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Palacio Cousiño, en Santiago de Chile.

Terremoto de Santiago de 1647

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Terremoto de Santiago de 1647

Fecha 13 de mayo de 1647

Magnitud 8,51 ML

Profundidad No establecida

Coordenadas del 35°S 72°OCoordenadas:


epicentro 35°S 72°O

Zonas afectadas Reyno de Chile


Víctimas 600 fallecidos aprox.

El terremoto de Santiago de 1647 fue un sismo registrado el 13 de mayo de 1647 a las 22.30
hora local. El sismo se sintió en la totalidad del llamado Reyno de Chile, una gobernación
colonial del Imperio español, afectando principalmente a su capital, la ciudad de Santiago de
Chile. El terremoto, conocido como el Terremoto Magno, tiene una magnitud estimada de 8,5
grados en la escala sismológica de Richter.1

Se estima que sobre 600 personas fallecieron producto del movimiento sísmico, que arrasó con
casi la totalidad de las construcciones coloniales existentes en las ciudades afectadas. Debido a
estas cifras, este terremoto es el quinto más mortífero en la historia de Chile aunque afectó a un
porcentaje mucho mayor de la población total del país, puesto que los eventos que lo superan
en cifra de fallecidos ocurrieron durante el siglo XX, donde la población nacional era muchas
veces superior a la del Chile colonial.

Antecedentes

Luego de una serie de terremotos que afectaron al país durante el siglo XVI (siendo los más
destacados el terremoto de Concepción de 1570 y el terremoto de Valdivia de 1575), hubo una
relativa "calma sísmica". Según el historiador Benjamín Vicuña Mackenna, "las diversas
generaciones que constituían cada familia habían perdido hasta la reminiscencia de los súbitos
trastornos que inquietaron a los primeros pobladores". Un temblor pequeño ocurrió el 6 de
septiembre de 1643 generando pavor en los vecinos de Santiago, pese a su baja intensidad.2

Descripción

A las 22.30 del Lunes 13 de mayo de 1647 se sintió el terremoto más destructivo en la historia
de Santiago. Según descripciones de la época, el sismo tuvo una duración del "tiempo que se
demora uno en rezar entre tres o cuatro Credos". La mayoría de las construcciones de Santiago
se desmoronaron de inmediato, debido principalmente al abandono de las medidas de
protección antisísmico producto de la ausencia prolongada de terremotos.

Con tanto estruendo, fuerza y movimiento que al punto que comenzó a temblar, comenzaron a
caer los edificios que se habían hecho en el discurso de más de cien años, y con notable
sentimiento en toda la ciudad, ni en su jurisdicción, no quedó ninguno chico ni grande que no se
hubiese de habitar, después de remendado, con grandísimo riesgo.
Relato del terremoto por el Cabildo de Santiago

De acuerdo a geólogos modernos, dadas las características de intensidad y duración este


terremoto se produjo por la activación de la Falla de Ramón, falla geológica ubicada tan sólo a 8
kilómetros al oriente de la Plaza de Armas de Santiago.

Consecuencias

El Cristo de Mayo de la Iglesia de San Agustín, en el centro de Santiago.

Las cifras de fallecidos fueron de 600 según el Cabildo de la capital, aunque la Real Audiencia
elevaría la cifra a más de 1.000. Santiago tenía una población de cuatro mil habitantes, por lo
que fallecieron entre el 15% y el 25% de la población total. A esto se debería sumar la cantidad
de fallecidos en estancias rurales y otras localidades de la Gobernación. Todos los edificios
públicos de Santiago se derrumbaron, a excepción de la planta principal de la Iglesia de San
Francisco (que perdió su torre), la nave central de la Catedral Metropolitana (el resto de la
construcción desapareció y el sagrario fue encontrado en las ruinas varios días después del
suceso) y algunos muros de la Templo de San Agustín incluyendo el que sostenía al Cristo de
Mayo. El obispo Gaspar de Villarroel O.S.A. estimó en 710.000 ducados (987.860 pesos) las
pérdidas sufridas por la Iglesia Católica mientras la Real Audiencia elevó las cifras al doble para
las pérdidas totales.2

Ante el temor del inicio de una revuelta entre los esclavos y los indígenas, el gobierno
estableció de inmediato un improvisado ejército para controlar cualquier intento de rebelión,
ejecutando en el acto a cualquier persona que atentara contra el orden público. El evento
despertó la religiosidad de la población y de inmediato se realizaron extensas procesiones entre
las ruinas de la capital, mientras que muchas personas comenzaron a ver milagros y sucesos
sobrenaturales. Entre ellos, imágenes de Dios en el cielo azotando a la ciudad con una espada
y bolas de fuego que bajaron desde los aires. El mismísimo obispo Villarroel le contó al Consejo
de Indias que en la iglesia de la Merced, la figura de San Pedro Nolasco se giró hacia la de la
Virgen María para pedir que intercediera para salvar a los habitantes de la ciudad, mientras que
Diego de Rosales afirma que la figura de Nolasco se giró hacia la del sagrario para pedir
clemencia directamente hacia Dios. Sin embargo, la más trascendente de estas historias es la
del Cristo de Mayo, un crucifijo en el Templo San Agustín que permaneció intacto a excepción
de la corona de espinas que cayó al cuello. La imagen, que se conserva hasta el día de hoy, es
llevada en procesión todos los años por el centro de Santiago y se le atribuye que cada vez que
se ha intentado reponer la corona en su posición correcta, un temblor azota a Chile.
Algunos días después, fuertes lluvias cayeron sobre la ciudad lo que agravó las pésimas
condiciones de salubridad. Se estima que 2.000 personas habrían fallecido en las semanas
siguientes víctimas de la epidemia de "chabalongo", nombre con el que se conocía al tifus. La
gran destrucción de la ciudad y la grave crisis económica existente en esos años hicieron al
gobierno estimar la posibilidad de trasladar la capital algunos kilómetros al norte de la ciudad
(en la zona en que actualmente se ubica Quillota) tal como ocurrió con Concepción en 1751.
Sin embargo, la idea pronto fue desechada y se prefirió la reconstrucción de Santiago.

La pintura colonial en Chile

Imágenes Las primeras pinturas llegadas a Chile fueron representaciones


religiosas importadas, que eran realizadas por artistas y artesanos
españoles, italianos y flamencos. Fueron transportadas por mar
desde Europa, comenzando inmediatamente a reproducirse las
primeras pinturas sudamericanas al estilo occidental, bajo la
creación de talleres locales que desempeñaron el importante papel
de implantar y popularizar las corrientes artísticas europeas,
imponiéndose los estilos italianos. Desde 1650 hasta 1750 se
implantó en Chile el gusto español, en especial el de la escuela
sevillana. A partir de mediados del siglo XVIII se produjo un cambio
y comenzó a dejarse sentir la influencia francesa.

Influencia italiana y flamenca

Los pintores extranjeros que destacaron fueron tres italianos: el


La Virgen con el Niño, San
jesuita Bernardo Bitti (1548-1610), Angelino Medoro (1576-1631) y
Francisco y Santa Clara,
Mateo Pérez de Alessio (1547-1616). El estilo que estos pintores
Angelino Medoro,
establecieron en Lima tenía como referente el manierismo italiano.
Monasterio de Las Clarisas
de Puente Alto.
El trabajo de Angelino Medoro llegó a Chile conservándose una
pintura y varias personalizadas. La pintura firmada es La Virgen
con el Niño (1602), San Francisco y Santa Clara. Se trata de la
pintura occidental más antigua conservada en Chile, con un claro
estilo del Cinquecento.

Desde 1620 comenzó a notarse en el Virreinato del Perú la


influencia flamenca, la cual tuvo presencia gracias a una técnica
que se mostró esencial para expresar las imágenes: el grabado.
De este modo, las imágenes en tinta fueron importante en la
culturización de América Latina, continente falto de modelos
plásticos a imitar. El grabado adquirió aún más importancia, y las
San Buenaventura de estampas se convirtieron en la principal fuente de inspiración.
Francisco de Zurbarán.
La principal figura de la escuela de pintura flamenca fue Pablo
Rubens (1577-1640); difusor de las glorias de la monarquía de los
Habsburgo y de la fe católica. Sus pinturas llegaron al Virreinato del Perú y sirvieron de
inspiración a los pintores locales que imitaron su estilo compositivo, su interpretación de la
figura humana y los paisajes.

La escuela española

El europeísmo de la cultura barroca, y la aceptación en la ciudad de las corrientes artísticas


italianas y flamencas facilitó la proyección de éstas en América y concretamente en Chile.
Coincidió con el gran momento de la escuela de pintura española, con residencia en Andalucía
y en la ciudad de Sevilla en particular. Al respecto destacan Zurbarán y Murillo.

En lo relativo al ingreso del modelo sevillano en Chile, este se realizó a través de los grandes
centros urbanos del Virreinato del Perú. Fue en la escuela de Cuzco donde en principio se hizo
evidente la presencia del gusto español. Es aquí donde Francisco de Zurbarán (1598-1664) va
a lograr gran influencia en los pintores criollos. Zurbarán alcanzó el éxito por la producción de
series monásticas, que posteriormente fueron realizadas para la exportación a América. En
tanto, Bartolomé Murillo (1618-1682) se destaca por su estilo colorista y costumbrista, y que
también terminó pintando parte de su producción para el mercado americano. Ambos pintores
destacaran por su influencia a partir de la segunda mitad del siglo XVII y la primera mitad del
XVIII.

El Virreinato del Perú y su influencia


El Virreinato del Perú contaba con escuelas de considerable interés, como Quito, Cuzco o el
Alto Perú, los cuales exportaron lienzos y esculturas, que sirvieron a diversos talleres chilenos
para iniciar su propia producción.

