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Doctrina del día: la responsabilidad del

abogado y sus alcances


Por Thomson Reuters En 25 julio, 2012 · Añadir comentario · En Articulos de Opinión

Por Rodrigo Darío Betancourt, en: La Ley Gran Cuyo2012 (mayo), 347

I. Prefacio

El objeto de este comentario consiste en tratar en forma sintetizada e integral el delicado


tema de la responsabilidad profesional del abogado y sus alcances, tomando a tales fines
como fuente la doctrina y jurisprudencia imperante al respecto.

II. Obligación del abogado …¿de medios o de resultado?

Cuando una norma o un contrato obligan a una persona a alguna cosa determinada, sea ésta
una acción o una abstención (hacer o no hacer algo), esta obligación es considerada de
resultado. Por otra parte, en aquellos casos en que una norma o un contrato sólo obligan al
deudor a actuar con prudencia y diligencia, la obligación es considerada de medios.

La obligación del abogado puede ser, según los casos, de medios o de resultado. Para la
doctrina y jurisprudencia nacional mayoritaria debe ser conceptuada, a excepción de
determinados supuestos, como obligación de “medios” imponiéndole al abogado una
debida diligencia y aptitud para cumplir las medidas que, normalmente, conducen a un
resultado, pero sin asegurar la obtención del mismo, dado que no se pueden comprometer a
ganar un juicio o litigio, sino únicamente a poner de su parte todos sus conocimientos y
habilidades, empleando todos los recursos conducentes al triunfo. En otras palabras …en la
mayoría de los casos, el abogado sólo promete atender al cliente con prudencia y cuidado y
poner su ciencia y diligencia. Aunque no esté comprometido a obtener un resultado
determinado en un pleito, sí lo está a practicar una conducta diligente que normal y
ordinariamente pueda alcanzar la pretensión del cliente… (1). En este mismo sentido el
inciso 7 del artículo 26 de la Ley 4.976 (Ejercicio de la Abogacía y Procuración) prescribe
que: “Les está prohibido a los abogados…asegurar al cliente el éxito del pleito…”.

Eventualmente la obligación del abogado es de “resultado o de fines”, especialmente


cuando actúa como locador de una obra intelectual, por ejemplo cuando se compromete a
redactar un contrato de sociedad anónima, que debe adecuar a los requisitos típicos de la
figura, aunque ello no implica que haya de asegurar la eficacia de esta sociedad.

III. El letrado patrocinante

Sólo puede ser patrocinante el profesional abogado (artículo 20 de la Ley 4.976). El


abogado que actúa como mero patrocinante no tiene la representación de su cliente y su
misión consiste únicamente en conducir el litigio y aconsejar las soluciones legales que
considera convenientes.

El patrocinante es un asistente jurídico que actúa como asesor o consultor de su cliente.

En el papel de asesor o patrocinante el abogado se encuentra tan sólo obligado a poner toda
su pericia, conocimientos, diligencia y prudencia, a los efectos de obtener un resultado
exitoso (obligación de medios).

No obstante, lo expuesto debe tomarse como regla genérica ya que al decir de Carlos
Ghersi en cuanto a la diferencia entre el letrado patrocinante y el apoderado, se hace
necesario considerar cada caso en particular …Si bien comparto que ambos tienen
responsabilidad, en cuanto al letrado patrocinante el actor actúa por propio derecho y
suscribe los escritos, de tal forma que por ejemplo en el escrito de demanda en donde se
funda la pretensión debemos analizar el rol y la función de la parte, ya que como he
sostenido en otras oportunidades, respecto de los profesionales en general, el cliente juega
un papel central. No es lo mismo que el cliente-actor sea una persona culturalmente dotada
o que se trate de una persona que culturalmente no está en condiciones de estar en el otro
estándar (rol de la persona). Es decir, a su falta de proceso de culturización se le adiciona su
carácter de lego. En el primer caso, y máxime cuando haya participado en la construcción
del escrito o escritos, aportando, datos, situaciones, etc., por lo complejo de la situación
(función de la parte) la suscripción del escrito hace que la parte no pueda alegar después
desconocimiento de los términos del “contenido” de la acción (en cuanto a contenido del
negocio). En cambio cuando el actor es una persona, como señalamos, de escasos recursos
intelectuales y sólo suministró los hechos o una simple documentación, la cuestión es
distinta, pues la lectura de la demanda no tiene el mismo significado para el cliente y en la
relación con el abogado (este último asume mayor responsabilidad). En suma, es
importante en cuanto al abogado patrocinante determinar el rol y la función que cumplió la
parte y especialmente su nivel intelectual y en asuntos muy complejos siempre dejando de
lado el aporte jurídico. En cambio el abogado apoderado es el que decide
independientemente en el proceso, es decir, asume las decisiones tanto jurídicas como
determinantes en cuanto al direccionamiento de “contenido” del pleito (obviamente dentro
de las instrucciones recibidas) (2).

Al decir de Esteban Louge Emiliozzi, la doctrina y jurisprudencia más actuales han


acentuado la responsabilidad del letrado patrocinante, acercándolo en gran medida a la
figura del letrado apoderado, de quien antes se lo diferenciaba con nitidez. Se ha dicho, en
tal sentido, que “no cabe admitir que el abogado, aunque no hubiese asumido el carácter de
apoderado, pueda desentenderse totalmente de la ulterior marcha del litigio, prescindiendo
de tomar contacto con las actuaciones judiciales”, agregándose que la “misión del abogado
patrocinante no puede ser solamente la de preparar los escritos que deben llevar su firma,
sino que el patrocinio implica asumir la plena dirección jurídica del proceso, el cabal
cumplimiento de los deberes que ello comporta y el empleo de toda su diligencia, para
conducirla de la mejor manera posible hasta su terminación, es decir, actividad y celo en el
desarrollo de la causa”. De moto tal que es el letrado patrocinante quien debe controlar e
impulsar el proceso, lo cual se condice con la realidad de las cosas, ya que además de ser
quien cuenta con los conocimientos específicos, es quien naturalmente va tomando
conocimiento de la marcha del expediente, sea a través de las cédulas que recibe en su
estudio -donde generalmente se constituye el domicilio- o a través de la consulta del
expediente en la mesa de entradas del juzgado. Así delineada la responsabilidad del letrado
patrocinante, su situación puede verse muy comprometida frente a las situaciones de
pérdida de contacto con el cliente, o cuándo éste no le presta la colaboración necesaria para
la firma de los escritos. El mero sentido común lleva a afirmar que en estos supuestos los
perjuicios derivados de tal actitud han de recaer sobre la parte y no sobre el patrocinante, a
quien ninguna responsabilidad se la podría endilgar. Si bien ello es exacto, la situación que
afronta el letrado no deja de ser angustiante y azarosa, ya que en un eventual reclamo de
daños y perjuicios por mala praxis profesional, se debería probar -lo cual nunca es sencillo-
que quien actuó negligentemente fue la parte y no el letrado (3).

La jurisprudencia de cámara de Mendoza ha sostenido que: … “La misión del abogado


patrocinante no se agota únicamente en preparar los escritos que deben contar con su firma,
sino que debe emplear toda su diligencia para conducirlo de la mejor manera posible, hasta
la terminación del proceso. Existe responsabilidad profesional del abogado patrocinante,
cuando su conducta es la causa adecuada de la pérdida de la acción de daños y perjuicios,
ya que se lo tiene al actor por desistido de la acción civil en sede penal por no haber
concretado o formulado la pertinente demanda civil dentro del plazo legal
correspondiente”(4).

