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La España prerromana
Textos de historia del derecho español (Enero 2002)

Id. vLex: VLEX-269092


http://vlex.com/vid/269092

Resumen

Texto

ESPAÑA HACE DOS MIL AÑOS SEGÚN LA GEOGRAPHIA DE ESTRABÓN (III,1,6) «La parte del
litoral adyacente al Hierón Akrotérión [Cabo San Vicente] forma el comienzo del lado occidental de
Ibería, y va por una parte desde la desembocadura del río Tágos [Tajo] hasta el comienzo del lado
meridional, y por la otra el río Ánas [Guadiana] y su desembocadura. Ambos proceden de la parte de
Levante; pero el primero, mucho mayor que el otro, corre derecho hacia Poniente, mientras que el Ánas
vuélvese hacia el Mediodía, formando así entre ambos una «mesopotamía», cuya población está
integrada en su mayor parte por kelticoí [celtas] y algunas tribus de lysitanoí [lusitanos], trasladadas por
los rhomaíoi [romanos] a la orilla opuesta del Tágos. En las zonas altas habitan los karpetanoí
[carpetanos], oretanoí [oretanos] y ouéttones [vetones] en gran número. Este país es regularmente fértil;
pero aquel que le sigue hacia el Oriente y el Mediodía no cede a ninguno de los más ricos territorios de
la oikouméne por las excelencias de sus bienes, tanto terrestres como marítimos. Esta región es la que
riega el río Baítis [Guadalquivir], que tiene principio en los mismos parajes del Anas [Guadiana] y el
Tagos [Tajo] y que, por su tamaño, figura entre estos dos. Corre, igual que el Anas, primero hacia
Occidente; después dobla hacia el Mediodía, desembocando en el mar por las mismas playas que aquél.
Dicha región se llama Baitiké [Bética], del nombre del río, y Tourdetanía, del nombre del pueblo que la
habita; a estos habitantes llámaseles tourdetanói y tourdoúloi, que unos creen son los mismos; mas según
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otros, dos pueblos distintos. Polybos está entre estos últimos, pues dice que los tourdetanoí tenían como
vecinos por su Norte a los tourdoúloi. Hoy día no se aprecia ninguna diferencia entre ambos pueblos.
Tienen fama de ser los más cultos de los íberes; poseen una grammatiké, y tienen escritos de antigua
memoria, poemas y leyes en verso, que ellos dicen de seis mil [¿años?1]. Los demás íberes tienen
también su grammatiké; mas ésta ya no es uniforme, porque tampoco hablan todos la misma lengua.
Dicha comarca, sita al lado de acá del Ánas, se extiende hacia el Este hasta la Oretanía, y por el Sur
hasta la costa comprendida entre las bocas del Ánas y las Columnas. Pero es necesario hablar de ella más
ampliamente, así como las regiones contiguas, y de la cuantía de lo que contiene, con el fin de dar a
conocer la fertilidad y la excelencia de sus regiones».

...

III,2,1. «La Tourdetanía, a la cual riega el río Baítis, extiéndese al interior de esta costa por la parte de
acá del Ánas. Se halla limitada al Occidente y al Septentrión por el curso del Ánas; al Oriente y al
Septentrión por el curso del Ánas; al Oriente, por parte de los Karpetanoí y algunos oretanoí; hacia el
Mediodía, por los batetanoí, que habitan la estrecha faja costera que se extiende de Kálpe [Gibraltar] a
Gádeira y del Mar Exterior hasta el Ánas. También pueden adscribirse a ella los bastetanoí, de los cuales
dije ya que habitaban en la Tourdetanía, así como las gentes que ocupan el otro lado Ánas, y gran parte
de sus vecinos. Tanto en su latitud como en su longitud, el tamaño de esta región no excede de los dos
mil estadios [400 kms. aprox.], las ciudades son, empero, numerosísimas, pues dicen ser doscientas. Las
más importantes por su tráfico comercial son las que se alzan junto a los ríos, los esteros o el mar. Entre
ellas destacan Kórdyba [Córdoba], fundación de Makéllos [Marcellus, 152 a.C.], y por su gloria y
poderío, la ciudad de los gaditanoí [gaditanos]; ésta sobresale además por sus empresas marítimas y su
adhesión a su alianza con los rhomaínoi [206 a.C.]; y aquélla, que domina un gran trecho del Baítis, por
la fecundidad y amplitud de su territorio. Habitáronla desde el comienzo un núcleo selecto de rhomaínoi
y de indígenas vecinos, pues fue ésta la primera colonia que los rhomaínoi enviaron a dicho territorio
[Itálica, junto a Santiponce]. La más ilustre después de esta ciudad y de la de los gaditanoí, es Hispalis
[Sevilla], también fundación de los rhomaínoi. Su emporio aún hoy pervive; pero su importancia ha sido
superada desde que hace poco se establecieron en Baítis [¿Itálica?] soldados de Kaísar [Cesar], colonia,
sin embargo, no muy ilustre en su fundación».

