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El derecho penal es la reama del ordenamiento jurídico que “regula la potestad estatal de
castigar, determinando lo que es punible y sus consecuencias”. Estas no se reducen en la
actualidad a la pena –única consecuencia represiva en un sistema monista cuyo objetivo
era el castigo- pues a principios del siglo XX –como aporte del positivismo criminológico
italiano receptado por la Tercera Escuela- se incorporaron las medidas de seguridad,
como consecuencias preventivas de la comisión de un hecho ilícito tipificado penalmente,
fundadas en la peligrosidad de su autor, aplicables en reemplazo de la pena o también
como complemento de ésta; se pasó así a un sistema dualista dotado de una doble vía de
sanciones, que ha predominado en la mayoría de los códigos modernos. En los últimos
años se discute si la reparación del daño proveniente del delito puede constituir una
tercera vía del derecho penal. El estudio de la Parte Genera nos plantea cuatro preguntas
básicas: 1) ¿Qué es el Derecho Penal?; 2) ¿Qué caracteriza a sus normas?; 3) ¿Qué
es el hecho punible?; 4) ¿Cuáles son sus consecuencias jurídicas?
Al hablar del derecho penal se lo puede hacer usando tres acepciones: a) Como ciencia o
dogmática jurídico penal, es “la disciplina que se preocupa de la interpretación,
sistematización y desarrollo de los preceptos legales y las opiniones científicas en el
ámbito del derecho penal”; b) Como derecho penal en sentido subjetivo, alude a la
facultad estatal de castigar; c) como derecho penal en sentido objetivo, está constituido
por las normas del derecho positivo que regulan aquella potestad punitiva para proteger
la convivencia humana en comunidad. Antes se consideraba que el poder punitivo del
Estado era absoluto, debido a su soberanía. Hoy, sin embargo, todo Estado ha de aceptar
limitaciones de su autonomía en el área jurídico penal.
a. Por una parte, encontramos medios de control social informales como la familia,
la escuela y la educación en sus distintos niveles, el trabajo, la profesión, las
costumbres y usos sociales, las normas morales, las ideas religiosas.
b. Por otro lado, existe el control social formal representado por las reglas jurídicas
en general, y las del derecho penal en particular, que es un medio de control
altamente formalizado.
Si bien todos los instrumentos de control social pretenden evitar ciertas conductas
socialmente indeseables o estimular determiandos ocmportamientos expectables
socialmente, mediante la amezada de la imposición de sanciones, el derecho penal se
caracteriza por prever las sanciones más drásticas de que dispone el orden social, como
forma de evitar la comisión de delitos, que resultan altamente intolerables para la
convivencia en sociedad, por tratarse de los comportamientos desviados, especialmente
peligrosos o lesivos de los más destacados bienes jurídicamente protegidos.
La función del derecho penal “depende de la concepción de la pena que se siga”, pudiendo
dar lugar a tres enfoques principales que pueden sistetizarse en los siguientes: a) Para las
teorías absolutas la pena se agota en sí misma y consiste en un mal que se impone
necesariamente para lograr justicia, como retribución por haber cometido el delito; b) Las
teorías relativas pretenden alcanzar finalidades preventivas que están fuera de la misma
pena: proteger la convivencia social evitando la futura comisión de hechos delictivos; c)
Las teorías mixtas sostienen que la esencia de la pena es retributiva, pero debe perseguir
fines preventivos, con lo cual se combina la realización de la justicia con la protección de
la convivencia social. Pero las funciones de retribución y prevenciones general y especial
que en distintos momentos históricos han sido atribuidas al derecho penal están
vinculadas a las diferentes concepciones del Estado. En tal sentido, un Estado teocrático
se compadecía con una concepción retributiva de la pena, que encontraba su legitimación
en la justicia, como ocurre con el castigo divino. Una monarquía absoluta, con una teoría
de la prevención general sin límites, que imponía penas corporales para escarmentar a los
súbditos y lograr así la afirmación del Estado como fin en sí mismo. En el Estado liberal
clásico la pena fue concebida como un instrumento de la potestad represiva estatal al que
había que ponerle límites jurídicos; surge así el llamado Estado de derecho. En el Estado
social de comienzos del siglo XX se desarrolló el intervencionismo estatal que toma
partido a favor de la sociedad, la cual importa más que el individuo; los derechos del
hombre son considerados resabios burgueses que hay que derrumbar; la misión del
derecho penal pasa a ser la defensa social frente al delito y la lucha contra la delincuencia
mediante la incorporación de instrumentos de prevención especial como las medidas de
seguridad. Dicha tendencia intervencionista llevó al extremo de caer en los sistemas
totalitarios que condujeron a la SGM con sus gravísimas violaciones a los derechos
fundamentales del hombre. Por ello, concluido aquel conflicto bélico, la República
Federal de Alemania consagró con su nueva Constitución el modelo del Estado social y
democrático de derecho, en el cual la democracia se convierte en el elemento de enlace
entre el Estado de derecho y el Estado social.
