles. Odiemos el delito, mas compadezcamos y amparemos al delincuente».37
Conclusiones
En el espiritismo catalán se constata la refutación de la violencia en todas sus
manifestaciones: estatales, económicas, individuales, asi como las celestiales, de ahí
el desacuerdo de espiritistas barceloneses y menorquines respecto a la afirmación de
43. Josep Costa i Pomés, «Les nostres aspiracions», La Unión Espiritista, año II, nº 11, Barcelona,
XI-1897. [Traducción del original catalán.]
46 44. «La dinamita social (Thanatosis)», op. cit., 1904, ps. 1-2. Unos meses después de la publicación de
ese texto, en mayo de 1905, se perpetra un atentado fallido en París contra Alfonso XIII; y el 31 de
mayo de 1906, en Madrid, el propio Alfonso XIII y su mujer Victoria Eugenia son víctimas de un aten-
tado con bomba del cual salen ilesos. Se acusa de ambas acciones al anarquista catalán Mateu Morral,
que en su huída de la policía es ayudado por el periodista republicano José Nakens, sevillano afincado
en Madrid. Nakens es condenado a nueve años de cárcel, y se le indulta al cabo de dos años. Tanto la
historiografía anarquista como la generalista obvian que Nakens es un excolaborador del Círculo
Cristiano-Espiritista de Lleida y de su portavoz El Buen Sentido, además de escribir asiduamente para
prensa republicana y progresista catalana como La Campana de Gràcia y La Publicidad (Horta, 2004).
47
45. Los espiritistas reprochan a los partidos políticos que éstos sólo quieren modificar las condicio-
nes «terrenales» de las personas, mientras que ellos pretenden continuar las transformaciones inclu-
so en los estados «celestiales» de la existencia.
46. ¿No es eso mismo lo que reclama el anarquista ruso Bakunin, iniciado en la masonería –igual
que el anarquista murciano-catalán Anselmo Lorenzo (P. Sánchez, «Anselmo Lorenzo, anarquista y
masón», Historia 16, núm. 105, Madrid, 1985, ps. 25-33)– e influido por percepciones sobre el
tiempo y la eternidad nacidas en antiguos contextos gnósticos, de las cuales tanto ha bebido la cul-
tura eslava?
miento en cuyo seno hay practicantes que pertenecen al ejército (en España)
acaba convirtiéndose en la vanguardia del antimilitarismo; quienes rechazan el
uso de las armas se ponen a disposición de la Junta de Armamento y Defensa
en nombre del federalismo, las conquistas sociales y la democracia; se presta
apoyo para que se reintegre socialmente a aquellos a quien el Estado confiere
la condición de «delincuentes anarquistas», y se trabaja codo a codo con los
libertarios en los campos diversos de la esfera social, llamándoles a participar
en el propio movimiento espiritista. Podría decirse que en términos antropo-
lógicos la violencia, como la razón, aparecería no como una sustancia inmu-
table, sino como un medio para un fin, la expresión simbólica para el punto
de intersección de un camino evolutivo... cualquiera que éste sea, otro quizás.
Desde la magnitud de esa ambigüedad y desde la complejidad con la que los
múltiples enmascaramientos de la contemporaneidad ocultan les formas hete-
rogéneas de la violencia, podría interpretarse que los espiritistas catalanes
entreveían, tal vez de manera inconsciente, que en último término la violen-
cia supondría un deleznable pero efectivo y sin
duda real vínculo entre los miembros de la socie-
La violencia, como la dad. Un vínculo necesariamente reversible, de
razón, aparecería no como acuerdo con sus concepciones fraternalistas,47 aun-
que habitara dramáticamente en su presente y en
una sustancia inmutable, teoría de forma temporal, pero un vínculo al fin y
sino como un medio para al cabo. Trascendible, tan sólo, mediante una pul-
verización no violenta de la sociedad para construir
un fin, la expresión un mundo nuevo. Los frutos de su acción eclosio-
simbólica para el punto de narán con vehemencia en la Segunda República,
que, a pesar de renovar su victoria en las urnas en
intersección de un camino 1936, sólo un levantamiento militar anticonstitu-
evolutivo... cional acabaría, de nuevo, derrotando. Entre sus
víctimas, otra vez, espiritistas y anarquistas, o la
crónica imposibilidad de que España fuera capaz de integrar, pacífica y demo-
cráticamente, una sociabilidad «otra».
Bibliografía
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BORDERÍAS, C. (2001). La teoría del salario obrero y la subestimación del trabajo
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BUXÓ I REY, M.J. (1988). «Prólogo», en D. SPERBER, El simbolismo en general,
48 Barcelona, Anthropos.
47. «Desheredados de la madre Tierra, Los que sin armas al cruzar la vida/Por las derrotas numerais los
dias/Y arrastrais sollozando su cadena;/Los que en el alma atesorais la huella/De una duda, un amor ó
una falsía,/Y sin hogar en extranjero clima/Llorais proscritos la natal rivera.../Venid a mí, los misera-
bles,/Yo tengo amor y hogar para el proscripto/Donde su sed de valimiento apague;/De venturas yo tengo
un infinito,/Del Nacer y el Morir guardo las llaves,/Tengo una Fé, y el Universo es mio» (poema anóni-
mo, en Revista de Estudios Psicológicos, Barcelona, II-1876).
49
Florencia C. Tola
*. Este trabajo es una versión corregida de la tesis de D.E.A (Diplôme d’Etudes Approfondies) rea-
lizada en el 2000 en L’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS), París. Deseo expresar un
especial agradecimiento al Dr. Philippe Descola por el detenido seguimiento de este trabajo y sus
fructíferas sugerencias. Expreso también mi gratitud al Dr. Eduardo Viveiros de Castro por su lec-
tura atenta y crítica de la tesis. Por último, agradezco el seguimiento paciente y atento de Carlos
Salamanca y los ricos comentarios del Dr. Pablo Wright.
grupos representan al ser humano podemos acceder a diversos niveles de las rela-
ciones entre los individuos que contienen implícitamente una definición del ser
humano.
Si pensamos que todo concepto de persona existe siempre en presencia de un
concepto culturalmente compartido de ser, y si desde la mirada psicológica occi-
dental, el ser representa un lugar de experiencia y conciencia reflexiva, resulta
interesante abordar en los esquemas locales, no sólo los modelos de persona, sino
también las doctrinas comparables a las del ser en occidente. En efecto, más allá
de las ideas sistematizadas en la psicología occidental sobre el ser, existen otras
maneras de concebirlo. Por ejemplo, según refiere Lienhardt (1961), entre los
Dinka, el ser experimenta pasivamente las imposiciones de agentes místicos
externos.
Sin embargo, si bien somos conscientes de las variaciones que poseen los dife-
rentes modelos culturales de persona, así como de las variaciones en el interior de
un mismo modelo, consideramos que a lo largo de la
Consideramos la existencia historia de la antropología se sobredimensionó la
diferencia entre los conceptos de persona occidentales
de dos tipos de (tomados como un bloque) y los no-occidentales. Se
acercamiento por medio de han enfatizado entonces las diferencias entre un nos-
otros, naturalizado e ideológico propio de las socieda-
los cuales la noción de des industrializadas y un ellos, particular a cada socie-
persona en sociedades pre- dad pre-industrial. En las sociedades industriales
existen, indudablemente, una serie de factores que
industriales ha sido influyen en una transformación más acelerada de los
aprehendida: un conceptos de persona e individuo, hecho que los dife-
rencia de aquéllos existentes en las sociedades pre-
acercamiento sociocéntrico industriales. Si bien nuestro objetivo no es analizar
y otro egocéntrico los conceptos occidentales de persona, individuo e
individualismo, es importante remarcar que cualida-
des distintivas como la privacidad, la autonomía, la libertad individual y la exclu-
sividad, así como la pertenencia a una clase social determinada influyen en el
modo en que un individuo experiementa su individualidad en las sociedades
industrializadas y en el modo en que es percibido por los otros. Nuestra inten-
ción es entonces plantear a través de trabajos antropológicos la noción de perso-
na, lo que consideramos la existencia de dos tipos de acercamiento por medio de
los cuales la noción de persona en sociedades pre-industriales ha sido aprehendi-
da: un acercamiento sociocéntrico y otro egocéntrico.
Dentro de las perspectivas sociocéntricas ubicamos aquellos trabajos (CNRS
52 1973) que enfatizaron las coordenadas socioculturales que definen a la persona
moral: definición ideológica en términos de reglas, roles y representaciones, tal
como Mauss (1939) la categorizó. En dichos trabajos, los elementos que confor-
man a la persona la ubican generalmente en relación con uno o varios marcos
genealógicos, y con el orden social y cosmológico a partir de nociones como
entorno, herencia e innatismo. Esta perspectiva, al enfatizar los aspectos ligados
a las interrelaciones entre personas, no se interesa por la existencia del concepto
de individuo por el simple hecho de que el individuo autónomo en sí no es alta-
por completo reducible a las fuerzas sociales»1 (1992: 37), y los dos aspectos que
acabamos de señalar pueden considerarse como los términos de una tensión de
la cual emerge la persona.
Sostenemos también que la dicotomía sociocentrismo/egocentrismo enmasca-
ra una dicotomía aún mayor; la de individuo/sociedad. La oposición indivi-
duo/sociedad y el hecho de entender ambas entidades como realidades distintas
y exclusivas no permite visualizar la interpenetración y el surgimiento recíproco
entre ambas realidades. El hiato existente entre el individuo, que se vive a sí
mismo como una entidad aislada y la sociedad, entendida como la reunión de
una multiplicidad de individuos, constituye un obstáculo para el pensamiento
que intenta captar las dos entidades de manera simultánea. Tal como explica Elías
(1939), cada individuo se halla constantemente volcado hacia el resto de los indi-
viduos, todo individuo se inscribe en un orden invisible que no le ofrece más que
un número limitado de elecciones entre múltiples comportamientos y funciones
posibles. Los individuos se constituyen entonces como nudos de funciones inter-
dependientes que no dependen exclusivamente de sus decisiones personales.
Nuestra intención aquí es trazar un recorrido a lo largo de trabajos antropoló-
gicos partiendo de la obra de Mauss y de aquellos trabajos que analizan los aspec-
tos más evidentes, codificados y hegemónicos que definen a la persona como per-
sona moral. Luego continuaremos con el análisis de los trabajos que exploran los
aspectos más ocultos, imaginarios y utópicos de la persona, entendida como ser.
1. Traducción de la autora (todas las citas textuales que aparecen en el texto son traducciones hechas
por la autora).
es el hecho concreto de la ley. Sin embargo, Mauss señala que el sentido original
del término persona es el de máscara, entonces explica que los primeros latinos
conservaban ciertos trazos de instituciones y costumbres antiguas, como por
ejemplo, «las ceremonias de los clanes, de las máscaras y las pinturas con las que
se ornamentaban los actores en base a los nombres que llevaban» (ibid. : 351).
En este sentido, Saghy explica que «la persona es el personaje que representa los
roles jugados en las instituciones, los derechos individuales a los ritos y privile-
gios» (1973: 578).
La noción romana de persona se enriquece luego con el aporte de filósofos
griegos. Aunque si el término en griego significa también máscara, éste designa
al mismo tiempo al personaje. La persona, en la filosofía de los estoicos, es simul-
táneamente la imagen que se presenta ante los otros, es decir, las apariencias y, al
mismo tiempo, lo que está detrás de la máscara: la intimidad de una persona, la
persona consciente del bien y del mal, responsable y libre. Esta conciencia moral
se agrega al sentido jurídico que había adquirido anteriormente. Saghy señala
entonces que entre los griegos, «la consciencia de uno mismo se vuelve patrimo-
nio de la persona moral» (1973: 579).
En su evolución, la noción de persona encuentra
su base metafísica en el cristianismo a partir de las
Sostenemos que la
discusiones sobre la unidad de la persona y de la construcción de la identidad
Iglesia respecto a la unidad de Dios. A partir de la
noción de unidad de las personas divinas o del Dios
es el producto de una
trinitario se crea también la noción de unidad para la tensión cultural e histórica
persona humana compuesta por un cuerpo y un
alma, la consciencia y el acto. Esta noción de persona
entre el ser, la persona
caracterizada por la indivisibilidad y la racionalidad moral y el personaje
sufre su última transformación para convertirse en la
categoría de ser, categoría que implica una toma de conciencia psicológica e
individual. Es a partir de filósofos como Kant y Fichte que la persona humana
encuentra, tal como Mauss indica, su carácter sagrado en la conciencia indivi-
dual.
Hemos esbozado someramente la argumentación de Mauss con el fin de mos-
trar cómo, partiendo del análisis de la progresiva transformación de la noción de
persona, este autor traza el itinerario que ésta ha recorrido a lo largo de la histo-
ria, a partir del personaje hasta una categoría que implica una persona autónoma
y centrada en sí-misma: el ser. Esta categoría, que implica una conciencia psico-
lógica e individual, es justamente para Mauss una categoría occidental.
Retomando la distinción que en su recorrido establece entre personaje y ser,
numerosos autores consideraron las sociedades modernas occidentales como el 55
paradigma de las sociedades egocéntricas (ya que producen personas autónomas
y conscientes), mientras que a las «sociedades otras» las consideraron el prototi-
po de las sociocéntricas (con personas limitadas por las relaciones sociales esta-
blecidas). Es esta argumentación la que intentamos criticar, ya que sostenemos
que la construcción de la identidad es el producto de una tensión cultural e his-
tórica entre el ser, la persona moral y el personaje. Por ejemplo, a partir de los
términos usados por los Samoanos descritos por Mageo (1995) para referirse a la
Sociocentrismo en África
La mayoría de los trabajos de los años setenta sobre sociedades africanas abor-
da principalmente los aspectos y las dimensiones del personaje. Estos trabajos
ponen el acento en las relaciones entre el individuo, el grupo, los ancestros y el
universo mítico. Analizaremos especialmente aspectos ligados a la génesis del ser,
la unidad/pluralidad de la persona frente a los múltiples componentes y redes en
las que se inserta, las relaciones entre persona y cuerpo y las relaciones entre per-
sona y reglas sociales, extraídos de los textos de autores africanistas de los años
setenta.
56 Bastide (1973: 36), por ejemplo, se pregunta por el principio de individuali-
zación, es decir, el principio que rige el proceso mediante el cual el individuo se
torna persona, en las sociedades africanas, y lo hace a partir de las relaciones entre
lo que él considera la forma (los estatus de cada individuo en base a su posición
en una estructura) y la materia (la diversidad de los caracteres particulares).
Según este autor (ibid.: 39), el individuo en las sociedades africanas es mucho
más que la pluralidad de su alma, y el proceso de individualización se produce
por la conjunción de dos aparentes anti-principios: la pluralidad de componentes
2. Bastide señala que la noción de persona africana no se caracteriza necesariamente por lo que él
considera como las dos características que se tienen de la concepción occidental de persona: la uni-
dad intrínseca y la autonomía (ibid.: 39).
3. Evans-Pritchard (1956: 165-173) señala que, para los Nuer, ser una verdadera persona significa
situarse en un linaje, y estar también en buenas relaciones con los miembros de éste.
ta siempre un rostro particular6 que, el ser individual, merece también ser con-
siderado en los trabajos etnográficos.
Augé (1973), con respecto a las relaciones entre personaje y persona, observa
que se confunden mutuamente ya que la persona está siempre situada en relación
con los otros, es decir, ella es al mismo tiempo un personaje. «En la medida en
que la herencia y el entorno le imponen roles que debe respetar», expresa Augé,
«la persona participa, por definición, del personaje» (ibid.: 522). Esta interrela-
ción entre persona y personaje, si bien remite a la importancia que este autor atri-
buye a las dependencias y a las relaciones entre personas, evidencia también la
capacidad creativa de la persona al tener que saber al mismo tiempo «componer
su personaje» (ibid.: 524).
Desde una perspectiva diferente, Héritier (1995) en un artículo sobre la cons-
trucción de la identidad, menciona la importancia de abordar la noción de per-
sona en las sociedades africanas, haciendo especial énfasis en las reglas sociales.7
Esta autora sostiene que la identidad individual se constituye a partir de la regla
social, y que ésta se encarna en el individuo y le asigna un nombre y un rol en
base a su situación genealógica. La identidad entre los Samo de Burkina Faso
sería entonces un rol asignado, aceptado e interiorizado, contenido en el nombre
del linaje y en el nombre individual. A diferencia de la postura de Augé en la que
la persona, a pesar de interiorizar una posición ya
asignada desde su nacimiento, tiene la capacidad de
componer su personaje de la manera en que pueda y
Si la persona se confunde
desee, actuando de maneras diferentes en contextos con el personaje, para
diferentes, la posición de Héritier respecto de la iden-
tidad no se centra más que en las reglas sociales y en
muchos el individuo se
los roles interiorizados. La persona interiorizaría una confunde con su máscara
posición en la estructura social no quedando margen
alguno para cuestionar y transformar dicha estructura, y actuando siempre en
función de un rol ya establecido.
Ahora bien, ¿qué otros elementos –además de la posición social– permiten
definir la persona a partir de su relación con la alteridad? El trabajo de Fortes
(1973) representa un ejemplo para responder a este interrogante. A partir del
caso talensi, señala que para ser una verdadera persona hay que poseer la capaci-
dad potencial, durante la vida, de convertirse en un ancestro venerado después
de la muerte. La persona completa sería tan sólo validada por una muerte apro-
piada y calificada para volverse un ancestro. Una verdadera persona es aquella
que, además de estar situada en la red constituida por la familia, el linaje y el clan,
6. A partir de su investigación en Bali, Geertz señala, con respecto a la dicotomía dramatis personae 59
(personaje) y actor (el self), que : «es la dramatis personae, no los actores, la que permanece ; aún
más es la dramatis personae, no los actores, que en sentido real existe verdaderamente. Físicamente
los hombres van y vienen […] la máscara que llevan […] permanece y constituye no la fachada, sino
la sustancia de las cosas» (1975: 50).
7. Con respecto a la relación entre individuo y reglas sociales, Read afirma que, entre los Gahuku-
Gama de Nueva Guinea, no existe una «separación esencial del individuo con respecto a las normas
sociales ; los roles y los estatus sociales no se distinguen del individuo que los corporiza» (1955:
276).
metodologías, así como diversas posturas teóricas que implican una definición
del «otro» y un acercamiento determinado a la relación con el otro.
Hemos intentado mostrar hasta aquí cómo en los trabajos sobre las represen-
taciones del personaje, las experiencias personales particulares y las manifestacio-
nes de la subjetividad no constituían un aspecto relevante. La significación social
del ser (diferenciado del personaje) ha sido frecuentemente subestimada en
antropología y ha sido muchas veces relegada al campo de la psicología.