De Quito destacó sobre todo la obra de imaginería. Esta técnica quiteña se inspiró en artesanos
españoles, de los que destacan Martínez Montañés, Alonso Cano y Pedro de Mena. La pintura
de Quito fue trascendental para los adherentes chilenos al óleo, quienes la imitaron.

Los talleres limeños contaron con numerosos escultores y talladores sevillanos que durante el
siglo XVII se establecieron en Lima. La pintura limeña, en tanto, se vio influida por artistas
italianos y por la abundante exportación de lienzos zurbaranescos.

Escultura colonial chilena

Las primeras imágenes artísticas occidentales en llegar a Chile fueron esculturas, las cuales
eran imágenes de bulto redondo de tópicos religiosos. Estas primeras imágenes desarrollaron
un triple objetivo.
1) Sirvieron de talismán, utilizadas para los rituales y cultos de los colonizadores españoles.
2) Fueron imágenes que sirvieron a los misioneros como apoyo didáctico para la transmisión
de la religión.
3) Significaron referentes artísticos como iconográficos para los nuevos talleres. El resultado de
estas es la fuerza religiosa que éstas tuvieron para la población chilena, así como también, su
práctico tamaño y cómodo transporte
Dolor Inspirador
Los temas iconográficos que representan estas primeras imágenes son la Virgen María y
Jesucristo, de un estilo contrarreformista. Las representaciones cristológicas tempranas son
crucificados, ya que excitaba la piedad por medio de la representación del dolor.
Las representaciones marianas consisten en estilos españoles e italianos: la Virgen de La
Merced, la Virgen del Socorro, la Virgen de las Nieves, la Virgen del Rosario, etcétera. A estas
imágenes se les atribuyen numerosos milagros que hicieron cambiar los objetos artísticos por
objetos de adoración. La función del arte dio paso a la función mágica.
Mientras los cristos fueron de bulto redondo, las vírgenes fueron imágenes de vestir: escultura
cuyo cuerpo es una composición para sostener los ropajes y que sólo muestra tallado el rostro y
las manos. Eran imágenes que se relacionaba con la espiritualidad barroca popular.
La Virgen del Socorro
La primera de las imágenes cristianas que llegó a Chile la trajo precisamente don Pedro de
Valdivia. Se trata de una pequeña escultura, tallada en madera, que representa la Virgen del
Socorro. La figura, manifiesta un origen napolitano y data ya del siglo XVI. Tras ser depositada
primeramente en una ermita de la ciudad de Santiago, pasó luego a ocupar el altar mayor del
templo de San Francisco, convertida en la actualidad en imagen de vestir.
También se destacan la imagen de Nuestra Señora de las Nieves, conservada en la iglesia del
Sagrario de Concepción. Llegó a Chile en 1569 siendo una imagen concebida desde su
creación para ser vestida; La Virgen del Boldo, ubicada en la actualidad en el altar mayor del
convento de Monjas Trinitarias de Concepción, del tipo de las vírgenes-niña, perteneciente a la
escuela española de finales del siglo XVI.
Cristos en madera
Respecto a los cristos crucificados tallados en madera policromada, destacan el Cristo de
Burgos (basílica de la Merced de Santiago) de origen español y tradicionalmente se ha
identificado como una donación de Felipe II a la orden mercedaria; y el Cristo de Mayo (iglesia
de San Agustín de Santiago) perteneciente al manierismo del 1600. Su autor fue Pedro de
Figueroa, quien vivió en Santiago de 1604 a 1620, realizando numerosas imágenes religiosas
en madera policromada.
La Estatuaria Colonial
La escultura chilena del periodo colonial es tallada en madera. Tiene una gran influencia en las
escuelas castellana y andaluza. Los modelos metropolitanos de imaginería permitieron la
aparición en toda América de numerosos talleres regionales, siendo de carácter popular y
artesanal
Chile, al igual que en la arquitectura, estuvo marcado por su ubicación periférica y su
subordinación a Lima, Quito y otras ciudades del Virreinato del Perú, desarrollando la escultura
una exclusividad del modelo español. Sin embargo un hecho importante se representa en que
las esculturas coloniales que hoy se conservan en Chile son de origen quiteño, escuela que
alcanzó su plenitud durante el siglo XVIII.
Los Jesuitas
Un papel preponderante jugó la Compañía de Jesús. La llegada de los jesuitas fue un factor
importante en el aumento del arte colonial durante el siglo XVII, desarrollando talleres donde se
practicaban la pintura, la escultura, la platería, la cerámica y diversas manufacturas. Estos
talleres suministraban con su producción a la capital y a numerosas ciudades chilenas.
De este modo, se conservan esculturas de gran interés atribuidas a los jesuitas cuyos tallados
destacan por su influencia europeizante. Sin embargo, también desarrollo la llamada estatuaria
chilota, producida en la isla Grande de Chiloé y en el archipiélago de los Chonos por los
nativos. En las maderas de esta zona se realizaron numerosas esculturas religiosas que
manifestaban cristos, vírgenes y santos.
En el Ocaso de la Colonia
Hacia fines de la Colonia aparecen los primeros escultores chilenos. Entre ellos resaltaron
Ambrosio Santelices (1734-1818), quien trabajó bajo las órdenes del arquitecto italiano Joaquín
Toesca, realizando representaciones y numerosas imágenes talladas en madera de laurel para
las iglesias de la capital, labor que mantuvo su hijo. El segundo en importancia fue Ignacio
Andía y Varela (1757-1822), quien no fue sólo artesano sino un artista completo que practicó la
pintura, la escultura y el dibujo.

La virgen de la merced
Virgen del Perpetuo Socorro

Arquitectura colonial

La Arquitectura se caracterizó, en la Europa de los siglos XVI al XVIII,


a desarrollar un capitulo propio en el panorama constructivo de la
Edad Moderna. Sin embargo, la arquitectura renacentista y barroca en
Hispanoamérica no es igual en todas las regiones. Mientras la
arquitectura colonial resalta en el virreinato de La Nueva España y en
la ciudad de Lima, en otras zonas no alcanza ese desarrollo.
Es el caso de gran parte de América del Sur, y el caso particular de Modelo de la
Chile, el cual representaba los suburbios de la periferia: si Lima arquitectura barroca
artísticamente se acercaba a Europa, Santiago lo haría de Lima.
(ampliar imagen)
Barroco Arquitectónico Colonial
La región central fue la poblada por los colonos. Esta posee una zona de interés arquitectónico:
la parte limitada por las ciudades de La Serena y Concepción. Entre ellas, Santiago, donde está
la mayor parte del patrimonio arquitectónico del país. Esta situación hace que existan dos
sectores bien marcados. Al norte, la arquitectura rural e indígena de la árida Atacama; al sur, la
arquitectura insular de Chiloé, promovida por los jesuitas alemanes.
Las guerras araucanas y los terremotos determinaron de alguna manera que no exista un arte
colonial desarrollado hasta el siglo XVIII. Tal situación necesita, en muchas ocasiones, la
búsqueda de planos, documentos y textos de la época que permitan tener una idea de cómo
fue esta obra tristemente destruida. La frecuencia de los terremotos obligó a los arquitectos a
concentrarse en la búsqueda de soluciones constructivas que solucionaran los daños. De esta
forma, el desarrollo de una arquitectura horizontal, con una cimentación calculada, hace que la
arquitectura chilena sea una particularidad, dentro del sistema colonial.
Las arremetidas indígenas se cuentan desde la fundación de la ciudad de Santiago, el 12 de
febrero de 1541 por Pedro de Valdivia. Al tiempo, ésta fue destruida por los indígenas, pero fue
reconstruida inmediatamente después. A la fundación de Santiago le seguirán durante el siglo
XVI las de otros núcleos urbanos, que fueron acrecentando la metropolización del territorio.
Posteriormente, en 1544 se fundaron Valparaíso y La Serena; en 1550, Concepción; en 1552,
Valdivia; en 1558, Osorno; en 1576, Castro. Una segunda fase en los asentamientos urbanos
tuvo lugar ya en el siglo XVIII, cuando se crearon las ciudades de Copiapó, Quillota y Ancud.
A las ciudades recién fundadas pronto llegaron las órdenes
religiosas con su estilo arquitectónico, a través de la
construcción de capillas, colegios, iglesias y conventos. La
arquitectura religiosa, al igual que las casas municipales,
los palacios de los gobernadores, los hospitales y otros
edificios públicos, son los elementos arquitectónicos que
van a embellecer y aristocratizar la ciudad, otorgándole su
característico perfil colonial.
Volviendo al tema de los terremotos, éstos han
perjudicado el patrimonio arquitectónico y urbano. El
Convento o Iglesia San peligro sísmico ha particularizado la arquitectura en
Francisco en la actualidad muchas zonas de Hispanoamérica. Así, se producen las
(ampliar imagen) soluciones góticas, el desarrollo horizontal de los edificios,
la presencia de contrafuertes y la escasa altura de las torres, son algunas de las características
que singularizan la arquitectura latinoamericana frente a los estilos europeos.
En Chile, los movimientos telúricos han sido enormemente destructores. El mejor ejemplo de
ello ha sido de que en Santiago sólo se conserva un edificio del siglo XVI, el convento de San
Francisco (1586-1628), el cual ha resistido estoicamente los continuos movimientos de tierra. La
mayoría de los edificios del Chile colonial no tuvieron esa suerte, desapareciendo debido a los
terremotos de 1647 y 1730.

