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El Amor a la Patria
Desde el punto de vista de la Filosofía del Derecho, podemos decir que amar la
Patria hasta morir en su defensa es un acto de justicia legal, especie de la justicia,
distinta de la conmutativa y de la distributiva.
Todo hombre existe por una familia, en una ciudad o localidad determinada,
dentro de una Nación concreta. Si hubiese perdido a la familia propia, otros miembros
de la comunidad atenderían al huérfano o a la viuda, con un innegable acto de
solidaridad fraternal, de caridad cristiana.
Se existe con el prójimo. El ser humano no es una entidad biológica que cabe en
sus propios límites corpóreos.
Entender así a la Patria es reconocer que ella nos ha sido donada por Dios.
Enseña Caturelli que “La patria es ese todo actual que se compone de una
comunidad concorde de personas sustancialmente vinculadas a un territorio, que
expresa su naturaleza en una lengua determinada, constitutivamente trasmisora de una
tradición histórica y cultural, orientada al fin último que es Dios”.1
Dios nos manda en el cuarto mandamiento del Decálogo honrar Padre y Madre y
a nuestros mayores. Esta virtud exigida es la virtud de la piedad.
1
La guerra justa: Malvinas 1982, Ed Perfil EMGE
2
El hombre piadoso salvará a su nación cargando con toda la tradición sobre sus
hombros para que no muera la Patria. Su padre representa la historia, la cultura, las
leyes y la herencia de su pueblo. Así quiso soñar el nacimiento de su Patria el poeta
Virgilio: fruto de un acto de amor filial. Así surgirá Roma, la nueva Troya.
Los romanos fundaban sus ciudades luego de trazar los ejes cardinales y colocar
en el centro de la ciudad las cenizas de sus antepasados.
Esto quería decir que una ciudad estaba bien fundada si su siembra se hacía
respetando el Orden del Cosmos (la Ley de Dios) y la tradición de los mayores (la
Piedad); una ciudad así fundada, estaba basada en el Bien, en la Virtud y sus ciudadanos
iban a ser educados en esa virtud.
Las virtudes cardinales reinarían en su corazón y sería una sociedad sana, libre,
buena.
Enemiga natural de las ciudades fundadas por el afán de lucro y con las miras
puestas sólo en el mercantilismo (que es el origen de Cartago y por ello guerrea a
muerte con Roma). Los romanos arrancaron de cuajo la semilla de la mala ciudad. Tal
la premonición de guerra entre la Ciudad de Dios y la de la soberbia humana, que la
visión agustiniana llevará a su plenitud.
San Pablo nos enseña que a ejemplo de Cristo debemos “ser imitadores de Dios,
como hijos muy amados. Vivid en el amor, siguiendo el ejemplo de Cristo”.3 Nos
exhorta a “tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”. (Filipenses 2,5)
Impresiona contemplar este amor patriótico que mostró Jesús. Digno de tomarse
muy en serio, ya que fue capaz de hacer sufrir al mismo Verbo Encarnado. Esto es así,
porque el mayor bien temporal que puede tener el hombre en la tierra es la Patria.
y si es crucificado(sacrificado) y verdadero
2
Santiago 3,1
3
Efesios 5,1-2
4
Lc 19,41