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Pedro Ortiz C.
Lima, Perú
2003
CONTENIDO
Introducción
SECCIÓN 1
EL NEOCÓRTEX CEREBRAL ES EL SISTEMA DE LA CONCIENCIA
CAPITULO 1.1. La naturaleza neural y social de la conciencia
Hipótesis acerca de la naturaleza de la conciencia. Estructura social de la actividad consciente.
SECCIÓN 2
EL PLANO SUBCONSCIENTE DE LA ACTIVIDAD PERSONAL
CAPITULO 2.1. El sistema afectivo-emotivo
Naturaleza de la afectividad humana: Los sentimientos. El neocórtex paralímbico es el sistema afectivo-emotivo de la
conciencia. Estructura y Interconexiones del neocórtex afectivo. Evidencias clínicas y experimentales. Diferenciación he-
misférica.
CAPITULO 2.2. El sistema cognitivo-productivo
Naturaleza de la cognición humana: Los conocimientos. El neocórtex parietotemporooccipital es el sistema cognitivo-
productivo de la conciencia: Estructura y conexiones. Evidencias clínicas y experimentales. Diferenciación hemisférica.
SECCIÓN 3
EL PLANO EPICONSCIENTE DE LA ACTIVIDAD PERSONAL
CAPTIULO 3.1. El plano de la percepción
Conceptos clásicos sobre la percepción. La percepción como plano de la actividad epiconsciente. Naturaleza del per-
cepto. Formas de actividad perceptual. El soporte psiconeural de la percepción.
Desde el primer Cuaderno hemos dejado establecido el principio de que el sujeto –no el obje-
to– de nuestro estudio es el individuo humano transformado en una personalidad. Hemos mostra-
do que este es un individuo social organizado en niveles que dependen de los mismos tipos de
información que organizan los sistemas animales individuales, pero que tiene un nivel adicional de
organización que depende de aquella categoría de información denominada social que, al deter-
minar la estructura de la sociedad determina también la estructura de la conciencia y por tanto de
la personalidad.
Habrá quedado claro que sólo en la especie Homo sapiens ocurre una verdadera re-evolución
desde el momento en que los sistemas multiindividuales de esta especie se organizaron a base de
la clase de información que sus primitivos miembros empezaron a codificar en medios que están
fuera de ellos mismos, y es así como la información social determina el desarrollo de la sociedad
humana tal como hoy la conocemos. De esta manera, la sociedad que surgió en los últimos miles
de años es ahora el único sistema vivo de tipo supraindividual que existe en nuestro planeta. De
no existir dicha información social, los hombres seguiríamos siendo únicamente primates, anima-
les superiores algo más complejos, pero tal vez sólo por tener un cerebro de mayor tamaño. Ha-
bría pues razones suficientes para sostener que además de los reinos protista, monera, fungui,
plantae y animalia, existe un sexto reino, el reino humano, esto es, la humanidad.
Así como en la sociedad se repiten los cinco niveles de organización del sistema vivo en su
totalidad, así también los hombres somos los únicos sistemas vivos individuales dentro de los que
se repiten estos mismos cinco clases de información que ha sido posible diferenciar en el sistema
total, que son las categorías de información genética, metabólica, funcional, psíquica inconsciente
y psíquica consciente (Ortiz, 1994, 1998, 2000). Estas cinco clases de información no sólo organi-
zan la actividad global del cerebro y del sistema nervioso, sino también la actividad de cada ser
humano en su integridad. En este Cuaderno estudiaremos el neocórtex cerebral como la única
estructura viva intraindividual que es capaz de codificar todas las categorías de información que
existen en la totalidad del sistema vivo y del individuo. En otros términos, dentro de nuestro cuer-
po, no existe otro componente orgánico que pueda almacenar y procesar todas las clases de in-
formación existentes –desde la información social hasta la información genética– que no sea el
neocórtex cerebral. Y por la misma razón, cada ser humano ha llegado a ser una personalidad. En
este Cuaderno intentaremos pues una explicación sociobiológica de la conciencia cuyo soporte
activo es el mencionado neocórtex cerebral.
En la primera sección, y dentro de la concepción del sistema nervioso que hemos seguido
desde el primer Cuaderno, usaremos la evidencia empírica disponible para sustentar el aserto de
que el neocórtex es el sistema de la conciencia, por cuanto es: 1) un sistema que procesa infor-
mación social en la forma de información psíquica consciente, 2) un sistema de memoria que codi-
fica y almacena esta misma clase de información, y 3) un sistema semiótico en tanto refleja el
lenguaje en el sistema del habla como una estructura psíquica que codifica y trascribe la informa-
ción social en información psíquica y viceversa.
En la segunda sección usaremos también las evidencias que disponemos para explicar la na-
turaleza de los procesos neuropsíquicos que constituyen los sistemas afectivo, cognitivo y conati-
vo del plano subconsciente de la conciencia.
En la tercera explicaremos como se integran y usan las diversas clases de información psí-
quica consciente en los planos de la actividad epiconsciente: de la percepción, la imaginación, el
pensamiento y la actuación.
SECCIÓN 1
Hemos sustentado la idea de que las redes neurales del neocórtex cerebral humano
se organizan cinéticamente a base de la información social, y que por procesos igualmen-
te cinéticos la información psíquica consciente que refleja aquella información, reestructu-
ra toda la actividad cerebral, todo el sistema nervioso y todo el individuo (Ortiz, 1994,
2000). Este planteamiento permite una solución alternativa al problema de la relación
mente-cerebro, relación preferimos poner en términos de la relación conciencia-cerebro.
Esta salida es esencial para una explicación científico-humanista de la personalidad,
pues permite comprender cómo se estructura socialmente la actividad cerebral y en con-
secuencia todo el conjunto de la actividad individual. Creemos que de este modo se pue-
den superar las diversas propuestas que se han formulado dentro de las ciencias natura-
les, supuestos que, a decir verdad, han intentado resolver el problema de la relación en-
tre la mente y el cerebro en los mismos términos mecanicistas que la relación entre cosa
y hecho, entre órgano y función, entre estructura y proceso; todo ello como parte de la
necesidad de explicar la relación idealista entre materia y espíritu, y por ende, entre natu-
raleza y cultura o entre los genes y el ambiente. Habrá que explicar que es preferible no
usar el concepto de mente, dado que no tiene, igual que el alma, un referente claramente
delimitado: podría ser la “potencia intelectual del alma”, todo el conjunto de la actividad
psíquica, o la parte no afectiva de la misma, es decir, sinónimo de la cognición, o es sim-
plemente un concepto de sentido común para referirse a lo que llamaremos actividad
epiconsciente.
El modelo que usamos nos permite, en cambio, explicar la relación entre conciencia y
personalidad, explicación que justamente nos sirve de marco para el estudio del cerebro
y la corteza cerebral de las personas, ya que evita o supera los conceptos acerca de en-
tes mentales elaborados a base del sentido común. Una pregunta de sentido común es,
por ejemplo, cómo explicar la relación entre el darse cuenta, el desear y el recordar sien-
do como son parte de la actividad de un mismo cerebro. Se podría responder en seguida
con cierta lógica diciendo que se relacionan funcionalmente a través de las conexiones
nerviosas que existen entre las respectivas partes del cerebro. Esta respuesta implica
que se debe saber en qué parte del cerebro se producen estas formas de actividad; una
cuestión que aún no ha sido resuelta. Por tanto, si no se tiene un modelo del sistema del
individuo social concreto, no hay otra alternativa que especular a partir de un análisis del
sentido de las palabras, es decir, intentar el análisis lógico de los mismos términos del
sentido común.
No creemos pues que la respuesta surja de la simple correlación de los datos de la
observación empírica. Tampoco podemos esperar que surja una nueva hipótesis más
comprehensiva después de un experimento crucial. Insistiremos en que el marco teórico
acerca de la sociedad y los hombres concretos es fundamental. En este sentido, hemos
considerado fundamental el concepto de que personalidad es cada individuo humano tal
como ha sido estructurado no por su entorno, sino por la información social, en tanto esta
es la clase de información creada y producida por la sociedad que se transcribe, almace-
na y procesa en el neocórtex cerebral de cada uno de los hombres. Por eso podemos
decir que existe una clase de información psíquica determinada socialmente, distinta de
la información psíquica inconsciente determinada primero epigenéticamente por las ne-
cesidades internas del individuo y luego cinéticamente por el ambiente físico, inmediato y
actual, como el que rodea a los animales.
Es evidente que las ciencias naturales aplicadas al estudio del individuo humano han
demostrado fehacientemente su incapacidad para explicar la relación mente-cerebro sin
caer en el reduccionismo, pues no han tomado en cuenta la naturaleza de la estructura
de la sociedad ni la estructura psíquica de los hombres, y han aceptado a ciegas la con-
cepción darwiniana del naturalismo del siglo pasado que nos ha hecho creer que la men-
te humana es sólo una forma algo más compleja que la actividad psíquica animal.