CHILE: Una Arquitectura Colonial de Formas Simples


(siglos XVI, XVII y XVIII)

Marylena Luna Cardozo

La conquista de América Latina por parte de los españoles supuso un encuentro de dos
civilizaciones con una realidad histórica, geográfica y cultural totalmente opuestas: el español y
el indígena, siendo un proceso bastante violento, donde la cultura española se impuso a toda
costa. Este proceso en unos países fue más rápido y en otros, más lento, de esta forma se
observa que el desarrollo de las manifestaciones artísticas, a nivel de pintura, escultura,
arquitectura, artes menores y arte en general, fue diferente según las condiciones geográficas,
históricas y culturales de cada territorio.

En este caso se va a estudiar la Arquitectura Colonial Chilena, específicamente la religiosa


durante los siglos XVI, XVII y XVIII, donde las manifestaciones arquitectónicas son
bastantes peculiares en relación con el resto de Latinoamérica, por la sencillez, dada por el
uso de formas simples y la escasez decorativa, que hacen resaltar el carácter volumétrico
de los templos. Para dicho estudio se tomarán en cuenta varios autores, especialistas en el
área del arte latinoamericano colonial, como: Diego Angulo Íñiguez, Damián Bayón, Patricio
Gross y Jorge Bernales Ballesteros.

Para comprender a que se refiere esta sencillez en la arquitectura es necesario establecer


un rango de comparación dentro del contexto: en esta ocasión es con Perú, con esto no se
trata de degradar el valor de una u otra obra arquitectónica, ya que cada una tiene un valor
artístico único en la sociedad. El hecho de tomar a Perú como punto de referencia obedece
a razones históricas, geográficas, políticas y militares, porque Chile estuvo bajo el dominio
del Virreinato de Perú o Nueva Castilla por más de dos siglos; y es curioso observar que el
desarrollo artístico de Chile fue muy diferente al de Perú, donde se hicieron obras
arquitectónicas con marcada influencia de los estilos europeos: Gótico, Renacimiento,
Barroco y Neoclasicismo; mientras que en Chile no hubo uniformidad de estilos, ya que no
se puede hablar, por ejemplo, de un Renacimiento o Barroco chileno.

Para lograr este propósito, se estudiará las caracterizaciones generales de la arquitectura


de las dos regiones, para así apreciar las diferenciaciones, tomando en cuenta para el
estudio la metodología formal e histórica, que permitirá esbozar un cuadro general de la
arquitectura colonial de los dos países.

En la primera parte se va a tratar la arquitectura colonial chilena, considerando el contexto


histórico, que es fundamental para comprender el proceso de colonización en la región,
luego se estudiará el desarrollo de la arquitectura colonial en Chile a lo largo de los tres
siglos: XVI, XVII y XVIII. En la segunda parte se determinarán las caracterizaciones de la
arquitectura colonial chilena en virtud del desarrollo anterior, y haciendo referencia sobre la
arquitectura colonial peruana y su influencia en Chile, para visualizar mejor las
particularidades de cada región, y finalmente establecer los factores determinantes de la
simplicidad en la concepción arquitectónica colonial chilena.

I PARTE: LA ARQUITECTURA COLONIAL CHILENA


1. Un poco de historia

Chile, desde la conquista en 1535, formó parte del segundo virreinato constituido durante la
colonización: el Virreinato de Perú o Nueva Castilla, luego en 1776 la zona costera chilena
perteneció a el Virreinato de Río de Plata sólo por dos años y finalmente, en 1778 se
convirtió en Capitanía General. Así que la Ciudad de los Reyes (Lima) que era la capital del
virreinato, representó a la corona española en el sur de América por casi dos siglos,
estableciendo los patrones políticos, económicos, sociales, religiosos y culturales en lo que
actualmente se conoce como Perú, Ecuador, Colombia, Chile y parte de Argentina.
Finalmente, luego de numerosas insurrecciones, Chile logró la independencia el 05 de abril
de 1818 con la Batalla de Maipó en las puertas de Santiago.

Es importante destacar, que el proceso de conquista de Chile no fue nada fácil, a los seis
meses de fundada la ciudad Santiago el 12 de febrero de 1541 se manifestó la primera
rebelación indígena, que se mantuvo durante tres siglos con el nombre de la guerra de
Arauco, llegando a ser los únicos aborígenes de todo el continente americano a quienes no
pudieron someter los españoles.

Los españoles trataron de poblar todo el territorio, pero por la extensión del mismo aunado a
la resistencia indígena, lograron establecerse al comienzo sólo en la región media, que
comprende desde Copiapó hasta Castro -en la isla de Chiloé-, ya que era la zona más
propicia para el cultivo de los cereales y el clima mucho más moderado, mientras el norte y
el sur no ofrecían condiciones de fácil adaptación: el norte se caracterizaba por el calor
tropical y el sur por el frío intenso del polo; de esta manera, se establecieron en el centro en
el siglo XVI y afianzaron la colonización en las zonas norte y sur durante los siglos XVII y
XVIII.

Para lograr todo este proceso de colonización, la iglesia fue el pilar fundamental para
convertir a los indígenas a la religión cristiana, y así como en las otras regiones de
Latinoamérica fueron enviadas desde España varias órdenes religiosas, como: los
franciscanos, los mercedarios, los dominicos, los jesuitas y los agustinos.

Otro hecho que es importante destacar en el desarrollo de la historia chilena son los
nefastos terremotos. Toda la zona andina se caracteriza por los sismos, pero es en Chile
donde se manifestaron con más violencia y frecuencia, sucedieron tres fuertes terremotos,
específicamente en 1647, 1730 y 1751, donde muchas construcciones y ciudades se
cayeron, y luego tuvieron que ser reedificadas, siendo un factor determinante en las
caracterizaciones locales de las edificaciones. (ANGULO, Enciclopedia Universal Ilustrada
Europeo-Americana y Laurosse Universal Ilustrado, 1956).

2. Arquitectura colonial chilena del siglo XVI

La arquitectura de este siglo está determinada por la lucha continua de la conquista y por
los terremotos, dándole un carácter muy particular que al compararla con la arquitectura de
la capital virreinal (Perú) al cual pertenecía, o con otras regiones de Latinoamérica: México,
Colombia o Ecuador, no presenta un despliegue de grandes manifestaciones artísticas.

Las primeras construcciones se encuentran en Santiago, primera ciudad fundada, que al


igual que todas las ciudades hispanoamericanas, las edificaciones princiaples se agruparon
alrededor de una plaza (Plaza de Armas): el cabildo, la cárcel, la casa de don Pedro de
Valdivia y la Catedral. La traza comprendía inicialmente nueve calles que corrían de este a
oeste, cortadas por quince de norte a sur; estaba defendida al norte por el río Mapocho y al
sur por un brazo de este río semicegado, convirtiendo al territorio en una semiisla, también
para la defensa se construyó una muralla de adobe para encerrar el primer núcleo de
población.

Las primeras construcciones se cayeron casi todas por un temblor sucedido en 1647,
salvándose sólo el Templo de San Francisco y parte de la Catedral; igualmente hubo una
inundación del río Mapocho en 1609 que contribuyó al desplome de las obras previamente.
Por eso la información que se tiene acerca de la arquitectura de este siglo es a través de las
crónicas. Se conoce que casi todas las construcciones eran de adobe, con techos de tijera,
de madero de canelo o espino, y éstas no pudieron resistir ante el temblor. Las primeras
iglesias construidas quedaron en pie gracias a que tenían gruesos muros, así que las
imágenes que se tienen actualmente corresponden a las restauraciones y modificaciones
que se hicieron a partir del siglo XVII. En este primer período se destaca la influencia
limeña, que llegaba al centro del país por vía marítima directamente del Perú. (ANGULO y
otros, 1956).

3. Arquitectura colonial chilena del siglo XVII

En este siglo sucede el terremoto de 1647


que destruyó casi todas las construcciones
anteriores, de ahí que se realizan muchas
modificaciones en las edificaciones
existentes. Además comienzan a aparecer
construcciones en la zona nórdica de Chile
con sus caracterizaciones respectivas.

Las construcciones nórdicas toman


influencias sobretodo del Collao, de ahí que
la forma de la planta es típica del altiplano:
angosta y larga, mientras en la decoración de
las portadas es concentrada y uniforme, tenemos, por ejemplo: San Pedro de Atacama,
Sotoca, Chiapa, Mocha, Usmagana y Chiu Chiu. Algunas iglesias, como en Toconce,
Conchi y Parinacota, copian el modelo de iglesia con atrio y posas de los frailes, en este
caso, las posas son sencillos templetes cubiertos de paja que sirven para posar el
Santísimo en las detenciones que hacen los fieles en las procesiones.

Se caracteriza por la simplicidad y carácter macizo de las formas arquitectónicas, la


decoración resalta sobre lo plano de las superficies y en ciertas capillas alcanza una gran
calidad; resalta la magnitud de los espacios exteriores en relación a los pequeños espacios
interiores.

Los principales materiales de construcción de la zona norte son: barro, piedra y paja brava.
Los muros se encalan, con troncos de chañares y algarrobos se arman las techumbres y
con cactus se hacen tablones para las puertas, dinteles y encielados. Las técnicas que se
utilizan son simples, artesanales y de dominio colectivo, por lo cual se requiere poca
especialización. (ANGULO y otros, 1956).

4. Arquitectura colonial chilena del siglo XVIII

El siglo XVIII es importante por la llegada de los jesuitas húngaros y alemanes para enseñar
los oficios. En 1748 llegaron treinta y ocho jesuitas bávaros, todos artesanos y artistas, que
se establecieron a pocos kilómetros del sur de Santiago, en Calera deTango, donde crearon
un centro de difusiún artística. Su influencia fue más notable en las artes menores (en
retablos y púlpitos), sin embargo, la arquitectura no escapó del predominio de los mismos.

