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El idealismo. Desde hace un buen tiempo la ciencia moderna ha reconocido un valor a la religión
como “concepción amplia del mundo” del mismo modo en que ha llegado a reconocer en el «anarquismo» un
“pensamiento político concreto”. De acuerdo con ello, Herbert Read nos dice que la tarea de la filosofía
anarquista consiste en plantear las condiciones de posibilidad para ese tipo de sociedad por la cual propugna.
Comenzando por la denuncia de la «absurdidad» del oportunismo que caracteriza a la «política realista» -en
tanto ella se opone al ideal anarquista- se confirma con el autoritarismo de sus formas sociales. Pero resulta
todavía más importante para él la denuncia de una vieja confusión del pensamiento político de acuerdo con la
cual este último entiende como equivalentes la «vida mental» y el «proceso vital» de la sociedad. En efecto, el
«idealismo político» se caracteriza por no reconocer la distancia que se abre entre los procesos psicológicos de
la mente y los procesos biológicos de la vida social. Es así como intenta forzar esa realidad a encuadrarse
dentro de una lógica preestablecida. Diríase que lo que caracteriza a esta concepción idealista del fenómeno político es el
querer imponer la lógica a la pragmática. Es cierto que el pensamiento tiene sus fuentes materiales en el medio que
le rodea, en la sensibilidad que le conecta con el mundo, así como con aquello que hay de más interior en él.
Sin embargo, también es cierto que el pensamiento debe respetar la arquitectura lógica indispensable para su
validación. Y suele suceder que estas formas arquitectónicas o estructuras del pensamiento se cierran sobre sí
mismas sacrificando la pragmática de sus conocimientos en favor de la lógica de sus proposiciones. Frente a
ello Read nos dice que la vida es instinto, espontaneidad, una actividad biológica que no puede ser forzada
por el pensamiento.
Idealismo. “La mente, aun cuando se nutre del cuerpo, tiene existencia propia; es
un paraíso que hila su propia trama lógica, su propia estructura pensante. El proceso biológico
–en todos sus aspectos fisiológicos y económicos- es una actividad totalmente distinta y
conduce a estructuras no lógicas sino pragmáticas; esto es, que se justifican y conservan sólo si
tienen eficacia. Llegan los idealistas políticos y tratan de que la estructura social encuadre
dentro de la estructura lógica por ellas concebida, con consecuencias siempre dolorosas e
inestables.” (Read, 1959, p. 14)
Pensamiento. “El pensar es, naturalmente, impulsado por el impacto del ambiente
sobre los sentidos, o por presiones o incitaciones provenientes del subconsciente; pero para
merecer tal nombre, debe observar ciertas reglas de coherencia o lógica. Es una estructura
arquitectónica, y debe respetar una fachada que posea estabilidad, simetría y orden. Pero estas
cualidades tienen coherencia en sí mismas y existen únicamente dentro de la estructura. Aquí
no se pide utilidad; el pensamiento es un castillo en el aire, sin función necesaria. Es la soberbia
mansión de los deleites de Kublai Kan; surge por «decreto» arbitrario y su finalidad es
despertar nuestra admiración.” (Read, 1959, p. 14-15)
La rebelión. Las revoluciones no han logrado suprimir la dominación del hombre por el hombre.
Es por ello que Herbert Read propone la «rebelión» o la «insurrección» como nociones de la trasformación
sociopolítica: estas nociones designarían una especie de «shock» o de terapéutica social guiada por la pasión y por la
espontaneidad. Ahora bien, esta pasión y esta espontaneidad se caracterizan por la modificación de los valores
morales de la sociedad y, por lo tanto, por la modificación profunda de la condición humana. Y esto es
posible justamente porque la rebelión se sustrae al poder y sus correlativas cristalizaciones de la injusticia. Sin
embargo, Read advierte que la rebelión no se agota en la transformación de la moralidad pues ella puede
llegar a adquirir los bastos alcances de una transformación «civilizatoria». En razón de esa potencialidad la
rebelión se dirige contra el presente para recuperar una visión de futuro y, con ella, un sentido de la historia.
Pero atención: esta superación del presente hacia un horizonte de futuro sólo puede ser realizada por los espíritus excepcionales
de la genialidad, la locura y el heroísmo. La ausencia de toda predeterminación permite a la espontaneidad hacer
emerger todo tipo de resistencias contra las injusticias del poder (morales, éticas y políticas). Quizá por ello
constituye un error el pensar la rebelión como un sinónimo de la violencia. Más aún cuando ella ocurre como
confrontación de un presente extremadamente violento. Por eso la rebelión posee un sentido especial para la
transformación de aquellos espíritus que permanecen sumisos ante la absurdidad de la existencia.
Rebelión. “Las revoluciones, como a menudo se ha señalado, nada cambian; o más
bien, sustituyen simplemente a un conjunto de amos por otros; los grupos sociales adquieren
nuevos nombres, pero conservan la primitiva desigualdad de su situación (…) La rebelión o
insurrección, por otra parte, guiadas por el instinto más bien que por la razón, apasionadas y
espontáneas más bien que frías y calculadas, actúan como la terapéutica del shock en el cuerpo
de la sociedad, y hay una posibilidad de que modifiquen la composición química del cristal
social. Dicho de otro modo, puede modificar la naturaleza humana en el sentido de crear una
nueva moral o valores metafísicos nuevos (…) La rebelión se sustrae al mundo del poder: éste
es el quid, pues es siempre el poder el que cristaliza en una estructura injusta.” (Read, 1959, p.
15-16)