...

III, 2, 15. «Tienen los tourdetanoí, además de una tierra rica, costumbres dulces y cultivadas, debidas a
su vecindad con los keltikoí, o como ha dicho Polybios, a su parentesco, menor, no obstante, para
aquellos, pues la mayor parte viven en aldeas. Sin embargo, los toudetanoí, sobre todo los que viven en
las riberas del Baítis, han adquirido enteramente la manera de vivir de los rhomaínoi, hasta olvidar su
idioma propio; además, la mayoría de ellos se han hecho latínoi, han tomado colonos rhomaínoi, y falta
poco para que todos se hagan rhomaínoi. Las ciudades ahora colonizadas, como Paxaugoústa [Beja],
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entre los Keltikoí; Augoústa Emérita [Mérida], entre los tourdoúloi; Kaisaraugoústa [Zaragoza], entre los
keltíberes, y otras semejante, muestran bien claro el cambio que se ha operado en su constitución
política. Llámase togátoi a los íberes que han adoptado este régimen de vida; los keltíberes mismos son
hoy día entre ellos, aunque hayan tenido fama en otro tiempo de ser más feroces. Tal es lo que tenía que
decir de éstos».

...

III,3,7. «Todos estos habitantes de la montaña son sobrios: no beben sino agua, duermen en el suelo, y
llevan cabellos largos al modo femenino, aunque para combatir se ciñen la frente con una banda. Comen
principalmente carne de cabrón; a Áres sacrifican cabrones, y también cautivos y caballos; suelen hacer
hecatombes de cada especie de víctima, al uso griego, y por decirlo al modo de Píndaros, inmolan todo
un centenar. Practican luchas gymnicas, hoplíticas e hípicas, ejercitándose para el pugilato, la carrera, las
escaramuzas y las batallas campales. En las tres cuartas partes del año los montañeses no se nutren sino
de bellotas, que, secas y trituradas, se muelen para hacer pan, el cual puede guardarse durante mucho
tiempo. Beben zythos [cerveza], y el vino, que escasea, cuando lo obtienen se consume enseguida en los
grandes festines familiares. En lugar de aceite usan manteca. Comen sentados sobre bancos construidos
alrededor de las paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades; los alimentos se hacen
circular de mano en mano; mientras beben, danzan los hombres al son de flautas y trompetas, saltando
en alto y cayendo en genuflexión. En Bastetanía las mujeres bailan también mezcladas con los hombres,
unidos unos y otros por las manos. Los hombres van vestidos de negro, llevando la mayoría el ságos
[mantos de lana], con el cual duermen en sus lechos de paja. Usan de vasos labrados en madera, con los
keltoí [vasos de madera]. Las mujeres llevan vestidos con adornos florales. En el interior, en lugar de
moneda practican el intercambio de especies o dan pequeñas láminas de plata recortadas. A los
criminales se les despeña, y a los parricidas se les lapida, sacándolos fuera de los límites de su patria o de
su ciudad. Se casan al modo griego. Los enfermos, como se hacía en la antigüedad entre los assyrioi, se
exponen en los caminos para ser curados por los que han sufrido la misma enfermedad. Antes de la
expedición de Broútos [138-137 a.C.], no tenían más que barcas de cuero para navegar por los estuarios
y lagunas del país; pero hoy usan ya bajeles hechos de un tronco de árbol, aunque su uso aún es raro. Su
sal es purpúrea, pero se hace blanca al molerla. Así viven estos montañeses, que, como dije, son los que
habitan en el lado septentrional de Iberia; es decir los ouáskones y el Pyréne, todos los cuales tienen el
mismo modo de vivir. Podría hacer la lista de estos pueblos más larga; pero renuncio a una descripción
aburrida, pues a nadie le agradaría oír hablar de los pleútauroi, bardyétai, allótriges, y otros nombres
menos bellos y más ignorados».