CAPÍTULO 1.1
CUADRO 1.1.1
ESTRUCTURA DE LA ACTIVIDAD PSÍQUICA PERSONAL
CUADRO 1.2.1
TIPOS CITOARQUITECTÓNICOS DE LA CORTEZA CEREBRAL
Según Bailey y Bonin (1951); Daly (1974)
HETEROGENÉTICA HOMOGENÉTICA
CUADRO 1.2.2
ÍNDICE DE ENCEFALIZACIÓN
Insectívoros 1
Foca 15
Delfín 20
Chimpancé 26.2
HOMBRE 28.7
Si estas relaciones entre el peso cerebral y el peso corporal de los mamíferos estu-
diados se grafican logarítmicamente en un sistema de coordenadas, veremos que los
puntos que corresponden a los animales de cada especie siguen una pendiente que es
paralela a la de otras especies (Fig. 1.2.1). Es interesante notar que respecto del hombre
su ubicación no sigue la pendiente de los primates, mejor dicho, no se sitúa en la prolon-
gación del extremo derecho de los simios, sino que forma su propia pendiente desplaza-
da a la izquierda de las demás. Esta observación la usaremos también para enfatizar el
hecho de que el hombre se ubica fuera del ámbito de los animales.
CUADRO 1.2.3
INDICE DE CORTICALIZACIÓN
Fig. 1.1.1. Variación de log E (peso encefálico) y log P (peso corporal), en los
mamíferos, versión de Bauchot y Stephan (citado por Changeux, 1985).
Sin embargo, desde un primer momento se pudo observar que ni el número de áreas
ni sus límites eran iguales para cada investigador. Así, entre un mapa con cerca de 200
áreas y la delimitación por lóbulos que se aprecia a simple vista, parece haber toda una
gama de apreciaciones acerca de los tipos de corteza que podrían existir. Bailey y Bonin
(1951), por ejemplo, notaron que pocas áreas tenían rasgos propios, y que prácticamente
sólo dentro de las áreas heterogenéticas (límbicas) habían variaciones claramente osten-
sibles; en cambio, las áreas homogenéticas se caracterizaban por la relativa uniformidad
de su estructura de seis láminas.
CUADRO 1.2.4
COMPARACIÓN NUMÉRICA DE LA CORTEZA CEREBRAL HUMANA
Rata Mono Hombre
2 2
Superficie cortical 4.5 cm 490 cm 2,400 cm2
Número de neuronas 6.106 7.109 3.1010
Número de sinapsis/neurona 2.103 2.103 15.104
Número total de sinapsis 6.108 1015
Es indudable que este punto de vista es el más cercano a la realidad, y es por eso
que para la tipificación de las características de la corteza humana partiremos del punto
de vista de estos autores, con las modificaciones que necesariamente deben plantearse
una vez definida la estructura de la conciencia.
Sin embargo, cómo conciliar los puntos de vista del localizacionismo y el holismo. Es
decir, aceptando el hecho de que hay evidencias a favor de ambas posturas, es preciso
explicar, primero, cómo es que coexisten realmente ambas formas de organización del
cerebro y segundo, en qué consisten una y otra forma de funcionamiento, si es que de
esto se trata únicamente.
En la actualidad, muchos autores intentan superar las contradicciones del holismo y
el localizacionismo diciendo que “Las funciones localizadas en regiones discretas del ce-
rebro no son las complejas facultades de la mente, sino las operaciones elementales. Las
facultades más elaboradas se construyen a partir de las interconexiones distribuidas en
serie y en paralelo entre diversas regiones del cerebro” (Kandel, Schwartz y Jessell,
1991). Pero aquí debemos reiterar no se trata de interconectar funciones, sino de explicar
cómo se integra la actividad psíquica real en una determinada persona. Veremos más
adelante que es posible tratar el asunto suponiendo que la información psíquica guardada
y la información psíquica en uso expresan la estructura y la actividad de la red cortical.
Pero este planteamiento del problema requiere de una definición previa de la naturaleza
de la conciencia.
CUADRO 1.1.6
ORGANIZACIÓN PSÍQUICA DE LA CORTEZA CEREBRAL HUMANA
Modificado de: Ortiz CP (1999)
Prefrontal dorsolateral
Por otro lado, debemos hacer hincapié en que únicamente el neocórtex cerebral refle-
ja, y por lo tanto contiene, los cinco niveles de organización la personalidad, como puede
verse en los cuadros 1.1.7, 1.1.8, 1.1.9 y 1.1.10. En estos se muestra la notable corres-
pondencia que existe entre los niveles de organización de la personalidad (del individuo
total) y los del sistema nervioso, el cerebro y el neocórtex cerebral humanos. Es impor-
tante notar que esta correspondencia entre todos los niveles de organización del indivi-
duo total y la del neocórtex nos permite deducir que únicamente la estructura neocortical
consciente refleja todo el conjunto del individuo y se refleja en él.
Por supuesto que cada personalidad codifica y configura casi toda la información que
incorpora en su memoria neocortical, y así desarrolla una enorme diversidad de capaci-
dades personales de naturaleza consciente, sean literarias, matemáticas, artísticas, co-
merciales, administrativas, de investigación, hasta antisociales infortunadamente. Desde
un punto de vista psicobiológico, interesa pues explicar cómo se organizan las redes
neocorticales a base de información social; pero para ello antes debemos explicar la es-
tructura psíquica del cerebro. De lo contrario nos quedaremos con el “explanatory gap”
entre las funciones del cerebro y la conciencia entrampado para siempre.
En este Cuaderno desarrollaremos el concepto de que el neocórtex cerebral es el sis-
tema de la conciencia, por cuanto está formado por las redes neurales que codifican las
tres clases de información psíquica consciente: afectiva, cognitiva y conativa, que se ex-
presan en las formas de actividad consciente que conocemos como sentimientos, cono-
cimientos y motivaciones, respectivamente. Cada tipo de información queda guardada en
un sistema de memoria neocortical que lógicamente son las tres áreas de asociación del
cerebro ya concebidas desde el siglo pasado, a las que no es absurdo que las llamemos
áreas afectivas, cognitivas y conativas.
_______________________________________________________________________
CUADRO 1.1.7
NIVELES DE ORGANIZACIÓN DE LA PERSONALIDAD
______________________________________________________________________
CUADRO 1.1.8
NIVELES DE ORGANIZACIÓN DEL SISTEMA NERVIOSO HUMANO
______________________________________________________________________
CUADRO 1.1.9
NIVELES DE ORGANIZACIÓN DEL CEREBRO HUMANO
CUADRO 1.7.11
CONEXIONES DE LA CORTEZA CEREBRAL
1. Aferentes:
1.1. Tálamo-corticales: Específicas (terminan en la lámina IV)
No específicas (terminan en la lámina I)
1.2. De los núcleos extratalámicos (terminan en la lámina I)
2. Eferentes:
2.1. Córtico-talámicas (se inician en la lámina VI)
2.2. Córtico-extratalámicas (salen de la lámina V y se proyectan al
hipotálamo, cuerpo estriado, tectum, formación reticular,
núcleo rojo, núcleos del puente, núcleos bulbares, columnas
de la médula espinal)
3. Transcorticales:
3.1. Interhemisféricas:
A través de la comisura blanca anterior, el trígono, la comisura
blanca posterior y el cuerpo calloso
3.2. Intrahemisféricas:
A través del circuito límbico: fórnix, cíngulo, fascículo unciforme.
A través de redes transcorticales distribuidas en paralelo
Hay acuerdo total en que la memoria es una de las formas de actividad psíquica más
importantes. Desde el siglo pasado, la estructura de la actividad mnésica se explica por
medio de un esquema que ha tenido muy pocas modificaciones. Sin embargo, el autor
(Ortiz, 1998) ha propuesto un modelo totalmente diferente basándose en el modelo de la
personalidad que seguimos en estos Cuadernos. Según este modelo, la memoria es una
atributo genérico de los sistemas vivos, por cuanto cada nivel de organización requiere de
un sistema de memoria para guardar la respectiva categoría de información. Habrá, por
tanto, una memoria para las clases de información genética, metabólica, neural, psíquica
y social (extracerebral) que son posibles de diferenciar. La importancia de este hecho es
grande, pues permite explicar los procesos de guardado de la información social en el
neocórtex de un modo bastante más coherente que los supuestos clasicos.
Es interesante notar que en las dos últimas décadas del siglo pasado –de 1880 a
1899– prácticamente se definieron los conceptos fundamentales de la teoría acerca de la
memoria: Exner empezó el análisis de la relación entre atención y memoria; Ebbinghaus
introdujo el estudio psicológico experimental de la memoria; Wernicke explicó la afasia
como un problema de pérdida de la memoria de las palabras; Korsakoff describió el sín-
drome amnésico que lleva su nombre; Sanger-Brown y Schaffer observaron los cambios
de la memoria que producen las lesiones del lóbulo temporal en los animales de experi-
mentación; Bekhterev describió la amnesia en pacientes con lesiones del lóbulo temporal,
y James en su monumental “Principios de Psicología” sentó las bases para una teoría de
la memoria al introducir los conceptos de memoria primaria y memoria secundaria, con-
ceptos que han persistido en distintas versiones hasta la actualidad.
