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READ, Herbert (1959). Anarquía y orden. Ensayos sobre política.

Editorial Américalee. Buenos Aires.

El idealismo. Desde hace un buen tiempo la ciencia moderna ha reconocido un valor a la religión
como “concepción amplia del mundo” del mismo modo en que ha llegado a reconocer en el «anarquismo» un
“pensamiento político concreto”. De acuerdo con ello, Herbert Read nos dice que la tarea de la filosofía
anarquista consiste en plantear las condiciones de posibilidad para ese tipo de sociedad por la cual propugna.
Comenzando por la denuncia de la «absurdidad» del oportunismo que caracteriza a la «política realista» -en
tanto ella se opone al ideal anarquista- se confirma con el autoritarismo de sus formas sociales. Pero resulta
todavía más importante para él la denuncia de una vieja confusión del pensamiento político de acuerdo con la
cual este último entiende como equivalentes la «vida mental» y el «proceso vital» de la sociedad. En efecto, el
«idealismo político» se caracteriza por no reconocer la distancia que se abre entre los procesos psicológicos de
la mente y los procesos biológicos de la vida social. Es así como intenta forzar esa realidad a encuadrarse
dentro de una lógica preestablecida. Diríase que lo que caracteriza a esta concepción idealista del fenómeno político es el
querer imponer la lógica a la pragmática. Es cierto que el pensamiento tiene sus fuentes materiales en el medio que
le rodea, en la sensibilidad que le conecta con el mundo, así como con aquello que hay de más interior en él.
Sin embargo, también es cierto que el pensamiento debe respetar la arquitectura lógica indispensable para su
validación. Y suele suceder que estas formas arquitectónicas o estructuras del pensamiento se cierran sobre sí
mismas sacrificando la pragmática de sus conocimientos en favor de la lógica de sus proposiciones. Frente a
ello Read nos dice que la vida es instinto, espontaneidad, una actividad biológica que no puede ser forzada
por el pensamiento.

Idealismo. “La mente, aun cuando se nutre del cuerpo, tiene existencia propia; es
un paraíso que hila su propia trama lógica, su propia estructura pensante. El proceso biológico
–en todos sus aspectos fisiológicos y económicos- es una actividad totalmente distinta y
conduce a estructuras no lógicas sino pragmáticas; esto es, que se justifican y conservan sólo si
tienen eficacia. Llegan los idealistas políticos y tratan de que la estructura social encuadre
dentro de la estructura lógica por ellas concebida, con consecuencias siempre dolorosas e
inestables.” (Read, 1959, p. 14)

Pensamiento. “El pensar es, naturalmente, impulsado por el impacto del ambiente
sobre los sentidos, o por presiones o incitaciones provenientes del subconsciente; pero para
merecer tal nombre, debe observar ciertas reglas de coherencia o lógica. Es una estructura
arquitectónica, y debe respetar una fachada que posea estabilidad, simetría y orden. Pero estas
cualidades tienen coherencia en sí mismas y existen únicamente dentro de la estructura. Aquí
no se pide utilidad; el pensamiento es un castillo en el aire, sin función necesaria. Es la soberbia
mansión de los deleites de Kublai Kan; surge por «decreto» arbitrario y su finalidad es
despertar nuestra admiración.” (Read, 1959, p. 14-15)

Instinto. “Vivir es fundamentalmente un instinto: la sórdida escaramuza animal por


la comida y la guarida, el apareamiento, la ayuda mutua contra las adversidades; actividad
biológica complicada, en que la tradición y la costumbre desempeñan un papel decisivo.”
(Read, 1959, p. 15)

La rebelión. Las revoluciones no han logrado suprimir la dominación del hombre por el hombre.
Es por ello que Herbert Read propone la «rebelión» o la «insurrección» como nociones de la trasformación
sociopolítica: estas nociones designarían una especie de «shock» o de terapéutica social guiada por la pasión y por la
espontaneidad. Ahora bien, esta pasión y esta espontaneidad se caracterizan por la modificación de los valores
morales de la sociedad y, por lo tanto, por la modificación profunda de la condición humana. Y esto es
posible justamente porque la rebelión se sustrae al poder y sus correlativas cristalizaciones de la injusticia. Sin
embargo, Read advierte que la rebelión no se agota en la transformación de la moralidad pues ella puede
llegar a adquirir los bastos alcances de una transformación «civilizatoria». En razón de esa potencialidad la
rebelión se dirige contra el presente para recuperar una visión de futuro y, con ella, un sentido de la historia.
Pero atención: esta superación del presente hacia un horizonte de futuro sólo puede ser realizada por los espíritus excepcionales
de la genialidad, la locura y el heroísmo. La ausencia de toda predeterminación permite a la espontaneidad hacer
emerger todo tipo de resistencias contra las injusticias del poder (morales, éticas y políticas). Quizá por ello
constituye un error el pensar la rebelión como un sinónimo de la violencia. Más aún cuando ella ocurre como
confrontación de un presente extremadamente violento. Por eso la rebelión posee un sentido especial para la
transformación de aquellos espíritus que permanecen sumisos ante la absurdidad de la existencia.
Rebelión. “Las revoluciones, como a menudo se ha señalado, nada cambian; o más
bien, sustituyen simplemente a un conjunto de amos por otros; los grupos sociales adquieren
nuevos nombres, pero conservan la primitiva desigualdad de su situación (…) La rebelión o
insurrección, por otra parte, guiadas por el instinto más bien que por la razón, apasionadas y
espontáneas más bien que frías y calculadas, actúan como la terapéutica del shock en el cuerpo
de la sociedad, y hay una posibilidad de que modifiquen la composición química del cristal
social. Dicho de otro modo, puede modificar la naturaleza humana en el sentido de crear una
nueva moral o valores metafísicos nuevos (…) La rebelión se sustrae al mundo del poder: éste
es el quid, pues es siempre el poder el que cristaliza en una estructura injusta.” (Read, 1959, p.
15-16)

