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LUCHEMOS POR UN MEJOR PRESENTE Y FUTURO DE LAS MUJERES.

Mario Benedetti, poeta uruguayo nos dice en sus versos

No te rindas,
Por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños.
Quiero saludar muy especialmente a todas las mujeres que nos acompañan, pero voy a
decir algo distinto ahora, también muy especialmente a los hombres que nos acompañan,
porque en la lucha por las mujeres, necesitamos a los hombres y a las mujeres unidos,
para que realmente podamos cambiar esta cultura machista y poder tener todos los
derechos y oportunidades que nos merecemos. Queridas amigas y amigos: Qué bueno
encontrarnos aquí, qué bueno ver que somos muchas, porque hoy día en este escenario
estamos para dar nuestra opinión sobre un tema muy arraigado en nuestra sociedad como
es la violencia contra la mujer ; hoy estamos aquí para decir “basta de violencia contra las
mujeres” que no estamos dispuestas a seguir tolerando que nuestras amigas, vecinas,
colegas, madres, primas, hermanas o hijas, sigan siendo abusadas, maltratadas o
agredidas a manos de los hombres.

Nos reunimos para mostrar que somos muchas las que no tenemos miedo; que entre
todos, hombres y mujeres, podemos proteger de la violencia a aquellas que las padecen.
También, nos reunimos para decirles que no están solas.

Pues todos somos responsables de prevenir y poner fin a la violencia contra las mujeres y
las niñas, comenzando por eliminar la cultura de discriminación que permite que esa
violencia continúe. Debemos destruir los estereotipos de género y las actitudes negativas,
adoptar y aplicar leyes para prevenir y poner fin a la discriminación, explotación y hacer
frente a los comportamientos violentos cuando los vemos. Debemos condenar todos los
actos de violencia, establecer la igualdad en nuestros lugares de trabajo, en nuestros
hogares.

Por otro lado debemos desterrar algunas costumbres por ejemplo es sabido, al niño se le
educa para reprimir sus sentimientos, especialmente los negativos, como el dolor y la
desilusión. Y como forma de compensar esta mutilación se le prepara para defenderse y
agredir, haciéndole creer que del desarrollo de estas capacidades derivará una posición de
supremacía que compensará, largamente, las frustraciones de no haber sido acogido
cuando así lo demandaba.

Entonces, a cambio de secar las lágrimas se instala en el niño una promesa de dominio,
especialmente sobre los más débiles. En retribución a no agredirlos, y protegerlos, podrá
contar con su docilidad y sometimiento. Sacrificar la sensibilidad por el poder es una
apuesta que vale la pena. Tal es el supuesto del ideal de virilidad que preside la educación
de los niños.

En cambio muy diferente es la socialización de las niñas. A ellas se les permite vivir sus
emociones. No se las reprime, sino se las acoge y consuela. A la niña que se cae se le
compadece, se le permite gritar su dolor. Pero al niño se le corta con la frase: “Aguanta, sé
hombre, no seas maricón”. De otro lado, tampoco interesa que las niñas desarrollen una
capacidad de defenderse y agredir, pues se imagina que ellas se abrirán paso en la vida a
partir del gusto e incondicionalidad que su arreglo y belleza podrá despertar en un varón
que las protegerá. Mientras que los niños juegan a la competencia guerrera, las niñas
juegan a arreglarse, a las muñecas y a la casita. Por eso cambiemos estas concepciones
desde el hogar, la escuela, el barrio.

También la idea es implicarse e implicar a los hombres para lograr que cosas así como la
violencia no ocurran más, romper el silencio, pedir a ellos que hagan oír su voz, que
denuncien y animen a otros a examinar sus actitudes hacia las mujeres, y que recuerden
que todo hombre que calla ante la violencia contra las mujeres es parte del problema. No
más hombres machistas cambien de actitud, comportamiento, eduquen en valores a los
niños y que las leyes y las instituciones que perdonan o permiten a los hombres cometer
actos violentos apliquen las leyes. La responsabilidad de transmitir a las nuevas
generaciones que no hay formas de violencia aceptables, y que para ser hombres no
necesitan controlar o dominar a las mujeres, a los niños ni a otros hombres.

Por tanto la solución a este grave problema no es fácil, ni rápida, y debe involucrar a todo
el país. Será necesario empezar reitero con un cambio de actitud en el ámbito familiar, es
aquí donde se educa con el ejemplo y donde nacen las actitudes discriminatorias. Luego
vendrán los colegios, pero también será necesario una política de salud mental y una
adecuada aplicación de las normas existentes por parte de todas las autoridades
involucradas (Policía y Poder Judicial). Sin duda, un camino largo que requiere persistencia
para lograr una transformación estructural.

Gracias

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