En su versión tradicional, la memoria es definida como el curso espaciotemporal de la
información en el cerebro, que comprende los procesos de codificación y utilización de la
información retenida. Un concepto estrechamente vinculado al de memoria es el de
aprendizaje, que ha sido definido como el conjunto de factores o mecanismos que esta-
blecen o modifican las condiciones bajo las cuales se retiene información en la memoria.
Más adelante volveremos a examinar y definir estos conceptos en otros términos.
Secuencia Semántica y
Organización Refleja al estímulo ?
temporal relacional
Tipo de
Sensorial Verbal Todos Todos
información
Reemplazo por Interferencia:
Tipo de Deterioro y
nueva retroactiva y Puede no haber
olvido borrado
información proactiva
Otro aspecto de la memoria que ha merecido un mayor estudio en las últimas déca-
das ha sido el de sus modalidades. Toulving (1972) introdujo la diferenciación entre me-
moria semántica y memoria episódica. La primera es “el sistema para recibir, retener y
transmitir información acerca del significado de las palabras, conceptos y clasificación de
los conceptos”. La segunda es “la memoria para experiencias personales y sus relaciones
temporales”.
A partir de la distinción entre memoria de hábitos y memoria pura de Bergson, y entre
el saber cómo y el saber qué de Ryle, se han introducido otras dicotomías, como: memo-
ria con registro y memoria sin registro, memoria intencional y memoria automática, me-
moria declarativa y memoria de procedimientos, hasta la más reciente de la memoria ex-
plícita y la memoria implícita de Schacter (1987).
No obstante, queda la primera diferenciación de James como la fundamental. Y si
bien hubo intentos por diferenciar entre memoria primaria y memoria a corto plazo y entre
memoria secundaria y memoria a largo plazo, los conceptos de memoria a corto plazo y a
largo plazo han quedado, al parecer, sancionados por el uso. Este punto de vista es evi-
dente en el esquema de Perani y col. (1994), que se muestra en el cuadro 1.2.2.
Todos estos planteamientos han sido analizados críticamente (Ortiz, 1998) y se ha
sugerido que es necesario un replanteamiento del problema de la memoria dentro de un
modelo que tome en cuenta la integridad de la persona y la conciencia. El concepto de
memoria y los demás conceptos psicobiológicos deben ensamblarse en un modelo único
a fin de superar las hipótesis ad hoc que se introducen para explicar cada tipo, estructura,
proceso o módulo de la actividad psíquica. Por ejemplo, si la concepción informacional de
la personalidad permite explicar de modo integrado los diversos componentes y aspectos
del sistema del individuo, es lógico que la explicación de la memoria dentro del modelo
sea más coherente con la unidad del sistema.
CUADRO 1.2.2
LA MEMORIA HUMANA
(Perani y Col. (1994)
COMPONENTES DE LA
MEMORIA HUMANA
MEMORIA A MEMORIA A
CORTO PLAZO LARGO PLAZO
CONDICIONAMIENTOS
MEMORIA EPISÓDICA
DESTREZAS
MEMORIA SEMÁNTICA
PRIMACIÓN
CUADRO 1.2.3
LOS SISTEMAS DE LA MEMORIA HUMANA DE NIVEL PSÍQUICO
(Tomado de: Ortiz, C.P., 1998)
1. Los sistemas de memoria de nivel inconsciente
1.1. Sistema de memoria afectivo-emotiva inconsciente
1.2. Sistema de memoria cognitivo-ejecutiva inconsciente
2. Los sistemas de memoria de nivel consciente
2.1. Los sistemas de memoria de plano subconsciente
2.1.1. Sistema de memoria afectivo-emotiva
2.1.2. Sistema de memoria cognitivo-productiva
2.1.3. Sistema de memoria conativo-volitiva
2.2. Los sistemas de memoria de plano epiconsciente
2.2.1. Sistema de memoria perceptual
2.2.2. Sistema de memoria de imágenes
2.2.3. Sistema de memoria de conceptos
2.2.4. Sistema de memoria de actuación
Por otro lado, queda en evidencia que cada sistema de memoria, inconsciente y
consciente, tiene su doble aspecto representacional y de procedimiento que refleja la
naturaleza –estructural y de actividad– de la información; cada sistema comprende un
conjunto delimitable de redes corticales –paleocorticales y neocorticales–, de modo que
cada sistema tiene sus propios procesos de encondificación y descodificación respecto
del aprendizaje y el recuerdo, a pesar de que por sentido común no decimos que los sen-
timientos o las motivaciones se aprenden o se recuerdan.
Respecto de la memoria de nivel consciente, es lógico que no sólo los conocimientos,
sino todas las clases de información –los sentimientos y las motivaciones– también se
aprenden y se guardan en su respectivo sistema de memoria. Por consiguiente, o bien la
información queda guardada y fuera de uso, o bien se activa y usa en una determinada
ocasión o momento, desde que uno despierta (o en sus ensueños).
CUADRO 1.2.4
RETENCIÓN DE LA INFORMACIÓN EN LA MEMORIA
(Tomado de: Ortiz, C.P., 1998)
1. En el plano subconsciente:
1.1. La retención a corto plazo sin ensayo: 18 a 25 seg
1.2. La retención a corto plazo con ensayo: 3 a 10 min
1.3. La retención a largo plazo: más de 10 min, por horas, meses o años
1.4. La retención a muy largo plazo: toda la vida
2. A plano epiconsciente:
2.1. La retención de información de entrada: 200 mseg a 2 seg
2.2. La retención de información recuperada: varios segundos
_______________________________________________________________________
CUADRO 1.2.5
NIVELES DE CODIFICACIÓN DE LA INFORMACIÓN PSÍQUICA EN EL
NEOCÓRTEX EULAMINAR
(De: Ortiz, C.P., 1998)
Se ha dicho que los hombres son seres sígnicos por el hecho de que usan un lengua-
je para comunicarse entre sí. Es también un hecho que la aparición del lenguaje marca el
inicio de la socialización de la especie H. sapiens. Ahora estamos en condiciones de ex-
plicar su estructura y propiedades internas. Pero, ¿qué es el lenguaje?. ¿Es un estructura
cerebral o es un instrumento social que existe por fuera de los indidividuos?. En este ca-
pítulo desarrollaremos esta segunda posición, pues lo que interesa al profesional de la
salud es la naturaleza del habla como parte de la actividad psíquica de una personalidad.
El estudio del lenguaje es prerrogativa de la lingüística. Estas aseveraciones no niegan la
estrecha relación que hay entre estos dos ámbitos, el del habla como atributo de la per-
sona, y el del lenguaje como atributo de la sociedad.
a) Modelos lingüísticos
Dentro de la lingüística se han propuesto varios modelos, de los cuales dos son los
más importantes en la actualidad: uno se ubica en el marco de la lingüística estructural;
otro se ubica en el de la llamada psicolingüística.
Según la lingüística estructural, el lenguaje tiene una estructura jerárquica, organiza-
da por niveles o estratos (cuadro 1.3.1).
CUADRO 1.3.1
ESTRUCTURA DEL LENGUAJE
Estratos: Unidades: se organizan a base de:
1. Estrato fonético/fonológico: Fonos/fonemas
2. Estrato morfológico: Morfemas/palabras Reglas morfológicas
3. Estrato sintáctico: Oración, discurso Reglas sintácticas
4. Estrato semántico Semantema Reglas semánticas
b) Modelos psicológicos
Entre los enfoques psicológicos del lenguaje, los más actuales se encuentran dentro
de las concepciones cognitivistas y conductistas. Dentro de estos, el lenguaje es una
forma de conducta o una serie de procesos cognitivos.
En los cuadros 1.3.3, 1.3.4 y 1.3.5 se muestran tres modelos usados en la práctica
clínica, y que se consideran muy importantes sobre todo dentro de la neuropsicología
cognitiva.
CUADRO 1.3.2
MODELO PSICOLINGÜÍSTICO DEL LENGUAJE
De Chomsy (tomado de Black, Black y Droge, 1986)
El lenguaje comprende:
II.2. Transformacional
Se transforma en:
Estructura S
Se representa en:
CUADRO 1.3.3
EL LENGUAJE COMO HABILIDAD COGNITIVA
(Adaptado de: Welford, 1965)
E Sensoriales
De la percepción verbal
De la memoria verbal (a corto plazo; a largo plazo)
De selección de palabras u oraciones
De programación de la respuesta verbal
De ejecución de las palabras
S (salida efectora
CUADRO 1.3.4
EL LENGUAJE COMO ESTRUCTURA COGNITIVA
(Young y Ellys, 1992):
Sistema semántico
Léxico de entrada auditiva Léxico de salida del habla
Sistema de análisis auditivo Nivel fonémico
Palabra oída Habla
CUADRO 1.3.5
MODELO DEL DESEMPEÑO LINGÜÍSTICO
(Wales y Marshall, 1966)
MATRIZ CONCEPTUAL
INTERPRETACIÓN SEMÁNTICA
Analizador de la Estructura profunda
ENTRADA SALIDA
c) Modelos neurológicos
En el campo de la neurología, el lenguaje es considerado una función o resultado de
la actividad funcional del cerebro. Se conocen las áreas corticales que intervienen en la
comprensión y la expresión verbales. El primer modelo propuesto por Wernicke en 1884 y
ampliado por Geschwind en 1965 ha sido y sigue siendo el modelo más usado en las
explicación de los desórdenes del habla debidos a lesiones del cerebro, aunque más re-
cientemente ha habido un notable interés por construir modelos del lenguaje tomando en
cuenta los aportes de la psicología cognitiva y la psicolingüística. En los cuadros 1.3.6 y
1.3.7 se muestran los modelos de Wernicke-Geschwind y el más actual de Peterson mo-
dificado por Bear, Oconnors y Paradiso (1996).