La región del sur se caracteriza porque posee inmensos bosques, campos cultivables,
mares y se suceden grandes lluvias, de ahí que el material más empleado fue la madera.
Esta zona no trata de copiar modelos, sino adaptar las edificaciones a la inmensidad de los
bosques, con construcciones lígneas, como la
iglesia de Santa María de Achao.

Las construcciones se destacan por su esbeltez


ante el verde paisaje de las praderas, son
grandes volúmenes con una geometría de
formas simples. Las edificaciones se enriquecen
por la textura que producen en los paramentos
exteriores y las tablas superpuestas en tinglado.

En Chiloé, una de las zonas del sur, se hicieron


una serie de iglesias creadas por los misioneros
jesuitas, quienes llegaron a construir ochenta y
dos capillas y luego dela expulsión (1767) de los
mismos se llegó a contar ciento setenta capillas. Se destacan en relación al resto de las
construccioes del caserío, la torre se convierte en un punto de referencia para los
navegantes y en símbolo y centro de la comunidad. Según GROSS (1978), describe:

La iglesia tradicional es de planta basilical, de tres naves con pórtico de seis columnas,
frontón triangular y torre central de tambores superpuestos. La nave central posee una
bóveda de cañón corrido colgada de la armadura y las laterales tienen cielos planos. El
pórtico, junto con ofrecer una transición entre interior y exterior y proteger de la lluvia, está
abierto hacia una plaza despejada que reúne a los vecinos en fiestas y reuniones. Las torres
parten normalmente de una base cuadrada y las "cañas" o cuerpos superpuestos, uno o
dos, son aligerados por medio de una planta octogonal que va disminuyendo
progresivamente. (p. 44).

En la estructura se refleja la influencia mudéjar, en la carpintería de lo blanco y en lo formal


se traduce las influencias del barroco popular bávaro de los jesuitas. Los elementos
decorativos neoclásicos en los frisos y frontones, se agregan en el siglo XIX. (ANGULO y
otros, 1956).

II PARTE
Caracterizaciones de la arquitectura colonial chilena
1. Consideraciones sobre la arquitectura colonial chilena

El desarrollo de la arquitectura colonial


chilena fue un proceso lento por muchos
factores: históricos, geográficos, sociales,
bélicos, económicos, culturales, entre otros.
Hay que partir que el mismo proceso de
colonización fue uno de los más violentos y
tardíos en la América Latina, lo cual generó
una arquitectura que responde a las
condiciones y necesidades de la zona.

En el norte de Chile se dio una arquitectura


en base a la piedra, el barro y la paja; en el
sur se empleó la madera y en el valle central,
donde están la mayoría de las
construcciones coloniales, se utilizó el adobe
y la teja principalmente, determinando un tipo
de arquitectura para cada zona. Sin embargo, estas edificaciones tienen en común el
carácter macizo, ya que resalta la estructura y el volumen, sin profusión de elementos
decorativos y sin aportes de soluciones arquitectónicas propias. La fachada se caracteriza
por ser un muro liso y de carácter sobrio, por lo general resalta (n) la (s) torre (s), sin la
presencia de alguna cúpula, ya que durante la colonia se construyeron muy pocas, pero
desaparecieron por los temblores, y no se reedificaron nuevamente por temor a que
volvieran a derrumbarse.

En cuanto al modelo de planta se utilizó algunos de los patrones del templo europeo (de
cruz latina y basilical) que se estableció por la influencia del virreinato peruano, pero es
importante destacar que a pesar de que Chile estuvo por más de doscientos años bajo el
dominio del virreinato de Perú, el cual hasta llegó a formar escuelas de artes, no tuvo el
mismo desarrollo artístico de la capital virreinal, donde la influencia europea se vio bastante
marcada en cuanto al desarrollo de diferentes estilos: gótico, renacentista, barroco y
neoclásico.

En Chile, durante los siglos XVI, XVII y XVIII no hubo una uniformidad de estilo, es en el
siglo XIX, donde si se puede apreciar claramente el neoclasicismo. Como Chile estuvo
ligada histórica y políticamente al virreinato de Perú por muchos años, es importante hacer
unas consideraciones generales sobre la arquitectura colonial peruana, para apreciar la
influencia que pudo tener en Chile, y de alguna manera coprender a que se refiere esta
simplicidad de la arquitectura en estudio.

2. Influencias de la arquitectura colonial peruana en Chile

Para determinar las influencias de la arquitectura colonial peruana en Chile es necesario


conocer previamente las caracterizaciones generales de la arquitectura de la región, para
así apreciar el influjo del virreinato en la provincia.

La arquitectura peruana al igual que Chile, estuvo determinada por los terremotos y según la
zona geográfica. Geográficamente se divide en tres zonas: la costa, donde usaron el ladrillo
y el adobe; la sierra; que comprende el Cuzco y utilizaron la piedra; y el altiplano, que es la
Bolivia actual. En Perú existieron tres escuelas artísticas con estilos definidos: la Escuela
Cuzqueña, la Arequipeña y la Limeña.

En Cuzco fue donde la arquitectura hispana tuvo la influencia más directa y dominadora, la
cual representó la victoria de los conquistadores sobre el Cuzco, con un carácter fuerte y
firme; mientras que la arquitectura limeña fue cortesana y lujosa, derivada de la expresión
política del virreinato; y en la escuela arequipeña es donde se refleja más la fusión del
español con el indígena, es quizás las más representativa de las arquitecturas mestizas
americanas.

Según VELARDE (1946), la división de la arquitectura colonial


peruana se puede hacer en correspondencia con los estilos de la
arquitectura española:

1) Renacentista: el plateresco; con sus reminiscencias góticas y


árabes y principio del clasicismo, comprende el período propiamente
de la Conquista (1532-1543) y los primeros años del Virreinato.
Luego el clasicismo, que abarca desde mediados del siglo XVI hasta
mediados del XVII.

2) Barroca: desde mediados del siglo XVII hasta fines del XVIII, en
el que se advierte la influencia rococó primero y luego la neoclásica.

3) Neoclásica: primer cuarto del siglo XIX hasta la independencia,


1821. (p. 62).

Durante el primer siglo de la colonización realmente no hubo una unidad de estilo, porque
se aprecia la influencia gótica, mudéjar y renacentista. A mediados del siglo XVII, se puede
hablar del estilo barroco, que a diferencia del barroco mexicano, es antes que nada
arquitectónico con aplicación atectónica, mientras que en México prevalece la decoración
sobre la arquitectura. Y luego se da la arquitectura neoclásica en el siglo XIX. De esta
manera, se puede ver que en Perú se pueden definir corrientes estilísticas, a diferencia de
Chile que no presenta unidad estilística, durante el período en estudio. (GASPARINI Y
VELARDE, 1972).

En el caso del barroco en Perú, a pesar de que prevalece lo arquitectónico sobre la


ornamentación, presenta una riqueza decorativa, que no se aprecia en Chile; esa profusión
decorativa se expresa sobre todo en las fachadas e interiores de algunos templos, como: en
la Catedral de Cuzco, la Catedral de Lima, la Iglesia de la Compañía de Jesús (Cuzco y
Arequipe), San Francisco de Lima, el Templo de San Agustín (Lima y Arequipa), el Templo
de Asillo (Perú), entre otras.

Ahora bien, es evidente que este desarrollo de la arquitectura colonial peruana no lo tuvo
Chile, a pesar de que formaba parte del mismo virreinato. Los chilenos adoptaron la planta
de cruz latina y basilical, realizando a lo largo de los tres siglos, alteraciones a nivel de
fachada. Por ejemplo, en el barroco no llegaron a utilizar una profusión decorativa, a
excepción de la Iglesia de la Compañía de Jesús, donde se apreció claramente la influencia
barroca bávara, pero que lamentablemente desapareció por un incendio ocurrido en 1863.

En fin, la arquitectura chilena tomó influencias de Perú, pero las adaptó a sus necesidades
geográficas, económicas e históricas, dándole un valor muy pecualiar y sobrio, esto no
quiere decir que no hubo riqueza arquitectónica en Chile, realmente fue una riqueza
constructiva con un valor muy auténtico.

3. Factores determinantes de la simplicidad de la arquitectura colonial chilena.

A continuación se van a determinar y explicar los posibles factores que incidieron en la


concepción de la arquitectura colonial chilena.

· El factor geográfico.
La longitud de la geografía chilena era bastante grande y divergente en cuanto a paisajes
geográficos. El norte se caracterizaba por el calor tropical, el centro por ser un valle fértil y
de clima moderado y el sur por un frío intenso y de fuertes lluvias; así mismo cada zona
precisa el material arquitectónico utilizado, en el norte: la piedra, el barro y la paja; en el
centro: el adobe y la teja; y en el sur: la madera. Este factor determinó que se dieran
diferentes manifestaciones arquitectónicas según las condiciones de la zona. Por ejemplo,
en el norte las construcciones son pequeñas, la planta es angosta y larga, mientras la
decoración resalta sobre lo plano de la superficie, se puede ver en San Pedro de Atacama,
Sotoca, Chiu Chiu, Chiapa, Mocha y Usmagana.

Las construcciones del centro, son un poco más complicadas, porque fue donde más se
sintió la influencia de estilos europeos, sin embargo, se insiste en la estructura sobre la
decoración, como por ejemplo, en la iglesia de San Francisco, en Santo Domingo o en la
Catedral de Santiago.

En el sur, a pesar de la influencia de los jesuitas bávaros, son edificaciones de formas


simples que juegan con la textura de los tinglados de madera, por ejemplo, las iglesias en la
Isla de Chiloé: Santa María de Achao y la Iglesia de Rilán.

· La riqueza del suelo.


