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LA FARSA DE SANACIÓN EVANGÉLICA

Cuenta la señora Johnson:

"Cuando tenía diez años, por las exigencias de trabajo, mi padre trasladó nuestra
familia de seis hijos a una ciudad más grande. Apenas habían desembarcado las
pertenencias los encargados de la mudanza, cuando un caballero de la otra cuadra nos
llamó y nos invitó a la escuela de dominical.

"Nosotros no habíamos estado asistiendo a la iglesia, por lo tanto mamá nos envió
a aquella escuela dominical pues se sintió impresionada por el genuino interés del vecino.
Una familia adventista vivía en la vecindad y a menudo me he preguntado cuan diferentes
podrían haber sido nuestras vidas si hubieran sido los adventistas quienes hubieran
mostrado interés. Quizá nuestra madre nos hubiera enviado a la escuela sabática en lugar
de la escuela dominical. A los doce años entregué mi corazón al Señor. Después de
nuestro casamiento, mi esposo y yo fuimos fíeles miembros de la iglesia. Criamos a
nuestros hijos alrededor del altar familiar. Servíamos a Jesús como mejor lo conocíamos.

"Como resultado de la influencia de mi suegra y de mi cuñada, tomé los cursos


bíblicos por correspondencia de la Voz de la Profecía, que me llevaron finalmente a
bautizarme en la fe adventista. Dos años más tarde, mi esposo también llegó a ser
miembro de la iglesia remanente. Nuestro único pesar era que nuestros hijos mayores ya
no estaban bajo la influencia del hogar. Nuestros hijos menores tuvieron el privilegio de
asistir a la escuela y al colegio de la iglesia.

"Mi esposo y yo trabajábamos en el mismo lugar. Un día, mientras íbamos en


camino a nuestro trabajo, una anciana que manejaba a toda velocidad chocó el costado de
nuestro auto, hiriéndome de gravedad.

"Llegué inconsciente al hospital y más tarde fui transferida a otro por causa de la
gravedad de mis heridas.

"Durante dos semanas estuve en terapia intensiva. Las graves heridas de mi cabeza
causaron la parálisis de mi lado izquierdo. Mi espina dorsal estaba lesionada en dos partes.
Una justo debajo del cuello, y la otra en el extremo inferior de la espalda.

"Quedé confinada en la cama por más de dos años. Fue un día feliz para mí cuando
la cambié por una silla de ruedas. Después de seis operaciones de cirugía mayor estuve
en condiciones de caminar con la ayuda de piernas ortopédicas.

"Los tres huesos principales de mi tobillo izquierdo se habían soldado. Varias


secciones de los tendones anteriores y posteriores de la tibia fueron quitados, y se me
hicieron trasplantes de tendones en la zona de los tobillos y del pie. Una de las operaciones
fue para arreglar los tendones de la ingle y otras intervenciones, más extensas, los de mi
muñeca izquierda. Esto me permitió bajar el brazo ortopédico, aunque mi muñeca todavía
es débil y no está completamente derecha. Durante mi larga lucha con las operaciones
Dios estuvo junto a mí, y mi maravilloso esposo estuvo a mi lado hasta su muerte.
Descubrí que cuando mi esposo tenía que detenerse en la puerta de la sala de operaciones,
Jesús tomaba mi mano y se quedaba conmigo.

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"Solo una mujer puede entender cuánto tuve que adaptarme para usar las pesadas,
engorrosas y desagradables piernas ortopédicas. No importa qué vestido me pongo,
siempre tengo que usar los mismos zapatos porque están asegurados a las piernas.
"Recientemente, gracias a la bondad de un amigo, tuve el privilegio de visitar a mi hijo,
y a otros amigos y parientes que viven lejos. La última semana que estuve allí mis amigos
me invitaron a ir con ellos a un retiro espiritual organizado por su iglesia, una
denominación que observaba el domingo. El retiro se realizó en un hermoso lugar de
campamentos. No lo pensé dos veces y fui con ellos. En realidad los asistentes parecían
verdaderos cristianos, y disfruté mucho en sus reuniones. Como soy una enamorada de la
música, gocé de la que ofrecieron a lo largo del fin de semana.

