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Piero:
“Opera
buffa”,
en:
The
Grove
Dictionary
of
Music
and
Musicians,
3rd.
ed.,
Macmillan
Publisher,
20011
(fragmento)
El
término
‘opera
buffa’
se
aplicó
primeramente
al
género
de
la
ópera
cómica
que
se
popularizó
en
Italia
y
en
el
extranjero
durante
el
transcurso
del
siglo
XVIII.
Al
principio,
el
término
‘opera
buffa’
no
figuraba
en
los
libretos.
Al
igual
que
el
término
‘opera
seria’,
era
utilizado
en
escritos
informales
(cartas,
memorias,
etc.)
y
en
conversaciones
ordinarias,
para
referir
al
espectáculo
en
su
generalidad.
Los
libretistas
–aún
los
del
más
bajo
género
cómico-‐
ostentaban
pretensiones
literarias
y
de
acuerdo
con
esto
titulaban
sus
obras
de
manera
de
realzar
su
estatus.
Así,
el
término
‘Drama
giocoso’
asoma
en
fecha
tan
temprana
como
1695
(en
el
prefacio
de
G.
C.
Villifranchi
a
su
obra
L’ipocondriaco,
de
compositor
desconocido,
y
ejecutada
en
la
Villa
Medici
en
Pratolino),
y
reaparece
esporádicamente
a
partir
de
entonces,
alternando
desde
1740
con
términos
como
‘drama
bernesco’,
‘dramma
comico’,
‘divertimento
giocoso’
y
‘comedia
per
musica’.
Este
último
sobrevivió,
junto
con
‘dramma
giocoso’,
hasta
aproximadamente
1760.
Los
tempranos
libretos
en
dialecto
napolitano,
por
su
parte,
favorecieron
el
término
‘commedeia
pe’
museca’.
No
se
ha
podido
descubrir
una
significación
específica
que
diferencie
a
todos
estos
términos.
1
Traducción:
Dr.
Julián
Mosca
para
la
cátedra
Historia
y
Análisis
de
la
Música
III
(FACM-‐UCA,
titular:
1
la
ópera
cómica
no
reconocía
convenciones
propias,
pero
en
general
tendía
a
ser
modelada
sobre
la
base
de
la
commedia
erudita
hablada.
Libretistas
como
Villifranchi
y
su
antecesor
más
famoso
en
la
corte
de
los
Medici,
G.
A.
Moniglia,
tuvieron
como
modelo
a
Terencio.
La
ciudad
de
Florencia,
en
efecto,
puede
ser
considerada
el
centro
de
este
tipo
‘erudito’
de
ópera
cómica:
precisamente,
la
obra
con
que
se
inauguró
el
Teatro
Della
Pergola
en
1657
fue
el
‘dramma
civile
rusticale’
de
Moniglia
titulado
Il
potestà
di
Colognole,
con
música
de
Jacopo
Melani.
A
este
le
siguió,
a
intervalos
irregulares
y
en
diferentes
teatros
(públicos
o
pertenecientes
a
la
familia
Medici),
una
docena
más
de
obras
similares,
hasta
1699.
A
partir
de
aquella
fecha
cesa
por
casi
20
años
la
representación
de
óperas
cómicas
en
Florencia.
Roma
fue
pionera
en
este
campo
con
las
óperas
de
Giulio
Rospigliosi
(libretista)
Chi
soffre
speri
(de
1637
junto
con
Il
falcone)
y
Dal
male
il
bene
(1553),
la
primera
basada
en
un
relato
de
Boccaccio
y
la
última
en
una
comedia
española,
y
enraizadas,
por
lo
tanto,
en
la
tradición
de
la
comedia
‘erudita’.
También
la
ciudad
de
Bolonia
fue
testigo
de
la
representación
de
algunas
óperas
cómicas
durante
el
siglo
XVII,
varias
de
ellas
importadas
de
Florencia.
En
Bolonia
la
Inquisición
cercenó
el
libre
desarrollo
del
género
que,
en
otras
circunstancias,
hubiese
terminado
por
convertirse
en
un
verdadero
género
popular:
Ricci
lista
ocho
‘scherzi
giocosi’
de
compositores
nativos
boloñeses
representados
durante
el
período
1669-‐98,
luego
del
cual,
como
en
Florencia,
no
se
producen
más
óperas
cómicas
por
espacio
de
20
años.