El mismo factor geográfico determina la riqueza del suelo, en este caso los españoles
creyeron en la aparente pobreza del suelo a principios de la conquista, luego cuando
descubrieron yacimientos de oro en el centro, sí se dedicaron a la colonización. En cuanto a
las condiciones que ofrece la tierra para las actividades económicas la zona central fue la
más apta y fértil para la agricultura, de ahí que se interesaron antes que nada en poblar esta
zona, mientras que en el norte y el sur se daba el cultivo y pastoreo de una forma intensiva.
Esto dio pie para que la conquista no se hiciera de una manera uniforme y simultánea en
todo el territorio, donde los conquistadores tuvieron que adaptarse a las condiciones
económicas que les ofrecía las diferentes zonas. De esta forma, se aprecia las diversas
construcciones en el norte, centro y sur, ya mencionadas, donde las edificaciones del centro
-por las condiciones más favorables- son más trabajadas arquitectónicamente y de mayor
dimensión, mientras que las del norte y sur son más sencillas.

· El factor geológico.
Chile, por encontrarse en una zona sísmica, sufrió una serie de terremotos, siendo un factor
determinante en la caracterización local de la arquitectura colonial. Casi todas las
construcciones sufrieron modificaciones, algunas a nivel estructural, otras a nivel de
fachada, de esta manera, por preocuparse en reconstruir el mismo edificio, no se abocaron
en hacer numerosas obras y se limitaron en adaptarse a la estructura de un edificio sin
nuevas modificaciones. Este factor fue decisivo en la concepción de la arquitectura chilena,
como: el uso de las formas simples (rectangular, cuadrado), la tendencia horizontal del
edificio, el uso de torres no tan altas, la escasa utilización de cúpulas, el empleo de muros
gruesos, poca ornamentación en la fachada y en los muros, que en conjunto le dan un
carácter macizo a los templos.

Los terremotos que se sucedieron durante estos tres siglos, fueron en: 1647, 1730, 1751,
siendo la zona central la parte más afectada, donde llegaron hasta desaparecer ciudades
por completo; igualmente muchas construcciones del siglo XVI se derrumbaron por entero,
manteniéndose sólo la parte estructural, como, por ejemplo, el caso de la Iglesia de San
Francisco y en la Catedral de Santiago. Por ello mismo, los arquitectos no puedieron
entregarse a realizar nuevas formas arquitectónicas, ya que apenas terminaban una
construcción, sucedía algún accidente, y tenían que volver a la misma para las
remodelaciones correspondientes.

· La arquitectura prehispánica.
Es un factor determinante porque es el antecedente inmediato sobre el cual los españoles
se establecieron para el desarrollo de obras constructivas. La sociedad chilena estaba
conformada por culturas primitivas que al compararla con otras, como la Incaica de Perú, la
azteca o Maya de México, no estaban tan avanzadas a nivel de organización política,
económica, social y cultural.

Las construcciones prehispánicas eran bastante modestas, rudimentarias y sin


complicaciones: en el norte habían chozas de piedra sin labrar, en madera de cardón y
barro (la casa Aymara y Atacameña). En el centro se destaca la vivienda de Quincha que
era la forma más elemental de la casa campesina y respondía a una economía de escasos
recursos. En el sur se encontraba la ruca o vivienda de los indios Mapuches o Araucanos
con estructura de madera y paja, que no aportaba muchas soluciones arquitectónicas a los
conquistadores.

Es importante señalar que los Araucanos, quienes ocupaban parte del centro y el sur de
Chile, constituyeron una cultura tradicional guerrera muy arraigada. Por su tradición
guerrera no se preocuparon en construir aldeas o ciudades, sino que edificaron las rucas
agrupadas en diferentes territorios, no muy alejadas entre sí. Solían hacerlas en las lomas o
a media altura, defendidas de los vientos y las inundaciones, y con dominio visual sobre las
siembras, los ganados y los visitantes. Igualmente los templos eran construcciones sin
complicaciones estructurales.

En líneas generales la arquitectura prehispánica chilena se caracterizaba por


construcciones simples y funcionales que armonizaban con el paisaje, y fundamentalmente
respondían a las necesidades básicas de las tribus y a los materiales de cada región.
Cuando llegaron los españoles, y no vieron un gran desarrollo como en el Imperio Incaico
en el Perú, donde habían grandes ciudades con alta organización social, política y
económica y sobretodo abundantes riquezas, no se interesaron en la conquista inmediata
de la región, además, como eran sociedades más precarias, no ameritaban grandes
construcciones para impresionar y conquistar.

· La escasez de vías de comunicación.


Justamente por la extensión del territorio chileno y las diferentes zonas geográficas aunado
a que no existían buenas vías de comunicación, para los españoles les fue difícil explorar y
penetrar este territorio de una forma rápida; además, las distancias entre una y otra
población eran significantes, y por la falta de vías no podían llegar con facilidad. También
habían deficiencias a nivel de comunicación entre las diferentes provincias, según el texto
de BAYÓN (1989): "las comunicaciones entre una región y otra eran bastante precarias, los
caminos eran muy accidentados y malos." (p. 179). Por supuesto, esto viene por la misma
cultura prehispánica chilena, que no desarrolló vías de comunicación como en el imperio
peruano, donde las regiones se comunicaban constantemente. Este factor determinó que la
conquista no fuese uniforme, sino gradual, tal como se describió anteriormente.

· La rebelión indígena.
El proceso de conquista estuvo constantemente interrumpido por las rebeliones indígenas.
Los Araucanos, que habitaban parte del centro y el sur de Chile, eran de una tradición
guerrera muy arraigada y fueron los únicos nativos a los cuales los españoles no pudieron
someter. A estas constantes sublevaciones, que comenzaron desde la fundación de
Santiago en 1541, se les denominó la Guerra del Arauco, que duró más de tres siglos, hasta
que lograron pacificarlo en 1870. Según María Robinson Wright (citada en la Enciclopedia
Universal Ilustrada) expresa:

...la comarca estaba en posesión de los indios araucanos, raza intrépida, que por su valor
indómito, costó a España la pérdida de más vidas que todas las otras colonias americanas.
Los araucanos, que eran muy numerosos en tiempo de la invasión, mantuvieron su
independencia durante tres siglos de continuado esfuerzo por parte de España para
someterlos, desafiando el genio militar de sus enemigos por su resuelta y constante
resistencia. (p. 314).

Definitivamente, estas insurrecciones indígenas contribuyeron a la lentitud de la


colonización y, por tanto, al despliegue de manifestaciones artísticas.

· Invasión de corsarios.
La colonización chilena estuvo amenazada constantemente por los corsarios ingleses y
holandeses que interrumpían el proceso de conquista. Sobretodo durante los siglos XVII y
XVIII los gobernadores tuvieron que defender las costas contra las invasiones de los
contrabandistas, emboscados en las islas, para asaltar las embarcaciones que provenían
del Perú cargadas de riquezas para trasladarlas a España.

· Escasez de población y grandes ciudades.


Según el Larousse Universal Ilustrado (1965):
Era Chile por aquella época un país de grandes fincas, pertenecientes a una aristocracia
poco numerosa y muy rica. Cultivaban estas tierras mestizos reducidos a verdadera
servidumbre. Las ciudades eran bastante numerosas, pero poco importantes. Santiago, la
capital, tenía 40.000 moradores, pero Concepción y Valdivia no contaban más que con
cinco o seis mil, y Valparaíso tres mil. (p. 574).
Se puede observar que había muchos poblados de poca población, sólo Santiago, la capital,
era la más poblada porque ofrecía mejores condiciones económicas, lo cual determinó que
para la zona central se hiciesen construcciones más complicadas que en el norte y el sur.

En líneas generales, todos estos factores y aspectos explicados determinaron en Chile un


proceso de colonización lento, decisivos en la concepción arquitectónica colonial, donde las
obras eran difícil de concretar, de esta forma, se produjo no una uniformidad constructiva,
sino una arquitectura de necesidad, prevalenciendo la estructura sobre la ornamentación.

Consideraciones finales

La colonización española significó la instauración de un Imperio en Latinoamérica,


estableció nuevas leyes políticas, económicas, sociales, religiosas y culturales, pero al
encontrarse con un nuevo mundo, con una realidad histórica, geográfica y cultural
totalmente diferente, y sobretodo, con la presencia de muchas etnias, lenguas, religiones y
costumbres, tuvieron que adaptar el mecanismo de la colonización según las condiciones de
cada territorio. De esta manera, el proceso de colonización latinoamericano no fue uniforme
y simultáneo, sino que en unas partes, fue más rápido, en otras más tardío, prevaleciendo el
factor económico y/o político.

Por supuesto, las manifestaciones artísticas respondieron a este desenvolvimiento de la


colonización, los lugares donde más les interesaba imponerse rápidamente, por razones
políticas o económicas, como por ejemplo, en México y Perú, las creaciones artísticas
fueron más numerosas y de mayor riqueza decorativa, mientras que en el caso de Chile,
que no constituyó un foco económico fuerte, la producción artística no fue muy abundante.
Entonces cabría preguntar ¿si el proceso de colonización latinoamericano generó
respuestas regionales en cuanto a manifestaciones artísticas? Claro que sí, y no sólo a nivel
artístico sino en todos los niveles de la sociedad, ya que en el mismo continente habían
diferentes razas indígenas, con rasgos muy particulares, y cada sociedad, a pesar de la
imposición española, produjo sus manifestaciones de acuerdo a las condiciones del territorio
y necesidades de la población.