Numerosos estudios antropológicos se han centrado en la identidad (compartida
por el grupo y derivada de la cultura), más que en las formas individuales y sub-
jetivas de apropriarse y corporizar valores, símbolos y signos culturales. Es por
este motivo que marcamos la existencia de una dificultad en la atribución del ser
–en el sentido maussiano– a los sujetos sobre los que numerosos antropólogos
escribieron y escriben. Esta falta de reconocimiento del ser de los sujetos no-occi-
dentales queda expresada también en los debates sobre la variabilidad intercultu-
ral de las nociones de persona. En estos debates, la noción occidental hegemóni-
ca de persona (autónoma, independiente, reflexiva, limitada físicamente y capaz
de reaccionar ante el mundo) es frecuentemente opuesta a las nociones no-occi-
dentales. En general, tal como Sökefeld señala, «las caracterizaciones antropoló-
gicas del ‘otro’ son frecuentemente inversiones de las imágenes europeas del ser»
(1999: 418). Como consecuencia de esta inversión, la «persona» de los «otros» ha
sido considerada dependiente del entorno social y cultural, sometida a los inte-
reses y a las reglas del grupo. Estamos de acuerdo con Sökefeld (ibid.: 419) cuan-
do constata la existencia de un fuerte determinismo cultural detrás de las con-
ceptualizaciones antropológicas de las personas no-occidentales. En este tipo de
conceptualizaciones, la persona occidental ha sido frecuentemente el parámetro
para analizar los modelos de otras sociedades. Como consecuencia de este proce-
dimiento, la persona de los otros fue definida como una entidad sin límites
precisos, que desempeña tan sólo un rol social y que está condicionada princi-
palmente por el grupo y los ancestros.8 A raíz de este proceso de construcción-
negación antropológica del otro como ser, los otros antropológicos, al verse nega-
dos del ser occidental, fueron en cierta medida negados también del ser.9
Cuando hacemos un análisis sobre los conceptos no-occidentales de persona,
constatamos que tales conceptos son modelados a partir de un acercamiento
10. En este análisis consideremos algunos trabajos sobre la persona y «The experience of Self and
Other in African Culture» (Jackson y Karp 1990).
11. Riesman (1986) menciona los trabajos de Elinore Bowen (1954), Mary Smith (1955), Sarah
LeVine (1979), y Marjorie Shostak (1980) como las expresiones de un tipo de acercamiento que
intenta incluir la «inner life» de las mujeres africanas desde sus experiencias y subjetividades.
12. Con respecto a la relación entre individuo y códigos culturales, Riesman señala que «ser una per-
sona es un lucha, desde que la adhesión a los códigos presupone la existencia de necesidades no pau-
tadas e impulsos que están siendo controlados. Entonces convertirse en un humano es convertirse en
algo que en algún sentido no somos» (1986: 106). Consideramos que el hecho de devenir persona y
controlar las fuerzas internas para adaptarse a la sociedad implica una creatividad personal.
13. Analiza comparativamente la información que obtuvo en sus trabajos de campo (1973-1974) en
el bajo Congo con las etnografías misioneras de la misma región.
14. Strathern y Lambek señalan que la noción de embodiment hace alusión al «proceso que resulta
de la continua interacción del cuerpo y la mente» (1998: 6). Esta noción hace también referencia a
la manera en que los conceptos culturales impactan sobre las experiencias y las prácticas corporales,
al mismo tiempo que la condición corporizada afecta las prácticas sociales y los conceptos culturales.
Consideraciones finales
A lo largo de este trabajo nos hemos interesado más en los cambios produci-
dos en las formas antropológicas de representar la noción de persona que en su
variabilidad cultural. Partiendo de la distinción entre persona moral, personaje y
ser que establece Mauss hemos puesto el acento en la naturalizada y poco cues-
tionada conceptualización dicotómica de la noción de persona occidental/no-
occidental. La característica más sobresaliente de esta dicotomía es el carácter
sociocéntrico de las nociones de persona atribuido a sociedades otras, y el ego-
céntrico de las sociedades occidentales modernas. El ser, entendido maussiana-
mente como la etapa final de un proceso de adquisición de la capacidad reflexi-
va, se volvería una característica de los sujetos
occidentales, mientras que los individuos de las socie- Aun si la persona se
dades sociocéntricas no poseerían, según muchos de
los autores y perspectivas, una conciencia individual encuentra imbuida de
y reflexiva. atributos específicos a su
En los estudios antropológicos africanistas de los
cuales hemos extraído las ideas relativas al cuerpo, a propia cultura, tiene
los componentes visibles e invisibles, y a la relación también la capacidad
entre el individuo y el grupo, existe una tendencia a
no considerar la existencia de sujetos independientes universal de reaccionar
y con capacidades de transformación del orden social. ante el mundo de manera
Si bien en estos trabajos se observa un análisis exhaus-
tivo de los componentes que animan el cuerpo, del individual y de reflexionar
destino de los mismos y de las relaciones entre proce- sobre su especificidad
sos cosmológicos y procesos corporales que constitu-
yen gradualmente a la persona como tal, estos trabajos sugieren que las identida-
des son exclusivamente colectivas y compartidas. La persona no es considerada
más allá de los roles sociales y está siempre sujeta a las obligaciones sociales que
la constituyen como un elemento más del sistema. Sin embargo, tal como los tra-
bajos centrados en las experiencias subjetivas lo han demostrado, aun si la perso-
na se encuentra imbuida de atributos específicos a su propia cultura, tiene tam-
bién la capacidad universal de reaccionar ante el mundo de manera individual y
de reflexionar sobre su especificidad. Muchas de estas temáticas se volvieron cen-
trales en algunos de los trabajos sobre las nociones de persona a los que hemos
hecho referencia. Sökefeld (1999) señala que el ser es un sentido reflexivo que 69
capacita a la persona a discernir entre él y el resto. En este sentido, toda defini-
ción de persona va acompañada de un concepto de ser, en la medida en que el
sentido reflexivo no es una propiedad exclusiva de los sujetos occidentales. Este
género de trabajos se interesa entonces por las interacciones específicas entre per-
sonas en las que se observa cómo es activado tal sentido crítico, se interesa tam-
bién por las conceptualizaciones contextuales más que por las generales y por las
maneras particulares de negociar activamente la propia identidad.
complejos sistemas de signos y relaciones de poder que los definen y los vuelven
dependientes de las relaciones y los roles que las misma implican.
Por último, sabiendo que la antropología se ha tornado cada vez más auto-
crítica, sería vano suponer que la crítica planteada aquí es especialmente nove-
dosa. Sin embargo, gran parte de las auto-críticas de la disciplina no se detie-
nen en la problemática abordada en este trabajo. Nuestro objetivo ha sido
entonces, ir más allá de la crítica, cuestionar los tipos de relaciones que los
antropólogos entablan con su entidad conceptual y su entidad etnográfica. Al
mismo tiempo, se ha puesto énfasis en que la falta de cuestionamiento de la
relación investigador/occidente ha contribuido con la esencialización de las
sociedades occidentales, convirtiéndolas en una unidad autónoma e incuestio-
nada. Esta falta permitió que, al abordar nociones como la de persona, se con-
siderara solamente una parte del problema en la medida que toda sociedad par-
ticular está relacionada con contextos económicos, políticos y sociales más
amplios, y replantea constantemente los significados
de sus nociones a la luz de los aportes que recibe y a Esencializaciones tales como
los que se adapta. Esencializaciones tales como
sociocentrismo/egocentrismo son inseparables entre sociocentrismo/egocentrismo
sí, y se convierten ambas en parte de un mismo pro- son inseparables entre sí, y
ceso histórico que las definen dialécticamente, al ser
una creada por oposición a la otra. Esperamos al se convierten ambas en
mismo tiempo que la caricaturización hecha del parte de un mismo proceso
esencialismo antropológico (sociocentrismo/ego-
centrismo, ellos/nosotros, relacional/individual) no histórico que las definen
se vuelva otro esencialismo más de la disciplina y dialécticamente, al ser una
que sea más bien una herramienta que permita des-
hechar este tipo de razonamientos. Tal como sostie- creada por oposición
ne Carrier (1992) el problema no es el esencializar, a la otra
sino el no ser conscientes de este proceso cuando
nos introducimos en el estudio de una sociedad determinada y cuando el esen-
cialismo se manifiesta en nuestros razonamientos y conceptos.
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University Press.
Introducción
La reflexión oral sobre las vivencias no sólo constituye una de las formas de
socialización más antiguas entre los seres humanos, sino también un mecanismo
de constitución de la memoria de los individuos como
parte de una colectividad. A través del relato de vida, A través del relato de vida,
el individuo logra recrear su identidad sin desvincu-
larse completamente de la experiencia de las relaciones
el individuo recrea su
sociales en un espacio y tiempo específicos. En la identidad sin desvincularse
bibliografía sobre el tema se reconoce claramente la
estrecha vinculación entre la dimensión social, tempo-
de la experiencia de las
ral y espacial del relato; sin embargo, el análisis de relaciones sociales; sin
2
1. Le doy mi agradecimiento al Dr. Oscar Contreras Montellano por su lectura cuidadosa y sus valio-
sas críticas. 75
2. Aunque el concepto de espacio no se reduce a su aspecto físico, es decir de localización geográfi-
ca, al hablar de la dispersión de poblaciones es necesario enfatizar este aspecto.
3. La investigación se realizó entre 1994 y 1998 en una primera etapa y entre 1999 y 2001 en una
segunda etapa. La base de datos que se ha logrado acumular en este lapso de tiempo incluye relatos
de activistas triquis y zapotecos, también del estado de Oaxaca. Agradezco a la fundación Ford y
Rockefeller por su apoyo financiero en la primera etapa y al Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en la segunda etapa. Los resultados de la
primera etapa son reportados en Velasco (2002).
76
4. En ese ensayo se usa indistintamente el término relato de vida y el de relato biográfico (Bertaux,
1997:6).
5. Berger, 1997; citado por Denzin, 2000: 3.
6. La organización distrital es única en el estado de Oaxaca; data de principios del siglo XX y ayuda
a lidiar administrativamente con la enorme fragmentación que significan sus 540 municipios. La
Mixteca Oaxaqueña es una de las ocho regiones culturales del estado y se subdivide de acuerdo con
criterios geográficos en Alta, Baja y de la Costa. Esa división refleja diferencias climáticas, de recur-
sos naturales y algunas de tipo lingüístico entre estas tres subregiones (Romero Frizzi, 1996: 47).
Los narradores se iniciaron en la migración a los once años de edad como media
y conocieron la frontera en las décadas de los setenta y los ochenta.
En términos generales es posible resumir el contexto nacional del fenómeno
migratorio oaxaqueño en la transformación que México experimentó en su
estructura económica y social entre 1940 y 1970 (Hamnett, 1999: 251). En ese
lapso de tiempo se dio una rápida industrialización y urbanización que afectó la
relación entre población urbana y rural con un crecimiento notable de ésta en el
medio urbano. A la vez, las actividades primarias pierden importancia en el pro-
ducto nacional bruto y pasaron del 19.4 por ciento en 1940 al 8.9 por ciento en
1976. Estos cambios modificaron radicalmente el perfil nacional y tuvieron un
impacto desigual en las regiones indígenas, las cuales experimentaron un dete-
rioro de las bases de sus economías tradicionales. Es el tiempo de las grandes
migraciones urbanas al interior de los países latinoamericanos y de la particular
migración de mexicanos a Estados Unidos con la apertura del Programa de
Braceros firmado entre México y Estados Unidos.7
La migración internacional de oaxaqueños tiene Entre 1940 y 1970 tienen
un antecedente importante en el grupo que participó
en el mencionado programa de braceros, sin embar- lugar las grandes
go su desplazamiento masivo hacia la frontera norte y migraciones urbanas al
su cruce hacia Estados Unidos data de la década de
los setenta. El estado de Oaxaca no sólo se diferencia interior de los países
de otros estados expulsores por la historicidad del latinoamericanos y la
fenómeno, sino también por su componente indíge-
na. Este estado es considerado nuevo, en términos migración de mexicanos a
migratorios, pero además después del estado de Estados Unidos con la
Yucatán, es el segundo estado con mayor población
hablante de una lengua indígena en México. En su apertura del Programa de
territorio existen dieciséis grupos indígenas, en cuyo Braceros
contexto los mixtecos son el segundo en importancia.
Sin duda, una de las corrientes migratorias de origen indígena más documen-
tada ha sido la mixteca, junto con la zapoteca (véase Mapa 1).8 La llegada de los
mixtecos a la frontera entre México y Estados Unidos se ha asociado con el des-
arrollo de las regiones agrícolas del noroeste, los centros urbanos del estado de
Baja California en México y el desarrollo de la agricultura californiana en Estados
Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Hay noticias de indígenas mixtecos
que trabajaron bajo el marco legal del Programa de Braceros de la década de los
cuarenta en California, así como también de la llegada de los primeros indígenas
inmigrantes al Valle de San Quintín (Baja California) a finales de la década de los
cincuenta. Más allá de esos antecedentes, la presencia masiva de mixtecos a 77
ambos lados de la frontera es más reciente y se ubica a principios de los años
setenta. En el transcurso de ese tiempo otros indígenas oaxaqueños como los tri-
colas de los años setenta, y dejó una marca perenne en el discurso y en las tácti-
cas de lucha. La militancia en los partidos de izquierda de los años setenta y
ochenta se encontró con la experiencia de los trabajadores agrícolas en Estados
Unidos bajo la United Farm Workers y el nuevo escenario multicultural estadou-
nidense. Finalmente, es evidente la influencia de las movilizaciones en torno a la
resistencia indígena en el continente americano durante la década de los noven-
ta, cuya mayor expresión fue el levantamiento zapatista en el estado de Chiapas
–la otra frontera mexicana. Estas organizaciones hunden de tal forma sus raíces
en una multiplicidad de experiencias políticas de las comunidades y de los acti-
vistas indígenas migrantes que las sostienen, en medio de faccionalismos y alian-
zas interminables.
9. Estas formas de reconocimiento son coincidentes con las propuestas por Tzvetan Todorov (2001:
80): conformidad y distinción.
Servicio al pueblo 8 6
Luchas agrícolas 5 18
Luchas obreras 2 3
Luchas Residenciales 4 18
Estudiantiles 2 3
Pro-comunidad (proyectos de
inversión o ayuda al pueblo) 2 12
Luchas por el derecho a ejercer
la venta ambulante 1 3
Total 24
12. Esta apreciación es confirmada en el estudio de Bartolomé (1999: 151-152) sobre las relaciones
étnicas en la región Mixteca de Oaxaca.
13. Rogelio Méndez, Tijuana, B. C., 1996. “Vamos por la tierra”, 40 años.
A la vez, la migración a una ciudad como el Distrito Federal, con más opcio-
nes educativas que sus pueblos de origen, permite que algunos de ellos accedan
a la escuela y tengan contacto con las movilizaciones estudiantiles de los años
setenta. La construcción del yo colectivo en la experiencia estudiantil no cuenta
con esquemas de interpretación debido a la ausencia de tradición escolar en los
lugares de origen. Por ello los narradores enfrentan esas experiencias con descon-
cierto:
«Porque el primer día de clases te tienes que presentar [ante tus compañeros].
Yo había acumulado estas experiencias, de que el primer día de clases te pregun-
tan: “¿de dónde eres?” ¿No? Y si dices: “de Oaxaca”… ¡Puff!… Eran unas caritas,
una burla. Entonces había un esfuerzo increíble por otros compañeros de Oaxaca
por decir: “yo soy de aquí”, y cualquiera podía pasar [por chilango14], nadie te lo
cuestionaba. Era tan fácil decir “soy de Neza” o soy de cualquier otro lado, menos
de Oaxaca, porque siempre se te recordaba: “Es indio”…».15
El migrante delinea otro En este nuevo contexto, ser indio no es ser un des-
poseído de tierras o un analfabeto, sino venir de
episodio narrativo donde la Oaxaca. El tipo de relación social donde cobra conte-
comunidad ya no sólo es nido esta categoría permite un tipo de simulación
que no es posible en otros contextos de relaciones
indígena en términos sociales, donde la categoría de indio-indígena se defi-
étnicos, sino también en ne por su subordinación a relaciones de producción
concretas; como sucede en los pueblos de origen o los
términos de clase y de campos agrícolas de Sinaloa o Baja California.
ubicación socio-espacial Un tercer universo se vincula con la migración
hacia el noroeste de México en el trabajo agrícola. Las
relaciones sociales que están detrás de las categorías sociales que dominan la
narración en el trabajo agrícola parecen más complejas que las que dominan en
la migración a Veracruz y al D. F. Las categorías ocupacionales como mayordo-
mo, contratista, enganchador y capataz, surgen por primera vez en este nuevo uni-
verso rememorado con mayor detalle que en el caso de Veracruz, y con respecto
al cual prácticamente todos los individuos poseen algún tipo de conocimiento
directo. Sinaloa y San Quintín provocan una abundancia de detalles que no apa-
recen en las experiencias en el Distrito Federal o Sinaloa. El yo indígena es narra-
do como jornalero o peón agrícola, relacionado con categorías ocupacionales
como mayordomo y capataz y con otras no siempre contrapuestas como patrón o
ranchero. Junto a esa imagen de trabajador surge la de colono o residente.
84 La ocupación de tierras y la construcción de una vivienda ubican a los narra-
dores en otro tipo de relación social, ya no sólo laboral sino de colonos, en una
espacialidad donde imperan relaciones de autoridad político-administrativa dis-
tintas a las que existen en los pueblos de origen. El ser migrante delinea otro epi-
14. Así le nombra a las personas originarias del Distrito Federal o ciudad de México.
15. Jesús Iñiguez, California, 1996. 31 años.
forma indisociable pero a la vez distinta lógicamente. Los relatos analizados pre-
sentan una fragmentación que combina el efecto de distintas temporalidades,
con espacialidades concomitantes: el ciclo de vida individual, la historia de
migración y la de participación política. Por ejemplo, el relato puede ser dividi-
do por el ciclo de vida: la infancia, la adolescencia, la madurez o el inicio de la
vejez. Y simultáneamente, como resultado de la migración, cada uno de esas eta-
pas puede relacionarse con lugares distintos. Lo mismo sucede con la participa-
ción política, que posee su propia temporalidad pero a la vez se entrecruza con
las etapas del ciclo de vida individual y tiene como referencia lugares específicos
asociados a su historia migratoria. La infancia pueda ser relatada en espacios dife-
rentes y por lo tanto en medio de relaciones sociales totalmente distintas, como
pueden ser las que dominan en el pueblo de origen, en los campos agrícolas de
Sinaloa o en una ciudad como Tijuana. Como lo señalan varios autores21 esa
fragmentación no es arbitraria, está fundamentada en las prácticas sociales del
individuo en relación a la forma en que se organiza la vida cotidiana. Al parecer,
los individuos experimentan el tiempo a través de las
relaciones sociales.22 El pasado y el futuro pueden
«Desde que tengo estar representados por la relación con los antepasa-
memoria» o «desde que yo dos y los descendientes, mientras que el presente está
representado por la relación con los contemporáneos.
recuerdo» marca un punto En conjunto esas relaciones describen la historicidad
que implica la existencia del sujeto más allá de su conciencia social. A conti-
nuación se esbozan algunas de las dimensiones tem-
de un antes sólo porales que organizan el relato vital
atestiguado a través de la
El tiempo genealógico
experiencia de los Esta dimensión temporal del relato sigue las rela-
antepasados ciones con los antepasados y se caracteriza por el tipo
de vínculos que unen a la colectividad en un punto
original remoto. Para los relatores, los antepasados generalmente poseen una rela-
ción familiar o comunitaria. No sólo se refieren a lo que los antepasados, abue-
los, padres y tíos les contaron, sino a lo que ellos observaron a través de las prác-
ticas de aquéllos, haciendo interpretaciones sobre las interpretaciones de sus
antepasados.