IV. El letrado apoderado

Toda persona que goza de capacidad procesal tiene el derecho de postulación procesal:
“poder de ejecutar personalmente todos los actos procesales inherentes a la calidad de
parte”. Este derecho puede ser delegado a un tercero, configurándose un contrato de
mandato o apoderamiento (representación voluntaria o convencional). Este apoderado,
como representante, nunca es parte sino participante, es decir, participa, interviene en el
proceso realizando la actividad que le corresponde a su representado, en su nombre e
interés.

La representación procesal voluntaria sólo puede ser ejercida por profesionales


especializados: abogados y procuradores (artículos 20 y 30 de la Ley 4.976).

Cuando el abogado actúa como apoderado o procurador, se interpreta mayoritariamente que


se haya obligado a una prestación de resultado (obligación de resultado), respecto a los
actos procesales propios de su actuación (presentar determinados escritos, concurrir a las
audiencias, interponer recursos, etc.). En este mismo sentido … resulta también de
importancia a los fines de la responsabilidad profesional, determinar si el abogado actuó
como mandatario o patrocinante, pues cuando el abogado actúa como patrocinante, el
cliente conoce los hechos expuestos en la demanda, y los actos y omisiones del cliente no
serían imputables al abogado… (5).

Merced a lo expuesto … “Existe una práctica muy difundida entre abogados litigantes
consistente en presentar a la parte en el escrito liminar del pleito por derecho propio y con
su patrocinio y luego de esta primera presentación, hacerse parte el abogado con poder y
continuar el trámite como apoderado. El fundamento empírico de esta práctica corriente
sería que quien patrocina a un cliente no compromete su responsabilidad con las
afirmaciones que éste realiza por derecho propio”… (6).

Por lo demás, la concepción de la relación abogado-cliente está atravesando por un proceso


similar al que experimentó en el pasado la relación médico-paciente, la cual ya no se rige
por el principio de autoridad -según el cual es el profesional quien tiene los conocimientos
y por eso impone los pasos a seguir-, sino por el principio de autonomía. Por ello, es el
cliente quien debe tomar las decisiones, en base a un consentimiento informado. Desde esta
perspectiva, ninguna duda cabe la labor del letrado apoderado se verá muy dificultada
frente a la falta de comunicación con el cliente. Pasando a otra vicisitud, también podría
ocurrir que el letrado apoderado no quiera prestarse a los requerimientos de su mandante, lo
que se torna más grave aún cuando teme que si cede a tales demandas puede quedar
expuesto a una sanción personal. Nótese que en estos casos se le presenta al profesional un
dilema de hierro, máxime en los supuestos en que debe actuar con prontitud (vgr., apelar),
ya que si renuncia al mandato puede verse expuesto a un futuro reclamo de daños y
perjuicios por parte de su cliente, mientras que si acompaña la pretensiones de éste puede
verse expuesto a una sanción procesal, además de la violencia moral que puede generar en
un profesional del derecho sostener argumentos que carecen de la más mínima credibilidad
(7).

V. Responsabilidad del abogado …¿contractual o extracontractual?

La responsabilidad por daños del abogado puede plantearse en relación a los sujetos con
que se hallase él vinculado jurídicamente previamente merced a un contrato, y como
consecuencia del incumplimiento de las obligaciones nacidas del mismo; en cuyo caso se
tratará de la responsabilidad “contractual”. En otros casos el acto lesivo puede originarse al
margen de toda relación contractual, y entonces la responsabilidad habrá de ser
“extracontractual”. Asiduamente será contractual, ya que en general entre él y su cliente se
ha celebrado un contrato anterior.

La prestación de servicios profesionales por parte del abogado presenta a veces el carácter
contractual de locación de servicios, otras la de locación de obra o la de mandato, según las
circunstancias de cada caso. Empero no se pueden aplicar de manera genérica y automática
a las relaciones del profesional con su cliente las reglas de los contratos clásicos como la
locación de servicios, de obra, o el de mandato.

En el caso particular de los abogados, los contratos que usualmente se celebran son el
mandato y la locación de servicios, según que representen a un cliente o lo patrocinen en un
juicio, o la locación de obra, en el caso de habérsele pedido un dictamen o un documento
contractual. Este contrato se puede denominar genéricamente “contrato de prestación de
servicios profesionales”, pues si existe un contrato que relaciona al que daña y al
damnificado, y si el perjuicio se produjo como consecuencia de la inejecución de tal
contrato y no por otras circunstancias ajenas al mismo, la responsabilidad del abogado
habrá de ser, necesariamente contractual.

Pueden darse a pesar lo expuesto casos de responsabilidad profesional extracontractual,


tales como entre otros: 1) Si no media un contrato previo entre el abogado y el cliente, lo
que puede ocurrir si el letrado debe cumplir sus funciones en virtud de nombramiento “de
oficio” efectuado por el juez, como tutor o curador especial o como partidor, o síndico de
un concurso civil o administrador, etc. o si debe patrocinar o representar a un declarado
pobre; 2) Si el contrato que liga a las partes no es válido, ya que conforme al art. 1.056 del
Código Civil, los actos nulos o anulados no producen sus efectos propios, pero sí los de los
hechos ilícitos que deben ser reparados; 3) Si pese a existir un contrato, el daño resulta
ajeno al mismo y no se produce como consecuencia de su inejecución; 4) Cuando los
damnificados son terceros extraños al contrato concluido entre el abogado y su cliente,
aunque el daño provenga de su ejecución, como ocurre en los casos de embargos trabados
por error contra un tercero o abusivo contra el propio demandado. En todos estos casos
serán de aplicación los preceptos sobre responsabilidad extracontractual del Código Civil.

Asimismo existen casos de superposición de ambas responsabilidades, contractual y


extracontractual. Ello ocurre cuando el incumplimiento de la obligación contractual importa
asimismo la comisión de un delito del derecho criminal, hipótesis expresamente
contemplada en el art. 1.107 del Cod. Civil. Lo mismo ocurre en los casos en que el
incumplimiento de la obligación contractual configura simultáneamente una infracción de
un deber jurídico impuesto por las leyes, tal como sucede con el abogado mandatario o
procurador que no deduce en término los recursos legales que correspondan contra una
sentencia adversa a su representado, o no presenta los escritos necesarios para impulsar el
proceso. Entiende Félix A. Trigo Represas que en estos casos frente a la obligación
contraída entre el profesional y su cliente, existe un deber legal de características sui
generis, cuyo incumplimiento hará surgir la responsabilidad aquiliana del autor, además de
la responsabilidad contractual que también el concierne (8).

La doctrina hoy mayoritaria, a la que adhiere Trigo Represas, entiende que la prestación de
servicios profesionales reviste a veces el carácter de locación de servicios, otras de locación
de obra, e inclusive en otras oportunidades, la del mandato. Ergo se ha dado en sostener que
dependerá de las circunstancias de cada caso concreto, y por ende sería un contrato
multiforme o variable.

VI. Presupuestos de la responsabilidad profesional del abogado

Antijuridicidad: La antijuridicidad consiste en el obrar contrario a derecho, es decir la


conducta contraria a los deberes prescriptos por el ordenamiento jurídico considerado en su
integralidad. La responsabilidad civil del abogado es principalmente de naturaleza
contractual, por resultar de la transgresión de obligaciones acordadas en un contrato
celebrado con anterioridad entre él mismo y su cliente (artículo 1.197 del Código Civil). En
los casos de responsabilidad civil extracontractual, la antijuridicidad se origina en el
incumplimiento de la ley en sentido material, y en particular de las normas de los artículos
1.066 y ss.; 1.074 y ss.; 1.109 y ss. y concordantes del Código Civil. Asimismo, la
antijuridicidad o ilicitud puede producirse por violación a las específicas normas referentes
al ejercicio de la profesión, que hacen a la esencia de la abogacía, y son las que surgen de
los todos los deberes específicos tales como el de patrocinio y defensa del cliente, obrando
con probidad, lealtad, y buena fe profesional, etc. (9).
Daño causado: El daño es la consecuencia de una situación de incumplimiento legal o
contractual que afecta en este caso patrimonial o espiritualmente al cliente.