Un Estado social y democrático de derecho sólo deberá amparar como bienes jurídicos
condiciones de la vida social, en la media en que afecten las posibilidades de participación
de los individuos en el sistema social. Y para que dichos bienes jurídicos merezcan ser
protegidos penalmente y considerarse bienes jurídico penales, será preciso que tengan
una importancia fundamental. El postulado de que las condiciones sociales a proteger
deban servir de base a la posibilidad de participación de individuos en el sistema social,
puede fundarse en el Estado democrático. También encuentra en este último fundamento
la exigencia de que sean los propios ciudadanos quienes decidan qué objetos reúnen las
condiciones requeridas para constituir bienes jurídicos penales. Este modelo de Estado
nos aconseja decidirnos por la prevención limitada postulada por Mir Puig, que combina
la protección de la sociedad frente al delito, no sólo con las garantías que ofrecía la
concepción retributiva, sino también con las de otros principios limitadores. Surge así la
afirmación de los valores jurídicos de la sociedad mediante la prevención general
positiva, dirigida a todos los integrantes de la comunidad. El derecho penal intenta evitar
que se produzcan aquellos comportamientos que importan una grave perturbación para la
convivencia en sociedad, asegurando las expectativas de los integrantes de esa
comunidad. Dicha pretensión se articula en dos aspectos concretos, que constituyen
funciones interrelacionadas: a) en primer lugar, han de ser tuteladas aquellas condiciones
que son esenciales para la existencia y evolución del sistema social, lo que constituye la
denominada función de protección de bienes jurídicos; b) en segundo lugar, ha de actuarse
sobre los miembros del grupo social para evitar, a través de la incidencia en los
mecanismos determinantes de la conducta, que realicen comportamientos lesivos o
peligrosos para los bienes jurídicos protegidos, lo que se denomina función de
motivación. El concepto de bien jurídico le brinda al legislador un criterio político
criminal acerca de los comportamientos que puede amenazar con pena y los que debe
dejar libres de la intervención punitiva estatal. En esta línea, algunos reconocen que “la
única restricción previamente dada para el legislador se encuentra en los principios de la
Constitución”. Sin embargo, la noción de bien jurídico no tuvo originariamente un sentido
político criminal, sino una significación dogmática como objeto de protección elegido por
la ley penal. Así ocurrió con su formulación inicial que se atribuye a Birnbaum, quien
consideraba que el bien jurídico era trascedente porque estaba más allá del derecho, que
debía reconocer su existencia anterior derivada de la naturaleza y el desarrollo social. De
allí en adelante su entendimiento tomó como base los planteamientos de Binding y Von
Liszt: para el primero, la determinación de qué es bien jurídico es inmanente al propio
sistema penal y es, por tanto, una creación del legislador. Para Von Liszt, por el contrario,
el concepto de bien jurídico determinado socialmente es anterior al derecho, por lo que
puede desarrollar, en consecuencia, una función crítica y delimitadora.
Si bien partía de una concepción trascendente del bien jurídico, Welzel sostenía que aquél
estaba sujeto a la supremacía de la lesión del deber, pues la misión central del derecho
penal era asegurar “la vigencia de los valores de acto ético sociales de carácter positivos,
como el respecto a la vida ajena, a la salud, a la propiedad, etc.”. Al castigar el derecho
la efectiva inobservancia de los valores de la conciencia jurídica, protege al mismo tiempo
los bienes jurídicos a los que están referidos aquellos valores de acto. Roxin rechaza con
acierto la imputación que se hace a dicha concepción de Welzel, en el sentido de que se
aparta del derecho penal del hecho y conduce a un derecho penal de la actitud interna o
de autor, a partir de haber afirmado el segundo que la protección de los bienes jurídicos
se cumple al prohibir y castigar las acciones dirigidas a lesionar bienes jurídicos, por lo
que se impide el disvalor material o de resultado mediante la punición del disvalor de
acto. Por ello, concluimos que el derecho es una forma de control social que tiene como
función “proveer a la seguridad jurídica mediante la tutela de bienes jurídicos,
previniendo la repetición o realización de conductas que los afectan en forma intolerable,
lo que, ineludiblemente, implica una aspiración ético social”.