Rebelión civilizatoria. “El único camino para mantener el flujo de la historia es


recobrar una visión del futuro y un ánimo de rebelión contra el presente (…) Estos horizontes
los descubre la inspiración del genio, al divina locura del poeta, el sagrado entusiasmo del
héroe; y muestran al sol en su revolucionario esplendor. La rebelión, se dirá, encierra violencia;
pero esta es una concepción anticuada, insuficiente de la rebelión. La forma más efectiva de la
rebelión en este violento mundo en que vivimos es la no violencia” (…) La rebelión es más
efectiva cuando es impremeditada y espontánea, acto de rebeldía contra la injusticia del poder.
Sólo puede abogarse por la rebelión de ésta índole cuando surja la ocasión para ello. Un ánimo
general de rebelión, como al propugno aquí, se dirige contra la totalidad de una civilización
absurda, contra su ethos, su moral, su economía, su estructura política. No encuentra
necesariamente expresión en actos aislados, y tales actos, al provocar fuerzas reaccionarias,
pueden en realidad retardar la revolución general. Lo que se necesita es producir una
revolución en lo hábitos morales y mentales.” (Read, 1959, p. 26)

La mutualidad. No nos es posible escapar a la insania de la historia si no somos capaces de


concebir una sociedad depuesta al poder. Sobre todo porque es justamente la «estructura del poder» aquello
que inhibe la capacidad creadora de una sociedad: el ejercicio del poder es la negación de la espontaneidad. Para
Herbert Read la «voluntad de poder» no es más que un complejo emocional que asfixia a los individuos y que
se presenta como contraria a toda «voluntad de mutualidad». Contrariamente a la unidad social derivada del
poder -la cual constituye una impostura totalitaria- la unidad social derivada de la mutualidad posee una
capacidad de creación que no cesa de resistirse a las formaciones tiránicas al tiempo en que afirma la
naturaleza humana sobre la base de ideales comunes. Ahora bien, Read advierte que la mutualidad supone un
reconocimiento afirmativo de la individualidad: si bien la existencia no puede ser considerada exclusivamente a partir de
los límites de la individualidad –en tanto ella sólo tiene sentido para la «mente poética» que imagina la totalidad histórica- la
filosofía política no puede tener otro objetivo que no sea contribuir al esclarecimiento de la conciencia que busca la preservación de
la libertad individual. Pero advierte que la libertad del individuo no puede ser preservada bajo las condiciones de
esa mutualidad abstracta que excede las comunidades pequeñas y que se soporta en el ejercicio de un poder
centralizado e impersonal. Sólo en las comunidades pequeñas la mutualidad puede reconocer la singularidad
del individuo, singularidad que para Read constituye el fundamento legitimador de la sociedad.

Mutualidad. “No hay escapatoria a la «insania de la historia», a menos que una


sociedad pueda renunciar al poder y a las acciones deliberadas que nacen del deseo de ejercerlo.
La estructura del poder es la forma que adopta la inhibición de la capacidad creadora; el
ejercicio del poder es la negación de la espontaneidad. La voluntad de poder, complejo
emocional que se presenta en los individuos, entra directamente en conflicto con la voluntad
de mutualidad, la cual, como lo demostró Kropotkin, es un instinto social. La voluntad de
poder es una fuerza excéntrica y disgregadora; la unidad que impondría es totalitaria. La
mutualidad es la unidad misma, y creadora. Cuando los hombres se rebelan contra la tiranía
están afirmando, no su individualidad, sino al unidad de su naturaleza humana, su deseo de
crear una unidad fundada sobre sus ideales comunes.” (Read, 1959, p. 16)