Chile tuvo una arquitectura muy particular por el carácter sobrio de sus obras, y puede ser
comparada con la arquitectura colonial de Argentina, Uruguay y Paraguay, ya que en cierta
forma el proceso de colonización en esas regiones fue similar. La influencia europea en
Chile se da en menor escala, donde la forma estructural y la decoración es un modelo
europeo adaptado y reinterpretado a la región; pero realmente no lograron establecer el
desarrollo estilístico europeo, como en el Perú o México, donde se desarrolló un arte con
abundantes formas artísticas en base a modelos occidentales. Esta sobriedad en la
arquitectura colonial chilena, tan válido como la caracterización de la arquitectura colonial
peruana, se debe tomar como un valor artístico único y propio dentro del continente, que
obedeció a las necesidades de la sociedad del momento.

Literatura chilena en la colonia

En tiempos de la Colonia la literatura en Chile fue muy pobre debido a diversas causas, como:
guerras contra los araucanos, pobreza económica del país, falta de teatros y sociedades
literarias y la falta de imprentas y dificultades a la importación de libros extranjeros. Los
escritores debían mandar sus manuscritos al Perú o España.

Los géneros más cultivados en esta época la historia y la poesía narrativa. Las obras históricas
eran “historias” y “crónicas”, y las poéticas consistían en “poemas” imitados de La Araucana,
“romances” sobre algunos asuntos de actualidad e “improvisaciones” hechas por poetas cultos
y por palladores.

En la poesía épica el modelo fue La Araucana, de Ercilla, que inspiró las principales
producciones de este género en La Colonia. Las más importantes de estas imitaciones por
orden de valor, son El Arauco Domado, de Pedro de Oña y El Purén Indómito, del Capitán
Alvarez de Toledo.

Con la Independencia va a comenzar a desarrollarse nuestra literatura nacional. Lo primero que


va a cultivarse es el periodismo, fuerte arma política; también surgirá la oratoria.
La historia se pone al servicio de las ideologías. Débil se insinúa la lírica y nace por fin, pujante,
la novela.

Primeros periódicos impresos: Aurora de Chile (Camilo Henríquez); Gaceta del Rey (fray José
M. De la Torre); La clave (Melchor José Ramos); El Valdiviano Federal (José Miguel Infante).
Merece citarse entre los escritores de este primer período: Juan Egaña, autor de El Chileno, en
el presidio colaboró en la Aurora de Chile, redactó el proyecto inicial de la constitución chilena y
la carta fundamental de 23 es obra suya. Hombre culto y fino, erudito en jurisprudencia,
teología, filosofía y letras clásicas. Nació en Lima, pero es de padre chileno, y desde los 22
años de edad vivió en Chile. Don Manuel José Gandarillas con su obra Don Bernardo
O'Higgins, Apuntes históricos de la Revolución de Chile, inicia la historia nacional, a pesar de su
parcialidad evidente y apasionada.

El movimiento literario y cultural de Chile en 1842 fue el despertar de los artistas debido al
impulso meritorio de extranjeros como Andrés Antonio Gorbea, José Pasamán, Carlos
Ambrosio Lozier y Joaquín José de Mora entre muchos otros. Entonces es válido decir que el
movimiento literario y cultural no fue una floración espontanea, sino que fue producto de una
etapa de preparación, desarrollada con mucho silencio y humildad.

La causa inmediata que acrecentó más la efervescencia cultural, fue la llegada de los
emigrados argentinos: Sarmiento, López, Alberdi y otros, que venían huyendo de la tiranía de
Rosas. Promovieron en la prensa una polémica literaria que poco a poco fue agriándose. En
ella, Sarmiento sostuvo entre otras cosas, que en Chile no había poesías por la falta de ideas
de sus hombres y por la mala tendencia de sus estudios. Según Sarmiento no podían los
chilenos ser literatos de verdad, por el demasiado apego que tenían a las formas de un idioma
antiguo. Atacó especialmente la obra educadora de Bello.

En esta etapa de destacó Andrés Bello (1781-1865) que reside en Chile desde 1829. A su labor
se le deben estudios originales y profundos sobre el idioma, la métrica y la literatura española.

A este proceso de silenciosa gestación se les suma la llegada de tres hombres de letras, que
con su entusiasmo, inquietud y curiosidad, contribuyen a remover el ambiente literario. Estos
hombres son: Juan García de Río, Domingo Faustino Sarmiento y Vicente Fidel López.

El primero con su elegante información europea, el segundo con su honrada inquietud agresiva,
el tercero con su encendido cariño por el estudio, contribuyen desde el diario y la revista a
sacudir la conciencia chilena que, vivía bajo el peso de las preocupaciones de la colonia.

Dos acontecimientos son precisos señalar en la Sociedad Literaria: la incorporación de José


Victorino Lastarria y el certamen literario para celebrar las fiestas patrias de aquel año.

Lastarria es una noble figura tanto en el pensamiento como en las bellas letras. Su vida tiene
rasgos de hombre ejemplar. Su labor literaria es digna de estudio y sus novelas y cuentos, sin
ser un modelo en su género, se leen con facilidad y con agrado.

El segundo acontecimiento de la Sociedad Literaria, como digo antes, es el certamen que entre
sus socios se abre para celebrar el día patrio. Dos son los temas del concurso: una poesía que
cante las glorias de Chile y un discurso sobre el mismo asunto.

La Sociedad Literaria tiene un valor temporal. Responde a los anhelos confusos de sus
componentes: muchachos de 17 a 20 años de edad. No es una academia solo literaria, sino
una corporación que pretende cultivar tanto a sus asociados como al pueblo en general.

El año 1842 es de polémicas. La primera es entre Andrés Bello y José María Nuñez con
Sarmiento, y tarta sobre una publicación de Pedro Fernández Garfias titulada, Ejercicios
populares de la lengua castellana. La segunda, entre Vicente Fidel López y sarmiento con
Salvador Sanfuentes, Jotabeche y Antonio García Reyes y trata del Romanticismo. La tercera,
entre sarmiento y Jotabeche.

De 1842 a 1844 el teatro europeo, especialmente el francés, se

Historia de Chile: La Colonia.

La sociedad colonial
: Las costumbres del Chile colonial, en cuanto al vestir y al comer, identificaban a las
clases sociales y les imprimían un carácter propio. En la imagen, un español de Chile.

Al frente de la jerarquía social de la Colonia se situaban los descendientes de los


conquistadores que en los repartos habían recibido encomiendas. El sistema de encomiendas,
empero, fue agotándose y en el siglo XVII alcanzaron preeminencia los propietarios de
haciendas y de los limitados obrajes abiertos en Chile y los funcionarios llegados de España o
bien del Perú.

La propiedad y dedicación a oficios mecánicos, como los obrajes, no fueron motivo de desdoro
en la sociedad criolla.

Con frecuencia los conquistadores, desde luego sus capitanes, pertenecían a familias hidalgas
e incluso eran segundones de casas nobiliarias que buscaban en América la oportunidad de dar
origen a una nueva familia principal instituyendo un mayorazgo, esto es, creando un vínculo con
los bienes adquiridos que serían transmitidos íntegramente al primogénito.

Las condiciones americanas hicieron que la institución del mayorazgo fuera perdiendo una
fuerza que en Chile siempre fue escasa, incluso en tiempos de los conquistadores. Eso significa
que los distintos descendientes tuvieron acceso al patrimonio familiar.

Las familias principales enlazaron entre sí, creando linajes endogámicos que permitieron
distinguir una serie de apellidos al tiempo que se favorecía la formación de uniones
patrimoniales. Las familias dominantes, unidas por relaciones de parentesco, crearon en
Santiago, La Serera y Concepción una red de apoyo y protección mutua destinada a mantener
dicha jerarquía, subrayada por el control de los cabildos.

La presencia de un ejército profesional permanente hizo de los oficiales, hidalgos muchas veces
curtidos en las campañas de Flandes e Italia, elementos distinguidos de la sociedad y
candidatos a ser casados con las hijas de la naciente oligarquía criolla.

La inmensa mayoría de los pobladores españoles de Chile eran originarios de la Corona de


Castilla, y dentro de ésta, de las regiones meridionales: castellanos nuevos y andaluces.
Tampoco faltaron extremeños y vascos, aunque en medida mucho menor que los anteriores.

Durante la época colonial, era muy común reunirse en tertulias donde, además de
conversar, se tocaban instrumentos como guitarra, guitarrón y arpa.

Durante el siglo XVIII la vida familiar cambió rotundamente. Las reuniones sociales adquirieron
gran importancia entre la clase alta y media. En ellas, las mujeres se dedicaban a jugar a la
lotería, a las prendas y al tonto (juego de naipes), mientras que los hombres jugaban ajedrez y
damas. Las familias, sin embargo, siguieron siendo muy numerosas, y los matrimonios eran
acordados.

La clase alta comenzó a buscar todo tipo de vestidos y muebles de lujo, adquiriendo la moda
femenina un sello propio, donde los colores oscuros fueron reemplazados por otros más alegres
y llamativos. Los hombres, en cambio, mantuvieron el típico traje que se usaba en Europa:
casaca y chaleco, calzón corto, medias de seda, ligas de lujo, zapatos con hebillas, bastón y
espadín.

Los encuentros en la calle eran muy bien vistos, ya que después de la siesta -cinco de la tarde-
las tiendas se abrían y aparecían los paseantes por el puente de los tajamares en Santiago,
quienes habitualmente conversaban sobre la guerra contra Inglaterra, noticias de España o los
sucesos más importantes que ocurrían en la ciudad.

Más tarde, estas misma conversaciones pasarían a convertirse en importantes tertulias en la


casa de algún criollo acomodado.

La educación
En el siglo XVI funcionaron escuelas donde enseñaban a leer y escribir a los soldados y más
tarde a criollos y mestizos. Eran escuelas básicas, y si alguien quería seguir estudios superiores
debía viajar a Perú.