«Desde que tengo memoria» o «desde que yo recuerdo» marca un punto en
el tiempo que implica la existencia de un antes que sólo puede ser atestigua-
do a través de la experiencia de los antepasados. Ese «antes» está representado
por diferentes figuras y depende de la esfera de relaciones sociales que se rela-
88 ta. Por ejemplo, cuando se habla sobre la familia y la vida en el pueblo, el
antes es el origen de la familia como parentela étnica con un origen mítico
común, pero acotado a la comunidad-pueblo, como es el caso de San Miguel
Tlacotepec.
«Mi papá salió como de diecisiete años a Estados Unidos, pero antes había tra-
bajado en Veracruz. Hay toda una historia de migración en la Mixteca que se
tiene que conceptuar históricamente, la migración de los mixtecos no es recien-
te. Por ejemplo, mi abuelo se llevaba a mi papá a comerciar por Guerrero. Desde
que mi papá tenía memoria ya ellos tenían que comercializar fuera de la región
porque las posibilidades eran limitadas en la región. Desde generaciones atrás no
había posibilidades de sobrevivir y realmente desarrollar sus potencialidades».24
90
25. Rogelio Méndez, Tijuana, B. C., 1996. “Vamos por la tierra”, 40 años.
26. José Onofre, San Miguel Tlacotepec, Oax., 2001. Principal, 64 años.
27. Portelli, 1993: 204.
28. Portelli, 1993: 207.
29. Schutz, 1962: 16.
30. Tonkin, 1995: 72.
31. Schutz, 1962: 16.
cia» lo cual los hace estar envueltos mutuamente en la biografía de cada uno. Pero
dado, que tal co-presencia existe en un sentido de interacción y relación social,
los migrantes que residen en Estados Unidos y sus contemporáneos residentes en
un pueblo de la Mixteca oaxaqueña pueden mantener su comunidad a través de
la interacción proporcionada por los medios de comunicación.
De nuevo el relato sigue la línea de las relaciones sociales, pero ahora se abre a
la de las relaciones familiares (hermanos, primos) a la de las relaciones sociales
más amplias, como la de compañeros de migración –los paisanos–, colegas del
trabajo o vecinos en la colonia de residencia. El tiempo presente desplegado en
los relatos proporciona dos referencias. La primera, es el momento en que el rela-
to es construido, es decir el encuentro entre el relator y el investigador. Éste
puede ser rastreado en las huellas del diálogo entre relator e investigador, en fra-
ses cortas que introducen al investigador como espectador o interlocutor. Por
ejemplo, cuando Rogelio relata un pasaje sobre las peripecias de los antepasados
para migrar a través de largas distancias y el tipo de alimentación que consumí-
an, cuando se refiere al totopo, interrumpe el relato para decir: «No sé si lo cono-
ces». O el énfasis de Rafaela Hernández al iniciar la entrevista diciendo: «Mi vida
fue muy triste. Es una historia muy triste… pero sí, se la voy a contar…». Así
como cuando Ofelia Santos dice: «Yo no fui a la escuela, nomás estudié español
como ustedes». Estas frases son marcas del encuentro entre el relator y el investi-
gador, que sirven como referencia temporal para la ubicación del yo presente y
para desde ahí realizar un corte de tiempo hacia el pasado y hacia el futuro.32
La segunda referencia alude al pasado que en su rememoración se convierte en
el presente narrado. Al contar se reviven algunos pasajes vitales que implican una
serie de conexiones de orden individual, estructural y de larga duración. Un
ejemplo:
«En ese mismo año [cuando me ofrecían ser maestra bilingüe], mis papás decí-
an que ya se iban para Sinaloa, porque ya debíamos una cantidad de dinero...
debíamos mucho dinero, bueno para entonces eran dos mil, tres mil pesos, pero
era muchísimo... Porque se me hace que habían hecho una casa, sí habían hecho
una casa de adobe, y pues se endeudaron, entonces como iba subiendo mucho el
rédito, mi papá dijo: “sabes, que ya me voy”. “¿Con quién se va usted?”, le pre-
gunto. “Pues voy solo, tú te quedas con tu abuelita, tu mamá y tus hermanitos
que estudian, también se quedan”, me respondió. Pero, yo le dije: “sabe qué, pues
si se va usted yo me voy”. Como ellos platicaban de sus compromisos, pues yo
decía: “pues cuando van a acabar de pagar ese dinero”. Entonces, lo que pensé es
mejor ayudarlos, trabajando. Esa fue la primera vez que me fui, trabajé y logra-
mos desquitar esa cantidad de dinero».33 91
El pasaje anterior contiene un diálogo entre Olga y su padre, y a la vez con ella
misma. Éste parece un mecanismo constante de recordar un acontecimiento en
Tiempo generacional
Aunque estrictamente el término generacional incluye a los antepasados, me
interesa utilizarlo para distinguir el tiempo proyectado hacia el futuro. Los hijos,
los nietos y las siguientes generaciones ayudan al relator a pensar en el futuro. Las
generaciones futuras sirven como medio para imaginar el porvenir, como se
observa en el siguiente pasaje.
41. Isaías Vázquez, Valle de San Quintín, B. C., 1989. Movimiento de Unificación de Jornaleros
Independiente (MUJI), 41 años.
no sólo se refiere a los descendientes por línea sanguínea, sino al sujeto indígena
como trabajador agrícola. Tanto los hijos como la «propia gente» sirven como
instrumentos narrativos para imaginar el futuro, trascendiendo el presente en
forma activa.
Al igual que el genealógico, éste es un tiempo que va más allá de la tempora-
lidad biográfica de un individuo. A través de estas conexiones generacionales el
tiempo biográfico se alarga. La forma de utilizar el tiempo generacional puede
variar entre sociedades. Entre estos narradores los nexos familiares, en tanto que
vínculos sanguíneos, son fundamentales, pero a la vez existe una idea generacio-
nal que se amplía hacia un ser colectivo con atributos étnicos y de clase: la gran
parentela étnica empobrecida.
Las relaciones sociales implicadas en la narrativa no sólo están constantemen-
te temporalizadas, sino también espacializadas. Esta última dimensión ha sido
menos atendida en la literatura; dada la importancia de la comunidad territorial
para los migrantes, el análisis espacial resulta una tarea inevitable, por ello, a con-
tinuación se hace una breve reflexión al respecto.
El ahí en este pasaje se utiliza para señalar dos lugares y temporalidades dis-
tintas. La primera se refiere a Huamealpan, Veracruz, como lugar de nacimiento
y de migración de los padres del narrador. Más tarde el ahí se refiere a San Miguel
Tlacotepec y a los primero años de vida escolar de éste, a la vez que al retorno de
sus padres al pueblo de origen. La narración de los movimientos de uno a otro
lugar le sirven al relator para ordenar su cronología biográfica.
Existe una especie de genealogía migratoria que ordena la biografía de la per-
sona y del grupo, en función de los lugares donde se ha vivido. La comunidad
que surge aquí no es la comunidad espacial en términos geográficos, sino la de la
experiencia de la dispersión y de una nueva geografía comunitaria con núcleos de
integrantes en diferentes lugares. Es precisamente esa conciencia de la dispersión
lo que da sentido a las acciones individuales o colectivas: visitas, envío de dine-
ro, celebración de fiestas comunitarias u organizaciones de migrantes.
En este terreno la memoria política se combina
con la memoria geoespacial. En el siguiente pasaje, Existe una genealogía
Rufino Domínguez define la comunidad como bina-
cional, a raíz de la dispersión de los miembros de San
migratoria que ordena la
Miguel Cuevas y lo generaliza hacia la situación de biografía de la persona y
todas las comunidades oaxaqueñas migrantes
del grupo, en función de
«Nosotros somos comunidades binacionales por- los lugares donde se ha
que vemos que hay relaciones de progreso material
y que culturalmente seguimos con nuestras [cos-
vivido
tumbres]. De hecho no se puede negar, que aunque estemos aquí, seguimos
[apoyando] el progreso material de nuestras comunidades. Por ejemplo, en el
mejoramiento, como la introducción de agua potable y luz eléctrica y todo eso,
y en gran parte es por el esfuerzo de las mismas comunidades, no tanto del
gobierno, ¿verdad? Por ejemplo, cuando yo nací, las calles de mi pueblo [San
Miguel Cuevas] eran de puro lodo, y apenas el año pasado cooperamos cin-
cuenta dólares cada persona para meter grava en toda la calle y ese es un esfuer-
zo de nosotros no del gobierno. Muchas de las veces el gobierno dice que la
Mixteca está progresando pero nunca reconoce que es por el dinero de los
migrantes. Cada comunidad hace un beneficio para su pueblo [aquí en el Valle
de San Joaquín somos como setecientos de San Miguel Cuevas y allá en la
Mixteca mi pueblo tiene como dos mil pero eso es muy común en todas las 95
comunidades».43
42. Algimiro Morales, Vista, California, E. U., 1997. Coordinador de la Coalición de Comunidades
Indígenas de Oaxaca (COCIO), 43 años.
43. Rufino Domínguez, Valle de San Joaquín, California, E. U., 1996. Vicecoordinador del FIOB,
32 años.
Algunas conclusiones
El acercamiento a la narrativa de la identidad fue posible gracias a la distinción
de los episodios de vida que unen a los relatores en experiencias comunes tem-
porales y espaciales. Su origen en términos geográficos, dado que ellos mismos o
sus padres nacieron en algún pueblo del distrito de Juxtlahuaca en Oaxaca; su
condición de migrantes, debido a que todos ellos
El yo colectivo es resultado salieron a otro lugar en busca de trabajo y coincidie-
ron en algún momento de su vida en la frontera de
de la constante movilidad México con Estados Unidos. A su vez, todos ellos son
y del estado de dispersión activistas de alguna causa comunitaria en el lugar de
origen o en alguno de los lugares donde migraron, y
que experimenta el se convirtieron en líderes o representantes.
individuo En su conjunto, esos episodios de vida constituyen
la base social de la experiencia común que es reorde-
nada y articulada a través de la construcción de la memoria social, tanto de la
migración como de la política. Estos episodios condensan las relaciones sociales
más significativas en un conjunto de categorías sociales en contextos temporales
y espaciales específicos:
a) Castellanos, ladinos, caciques, criollos, mestizos, españoles e indios-indígenas.
b) Paisano, indígena-oaxaqueño, patrón, trabajador y obrero.
c) Jornalero, paisano, indígena-oaxaqueño, mayordomo, contratista, capataz.
d) Mexicanos, raza, gringo, mexicano americano, cholo, oaxaqueño.
e) Cholo, judicial, pollero, migra, ilegal o indocumentado.
Estos grupos de categorías expresan un mundo subjetivo aparentemente frag-
mentado y desarticulado. Sin embargo, el individuo logra articular ese conjunto
de universos a través de la hilación espacio-temporal que realiza en su narración.
96 En los relatos se observa la multiplicidad de espacios y tiempos que integran la
identidad narrativa. El yo colectivo es resultado de la constante movilidad y del
estado de dispersión que experimenta el individuo. Por ello, su experiencia vital
contiene categorías sociales que provienen de espacialidades totalmente distintas
y lejanas; éstas sólo pueden ser integradas por el individuo en forma narrativa.
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Entrevistas citadas
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98 Isaías Vázquez, MUJI, 41 años. Valle de San Quintín, B. C., México. 1989.
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Olga Quiroz, Delegada del FIOB, 44 años. San Miguel Tlacotepec, Oaxaca,
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Roger Chartier
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3. Georges Duby, «Prefacio», en Historia de la vida privada, Tomo I, Del Imperio romano al año mil,
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5. Peter Stallybrass, «Shakespeare, the Individual, and the Text», en Cultural Studies, Edited by L.
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6. Michel de Montaigne, Essais, Edición de André Tournon, París, Imprimerie Nationale, 1998,
Livre III, Chapitre X, p. 347.
7. Ernst Kantorowicz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política, Madrid, Alianza, 1985.
rey no le falta nada sino las dulzuras de una vida privada; sólo puede ser conso-
lado de una pérdida tan grande por el encanto de la amistad, y la fidelidad de
sus amigos».8
En el siglo XVII, en Francia, la literatura y particularmente el teatro, repre-
senta a menudo las diversas modalidades de la relación entre lo particular y lo
público. En Horace, Corneille opone el sacrificio de lo particular a lo público tal
como lo exige Horace a la petición para la salvaguardia de los derechos de lo pri-
vado que reivindican Curiace o Sabine. En Le Cid el personaje de Chimène está
construido a partir de la internalización dolorosa del conflicto entre la fuerza
indestructible de los afectos privados y la necesidad de composición pública de
las apariencias –un conflicto que sólo la obedencia a la voluntad del rey puede
resolver.
«Ma passion s’oppose à mon ressentiment,
Dedans mon ennemi je trouve mon amant,
Et je sens qu’en dépit de toute ma colère
Rodrigue dans mon coeur combat encor mon père».9
13. Jürgen Habermas, Strukturwandel der Offentlichkeit. Untersuchungen zu einer Kategorie der bür-
gerlichen Gesellschaft, Neuwied, Hermann Luchterhand Verlag, 1962, reed. Francfurto, Suhrkamp,
1991 (tr. castellana, Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona, Gustavo Gili, 1981, reed.
1994, ps. 65-66).
14. Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, op. cit., p. 75.
15. Ibid., p. 88.
19. Norbert Elias, Uber den Prozess der Zivilisation. Soziogenetische und psychogenetische
Untersuchungen, Basilea, 1939 (tr. castellana El proceso de la civilización. Investigaciones sociogéticas y
psicogenéticas, México, Fondo de Cultura Económica, 1989) y Die höfische Gesellschaft.
Untersuchungen zur Soziologie Königtums und der höfischen Aristokatie mit einer Enleitung: Soziologie
und Geschichtswissenschaft, Neuwied y Berlín, Luchterhand, 1969 (tr. castellana, La sociedad cortesa-
na, México, Fondo de Cultura Económica, 1982).
La segunda propuesta téorica útil para pensar la presencia del mundo social
dentro del individuo viene dada por el concepto de «habitus» tal como lo ha for-
mulado Pierre Bourdieu, haciendo hincapié en su doble dimensión. Por una
parte, el habitus incorpora en el individuo las estructuras del mundo social tal
como las conoce inmediatamente, corporalmente, a partir de su propia posición
o trayectoria en la sociedad. En este sentido, el habitus «es un cuerpo socializado,
un cuerpo estructurado, un cuerpo que se ha incorporado a las estructuras inma-
nentes de un mundo o de un sector particular de este mundo, de un campo».20
Por otra parte, el habitus estructura la percepción del mundo y las acciones: «los
habitus son principios generadores de prácticas distintas y distintivas; pero tam-
bién son esquemas clasificatorios, principios de clasificación, principios de visión
y de división. Establecen diferencias entre lo que es bueno y lo que es malo, entre
lo que está bien y lo que está mal, entre lo que es distinguido y lo que es vulgar,
etc., pero no son las mismas diferencias para unos y otros».21
La obra de Bourdieu no da una atención específica a la dicotomía entre lo pri-
vado y lo público (por ejemplo no aparecen las dos palabras en el índice temáti-
co de la Distincción). Sin embargo, ayuda a entender cómo, en una sociedad
dada, todos los individuos que comparten el mismo habitus trazan la frontera
entre una esfera de privacidad inviolable y un espacio abierto a la mirada de los
otros, entre el trabajo y el ocio, entre la camisa y la piel. La historia de la relación
entre lo privado y lo público se define entonces como una sociología retrospecti-
va de los sistemas de diferencias que rigen la lógica de la división entre los com-
portamientos, las emociones, los sentimientos que deben estar escondidos en el
fuero interno y aquellos que se muestran sin censura o se exhiben publicamente
como representaciones de uno mismo.
No aparece tampoco en el índice de la Distincción la palabra «ocio», «loisirs»,
pero sí en las Meditaciones pascalianas donde la posibilidad de un uso libre del tiem-
po está concebida como la condición de una relación distanciada, especulativa, des-
interesada respecto al mundo social, al lenguaje, al cuerpo, al tiempo mismo.
Escribe Bourdieu «El tiempo liberado de las ocupaciones y preocupaciones prácti-
cas es la condición misma del ejercicio escolar y de las actividades arrancadas a las
necesidades inmediatas, como son el deporte, el juego, la producción y la contem-
plación de las obras de arte y todas las formas de especulación gratuita que no tie-
nen otro fin que ellas mismas».22 Entonces, para él, el ocio estudioso, o mejor dicho
el estudio que permite el ocio, fundamenta lo que designa como «skholè» o dispo-
sición escolástica. Sustraída a las urgencias y obligaciones, particularmente econó-
micas, la razón escolástica proyecta como universalmente compartida su relación
lúdica o reflexiva con el mundo, mientras que están muy desigualmente distribui-
110 das o accesibles las condiciones de su posibilidad entre los diversas clases sociales.
20. Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama, 1997, p.
146.
21. Ibid., p. 20.
22. Pierre Bourdieu, Méditations pascaliennes, París, Seuil, 1997, p. 25 (tr. castellana Meditaciones
pascalianas, Barcelona, Anagrama, 1999).
El trabajo de Bourdieu invita así a construir una historia de las condiciones socia-
les que hacen posible tanto el goce de un tiempo libre, este tiempo que es el del
«desocupado lector», como un punto de vista distanciado, destacado, sobre el
mundo. No se trata entonces de establecer un inventario de las múltiples modali-
dades de los pasatiempos, sino de identificar, en su historicidad, la posibilidad de
delimitar un tiempo de ocio dentro de los negocios de lo cotidiano.
En la Edad moderna semejante delimitación fue siempre percibida como ambi-
gua y ambivalente. Lo demuestra a claras el capítulo XXXII de la Primera Parte de
la Silva de varia lección de Pedro Mexía, publicada en Sevilla en 1540.23 Su título
es: «En que se contienen muchos loores y excelencias del trabajo y los bienes que
se siguen dél; y también los daños y males que causa la ociosidad. Es notable capí-
tulo, y moral y provechoso». Después de haber mostrado a su «lector espantado y
enojado de ver el título deste capítulo» «los bienes causados por el trabajo», que «es
la cosa más huyda y aborrescida comúnmente de todos los hombres», Pedro Mexía
enumera «los males que de la ociosidad se siguen». El
primero daño, moral, es que «en la ociosidad se multi- El trabajo de Bourdieu
plican los vicios» tal como lo dice el Ecclesiástico –y
Mexía parafrasea el texto bíblico atribuyéndole la sen- invita a construir una
tencia «Muchas malicias enseña la ociosidad»–; el historia de las condiciones
segundo, mal, físico, es que «con la ociosidad se daña
la complissión, se corrompen los buenos humores, sociales que hacen posible
házense señores los malos». Las condenas del ocio son el goce de un tiempo libre,
múltiples, procuradas por los médicos (en el capítulo
XXXV de la Tercera Parte dedicado al sueño, Mexía este tiempo que es el del
recuerda que «los miembros y sentidos se entorpecen y «desocupado lector»; y un
enflaquecen con la ociosidad»24), por los poetas y filó-
sofos antiguos, por la Sagrada Escritura (no sólo el punto de vista distanciado,
Ecclesiástico sino también el Libro de Ezechiel, los destacado, sobre el mundo
Proverbios o las Epístolas de San Pablo). Entonces, la
reprobación del ocio parece absoluta: «Con tales maestros y tales reglas, ninguno
osará ser descuydado. Gástese, pues, el tiempo en lícitos y honestos trabajos; huya-
mos de la ociosidad, que jamás supo hazer cosa buena».
