Barroco español. Escuela Sevillana. Temática costumbrista.
Murillo. XVII. Alta Pinacoteca en Munich. Pintura. Óleo sobre lienzo. Aparecen dos muchachos comiendo frutas: el primero, sentado en el suelo, sostiene en la mano izquierda un melón y con la derecha levanta un racimo de uvas, mientras observa a su compañero. El segundo descansa sobre un taburete, con la boca llena de melón, y éste abierto entre las piernas. Tiene unos pies descalzos y polvorientos. En la parte inferior izquierda aparece una cesta de la que cuelgan unos pequeños racimos. El suelo se encuentra salpicado de restos de fruta. Sus ropas rotas, su suciedad y la rapidez que lo están comiendo nos aluden a que son dos pícaros que han conseguido robar esos manjares. Lo más llamativo es el nivel de detalle de la escena, donde las frutas parecen un auténtico bodegón. Utiliza unos tonos oscuros, marrones, pero con gran luminosidad, lo que hace ver su influencia de la pintura veneciana y de Herrera. La pincelada comienza a adquirir una mayor soltura y los contornos se difuminan mediante el esfumato. Las figuras destacan sobre un fondo oscuro y poco elaborado. Se presenta todo pintado con gran naturalismo y precisión; aparecen colores como el negro, el blanco y un amplia gama de colores terrosos. La composición está organizada a través de diagonales paralelas que otorgan el aspecto barroco al conjunto. La profundidad la consigue con los escorzos de los niños y colocando la cesta de uvas delante de uno de ellos, también con el melón que sujeta el otro (por delante de él). La luz es tenebrista, porque hay un gran contraste entre las zonas oscuras y las claras. El naturalismo está presente, porque las ropas de los niños están raídas ya que viven en la calle. Existe comunicación entre ambos, que se miran cómplices. El realismo de la escena es impresionante hasta en los más diminutos detalles: las uñas y pies sucios de los chicos descalzos, las pepitas del melón en el suelo (y una en la mejilla del chico de la derecha), las dos moscas en el melón... Murillo fue uno de los primeros artistas que desarrolló escenas de fuerte carácter costumbrista protagonizadas por niños, algo excepcional en el contexto de la pintura española de su época. Estas obras llamaron la atención de coleccionistas extranjeros quienes se hicieron con muchas de ellas, en tanto que en España se desecharon, considerándolas obras menores. La pertenencia del cuadro al barroquismo español, podemos observarla en la línea diagonal, tan características de la pintura barroca, como eje compositivo. En este caso, la línea es doble: una va de la uva al melón, y la otra une las dos caras de los niños. La luz, sesgada, entra por la izquierda del cuadro; se produce un juego de luces y sombras tenebristas sobre un fondo oscuro bastante neutro. En uno de sus ángulos del primer término suele aparecer un bodegón de frutas, muy al estilo barroco. La tela muestra claras influencias naturalistas del arte de Caravaggio, evidente no sólo en un cierto claro oscuro heredado de Zurbarán, sino también en la reproducción fiel y detallista de la realidad. La pincelada sueltas y los efectos de vaporosidad y transparencia que se observa en la obra son fruto de sus contactos con el pintor sevillano Francisco Herrera y de la pintura veneciana. La obra de Murillo tuvo muchos seguidores y influyó en la pintura Sevillana y Europea, particularmente inglesa hasta el siglo XIX. Adelanta unas soluciones formales y expresivas sin precedentes en Europa, que anuncian los modos felices y espontáneos, coloristas y soñadores, del rococó. MISMO CONTEXTO QUE LA INMACULADA