III,3,8. «Su rudeza y salvajismo no se deben sólo a sus costumbres guerreras, sino también a su
alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estas tierras son largos, y esta
dificultad de comunicaciones les ha hecho perder toda sociabilidad y toda humanidad. Sin embargo, hoy
el mal es menor gracias a la paz y a la llegada de los rhomaínoi. Allí donde estas dos ventajas no han
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penetrado, conservan un carácter más feroz y brutal, sin tener en cuenta que esta disposición natural
entre la mayoría de ellos ha podido aumentarse por causa de la aspereza del país y el rigor del clima.
Más, repito, todas estas guerras están hoy día acabadas; los mismos kántabroi, que de todos estos
pueblos eran los más aferrados a sus hábitos de bandidaje, así como las tribus vecinas, han sido
reducidos por Sebastos Kaíser [Cesar Augusto]; y ahora, en lugar de devastar, como antes, las tierras de
los aliados del pueblos romano, llevan sus armas al servicio de los mismos rhomaínoi, como acaece
precisamente con los koniakoí y con los plentouísoi, que habitan hacia las fuentes del Íber [Ebro].
Tibérios [Tiberio], además, por indicación de Sebastós Kaísar, su predecesor, ha enviado a estas tierras
un cuerpo de tres legiones, cuya presencia ya ha hecho mucho no sólo pacificando, sino también
civilizando una parte de estos pueblos».

III,4,17. «También podrían tenerse como formas bárbaras los ornamentos de algunas mujeres,
ornamentos que describe Artemídoros [100 a.C.]. En ciertas regiones ŒdiceŒ llevan collares de hierro
con garfios que se doblan sobre la cabeza, saliendo mucho por delante de la frente; en estos garfios
pueden, a voluntad, bajar el velo, que al desplegarlo por delante sombrea el rostro, lo que tienen por cosa
de adorno. En otros lugares se tocan con un tympánion redondeado por la parte de la nuca y ceñido a la
cabeza por la parte de las orejas, el cual disminuye poco a poco de altura y anchura. Otras se depilan la
parte alta de la cabeza, de modo que resulta más brillante que la frente. Finalmente, otras se ciñen a la
cabeza una pequeña columnilla de un pie de altura, alrededor de la cual enrollan sus cabellos, que luego
cubren con un manto negro. Junto a estas extrañas costumbres, se han visto y se han dicho muchas cosas
acerca de todos los pueblos ibéricos en general, y en particular de los septentrionales, y no sólo sobre su
bravura, sino también sobre su dureza y su rabia bestial. Se cuenta, por ejemplo, que en las guerras de
los kántabroi, las madres mataron a sus hijos antes de permitir cayesen en manos de sus enemigos. Un
muchacho cuyos padres y hermanos habían sido hechos prisioneros y estaban atados, mató a todos por
orden de su padre con un hierro del que se había apoderado. Una mujer mató a sus compañeras de
prisión. Un prisionero que estaba entre guardianes embriagados, precipitose en la hoguera. Todos estos
rasgo se cuentan también de los pueblos keltikoí, thrákioi y skythai; como cosa común entre ellos, la
valentía, no sólo en los hombres, sino también en las mujeres. Éstas cultivan la tierra; apenas han dado a
luz, ceden el lecho a sus maridos y los cuidan. Con frecuencia paren en plena labor, y lavan al recién
nacido inclinándose sobre la corriente de un arroyo, envolviéndole luego. Dice Poseidónios que en la
nación ligura oyó referir a un cierto Charmóleos, ciudadano massalliota, huésped suyo, que habiendo
tomado para cavar un campo a hombres mujeres a jornal, una de éstas, que había sentido los anuncios
del parto, por no perder el salario, se apartó cerca del lugar donde trabajaba, dio a luz y se volvió al
punto a su tarea. [Charmóleos] se dio cuenta de que trabajaba con dificultad; pero no sospechaba la
causa, hasta que lo supo luego de la jornada, y entonces la pagó y la despidió. Ella llevó al niño a la
fuente, lo lavó, lo envolvió en lo que tenía y lo llevó a su casa salvo».