Dos siglos más tarde es esta visión «negra» del ocio que domina las voces del
Diccionario de Autoridades: «Entregarse ou darse al ócio. Abandonarse y darse a la
vidda holgazána, empleándose solo en vicios, torpézas y delitos», «Ociosidad. El
vicio de perder o gastar su tiempo inútilmente», «Ocioso. Se toma también por
lo que es sin fruto, provecho, ni substancia». La inacción, la cesación del traba-
jo, la ausencia de cualquiera ocupación no pueden pensarse sino de acuerdo con
el refrán citado por el Diccionario: «La ociosidad es madre de los vicios».25 111
23. Pedro Mexía, Silva de varia lección, (Sevilla, 1540), Edición de Antonio Castro, Madrid, Cátedra,
1989, I, ps. 446-457.
24. Ibdid., II, p. 274.
25. Real Academia Española, Diccionario de Autoridades, Tomo Quinto 1737, Edición Facsímil,
Madrid, Editorial Gredos, 2002.
112
26. Pedro Mexía, Silva de varia lección, op. cit. I, ps. 163-164.
Frederic Chordá
Chartier1 recuerda como Montaigne escribe que «la camisa y la piel siempre
fueron dos, claramente separadas»; el rey también es hombre y tiene piel, «pero
no puede salir del teatro público del ritual cortesano». Las Meninas (1656) hace
referencia a esta situación, presentando una escena banal en el Alcázar: Velázquez
está pintando a los Reyes, acompañados de la Infanta Margarita y cortesanos; el
cuadro proporciona perfectamente la ilusión de las tres dimensiones de la reali-
dad usando sólo dos, como si el marco de la tela fuera la puerta de una habita-
ción; el rey es quien parece mirar, reflejado en el espejo y situado frente a éste.
En Las Meninas (figura 1) el pintor hace que el espectador asuma la experien-
cia de la supremacía todapoderosa del rey mediante la expresión de su capacidad
visual. Velázquez fue el pintor de Felipe IV, rey absoluto: Se considera al sobera-
no representante de Dios en el reino y única fuente legítima de autoridad: ver-
daderamente sólo él podía mandar y todos los magistrados, generales y funcio-
narios ejercían la potestad por delegación suya.2 El buen uso del poder real
absoluto, por especial gracia divina, estaba garantizado mediante la concesión al
monarca de facultades excelsas; entre otras, y como síntesis de todas ellas, una
total acuidad visual, una penetración absoluta, que captaba comprensivamente la
realidad y llegaba al corazón de las cosas. Esa cualidad de la mirada real parece
retomar las palabras de las Escrituras: «Has penetrado mis secretos y me has
conocido» [Ps. 139, 1] de forma que se aproxima la mirada del rey a la divina.
Velázquez ha asimilado la representación (o retrato) de la realidad –que es el
objetivo de su oficio (considerado vil e indigno de un noble)– con la virtud más
importante del rey, su capacidad para el conocimiento, manifestada en la mirada
total. Homologando Velázquez un objetivo de su trabajo con otro del oficio real
se estaba situando al mismo nivel del rey, prácticamente ennobleciéndose, no
mediante el ejercicio de las armas –que era el procedimiento tradicional– sino 113
precisamente por la práctica de su oficio, invirtiendo el sistema de valores,
1. «El tiempo que sobra. Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico de la modernidad», en HAFO,
núm. 31, 2004.
2. «Los príncipes trabajan como ministros de Dios y son sus sustitutos en la Tierra», dice Bossuet en
su Política según las Escrituras (M.V. López-Cordón y J.U. Martínez Carreras, Análisis y Comentarios
de Textos Históricos.Vol 2: Edad Moderna y Contemporánea, Madrid, Alhambra, 1978, p. 131).
Figura 1: Velázquez (1599-1660), Las Meninas (1656), óleo sobre lienzo, 310 x
276 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado.
3. Para un análisis de la privatización referido al cuadro véase Díez del Corral, Felipe IV, la
Monarquía e Italia, sin lugar de edición, 1977, en especial ps. 101-102: «El nombre de “La Familia”
con el que se conoció cuando fue pintado […] supone una degradación desde el punto de vista de
la representatividad política del cuadro, tan distinto de estos efectos de los que figuraban en el Salón
de Reinos y en la Torre de la Parada […]. Trátase de una verdadera privatización de la vida cortesa-
na, desprovista de todo formalismo o simbolismo político. Es más: el espectador, en vez de ser tra-
tado como súbdito o devoto destinatario, es sutil pero inexorablemente convertido en partícipe de 115
la representación con supremo rango de dignidad, puesto que lo es a título regio».
Téngase también el cuenta que el cuadro, en tiempo de Felipe IV, estaba expuesto en un espacio pri-
vado, el despacho de verano, en la galería del cierzo, del viejo Alcázar, según establece Brown
(Velázquez, Painter and Courtier, 1986, New Haven-London, Yale University Press, p. 259).
4. La diferencia de lugar, entre rey y espectador, existente aunque ciertamente sea muy pequeña, se
debería a motivos de decoro, según Brown (ver su Sobre el Significado de Las Meninas, 1978, donde
trata variadamente la cuestión, reeditado por Fernando Marías (ed.), Otras Meninas, Madrid, Siruela,
1995, ps. 67-92).
116
Figura 3. El pintor ha pasado a ocupar el punto de vista del espectador, casi compartiendo el del rey
(Cristina Jiménez).
Pero en esa relación binaria, la posición del rey queda claramente diferenciada
por su situación en el interior del espejo. Éste está perfectamente centrado,
enmarcado, dentro de una frontera metálica –el hilo de oro– detrás del cristal
pulido e inalterable. El rey puede estar en una posición que no es la oficial, o pro-
tocolaria, pero queda apartado de todos, en su lugar exclusivo. El espejo predica
la idea del cuadro: «retrato de la mirada real». Así pues, Velázquez señala la posi-
ción única del rey en el centro de la tela, distinta a la del espectador. También el
marco, que establece los límites, le da al cuadro ese mismo valor cerrado, intoca-
ble, del espejo.
En Las Meninas, conocemos la (excelsa) percepción real mediante el trabajo
(deshonroso) del artista; la mirada privativa del rey es retratada, aplicada al ámbi-
to familiar, en un ámbito vital considerado «privado, que propiamente no tiene»,
según dice La Bruyère, citado por Chartier. Velázquez, es el único que puede
conocerla y pintarla porque el pintor del rey es el rey de los pintores.5
117
5. En Chordá, «Computer Graphics for the Analysis of Perspective in Visual Art: Las Meninas, by
Velázquez», Leonardo (Berkeley, California), Vol. 24, núm. 5, 1991, ps. 563-567, trato desde aspec-
tos más técnicos el asunto; también puede verse también mi otro trabajo, Velázquez, CD-ROM,
Barcelona, 1993, DR Multimedia, que es un análisis general sobre Velázquez, con una simulación
del cuadro; en De lo visible a lo virtual (Barcelona, en prensa, Anthropos) trato, más ampliamente,
el análisis aquí sólo esbozado. Para comparar con otras interpretaciones, veáse la antología de F.
Marías (ed.), op. cit.
Debemos ver en esta crisis del saber humanístico por la que nuevas ciencias emer-
gentes quisieron ofrecer una alternativa al positivismo decimonónico, nuevos y
fecundos encuentros, como es el caso del propiciado por las teorías del lenguaje
al reconocer la común naturaleza discursiva del texto literario y el histórico. Una
común naturaleza discursiva conlleva que la relación entre ambas disciplinas vaya
mucho más allá del estilo visto como el ropaje –que adorna mejor o peor– con el
que se narran los acontecimientos. La relación entre ambos dependerá ahora de
una nueva noción de estilo que es la que ofreciera Foucault y que designa «cierto
modo de uso del lenguaje por el cual tanto se representa el mundo como se lo
dota de significado».8 Desde este punto de vista, el estilo sugiere entonces para
ambas modalidades discursivas interrogantes semejantes acerca de las relaciones
que guarda un suceso con su significado, un acontecimiento con su representa-
ción; las relaciones entre conocimiento y narración, entre explicación y com-
prensión. En definitiva, esta nueva noción de estilo hermana historia y literatura,
pues la labor del historiador será vista menos desde la
Ese compromiso, que perspectiva del método y más como una escritura
consciente de la historia.
desde Herodoto y Tucídices Los historiadores querrían que su relato fuera una
ha asumido el historiador fiel reproducción o reconstrucción de lo que sucedió,
que correspondiera a lo que realmente aconteció. Esa
con la verdad, depende pretensión queda resumida en la dependencia de la
también de la conciencia investigación histórica del documento y el archivo,
entendidos como instrumentos de verificación o falsa-
que tenga éste de las ción. Pero ese compromiso, que desde Herodoto y
complejas relaciones que Tucídices ha asumido el historiador con la verdad,
depende también de la conciencia que tenga éste de
mantiene su discurso las complejas relaciones que mantiene su discurso con
con el referente que el referente que quiere reconstruir. Esa conciencia es la
que ha aportado a la labor del historiador el debate
quiere reconstruir historiográfico de las últimas décadas, al recordar
aquello señalado ya por la propia ambigüedad del término historia, que designa
tanto «aquello sucedido» como al relato de esos mismos acontecimientos, al acto
de narrarlos. Como escribe Michel de Certeau, «la historiografía (es decir, histo-
ria y escritura) lleva inscrita en su nombre propio la paradoja –y casi el oxímoron–
entre dos términos antinómicos: lo real y el discurso».9 De este modo, a la ya clá-
sica voz de R.G. Collingwood, quien ya había subrayado en su conocido ensayo
La idea de la historia las relaciones entre relato y trama en la narrativa histórica, se
le sumarán las voces de otros historiadores como Paul Veyne (Cómo se escribe la
122 historia) o el mismo Michel de Certeau (La escritura de la historia) quienes, entre
otros, protagonizarán el conocido «retorno al relato». En resumen, reconocer el
carácter discursivo del relato del historiador y tomarlo en consideración significa
que las pretensiones de cientificidad no pasan necesariamente «por una alternati-
8. H. White, El texto histórico como artefacto literario, Barcelona, Paidós, 2003, p. 48.
9. M. De Certeau, La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 1975, p.5.
10. Fr. Dosse, Història. Entre la ciència i el relat, Valencia, Universitat de València, p. 143.
11. C. Ginzburg, El Queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik editores, 1997. Para comprender la rele-
vancia de la labor de C. Ginzburg es recomendable la lectura del ensayo de J. Serna y A. Pons, Cómo
se escribe la microhistoria, Madrid, Cátedra, 2000.
14. Vid. E.H. Gombrich, Arte e ilusión, Barcelona, Gustavo Gili, 1982 y N. Goodman Los lengua-
jes del arte, Barcelona, Seix Barral, 1976.
15. D. Villanueva, Teorías del realismo literario, Madrid, Espasa Calpe, 1992.
mente la relación entre historia y literatura, entre los que destacan El discurso de
la historia y El efecto de realidad. En ellos sostiene que los hechos sólo pueden
tener una existencia lingüística, es decir que para que la historia tenga sentido
debe construirse un discurso en el que los hechos sean relatados. Sin ese esfuer-
zo de ordenación, cualquier tentativa de elaborar un estudio o investigación his-
tórica carecería de significado: «el historiador recopila menos hechos que signifi-
cantes y los relaciona, es decir, los organiza con el fin de establecer un sentido
positivo y llenar así el vacío de la pura serie».16 Ya no es sólo que compartan el
ingrediente imaginativo, como pudo haber sostenido Carlo Ginzburg, es que
ahora Historia es Ficción y Ficción es Historia, ambas quedan confundidas pues
para una poética de la historia comparten una idéntica naturaleza retórica que
sustituye siempre el hecho por el significante. Ésta es la base sobre la que se asien-
ta la famosa poética de la historia del estudioso norteamericano Hayden White,
su polémica propuesta «tropológica» expuesta por primera vez en su libro
Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX: «la tropología es
la comprensión teórica del discurso imaginativo, de
La teoría narrativista todas las formas por las cuales los diversos tipos de
figuraciones (tales como la metáfora, la metonimia, la
confirma que la historia es sinécdoque y la ironía) producen los tipos de imáge-
también narración, pero nes y conexiones entre imágenes capaces de desempe-
ñar como señales de una realidad que sólo puede ser
olvida otro de los valores imaginada más que percibida directamente».17 Las
contenido en la misma historias, entonces, se narran o se escriben pero
nunca se encuentran aisladas del discurso y, por lo
polisemia del término: el tanto, pueden ser verdaderas pero sólo en el sentido
de la historia como metafórico que permite la narración tropológica. No
hay diferencia alguna entre aquellas estructuras lin-
«suceso real» güísticas que eligen los escritores como indicadoras
del carácter simbólico de sus obras con respecto a las escogidas por los historia-
dores.
El hecho de que la escritura de la historia y la escritura literaria compartan
unas mismas estrategias de figuración quiere decir que comparten el mismo
régimen de verdad. No es que según Hayden White la historia haya quedado
despojada de su valor de conocimiento, sino que es exactamente el mismo que
el de la ficción literaria y el mito. Un acontecimiento real es igualmente verda-
dero aunque sea narrado por un discurso, que es por su naturaleza retórica ima-
ginario. La teoría narrativista que busca una poética de la historia señala con
acierto la generalidad formal del acto de narrar, pero sin embargo al mismo
126 tiempo que confirma que la historia es también narración, olvida otro de los
valores contenido en la misma polisemia del término a la que aludíamos antes,
el de la historia como «suceso real». Es cierto que la imbricación de historia y
ficción literaria en el nivel de la elaboración de la trama no hubiera podido com-
Hermenéutica de la historicidad
Paul Ricoeur es quizás quien vio con mayor claridad que ese régimen de ver-
dad común, capaz de hermanar historia y literatura no podría nunca resolverse
con una poética de la imaginación histórica, sino que
debía hallarse en una hermenéutica de la historicidad. Paul Ricoeur vio con
Este destacado representante de la hermenéutica claridad que ese régimen
fenomenólogica prestó especial atención a las relacio-
nes entre historia y literatura en su obra Tiempo y de verdad común, capaz
narración, su imprescindible trilogía publicada a lo de hermanar historia y
largo de los años ochenta. En ella dialoga con muchos
de los autores y escuelas mencionados a lo largo de literatura no podría nunca
estas páginas y defiende al igual que ellos que la rela- resolverse con una poética
ción entre ambas disciplinas pasa necesariamente por
su condición común de práctica discursiva. Admite de la imaginación
que ambos discursos comparten las estrategias narra- histórica, sino que debía
tivas de la intriga, pero recuerda también que cual-
quier régimen de verdad compartido por ambos debe hallarse en una
englobar la evidente pretensión referencial indirecta hermenéutica de la
de los relatos de ficción y la igualmente evidente pre-
tensión referencial directa de los relatos históricos. historicidad
Aquello que propone Paul Ricoeur es que la «verdad» que comparten «ficción»
y «representación de la realidad» es su común capacidad de describir la misma
condición histórica del hombre, es decir, la común capacidad del relato empíri-
co y del de ficción de «llevar al lenguaje nuestra situación histórica».18 Aquello
que comparten historia y literatura es la experiencia humana del tiempo, las
estructuras de la temporalidad. Y esto lo hace desde una teoría de la interpreta-
ción de los documentos escritos, la de la hermenéutica, que considera el estatus
del intérprete en el comentario. Según él, la función fundamental de la escritura
es la de proporcionarnos medios para redescribir el mundo. Por ello él prefiere la 127
noción de «refiguración» al de «referencia» al pensar que la representación narra-
tiva lo que permite en última instancia es la redefinición de la noción misma de
realidad histórica, puesto que un texto está siempre inmerso en el mundo de la
acción.
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WHITE, H., El texto histórico como artefacto literario, Barcelona, Paidós, 2003.
128
1. En este artículo escrito desde el ámbito de Catalunya, nos referimos al Derecho catalán y los ejem-
plos personales que se aportan son de juristas catalanes.
I
La figura del abogado, si bien se ha manifestado de diversas formas a lo largo
del tiempo, existe desde que el hombre adquirió conciencia, aunque fuera rudi-
mentaria, de lo que es la justicia, aquella virtud que consiste en dar a cada uno
lo que es suyo. Los antecedentes de cómo la persona que se ocupa de la defensa
de un litigante o de un acusado puede encontrarse ya en las antiguas civilizacio-
nes, porque la defensa ante un ataque o una ofensa, es una exigencia de la misma
naturaleza humana.
En la antigüedad, fue en Roma donde la figura del abogado adquirió mayor dig-
nidad; su labor consistía en una actuación libre pero considerada de una gran rele-
vancia, a pesar de las fluctuaciones que sufrió en diversas etapas de la política roma-
na. En el foro, lugar donde se ejercía la abogacía en la práctica judicial, se daban a
conocer los hombres que habrían de ocupar después los cargos públicos. La dedi-
cación al estudio del problema planteado en cada caso era la exigencia más cuida-
da, y la norma era no confiar nunca en las posibilidades de la improvisación. Por
ello, las causas eran estudiadas a fondo: se considera-
La figura del abogado ban los actos anteriores –cosa que requería una cierta
investigación histórica– se sopesaba el valor de los tes-
existe desde que el tigos, se analizaban las leyes a aplicar y se preveían los
hombre adquirió posibles argumentos del adversario. Incluso la elocuen-
cia era matizada y el gesto y el tono de la voz conve-
conciencia, aunque fuera nientemente ensayados, según las leyes de la oratoria.
rudimentaria, de lo que es El ejercicio de la abogacía era una función civil gra-
tuita pero por ella se ascendía en la vida social y política
la justicia, aquella virtud de la ciudad. La solemnidad de su función se incre-
que consiste en dar a cada mentó en la época del emperador Augusto quien impu-
so a los abogados el uso de la toga. Si Roma ha sido con-
uno lo que es suyo siderada maestra del Derecho, la figura del togado ha
quedado como la figura paradigmática del abogado y todavía hoy esta pieza es carac-
terística de quienes actúan en defensa del derecho ante los tribunales de justicia.
II
En la edad media el ejercicio de la abogacía se convirtió en actividad perma-
nente: los abogados ya eran profesionales. En la Catalunya medieval los que actua-
ban ante los órganos donde se administraba justicia eran denominados «sabios en
derecho», abogados en definitiva, los cuales por disposición del rey Alfonso III el
Benigno habían de figurar inscritos en el «libro registro del veguer» y habían de
jurar que cumplirían su misión con rectitud. El año 1333 este rey dispuso que los
130 abogados de Barcelona se constituyeran en corporación o colegio, representado
por un rector auxiliado por cuatro consejeros. Así, con esta acreditación, los abo-
gados adquierieron la consideración de profesionales del derecho.