En materia de determinación del daño indemnizable, resulta muy difícil determinar cuando
la frustración de un negocio debido a un deficiente asesoramiento atribuible a él, o la
pérdida de un juicio por omisiones o errores también imputables, constituyen un daño
cierto. Al desconocerse si en otras condiciones el negocio hubiera sido exitoso o no, pues
este resultado depende de otras circunstancias ajenas al abogado, el resarcimiento en tal
caso debe consistir más bien en la pérdida de una “chance” o probabilidad de éxito en las
gestiones, cuyo mayor o menor grado de procedencia dependerá en cada caso de sus
especiales particularidades.

Si la expectativa frustrada era muy general y vaga, no cabría la indemnización, por tratarse
de un daño puramente eventual o hipotético (10). En cambio, si la posibilidad es fundada y
es una razonable probabilidad, su frustración debe ser indemnizada. Más aún, puede ocurrir
que de las circunstancias del caso, aparezca como sumamente probable que el perdidoso
hubiese obtenido la ganancia o evitado la pérdida de no haber mediado el acto del
responsable, en cuyo caso, procedería la indemnización, no ya de “chance” perdida, sino de
la misma ganancia frustrada o del perjuicio sufrido.

Para su indemnización debe estar demostrada la efectiva pérdida de la “chance”, lo que


obliga primeramente a acreditar la imposibilidad de promover nuevamente la misma
acción, lo que en principio sería factible si la misma no se halla prescripta y no media cosa
juzgada sobre el fondo de la cuestión litigiosa. Ya que si la litis fracasada puede volver a
intentarse, estaríamos más bien frente a un daño emergente concreto, con relación al cual la
indemnización no podría ir mucho más allá del importe de las costas devengadas en el
juicio perdido (11).

Relación de causalidad: El nexo causal adecuado entre la conducta del profesional y el daño
sufrido por el damnificado es otro de los presupuestos de la responsabilidad civil en general
y, por consiguiente, del abogado.

En el caso del abogado el problema resulta mucho más complejo, dado que el factum
sindicado como dañoso es un hecho científico o técnico, “cuyo dominio pertenece al
profesional y no la cliente… El abogado es quien diseña la estrategia jurídica del caso que
pretende o defiende, conoce las opiniones doctrinarias y tendencias jurisprudenciales… El
cliente del profesional es -normalmente- un ignorante del campo científico, técnico…, en se
mueve su co contratante”(12).

En general, se acepta que la prueba de la existencia de la relación causal adecuada entre la


conducta del profesional y el daño, queda a cargo del damnificado (13). Pero esto no es así
en las llamadas “presunciones de causalidad”, en los que se invierte la situación y es el
sindicado como responsable quien debe demostrar la inexistencia del vínculo causal, o sea
demostrar que el daño provino de otra causa ajena (14).
Factor de atribución: Es necesario para que exista responsabilidad civil que exista un factor
atributivo de ella, que la ley considere idóneo o apto para sindicar en cada caso, quien debe
ser el sujeto responsable.

La responsabilidad del abogado es una responsabilidad por hecho propio o personal, por lo
cual el factor de atribución debe ser en principio, subjetivo: la inimputabilidad por culpa o
dolo del agente del daño. Sin embargo, es importante discernir la prestación que va a dar el
abogado, ya que esto vale sólo exclusivamente para las obligaciones llamadas “de medios”,
mientras que en las obligaciones de “resultado”, el factor de atribución se torna objetivo
(15).

VII. Imposición de costas al abogado. Causales previstas en el artículo 36 inciso IV del


CPC de Mendoza

El texto del artículo 36 inciso IV del CPCMza reza que: “Los representantes y abogados
podrán ser condenados en costas cuando actuaren con notorio desconocimiento del derecho,
negligencia o falta de probidad o lealtad”.

Al analizar la causal “notorio desconocimiento del derecho”, es preciso recordar que en


virtud del principio “iura novit curia” el juez conoce el derecho y debe por lo tanto ajustarse
siempre al mismo al resolver. En correspondencia con dicho principio el artículo 46
(deberes y facultades de los jueces y de los litigantes) inciso IX del CPCMza prescribe que
corresponde a los jueces “calificar las acciones y aplicar el derecho, pudiendo apartarse de
las invocaciones de los litigantes …”.

A fin de no incurrir en desconocimiento del derecho todo abogado debe cumplir con el
deber de estudiar y medir su propia capacidad, expresamente regulado en el artículo 9 de
Código de Ética que prescribe que : ” Incumbe al abogado el deber constante de actualizar
y profundizar sus conocimientos jurídicos en general y los que sean objeto de determinada
especialización. En todos los casos cuya defensa asuma es menester que los someta
previamente a un detenido análisis, como si debiera juzgarlos y que realice una meditada
valoración de sus antecedentes. No debe tomar asuntos que no sean acordes con una
preparación especial que no posea”.

En consecuencia esta causal sólo procede cuando se está frente a un manifiesto e


inexcusable desconocimiento del derecho, y no frente a una simple disidencia de opinión
jurídica.

En tanto que respecto a la causal de “negligencia”, la misma debe considerarse como


comprensiva de las otras formas que asume la culpa (léase imprudencia e impericia). La
negligencia (artículo 512 del Código Civil) consiste en la omisión de cierta actividad que
habría evitado el resultado dañoso, o sea, no se hace o se hace menos de lo debido. La
imprudencia, procede cuando se obra precipitadamente, sin prever las consecuencias que
pueden derivarse de ese obrar irreflexivo, o sea, se hace lo que no se debe, o en último caso
más de lo debido. Y por último la culpa como impericia importa el desconocimiento de las
reglas y métodos propios de la profesión, circunstancia que la aproxima al notorio
desconocimiento del derecho.
El artículo 25 inciso VIII de la Ley 4.976 sostiene que constituye un deber del abogado
“Emplear la mayor diligencia en la gestión encomendada mientras no se produzca la
extinción legal de la relación profesional”. En tanto que el artículo 10 del Código de Ética
refiere respecto a la diligencia y puntualidad que: “Hace a la esencia del deber profesional
consagrar toda la dedicación o esfuerzo a los problemas del cliente y poner en su defensa el
mayor celo y saber con estricta sujeción a las normas jurídicas y morales. El abogado debe
ser también puntual con los Tribunales, funcionarios, colegas y clientes y partes
contrarias”.

La culpa, en cualquiera de sus formas, para constituir excepcionalmente causal de


aplicación de costas a los profesionales, debe ser implicar una conducta grave en los límites
que la interpretación de la normativa vigente autoriza.

La culpa profesional debe efectuarse en abstracto, tomando como modelo de comparación


el de un “buen abogado” en la especialidad, a tenor de lo prescripto en los de los artículos.
512, 902 y siguientes del Código Civil. El artículo 902 del Código Civil imputa
responsabilidad “cuando mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento
de las cosas”. Efectivamente, la preparación que requiere la condición profesional, importa
un especial deber de obrar con prudencia y conocimiento de las cosas.