La ley penal –como producción humana que es- cuanto la dogmática jurídico penal,
implica la comprensión antropológica que subyace a todo accionar humano. La ley penal
no puede decirnos qué es el hombre, tampoco lo crea, sino que es un instrumento para el
hombre y no puede aspirar más que a reconocer al hombre tal cual es, simplemente un ser
humano. El derecho penal da una comprensión no definitiva ni estática del hombre sino
cotidiana y dinámica, es decir, histórica y cultural, ya que el orden jurídico se va
modificando consecuentemente a los cambios que sufre el hombre tanto en sí mismo
cuanto en sus circunstancias. Si separamos al derecho penal de su significación, le
quitamos su carácter de hecho humano, razón por la cual es necesaria una comprensión
teleológica del derecho penal fundada en lo antropológica. Según Zaffaroni, el derecho
penal –para ser antropológicamente fundado y efectivo, y no un mejor ejercicio de poder-
presupone las siguientes condiciones mínimas: a) ser un orden regulador de conductas
humanas; b) que no haya contradicción entre sus desvaloraciones de conductas humanas;
c) que no pretenda regular conductas ignorando las leyes del mundo físico; d) que
reconozca la autodeterminación del hombre.
El derecho penal es una forma de control social tan significativa que ha sido
monopolizada por el Estado pero, al mismo tiempo, la potestad punitiva de éste deber ser
delimitada con la mayor claridad posible como garantía del ciudadano. De allí la
exigencia del principio de legalidad en la represión que impone la regulación de la
materia penal mediante normas aprobadas por los representantes del pueblo, que
determinen con precisión las conductas constitutivas de delitos y las penas aplicables a
quienes las realicen. Por ello, los conceptos fundamentales del derecho penal son el delito,
o sea, la especie de ilicitud a la que se conectan las reacciones, u la pena; en otras palabras,
la especie de consecuencias jurídicas que caracterizan al derecho penal.
Las distintas concepciones del derecho penal están fuertemente ligadas a las ideas que se
tengan con respecto de la función de dicha rama del derecho. Los puntos de vista del
derecho penal de hecho y de culpabilidad permiten desarrollar los principios del derecho
penal liberal. Por el contrario, el derecho penal de autor y de peligrosidad, si ponen en
peligro o anulan tales principios pueden dar lugar a un derecho penal autoritario.
Tanto quienes entienden al delito como infracción de deberes ético sociales, como los
que lo consideran como una conducta socialmente dañosa porque lesiona o pone en
peligro bienes jurídicamente protegidos, coinciden en ligar la definición de delito a la
comisión de un hecho y en considerar secundarias las características personales de su
autor, que sólo se podrán tomar en cuenta para la individualización judicial de la pena. Se
trata del derecho penal de hecho. Por el contrario, quienes ven en el delito la expresión
de un sentimiento jurídico depravado o de na forma de ser del autor, sostienen la
concepción del derecho penal de autor; para la cual el hecho sólo tiene un valor
sintomático de la personalidad peligrosa de su autor, que es lo reprochable y debe ser
corregida. El derecho penal de autor y el de peligrosidad coinciden cuando parte de una
concepción determinista o biológica del hombre, que le niega la libre determinación para
elegir entre el bien y el mal y lo sancionan por su modo de ser, por su mal carácter o por
su vida mal orientada. De lo contrario, estaremos en presencia de un derecho penal de
culpabilidad –que puede ser de autor o, de hecho- cuando reconozca la autonomía moral
de la persona y regule la conducta humana exteriorizada y no los meros pensamientos o
ideas.
La primera concepción sostiene que para que a un ser humano se le pueda reprochar una
conducta, es imprescindible que tenga la posibilidad de elegir, o sea, de auto determinarse.
