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El pan de la guerra; Deborah Ellis

El pan de la guerra.

Esta es la historia de una niña, llamada Parvana, de once años de edad y que vivía en
Kabul, capital de Afganistán.

Ella recuerda que cuando era pequeña vivía en una casa grande, las mujeres podían
pasear tranquilas por las calles y todos eran felices, pero eso había cambiado. Los
talibanes se habían hecho con Kabul y no permitían que las mujeres salieran de su casa
sin el burka y sin acompañamiento de su marido, no consentían que la gente pensara por
sí misma y que tuvieran ideas diferentes. Todo estaba prohibido. La casa de Parvana
había sido destruida por una bomba y su hermano mayor había muerto, así que ahora
tenían que vivir en una pequeña habitación de una vivienda medio derruida y sin apenas
medios para subsistir.

El padre de Parvana se dedicaba a leer y escribir cartas en el mercado para la gente que
no sabía. Parvana siempre le acompañaba, pero con mucho cuidado de no llamar la
atención para que los talibanes no la vieran.

Un día, entraron en su casa un grupo de soldados talibanes y se llevaron a su padre, sin


ningún motivo. Parvana y su madre le estuvieron buscando por todas las cárceles, pero no
le encontraron. Entonces su madre cayó en una fuerte depresión y comenzó a faltarles
comida. Parvana y sus hermanos no sabían qué hacer, no había ninguna solución, pero un
día Parvana se encontró con la señora Weera, una de sus antiguas profesoras, y ésta le
ayudó a levantarle el ánimo a su madre. La única solución que encontraron fue algo que
no le gustó nada a Parvana: convertirla en un chico. De este modo, podría ir al mercado y,
como siempre acompañaba a su padre cuando trabajaba y ya había aprendido el oficio,
realizar el trabajo de su padre. Aceptó, aunque no demasiado convencida, para así ayudar
a su familia.

Al cabo de unos días, se encontró con una amiga del colegio, la cual también se había
cortado el pelo e iba vestida como un chico para trabajar, como hacía Parvana. Decidieron
trabajar juntas y así hacerse compañía. Pero pensaban que no ganaban suficiente y se la
ocurrió la idea a Shauzia de ir a recoger huesos. Esto no les gustaba demasiado pero así
tendrían más dinero para ayudar a sus familias y, para Shauzia, ahorrar y poder marcharse
de ese infierno.

Pasado un tiempo, Parvana recibió la noticia de que su hermana Nooria se iba a casar y
se iría a vivir a Mazar, una zona de Afganistán que no estaba sometida bajo el poder
talibán. Parvana, como no quería ir con su madre, Nooria y sus otros dos hermanos a
Mazar por si soltaban a su padre de donde quisiera que estuviese, se quedaría a vivir con
la señora Weera y con su nieta.

Un día, mientras Parvana trabajaba comenzó a llover y tuvo que refugiarse en una
vivienda, casi totalmente derruida por las bombas, para no mojar los cigarrillos y los chicles
que vendía. Allí, aunque estaba muy oscuro, pudo distinguir a una chica, sin burka y no
mucho más mayor que su hermana Nooria, llorando desconsoladamente. Como la chica
no hacía más que llorar y llorar y no dijo ninguna palabra, decidió llevarla a su casa y así,
por lo menos, que pudiera comer algo caliente y asearse un poco.

Una vez en casa y que la chica se calmó, les contó a la señora Weera y a Parvana que se
había escapado de Mazar porque los talibanes habían llegado allí, habían matado a casi
toda la población y habían dejado todas las calles llenas de cadáveres. Entonces, Parvana
se puso muy nerviosa y sin saber qué hacer al pensar que su madre y sus hermanos
estaban allí y que a lo mejor habían sido asesinados por los talibanes.

Al día siguiente, Parvana no se quiso levantar de la cama pero, para su sorpresa, tuvo que
hacerlo cuando vio a su padre subir las escaleras de su casa ayudado por dos hombres.
Estaba lleno de magulladuras y heridas, pero al fin y al cabo estaba vivo. Por fin Parvana
estaba otra vez alegre.

Cuando su padre se hubo recuperado, Parvana le contó lo que había ocurrido en Mazar y
que su familia se encontraba allí. Su padre, sin pensarlo dos veces, decidió que él y
Parvana partirían hacia allí al día siguiente para buscarlas. La señora Weera, su nieta y la
chica que encontró Parvana se quedaron allí, en Kabul, esperando con esperanza la
llegado de la familia, al completo.

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