Tiene interpretado la Suprema Corte de Justicia de Mendoza que: … “La responsabilidad


del abogado lo es por su hecho propio o personal, razón por la cual el factor de atribución
es en principio subjetivo: la imputabilidad de la culpa, o dolo, de conformidad con el art.
512 C.C., se establece por negligencia, descuido, desidia, falta de precaución o
imprudencia, no se obró como debió provocándose un daño. Pero la culpa profesional se
aprecia en función del arquetipo del buen profesional , es decir con un comportamiento
prudente, munido del bagaje científico que es dable exigir, teniendo en cuenta que el error
científico no es constitutivo de culpa si es excusable. El abogado defiende los intereses de
su cliente, sea como patrocinante o apoderado, no asume obligación de resultado en cuanto
al contenido de la resolución judicial de la causa, por lo que, respecto del resultado final del
juicio, cumple debidamente su prestación poniendo toda su diligencia, su ciencia y su
prudencia para tratar de lograr que la causa concluya como mejor convenga a los intereses
de su parte. En consecuencia, no es suficiente la mera obtención del fin perseguido, pero no
asegurado -pérdida del caso- , sino que debe demostrarse que ello sucedió por culpa o
negligencia del obligado, debiendo existir la vinculación causal adecuada entre el proceder
del profesional del derecho y el perjuicio sufrido por su cliente”… (16).

Por último la “falta de probidad o lealtad”, a modo ilustrativo; implica evitar el empleo de
expresiones y términos que atenten contra el respeto y decoro que debe imperar en la
actividad judicial, la utilización de la prueba para deformar u ocultar la realidad, o dilatar
provocadamente el proceso con el empleo de argumentos de aparente juridicidad.

El artículo 22 del CPCMza tiene normado que: “Los litigantes, sus representantes y
abogados, tienen el deber de actuar lealmente y con probidad, expresando al tribunal los
hechos verdaderos; pueden ser objeto de sancione si se apartaren de estos principios y
pasibles de los daños y perjuicios que su actitud maliciosa o deslealtad ocasionare”. Por su
parte y en igual sentido el artículo 25 inciso 2 de la Ley 4.976 establece: “Son deberes del
abogado … observar una conducta ajustada a los principios de lealtad, probidad y buena
fe”. Por último el artículo 11 del Código de Ética prescribe refiriéndose a los deberes de
fundamentales de la profesión que: “El abogado debe en todo momento mantener el honor
y la dignidad de la profesión. En toda su actividad profesional, como en su vida privada,
debe abstenerse de toda conducta impropia que pueda desacreditar la profesión. La
conducta del abogado debe asimismo caracterizarse por la probidad y la lealtad. Ello se
garantiza con la veracidad y la buena fe”.

Al igual que en las causales ya descritas, cuando se efectúa una tipificación de la conducta
del profesional como ofensiva del deber de probidad y lealtad, la posibilidad, aún oficiosa,
de imponer las costas al profesional merece de una estrictísima ponderación.

VIII. Jurisprudencia de Mendoza sobre la responsabilidad solidaria del abogado por


las costas del proceso

La procedencia de responsabilidad por costas devenida del artículo 36 inciso IV del


CPCMza ha sido interpretada por nuestra jurisprudencia con los siguientes alcances:

“En esta materia debe andarse con tiento desde que está en juego la garantía de la defensa
de raíz fundacional (la que se vería afectada ante la perspectiva de quitarle a los abogados
que actúan como procurador o patrocinante la serenidad necesaria para el cumplimiento de
sus cometidos, con la perspectiva permanente de condena en costas, en una apreciación
puntillosa y severa de los términos ‘notorio desconocimiento del derecho, negligencia o
falta de probidad o lealtad’) por lo que sólo debe reprimirse con la imposición del pago de
los gastos causídicos, la diáfana transgresión , manifestada por acciones u omisiones de
razonable peso o por ausencia de una preparación adecuada para asumir el compromiso
profesional… (17).

“Cuando el resultado desfavorable del proceso es absolutamente imputable al representante


de la parte actora, debe aplicarse la regla moralizadora contenida en el art. 36 inc. IV del
C.P.C., la que constituye una sanción procesal verificable por el juzgador más allá del
principio dispositivo. En consecuencia, es el abogado quien debe soportar los gastos
causídicos originados en el proceso a través de las tres instancias… (18).

“La normativa contenida en el art. 36 inc IV del C.P.C., faculta a los jueces a imponer las
costas del proceso al profesional, requiriéndose una estricta ponderación de los hechos y de
las circunstancias que justifiquen su aplicación, basados en criterios subjetivos de
imputabilidad. Los jueces que hacen uso excepcionalmente de esta atribución, deben
realizar un análisis estricto y cuidadoso de las circunstancias fácticas y jurídicas que surgen
del expediente y una motivación suficiente de la sentencia… (19)

“La sanción por la inconducta o negligencia de los profesionales que contempla el art. 36
inc. IV C.P.C., no podemos concebirla como una facultad discrecional del magistrado
frente a una pretensión infundada. De ser así, siempre debería imponerse las costas al
profesional cuando se desestime o rechace una acción o excepción, lo que evidentemente
conculca garantías constitucionales como la defensa en juicio de sus derechos y la de
petición. Así, cuando se admite, la imposición en costas al profesional por su inconducta o
negligencia en los términos de la norma legal, ello requiere de una estrictísima ponderación
en los límites de la norma legal que lo autoriza, debiendo mediar culpa o negligencia grave
de los letrados y que ello surja de los hechos mismos o de las propias constancias de la
causa… (20).

IX. Corolario

Del análisis ut supra realizado surge entonces que la responsabilidad profesional del
abogado, no es más que un simple ítem de la responsabilidad civil en general y los
presupuestos para su procedencia son en consecuencia: la antijuridicidad, el daño causado,
la relación de causalidad; y el factor de atribución. Y aunque no exista unanimidad de
criterio respecto al tema de la responsabilidad de los abogados, o algunos autores
consideran que esta responsabilidad es sólo moral y no jurídica, en la actualidad se entiende
que dichos profesionales deben responder por los daños devenidos de su obrar con
culpabilidad.

Por otra parte, las causales que facultan la aplicación de costas a los profesionales, cuales
son “notorio desconocimiento del derecho, negligencia o falta de probidad o lealtad”
(artículo 36, inciso IV del CPCMza), deben ser interpretadas con carácter estrictísimo y
nunca como una atribución discrecional del juez. Ello a fin de no atar las manos a los
abogados cuando actúan adecuadamente como representantes o patrocinantes en el ejercicio
profesional de abogar.

Por último y a modo de aporte a un tema tan delicado como lo es el de la responsabilidad


profesional de los abogados, aprecio constructivo modificar la normativa procesal
mendocina a fin de exigir que la renuncia de patrocinio letrado deba ser notificada al
domicilio del patrocinado, tal como ocurre actualmente con la renuncia de la representación
que debe ser notificada a domicilio al representado (artículo 31 inciso II del CPC de
Mendoza). Ello evitaría eventuales caducidades de instancia, en aquellos casos que los
patrocinados que actúan personalmente, toman efectivo conocimiento de la renuncia de su
abogado patrocinante, recién cuando se les notifica la incidencia de perención. Asimismo y
partir de la notificación de su renuncia, el abogado patrocinante quedaría inequívocamente
liberado de toda responsabilidad por mala praxis al respecto.

(1) Expediente 32.622 caratulados “González Campos, Andrea Paola y ots. c. Baldini
Pescarmona, Juliana p/ ordinario”. Tribunal: 4° Cámara Civil de Apelaciones.

(2) GHERSI, Carlos, “La responsabilidad del abogado. Diferencia entre patrocinante y
apoderado. El rol y función de la parte”, LA LEY, 2008-E, 686.

(3) LOUGE EMILIOZZI, Esteban, “Responsabilidades Profesionales: Las vicisitudes en la


relación abogado-cliente como causa frecuente de reclamos de responsabilidad”. Algunas
propuestas para su erradicación (www.cartapacio.edu.ar).