CUADRO 1.3.6
EL MODELO CLÁSICO DE WERNICKE-GESCHWIND
(Damasio y Geschwind, 1984)
El lenguaje es una sucesión de áreas corticales interconectadas en serie:
E Vía auditiva
Área auditiva primaria (circunvolución transversa de Heschl)
Área auditiva secundaria (planum temporale )
Área auditiva terciaria (de Wernicke: temporal sup. post)
Área de procesamiento central (parietotem. post)
Área de procesamiento motor (frontal inf.)
Área de ejecución motora S
CUADRO 1.3.7
UN MODELO PSICONEURAL DEL LENGUAJE
Petersen y Col., (1988); Bear, Connors y Paradiso (1996)
Palabra escrita Palabra hablada
Procesamiento visual inicial Procesamiento auditivo inicial
(Corteza visual primaria) (Corteza auditiva primaria)
Reconocimiento visual verbal Reconocimiento auditivo verbal
(Corteza visual secundaria) (Área de Wernicke, corteza temporoparietal
y temporal superior anterior)
Asociación semántica
(Corteza frontal inferior)
Codificación premotora
(Área de Broca, corteza motora suplementaria y
otras áreas perisilvianas)
Control motor del habla
(Corteza motora primaria)
HABLA
Es notorio que los modelos expuestos tienen ciertas características en común, empe-
zando por el hecho de llamar lenguaje a cualquiera que fuese el nivel de la realidad que
se trata de explicar. Sin duda que el esquema de la lingüística estructural se refiere a los
hechos del lenguaje una vez que han sido producidos por el hablante. Así, el modelo psi-
colingüístico explica en términos lingüísticos el hecho material del lenguaje después que
ha sido emitido. Los demás modelos psicológicos reducen el lenguaje a una actividad
puramente cognitiva, y como si fueran procesos lineales, de entrada-salida. Es además
interesante que estos modelos se ajustan muy bien a los modelos neurológicos, de modo
que es posible que estos últimos hayan influido en la construcción de aquellos.
d) Modelos sociológicos
Consideramos modelos sociológicos a los elaborados dentro de la teoría de las co-
municaciones. Casi todos ellos se refieren al hecho de que la comunicación es un siste-
ma formado por un emisor, un receptor y un canal de transmisión entre ellos. El lenguaje
sería el mensaje o noticia que se comunica a través de dicho canal, sobre el cual influyen
efectos que distorsionan las señales. En la figura 1.3.1 se muestra el modelo de un sis-
tema de comunicación muy elemental.
CANAL
Conjunto Conjunto
finito de Encodificación Decodificación finito de
símbolos símbolos
elementales elementales
RUIDO
CUADRO 1.3.8
ESTRUCTURA DE LA ACTIVIDAD PSÍQUICA PERSONAL
1. Sistema de la inconsciencia
1.2. Sistema afectivo-emotivo inconsciente
1.3. Sistema cognitivo-ejecutivo
2. Sistema de la conciencia
2.1. Plano Subconsciente: Plano Preconsciente:
2.1.1. Sistema afectivo-emotivo: a) Sistema prosódico
2.1.2. Sistema cognitivo-productivo: b) Sistema léxico
2.1.3. Sistema conativo-volitivo: c) Sistema sintáctico
2.2. Plano Epiconsciente: Plano verbal:
2.2.1. El plano de la percepción: a) Comprensión verbal
2.2.2. El plano de la imaginación: b) Imágenes verbales
2.2.3. El plano del pensamiento: c) Conceptos verbales
2.2.4. El plano de la actuación: d) Expresión verbal
Aunque se ha dicho que “la triple distinción tradicional entre cognición, conación y
afección, (...), no es importante en la psicología contemporánea” (Garnham, 1994; pág.
168), dentro del esquema del sistema de la personalidad que seguimos, hacemos lo con-
trario: se considera que esta es la estructura de la actividad consciente que mejor explica
la estructura de las personas, y por lo tanto, la estructura de la corteza cerebral, del cere-
bro y de su sistema nervioso.
Debemos pues estudiar ahora los procesos neurales –neocorticales– que subyacen y
explican la estructura de estos tres componentes de la conciencia en el plano subcons-
ciente, sin descuidar el hecho de que las redes neurales paleocorticales y subcorticales
del nivel inconsciente (estudiadas en el Cuaderno III), que en el hombre fueron el punto
de partida de la actividad consciente, ahora debemos verlas como el soporte activo de la
propia conciencia.
Aunque estudiaremos los procesos intrínsecos como si estos componentes fueran
solamente tres, se trata, en realidad, de seis sistemas que componen la conciencia en el
plano subconsciente, tres en cada hemisferio. Pero haremos notar que hay una notable
diferenciación hemisférica en el cerebro humano respecto de cada uno de ellos.
Encontraremos algunas dificultades en la explicación psicobiológica de algunos de
estos sistemas, sobre todo del afectivo-emotivo consciente, pero más todavía respecto
del componente conativo-volitivo, dado que en las neurociencias tradicionales estos as-
pectos de la actividad psíquica se los ha estudiado, como se ha dicho sin fundamento
alguno, como si fueran formas de actividad psíquica animal.
No debe pues llamar la atención si empezamos cada capítulo con un enjuiciamiento
de algunos conceptos cuyas definiciones al parecer ya estaban sancionadas por el uso.
Lo que nos distingue es nuestra base conceptual que prácticamente no toma en cuenta la
estructura psíquica de los animales y más bien se centra en el estudio de las personas.
Otra razón es que consideramos imposible una explicación fisiológica, metabólica y celu-
lar de la actividad psíquica, si es que antes no se definen los conceptos psicológicos con
la mayor precisión posible. Luego, proseguiremos con el estudio del soporte neural de
cada sistema psíquico consciente entendido como lo que es realmente, es decir, como un
sistema de memoria que almacena y procesa la respectiva clase de información psíquica
del mismo nivel consciente.
CAPITULO 2.1
EL SISTEMA AFECTIVO-EMOTIVO
2.1. Intrapersonales:
2.2. Interpersonales:
2.3. Extrapersonales:
Humor alegre
Humor triste
Humor irritable
Humor angustiado
Humor tranquilo
Sensible/insensible
Impulsivo/reflexivo
Calmado/nervioso
Tenso/relajado
Tolerante/rígido
En este cuadro incluimos las sensaciones afectivas para confrontarlas con los senti-
mientos. De esta confrontación debe quedar clara la diferenciación de los niveles de la
afectividad humana. Dentro del esquema es posible definir qué son realmente las llama-
das emociones básicas o primarias. En el Cuaderno anterior habíamos insinuado la idea
de que éstas deben resultar de la integración transcortical de sensaciones más elementa-
les. Ahora debemos diferenciarlas mejor, bien como sensaciones afectivas complejas, o
bien como sentimientos fundamentales, teniendo en cuenta que es posible que en algu-
nas personas sean determinadas epigenéticamente con mayor intensidad o penetrancia
que otras en quienes lo serían más sociocinéticamente, en grados que dependen de cada
personalidad y de sus circunstancias de vida. En todo caso, pueden considerarse como
sensaciones afectivas complejas que en el hombre son estructuradas sociocinéticamente
durante su desarrollo formativo en la infancia.. Aunque no hay acuerdo sobre cuántos y
cuáles son estos afectos, podrían ser los pares alegría/tristeza, amor/cólera y tranquili-
dad/angustia, con la diferencia de que no podemos considerarlos como de naturaleza
animal o inconsciente, sino de naturaleza social o consciente.
EL SISTEMA COGNITIVO-PRODUCTIVO
Si partiéramos del punto de vista del sentido común, y dijéramos que conocer es la
actividad psíquica superior que depende de la función integrada de todo el cerebro, con-
cluiríamos en que la psicobiología es la ciencia que tiene por objeto el estudio y explica-
ción de los procesos cognitivos. Si fuera así, resultaría que el concepto de cognición re-
emplaza a los de mente, pensamiento, conciencia, inteligencia y hasta al mismo concepto
de alma; todo lo cual apenas serviría como una primera aproximación a la explicación
científica de la actividad cognitiva.