Esta profesión llegó a ser una categoría social importante. El abogado tenía
que moverse por los difíciles caminos de las costumbres, usatges2 (usages, usos) y
2. Usages o usos.
3. Ciudadanos calificados, equiparados a los caballeros con los mismos privilegios a excepción de
pertenecer al brazo militar.
4. Las cursivas son nuestras y son la continuación de las destacadas anteriormente para indicar la vin-
culación histórica del abogado.
5. Código civil, arts. 1281 y ss. De la interpretación de los contratos.
6. Código civil, art. 3. Aplicación de las normas jurídicas.
De ahí que algún autor haya podido escribir que la historia ilustra de manera
conclusiva que escritura y derecho están íntimamente, inescindiblemente ligadas,
y aún más, que un cambio político implica también un cambio de léxico de
mayor o menor extensión, ya que la lengua del poder intenta convertirse inme-
diatamente en lengua del derecho.7
2º. Esta interpretación gramatical, pues, se encuentra igualmente en el con-
texto de la historia. El mismo Código civil, en el artículo antes descrito se refie-
re, como norma interpretativa, a los antecedentes históricos, ya que la realidad
concreta se produce dentro de la realidad histórica. Los hombres y la sociedad se
transforman en el curso de la vida y del tiempo y en el seno de la sociedad sur-
gen nuevos medios de relación. «Las vicisitudes cambiantes influyen en la orga-
nización de la sociedad y en la idea de lo que es justo».8
3º. Por otra parte, la ley surge a raíz de los hechos que la hacen necesaria y, por
tanto, la formación del derecho se desarrolla en una progresión continua que es
precisamente la que determina su naturaleza histórica. El conocimiento del ori-
gen y de la trayectoria de muchas instituciones, en el curso del tiempo, nos per-
mite someter a examen algunos temas que hoy se aceptan sin la debida crítica.9
4º. Sin lugar a dudas podríamos anotar que la formación del abogado también
está marcada por la historia, ya que los planes docentes que ha de seguir para
obtener el título que le ha de permitir el ejercicio de la profesión se encuentran
enmarcados en el fluir del tiempo y condicionados por las exigencias de la reali-
dad del momento. La historia del derecho es esencial al jurista para el conoci-
miento de las instituciones que nos rigen.
IV
Las anteriores consideraciones pretenden indicar cómo la profesión del hom-
bre de leyes se encuentra inmersa en la exigencia de la historia. El abogado desde
el inicio de su formación y en el ejercicio de su profesión se halla inclinado al
estudio de las cuestiones históricas, más lejanas o más recientes, por la relación
de unos hechos en los escritos del proceso que, por sí solos, casi siempre caen en
el terreno de la historia, bien debido a la interpretación de los textos controver-
tidos o bien por la investigación de las disposiciones legales aplicables al asunto
sobre el cual ha de emitir su juicio. Siempre aparece una pequeña o gran histo-
ria, si se quiere, dentro de una realidad social en la cual el asunto se desarrolla.
En este sentido los escritos que redactan los juristas durante el proceso o que
contienen resoluciones en los tribunales, son la base de la historia futura. Tan
sólo precisa considerar el gran número de legajos guardados en los archivos que
ya han sido estudiados o esperan ser examinados para descubrir a través de ellos
132 la historia social o jurídica que contienen los diversos periodos determinados por
el paso del tiempo.
7. García de Enterría, Eduardo, El Derecho, la palabra y el libro, en La poesia de Borges y otros ensa-
yos, Madrid, 1992, y La lengua de los derechos, Madrid, 1994.
8. Stammler, R., La génesis del derecho, Madrid, 1936.
9. Puig Brutau, J., Los políticos y el conocimiento histórico, Barcelona, 1993.
Ellos son el reflejo de las situaciones entre ciudadanos y la reacción de las con-
ductas vecinales, o de los conflictos con las instituciones, mediante las cuales se
armonizan y encauzan las actividades de la vida social. Estos razonamientos nos
llevan a la afirmación de que el objeto de la historia
es el hombre en sociedad, ya que como hacía notar Los fundamentos del
Henri Beer, «La historia es la humanidad».10 La con-
ciencia de esta condición lleva a la convicción que los
derecho se encuentran en la
fundamentos del derecho se encuentran en la histo- historia, es decir, en los
ria, es decir, en los hechos políticos, sociales y cultu-
rales de la sociedad y su evolución.
hechos políticos, sociales y
Es un hecho, pues, que el derecho se forma y se culturales de la sociedad y
pronuncia a través de la historia y, por tanto, los que
lo ejercen, los abogados, se mueven, con más o menos
su evolución
intensidad, según su dedicación, dentro de la historia de la cultura jurídica. Es
preciso ver ahora cómo esa cultura influye en el abogado para inclinarlo hacia el
estudio del pasado y, en definitiva, a escribir sobre la historia. «Los juristas huma-
nistas se caracterizan por su perspectiva pluridisciplinar a la hora de estudiar el
derecho, de manera que su objeto es un todo indisoluble formado por la conjun-
ción de filología, historia y derecho».11 Y es en este punto donde llegamos a alcan-
zar el objetivo que nos proponemos: estudiar las motivaciones del abogado para
aplicarse en el estudio del pasado y en el tratamiento que da a esta temática.
V
De aquí que el abogado se sienta inclinado, más que cualquier otro profesio-
nal, a interesarse por la historia, desvelada a través del ejercicio de la abogacía o
por el descubrimiento de la vocación: por la conveniencia de buscar el sentido de
la ley, la afección a un texto que es preciso estudiar, la influencia y la admiración
por un profesor o el interés por compañeros y colegas. Son motivaciones que lo
inclinan al estudio del pasado y a convertirse, en mayor o menor grado, en his-
toriador, que es quien escribe la historia. Porque, como se ha escrito «la historia
es inseparable del historiador» y éste trabaja desde la perspectiva de su contem-
poraneidad. Por eso la historia objetivamente es el pasado registrado por la inter-
vención inevitable del presente del historiador, hasta el punto que se ha podido
establecer la fórmula:
P (pasado)
H (historia) =
p (presente)12
VI
Este análisis se puede iniciar, pues, con el grupo concreto de abogados del siglo
XIX que llegaron a ser investigadores destacados del pasado del derecho catalán.
La motivación de los tres fue la recuperación del ordenamiento jurídico de
Catalunya anterior al denominado Decreto de Nueva Planta, de 1716, dictado
como consecuencia de la Guerra de sucesión que concluyó con la caída de
Barcelona ante las fuerzas felipistas el 11 de setiembre de 1714 y que determinó
la imposición del gobierno absolutista, propio de Felipe V. Catalunya había for-
jado su derecho a través de siete siglos de historia. El rey y las Cortes habían legis-
lado, pero el nuevo régimen abolió el derecho público mientras el citado decre-
to conservaba el derecho privado cuando consignaba: «En todo lo demás que no
esté previsto en los capítulos antecedentes de este
decreto, se observen las constituciones que antes El derecho catalán perdía
había en Cataluña».
El régimen jurídico catalán se mantuvo durante el
su vigencia. Las leyes
siglo XVIII con inercia debido a que las Cortes habí- posteriores promulgadas
an sido abolidas y, por tanto, no se podían elaborar
nuevas leyes: la capacidad legislativa se había parali-
irían en detrimento del
zado y el derecho quedaba estancado. Las ejercicio del derecho
Constituciones españolas que se promulgaron, a par-
tir de la de Cádiz de 1812 y algunas de las que siguie-
autóctono del Principado
ron, tenían carácter dogmático y establecían los principios del nuevo régimen:
soberanía nacional, división de poderes, libertades individuales y propiedad pri-
vada, pero también preveían la promulgación de códigos con criterio unificador
de todo el derecho de España: «el civil, el criminal y el de comercio, serán los mis-
mos para toda la monarquía». El derecho catalán perdía, paso a paso, su vigen-
cia. Y todavía las leyes posteriores promulgadas para todo el estado español irían
en detrimento del ejercicio del derecho autóctono del Principado.
Era necesaria, pues, una reacción ante esta situación, y el movimiento de la
Renaixença facilitó el empuje que necesitaban los juristas catalanes; los tres que
citamos a continuación fueron figuras destacadas: Pedro Nolasco Vives y Cebriá
(1794-1874) Guillermo M. de Brocá y de Montagut (1850-1918) y Josep Pella
y Forgas (1852-1918). Todos ellos eran abogados inscritos al Colegio de 135
Abogados de Barcelona y en ejercicio. A pesar de ciertas diferencias de edad escri-
bieron sus obras en el siglo XIX y comienzos del XX y sus objetivos, como ya
hemos comentado, iban encaminados a la recuperación del derecho catalán des-
pués del Decreto de Nueva Planta.
El primero, P. N. Vives y Cebriá, quien todavía estudió en la decadente
Universidad de Cervera, se incorporó al Colegio de Abogados de Barcelona pre-
cisamente en el año de su constitución, 1833, como consecuencia de tener que
13. Egea Fernández, Joan, Estudi introductori a Traducción al castellano de los Usages y demás derechos
de Cataluña. Ed. facsímil, Barcelona, 1989.
14. Roca i Trias, Encarna, «Introducció» a la edición facsímil de Historia del derecho de Cataluña,
especialmente del civil y exposición de las instituciones del derecho civil del mismo territorio en relación
con el Código civil de España y la jurisprudencia, Barcelona, 1985.
VII
El jurista moderno no puede olvidar que el derecho catalán es un producto
histórico. El segundo grupo de abogados-juristas a los que vamos a hacer refe-
rencia son tres de aquella generación que algunos estudiosos han denominado del
1917, año del fallecimiento de Enric Prat de la Riba. Nos referimos concreta- 137
mente a tres personalidades que se encontraron en su etapa estudiantil. Los tres
son nacidos en el año 1888 y fueron compañeros de universidad durante la carre-
ra: Ferran Valls Taberner, Ramon d’Abadal y de Viñals y Lluís Nicolau d’Olwer,
los cuales llegaron a ser destacados historiadores.
En aquella época, para el ingreso en la Facultad de Derecho se exigía un curso
preparatorio denominado de ampliación y se impartía en la Facultad de Filosofía
y Letras. En el curso 1904-1905, los tres se encontraron matriculados en el cita-
VIII
A partir de este momento nos hemos de preguntar cómo realiza su trabajo
como historiador el abogado que se siente inclinado al estudio de la historia.
Cuando se revela su inclinación, seguramente éste entrevé un objetivo que es el
que le impulsa a iniciar una investigación para conseguirlo. Sin la intuición o la
seguridad de este objetivo a alcanzar no puede definirse su decisión por la tal
empresa. Es el primer atractivo que le hace sentir la investigación como una cre-
ación. Este sentimiento es importante para decidirse a emprender una labor que
muchas veces no será fácil, pero que le proporcionará la ilusión de descubrir a
medida que avance en su trabajo el panorama que desea conseguir.
Lo primero que ha de tener presente es que la historia es una ciencia que pre-
tende expresar cronológica y también críticamente una realidad en los diversos
ámbitos en los cuales está interesado y que han de desarrollarse a lo largo del
tiempo. Desde un principio, al querer darle un enfoque a su trabajo, se encon-
trará con un conjunto de tendencias divergentes según su inclinación ideológi-
ca y que marcarán distintas corrientes, las cuales es preciso aprovechar de acuer-
do con su intención y al plan de trabajo que se proponga realizar. La norma ha
de consistir en conseguir establecer la verdad sobre lo que es el objeto de su bús-
queda. De no ser así, podría caer en prejuicios que es necesario evitar y su obje-
tivo estará marcado por un resultado final poco creíble, debido a la falta de sin-
ceridad de la que se partiría. Por ello, ha de intentar captar la realidad objetiva
a partir de la investigación documental que realizará en archivos y bibliotecas.
En este sentido la investigación en documentos originales dará al trabajo una
solidez que no conseguiría a través de una bibliografía por selecta que ésta sea,
si bien no puede tampoco prescindir de ella. La búsqueda ha de hacerse de
acuerdo con una metodología que seguramente la propia investigación indica-
rá, a fin de obtener la totalidad de los datos necesarios para una exposición defi- 139
nitiva. El investigador no puede prescindir de los movimientos y de los perio-
dos que marcan el tiempo, prestando atención al hecho de que los primeros son
iniciados por personas, mientras que los segundos dependen de cambios socia-
les y políticos.
18. Pla, Josep, «Ramon d’Abadal», en Homenots dentro de su Obra completa, XVI, Barcelona, 1970.
19. Espriu, Salvador, Aproximació a Santa Coloma de Farners i a algun dels seus entorns, Barcelona,
1983.
20. Alonso, Martín, Ciencia del lenguaje y arte del estilo, Madrid, 1947.
21. Primera ley del Código civil de Catalunya, de 30 de diciembre de 2002.
Sea como fuere es norma del legado histórico, aplicada al derecho, que cuan-
do las leyes nuevas marcan una tendencia diferente a las antiguas, la ley antigua
cede al espíritu de la época presente. Es preciso tener en cuenta, de acuerdo con
este argumento lo que razona un autor22 sobre la
investigación de la historia cultural: cuando el pasado Es norma del legado
se aleja de nosotros, si queremos mantener abiertas
las líneas de comunicación que nos permitan la com-
histórico, aplicada al
prensión de las más altas creaciones de la humanidad derecho, que cuando las
–y el derecho lo es– hemos de estudiar y enseñar la
historia con más profundidad y con más intensidad.
leyes nuevas marcan una
Ello plantea un nuevo reto para el abogado de hoy tendencia diferente a las
ante la historia. La proyección del derecho no dejará
de interesar al profesional en su búsqueda de una más
antiguas, la ley antigua
cuidada interpretación de la legislación que puede cede al espíritu de la
igualmente despertar su interés para la historia gene-
ral. En todo caso hay que pensar que cada uno deci-
época presente
dirá según le llame su vocación surgida del estudio, la interpretación y la prácti-
ca del derecho, porque como se ha escrito «la historia es una aventura de la
libertad».23
Bibliografía
BEER, Henri, La síntesis en historia, México, 1961.
CERDÁ RUIZ-FUNES, Joaquim y SALVADOR CODERCH, Pablo (eds.), I Seminario
de Historia del Derecho y Derecho Privado, Barcelona, 1985.
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La lengua de los derechos. La formación del
Derecho Público Europeo tras la Revolución Francesa, Madrid, 1994.
MARROU, Henri-Irénée, De la connaisance historique, París, 1954.
MONTAGUT, Tomàs de (ed.), Història del pensament jurídic, Barcelona, 1999.
PUIG BRUTAU, José, Los políticos y el conocimiento histórico, Barcelona, 1993.
STAMMLER, Rudolf, La génesis del derecho, Madrid, 1936.
141
Los párrafos anteriores corresponden a la obra Abisa a los compañeros pronto del
filósofo chileno Helio Gallardo. En ella, se hace una crítica a las mistificaciones
simplificadoras que construyeron varias de las organizaciones de izquierda lati-
noamericanas y del Caribe y que han impedido ver la complejidad de las luchas
sociales que se llevaron a cabo en esta región a lo largo del siglo pasado y que han
llegado hasta nuestros días. Para este autor, existieron y existen comunidades,
organizaciones, grupos e individuos que han intentado ser capaces de decidir por
ellos mismos sobre sus vidas aún en condiciones que no pudieron determinar por
completo. Han luchado por ser libres bajo el supuesto de poder construir opcio-
nes con sentido y contar así con autonomía y autoestima, en otras palabras, por
convertirse en sujetos históricos.
Gallardo reconoce tres mistificaciones presentes en el discurso y en la actua-
ción de la izquierda. La primera consideró que en gran parte del siglo XX existió
una unidad mundial obrera. La segunda, que el proletariado era el único capaz
de hacer una revolución política y social. Y la tercera,
que todo movimiento social está determinado por un
La idea de sujeto histórico, único tipo de vínculo: las relaciones de clase.
que si bien se refiere a Lo anterior se basó en una serie de ideas equivoca-
das que el autor señala. Como por ejemplo, el consi-
personas, se trata derar a la revolución social como un modelo a alcan-
básicamente de un proceso zar y no como un proceso a construir. Algo similar
ocurrió con la idea de sujeto histórico, que si bien se
refiere a personas, se trata básicamente de un proceso. De igual manera no se
entendió que el poder consiste en una lógica compartida que es llevada a la prác-
tica por muchos y que es de suma importancia para definir la forma en que los
individuos o los colectivos se relacionan entre sí en diversos espacios sociales. Y
en sí, que en gran medida estos errores son el resultado de partir de un concep-
to politicista de lo político. Es decir, por pensar que la única manera de hacer una
revolución social es a través del control del poder del Estado.
Para Gallardo, quien ha intentado en realidad hacer una revolución ha sido lo
que él denomina el pueblo social. Es decir, aquellos individuos o colectivos que
sufrieron las asimetrías sociales que han estado presentes en todo el tejido social.
Al tratar de cambiar éstas últimas, han ido transformando a su vez las lógicas y
las estructuras de poder que los han lesionado, y los han convertido así en suje-
144 tos históricos que han actuado políticamente desde distintos espacios sociales. De
esta forma, se han ido transformado a sí mismos en pueblo político.
En consecuencia, las luchas sociales que existieron a lo largo del siglo XX y las
que han persistido hasta la actualidad se han dado no sólo en las relaciones de
clase, sino también en otros tipos de vínculos humanos donde ha existido la
de las «bases» del Movimiento Urbano Popular (MUP). El otro es de una perso-
na proveniente de una familia de sector social acomodado que decidió dedicar su
vida al trabajo con sectores empobrecidos y que ha apoyado al Movimiento de la
Salud Popular desde una organización civil.
Para comprender el tema básico de estos relatos es necesario trabajar en dos nive-
les de análisis. Uno de ellos se refiere a los intentos de transformación de la reali-
dad social que realizaron las protagonistas. Es decir, a su actuación social. No obs-
tante, esto último no se entiende si no se estudian a fondo las alusiones que éstos
hacen a los cambios personales que vivieron durante aquel proceso. Así, las narra-
ciones aluden a las reflexiones personales de las narradoras en distintas etapas de su
vida, también nos hablan sobre los aspectos que les impactaron, el porqué tomaron
ciertas decisiones, cuáles fueron las emociones que sintieron, cuál era su idea sobre
el futuro, etc. Es decir, en estos relatos la explicación de una actuación que trató de
incidir en el cambio de una realidad social va de la mano de la interpretación que
ofrecen estas mujeres sobre los cambios personales que sufrieron.
Para observar todo esto, en este artículo me guiaré por cinco elementos que,
desde mi punto de vista, están presentes con diferente intensidad en los relatos y
que explican las transformaciones personales que tuvieron estas mujeres. A par-
tir de ellos trataré de presentar cómo fue su actuación social y en qué contexto se
desarrolló.6
Uno de estos elementos está relacionado con el momento en que las protago-
nistas (o los individuos y colectivos que éstas nombran) adquirieron conciencia.
El segundo se refiere a la reflexión sobre lo vivido, es decir, a la experiencia. Un
tercero trata del conjunto de valores a partir de los cuales se juzgó ésta y que sir-
vió también para la construcción de una idea de futuro (la moralidad). Un cuar-
to alude a la noción de porvenir o expectativa. El último elemento tiene relación
con la actuación de las protagonistas y las personas mencionadas en el relato, así
como las consecuencias que ello tuvo.