(4) Expediente: 33750 Cucchiarelli, Juan Carlos y ot. / Carlos Abarzúa, Tribunal: Primera
Cámara Civil, Fecha: 2000-11-01, Ubicación: S158-145.
(5) Expediente 32.622 caratulados “González Campos, Andrea Paola y ots. c. Baldini
Pescarmona, Juliana p/ ordinario”, Tribunal: 4° Cámara Civil de Apelaciones.

(6) TRIGO REPRESAS, Felix A. – LOPEZ MESA, Marcelo J., “Tratado de la


Responsabilidad Civil”, Tomo II, págs. 523, La Ley, ed. 2004.

(7) LOUGE EMILIOZZI, Esteban, “Responsabilidades Profesionales: Las vicisitudes en la


relación abogado-cliente como causa frecuente de reclamos de responsabilidad”. Algunas
propuestas para su erradicación (www.cartapacio.edu.ar).

(8) TRIGO REPRESAS, Félix A., “Responsabilidad civil de los abogados”, Hammurabi,
Bs. As., 1996, págs. 125 y s.

(9) TRIGO REPRESAS, Felix A. – LOPEZ MESA, Marcelo J., “Tratado de la


Responsabilidad Civil”, Tomo II, pags. 524 y 525, La Ley, ed. 2.004.

(10) CNCiv., Sala D, 4/5/79, “Minuzzi de García Huega, Rosa D. c. Alconada Aramburú,
Francisco y otro”, La Ley, 1979-D, 21.

(11) TRIGO REPRESAS, Responsabilidad civil del abogado, Hammurabi, Bs. As., 1996, p
176 y s.

(12) PARELLADA, Carlos A., Daños en la actividad judicial e informática desde la


responsabilidad profesional, Bs. As., Astrea, 1990, p. 93, 27 y nota 57.

(13) BUERES, Alberto J., Responsabilidad civil de las clínicas y establecimientos médicos,
Bs. As., Abaco, 1981, p. 222, N° 41-3.

(14) ORGAZ, Alfredo, La culpa (Actos ilícitos), pág. 161, N° 58 y pág. 163.

(15) TRIGO REPRESAS, Responsabilidad civil del abogado, Hammurabi, Bs. As., 1996,
p. 61.

(16) Expediente: 94429, Mastronardi Ricardo A. EN J: 143.499/31.144 B.H.E c. M.R.A. p/


d. y p . s/ inc. cas. y su acumulada n 95.483 caratulada: Fecha: 2010-03-10. Ubicación:
S411-009.

(17) Conf. Cám. 4ta. Apl. Civ.- L.A. 132-202, Expte. Nro. 159.221/25.656.- “Castro de
Vespa en j: c. Carlos Vila y Vila Ingeniería p/emb. prev.”, l.a. 90.-373.

(18) Expediente: 43619 – Medina de Jalaf Genoveva en j: Median de Jalf Genoveva y ot.
Walter Carrasco y ot. daños y perjuicios – inconstitucionalidad – casación, L.S.207 –
Fs.454.

(19) Expediente: 72117 – Ruiz Bucca, Roberto y ots. en j: Díaz Ortíz Mirtha S. Amado
Martha R. ordinario – inconstitucionalidad – casación, L.S.312 – Fs.166.
(20) Expediente: 75243 – Montenegro, Andrés Jesús en j: Montenegro, Andrés Jesús Massi
Balducci, Alfonso y ot. daños y perjuicios – inconstitucionalidad, LS330 – Fs.041.

Abogado apoderado debe indemnizar a su


cliente por mala praxis al tramitar causa
por despido
5 agosto 2013 por Ed. Microjuris.com Argentina 3 comentarios

Partes: M. C. L. c/ F. N. A. s/ daños y
perjuicios

Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil

Sala/Juzgado: L

Fecha: 27-may-2013

Cita: MJ-JU-M-79901-AR | MJJ79901 | MJJ79901

Un abogado apoderado es condenado a indemnizar a su cliente por la mala praxis en la que


incurrió al tramitar una causa por despido. Cuadro de rubros indemnizatorios.

Sumario:

1.-Corresponde condenar a un abogado a resarcir los daños y perjuicios causados a un


cliente al que asistió como apoderado en una causa por despido, pues actuó en forma
culpable e incumplió su deber de desplegar la actividad necesaria para que el juicio llegue a
su fin con el mejor resultado posible, en tanto consintió las razones por las que el juez
rechazó la demanda, al no interponer en tiempo y forma recurso alguno.

2.-Si bien la pérdida de un juicio por omisiones o errores imputables al letrado configura
generalmente un daño cierto, el resarcimiento en tales casos consiste en la pérdida de la
chance o posibilidad de éxito en las gestiones judiciales y de cobro, la que debe ser
apreciada judicialmente según el mayor o menor grado de probabilidad de convertirse en
cierta, de acuerdo a las circunstancias del caso.

3.-El letrado apoderado debe resarcir el daño moral causado a su cliente, pues quebrantó la
confianza depositada en sus manos e incumplió lo previsto expresamente en el art. 19, inc.
a, del Código de Ética, al no atender los intereses confiados con celo, saber y dedicación.

4.-Las sumas indemnizatorias por mala praxis de un abogado devengarán intereses, desde la
fecha de recepción de la carta documento que envió su cliente hasta el efectivo pago, a la
tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la
Nación Argentina.

Fallo:

En Buenos Aires, a los 27 del mes de mayo del año dos mil trece, encontrándose reunidos
en Acuerdo los Señores Jueces de la Sala “L” de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Civil a fin de pronunciarse en el expediente caratulado “M., C. L. c/ F., N. A. s/ daños y
perjuicios” de acuerdo al orden del sorteo el Dr. Liberman dijo:

I.- Contra la sentencia de fs. 985/996 recurre la parte actora por los agravios que expone a
fs. 1.018/1.038, los que contesta la contraria a fs. 1.040/1.043.

II.- La demanda
L. C. M. promovió demanda por mala praxis contra N. A. F. como consecuencia del
supuesto mal desempeño como letrado apoderado en los autos “M., C. L. c/ Coca Cola
FEMSA de Buenos Aires S.A. s/ Despido” -expte. N° 27.844/2004-, tramitados por ante el
Juzgado Nacional de Primera Instancia del Trabajo N° 62.

Refiere que el 30 de noviembre de 2.004 fue despedido por reclamar las comisiones por
ventas no abonadas por la empresa Coca Cola FEMSA de Buenos Aires S.A. Como
consecuencia de ello, consultó al demandado y él le aconsejó iniciar juicio, atento que la
relación que el actor tenía para con la empresa era la de viajante de comercio y no la de un
simple comercializador. Así, además, la indemnización por despido debía ser mucho
mayor. Aceptó su consejo profesional y depositó toda su confianza en él.

Recuerda que le entregó toda la documentación que requiriera, otorgó poder para que lo
representara en el fuero laboral y firmó un convenio de honorarios. Relata los pormenores
del juicio, que el demandado le decía que todo estaba en marcha y, luego de un año y
medio, teniendo en cuenta que otros compañeros en situaciones similares ya habían
obtenido sentencia, intentó hablar con el demandado, quien no lo atendía.Tuvieron
intercambios de cartas documento.

Enfatiza que el expediente laboral fue finalmente rechazado por exclusiva culpa de su
apoderado, que actuó con impericia para su elaboración y negligencia para su procuración.
Agrega que el demandado, teniendo facultades, no apeló, no le notificó esa situación y
consintió lo actuado, perdiendo la posibilidad de que la sentencia en su contra fuera
revisada por la segunda instancia.