En cambio, si se piensa que el hombre sólo actúa movido por causas que lo determinan y
que no es posible distinguir la conducta humana de los restantes hechos de la naturaleza,
estaremos en presencia de una caracterización peligrosista del derecho penal. El principio
de culpabilidad tiene jerarquía constitucional en virtud de la garantía para la libertad civil
que deriva de la cláusula del art. 19 CN, según la cual “Ningún habitante de la Nación
será obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado de lo que ella no prohíbe”. Tanto
la obligación como la prohibición excluyen la responsabilidad objetiva y exigen la
responsabilidad fundada subjetivamente.
1. El derecho penal.
a. Concepto.
El derecho penal es la parte del derecho compuesta por el conjunto de normas dotadas de
sanción retributiva. Se lo define también como una de las ramas del derecho, esto es, del
sistema normativo de las relaciones sociales de carácter jurídico, o lo que es lo mismo, de
las relaciones externas de los individuos entre sí o con el Estado. El derecho penal regula
la potestad de castigar, determinando lo que es punible y sus consecuencias, que no se
agotan en las penas; la finalidad punitiva representa el objetivo principal en caso todo el
ámbito de nuestro campo jurídico, pero con el aporte de la escuela positiva, comprende
también las medidas de seguridad, medio jurídico utilizable por el Estado contra la
delincuencia y cuya aplicación presupone la comisión de un delito y un debido proceso
judicial. De esta manera, el derecho penal como tarea legislativa, ya no se limita a asociar
al delito consecuencias esencialmente represivas, sino también, consecuencias
exclusivamente preventivas. Es así como, en relación con su misión, en el derecho penal
ya no predomina el “monismo”, sino el “binarismo”, vale decir, según las circunstancias
en algunos casos se aplicará penas y en otras medidas de seguridad.
b. Caracteres.
Derecho público. En esta clase de normas el Estado no deja librada a la voluntad
de los individuos la creación de derechos, obligaciones y responsabilidades, sino
que fija normas directamente destinadas a la generalidad y procede como poder
soberanamente regulador de la conducta de los ciudadanos la creación de las
figuras delictivas y la amenaza de imponer una pena al transgresor es una
actividad típicamente pública del Estado: es la expresión de su máximo poder
interno.
Exterioridad. El derecho penal, con su conjunto de incriminaciones, no constituye
un orden puramente moral; los hechos que castiga no son la pura negación teoría
de un valor jurídico; son hechos afirmados en el mundo exterior, que vulnerar
objetivos importantes para la vida social, que por eso se llaman bienes jurídicos.
El derecho penal se caracteriza como un conjunto de ilicitudes definidas que
tienen por objeto la prohibición de acciones determinadas. Donde no hay acción,
exteriorización, alteración real o potencial del mundo externo, no hay represión.
Judicialidad. El derecho penal no puede realizarse legítimamente frente a un
conflicto, en forma privada. En todos los casos, el pronunciamiento sobre una
situación creada respecto de la existencia del delito, a la responsabilidad y el
castigo del autor, deberá emanar de un órgano público, aunque más no sea para
declarar que el hecho no es perseguible. Según nuestro derecho positivo, los
órganos encargados de conocer y resolver en las causas por responsabilidad penal
son los tribunales judiciales que con arreglo a la CN, constituciones provinciales
y leyes reglamentarias, forman los poderes judiciales nacional y provincial con
competencia según la materia, la investidura de las personas y el territorio. La
realización judicial de la ley penal no es libre, sino que exige un “juicio previo
fundad en ley anterior al hecho del proceso”, que debe observar las formas
sustanciales de la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces
naturales del imputado; y en el cual es inviolable la defensa de la persona y de
los derechos (art. 18 CN); defensa que supone para el imputado la posibilidad de
ocurrir ante algún órgano judicial en procura de justicia, para ser oído, en un
debido procedimiento judicial, con arreglo a las leyes de procedimiento, de
manera que su participación efectiva en el proceso le dé una razonable
oportunidad para producir su prueba de descargo.