III,4,18. «Se cuenta también de los kántabroi este rasgo de loco heroísmo: que habiendo sido
crucificados ciertos prisioneros, murieron entonando himnos de victoria. Tales rasgos denotan cierto
salvajismo en sus costumbres; mas otros, sin ser propiamente civilizados, no son, sin embargo, salvajes.
Así, entre los kántabroi es el hombre quien dota a la mujer, y son las mujeres las que heredan y las que
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se preocupan de casar a sus hermanos; esto o constituye una especie de gynaikokratía, régimen que no es
ciertamente civilizado. Costumbre ibérica es también la de llevar un veneno obtenido de cierta planta
parecida al apio y que mata sin dolor, con lo que tienen un remedio siempre pronto contra los
acontecimientos imprevistos; igualmente es costumbre suya el de consagrarse a aquellos a quienes se
unen, hasta sufrir la muerte por ellos».

LOS CELTÍBEROS

«V,33. Como ya hemos hablado suficientemente de los celtas, trasladaremos la historia a sus vecinos los
celtíberos. Pues éstos, los iberos y los celtas, después de guerrear en otro tiempo unos contra otros por
motivo de la tierra, se habían reconciliado después y habitado la tierra en común, e incluso habían
convenido entre ellos alianzas matrimoniales, y por su mezcla recibieron precisamente este nombre.
Como se mezclaron dos pueblos fuertes y era fértil la tierra que poseían, ocurrió que los celtíberos
llegaron a adquirir amplia celebridad e incluso, tras haberse resistido durante largo tiempo a los romanos,
sólo con dificultad fueron vencidos. Según parece, ellos presentan en los combates no sólo excelentes
jinetes, sino también un ejército de infantes que se distinguen por su vigor y firme destreza. Estos suelen
llevar unos ásperos sayos negros y que tienen la lana semejante al vellón de las ovejas. Algunos
celtíberos van armados de ligeros escudos alargados, al estilo galo, y otros con escudos circulares de
mimbre que tienen el tamaño de los áspides, en torno a las piernas se enrollan grebas de crines, en las
cabezas se ciñen cascos de bronce adornados con penachos de color púrpura. Usan espadas de doble filo
y forjadas en excelente hierro, llevando puñales de un palmo de los que se sirven cuando se traba el
encuentro en los combates. Algo particular es en ellos su modo de preparar las armas ofensivas. Esto es:
ocultan bajo tierra unas láminas de hierro y las dejan así hasta que el orín que nace por efectos del
tiempo consume la parte más débil del hierro y queda la parte más sólida, de la cual fabrican magníficas
espadas y todo lo demás que concierne a la lucha. Y el arma así hecha es capaz de hendir todo lo que
caiga bajo ella, su golpe no lo resisten ni el escudo, ni el casco, ni el hueso por la extremada calidad del
hierro. Como se valen de dos modos de lucha, cuando obtienen la victoria habiendo luchado a caballo,
saltando a tierra y adoptando el orden de tropa a pie, entablan luchas admirables. Tienen, por otra parte,
una singular y extraña costumbre; pues, siendo cuidadosos de sí y limpios en su modo de vivir, practican
un sólo hábito de mal gusto, repugnante y que participa de gran suciedad; pues en toda ocasión bañan su
cuerpo en orín y frotándose incluso los dientes, consideran que esto es un cuidado para su cuerpo.