Reclama los daños y perjuicios derivados de su actuación, conformados por pérdida de


chance, daño psíquico, gastos de psicólogo y daño moral.

III.- La sentencia

El sentenciante de grado expuso los hechos y describió en detalle la prueba producida.


Luego de remarcar la particular relación entre actor y demandado y la tarea correspondiente
a un abogado, consideró que el actor fue asesorado debidamente sobre las posibilidades en
el caso según la ciencia.

La jueza de grado enfatizó en el significado de la palabra “abogado” y la naturaleza de


orden contractual que lo liga a su cliente.

Concluyó que, tratándose de un capítulo más dentro del vasto espectro de la


responsabilidad en general, debían concurrir los cuatro elementos de la responsabilidad
civil.

En el caso, dejó sentado que el letrado demandado plasmó en la demanda el grado de


incertidumbre de la relación entre el actor y la empresa demandada.
Seguidamente, procedió a analizar la prueba aportada en relación al cobro de sumas por
parte del actor en concepto de indemnización por despido y recargo de la ley 25.561.Valoró
asimismo la circunstancia de que la hermana del actor era abogada e integrante del estudio.

Por último, ponderó la falta de colaboración del cliente para con su abogado en la medida
que desconoció documental que luego fue refrendada por pericial caligráfica y la falta de
concurrencia a audiencias conciliatorias donde, por la índole de la citación, se hacía
necesaria su presencia.

En base a las circunstancias expuestas, desestimó la demanda al considerar que no puede


imputarse al demandado un mal ejercicio de su actividad profesional.

IV.- Los agravios

La parte actora se agravia del rechazo de la acción. Para ello hace hincapié en el
incumplimiento, por parte del accionado, de los requisitos exigidos por el art. 65 de la ley
18.345. Asimismo, refiere que de haber actuado idóneamente debió haber reclamado los
rubros que individualiza.

Se queja por haber considerado el ‘a quo’ que entre él y el demandado …”los unía una
amistad que databa de 1.999…” sin siquiera mencionar en su sentencia de qué prueba tomó
dicha decisión. Al igual que donde dice: “…asimismo la hermana abogada del aquí actor
(hoy su letrada patrocinante) integrara el estudio jurídico del demandado, desvinculándose
del mismo con litigio de por medio…”.

Aclara frente a esta última queja que, existan o no estas relaciones, en nada modifica el
juzgamiento del Dr. F. en su labor llevada a cabo por ante el fuero laboral.

Por estas razones y demás plasmadas en su expresión de agravios, solicita se revoque el


fallo recurrido, se haga lugar a la demanda en todas sus partes, con expresa imposición de
costas.

V.- El marco jurídico.

Es sabido que no existen caracteres específicos en la responsabilidad profesional, sino que


ésta participa de las de la responsabilidad civil en general. En el caso de la relación
abogado-cliente, su naturaleza es de neto carácter contractual y, si se trata de un letrado
apoderado -tal el caso de autos- hay que observar también las reglas que instituyen el
mandato (arts. 1869 y ss.del Código Civil). Hay que apreciar en concreto la naturaleza de la
obligación y las circunstancias de las personas, tiempo y lugar (conf. art. 512 del Código
citado).

VI.- Análisis de las quejas.

Las partes están contestes en que el Dr. N. A. F. asistió al actor en su carácter de letrado
apoderado en los autos en tramite en sede laboral “M., C. L. c/ Coca Cola FEMSA de
Buenos Aires S.A. s/ Despido”, expte. N° 27.844/2004, tramitado en el Juzgado Nacional
de Primera Instancia del Trabajo N° 62.

Esta cuestión se ve corroborada con la lectura de las citadas actuaciones y el poder allí
otorgado obrante a fs. 2 a los efectos de un reclamo y/o juicio contra Coca Cola FEMSA de
Buenos Aires S.A. por cobro de pesos.

A fs. 3 obra el acta de cierre de audiencia ante el conciliador laboral en la cual se da cierre
al procedimiento previsto por la ley 24.635 sin haber logrado conciliación, por lo que queda
expedita la vía judicial. Los rubros reclamados son: leyes 25.323, 25.561, 25.345, 25.023.
art. 80 LCT, diferencia por indemnización por despido, diferencias salariales comisiones
directa e indirecta, indemnización especial por cartera de clientes.

El reclamo efectuado por el actor luce a fs. 4/8 donde se subraya que si bien M. figuraba en
el recibo con la categoría de comercializador, durante la relación laboral cumplió la tarea de
viajante de comercio. Alega que reclamó su regularización laboral, ya que las comisiones
por ventas le eran abonadas en forma encubierta. Tiempo después, sorpresivamente, recibió
una carta documento donde le hacían saber que prescindían de sus servicios.Luego realiza
una serie de consideraciones respecto de las leyes aplicables y practica una liquidación por
$19.955, discriminando sólo esta última suma.

Al dictar la sentencia, el juez laboral, tras analizar la prueba aportada, realiza una primera
consideración concluyendo en forma enfática que el actor fue viajante de comercio y por lo
tanto lo encuadra en la ley 14.546.

Planteada por Coca Cola la defensa de defecto legal, señaló en su decisión que la demanda
evidenciaba defectos en su formulación que hacían imprecisa la pretensión, pero consideró
que dichos vicios no pusieron en juego el derecho de defensa de la contraparte. Aclaró que
aquellos puntos de la pretensión que no resultaran suficientemente fundados o que no
estuvieran debidamente deducidos los desestimaría formalmente.

Así, al adentrarse en el análisis de cada uno de los puntos de la reclamación, terminó


rechazándolos uno a uno.

Si bien no se analizará en detalle el motivo del rechazo de cada rubro, lo que implicaría
copiar la sentencia laboral, se hará una síntesis a los efectos de la presente, transcribiendo
sólo algunos pasajes totalmente descriptivos.

Diferencias en la indemnización por despido: el juez señala que M. según el informe


pericial y el recibo cobró $8.917,09. Agrega que se pidieron diferencias “sin aclarar cuál
sería el origen de tales diferencias”. … “En este marco, no me resulta posible saber cuál es
la razón por la que se reclamó una diferencia”(.); “no le corresponde a los jueces adivinar
qué quiso reclamar el actor y está fuera de dudas que corresponde a su representación o
defensa letrada exponer clara y fundamente la pretensión y la cosa demandada (art. 65
L.O.)”.
Diferencias en el preaviso y en el aguinaldo de preaviso: remite el juez a lo dicho en forma
precedente agregando que “no se ha explicado qué razones habría para considerar mal
liquidado este rubro”.

Diferencias sobre aguinaldo 2004: se exponen idénticos motivos para su rechazo y “no se
ha fundamentado la petición”.

Sigue el Sr.juez laboral indicando que el reclamo por vacaciones 2004 es visiblemente
inadmisible. Multa art. 16 ley 25.561 groseramente improcedente.

Aclara a la dirección letrada del actor que el recargo indemnizatorio “que no es


técnicamente una multa” y a la fecha del distracto se encontraba reglado por el decreto
823/04 que prorrogó dicho recargo y lo fijó en el 80% de la indemnización.

En cuanto a la multa del art. 43 de la ley 25.345 resulta injustificado su petición, ya que en
el escrito de inicio no se adujo que Coca Cola haya retenido aportes (art. 132 bis LCT).

Indemnización por clientela (art. 14 ley 14.546) que la empresa no abonó: señala el juez al
rechazarla “no ha sido objeto de reclamo en estos actuados, ya que en concreto, la parte
actora no pidió que se condenara a la demandada a abonarla, pese a haber sostenido con
toda razón, que el reclamante fue viajante”…luego aclarando cómo se genera dicha
indemnización (de toda situación derivada de extinción contractual).