Para llevar a cabo esta reflexión, parto de la consideración de que ha existido
un tipo de relación social que Gallardo no menciona; me refiero al vínculo que
se crea en torno a la atención al cuerpo humano.
Pero antes de comenzar la revisión de estos cinco elementos, conviene conocer
algo más sobre las entrevistas.
Los relatos
En 1995 la antropóloga Amparo Sevilla entrevistó a una mujer de sesenta años
de edad, la señora María Luisa Peñafiel. En su tesis de maestría, esta investiga-
dora reprodujo este testimonio con el fin de presentar cómo una mujer «del pue-
146 blo», percibe e interpreta su participación en un movimiento social de los años
ochenta: el movimiento urbano popular.7
6. Debo aclarar que el orden en el que presento estos elementos en el texto no necesariamente corres-
ponde a la secuencia en que pueden darse estos fenómenos.
7. Entrevista a María Luisa Peñafiel realizada por Amparo Sevilla Villalobos en 1995.AMPARO
SEVILLA, Flor de Asfalto. La dimensión cultural del movimiento urbano popular, México, Tesis de
Maestría en Antropología Social, ENAH, 1995, ps. 255–265.
Sobre la conciencia
Me parece que tanto las entrevistadas como varias de las personas que éstas
nombraron pretendieron hacer, en diversos momentos, un cambio social. En los
dos relatos se observa que hubo una relación aparente entre la decisión de modi-
147
8. Entrevista a Josefina Matesánz Ibáñez realizada por Martha Cahuich el 6 de diciembre del 2001.
La transcripción puede ser consultada en MARTHA CAHUICH, Una visión distinta del mundo. Ensayo
historiográfico sobre el proceso de la salud popular en México a finales del siglo XX, Tesis de Maestría en
Historia y Etnohistoria, ENAH, ps. 195–224.
9. CENAMI es una institución fundada por la Iglesia Católica mexicana en los años sesenta para
promover servicios sociales y pastorales en las etnias. En los años ochenta, este centro se independi-
zó del Episcopado, y se convirtió en una organización civil que profundizó en su opción popular.
11. Es decir, se trató no sólo de un fenómeno racional, donde una persona entiende las causas de
una relación desequilibrada de poder, sino que en el juego hubo un aspecto emotivo. Así, la presen-
cia de términos como horror, indignación y rebeldía estuvieron presentes en la rememoración que
hizo María Luisa sobre este acontecimiento.
que las comunidades indígenas con las que tuvo contacto (entre 1978 y el 2001),
tuvieron un concepto de salud muy distinto al que había recibido en la universi-
dad privada donde estudió medicina. Esta impresión se hizo más evidente cuan-
do se enteró del trabajo que hacían grupos organizados de salud popular, sobre
todo a través de su contacto con CENAMI.
El contacto con CENAMI la llevó a participar en el discurso de la medicina
alternativa y a entrar en contacto con grupos comunitarios organizados en el tra-
bajo de salud. Ello provocó en ella un cambio de mentalidad. Se dio cuenta de
que en la universidad había recibido una formación con un enfoque médico epi-
demiológico de causa-efecto. Pero que existían otras maneras de comprender al
cuerpo humano y de curarlo. También que los problemas de salud que aquejan a
las comunidades marginales tienen que ver con una realidad de desigualdad
social.
La idea de salud popular que era apoyada desde CENAMI estaba basada en la
creación de organización y solidaridad en las comu-
nidades. También en tratar de cambiar, desde estas A partir del contacto con los
organizaciones, las condiciones de vida de los pue-
blos, a fin de evitar enfermedades ligadas a la pobre-
grupos de salud popular,
za. Así mismo, en el rescate del conocimiento curati- Josefina fue consciente de
vo que tienen las comunidades y también en el uso de
sistemas terapéuticos de muy diverso origen (como la
que existían otras maneras
acupuntura, la homeopatía, la microdosis, etc.). de comprender el cuerpo
En varios momentos de la entrevista señaló cómo
estas experiencias la transformaron, en especial, cuan-
humano y de curarlo, y que
do observó los esfuerzos que hacían los pueblos los problemas de salud que
indios para rescatar su propia medicina.
Así, la conciencia consistió en pensar y juzgar lo
aquejan a las comunidades
que se había vivido hasta un determinado momento, marginales tienen que ver
sobre todo en cuanto a las causas de un problema y
las posibles contribuciones personales o colectivas
con la desigualdad social
que hacían posible su existencia. Esto pudo derivar en una decisión o en serie de
decisiones de actuación, a través de las cuales, se intentó materializar una idea de
cambio (construida por quien o por quienes hicieron la reflexión). Todo ello en
base a una noción «ideal» de cómo debe ser la sociedad (expectativa).
De acuerdo con las entrevistadas, lo anterior implicó una transformación per-
sonal. En otras palabras, el surgimiento de un cuestionamiento serio y agudo
sobre lo experimentado y su relación con un conflicto, pudo derivar en la emer-
gencia de perspectivas y metas diferentes o nuevas para quien meditó sobre este
tema, lo que trajo como consecuencia que tuviera la impresión que después de 151
todo aquel proceso ya no era la misma persona.
Si se rebasa el nivel personal, se puede ver en el testimonio de Josefina que la
conciencia emergió también en grupos cuando en su seno se reflexionó, de mane-
ra conjunta, sobre conflictos o problemas que afectaron a toda una comunidad.
Ello llevó a momentos de recapacitación acerca de lo que estaba sucediendo, y se
creó también una idea de futuro. Así, la entrevista de Josefina muestra cómo
varias comunidades indígenas, campesinas o urbano populares estuvieron cons-
12. La experiencia previa que se tuvo en las comunidades era que cuando se seleccionaba a los jóve-
nes más inteligentes o preparados para convertirse en promotores de salud popular, estos terminaban
abandonando la promoción para buscar una realización personal afuera de sus pueblos. Esto no suce-
dió en los muchachos o muchachas que se comprometieron con su gente, lo que llevó a un cambio
social comunitario.
13. Por su parte, María Luisa utilizó este término para referirse a una anécdota. Sin embargo, es posi-
152 ble encontrar en su relato cavilaciones acerca de su vida, de tal manera que su rememoración fue algo
que una simple descripción de acontecimientos. Así, en el análisis que hice sobre su relato conside-
ré como experiencia aquellas partes en que recapacitó sobre lo experimentado.
14. El lector observará que en el presente texto se emplean, en momentos, los términos «experien-
cia» (en singular) y «experiencias» (en plural). He querido respetar esta aplicación sobre todo porque
Josefina la empleó así en su entrevista, refiriéndose en primer lugar a un fenómeno y en segundo a
vivencias. En mi caso personal prefiero emplear la palabra «experiencia» cuando me refiero al proce-
so mediante el cual el individuo o los colectivos interpretan su historia y su realidad social, creando
de esta forma conocimiento.
Josefina se refirió, por ejemplo, a dos tipos de experiencias: las «duras» o «difíci-
les», y las «interesantes». Esta evaluación está relacionada con el hecho de que, en
general, la experiencia que vivió generó conocimiento pero también emociones.
Ilustraré lo anterior con la entrevista de María Luisa. Alrededor de 1976,15
comenzó a participar en una organización vecinal: la Unión de Vecinos de la
Colonia Guerrero (UVCG). Aunque su familia no sufría el riesgo de ser desalo-
jada, María Luisa decidió solidarizarse con sus vecinos que eran «lanzados» de
manera violenta y durante la noche –a escondidas de la opinión pública–. Ante
esta situación ella y otros inquilinos ponían los medios para evitar los desalojos.
María Luisa incluso llegó a asistir a la escuela de leyes que se organizó en la colo-
nia para conocer sus derechos.
Vale la pena señalar que la organización vecinal de la colonia Guerrero no era
un caso aislado en la ciudad de México. Es posible nombrar otras organizaciones
urbano populares, como el Campamento Dos de octubre de Iztacalco que inició
sus actividades a finales de los años sesenta y la Unión de Colonias Populares que
data de comienzos de los setenta. Los miembros de estos movimientos no sólo
luchaban contra los abusos de los caseros, sino también de los fraccionadores ile-
gales que engañaban a familias migrantes vendiéndoles terrenos de manera frau-
dulenta, como sucedía en esos años en la colonia San Miguel Teotongo ubicada
en la delegación de Iztapalapa. También varias de estas organizaciones luchaban
por la introducción en sus colonias de servicios públicos y transporte.
En ese tiempo María Luisa se mudó junto con su familia a otro barrio popu-
lar del Distrito Federal: la colonia Santa María la Ribera. Durante el sismo que
asoló la ciudad de México en 1985 perdieron su vivienda y tuvieron que vivir en
los campamentos organizados para los damnificados.
Al parecer antes de este acontecimiento, María Luisa asistía a reuniones de una
organización vecinal en Iztapalapa que pertenecía al MUP. A raíz de la pérdida
de hogar en el ochenta y cinco, ella y su hija se integraron formalmente en un
grupo de solicitantes de vivienda que se había formado en 1983: la Unión de
Colonos, Inquilinos y Solicitantes de Vivienda (UCISV), cuyo nombre de lucha
era «Cananea».16
Cananea fue impulsada por la Coordinación Nacional del Movimiento
Urbano Popular (CONAMUP) que se constituyó en esos años. En esta década
además el MUP17 se convirtió en un movimiento masivo y con presencia políti-
15. María Luisa no precisó la fecha en que incursionó en las organizaciones vecinales. No obstante,
la UVCG se formó en 1976 en la Guerrero a raíz de un trágico derrumbe de viviendas. Esta orga-
nización mantuvo una lucha por la defensa de los derechos de los inquilinos y en contra los desalo- 153
jos. Los antecedentes de ésta tienen que ver con la formación de una comunidad eclesial de base en
la parroquia de los Ángeles de este barrio. A. SEVILLA, Flor de Asfalto, ps. 23–24.
16. A. SEVILLA, Flor de Asfalto, ps. 24.
17. El MUP surgió en los años setenta como una respuesta al aumento del costo de la vida, según
Amparo Sevilla. En los ochenta en la CONAMUP participaron 75 organizaciones vecinales ubica-
das en 15 estados en todo el país. En los noventa este movimiento se debilitó en parte por la crisis
que provocó la política oficial de austeridad aplicada en esos años. A. SEVILLA, Flor de Asfalto, ps.
31–33.
pía que han edificado, juzgan este tipo de experiencia como «trascendente» y
sienten que sus vidas han adquirido sentido.
No obstante, como dije en párrafos anteriores, el recuerdo de la experiencia fue
apreciado también como algo difícil que implicó el agotamiento físico o el sacrifi-
cio personal. Josefina mencionó recuerdos dolorosos, sobre todo en relación a su
primer experiencia de trabajo como médica en la comunidad indígena de Huejutla,
en el estado de Hidalgo (hacia 1978). Explicó lo difícil que fue trabajar en hospi-
tales oficiales sin recursos, curando a pacientes víctimas de enfermedades ligadas a
la pobreza, que al poco tiempo regresaban a su consulta con el mismo cuadro,
teniendo además que aprender su lengua para poder comunicarse con ellos.
Por otra parte, los relatos sugieren que la vivencia de una experiencia respecto
a otra fue cambiando la mentalidad de las protagonistas y su visión del mundo.
Por ejemplo, cuando Josefina recordó su trabajo en esta localidad de Hidalgo
mencionó que fue su primer contacto con el mundo indígena, pero «todavía un
poco de lejos», «todavía desde una visión institucional». Sus experiencias poste-
riores, sobre todo cuando colaboró con CENAMI, le permitieron observar los
problemas desde una perspectiva muy distinta. Todo ello provocó que con el paso
del tiempo, ella construyera formas distintas de mirar y comprender el problema
en el que trataba de incidir.
Pero antes de ver cómo se construyó esa experiencia de tipo colectivo, convie-
ne profundizar más sobre el movimiento de la salud popular.
Cuando en 1993 Josefina comenzó a colaborar en CENAMI, la salud popu-
lar en México llevaba diez años como movimiento articulado a nivel nacional.
Según algunas versiones, los antecedentes de éste se remontan a finales de los
años sesenta con el trabajo que el médico norteamericano David Werner realizó
en Ajoya, Sinaloa.20
Hacia mediados de los años setenta existían en el país varios grupos que tra-
bajaban de manera aislada sobre formas de enfrentar la problemática de la salud,
distintas a las empleadas por el sector médico oficial. En estos grupos, junto a la
gente de las localidades, había médicos alópatas, homeópatas, químicos, biólo-
gos, religiosos católicos o laicos.21
Varios de estos grupos tuvieron contactos ocasionales entre sí. No obstante,
hacia 1981 se dio un encuentro nacional que dio inició al Movimiento Nacional
de la Salud Popular y a la celebración de encuentros anuales. Si bien hubo un
grupo que preparaba los encuentros nacionales, en general se intentó que la
dirección del movimiento fuera muy abierta y democrática.
20. BENNO DE KEIJZER, «La participación popular en salud: logros, retos y perspectivas», en Prácticas 155
populares, ideología médica y participación social. Aportes sobre antropología médica en México,
(México, Universidad de Guadalajara, CIESAS, 1992), ps. 241–245.
21. Por ejemplo, a medidos de los años setenta en el estado de Morelos había una química que tra-
taba que la gente pudiera preparar medicinas con plantas como lo hacían las farmacias antiguas. En
la parroquia de Oteapan, en el estado de Veracruz en 1974 un médico impartió en un taller eclesial
un curso sobre homeopatía. En Chiapas había un par de médicos que elaboraban un esquema edu-
cativo sobre la relación de determinados padecimientos con las condiciones de vida de las comuni-
dades, etc. Entrevista con Guadalupe Abdó, realizada por Martha Cahuich, en el 2003.
22. Un ejemplo que dio Josefina está relacionado con la forma en que algunos grupos de salud popu-
lar intentaron mejorar su nutrición. Al principio varios de ellos emplearon alimentos que considera-
ron «completos» (como la soja) pero que no producían y eran ajenos a su dieta. A pesar de un cier-
156 to entusiasmo inicial e intentos de adopción, en varios lugares se abandonaron estos productos
después de un tiempo. Después se exploraron las características nutricias de los alimentos que las
mismas comunidades cultivaban y que eran parte de sus patrones alimentarios y emplearon los que
consideraron más adecuados para prevenir la desnutrición de los sectores biológicamente vulnerables
(como niños o ancianos).
23. Sin embargo, el intercambio de experiencias no garantizó una acción colectiva. Josefina citó
cómo la red formada por grupos indígenas de salud popular «Salud en Manos del Pueblo» funcionó
como un espacio de intercambio de experiencia y de análisis pero no como un lugar en donde se
intentara hacer una actuación conjunta entre los diversos colectivos.
pos que apenas se están formando accedan a la experiencia de otros. Esto último
se ha recogido en libros, folletos o en diversos tipos de material didáctico produ-
cido por distintas organizaciones civiles.24
María Luisa también intentó crear conciencia y transmitir su experiencia. En
algún momento de la entrevista refirió que para ella lo más importante de su tra-
bajo en Cananea fue no tanto dar como herencia a sus hijos una vivienda, sino
lograr en ellos una «concientización». Su «sueño a futuro» con respecto a esta
colonia era que pudiera ser tomada como ejemplo por quienes viven un proble-
ma similar.
Lo anterior señala que es posible que en varios movimientos sociales del siglo
pasado la experiencia haya sido transmitida a través
del tiempo (entre generaciones) y del espacio (entre La creación, la reflexión, el
contemporáneos). Se trataba de algo que podía com- intercambio y la
partirse y que ayudó a crear conciencia y a cambiar
mentalidades. Así, es factible que la creación, la refle- transmisión de la
xión, el intercambio y la transmisión de la experien- experiencia en el tiempo y
cia en el tiempo y en el espacio fue uno de los ele-
mentos clave que permitió entender el desarrollo en en el espacio fue uno de
el tiempo de movimientos sociales –como el de la los elementos clave que
salud popular o el de la vivienda– en nuestro conti-
nente. permitió entender el
desarrollo en el tiempo de
Acerca de la expectativa
En diversos momentos de ambos relatos se refleja- movimientos sociales
ba la existencia de expectativas25 que posibilitaran la –como el de la salud
acción. Como ya mencioné antes, esta acción colecti-
va estaba sustentada en la conciencia de la existencia popular o el de la
de un problema común. Este reconocimiento pudo vivienda– en nuestro
darse en diferentes espacios y no sólo por parte de la
gente que sufrió directamente del conflicto. continente
24. De acuerdo a un colaborador de otra organización civil, Alfonso Vietmeier del Centro de
Estudios Ecuménicos, esta metodología es parte de lo que se denomina la educación popular. De esta
forma, en los últimos treinta años en América Latina y en el Caribe se ha hecho educación popular
no sólo en relación a la salud, sino también respecto a problemas de género, educación ciudadana,
vivienda, derechos humanos, etc. Es decir, en todo lo que tiene que ver con la educación de adultos
no institucionalizada. Si bien el gran ideólogo de la educación popular fue Paulo Freire, ésta ha sido
experimentada en estos años por cientos de organizaciones civiles en Latinoamérica y en el Caribe.
Estos centros han organizado varios encuentros continentales en donde se han compartido, sistema-
tizado y elaborado conceptos en relación a estas experiencias. En 1982 se conformó el Consejo de 157
Educación de Adultos de América Latina (CEAAL) con el fin de respaldar todos estos procesos.
25. La idea de la construcción una utopía que permite da dirección a los movimientos sociales la des-
arrolla también Helio Gallardo y en el caso de las organizaciones civiles Rafael Reygadas. El término
«expectativa», lo retomé de Reinhart Koselleck. Véase a H. GALLARDO, Abisa a los compañeros pronto, ps.
123–136. RAFAEL REYGADAS, Abriendo veredas. Iniciativas públicas y sociales de las redes de organizaciones
civiles, México, Convergencia de Organismos Civiles por la Democracia, 619 ps. REINHART KOSELLECK,
«Espacio de experiencia y horizonte de expectativa: dos categorías históricas», en Pensar la Historia.
Introducción a la teoría y metodología de la historia (siglo XX), (México, UIA, 1994), ps. 333-357.
28. Empleo el término moral para referirme a la expresión social de las concepciones sobre el bien y
el mal. He retomado de Fernando Escalante la idea de que existen valores que se manifiestan en las
conductas y, en ese sentido, los primeros ayudan a entender las segundas. F. ESCALANTE, Ciudadanos
Imaginarios. Memorial de los afanes y desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la
República Mexicana –Tratado de Moral Pública-, México, Colmex, 1999, 308 ps.
En un momento de su relato, María Luisa dijo con claridad que ella se intro-
dujo en conflictos ajenos (como el desalojo de vecinos en la Guerrero), no por-
que ella tuviera el riesgo de ser «lanzada», sino porque la gente despojada le recor-
daba a los estudiantes masacrados en Tlatelolco. Así, su participación fue ante
todo de adhesión, congruente con una posición moral ante cierto tipo de con-
flictos y una decisión de actuación.