V,34. En sus costumbres son crueles para con malhechores y enemigos, con los huéspedes, sin embargo,
son afables y humanitarios. En efecto, todos consideran a los huéspedes que vienen a su país dignos de
residir entre ellos y compiten entre sí en dar hospitalidad; a aquellos con quienes los extranjeros se
relacionan los alaban y los consideran amados por los dioses. Por otra parte, utilizan para las comidas
carnes variadas y abundantes, y para la bebida vino mezclado con miel: el país suministra la miel en
cantidad, el vino lo compran de los mercaderes que vienen por mar. De los pueblos vecinos a éstos, el de
costumbres más civilizadas es el grupo de los llamados vacceos; éstos, en efecto, dividiéndose entre sí
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cada año la tierra, la cultivan, y haciendo sus frutos comunes para todos asignan a cada uno su parte, y
para los agricultores que sustraen algún producto en provecho propio tienen establecida la muerte como
pena» (DIODORO SICULO).

LOS VACCEOS

«El más culto de los pueblos vecinos [celtíberos] es el de los vacceos. Cada año se reparten los campos
para cultivarlos, y dan a cada uno una parte de los frutos obtenidos en común. A los labradores que
contravienen la regla se les aplica la pena de muerte» (DIODORO SICULO).

LOS TURDETANOS

«De todos los españoles se tiene como los menos belicosos a los turdetanos... Los túrdulos toman a
sueldo a diez mil celtíberos, y con estas tropas preparan la guerra» (TITO LIVIO).

ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LOS PUEBLOS PRERROMANOS

«Algunos, que no podían o no querían resolver sus cuestiones mediante la discusión, decidieron por un
pacto entre ellos que se resolvería por las armas y la cosa siguiese al vencedor. No eran hombres de
oscuro linaje, sino claro e ilustre, Corbis y Orsua, primos hermanos que ambicionaban el principado de
una ciudad que se llamaba Ibis, y que decidieron resolverlo por el hierro. Corbis era mayor de edad, y el
padre de Orsua había sido el último príncipe, que había recibido el principado después de la muerte del
hermano mayor. Como Escipión quisiera con las palabras calmar su ira, ambos dijeron haberse negado a
los parientes comunes y que no habían de tener otro juez, de los dioses y los hombres, que a Marte.
Orgulloso el mayor con su fuerza, el menor con la flor de la edad, prefirieron morir en la lucha antes que
someterse al poder del otro, como no quisieron renunciar a tanto odio, ofrecieron al ejército un
espectáculo notable, y una lección ejemplar de cuán malo es entre los mortales el afán de poder. El
mayor, por su astucia y destreza en las armas, fácilmente venció sobre la fuerza bruta del menor» [a. 206
a.C.] (TITO LIVIO).

EL MITO DE TARTESOS
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«En los bosques de los Tartesios... habitaban los Curetes, cuyo antiquísimo rey Gárgoris fue el primero
que imaginó el uso de recoger la miel. Habiéndole nacido un hijo por estupro de la hija, avergonzado por
la infamia, quiso matar al pequeño de varias formas; pero preservado siempre por cierta fortuna, al
final... éste llegó a reinar. En primer lugar, ordenó exponerle, y cuando envió a recuperar el cuerpo del
expósito, se le halló alimentado con la leche de varias fieras. Traído después a casa, mandó arrojarle en
una senda angosta, por donde acostumbran a transitar los rebaños de reses... Pero dado que allí
permaneciera incólume y no le faltaran alimentos, lo entregó a una jauría de perros atormentados con
ayunos de muchos días, y luego también a unos cerdos. Como no le dañaron e incluso le alimentaron con
sus ubres, ordenó que fuera arrojado al Océano. Entonces, claramente, por manifiesta voluntad de los
dioses, en medio del furioso oleaje y de las olas encrespadas, no fue arrastrado por ellas sino depositado
con suavidad en la orilla, como una nave, y poco después llegó una cierva que ofreció al pequeño sus
ubres. En adelante, por el trato con semejante nodriza, el niño adquirió una extraordinaria agilidad, y
durante mucho tiempo recorrió los montes y los bosques entre los rebaños de ciervos, con no menor
velocidad que ellos. Al fin, cazado a lazo, fue entregado como regalo al rey. Entonces, por su fisonomía
y por las marcas que le hicieron en el cuerpo cuando niño, fue reconocido como nieto. Con admiración
entre tantas aventuras y peligros, el mismo abuelo le designó sucesor en el reino. Se le impuso el nombre
de Habis y fue tal su grandeza cuando recibió el reino que resultó patente que la majestad de los dioses
no le había preservado en vano de tantos peligros. En efectos, sometió al pueblo, hasta entonces bárbaro,
a la ley, y fue el primero que enseñó a uncir los bueyes al arado, a obtener los granos en el surco, y el
que impulsó a los hombres a comer los más suaves de los alimentos agrestes, con aborrecimiento de
otros... También prohibió al pueblo los trabajos serviles, y dividió a la plebe en siete ciudades. Muerto
Habis, sus sucesores retuvieron el reino por muchos siglos» (JUSTINO).

