Por: Laura Barreros - Cotopaxinoticias.com Un grupo de veintidós jóvenes enamorados de la música llegan a un canal nacional. Emocionan a cientos de televidentes con sus interpretaciones. Proyectan una mezcla de talento y humildad. Se ganan la empatía de quienes no solo vieron sus presentaciones, sino que las sintieron. No visten trajes espectaculares porque hicieron de su uniforme la armadura para vencer los nervios sobre el escenario. Frente a las cámaras: gargantas que entonan, dedos que acarician teclas, manos que percuten parches, pulmones que no dejan de exhalar sueños. Entre el público y del otro lado del televisor: un océano de corazones emocionados que bombean descargas de electricidad que nos unen con hilos invisibles. Sí. Esos muchachos que conquistan televidentes son los mismos que viajan todos los días en bus o sobre camionetas. Los que caminan largos trayectos para aprender y vivir la música. Ellos borraron, al menos momentáneamente, esas absurdas distancias políticas, económicas y sociales, nos mostraron que Cotopaxi puede ser uno. Nos mostraron también que las ilusiones y aspiraciones casi siempre tienen una oportunidad para ser, para creer. De entre decenas de participantes en el concurso Viva la paz, organizado por Ecuavisa, el César Viera se ganó un lugar entre los veinte seleccionados. Por un esfuerzo en el repechaje consiguieron estar entre los cuatro finalistas y por designio del jurado ocuparon un honroso tercer lugar. El tercer lugar, para muchos, tiene sabor a derrota porque envueltos en la ficción que solo la televisión puede ofrecer creímos que saborear las mieles del triunfo, del reconocimiento, era inminente. Pero quizá en el fondo esta aparente derrota guarda un triunfo para cada uno de estos chicos porque les enseña tempranamente que, en la carrera artística, y en la vida misma, no todo es triunfo, también hay que masticar y tragar desaires, y en ocasiones morder el polvo. Cuando sabes que eres bueno en lo que haces, pero el reconocimiento no llega, esa aparente derrota es el antídoto perfecto para el ego y lo que te permite conservar la humildad para seguir tu lucha. Los reveces enseñan que puedes ser aún mejor, te convencen del valor que tienes y te preparan para disfrutar pequeños logros. La orquesta del César Viera se ganó la empatía de muchos ecuatorianos que en diferentes lugares del país se sorprendieron y gozaron de su ritmo y talento. Eso fue evidente en las redes sociales después de conocido el veredicto. Las felicitaciones y las palabras de aliento fueron innumerables. Esos son sus pequeños logros. Este concurso fue una vitrina para mostrase al Ecuador y muy seguramente, como lo dijo un miembro del jurado, recibirán solicitudes de contratos y presentaciones. Sigan siendo los muchachos humildes que sueñan, sigan siendo el grupo que con su música logró hacernos sentir unidos. Para Cotopaxi y para muchos ecuatorianos son nuestros ganadores.