Es
posible
que
no
sea
una
mera
coincidencia
el
hecho
de
que
Roma,
Florencia
y
Boloña
se
convirtiesen,
tiempo
después,
en
importantes
centros
de
difusión
de
la
‘opera
buffa’
del
siglo
XVIII,
género
más
‘moderno’
cuyo
verdadero
origen
se
encuentra
en
Nápoles.
Fue
en
Nápoles
donde
un
nuevo
tipo
de
ópera
cómica
comenzó
a
nacer,
bajo
el
patrocinio
de
eminentes
y
–al
parecer-‐
ilustrados
miembros
del
ámbito
de
las
leyes
y
la
aristocracia.
El
ejemplo
más
antiguo
conocido
es
La
Cilla
(con
música
de
2
Michelangelo
Faggioli,
un
abogado,
y
texto
de
F.
A.
Tullio,
posteriormente
un
prolífico
libretista),
estrenada
en
1706
presumiblemente
en
la
casa
del
ministro
de
justicia
napolitano
a
quien
la
obra
fue
dedicada,
y
más
tarde
representada
en
el
palacio
del
Príncipe
de
Chiusiano
en
1707
y
1708.
Solamente
sobrevive
el
libreto
(no
se
conserva
partitura
alguna
anterior
a
1717,
y
ninguna
completa
anterior
a
1722),
pero,
al
menos,
es
un
claro
prototipo
del
tipo
de
espectáculo
que
pronto
iba
a
prosperar
en
los
‘pequeños
teatros’
de
Nápoles:
la
ambientación
de
la
obra
ocurre
en
la
misma
ciudad,
y
todos
los
personajes
cantan
en
el
dialecto
local.
Esto
brinda
un
aire
de
mayor
realismo
a
aquello
que,
de
otro
modo,
no
hubiera
pasado
de
ser
un
argumento
convencional
de
comedia
‘erudita’.
Los
enamorados
(‘innamorati’),
fiel
a
la
convención,
son
personajes
serios;
pero
debido
a
que
se
expresan
en
el
dialecto
cotidiano,
sus
sentimientos
suenan
más
naturales
que
estilizados.
Las
óperas
cómicas
napolitanas
posteriores
presentarán,
frecuentemente,
dos
parejas
de
enamorados
(en
las
que
los
amantes
masculinos
normalmente
son
representados
por
sopranos
femeninas)
girando
la
trama
en
torno
a
sus
destinos.
Con
estos
personajes
conviven
normalmente
otras
figuras
típicas
de
la
comedia,
como
el
viejo,
la
vieja
(representada
por
un
tenor),
el
capitán
fanfarrón
(bajo)
y
el
descarado
jovencito
encargado
de
los
mandados
(soprano).
El
empleo
del
dialecto
y
la
ambientación
local
transformó
a
todos
estos
tipos
tradicionales
de
la
comedia
barroca
-‐hasta
el
momento
caricaturescos-‐
en
personajes
más
creíbles.
Así,
desde
el
mismísimo
comienzo,
la
‘opera
buffa’
napolitana
reflejó
una
nueva
percepción
de
la
vida
cotidiana,
a
través
del
empleo
de
situaciones
y
de
personajes
tanto
cómicos
como
serios.
Estos
rasgos
continuaron
siendo
característicos
del
género,
incluso
cuando
más
tarde
se
lo
despojó
de
la
ambientación
y
del
dialecto
local
para
otorgarle
un
perfil
cosmopolita.
3
Petris.
Gracias
a
un
testigo
de
la
época
(un
noble
caballero
del
Norte),
sabemos
que
el
público
napolitano
comenzó
por
entonces
a
abandonar
el
teatro
de
San
Bartolomeo,
hogar
de
la
ópera
seria,
para
concurrir
en
su
lugar
al
Teatro
dei
Fiorentini,
“que
se
halla
poniendo
en
escena
una
real
bazofia
[una
vera
porcheria],
indigna
de
ser
vista,
en
el
lenguaje
napolitano”
(citado
por
Croce,
4/1947,
p.