PACTOS DE HOSPITALIDAD

Tabla de Astorga: «El 4 de las calendas de mayo, siendo cónsules Marco Licinio Craso y Lucio
Calpurnio Pisón, la gentilidad de los Desoncos, de la gens de los Zoelas, y la gentilidad de los Tridiavos,
de la misma gens de los Zoelas, renovaron su antiguo y vetusto hospicio, y todos ellos, unos a otros, se
recibieron en su fe y clientela y en la de sus hijos y descendientes. Lo llevaron a cabo Arausa, hijo de
Bleceno, y Turayo, hijo de Clouto; Docio, hijo de Eleso; Magilo, hijo de Clouto; Bodecio, hijo de
Burralo; Eleso, hijo de Clutamo; por medio de Abieno, hijo de Pontilo, magistrado de los Zoelas. Hecho
en Curunda.

El cinco de los idus de julio, siendo cónsules Glabrión y Homulo, la misma gentilidad de los Desoncos y
la gentilidad de los Tridiavos, recibieron en la misma clientela y alianza a Sempronio Perpetuo Orniaco,
de la gens de los Avolgigoros; a Antonio Arquio de la gens de los Visáligos, y a Flavio Frontón Zoelas,
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de la gens de los Cabrua génigos. Actuaron Lucio Domicio Silo y Lucio Flavio Severo en Astorga» [a.
27 y 152].

Tabla de Castromao (a. 132): «Bajo el consulado de C. Julio Serio Augurino y de C. Trebio Sergiano, los
Coelernos de la Hispania Citerior y del convento [jurídico] de Bracara, hicieron un pacto de hospitalidad
con C. Antonio Aquilo, novaugustano, prefecto de la cohorte Iª de los Celtíberos, con sus hijos y sus
descendientes. C. Antonio Aquilo hizo el pacto de hospitalidad con los Coelernos, con sus hijos y sus
descendientes.

Actuó como legado P. Camapnio Gemino».

«Acces, [hijo] de Licirno, intercatiense, hizo contraseña de hospitalidad con la ciudad Palatina, para sí y
sus hijos y sucesores» [año 2] (Palencia, s. I a.C.).

LA DEVOTIO IBÉRICA

«Siendo costumbre entre los españoles que los que hacían formación aparte con el general, perecieran
con él si venía a morir Œa lo que aquellos bárbaros llamaban consagraciónŒ, al lado de los demás
generales sólo se ponían algunos de sus asistentes y amigos, pero a Sertorio le seguían muchos millares
de hombres, resueltos a hacer por él esta especie de consagración. Así se dice que en ocasión de retirarse
a una ciudad teniendo ya a los enemigos cerca, los españoles, olvidados de sí mismos, salvaron a
Sertorio, tomándole sobre sus hombros y pasándole así de uno a otro hasta ponerlo encima de los muros;
y luego que tuvieron en seguridad a su general, cada uno se dio a la fuga» (PLUTARCO).

«No se ha encontrado memoria de hombre alguno que, habiendo muerto aquél a cuya memoria se
consagró, se niegue a su vez a morir» (Comentario de Julio CÉSAR relativo a los devotos o soldurios).

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1 «Texto dudoso, pues pudiera ser que el original en lugar de "etón" (años) pusiese "epón" (versos)».

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