Según el diccionario, cognición es efecto y acción de conocer. Y conocer o cognocer
se define por sus sinónimos, principalmente: averiguar, entender, advertir, saber, percibir,
conjeturar, sentir. Cognitivo es todo lo relativo al conocimiento en sí. Cognoscitivo es
todo aquello que es capaz de conocer. Por eso hablamos de un sistema cognitivo, dife-
rente de la capacidad cognoscitiva en busca de algo. Cognitiva es la actividad psíquica
de una estructura cerebral. Cognoscitiva es la actividad del estudiante que revisa su libro.
Conocimiento es lo mismo que cognición, pero también significa entendimiento, inteligen-
cia, razón natural, facultad sensorial, así como noción, ciencia, sabiduría. Todas estas
formas de conceptuación corresponden al sentido común organizado, no vulgar, que nos
pueden servir para delimitar nuestro objeto de estudio.
Pero una vez que hemos concluido en que la conciencia es un sistema psíquico neo-
cortical de tres componentes, cada uno con su respectivo sistema de memoria (que codi-
fica una clase específica de información psíquica de base social), la estructura cognitiva
necesariamente tiene que ser reducida a sus verdaderas dimensiones: a la corteza parie-
totemporooccipital, cuyas redes neurales tienen todos los niveles de organización del
neocórtex: psíquico consciente, psíquico inconsciente, funcional, metabólico y neuronal,
con sus respectivas entradas sensoriales y salidas motoras. Lógicamente que nos esta-
mos refiriendo al sistema cognitivo aislado como está en el plano subconsciente, con sus
propias clases de información guardadas o fuera de uso; situación diferente a la de la
actividad cognitiva integrada con la actividad afectiva y la conativa en el plano epicons-
ciente.
Objeto
Mem II
Fig. 2.2.1. El modelo de las habilidades perceptomotoras (ligeramente modificado de Welford, 1965).
REPRESENTACIÓN UNIDADES DE
CENTRADA EN EL OBJETO RECONOCIMIENTO
DE OBJETOS
SISTEMA SEMÁNTICO
EVOCACIÓN LÉXICA
(Léxico de salida del habla)
NOMBRE EXPRESADO
Fig. 2.2.2. Modelo funcional para el reconocimiento de objetos (Ellis y Young, 1992)
ANÁLISIS DE DETALLE
ATENCIÓN
MAPA MAESTRO
ESTÍMULO
Fig. 2.2.3. Modelo hipotético de la percepción visual (tomado de Kandel, Schwartz y Jessell,
1995)
Vía unimodal
Corriente abajo
1ª Vía sensorial
Hipotálamo
Área premotora
Área paralímbica
1ª Vía motora
Fig. 2.2.4. El procesamiento cognitivo según Mesulam (1998). Las flechas ilustran las conexiones neu-
rales monosinápticas más allá de la entrada sensorial de las modalidades visual y auditiva. Las flce-
chas gruesas representan conexiones masivas. Las flechas discontinuas ilustran las vías motoras de
salida.
1.1. Intrapersonales:
cinestesia y posición segmentaria
1.2. Extrapersonales:
sensaciones visuales: contraste, color, movimiento, posición
sensaciones auditivas: sonidos, ruidos
sensaciones tactiles cognitivas: tacto epicrítico
Vivaz/lento
Hábil/torpe
Eficiente/deficiente
Capaz/incapaz
EL SISTEMA CONATIVO-VOLITIVO
CUADRO 2.3.1
ESTRUCTURA PSÍQUICA DEL CARÁCTER
1. En el nivel inconsciente
L a actividad emotivo-ejecutiva de anticipación
Tampoco podemos negar que muchos de los hechos atribuidos a la función frontal
son ciertos: objetivamente ha podido comprobarse que si alguna función realiza esta es-
tructura cortical es la de integrar las diversas formas de actividad emotiva con otras de
índole cognitiva, y que la información psíquica resultante se puede mantener como me-
moria de trabajo, se puede organizar como actividad de anticipación o de orientación, o
todo ello al mismo tiempo; pero esta explicación es también válida para los animales!. En
el animal de experimentación sí se produce una integración frontal interoceptiva-
exteroceptiva, o mejor, una integración afectivo-cognitiva (o emotivo-ejecutiva), así como
la red neural frontal hace posible el recuerdo a corto plazo o de anticipar una respuesta
con cierta atención; no obstante todo esto se realiza en el nivel inconsciente de la activi-
dad animal.
Podría inclusive suceder algo semejante, pero sin duda en el nivel consciente, en las
personas cuando se trata de la organización inmediata de su actuación rutinaria: coger un
objeto, sostener un libro mientras se lee, al caminar, etc. Es evidente que estas formas
automatizadas de actuación objetual ocurren dentro de un esquema superior que no es
sino el de la actividad consciente. Si no fuera así, cualquier forma de comportamiento o
desempeño se parecería más a la actividad estereotipada del animal que a la conducta
deliberada de las personas. Inclusive pensamos que en esta actividad rutinaria las perso-
nas actúan inconscientemente. Pero después que su actividad inconsciente ha sido rees-
tructurada por la información psíquica del nivel consciente.
En realidad, una interpretación consecuente con la naturaleza social de la conciencia
no puede reducir la forma más elevada de la actividad individual del hombre al nivel fun-
cional de una red neural por más evolucionada que fuera. La única manera de evitar esta
forma velada de reduccionismo es tomar nota de la naturaleza de la motivación y los mo-
tivos de las formas de conducta por medio de la que la personalidad madura produce los
bienes de la sociedad o se apropia de ellos. Es innegable que sólo los hombres tenemos
que dar cuenta de nuestros actos; lo cual significa que tenemos razones para actuar, que
tenemos una jerarquía de valores que determinan nuestras decisiones más espirituales.
Al hecho de que ciertos organismos logren respuestas ventajosas para su propio benefi-
cio, se puede contraponer aquél en que muchas personas logran soluciones ventajosas
para beneficio de las demás más que de sí mismas.
Hemos visto que tener sed, hambre, miedo o cólera no son motivos sino formas de
actividad afectiva que orientan la actividad de un animal. Las personas también tienen
sensaciones afectivas semejantes: pero después que han sido reestructuradas por las
necesidades sociales. Por eso uno toma una golosina así no tenga hambre, toma un vaso
de licor así no tenga sed. Un estímulo como un ruido inusitado, también desvían nuestra
atención; pero ésta es mejor orientada si tengo en interés en algo especial. Podría suce-
der que alguien tenga que hacer algo superficialmente parecido a lo que hacen los ani-
males; por ejemplo, los pasajeros de un avión caído en una cordillera se vieron obligados
a comer la carne de sus compañeros fallecidos; pero sólo después de haber deliberado
acerca de sus implicancias morales; los conquistadores siguieron caminos desconocidos
dependiendo de muchas contingencias locales, pero tenían en mente llegar a conquistar
un dorado.
Se ha discutido hasta el cansancio si estas razones morales y económicas son de na-
turaleza cognitiva o emotiva (como podría ocurrir en el animal); pero en todo caso sin
tomar en cuenta qué es realmente la conciencia, ni que hay dos formas de emoción y dos
formas de cognición –animales y humanas–; sin tomar en cuenta que en el animal emo-
ciones y cogniciones se integran en un plano no consciente; mientras que en las perso-
nas, en el mayor nivel de integración de la actividad consciente, sentimientos y conoci-
mientos sólo pueden confrontarse a través de una compleja red de motivaciones. Sólo de
esta clase de actividad psíquica puede decirse que es voluntaria, socialmente libre, hu-
manamente intencional.
Por otro lado, una vez que ha sido posible distinguir una clase de información social
de tipo conativo, tenemos que aceptar la existencia de una clase de información psíquica
consciente que la refleja. Por consiguiente, se puede afirmar que una información de esta
índole tiene que almacenarse y procesarse en una red neocortical determinada. Como se
ha dicho, hemos sugerido que esta clase de información psíquica consciente de tipo co-
nativo son las motivaciones (Ortiz, 1994, 1997b). Éstas no son formas de sentimiento ni
de conocimiento, sino de naturaleza psíquica diferenciada, cuyos modelos prototípicos
son las convicciones, las responsabilidades, los deberes, en tanto adoptan la forma de
valores, sobre todo morales de la personalidad.
Entonces, así como ya no es posible pensar que cierto núcleo subcortical tiene tal o
cual función psíquica –consolida la memoria, induce el sueño, por ejemplo–, así tampoco
tiene sentido decir que la función del lóbulo frontal es la metacognición o algo parecido,
sino que el neocórtex prefrontal es una red neural que codifica y procesa cierta clase de
información psíquica. Por tanto, una vez que se ha precisado la naturaleza de la motiva-
ción, desde un punto de vista puramente lógico tenemos que admitir que toda la compleja
estructura de motivos que organizan nuestra actividad personal tiene que tener una red
cortical que la codifique o almacene. Y así como habíamos visto que las redes neurales
de las llamadas áreas mudas de los lóbulos temporales deben ser el sistema de memoria
que guardan la clase de información psíquica consciente que son los sentimientos, así
también debe haber una red neocortical que guarde las motivaciones como la clase de
información psíquica que refleja el conjunto de las necesidades sociales que uno las
asume como personales en el curso de su vida.