"El domingo de mañana me instaron a pasar al frente para ser sanada. Si hubiera
leído el libro Primeros Escritos, de Elena de White, en las páginas 124 y 125, no hubiera
tenido que soportar la peor semana de mi vida que siguió a ese incidente.

"Pasé al frente para el sanamiento y no sentí nada hasta que volví a mi lugar junto
a mi amiga. Entonces experimenté en el brazo una sensación de calor. Miré y vi que podía
abrir la mano. Podía cerrar el puño fuertemente. El nudo donde estaban apiñados los
tendones cortados, había desaparecido. Comencé a llorar y así también lo hicieron quienes
me rodeaban. No estaba segura si podía caminar porque no tenía forma de quitarme las
piernas ortopédicas en público.

"Debía volar de regreso a mi casa el lunes por la mañana. Cuando regresé a la casa
de mi amiga el domingo por la noche, me quité las piernas artificiales y traté de caminar.
Podía estar en pie, aunque mis piernas temblaban como las de un ternero recién nacido.
Otra vez, lloré y alabé al Señor. Me sentí flotar en el aire. Imaginen cómo me sentía
después de no haber podido caminar en once años. El cirujano ortopedista me había
advertido que fuera muy cuidadosa porque mi tobillo izquierdo podía romperse bajo la
más mínima presión.

"Antes de tomar el avión para el regreso a mi casa, mis amigos me llevaron a una
zapatería y me compraron el primer par de zapatos que no estuvieran fijados a las piernas
que había tenido en años. Llegué a casa cargando las piernas ortopédicas.

"Llamé a una amiga de mi iglesia y le pregunté si podía recogerme en el


aeropuerto. Ella no podía creer lo que sus ojos veían. Le contó al pastor. El tenía, cierto
recelo y respondió: 'Debo orar con respecto a ésto y entonces la visitaré'.

"Me sorprendió que este hombre sabio y temeroso de Dios no pareciera estar feliz
por el milagro que había ocurrido en mi vida. Me explicó que él pensaba que yo tenía que
estar segura de lo que había ocurrido provenía de Dios y no de Satanás. Me leyó lo que
Elena de White escribió en Primeros Escritos en las págs. 124 y 125. Comencé a
comprender que quizá el haber asistido a esas reuniones no estaba de acuerdo con la
voluntad de Dios. Elena de White nos dice que cuando lo hacemos 'quedamos expuestos
a los golpes del enemigo'. En los últimos días Satanás tendrá tal poder y realizará tantos
milagros que no podemos permitirnos el lujo de colocarnos en su territorio.

"Me sentía apesadumbrada y confundida. Cuando mi pastor y yo oramos juntos,


le dije que oraría pidiendo que si mi saneamiento era de Jesús, pudiera caminar a la
mañana siguiente, y si era un poder satánico el que me había sanado, le pediría al Señor

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que me lo hiciera saber en forma tal que no quedara ninguna duda en mi mente.
Probablemente, aquella fue la oración más difícil que alguna vez tuve que elevar. Deseaba
tanto caminar, vestirme en forma agradable, usar diferentes pares de zapatos con
diferentes vestidos, y sentir que era una persona completa nuevamente, y no algo que la
gente mirara con asombro.

"Después de una noche de tormento, me levanté de la cama con temor y con


temblor. No podía estar en pie. Sentía mis talones como si los huesos estuvieran llenos de
pus. No tenía fuerza en mis miembros. Desde entonces no he podido caminar sin las
piernas ortopédicas.

"Me sentí desilusionada, por supuesto. Pero había dejado en claro que si mi
saneamiento lo había realizado un poder satánico yo no quería tener nada que ver con él.
Satanás tendría un propósito ulterior. Más adelante me llevaría, de alguna manera, al
desastre. Yo deseaba caminar, pero no con la ayuda de Satanás.