¿Cuáles son los valores que rescata María Luisa en su relato y que conforman
su moralidad? El apoyo desinteresado a los demás, no soportar injusticias, orga-
nizarse, unirse, transformarse a sí misma y provocar cambios sociales.
Por otra parte, los valores de Josefina con respecto a la salud quedaron claros
cuando definió lo que es la salud popular. Lo que ella valoró de esta práctica es
que permite no sólo mejorar, solucionar o evitar la enfermedad, sino que cons-
truye organización, compromiso, solidaridad y el rescate y la valoración del saber
propio. Es decir, posibilita cambios profundos, aunque lentos, en la cultura y en
la organización social (sobre todo en las relaciones de poder) en sectores que han
sido históricamente menospreciados y excluidos. Y este doble resultado (permi-
tir la sobrevivencia y generar una convivencia armó-
María Luisa dijo con nica y justa) es congruente con los valores que la
misma Josefina considera como parte de su convic-
claridad que ella se ción cristiana.
introdujo en conflictos En otro aspecto, si se analiza con detenimiento los
dos relatos, se ve que la moralidad de las entrevistadas
ajenos porque la gente fue compartida con otras personas que provenían de
despojada le recordaba a diversos sectores sociales. Esto, junto con una con-
ciencia y una expectativa común, posibilitó que se
los estudiantes masacrados conformaran colectivos culturalmente distintos pero
en Tlatelolco que intentaron actuar en conjunto.
No obstante, la moralidad –construida a raíz de
una situación conflictiva– tuvo límites. Éstos fueron marcados por la presencia
de otro cuerpo de valores que había regulado la dinámica social en momentos
anteriores. Así, María Luisa participó en las actividades organizativas de Cananea
e intentó no ir en contra de ciertos cánones preestablecidos. Aunque mantuvo
una relación solidaria y amistosa con sus compañeros varones, ello no significó
que permitiera un vínculo moralmente inadecuado para una mujer casada.
A pesar de este esfuerzo, María Luisa tuvo problemas con su marido pues la
participación de ella y de su hija en Cananea implicó que estuvieran ausentes del
hogar sábados y domingos. El origen del conflicto fue que ambas rompieron con
un rol preestablecido, en este caso, de género: el esposo consideró que eran
162 «revoltosas» y que «no se quedaban en su casa como corresponde a las mujeres».
Esta situación llevó a María Luisa a elegir entre dos posibles caminos de actua-
ción: quedarse en su hogar –y ser una mujer «insignificante y pasiva»– o conti-
nuar participando en Cananea como una persona «responsable y comprometi-
da», aún cuando tuviera que lidiar con conflictos matrimoniales. María Luisa
escogió esto último.
Por su parte, Josefina vivió también conflictos en su congregación. Su decisión
de trabajar junto a los pobres, en concreto dentro del aspecto de la salud, la llevó
29. Ambas narraciones, así como la tesis de Amparo Sevilla, ofrecen ejemplos sobre cómo esta situa-
ción se vive en diferentes tipos de vínculos humanos como los de género, intergeneracionales, étni-
cos, de clase, etc. y también en distintos espacios sociales como los interpersonales, familiares, comu-
nitarios, institucionales, locales, regionales, etc.
ante las presiones de quienes intentan mantener las relaciones sociales preesta-
blecidas.
Esta decisión, no fácil, tiene siempre consecuencias. Optar por seguir retando
a un orden puede desencadenar una serie de conflictos a diversos niveles (inter-
personales, familiares, comunitarios, regionales). Lo que sucede en esencia es que
queda afectada toda una red y una lógica de dominación. Las consecuencias pue-
den ir desde el diálogo y la negociación hasta el enfrentamiento o la represión.
Al parecer, lo anterior sucedió no sólo en Cananea. También en San Miguel
Teotongo. De acuerdo con la antropóloga Eugenia Flores, que realizó una inves-
tigación con mujeres que tenían un proyecto de salud en esa colonia, si bien los
discursos y las prácticas que había en el MUP eran «liberadores», –pues intenta-
ban incidir en la transformación de las opresiones– en realidad en el interior de
este movimiento se reprodujeron estructuras y lógicas de opresión hacia las muje-
res que lo integraban, lo que representaba una contradicción.
De acuerdo con esta autora, desde 1977 hubo grupos de mujeres universita-
rias feministas, que desde organizaciones civiles, brindaron apoyo profesional y
recursos en San Miguel Teotongo. En 1984 se conformó en esta colonia un colec-
tivo femenino: el «Grupo de Mujeres en Lucha». Éste último se propuso incor-
porar a las demandas de la organización urbana popular las necesidades sentidas
por las mujeres, y que trataban principalmente de problemas de abasto, alimen-
tación, sexualidad y cuidado de la salud.30
Así, entre 1983 y 1988 al interior de la CONAMUP y de la organización polí-
tica Organización Internacional Revolucionaria Línea de Masas (OIR-LM), las
activistas y militantes del Grupo de Mujeres de San Miguel Teotongo y de otras
colonias defendieron la existencia de una problemática específica de las mujeres
del pueblo y la necesidad de la promoción de grupos de mujeres en el MUP.
Entre las actividades que se desarrollaron hubo diversos talleres, encuentros,
cursos y acciones que proporcionaron la reflexión y la elaboración de propuestas
educativas sobre la situación de la mujer y también acciones contra la violencia
intra y extradoméstica. Sobre todo en los años ochenta, cuando se recrudeció la
crisis económica que sufrió el país, las actividades de las mujeres organizadas per-
mitieron gestionar y movilizar diversos recursos para el MUP. El Grupo de
Mujeres en Lucha creció y llegó a aglutinar a cientos de mujeres en esta colonia.
Si bien el 80% de los integrantes del MUP eran mujeres, el liderazgo y la direc-
ción estuvo a cargo de hombres. Varios de ellos eran activistas universitarios que
habían participado en otras organizaciones y movimientos sociales (urbano
populares u obreros).
164 30. Las feministas que trabajaron en San Miguel Teotongo pertenecieron a una corriente dentro del
Movimiento Feminista Mexicano que optó por desarrollar un trabajo de educación popular. Su tra-
bajo en San Miguel recibió críticas del feminismo «puro» que cuestionaba sus acciones, porque en el
fondo reproducían el «deber ser» de las mujeres desde una ideología patriarcal. Sobre todo porque se
priorizaba acciones de «supervivencia» sobre aquellas que estaban encaminadas a una lucha contra la
opresión femenina. Para conocer más a fondo esta problemática véase: EUGENIA FLORES, Las muje-
res de los grupos de salud de las organizaciones urbanas populares: las mujeres del Comité de Salud de la
Unión de Colonos de San Miguel Teotongo, México, ENAH, Tesis de Maestría en Antropología Social,
1998, ps. 173–193.
31. Al parecer en menor medida hubo participación de la Corriente Socialista y la Liga Obrera
Marxista. Las comunidades eclesiales de base tuvieron también una incidencia importante. Véase A.
SEVILLA, Flor de Asfalto, ps. 40–47.
32. Para todo conocer más a fondo este proceso véase la tesis ya citada de Eugenia Flores.
son de suma importancia a largo plazo, pues permiten que se construyan nuevos
procesos y contextos sociales. De esta forma, se crean individuos con lógicas y
visiones diversas (para algunos de ellos nuevas), familias con dinámicas distintas,
vínculos intergeneracionales variables y, en general, creación o modificación de
comunidades o instituciones. Esto nos puede ayudar a explicar por qué de un
periodo histórico a otro, aún en coyunturas similares, las consecuencias sociales
son diferentes, pues las interacciones sociales entre grandes sectores humanos se
han transformado.
No obstante, lo que puede perpetuar un movimiento social es la presencia de
un conflicto no resuelto y la necesidad sentida por una parte de la sociedad de
que éste debe solucionarse. Lo que sucede cuando las personas obtienen un des-
enlace deseado, el movimiento se diluye, porque se considera que no es necesa-
rio continuar con una organización colectiva.
Pero vale la pena no perder de vista, que aún cuan-
Aún cuando un do un movimiento social aparentemente haya llegado
a su fin, los diversos tipos de experiencia que éste
movimiento social generó en múltiples grupos humanos pueden marcar,
aparentemente haya y mucho, el rumbo de acontecimientos posteriores. Y
que la moralidad estará presente en la forma de inter-
llegado a su fin, los pretar lo que ha sucedido en el tiempo.
diversos tipos de
¿Reivindicar o revolucionar?
experiencia que éste Pienso que los conceptos desarrollados en los apar-
generó en múltiples grupos tados anteriores ayudan a dar una primera respuesta a
algunos interrogantes acerca de por qué alguien
humanos pueden marcar, y intenta hacer un cambio social, cómo trata de hacer-
mucho, el rumbo de lo y qué consecuencias tiene su esfuerzo. A mi juicio,
también hacen posible la formulación de hipótesis
acontecimientos útiles para investigaciones futuras que se propongan
posteriores abordar estos problemas.
Como se puede observar, los relatos sugieren que
en este proceso se producen cambios a nivel personal y colectivo, de reflexión
interna y de actuación social. Ésta puede tener diversos matices, desde la lucha
personal o el apoyo solidario sin mayor involucración, hasta la participación
plena dentro de una organización social (comunitaria o nacional).
Al parecer, las personas que trataron de realizar cambios sociales pudieron
compartir cierto conjunto de valores. No obstante, la forma en que se interpretó
cómo deberían hacerse las transformaciones y hacia dónde tenía que encaminar-
166 se la sociedad fue muy diversa. Y en los sectores universitarios estuvo influencia-
da por diversas corrientes de pensamiento de tipo marxista.
No obstante, al revisar otros testimonios y realizar los primeros trabajos de
campo para mi investigación, llegué a la conclusión de que es necesario conside-
rar algunas cosas más. Si bien los conceptos conciencia, experiencia, moralidad,
expectativa y actuación son buenos recursos para aproximarse a la historia de las
vivencias personales relacionadas con las respuestas sociales colectivas, la inter-
pretación y el empleo que hacen los actores acerca de ellos es más complejo.
33. Se trató del II Taller Nacional de Experiencias del Desarrollo Local que se realizó del 6 al 8 de mayo
del 2003 en Tlalpan, Ciudad de México. Este encuentro fue en realidad la cuarta de seis etapas de
un proyecto más amplio denominado «Sistematización y proyección de los aportes de la sociedad
civil al desarrollo local». El objetivo del mismo ha sido el de realizar un proceso que permita gene-
rar condiciones de aprendizaje con el fin de mejorar la incidencia civil en el desarrollo local susten-
table. El eje básico para lograr lo anterior ha sido la interpretación de la experiencia de estos centros
a través de la «recuperación de la historia». Por medio de ésta última se ha tratado de ubicar cuáles
han sido las demandas sociales más sentidas por las comunidades apoyadas por estas organizaciones
y que han sido los puntos de partida para su trabajo. También reflexionar sobre cuáles han sido los
modos de incidencia en la transformación que han realizado y qué cambios y nuevas situaciones polí-
ticas se han generado en consecuencia.
Una de las metas de este proyecto es lograr que la sistematización obtenida sea querida y deseada por
las organizaciones protagonistas y no desde el punto de vista de los integrantes del equipo coordina-
dor. Todo esto se ha logrado a través de una serie de talleres donde los representantes de las organi-
zaciones civiles han revisado y han discutido lo sistematizado y han generado nuevos elementos de
reflexión. Si bien al inicio de este proyecto fueron convocadas cincuenta organizaciones civiles sólo
han participado treinta y cuatro. Además de estas últimas colaboran sectores académicos y profesio- 167
nales, el Instituto de Desarrollo Social de México (INDESOL), el CEAAL y la Fundación Ford. El
proyecto se inició en julio de 2002 con una duración planeada para dieciocho meses. Se espera que
los resultados de todo esto sean publicados en noviembre de este año. En este espacio no participan
grupos de salud popular.
34. Como por ejemplo: empoderamiento, dolor social, agravio social, misión de las organizaciones,
incidencia.
35. Para profundizar en el uso social del lenguaje, véase PETER BURKE, Hablar y callar. Funciones
sociales del lenguaje a través de la historia, Barcelona, Gedisa, 2001, 209 ps.
Una de ellas fue una sesión con todos los participantes. Durante ella, los coor-
dinadores señalaron que las organizaciones civiles participantes no habían com-
prendido del todo el objetivo de realizar una recuperación de la historia (actividad
que había sido llevada a cabo en etapas anteriores a este taller y cuyos resultados
se revisaron durante el mismo). Lo que estos últimos centros habían hecho era
una sistematización de la rememoración de varios miembros de las mismas orga-
nizaciones o comunidades apoyadas. Esta se basó en el recuerdo de aconteci-
mientos, personas, problemas, etc. No obstante, lo que esperaban los coordina-
dores era algo más analítico: la obtención de una serie de conceptos o ejes de
trabajo que posibilitaran, desde su punto de vista, la creación de estrategias de
acción de futuro.
Otra de las dinámicas consistió en discutir y comentar por equipos uno de los
tres ejes temáticos siguientes: la constitución de sujetos, la acumulación de poder
y la incidencia en el entorno social. Tuve la oportunidad de estar en el equipo que
discutió sobre la acumulación de poder. Pienso que durante este trabajo hubo dos
niveles de discurso. Por un lado, todos compartieron
la experiencia de haber visto cómo algunas personas o
Hubo consenso en el grupos habían logrado adquirir poder para decidir
sentido de que el sobre aquello que afectó directamente a sus vidas. Es
decir, hubo consenso en el sentido de que el empode-
empoderamiento es algo ramiento es algo que ocurre. Sin embargo, los matices
que ocurre. Sin embargo, acerca de cómo se lleva a cabo este fenómeno desper-
taron polémica.
los matices acerca de Para unos, los individuos primero adquirían poder
cómo se lleva a cabo este (es decir, se transformaban) y luego se organizaban
para poder hacer cambios. En ese sentido tiene que
fenómeno despertaron haber una toma de conciencia. Pero para otros, las
polémica personas adquieren conciencia y poder cuando parti-
cipan en la organización y no antes.
En otro aspecto, algunos comentaron que podía darse el caso de que fueran las
organizaciones civiles las que se empoderan y no las comunidades a las cuales
apoyan. De manera unánime pensaron que cuando esto sucede el esfuerzo ha
sido en vano.
A lo largo de la discusión surgieron dudas interesantes. Por ejemplo, se pregun-
tó si el empoderamiento es una capacidad que desarrolla al sujeto o bien al grupo.
Así mismo, se reflexionó sobre cuáles eran los procesos que pueden estimular ese
fenómeno. También se debatió si éste es algo permanente o momentáneo, si se acu-
mula, si se vive por igual en distintos contextos o si es factible medir todo eso.
168 Esta impresión acerca de la existencia de diversos tipos de discurso dentro de
los integrantes de un movimiento social fue un elemento que observó también
Amparo Sevilla. Ésta propone que las distintas argumentaciones que coexistían
en el movimiento urbano popular reflejaban formas diferentes de significar el
proceso vivido.36
Dentro de una gama de modelos culturales, Sevilla distinguió tres Uno de ellos
correspondería a los dirigentes, otro a los cuadros intermedios y el último a las bases.
Según su interpretación, hubo un cierto discurso que constituía una visión
«oficial». Ésta fue elaborada por los intelectuales–militantes y señalaba, dentro de
la organización, cuáles eran los procesos o problemas más importantes en el
movimiento, los mismos que poco a poco aparecían como los únicos reconoci-
bles. De forma consciente o no, se excluyeron otras cuestiones que se considera-
ron de poca relevancia. Así, dicho modelo cultural fue el punto de referencia
empleado para plantear líneas de acción y objetivos
de lucha. Diversas personas que han
En su tesis, Sevilla desarrolló poco el modelo de los
integrado o apoyado
cuadros intermedios, no así el de las base». Para esta
investigadora, este último tenía rasgos asociativos y movimientos sociales han
comunitarios (por ejemplo, la existencia de un siste-
tenido una formación
ma de redes de relaciones sociales) que estos grupos
habían construido desde hacía mucho tiempo. Y este universitaria y han
elemento fue de suma importancia para alcanzar cier-
analizado estos procesos a
ta efectividad en las acciones que mejoraba la organi-
zación. través de teorías
Sin embargo, también tuvo una cierta pobreza, ya
fundamentalmente
que según su opinión, los sectores populares urbanos
se enfrentaban a la carencia de condiciones materiales marxistas. Por ello, varios
con una lógica de supervivencia. Es decir, en contras-
de estos actores se han
te con las búsquedas revolucionarias de la dirección,
las bases sólo reivindicaban un orden social. esforzado para que este
La autora plantea así, que si bien en el interior de
tipo de movimientos se
este movimiento existió un discurso y unos ideales
compartidos (lo que hizo posible la creación de iden- dirijiese hacia lo que
tidad y la organización), de manera simultánea coe-
consideran la vía más
xistieron distintas lógicas y prácticas encontradas.
Pero en este punto quiero hacer una apreciación adecuada para alcanzar una
importante. Si bien hubo tensión entre los discursos
justicia social, sobre todo a
que analizó Sevilla, también la hubo en su propia
disertación. Así, dentro de las dos grandes lógicas que través de una incidencia en
detectó, se inclinó por una en particular, que consi-
el poder estatal
deró la correcta (la de los intelectuales militantes),
pues a su juicio, el modelo cultural de las bases populares no permitía la supera-
ción de la pobreza. Esta impresión guió el inicio de su investigación y su des-
arrollo durante un tiempo. 169
Así, congruente con su formación intelectual, Sevilla juzgó inicialmente el
movimiento urbano de acuerdo con los debates e inquietudes académicas del
momento y estudió, en especial, si este tipo de factor tendría la capacidad de
crear una cultura contrahegemónica que cambiara una estructura de domina-
ción.
En efecto. En la introducción de su tesis, Sevilla señaló que durante la pri-
mera etapa de su trabajo (hacia 1985), varios militantes y estudiosos del movi-
miento urbano popular discutían si era posible que el «nuevo sujeto social»
que se generaba podría ser potencialmente revolucionario y no sólo reivindi-
cativo.
Pero aquí, es necesario hacer una segunda indicación. Esta antropóloga no
se acercó «desde fuera» a su «objeto de estudio». Por el contrario, Sevilla era
no sólo investigadora sino también militante. Vivió en Cananea y participó
como intelectual en el movimiento. Fue así, al mismo tiempo actora y obser-
vadora.
Lo que ocurrió con esta autora me parece que refleja la forma en que se des-
envolvieron varios intelectuales y activistas sociales mexicanos en los años ochen-
ta y noventa. Así, diversas personas que han integrado o apoyado movimientos
como el urbano popular (o el de la salud popular) han tenido una formación uni-
versitaria. Esto ha permitido que observasen estos procesos a través de una lente,
que en parte, ha sido constituida con ideas procedentes de la teoría social con-
temporánea, sobre todo de las de inspiración marxista. Por ello, varios de estos
actores se han esforzado para que este tipo de movimientos se dirijiese hacia lo
que consideran la vía más adecuada para alcanzar una justicia social, sobre todo
a través de una incidencia en el poder estatal.