Finalmente, y en relación a las certificaciones del art. 80 de la L.C., refiere que el reclamo
está satisfecho y la sanción pedida a su amparo es improcedente en la medida que Coca
Cola nunca le negó al dependiente su entrega y la actora “no adujo que haya concurrido a
retirarlas y le haya sido negada su entrega”.

Con los argumentos expuestos, se desestimó la demanda, la que no fue objeto de recurso
alguno. En consecuencia pasó en autoridad de cosa juzgada.

Sabido es que el abogado, al asumir la dirección de un pleito, se compromete desde la


esfera contractual, sea locación de obra o de servicios, y su principal obligación es la de
realizar las presentaciones y trámites oportunos a fin de llevar el juicio encomendado hacia
su instancia final.Si bien las obligaciones no son de resultado, en tanto no se garantiza el
éxito; sí compromete medios o diligencia (y un saber medio normal para la especialidad), a
través del compromiso de desplegar la actividad necesaria para que el juicio llegue a su fin
con el mejor resultado posible. A más de que tiene el derecho y el deber de recusar el
encargo si la materia excede su conocimiento.

En el particular, no se evidencia excusa viable que justifique el incumplimiento de las


obligaciones contraídas.

Las razones esgrimidas, tanto en la contestación de demanda como en la sentencia -falta de


colaboración de la parte o que la hermana del actor en algún momento trabajó en el estudio
del demandado-, no resultan suficientes para rechazar esta acción.
Los fundamentos expuestos en la sentencia laboral son por demás contundentes en cuanto a
las razones alegadas para su rechazo, máxime cuando fueron consentidas por el letrado
apoderado al no haber interpuesto en tiempo y forma recurso alguno.

De esta manera considero, más allá de las particularidades de la causa en cuanto a la


conducta de M. al desconocer su firma en los recibos (fs. 127, cuestión que luego fuera
resuelta a fs. 226 frente a la incomparecencia a la audiencia y que se tendrá en cuenta a fin
de fijar las partidas indemnizatorias), que existe responsabilidad del profesional
demandado. Incurrió en una conducta culpable.

Es que “la actividad profesional no se agota de tal modo en un ejercicio mecánico, acrítico
y superficial; requiere un severo cuestionamiento sobre la relevante función social, sobre el
contenido de la prestación y el modo de desplegarla; ello exige conocer las condiciones en
las que se desenvuelve el abogado y si esas condiciones influyen en él, pero antes requiere
un saber profesional suficiente” (Barbier, Eduardo y Vergara, Leandro, en
“Responsabilidad Profesional”, t. 2, pág. 5, dir. Carlos A.Ghersi, Editorial Astrea, Buenos
Aires, 1995). Ya que como recuerdan estos autores, con cita de Ortega y Gasset, la
presunción del conocimiento suficiente en el profesional rige desde que éste egresa de la
universidad, lo que obedece a la formación que los abogados adquieren allí.

Esta Sala, con voto de la Dra. Judith Lozano, resolvió hace tiempo, con citas de las Salas E
y H, que si el abogado advierte falta de colaboración de su cliente debe resguardar su
propia responsabilidad renunciando por escrito en el expediente o por comunicación
fehaciente (2-7-99, “Calcopietro c. T., M.C.”, citado por la actora). Es pauta de prudencia y
criterio aplicado por muchos tribunales (ver en Wierzba, Sandra M.: “Responsabilidad civil
del abogado”, pág. 31/2, Hammurabi, Buenos Aires, 2006; conf. Trib. Discipl. CPACF,
Sala II, 11-8-88, cit. por Pettis, Christian R., “La caducidad de la instancia…”, L.L. 2006-
B, 585, nota 33). Esta aclaración se efectúa en virtud de las razones expuestas en cuanto a
la conducta de M.

Lo cierto es que el art. 65 de la ley 18.345 -t.o. decreto 106/98.- (Ley de Organización de la
Justicia Nacional del Trabajo de la Capital Federal y Ley de Procedimiento Laboral)
establece los requisitos de la demanda. Así, se deducirá por escrito y contendrá: “3. La cosa
demandada, designada con precisión; 4. Los hechos en que se funde, explicados
claramente; 5. El derecho expuesto sucintamente; 6. La petición en términos claros y
positivos…”.

Cuestiones que, según el juez laboral, se incumplieron en la petición de F. y que el


profesional consintió al no interponer recurso alguno.

Sin embargo, no se puede pasar por alto que M. no concurrió a la audiencia en la que se
hizo efectivo el reconocimiento de la documental y que un abogado plantea su estrategia
frente a los hechos que narra su cliente.No obstante, esta situación ocurrió con
posterioridad a la confección de la demanda.
Pero tampoco se entienden las razones aducidas en el sentido de que primero debía
probarse la relación laboral entre M. y Coca Cola -en un primer proceso-, para luego
solicitar en otra causa las partidas correspondientes.

Tampoco encuentro probado que el actor haya dado indicaciones precisas de no apelar la
sentencia. La única testigo resulta ser la cónyuge del demandado, persona excluida por la
ley procesal.

Dejo aclarado que la única forma de dispensar esta omisión se encuentra prevista en el art.
11 de la ley 10.996 inc. 1° en cuanto dispone que las instrucciones en contrario de su
respectivo comitente deben realizarse por escrito. A autos no se acompañó documento
alguno al respecto.

Reprocho, en consecuencia, esta inacción frente al acta poder otorgado por la actora, que
expresamente facultaba a interponer toda clase de recursos (fs. 2 causa laboral) y la
obligación expresa de recurrir toda sentencia definitiva adversa a su parte.

Desde esa órbita juzgo procedente la acción intentada, por lo que corresponde admitir los
agravios y revocar la sentencia.

VII.- Ahora he de considerar los distintos rubros indemnizatorios.

a) Pérdida de chance:

Si bien la pérdida de un juicio por omisiones o errores imputables al letrado configura


generalmente un daño cierto, el resarcimiento en tales casos consiste en la pérdida de la
chance o posibilidad de éxito en las gestiones judiciales y de cobro, la que debe ser
apreciada judicialmente según el mayor o menor grado de probabilidad de convertirse en
cierta, de acuerdo a las circunstancias del caso.

Para esto no ha de considerarse el logro total que se hubiera obtenido en el supuesto de


ganar el pleito, sino un importe aproximado, según las perspectivas en pro y en contra, de
acuerdo a la valoración que en cada caso debe efectuar el sentenciante. Y las chances de
cobrabilidad.

El reclamo hace a la pérdida sobre el eventual e incierto resultado que obtendría en el


proceso judicial de referencia.El daño consiste en la frustración de la esperanza, de una
probabilidad; coexisten un elemento de certeza y otro de incertidumbre.

En relación a los expedientes traídos como prueba y que fueran iniciados por compañeros
de M., he de señalar que cada expediente tiene su propio desarrollo y particularidades. Así
por ejemplo, Díaz, al prestar declaración testimonial, refirió que era líder en ventas y por
eso se hizo acreedora de un automóvil. Si bien refiere que M. la secundaba, no se acreditó
con exactitud la cantidad de cajones vendidos al mes (ver informe pericial contable a fs.
816/817 y su complementario a fs. 879/881 de las presentes. Tampoco surge este dato del
expediente laboral). Esto influye directamente en los demás rubros que integran la
pretensión.