"Este incidente me ha llevado a orar, estudiar la Biblia y leer los libros de Elena
de White.

"Este artículo no ha sido fácil de escribir. Espero que ayude a otros, que también
sufren, a comprender que a Dios no le agrada que acudamos a Babilonia en busca de
ayuda. Siendo que los últimos días están llegando rápidamente a su final, estoy segura
que hemos de ver más fuerzas satánicas obrando que nunca antes.

"Muchas personas me han hecho pasar malos ratos por lo que sucedió, y puedo
comprender por qué no entienden. Un vecino me dijo: "¡Quítese esas piernas ortopédicas!
Si pudo caminar un día puede caminar otro".

"Los amigos a quienes visitaba cuando ocurrió el sanamiento me llamaron dos


veces por teléfono desde larga distancia, y están orando y ayunando por mí. Deseaban
venirme a buscar y llevarme a su casa pero yo rechacé la invitación.

"Mientras escribo ésto miro mis piernas ortopédicas y digo:


'Gracias por ellas, Señor, de otra forma aún estaría en silla de ruedas'. También he resuelto
que si estas piernas son necesarias para mantenerme humilde y cerca del Señor, trataré de
no quejarme nunca más de ellas, nunca más.

"¿Qué hubiera sucedido si mi pastor no se hubiera mantenido fiel a su convicción


de que algo estaba mal? Sé que fue necesario mucho valor de su parte para cuestionar lo
que para mí era un milagro divino.

"¿Qué hubiera sucedido si no hubiese tenido un amante esposo que estaba tan bien
afirmado en la verdad? El saber por qué se mantenía firme me dio valor para ser más
fuerte.

"¿Qué hubiera sucedido si no hubiese tenido los escritos de Elena de White para
aclararme todo lo relativo a Babilonia y los acontecimientos futuros?

"¿Qué hubiese sucedido si no hubiese estado dispuesta a elevar aquella, mi más


difícil oración?

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"No puedo dar suficiente énfasis a la importancia de mantenernos al día en nuestra
relación con Jesús. Estamos viviendo en tiempos peligrosos. Todo nos señala el pronto
regreso de Jesús.

"Sí, todavía uso piernas ortopédicas.

"Sí, todavía camino torcida.

"Sí, todavía siento que no soy tan atractiva para los demás como me gustaría ser.

"Sí, mis amigos y vecinos todavía no entienden.

"Sí, estoy en paz con Jesús".

La experiencia de esta dama ha sido tremenda, pero también sumamente


aleccionadora, y nos confirma lo que anteriormente aseveramos: No todos los milagros
provienen de Dios.

Para tener la certeza de que Dios opera un milagro en nuestra vida, es necesario
que conozcamos su Palabra y la incorporemos a nuestra vida a través de la obediencia.
Debemos ser capaces de aceptar en nuestra vida la manifestación de la voluntad de Dios,
y no la nuestra. Es posible que muchos de nosotros necesitemos comprender que si bien
ser sanado redundará, indudablemente, para beneficio de la gloria de Dios, quien
sobrelleva la enfermedad con valor, con dignidad, creyendo a pie juntillas en Dios, es
también un testimonio para la gloria de su nombre.

Recordemos siempre las palabras del Señor: "No todo el que me dice: Señor,
Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está
en los cielos. Muchos me dirán en aquél día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de
maldad" (Mat. 7:21-23).

Un fiel cristiano, dijo cierta vez: "Prefiero entregarme en las manos del Señor,
y si es necesario morir, que ser sanado por Satanás, para que pueda vivir".

Oración cantada: “Abre mis Ojos” (HA. 30)

Abre mis ojos,


Jesús, quiero verte,
conmigo tenerte,
decir que te amo.
Abre mi oído,
hoy quiero escucharte.
¡Abre mis ojos
para contemplarte!

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