De esta forma tengo la impresión de que ha sido relativamente común que
personas, digamos de sectores medios profesionalizados, hayan influido en varios
de los movimientos sociales recientes. En algunos casos incluso estos individuos
han militado de manera activa en partidos de izquierda. Así, ciertas lógicas y cier-
tos discursos parecen haber sido compartidos en todos estos espacios, a la vez que
se dio una estrecha relación entre los procesos que se desarrollaron en universi-
dades, en algunos partidos políticos y en algunos movimientos sociales, por lo
menos en el caso mexicano. Creo, además, que este vínculo ha sido poco inves-
tigado.
Percibo que esto ocurre todavía, sobre todo entre las personas que integran las
organizaciones civiles. No obstante, pienso que la forma en que estos grupos han
conceptualizado su forma de hacer una revolución ha cambiado.
Si retomamos el caso de Sevilla, observaremos que a lo largo del estudio sus
apreciaciones fueron variando. Así, los datos empíricos que recabó a lo largo de
los años y la lectura de otros autores, la llevaron a cuestionar su punto de vista
inicial y a sostener en su escrito final que incluso dentro del sector «reivindicati-
vo» se daban transformaciones sociales importantes. Y en este sentido, lo «revo-
lucionario» era algo más amplio que no se reducía al ámbito del poder político,
sino que abarcaba un espectro mayor de la vida social.
Mi hipótesis es que hacia los años cincuenta a setenta, la idea de una revolu-
170 ción social implicaba para varios sectores de izquierda el control del Estado
(incluso por la vía armada). Y se consideraba que después de esto se podría dar
«conciencia revolucionaria y educación al pueblo».
Pero en décadas posteriores –sobre todo en los años sesenta a setenta– hubo
grupos de izquierda convencidos que no era posible construir cambios radicales
sin partir de lo que quiere y busca la propia gente, de tal manera, que varios pro-
yectos sociales iniciados en esa época iban enfocados a apoyar la edificación de
un proceso revolucionario construido desde las inquietudes y los anhelos de las
personas que sufrían algún tipo de asimetría social. Además, este cambio se podía
dar de forma concreta y gradual y no necesariamente de manera rápida (o inclu-
so violenta).
No obstante, en la práctica, los sectores medios jamás renunciaron a la posibi-
lidad de influir y dar dirección al proceso. Y también, en el fondo, esperaron ver
cambios políticos fuertes de manera inmediata. Cuando esto no se dio, se pensó
que este tipo de procesos era reivindicativo.
Creo que ya nadie se plantea en la actualidad hacer un cambio radical a partir
de la «toma del Estado por parte del proletariado». Como lo muestran las preo-
cupaciones de los representantes de las organizaciones que asistieron al taller al
que me referí al inicio de este apartado, las metas inmediatas de estos sectores se
han modificado, aunque no la gran expectativa. No han renunciado a alcanzar el
poder estatal y a incidir en la política social. Pero ahora esto se realiza de forma
más puntual y modesta, aunque continua y con la intención de que sea un pro-
ceso creciente. Así, lo que se busca en estos momentos es tener una incidencia
local.
no popular han tenido un desarrollo lineal. Lo mismo parece haber sucedido con
las organizaciones civiles encargadas de un desarrollo local. Todas estas fuentes
muestran que hubo momentos de desintegración, conflictos de poder, tempora-
das de acción y otras de desmovilización, etc.37
Sin embargo, pienso que los investigadores sociales –e incluso los propios acto-
res de estos movimientos– han comprendido poco y valorado aún menos en qué
consiste una verdadera revolución. Si bien pueden existir diversas vías para cons-
truirla, los cambios realmente trascendentes y profundos se dan cuando lo que se
va revolucionando es la actuación social en todos los planos sociales. Es decir,
cuando se van quebrando todos los rincones de una estructura de dominación
excluyente y se construyen nuevas tramas (basadas en un cuerpo de valores dife-
rente), que llevan a la creación de relaciones sociales de igualdad y respeto en
cualquier espacio y momento social. Y así, se va erigiendo una actuación con-
gruente entre la vida cotidiana y la participación cívica y política, sobre todo en
lo que toca a la relación con «el otro».
Paradójicamente esto es algo que, a mi juicio, se ha ido llevando a cabo en
la historia de estos movimientos. Es decir, que a pesar de haberse creado nue-
vos conflictos a partir de una actuación social, o
Los cambios trascendentes bien a partir del aparente fracaso de algunos movi-
mientos, se han ido conformando nuevas lógicas
y profundos se dan cuando culturales y juegos de fuerzas que han cambiado la
lo que se va revolucionando sociedad de forma paulatina. En este sentido los
actores que han intentado hacer una revolución cre-
es la actuación social en aron (a costa de muchos problemas y contradiccio-
todos los planos sociales nes), lo que Gallardo denomina un programa políti-
co. Lo anterior ayuda explicar cómo van cambiando
los contextos sociales y por qué surgen respuestas distintas en el tiempo (por
ejemplo a problemas viejos). Esto no ha sido percibido ni apreciado por los
propios actores de los movimientos sociales ni tampoco por los investigadores
que los estudian.
Los testimonios muestran que en este proceso ocurrieron fenómenos distintos.
Uno de ellos tiene que ver con la forma en que varios sectores «leyeron» y refle-
xionaron acerca del entorno social. También de que en todo esto coexisten dife-
rentes lógicas culturales que llevan a entender el problema social de diversas for-
mas. De igual manera, que ocurre en realidad que un movimiento social puede
estar conformado por un conjunto heterogéneo de individuos o grupos, en rea-
lidad se trata de múltiples pequeños procesos.
Lo que puede unirlos está relacionado, por una lado, con la posición moral
172
37. En el caso de la salud popular otras fuentes primarias también permiten ver que el desarrollo en
el tiempo de algunas organizaciones civiles ha sido desigual. Así, un escrito generado por la directo-
ra de una de estos centros (Carolina Grajales de la Red de Servicios para los Grupos de Salud Popular
o PRODUSSEP) propuso la existencia de cinco etapas por las que ha pasado su organización y pro-
pone que hubo un periodo de crecimiento y maduración, pero también lapsos de crisis, rompi-
mientos y reencuentros. CAROLINA GRAJALES, Proceso histórico de PRODUSSEP, (México, documen-
to personal sin clasificación, 2002), 5 ps.
que éstos toman ante el conflicto y por otro por la presencia de una conciencia
respecto a él. También influye el compartir a grandes rasgos una expectativa
común. Sin embargo, los detalles con respecto a esta última y las estrategias y
acciones llevadas a cabo para alcanzarlas son diversas y a veces encontradas.
Los intentos de resolver una problemática concreta, tocan –forzosamente– las
tramas sociales que edificaron un sistema de dominación. Y pueden derivar en el
surgimiento de una serie de dificultades sociales, en especial cuando se alteran
lógicas, formas de interrelación humana o el desempeño de roles sociales relati-
vos al poder.
En todo este proceso parece haber existido un cuestionamiento constante
sobre la actuación de los otros y la de uno mismo. Lo vivido y lo realizado por
uno y por los demás pudo ser analizado y generar conocimiento. Y en general,
conformó lo que la gente denomina la experiencia.
Aun cuando un colectivo haya fracasado en sus
esfuerzos por transformar una realidad, o bien, éste se La experiencia es un
desintegre cuando se considera que se han alcanzado
ciertas metas, el elemento que puede conservarse en el elemento de suma
tiempo es la experiencia. Al parecer, ésta ha sido en importancia que puede unir
algunos movimientos intencionalmente intercambiada
y transmitida, ya que se ha visto que puede potenciar a diferentes grupos
la actuación social. Incluso se han creado metodologí- humanos a través del
as e instituciones que lo facilitan. Así, la experiencia es
un elemento de suma importancia que puede unir a tiempo y del espacio y
diferentes grupos humanos a través del tiempo y del puede ayudarnos a
espacio y puede ayudarnos a encontrar rupturas y con-
tinuidades entre diversos movimientos sociales. encontrar rupturas y
Me gustaría agregar algunas palabras con respecto continuidades entre
a los testimonios de María Luisa y Josefina. Es posi-
ble que ellas hayan hecho algún tipo de idealización diversos movimientos
en lo que respecta a su propia actuación, a la de algu- sociales
nas personas en concreto, a la de las organizaciones,
etc. En sus testimonios se observa una gran consistencia, sobre todo, con respec-
to a sus actuaciones personales. En apariencia ninguna de las dos tuvieron
momentos de duda, omisión o contradicción.
También es factible que en sus relatos encontremos partes de «discursos ofi-
ciales» que reflejen los consensos de grupo y no siempre los disensos. Todo esto
son elementos a considerar en las investigaciones que pretenden profundizar en
la historia de los movimientos sociales latinoamericanos y caribeños recientes.
Cruzar diversas fuentes para poder analizar las consecuencias concretas que ha 173
tenido la actuación colectiva de estas respuestas sociales es un elemento indis-
pensable en la investigación. No obstante, el empleo de la historia oral permite
vislumbrar ciertos cambios de mentalidades y comportamientos entre generacio-
nes, géneros, organizaciones, comunidades, etc., que probablemente en otras
fuentes no sería tan evidente.
Si bien casos como los de María Luisa o Josefina no pueden ser generaliza-
dos sí permiten observar las formas en que varias personas han hecho política
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DIETZ, GUNTHER, «Un nuevo actor en movimiento: hacia un estudio antropo-
lógico de las organizaciones no gubernamentales», Dimensión Antropológica,
año 6, vol. 17, (México, septiembre-diciembre 1999), ps. 147-180.
Convocatoria
Por tercera vez, y primera en el nuevo siglo, invitamos a los historiadores del
mundo a peregrinar a Santiago de Compostela en el Xacobeo 2004 para refle-
xionar, y debatir juntos, sobre el estado de la disciplina de la historia y su rela-
ción con la historia inmediata.
La historia que se investiga, se enseña y se divulga, no puede ni debe quedar
al margen del momento de aceleración histórica, y por lo tanto historiográfica,
que estamos viviendo.
Nos interesan las últimas novedades sobre el método y la teoría de la historia,
la historiografía y la relación historia /sociedad.
Buscamos profundizar en la elaboración de una alternativa historiográfica y
global para el siglo XXI que asegure una nueva primavera para el oficio de histo-
riador y la escritura de la historia, que contribuya al fin histórico de un futuro
mejor para toda la humanidad, contamos para ello con la red temática Historia
a Debate y la colaboración de 340 entidades académicas de 27 países.
Temas
I. RECONSTRUCCIÓN DEL PARADIGMA HISTORIOGRÁFICO
II. HISTORIOGRAFÍA GLOBAL
1. Historiografía digital
2. Entre historiografías
III. PARADIGMAS SINGULARES
1. Historia mixta como historia global
2. Historia mundial como historia global
3. Nuevas formas de compromiso historiográfico
4. ¿Es posible una Historia Inmediata? 177
5. Los fines de la historia, hoy
IV. HISTORIOGRAFÍA Y ACTUALIDAD
1. Historia y democracia
2. Historia y derechos humanos
3. Formación histórica del sujeto político
4. Idea histórica de España
5. Memoria histórica activa
178
Resumen
En la década de 1990, se produjo en Venezuela una intensificación tanto de
los niveles de violencia cotidiana como de las operaciones de corte ideológico
basadas en la acusación indiscriminada a los pobres como causa última y deter-
minante de esta situación. Este proceso dio como resultado la criminalización a
gran escala de los pobladores de los barrios, especialmente los jóvenes. La pro-
ducción masiva de estigma social se complementó con medidas estatales represi-
vas. Basándose en un trabajo de campo de un año entre espiritistas venezolanos
del culto de María Lionza, este trabajo discute un aspecto relevante del trauma
social que se está alimentando bajo la sombra de estos sucesos. El culto de María
Lionza es una forma de popularidad religiosa emergente donde surgen constan-
temente nuevas formas de corporalidad. En el mencionado contexto, los
médiums activaron en el panteón místico a los espíritus malandros –delincuen-
tes–. Estos espíritus, que calaron inmediatamente entre los médiums más jóve-
nes, diagraman el trágico encuentro de las clases humildes venezolanas con el
último cambio de siglo.
Palabras Clave: Violencia, marginación, espiritismo, Venezuela.
Resumen
El presente artículo se centra en el posicionamiento del espiritismo en
Cataluña a finales en el siglo XIX, un importante movimiento socioreligioso,
ante la violencia: por una parte, ante la violencia institucionalizada en el proceso
de industrialización de la sociedad capitalista; y, por otra, ante el uso político de
la violencia que llevan a cabo determinados sectores del anarquismo en Cataluña.
Así, se constata la ambigüedad del movimiento espiritista en ese ámbito. La inter-
pretación de tal ambigüedad remite a la tremenda encrucijada en que se encon-
trarían sus practicantes, a medio camino de una sociedad que está desestructu-
rándose y de otra que está preestructurándose bajo las formas de una utopía de
contenidos racionalizadores y colectivistas.
Palabras Clave: Espiritismo, anarquismo, violencia, antropología de la religión,
historia contemporánea
Resumen
En este trabajo analizamos uno de los itinerarios que recorrieron los estudios
antropológicos sobre la noción de persona. Partimos del trabajo clásico de Marcel
Mauss en el que el autor traza la genealogía de la noción de persona señalando
Abstract. The person and the self. The representation of the Other
In this paper we analyse one of the itineraries that anthropological studies
about the notion of person have carried out. We start from Mauss’s classic work
where he elaborates a genealogy of the notion of person showing its historical
character and its variations in different societies. From his distinction between
personage’s notion and self ’s category, other authors after him had analysed the
representations of the notion of person in societies categorised as ‘sociocentric’
(with special accent on the personage) and ‘egocentric’ (with special accent on
the self ). Here we follow the way of different authors and theories showing how
the dimensions that constitute the person as personage and as self do not neces-
sarily represent an evolution but can be manifested in the same society and even
in the same notion of person.
Key words: Notion of person, self, Mauss, sociocentrism and egocentrism.
Resumen
Este artículo analiza la forma como se articulan la dimensión social, temporal
y espacial en los relatos de vida producidos por indígenas mexicanos que han
migrado hacia Estados Unidos. La primera dimensión es estudiada a través de la
distinción de los episodios de vida: el lugar de origen en términos geográficos e
históricos, su condición de migrantes, donde resalta su experiencia del cruce de
la frontera nacional y la importancia de la vida comunitaria tanto en el lugar de 181
origen como en el lugar donde migran. La dimensión temporal fue analizada a
través de los horizontes temporales implicados en las relaciones con los antepa-
sados, los contemporáneos y los sucedáneos. Finalmente la dimensión espacial
fue analizada a través de las marcas geográficas en la narrativa. El análisis con-
junto de estas tres dimensiones permitió evaluar la importancia adquirida por la
dispersión geográfica en la reelaboración de la identidad colectiva.
Palabras Clave: Migraciones, identidad, relato de vida, México, EE UU.
Resumen
Este artículo es una nueva valoración de la dicotomía entre las nociones de pri-
vado y de público tal com se propuso para la Edad Moderna en Europa y, parti-
cularmente, en la Historia de la vida privada, la obra colectiva editada por
Philippe Aries y Georges Duby.
Como nueva valoración está basada en diferentes perspectivas: el reto lanzado
a los conceptos europeos por las «historias de la vida privada» publicadas en
Brasil, Uruguay y Argentina, un retorno al fecundo libro de Reinhart Koselleck,
un análisis de la construcción por la Ilustración de la oposición entre esfera públi-
ca y vida privada, y una posible reformulación en sentido contrario al usar el con-
cepto de habitus de Norbert Elias y Pierre Bourdieu.
Palabras Clave: Público, privado, vida privada, Ilustración, Edad Moderna,
historiografía.
Abstract. Free time. Leisure and daily life in the Hispanic world of the modernity
This essay is a reappraisal of the dichotomy between the notions of private and
public as it was proposed for Early Modern Europe and particularly in the
History of Private Life, the collective multi-volumes series edited by Philippe Aries
and Georges Duby.
182 Such a reappraisal is based on different perspectives: the challenge launched to
European concepts by the «histories of the private life» published in Brazil,
Uruguay and Argentina, a return to Reinhart Koselleck seminal book, an analy-
sis of the construction by the Enlightenment of the opposition between public
sphere and private life, and a possible reframing of such an opposition using
Norbert Elias and Pierre Bourdieu’s concept of habitus.
Keywords: Public, private, private life, Enlightenment, Modern Ages, historio-
graphy.
Resumen
La relación entre dos disciplinas del ámbito humanístico como son la historia
y la literatura se ha dado tradicionalmente bajo la forma de la Historia literaria.
El positivismo decimonónico imaginó un método por el que una obra literaria
podía ser comprendida como un documento capaz de iluminar o ilustrar la natu-
raleza de un determinado periodo histórico. Hoy, una vez la historia literaria está
ya en franco retroceso, podemos contemplar esa relación entre ambas desde una
nueva perspectiva que abrieron tanto el debate historiográfico como la teoría y la
crítica literaria. Vemos en ambas, aunque reconozcamos en ellas dos modalidades
bien diferenciadas, una común naturaleza discursiva y unas mismas estrategias
narrativas que las hermanan. Aquello que persiguen las dos, aunque una lo haga
de forma directa y la otra de forma indirecta, es «representar» la realidad. Es decir,
dotar de significado a la realidad.
Palabras Clave: Literatura, historia, historiografía, crítica literaria.
Resumen 183
A partir del concepto de abogado y de su evolución en el tiempo, se sostiene
que el profesional del derecho durante sus estudios y en el ejercicio de su profe-
sión ha de enfrentarse, muy a menudo, con la necesidad de conocer la historia de
un hecho, de unas leyes o de un periodo determinado y encuentra en ello moti-
vos para sentirse incentivado para escribir sobre los aspectos que le suscita el pasa-
do. Además de ofrecer ejemplos de importantes hombres de leyes que se inclina-
ron por la historia y encontraron así su auténtica vocación, se refiere a las
Resumen
El artículo explora si en sociedades como la mexicana han existido formas dife-
rentes de hacer política. Presenta elementos empíricos para facilitar la generación
de preguntas e hipótesis de futuras investigaciones sobre movimientos sociales
recientes. Se empleó el testimonio oral de dos mujeres integrantes de dos dife-
rentes movimientos nacionales. El análisis se guió de cinco conceptos presentes
en los relatos. Estos muestran las transformaciones personales sufridas por estas
personas y que permiten explicar su actuación social. Los testimonios muestran
que en esta lucha de individuos y colectivos por ser sujetos es indispensable revo-
lucionar todos los vínculos humanos donde ha predominado la exclusión. Así, lo
«revolucionario» no se reduce al ámbito del poder político estatal sino que impli-
có un cambio cultural. Se propone que esto ha sucedido en movimientos como
los mencionados. La historia oral posibilita vislumbrar cambios de mentalidades
y comportamiento que en otras fuentes no es tan evidente.
Palabras Clave: Fuentes orales, metodología, mujeres, movimientos sociales,
política, México.
185
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Nº 31 Laberintos
página
Memorias afligidas
Francisco Ferrándiz Martín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
La persona y el ser
Florencia Tola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Identidad y migración
Laura Velasco Ortiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
A propósito de R. Chartier
Frederic Chordá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Verdad narrada
Alex Matas Pons . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
HA
FO
Institut de Cultura