En 1595 los dominicos fundaron el Colegio de Santo Tomás y los jesuitas el de San Miguel,
donde se impartían clases de latín, filosofía y teología. En 1608 se creó el Seminario de
Santiago, destinado a formar sacerdotes. Más tarde, ambos colegios fueron elevados a la
categoría de Universidades Pontificias, en 1619 y 1621, respectivamente, por autorización
papal, aunque después desaparecieron cuando se creó la Real Universidad de San Felipe, en
1738.

Las mujeres recibían instrucción en los conventos de monjas, donde aprendían a leer, escribir,
bordar, cocinar, cantar, e incluso, bailar.

ANTIGUAS ENTRETENCIONES POPULARES


LAS ALEGRÍAS DE NUESTROS ANTEPASADOS

Por: Rúbila Araya

"La humanidad siempre ha puesto su afán en hallar los medios que faciliten pasar
el tiempo lo mejor posible, en el amplio sentido de la expresión, en buscar la situación
perfecta que le proporcione el ideal de hacer de la vida un juego mesurado, rítmico y
gratificante" (1)

Durante los convulsionados años de la


Colonia, cuando costumbres y visiones de mundo,
contenidas por quienes vinieron desde lejos o
nacidas de los dueños originarios de la tierra,
comenzaron a interactuar, tal vez
involuntariamente y a pesar del constante choque,
surgió una gama de personajes, producto de
mezclas y estratificaciones sociales, que fueron
creando una identidad colonial a partir de un
mosaico cultural, que salta a la vista en
manifestaciones tan simples pero tan
representativas de cualquier pueblo, como son
"Las alegrías de nuestros antepasados" sus entretenciones.

A pesar de que las penurias y miserias, sufridas sobre todo por quienes se ubicaban en
los escalones más bajos de la estratificación social, no eran pocas, no faltaron por aquellos
tiempos motivos para celebrar y cosas en qué
entretenerse. Fiestas y juegos fueron dando colorido a
los ratos de ocio, extendiéndose por todo el periodo
colonial, hasta la república, e, incluso, algunos de ellos
sobrepasando la barrera del tiempo y constituyendo
hasta estos días una parte importante de nuestro folclor.

Esta necesidad de divertirse, inherente a la raza


humana, fue tomando forma y características diferentes,
dependiendo de los factores que participaron en su
configuración, llegando a arraigarse en la costumbre
popular, empero las prohibiciones y prejuicios que por
esos días pusieron en peligro la perduración de muchas "Lugares de encuentro y juegos de
actividades que conocemos hoy. suerte"

El hombre de estos lares, desde un principio se las ingenió para abstraerse de las
imposiciones sociales y de la, muchas veces, triste realidad, mediante la invención o adopción
de pasatiempos, como forma de olvidar y poner más brillo a su vida.

"Las fiestas, las diversiones, los juegos, en una palabra, lo lúdico, ayudaron a
sobrellevar las extenuantes cargas, que la sociedad le había asignado por fuerza. Sin ellos su
existir hubiese sido gris y no menos enojoso". (2)

Estas diversiones, integradas por fiestas, juegos, reuniones y deportes, pasaron a formar
parte de la vida de nuestros pueblos. Algunas, en la actualidad, han sido casi olvidadas, pero
otras, en especial las que tomaron más fuerza durante el siglo XIX, cuando ya la mayoría de los
países hispanoamericanos eran o estaban en vías de ser independientes, se arraigaron en las
alegrías de la gente, y, sufriendo o no transformaciones, viajaron hasta hoy, a través de
generaciones, para manifestarse en fiestas populares, actividades de distensión cotidiana y
hasta en juegos infantiles.

Intentaremos hacer un recorrido por las diversiones del Chile del siglo XIX,
escudriñando en sus orígenes coloniales o, en algunos casos, más antiguos. Mostar cuáles
fueron esas cosas y lugares en que hombres y mujeres ocuparon su tiempo libre, y citar
algunas anécdotas relacionadas con esas actividades, para así, lograr una descripción más rica
y colorida de aquellos tiempos en que, pese a no pocos impedimentos, la gente pudo encontrar
una vía de escape en varias entretenciones.

"No obstante y, a pesar de todos los obstáculos que el individuo tuvo que eludir, fue
quien mejor parado salió, pues encontró en las diversiones y pasatiempos, compañeros
puntuales y perseverantes que le ayudarían en sus muchos momentos de desánimo y
desesperanza". (3)

A poco de haber celebrado nuestras fiestas patrias, las diversiones típicas, más
presentes ahora en el campo, deben haber sido practicadas, en un momentáneo ataque de
chilenidad, por más de alguno. Dejaremos fuera las carreras a la chilena, el rodeo y la rayuela,
para centrarnos en actividades menos conocidas, extintas o prohibidas en la actualidad, como
la corrida de toros y la pelea de gallos. Pero no podremos dejar de incluir al volantín, ya que con
cuya ingenuidad, nos asombra que por esos tiempos, junto a la lotería y la pelota, haya sido
casi más combatido por las autoridades, que los evidentemente violentos juegos con animales.

Lugares de encuentro y juegos de suerte

En América, al igual que en todo el mundo, la plaza fue el principal


centro de reunión popular, aquí se dio escenario a la recreación
familiar y comunal, permitiendo la integración social a través de
diversiones de carácter colectivo y unánime. En Chile, por ejemplo,
en lo que se conoció como plaza de armas, la gente gozó de
populares juegos, como la sortija, la cucaña napolitana y el palo
"Lugares de encuentro y ensebado.
juegos de suerte"
Otros tipos de centro de recreación, ya no tan familiares, fueron
las ramadas, en el campo, y las chinganas y pulperías, en la ciudad.
Característica común de los tres establecimientos, fueron las
borracheras y peleas causadas por éstas, y por las desavenencias
provocadas por el intercambio de licor por productos robados.

Las ramadas no eran otra cosa que chozas levantadas por


estacas y forradas por ramas de árboles y arbustos, aquí se cocinaba
distintas especies de aves para vender junto a jarros de alcohol.
Muchos pasaban todo el día allí, hasta altas horas de la madrugada,
comiendo, bebiendo, bailando y participando en alguno de los tantos
juegos que ofrecían.
"Lugares de
Las chinganas, de origen peruano, versiones urbanas de las encuentro"
ramadas, eran tugurios en los que se vendía tragos, como el cachito de chicha o el colmado
pellejo de vino, Y las pulperías, de etimología mexicana, eran almacenes donde se expendían
comestibles y vinos detrás de un mostrador, y en cuya trastienda germinaron las formas de
tertulia más populares que existen hasta hoy.

En estas últimas, también se dio lugar a otro tipo de comercio, en un ambiente en que el
alcohol, las risas, los olores y el juego, hacían olvidar todo límite. "Por esos días las pulperías
estaban, casi en su totalidad, regentadas por mujeres de la hez del pueblo, con el fin de
favorecer a la venta invitaban a sus conocidos, entregándose, según expresaban los alcaldes, a
extremos sumamente vergonzosos, siendo ya corriente que tras el mostrador se escondiese un
cancel o tapadera donde se encontraban siempre durmiendo revueltos como bárbaros 'hombres
y mujeres que apenas se habían conocido'". (4)

Los centros de reunión en que se juntaba la


gente a pasar el rato, y a veces, días enteros,

"Lugares de encuentro y juegos de suerte"


sirvieron de ambiente ideal, para el desarrollo de lo
que se llamó juegos de suerte y envite, a estos
correspondían las cartas, los dados, las rifas, y
otros juegos de azar, que siempre estuvieron al
límite de lo prohibido, pero que se convirtieron en
un verdadero vicio irresistible, en toda América.

Aunque no está clasificada como juego de


envite y azar, la lotería, juego público chileno,
puede ser considerada en este grupo, ya que el
interés por saber sus resultados congregaba a
grandes cantidades de personas en la Plaza de
Armas, donde esperaban que un golpe de suerte "Lugares de encuentro y juegos de
hiciera cantar al pregonero los números del cartón suerte"
elegido.

Las loterías, no siempre contaron con la autorización plena para ser realizadas, y
durante el siglo XVIII, fueron suspendidas en varias oportunidades, no obstante, a finales de
éste se extendieron por todo Chile, y en forma extraoficial siguieron funcionando, incluso, como
medio para reunir fondos de beneficencia a lugares como el hospital San Juan de Dios.

Estos juegos de suerte y loterías, por algunos fueron considerados perjudiciales para el
pueblo, sin embargo, y a pesar del enojo del rey por que en el gobierno del Marqués de Avilés,
sin su aprobación, se habían autorizado por fines caritativos, pronto se terminó por aceptarlos,
lo que llevó a que esta entretención se reanudara sin restricciones a partir de 1800.

Las Corridas de Toros

A partir de 1692, el 24 de agosto, la fiesta de San


Bartolomé, patrono de La Serena, fue celebrada con
tauromaquia. En Concepción el año 1693, se festejó con
un espectáculo taurino la llegada del nuevo presidente
Tomás Marín de Poveda y su casamiento con Juana
Urdaneta.

Durante el siglo XVIII, se pasó del toreo a caballo al


de pie, y comenzaron a construirse las primeras plazas,
provisorias y a cuenta de los organizadores de la fiesta;
"Las Corridas de Toros " cuando se intentó establecer recintos permanentes,
como se estaba usando en las principales ciudades españolas, la oposición eclesiástica puso
constantes obstáculos a la iniciativa. El obispo Alday fue su más ferviente opositor, pero no
pudo con la sed que despertaba el arte taurino en los habitantes de Santiago del Nuevo
Extremo.

altos". (6)

Las Riñas de Gallos


"Las Corridas de Toros "

A Chile, se postula que llegaron en el tiempo de


Hurtado de Mendoza.