Insistimos en que existe solamente un área neocortical que tiene todos los criterios
como para ser considerada el sistema de memoria que codifica la información conativa
que la corteza frontal dorsolateral mencionada. Sin duda que esta corteza frontal es una
extensión de las áreas premotoras que adquieren su mayor amplitud en el hombre. Todos
los estudiosos del lóbulo frontal han destacado su extensión anatómica y su aparente
falta de función conocida, todo lo cual, a su vez, contrasta con la enorme variedad de
trastornos que presentan quienes sufren lesiones de esta parte del cerebro.
Como las lesiones casi nunca respetan los límites de un área con una función defini-
da, las observaciones clínicas, e inclusive las experimentales, han descrito los cambios
sintomáticos debidos a la lesión de todo o gran parte del lóbulo frontal. Más aún, las le-
siones unilaterales casi no producen cambios clínicos ostensibles, aunque sí algunas
alteraciones subclínicas o latentes (como las observadas por Teuber), por lo que en la
literatura a veces se habla de un síndrome orbitomedial y un síndrome lateral; en otras se
hace referencia a tres síndromes: orbitario, medial y lateral (Gil, 1999). Pero si se revisa
cuidadosamente las descripciones clínicas de pacientes con lesiones restringidas a una
de estas regiones, quedan definidos dos síndromes cuyos desórdenes son, o bien esen-
cialmente afectivos o bien esencialmente conativos.
Como ya hemos delimitado claramente la naturaleza afectiva de la actividad psíquica
del área orbitaria (que forma el sistema paralímbico con el área temporal anterior), aquí
nos vamos a circunscribir a la explicación de la actividad psíquica del área dorsolateral
que, como se dijo líneas arriba (sección 2.3.2), comprende el área frontal medial (en
realidad dorsal, naturalmente con la exclusión del área cingular anterior.
Es evidente que las lesiones dorsolaterales producen un desorden psíquico que, has-
ta donde es posible entrever, subyace a todos los demás: es lo que a veces aparece co-
mo apatía y en otras como abulia. Es posible que este trastorno no haya sido tan aparen-
te o no haya sido destacado por los observadores dado que los conceptos de motivación
y de voluntad no tenían un lugar en la neuropsicología clínica; lo cual no se condice con
la importancia que se dio en neurología a los desórdenes de la motilidad voluntaria, que
ha llegado al extremo de llamar músculo voluntario al músculo estriado, y de allí que se
hable de movimientos involuntarios para referirse a aquellos que se producen espontá-
neamente por lesión del cuerpo estriado.
En efecto, ya en la primera descripción de P. Gage, Harlow (en 1868) dice que esta
persona pasaba el tiempo “ideando planes que apenas los empieza termina por abando-
narlos por otros que parecen más viables.” Más tarde, Holmes (citado en: Benson y Blu-
mer, 1975) se refería a tres clases de cambios asociados a la lesión de los lóbulos fronta-
les: 1) apatía e indiferencia, 2) depresión, debilidad intelectual, automaticidad e inconti-
nencia, y 3) inquietud, exaltación, euforia, irritabilidad, puerilidad, mordacidad y marcado
egoísmo.
Kleist por su parte (citado en: Benson y Blumer, 1975) aseguraba que “Por contraste
(respecto de las lesiones orbitarias), las lesiones de las porciones superiores de los lóbu-
los frontales (de la convexidad), estuvieron asociadas a una pérdida de la iniciativa psí-
quica y motora. Una pérdida de la formación del pensamiento (modos de pensamiento
empobrecidos y estereotipados) caracterizaba a estos pacientes.”
El concepto de un síndrome caracterizado por apatía, abulia o acinesia por una lesio-
nes frontales dorsolaterales ya es mencionado explícitamente por varios autores (Adams
y Victor, 1997, Trimble, 2000), haciendo referencia a la pérdida de la motivación, la falta
de iniciativa y del impulso (drive) por parte del paciente. Una revisión exhaustiva del pro-
blema de la apatía como la manifestación cardinal de las lesiones prefrontales ha sido
realizada por Marín (1990).
Finalmente, el mismo Welt (ya citado) habló de cambios hacia una conducta inmoral,
desleal, embustera de parte de los pacientes con lesiones frontales. Pero, algo más que
esto, debe llamarnos la atención que los pacientes con lesiones frontales dorsolaterales
tienen una sugerente incapacidad para involucrarse en una actividad laboral, productiva,
a pesar de que sus capacidades cognitivas e intelectuales se mantienen dentro de límites
normales. La relación entre trabajo y conducta moral no es casual (Ortiz, 1997b). Por el
contrario, es evidente que la actitud frente al trabajo implica una valoración moral de toda
actividad personal encaminada a la satisfacción de las necesidades propias y de quienes
dependen de uno, así como el compromiso igualmente moral de una relación solidaria y
de servicio que asume cada persona frente a la sociedad; todo lo cual depende de este
mismo componente de la conciencia.
Es pues un hecho que el síndrome apático-abúlico de las lesiones prefrontales plan-
tea la necesidad de una diferente interpretación acerca del tipo de actividad psíquica que
se realiza en el neocórtex prefrontal dorsolateral. Es evidente que los desórdenes de la
actividad consciente y la conducta de los pacientes con lesiones prefrontales se explica
mejor en términos de un desorden fundamental de un sistema motivacional, es decir, de
un sistema conativo-volitivo de la conciencia (Ortiz, 1992).
Concluimos, entonces, en que el neocórtex frontal dorsolateral es un componente o
subsistema sistema de la memoria neocortical de nivel consciente, que codifica la clase
de información psíquica consciente que son las motivaciones. En este contexto, llama-
mos expectación a la forma como se organiza la actividad epiconsciente en un momento
dado a base de la estructura de motivos y valores del sistema conativo, y por tanto inclu-
ye a la atención y la ansiedad. Llamamos actitudes a la forma como se organiza la activi-
dad consciente también a base de la misma clase de información conativa. El carácter
queda como la forma en se organiza la personalidad a base de dicha información en el
curso de su vida, y la conducta como la forma de actuación objetiva de la persona tal co-
mo se organiza en un momento dado a base de las actitudes.
SECCIÓN 3
No ha sido fácil explicar cómo el cerebro se relaciona con la mente. En parte, la difi-
cultad surgió desde el momento en que la mente fue definida como un objeto o una enti-
dad que debe ubicarse en alguna parte del cerebro. De este modo, la teoría actual repite
la historia de la ubicación de las facultades del alma en el cuerpo o en el cerebro. Tal
como hemos adelantado en la Introducción (Cuaderno 1), el concepto de mente tendrá
que ser descartado en su momento como lo fue el concepto de alma que le precedió. En
esta Sección pretendemos demostrar este aserto.
Ya hemos referido la larga historia de la controversia entre el localizacionismo y el ho-
lismo respecto de las funciones corticales del cerebro (Cuaderno 1). Es la discusión acer-
ca de si las funciones mentales están localizadas en áreas discretas de la corteza cere-
bral o son el resultado de la función global o total de la misma. Al parecer, el debate está
por terminar con la victoria de la posición localizacionista, en gran medida por el peso de
la evidencia empírica, y en parte por la superación del viejo localizacionismo que propo-
nía que cada área cortical era el asiento de una función mental particular. Por ejemplo,
ahora nadie acepta que cada área del mapa de Brodmann tenga una función mental es-
pecífica, es decir, que hayan 51 funciones mentales más o menos diferenciadas, tal como
se podría deducir de la hipótesis de Gall.
La posición actual es que existen funciones mentales elementales más o menos dife-
renciadas; aunque nadie podría decir en qué consisten, cuántas y cuáles son, tratando de
ampliar la idea según la cual pueden diferenciarse diversas clases de emociones, así
como distintas modalidades cognitivas. La separación entre las funciones discretas y las
funciones globales, es sin duda sólo una salida transitoria, más bien ecléctica y de senti-
do común. En realidad, para las neurociencias naturales todavía no está claro en qué
consiste la actividad psíquica integrada de la mente, que comprendería los procesos con-
tinuos e indivisibles de percibir, pensar, aprender y recordar que señalan Kandel, Sch-
wartz y Jessell (1991). Tampoco queda claro qué importancia tiene la separación de las
tres unidades funcionales del cerebro (de Luria, 1979), que es la culminación de la larga
historia de la concepción tripartita del hombre, que, además, parece firme y ampliamente
sustentada.