140).
Otros
teatros,
como
el
Nuovo
y
el
Pace,
abrieron
sus
puertas
a
la
‘opera
buffa’
en
1724,
cuando
por
entonces
el
nuevo
género
se
había
convertido
ya
en
un
fenómeno
capaz
de
atraer
a
algunos
de
los
mejores
compositores
de
ópera
seria
(Alessando
Scarlatti
hizo
su
intento
cómico
en
1718
con
Il
triunfo
dell’onore,
obra
estrenada
en
el
Teatro
dei
Fiorentini
y
de
características
inusuales,
pues
su
texto
se
hallaba
en
italiano
en
vez
de
napolitano,
y
los
personajes
amantes
eran
aristócratas).
La
nueva
generación
de
compositores
–entre
ellos
Vinci,
Hasse
y
Pergolesi-‐
supo
sentirse
cómoda
escribiendo
tanto
para
el
género
serio
como
para
el
cómico.
4
Roma
estaba
prohibida
la
actuación
de
las
mujeres),
llevó
a
la
escena
Li
Zite
‘ngalera
(estrenada
en
Nápoles
en
1722
con
música
de
Vinci)
presentándola
con
un
nuevo
título:
La
Costanza,
y
con
nueva
música
(compuesta
por
Fischietti).
Los
roles
serios
fueron
cantados
en
italiano
y
los
cómicos
en
el
dialecto
napolitano
original
(se
trata
de
un
esquema
que
Saddumene
introdujo
más
tarde
en
Nápoles,
en
donde
se
convirtió
en
un
estándar
para
el
resto
del
siglo).
Esta,
junto
con
La
somiglianza
(producida
en
febrero),
parecen
ser
las
más
antiguas
óperas
cómicas
napolitanas
ejecutadas
en
Roma.
Era
un
tiempo
propicio
para
la
difusión
del
género
en
dirección
norte.
Durante
la
década
de
1730,
Roma
se
convirtió
en
un
verdadero
centro
de
‘opera
buffa’;
tanto
las
óperas
napolitanas
italianizadas,
como
las
propiamente
italianas,
se
representaron
allí,
principalmente
en
el
Teatro
Valle.
Entre
las
primeras
se
cuenta
La
finta
camariera
de
Gaetano
Latilla
(1738,
conocida
en
Nápoles
como
Il
Gismondo,
1737),
y
entre
las
otras
Madama
Ciana
(1738)
también
de
Latilla,
así
como
La
commedia
in
commedia
(1738)
y
La
libertà
nociva
(1740),
ambas
de
Rinaldo
di
Capua.
Estas
producciones
formaron
el
núcleo
de
óperas
romanas
que
pronto
comenzaron
su
viaje
hacia
el
norte
(con
libretos
adaptados
por
G.
Barlocci).
Sería
necesario
señalar
que
los
compositores
fueron,
en
los
comienzos,
todos
napolitanos,
mientras
que
los
cantantes
tendían
a
ser
nativos,
normalmente
con
experiencia
previa
como
especialistas
en
‘intermezzi’.
La
finta
camariera
viajó
por
la
siguiente
ruta:
Nápoles,
1737;
Roma,
1738;
Faenza
y
Módena,
1741;
Siena,
Florencia
y
Genoa,
1742;
Boloña,
Venecia
y
Vicenza,
1743;
Milán,
1745;
Turín,
Mantua,
Verona,
Parma,
1747;
y
mientras
tanto,
Graz,
Leipzig,
Hamburgo,
1745
(llevadas
a
allí
desde
Venecia
por
la
compañía
de
Mignotti).
El
camino
emprendido
por
la
obra
refleja
casi
de
manera
exacta
la
dirección
norte
seguida
por
la
nueva
‘opera
buffa’.
Algunas
excursiones
fuera
de
Italia
tuvieron
lugar,
y
ya
para
la
década
de
1750
la
‘opera
buffa’
se
encontraba
dispersa
por
la
mayor
parte
de
Europa.
5