Aunque las peleas de gallos, nunca cobraron el


carácter de deporte popular que tuvieron en Lima,
México, Manila o La Habana, en Chile fueron
ampliamente difundidas. Aquí, el sitio donde se
efectuaban las luchas se llamaba reñidero, un círculo
"Las Riñas de Gallos"
cuyo centro estaba alfombrado o con ripio, que medía tres metros cuarenta centímetros de
diámetro por ochenta centímetros de alto y estaba
rodeado por esterilla.

Se cree que la construcción del ruedo de


Santiago, fue entre 1762 y 1782, años en que se
construyeron los anfiteatros de Lima y Buenos
Aires, respectivamente. En este periodo, la
concurrencia a la cancha no bajaba de 400
personas.

El Volantín

A Chile llegó el año 1795, y de ser un juego "El Volantín"


infantil, se convirtió en un espectáculo para todo público. En ocasiones, el entusiasmo por esta
actividad llegó a tal punto, que cuando se realizaban campeonatos no se respetaba ni siquiera
la propiedad privada y se ponía en serio peligro a los espectadores.

El Juego de la Pelota

El juego indígena de la chueca, para el


tiempo de la colonia, pasó a constituir tal
pasatiempo, que en días de fiestas, sus
participantes eran capaces de pasar cuatro
días enteros sin dormir, excitados por el ritmo
del campeonato. Lo que motivó que el obispo
Alday comunicara al gobernador Gill de
Gonzaga, que debía prohibir y castigar con la
excomunión a quien participara en este juego
los días festivos, pues aparte de no asistir a
"El Juego de la Pelota" misa, se producía una mezcla de indios,
mestizos y españoles, y, lo peor, de ambos sexos. Esta orden fue dictada el seis de septiembre
de 1763.

Historia de Chile: Primer periodo: Construcción de una identidad mestiza.

La Vida Y La Cultura Coloniales

La casa colonial

Durante los siglos coloniales, en Chile se pudieron distinguir: las casas de las personas
modestas, simples ranchos de quincha y barro, sin puertas, con pisos de tierra y con escasa
comodidades; las casas de las personas de situación, bastante grandes, de fachada sencilla,
con ventanas aseguradas por gruesas y bien trabajadas rejas de fierro. Eran todas parecidas y
de un sólo piso. Se entraba por un pasadizo o zaguán que conducía a un primer patio, donde
se encontraban las caballerizas. Al fondo del patio se levantaban las habitaciones principales de
la familia, como eran los comedores y los grandes salones. Todo este conjunto recibía el
nombre de cuadra.

Las habitaciones más adornadas eran las correspondientes a la cuadra, es decir, salones y
comedores; sus muros estaban cubiertos de gobelinos, espejos venecianos y cuadros
religiosos. Del techo colgaban inmensas lámparas de bronce con velas de sebo. Sillones
cómodos y en un rincón los instrumentos musicales como el arpa y el clavicordio. Eran
infaltables los grandes braseros de cobre y de bronce, los que además de calefactores, servían
para calentar el agua de los mates.

A continuación venía un segundo patio con jardín en cuyo alrededor se levantaban los
dormitorios. Finalmente la casa remataba con un tercer patio donde se encontraban la cocina y
las habitaciones de la servidumbre.

La tertulias

En la cuadra se realizaban las tertulias o reuniones de la familia y sus invitados. Las damas se
sentaban en cojines y los varones en sillas de cuero repujado. Se realizaban juegos de salón
como el "corre el anillo", "la gallinita ciega", al término de los cuales se daban prendas y las
consabidas penitencias.
Mientras los jóvenes así se entretenían, los mayores tomaban mate, o bebían mistela, ponche o
algún vinillo, mientras se comentaban los sucesos de la ciudad.
Pero sin lugar a dudas, la afición era por el canto, la música o el baile. Toda niña debía tocar el
arpa o el clavicordio y deleitar a sus invitados con algún canto o declamación. Los bailes
preferidos eral el fandango y el zapateo; más tarde se introducirán el minué y la contradanza,
bailes de origen francés.

La comida

Naturalmente la comida evolucionó a lo largo de los siglos coloniales. En una primera época
abundaron los guisos elaborados con productos más bien indígenas, acompañados de carne,
humitas, choclos y carne asada. Luego, se fueron introduciendo en la dieta los productos
europeos y los platos van variando, aunque se manifiesta el gusto por el maíz, el charquicán, la
empanada y las sopaipillas.

De este modo, se consumían también pavos, perdices, toda clase de pescados y mariscos,
porotos y lentejas, por supuesto acompañados de ají picante y de vino, chicha y mistela.

Una costumbre nacional era la del mate; dos veces al día por lo menos, era necesario cebar los
ricos mates de plata o las modestas calabazas para disfrutar de una bebida reparadora, que fue
siendo desplazada por la introducción de té y del café.

El vestido

El hombre del campo y de la ciudad usaba el poncho, una camisa tosca y anchos calzones
amarrados bajo la rodilla, medias de variados colores con polainas y zapatos de cuero, en que
remataban las espuelas generalmente de plata; cubría su cabeza con un sombrero puntiagudo
de paja o paño llamado bonete maulino. Los hombres de posición seguían la moda europea,
generalmente francesa, de la peluca empolvada, casacas bordadas con hilos de oro, chalecos
floreados, calzón corto, medias de seda y zapatos con hebillas de plata. Las mujeres seguían la
moda que dominaba entre las damas de Lima. Para ir a la iglesia llevaban un traje largo con
cola y una mantilla de encajes, con la que cubrían la cabeza y la cara.

Las fiestas

Las fiestas se podrían dividir en civiles y religiosas. Las fiestas civiles más importantes se
realizaban con motivo de la ascensión al trono de un nuevo monarca, el nacimiento de un
príncipe real o bien por la llegada de un nuevo gobernador. Con tales motivos se organizaban
corridas de toros, desfiles de carros alegóricos, representaciones teatrales, bailes populares,
lanzamientos de fuegos de artificio, competencia de volantines, carreras de caballos y otras que
envolvían a todos los habitantes de la ciudad.

Las fiestas religiosas eran muy solemnes. La muerte de un rey era motivo de una gran misa a
la que asistían todas las autoridades.
La llegada de una bula papal se realizaba por el paseo del documento rodeado de sacerdotes y
cuerpos militares. Pero sin lugar a dudas, las fiestas más importantes eran las correspondientes
a Navidad, Semana Santa, Corpus Christi y el día del Patrono de la Ciudad. En la capital,
el día de Santiago era recordado con especial dedicación. En todas estas fechas se
llevaban a cabo procesiones donde alcanzaban gran realce el desfile de la cofradías o
agrupaciones devotas de algún santo. Las más lucidas eran las de los negros, por sus
suntuosos vestuarios y lo peculiar de sus santos.

La cultura colonial

- La literatura: Nuestro país desde muy temprano se vio favorecido por la presencia de
importantes hombres de letras. Es así como ya en el siglo XVI , surge La Araucana del poeta
español Alonso de Ercilla, y el Arauco Domado del poeta chileno nacido en Angol, Pedro
Oña.
En el siglo XVII aparecieron interesantes obras literarias como La historia general del reino de
Chile; Flandes Indiano del padre Diego de Rosales; Histórica relación del reino de Chile del
padre Alonso de Ovalle; Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile, del capitán
español Alonso González de Nájera; El cautiverio feliz de Francisco Pineda y Bascuñán, quien
en su poema contó las aventuras que vivió entre los araucanos, luego de caer prisionero.

- La pintura y la escultura: Durante el siglo XVI no hubo en Chile un desarrollo adecuado de


las artes plásticas; habían tareas más urgentes que realizar, como era afianzar la conquista del
territorio. Sin embargo, se puede percibir algún primer intento de este arte en la construcción de
la catedral de Santiago y en la Iglesia de San Francisco, sobre todo en altares y campanarios.

En el siglo XVII, la construcción estuvo orientada especialmente a establecimientos militares y


religiosos: los altares, púlpitos, puertas de las iglesias, eran tallados a mano usando las más
nobles maderas del país. Las pinturas religiosas así como las imágenes eran traídas desde
Lima, donde pintores y escultores encontraron fama. Sin embargo, en Chile hubo en este siglo
un notable pintor: Juan Zapaca Inca, artista que pintó la vida de San Francisco y que a través
de sus cuadros con escenas de la vida del santo es posible conocer los trajes, costumbres y
formas de vida de Chile en ese siglo. Hoy se conserva parte de sus obras en el Museo de San
Francisco.

Durante el siglo XVIII se mantiene en las artes plásticas la influencia de los estilos llamados
"quiteño" y "cuzqueño"; pero desde mediados del siglo llegan al país jesuitas alemanes que
influyen poderosamente en el desarrollo artístico de Chile. Estos jesuitas trabajan en los talleres
que mantenía la Compañía de Jesús en Calera de Tango; desde allí salen muebles, relojes,
campanas, cuadros, cálices, patenas e imágenes sagradas que van a embellecer el templo de
la Compañía en Santiago. Sin embargo, esta tarea se ve detenida con la expulsión de los
jesuitas en el año 1767, durante el reinado de Carlos III.

Otro aporte importante al desarrollo estético del país ocurre durante el siglo XVIII. En el año
1780 llega al país el arquitecto italiano Joaquín Toesca. Su tarea fue inmensa: terminó la
construcción de la iglesia de La Merced, de la iglesia del Hospital San Juan de Dios y del
Cabildo. Pero su obra más importante fue la construcción de la Casa de la Moneda.
Fuente: www.biografiadechile.cl

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