Individualidad. “La existencia, considerada como la vida limitada del individuo, es


absurda; adquiere racionalidad en cuanto historia, en cuanto capación imaginativa de la
totalidad en la mente poética (…) La consideración fundamental de cualquier filosofía política
debería ser, por lo tanto, la de la preservación de la libertad individual, con el fin de que la
conciencia se vuelva cada vez más lúcida. Esta libertad, sostengo yo, sólo puede ser preservada
en las comunidades pequeñas, libres del ejercicio del poder central e impersonal, comunidades
que se desarrollen por ayuda mutua y con completo respeto por la personalidad (…) nos
encontramos en un punto de desenvolvimiento humano en que ha sobrevenido un flujo
histórico, y sólo puede evitarse un retorno a la barbarie si se vuelve a condiciones que
favorezcan el desarrollo de la lucidez de conciencia en el individuo; no en el individuo
excepcional únicamente, pues éste es simplemente una voz en el desierto salvo que haya la
misma conciencia, en algún grado, en cada artesano.” (Read, 1959, p. 25-26)
La creatividad. Existe un «paralelismo» entre la obra de arte y el cuerpo social. Por un lado, ambos
aparecen como productos de una «energía creadora» y, por otra, ambas quieren representar una «simbólica del
sentimiento». Sin embargo, la multiplicidad de los símbolos artísticos expresan aquí la diversidad del corazón
humano mientras que los símbolos de la política sólo se limitan a los sentimientos colectivos («unidad»,
«comunidad», «dignidad», «sacrificio», «justicia»). Y es ahí cuando la obra de arte –que para producirse
requiere de absoluta libertad- toma distancia del modo en que la política reduce al cuerpo social. Esto resulta
tanto más claro cuanto más racional sea nuestra prescripción del cuerpo social. De manera muy contraria: la
«utopía» constituye un motor fundamental para el progreso… la «imaginación poética» suele despertar a la sociedad de su letargo
e incitarla a la auto-trascendencia. En efecto, la imaginación poética (“principio orgánico de la evolución”) es lo
que permite al cuerpo social experimentar en sí mismo el tránsito hacia nuevas formas de vida y hacia nuevos
estados de conciencia. Es por ello que, más allá de su formalización institucional, la «libertad» expresa una
rebelión del espíritu contra la materia, del pensamiento contra la realidad: la belleza y el orden como opuestos a la
absurdidad de nuestra existencia real. Sólo la «creatividad» demarca nuestra superioridad frente al vacío de la
existencia y señala el curso expansivo de la conciencia (“nuevas zonas de comprensión”), por tanto, nuestra
«ampliación sensible de la realidad».

Creación. “Entre el proceso artístico y social existe un paralelismo. Ambos


dependen de una energía creadora innata, la una en la mente del artista, la otra en el cuerpo
político. Ambas buscan dar forma al sentimiento, simbolizar el sentimiento con una forma
adecuada. Los símbolos que el artista inventa son tan multiformes como los sentimientos que
mueven al hombre; pero los símbolos que inventa una sociedad se limitan a la expresión de los
sentimientos colectivos: de unidad, de comunidad, de aspiración a la vida digna; y otros más
profundos, de sacrificio y justicia. La capacidad de expresar estos sentimientos, de crear formas
simbólicas, depende siempre, en el artista y en la sociedad, de cierto estado de libertad, de falta
de inhibición, de represión, de miedo.” (Read, 1959, p. 17)

Utopía. “Si la puesta en práctica de un proyecto racional trazado sobre el papel


conduce a la muerte de la sociedad (…) no significa que la mentalidad utopista sea
necesariamente perjudicial; por el contrario, el utopismo, como dijo Anatole France, es el
principio de todo progreso. Es la poetización de todas las cosas prácticas, la idealización de
todas las actividades cotidianas; no es un proceso racional, es un proceso imaginativo. La
Utopía se marchita en cuanto intentamos llevarla a cabo; pero es necesaria, es hasta una
necesidad biológica, un antídoto al letargo de la sociedad. La sociedad existe para trascenderse
a sí misma, y la fuerza progresiva de su evolución es la imaginación poética, el instinto
teleológico que avanza con el principio orgánico de toda evolución, para tomar posesión de
nuevas formas de vida, de nuevos campos de conciencia.” (Read, 1959, p. 22)

Libertad. “Los estatutos de libertades garantizan la libertad, pero dentro de esa


garantía la libertad obra inconscientemente. Es la reacción del espíritu contra las restricciones
de la materia; el intento de superar las condiciones materiales. Siempre implícita en esta
concepción positiva de la libertad, se halla, como lo ha sostenido también Camus, una rebelión
contra la realidad; una afirmación de la razón humana, de la percepción humana de la belleza y
del orden en medio de la absurdidad de nuestra existencia real.” (Read, 1959, p. 23)

Creatividad. “Afirmamos nuestra superioridad sobre la mera existencia porque nos


atrevemos a crear; y por creación no significamos construcción. La construcción es la hábil
manipulación de elementos dados; la creación es la expansión de la conciencia, la conquista de
nuevas zonas de comprensión. La creatividad es la ampliación sensible de la realidad; es la
percepción de lo nunca percibido hasta entonces (…)” (Read, 1959, p. 23)

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