Sólo cabe agregar que no corresponde recurrir a fórmulas rígidas o predeterminadas para
realizar la evaluación del rubro, la que por lo mismo deberá efectuarse sin preconceptos. Es
el juez, en definitiva, quien habrá de realizarla teniendo en especial consideración las
circunstancias particulares que rodean el asunto a resolver, ya que no debe perderse de vista
que de lo que se trata es que el análisis se ajuste en lo posible a la realidad (conf. Pettis,
Christian R., “El presupuesto del daño en la mala praxis de abogados y procuradores.
Cuestiones relacionadas con su determinación y cuantificación”, L.L. 2001-D, 938).

Para fijar la cuantía en este rubro tendré también en cuenta la conducta del actor, la falta de
acreditación de las ventas totales, de las indicaciones reales dadas por el actor al
demandado frente a su inclusión en el acta de conciliación (SECLO) y las consideraciones
efectuadas por el juez laboral de la dirección letrada del actor para rechazar la demanda.

En virtud de lo expuesto y en uso de las facultades conferidas por el art.165 del CPCCN,
fijo este rubro en la suma de cincuenta mil pesos ($50.000).

b) Daño psíquico y gastos de psicólogo:

El daño psíquico configura un detrimento a la integridad personal. De modo que, para


resultar indemnizable independientemente del moral, debe producir un daño económico
como consecuencia del evento de autos y por causas que no sean preexistentes. Se da en
una persona que presente, luego de producido el hecho que se dice generador, una
disfunción, un disturbio de carácter psíquico. En conclusión, el afectado debe mostrar una
modificación definitiva en la personalidad que la diferenciaba de las demás personas antes
del hecho; una patología psíquica originada en éste que permita que se le reconozca como
un efectivo daño a la integridad psicofísica y no una sintomatología que sólo aparezca
como una modificación disvaliosa del espíritu, o de los sentimientos, que lo haría
encuadrable tan sólo en el concepto de daño moral.

En el particular, se produjo pericia psicológica (fs. 686/694) a través de la cual la experta


informó que nos hallamos ante la presencia de la dificultad del actor de tramitar
psíquicamente el impacto del hecho disruptivo, la instrumentación de mecanismos
defensivos ineficaces, que restan caudal energético para desarrollar su intervención en
diversas áreas de despliegue vital. Surgen de este modo síntomas y/o inhibiciones
encuadrables en la figura del daño psíquico. Por lo que puede afirmar que los hechos
ocurridos (despido, juicios, perdida de confianza en su letrado apoderado) funcionaron en el
actor como un efecto disruptivo y traumático que devino en daño psíquico y que vio
modificada su vida de relación y laboral.

M. -señala la experta- presenta un trastorno adaptati vo con estado de ánimo


depresivo.Posee un grado de incapacidad de tipo permanente del 15%.
Sin embargo, observo que al momento de considerar la incapacidad, incluye el despido,
situación totalmente ajena al abogado demandado y que seguramente influyó en mayor
medida a causar el daño y que no puede integrar la partida.

Asimismo, recomienda al actor la realización de un tratamiento psicológico, imprescindible


para mitigar las secuelas derivadas del infortunio padecido y elaborar la situación que ha
atravesado.

Entiendo, dada la aclaración formulada precedentemente en relación a la influencia del


despido en el daño producido, que el actor no ha demostrado con claridad que el
tratamiento psicológico recomendado se dirija a palear el daño que el demandado le
produjo, sino más bien a la causa del mayor daño que es el despido, por lo que se rechazará
el presente rubro.

De lo expuesto se colige que si bien el actor pudo haberse visto afectado por el rechazo de
la demanda, no lo es en el porcentaje fijado por el experto por las razones expuestas
precedentemente. Así, fijo por el daño psicólogico la suma de diez mil pesos ($10.000).

c) Daño moral:

En el caso el quebrantamiento de la confianza depositada por el trabajador en manos de los


abogados ha producido razonablemente un daño moral indemnizable. Más allá de la ilicitud
culpable de incumplir deberes fijados en los ordenamientos procesales, olvidó lo previsto
expresamente en el art. 19, inc. a, del Código de Ética: cuanto menos no atendió los
intereses confiados con celo, saber y dedicación. Refiriéndose a la confianza en el sistema
jurídico y su quebrantamiento como origen de daños, Weingarten hace referencia al daño
moral autónomo por la lesión a la confianza, y luego, con cita de Lima Marques, al daño
moral causado por el incumplimiento del contrato o cumplimiento defectuoso (Weingarten,
Celia: “La confianza en el sistema jurídico”, Ed. Jur. Cuyo, Mendoza, 2002, pág.141 y
146).

En virtud de lo expuesto, y lo expuesto en c) en relación al daño psicológico, fijo la suma


de veinte mil pesos ($20.000) por el rubro en estudio.

VIII. Intereses.

Teniendo en cuenta los parámetros considerados para establecer los montos de condena, en
la especie propongo que los intereses corran desde la fecha de recepción de la carta
documento obrante a fs. 3 (24 de julio de 2.007- hasta el efectivo pago a la tasa activa
cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación
Argentina.

La cuestión de la tasa merece una explicación. Al incorporarme al tribunal fui minoría en lo


referente a la tasa aplicable. Pero, reconociendo el poder de la mayoría, votaba -haciendo
protesta de mi criterio- por tasa activa en todo el período. La licencia y posterior deceso del
querido Hilario Rebaudi motivó la incorporación del colega Galmarini. Pasamos a ser
mayoría los que entendíamos que, ante valores actuales, correspondía una tasa “pura”. Pero
me ha soltado la mano, se fue, y vuelvo a la minoría. Cierto es que, de un tiempo a esta
parte, veníamos flexibilizando la aplicación del criterio para evitar soluciones injustas.

En fin, sigo creyendo que es pertinente pensar y dejar sentados valores actuales con tasa
inferior, y no aplicar la tasa activa, que ni siquiera es positiva en términos reales. Pero en
definitiva, lo que los jueces buscamos en pleitos de esta naturaleza es reparar
adecuadamente con dinero (en la medida posible) el daño. Y esa indemnización comprende
pérdidas e intereses. La cuenta de capital más intereses en la forma propuesta atiende a ese
propósito y lejos está de constituir un enriquecimiento indebido.

Por lo expuesto, voto por revocar la sentencia apelada y que, en consecuencia, se haga lugar
a la demanda interpuesta por C. L. M. contra N. A. F.condenándolo a pagar al actor, en el
plazo de diez días, la suma de ochenta mil pesos ($80.000) más intereses que se calcularán
conforme se dispuso en el considerando, con costas de ambas instancias a cargo de la parte
demandada vencida (art. 68 del Cód. Procesal).

Por razones análogas a las expuestas por el Dr. Liberman, las Dra. Flah y Pérez Pardo votan
en el mismo sentido.

Con lo que terminó el acto.

Firmado:

Víctor Fernando Liberman.

Lily R. Flah y Marcela Pérez Pardo.

Es copia fiel del original que obra en el Libro de Acuerdos de esta Sala.

Jorge A. Cebeiro

Secretario de Cámara

Buenos Aires, de mayo de 2013.

Y VISTOS: lo deliberado y conclusiones establecidas en el Acuerdo precedentemente


transcripto el tribunal decide: revocar la sentencia apelada, haciendo lugar a la demanda
interpuesta por C. L. M. contra N. A. F. condenándolo a pagar al actor, en el plazo de diez
días, la suma de ochenta mil pesos ($80.000) más intereses que se calcularán conforme se
dispuso en el voto del Dr. Liberman, con costas de ambas instancias a cargo de la parte
demandada vencida.

Difiérese la regulación de honorarios correspondientes a la alzada hasta tanto el Sr. Juez de


la causa fije los de la instancia anterior.
Regístrese, notifíquese y devuélvase.

VICTOR FERNANDO LIBERMAN

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