En la sección precedente, creemos haber mostrado con alguna mayor consistencia la
naturaleza de estas tres unidades del cerebro, o seis respecto de ambos hemisferios, que
forman, según hemos propuesto, los tres sistemas o componentes psíquicos de la con-
ciencia. Así estamos en mejores condiciones para mantener los tres principios fundamen-
tales ya definidos hasta aquí. El primero, que quedan separados los dos niveles de activi-
dad psíquica: uno inconsciente paleocortical y otro consciente neocortical. El segundo,
que el neocórtex homotípico consta de tres sistemas de memoria de nivel consciente:
afectivo, cognitivo y conativo. Y el tercero, que la información psíquica (consciente e in-
consciente) sólo puede mantenerse en dos planos o estados: 1) guardada, en el plano
subconsciente, y 2) en uso, en el plano de la actividad epiconsciente. Por lo tanto, una
vez que hemos estudiado los tres componentes de la conciencia en el plano subcons-
ciente, toca revisar los procesos neuropsíquicos subyacentes a la actividad epiconscien-
te.
En los capítulos que siguen explicaremos la actividad consciente en términos de la
activación, integración y uso de las clases de información psíquica consciente e incons-
ciente, previamente guardadas, en cada instante de la vida de una persona mientras está
despierta (Las formas de actividad epiconsciente que constituyen los ensueños, las vimos
en el Cuaderno 5). Notaremos al respecto que una vez reestructuradas las formas de
información psíquica inconsciente por la actividad psíquica consciente, dicha información
psíquica inconsciente y la del plano subconsciente de la conciencia están en condiciones
de activarse e integrarse en la actividad epiconsciente de la persona.
Tendremos cuidado en diferenciar, por un lado, dos planos de la actividad psíquica
personal, inconsciente y epiconsciente –que se refieren a la información en uso– y, por
otro, los dos niveles correspondientes a la información psíquica, inconsciente y conscien-
te, codificadas en el paleocórtex y el neocórtex, respectivamente. Lógicamente que así
como la información psíquica consciente está guardada en el plano subconsciente y en
uso en el plano epiconsciente, así también la información psíquica inconsciente puede
estar guardada o en uso; pero sólo en este segundo caso está activa e integrada dentro
de la actividad epiconsciente.
Aceptando por un instante un punto de vista dualista, diríamos que se necesita expli-
car en qué consiste el soporte funcional o neural de esta forma de actividad psíquica glo-
bal. Por supuesto que se puede explicar la actividad psíquica epiconsciente reduciéndola
a la actividad funcional de las redes neurales. Por ejemplo, al proponerse que las redes
corticales están interconectadas en serie y en paralelo, y que esta clase de interconexión
garantiza la divergencia y convergencia de las señales neurales, se supone que con esto
basta para explicar el procesamiento de la información (no definida) en el cerebro. Esta
es la propuesta del llamado conexionismo. La teoría conexionista intenta explicar los fe-
nómenos de la conducta en términos de redes conformadas por unidades de procesa-
miento de tipo neuronal simple. De estas redes dependería el procesamiento distribuido
en paralelo de la información; pero el problema del conexionismo es que ingenuamente
reduce la información psíquica a la información neural, y no distingue entre información
guardada en la memoria y la información en uso durante la llamada actividad mental.
Si bien algo hay de cierto en esta concepción, preferimos sustentar la idea de que las
redes neurales neocorticales tienen que estar organizadas en los cinco niveles informa-
cionales que se ha podido diferenciar respecto del sistema vivo, de la personalidad, del
sistema nervioso y del cerebro (Sección 1). Y así como hemos explicado la organización
de las redes neurales dentro de cada sistema de memoria unimodal y multimodal, así
también tenemos que explicar la organización de la red supramodal bihemisférica que
resulta de la integración de las distintas clases de información psíquica –no neural– de
los sistemas afectivo, cognitivo y conativo del plano subconsciente, y de información psí-
quica inconsciente afectiva y cognitiva, en los procesos de la percepción, la imaginación,
el pensamiento y la actuación del plano epiconsciente.
La actividad epiconsciente viene a ser, entonces, la actividad personal organizada
psíquicamente desde el nivel de la conciencia. La actividad epiconsciente es, en sí mis-
ma, resultado de la activación e integración de la información psíquica guardada en las
memorias neocortical y paleocortical del cerebro. También puede decirse que la actividad
personal es actividad epiconsciente desde el momento en que es organizada a base de
información psíquica consciente o neocortical.
Pero una abstraída la actividad epiconsciente del contexto de la actividad personal,
no hay duda que las únicas formas de actividad psíquica que podemos diferenciar en
este plano de la actividad personal son solamente imágenes y conceptos, los que se con-
vierten en perceptos y esquemas, respectivamente, durante la mayor parte del tiempo en
que la persona está despierta, y que en todo momento, son estas clases de actividad las
que organizan todo el conjunto de la actividad personal (del individuo social total).
Aunque la diferenciación de los dos planos de la actividad psíquica consciente –el
subconsciente y el epiconsciente– se puede explicar en términos de la actividad funcional
(neural), no podemos dejar de considerar que la actividad consciente tiene que ser expli-
cada también en términos de la información psíquica inconsciente, toda vez que ésta es
punto de partida de la actividad consciente, a la vez que es reestructurada cinéticamente
por esta misma actividad. Por tanto, mantener la diferencia de niveles, nos permite expli-
car la actividad consciente en términos del nivel inmediato inferior (así como el nivel infe-
rior fue explicado en términos del inmediato superior). Por todo esto, trataremos de expli-
car la actividad epiconsciente en términos de señales psíquicas, y no de señales neura-
les, aunque lógicamente las señales psíquicas, así como los datos psíquicos, pueden
explicarse como conjuntos organizados de señales o datos neurales. En síntesis, para
facilitar la explicación, piénsese en datos psíquicos cuando se trata de la información del
plano subconsciente, y en señales psíquicas cuando se trata del plano epiconsciente.
Desde un punto de vista estrictamente psicológico, sería relativamente más fácil ex-
plicar, por un lado, la imaginación y el pensamiento juntos en el mismo plano de la subje-
tividad, y por otro, la percepción y la actuación en el plano de la objetividad, respecto del
medio y de cualquier observador externo. Sin embargo, desde la perspectiva psiconeuro-
lógica, es más fácil y tal vez más comprensible la explicación de los procesos de la per-
cepción-imaginación separados de los del pensamiento-actuación, ya que así se com-
prende mejor su relación con uno y otro hemisferio cerebral, y cómo, dentro de la activi-
dad personal integrada, la imagen se convierte en percepto en los procesos de entrada, y
el concepto en esquema en los procesos de salida. Por otro lado, si tenemos en cuenta
como se codifica la información psíquica consciente en la memoria neocortical, es obvio
que los planos de la percepción y la imaginación corresponden al aspecto de las repre-
sentaciones de dicha memoria, y que los planos del pensamiento y la actuación corres-
ponden al aspecto de los procedimientos de la misma.
Sin embargo, en el desarrollo del tema hemos tenido que optar por la separación arti-
ficiosa de los cuatro planos. El estudiante tratará de integrarlos según más le convenga,
teniendo en cuenta las atingencias anteriores. Siguiendo este plan, en los cuatro capítu-
los siguientes, revisaremos críticamente los conceptos e hipótesis explicativas acerca de
estas cuatro formas de actividad epiconsciente. Es importante que se siga la línea de
razonamiento acerca de los conceptos de percepto, imagen, concepto y esquema, como
unidades de la actividad psíquica personal que claramente reflejan los aspectos estructu-
rales y de actividad del espaciotiempo, que tanto nos han servido para una explicación
del mundo y de los individuos. También haremos mención de las formas –generalmente
llamadas operaciones mentales– más importantes de la percepción, la imaginación, el
pensamiento y la actuación que se pueden aislar con fines de estudio clínico, tanto en el
campo psicológico como en el neurológico, tanto de personas adultas con alteraciones
psíquicas, funcionales, metabólicas o genéticas, como de niños con problemas en el
desarrollo formativo de su actividad consciente. Veremos cómo los conocimientos que se
han obtenido por la observación clínica de personas con lesiones cerebrales, especial-
mente por medio de las más modernas técnicas de estudio de la actividad cerebral, sir-
ven para sustentar explicaciones acerca de la integridad del soporte psiconeural de los
mencionados planos de la actividad epiconsciente.
Se trata de explicar cómo la información psíquica (consciente e inconsciente) de cada
componente cortical de la conciencia y la inconsciencia contribuye a la formación de las
imágenes y perceptos, y de los conceptos y esquemas que se procesan en los respecti-
vos planos de la actividad epiconsciente. Como consecuencia de estas explicaciones, se
pueden elaborar hipótesis acerca de cómo están estructuradas las redes neurales neo-
corticales de cada hemisferio cerebral del hombre. Tales hipótesis pueden explicar, a su
vez, la especialización hemisférica respecto de la actividad epiconsciente. Una explica-
ción de la codificación diferenciada de la información psíquica consciente en cada hemis-
ferio ya ha sido descrita y explicada en los capítulos respectivos de la sección 2. En el
capítulo 3.5, hacemos un resumen acerca de la diferenciación interhemisférica, a la luz
de la teoría de la actividad epiconsciente.
En el último capítulo, una vez que hemos estudiado los procesos neurales subyacen-
tes a la actividad epiconsciente –percepción, imaginación, pensamiento y actuación–,
explicaremos las formas que adopta la actividad epiconsciente integrada que en un mo-
mento dado organiza, a su vez, todo el conjunto de la actividad personal. Estas formas de
organización, deben diferenciarse de las de la actividad inconsciente del sueño y la vigilia
(Cuaderno 5) que, en lo esencial, dependen de la forma como se organiza la actividad
psíquica inconsciente a través de las redes neurales subcorticales más primitivas. Por el
contrario, las tres formas de organización de la actividad epiconsciente, que las hemos
diferenciado en ansiedad, atención y expectación, veremos que son determinadas esen-
cialmente en sentido sociocinético dentro de la actividad social en curso donde actúa la
persona, y que dependen de la integración supramodal de la información psíquica a tra-
vés de las redes neurales transcorticales –neocorticales y paleocorticales– del cerebro.
CAPÍTULO 3.1
EL PLANO DE LA PERCEPCIÓN
PROCESOS DE LA IMAGINACIÓN
Fig. 3.3.1. Imágenes tomadas por PET-scan, del texto de Posner, que indican la activación metabó-
lica de las redes corticales occipitales cuando una persona realiza distintas operaciones mentales
con palabras. Las zonas amarillas y rosadas indican las áreas más activas.
Por otro lado, las imágenes obtenidas en estos experimentos en personas normales,
no han hecho sino confirmar las explicaciones deducidas de los efectos de las lesiones
corticales del hemisferio izquierdo. Así, se ha podido mostrar que las lesiones de cada
componente neocortical producen desórdenes psíquicos con características especiales
que expresan la forma como dicha área contribuye al pensamiento, como son: la amnesia
semántica; las agnosias, la autotopoagnosia, la confusión derecha-izquierda, la agnosia
digital, las afasias, sobre todo sus formas semántica, amnésica y dinámica, las alexias,
agrafias y acalculias. Todos estos desórdenes apuntan en una misma dirección: expresan
la forma como una persona piensa (y luego actúa) en ausencia de ciertas formas de acti-
vidad psíquica cognitiva que se han perdido por efecto de la lesión de las redes neurales
del hemisferio izquierdo que son su soporte funcional.
Aunque el pensamiento y la formación de conceptos de nivel consciente se limita en
cuanto a su grado de abstracción por efecto de las lesiones de las áreas neocorticales
afectivas y conativas, al parecer se requiere que la lesión sea extensa y sobre todo bila-
teral para que las fallas de metacognición, del pensamiento crítico y de autocrítica sean
evidentes. Al haber reducido el pensamiento a la actividad puramente cognitiva, y ni si-
quiera a la actividad psíquica productiva (de la formación y desarrollo de los conceptos
en el tiempo), en realidad, no se ha investigado lo suficiente para saber cómo piensan las
personas con lesiones prefrontales, ni cómo es el pensamiento de personas con el lla-
mado síndrome de disfunción ejecutiva, y en qué se diferencia el pensamiento de pacien-
tes con demencia por lesión difusa de todo el neocórtex, del pensamiento de aquellos
que tienen demencia por apatía-abulia severa debida a lesión prefrontal.
CAPÍTULO 3.4.
EL PLANO DE LA ACTUACIÓN
CUADRO 3.4.1
MODELO DIAGRAMÁTICO DE LA PRAXIA
(de Heilman y Rothi, 1994)
SISTEMA DE RECONOCIMIENTO
DEL OBJETO
SEMÁNTICA
(ACCION)
LEXICON VERBAL DE ENTRADA PRAXICON DE SALIDA
MEMORIA FONOLÓGICA
Dentro de nuestro propio enfoque, era imprescindible llenar la brecha entre el pensa-
miento y la acción corporal. Frente a la necesidad de explicar la psicocinesis de la activi-
dad motriz, en vez de usar un simple guión entre percepción y la actividad motriz, es de-
cir, el simple término compuesto de la psico-motricidad, no existe otra posibilidad que la
introducir el concepto de esquema, lógicamente adaptado al modelo general de la con-
ciencia y la actividad personal. Consideramos el esquema como la unidad de la actua-
ción, y ésta como el plano de la actividad epiconsciente, opuesto a la percepción, que
media entre el pensamiento y la actividad personal (corporal, individual) integrada desde
la actividad epiconsciente. Por consiguiente, mientras los conceptos son las unidades del
pensamiento, los esquemas que los reflejan, serán el resultado de la integración de los
aspectos procesales o de actividad –emotivos, productivos y volitivos– de la información
psíquica, es decir, formas de actividad que resultan de la integración de emociones, pro-
ducciones y voliciones.
CUADRO 3.4.2
Fig. 3.4.1. Imágenes tomadas por RMNf, tomadas de Kertesz (1994), que muestra la activación
de las áreas motoras cuando una persona “imagina” que realiza acciones motoras con una
mano izquierda o derecha. Las áreas activas en amarillo y rojo predominan en el área motora
suplementaria del hemisferio izquierdo (el hemisferio de la derecha en la figura), independien-
temente de la mano “imaginada”.
Las clásicas evidencias clínicas de las apraxias nos indican que, así como los percep-
tos y las imágenes cognitivas que son las unidades básicas de la percepción y la imagi-
nación se generan en el área de asociación posterior derecha, así también los conceptos
y los esquemas productivos que son las unidades básicas del pensamiento y la actuación
se generan y desarrollan en el área de asociación posterior izquierda. Pero, en el plano
de la actividad epiconsciente, estas formas de actividad deben integrarse luego con las
formas de actividad emotiva y volitiva para así abarcar la actividad psíquica de ambos
hemisferios, dando como resultado la representación conceptual de la realidad en el
tiempo que es característica de la actividad epiconsciente de todo el cerebro. Es de su-
poner que toda esta actividad integrada que se desarrolla en el tiempo personal refleja los
procesos que se dieron, se dan o se darán en el tiempo peripersonal o social. En este
nivel de procesamiento las tendencias y las estrategias de la actuación de la personalidad
determinan si la organización de su actividad objetiva deba efectuarse a base de sus acti-
tudes volitivas, de sus aptitudes productivas o de sus disposiciones emotivas.
Debemos señalar ahora que cualquier explicación respecto de la actividad personal
objetiva en términos de movimiento debe ser superada por una concepción de la persona
actuante, en quien sus movimientos no son hechos mecánicos, sino gestos y operaciones
motoras que traducen las acciones y las emociones organizadas dentro de los actos de la
persona.
La consiguiente trascripción de los conceptos en los esquemas que organizan dicha
actividad personal efectiva, suponemos que también ocurre en toda la amplitud espacio-
temporal de ambos hemisferios, pero que luego tienen que confrontarse con los percep-
tos respecto del entorno objetual actual y que de esta manera, tanto las imágenes como
los conceptos se trascriben en esquemas de acción que se generan en las áreas neocor-
ticales izquierdas. Previos a su realización efectiva, los esquemas deben trascribirse en la
secuencia de procesos de integración en el nivel ejecutivo-emotivo inconsciente que se
efectúa en las áreas premotoras y motoras que generan las acciones y expresiones emo-
cionales igualmente integradas. De este modo el plan motor del nivel funcional, subcorti-
cal se traduce finalmente en las señales motoras que se expresan en las operaciones y
los gestos de la actividad personal.
CAPÍTULO 3.5.
DIFERENCIACIÓN INTERHEMISFÉRICA
No podíamos dejar de hacer una síntesis de lo que ya sido expuesto en varios puntos
del texto acerca de las diferencias que se han ido descubriendo respecto de la función de
cada hemisferio cerebral en el hombre. Desde nuestro particular punto de vista, tal dife-
renciación no es solamente funcional, sino fundamental y básicamente psíquica. Y si bien
tenemos que tener en cuenta el papel de la epigénesis, no debe dejarse de lado la expli-
cación sociocinética que, para el caso de las personas es, bajo todo punto de vista, de
vital importancia. Las implicancias sociales de una explicación científica social de la dife-
renciación de los hemisferios cerebrales ya deben irse descubriendo y sustentando como
otra de las bases teóricas de la superación de las limitaciones que sufren las personas
como efecto del subdesarrollo y la dominación del poder económico en el mundo.
No es pues ésta una cuestión anatómica o fisiológica, sino un problema con implican-
cias sociales, lógicamente primero, respecto de cómo los intereses políticos subrepticia-
mente involucran a la ciencia (natural, en este caso) en la convalidación del status quo.
Nuestra posición s que puede demostrarse desde la ciencia social, que no hay diferen-
cias entre los hombres respecto de sus capacidades potenciales que son esencialmente
cerebrales. No podemos pues adherirnos a una teoría del cerebro que en lo esencial re-
fleja las condiciones sociales dominantes y así las convalida como naturales, y por lo
mismo, insuperables o inmodificables.
CUADRO 3.6.1
ORGANIZACIÓN DE LA ACTIVIDAD EPICONSCIENTE