Sancionatorio. La función de la retribución penal de la violación de los preceptos
consagrados por las otras ramas del derecho, es lo que ha dado lugar a la discusión
fundada en determinar si el derecho penal posee o no respecto de aquellas, una
autonomía sustancial. Para unos, las definiciones del derecho penal dan lugar al
nacimiento de una forma de ilicitud específicamente penal, de manera que este
derecho tiene una función constitutiva, creadora de ilicitudes. La ilicitud penal
sería una forma autónoma de ilicitud. Para los otros, el derecho penal, al cual sólo
le correspondería la definición de la infracción y la determinación de la pena, no
tendría más función que la de sancionar las acciones que descubre como punibles,
cuando quebrantan una norma de derecho preestablecida situada fuera de él. De
esta manera, el penal sería un derecho sin sustancia propia, meramente
sancionador, secundario o complementario, respecto de otras ramas jurídicas
principales. Los partidarios del carácter autónomo o principal del derecho
personal, sostienen que éste comprende no sólo la sanción sino también el
precepto penal, y que protege tanto los intereses que ya lo están por otras ramas
jurídicas, como los que no lo están y encuentran en el precepto penal su primera
y única protección. Lo real es que, si bien el derecho penal está sometido al
principio de unidad del sistema jurídico positivo, goza de autonomía para
configurar y castigar delitos sin necesidad de la existencia de especiales
regulaciones prohibitivas de los otros sectores del derecho. La función típica de
la ley penal es la de crear tipos de acción que acarrearán una pena cuando sean
ejecutados antijurídicamente.
c. Fines.
La potestad represiva del Estado es el derecho deber del Estado de aplicarle la pena
establecida por la ley al partícipe de un hecho penalmente típico, antijurídico y culpable.
A los fines de formular un concepto de delito político se han propuesto dos aspectos
abarcativos del tema objeto de consideración; por un lado, está el denominado criterio
objetivo, según el cual por delitos políticos han de entenderse solamente aquellos
tipificados por el CP bajo el Título X “Delitos contra los poderes públicos y el orden
constitucional”, en sus formas de rebelión y sedición. La doctrina constitucional y penal
de nuestro país incorporó la categoría de delitos políticos subjetivos, al hacer prevalecer
por sobre la mera contemporaneidad del delito común con el delito político objetivo al
cual se vinculaba, los fines, móviles o intenciones de sus autores, que por su politicidad
lo absorbían dentro de la última categoría.
El considerar objeto del estudio del derecho penal a las normas jurídicas es característico
de un enfoque dogmático, porque presupone la existencia de una ley, y se propone su
sistematización, interpretación y aplicación correctas. La dogmática estudia un sistema
de normas no ya en su momento estático, como fenómeno, sino en su momento dinámico,
como voluntad actuante. La ley, así considerada, no es un modo de ser, sino del deber ser.
El derecho como ciencia normativa, según sabemos, pertenece al grupo de ciencias
denominadas sociales y cuyo método de estudio es el racional deductivo. En lo que al
derecho penal se refiere en particular, diremos que su explicación científica solo es
posible mediante el método dogmático que consiste en tomar el conjunto de preceptos
vigentes y construir un sistema con ese material este razonamiento jurídico presupone
siempre la existencia de normas de las cuales se parte, para inferir consecuencias y
elaborar un sistema. Naturalmente, las normas están compuestas por conceptos
abstractos; son en sí mismas abstracciones y como tales deben ser manejadas en la tarea
sistemática. Las operaciones necesarias para alcanzar el resultado son: la descripción y el
aislamiento de cada figura jurídica; la comparación, jerarquización y agrupamiento de
ellas para inducir principios generales o criterios sistemáticos y distributivos. Finalmente,
la deducción verificante de la exactitud de los principios alcanzados.
b. La política criminal.
c. La criminología.
d. La victimología.
Si bien es cierto que los derechos romano, germánico y canónico fueron fuentes de no
pocas instituciones penales, el moderno derecho penal ha sido construido sobre la base
de los postulados de la Ilustración o Iluminismo y legislativamente fue plasmado en el
proceso de la Revolución Francesa.
a. Derecho romano. Sus rasgos más destacados fueron: la afirmación del carácter
público del derecho penal durante el Imperio, aunque antes distinguió entre los
delicta privata y los crimina publica: la diferenciación entre hechos dolosos y
culposos y entre delito consumado y delito tentado; el desarrollo de la
imputabilidad, la culpabilidad y el error como causa excluyente de
responsabilidad; la admisión de la prescripción de la acción penal; la aceptación
de la analogía en distintos periodos en los que se apartó del principio de legalidad.
Se consagra el sentido laico del derecho penal, pues en las legislaciones antiguas
estaba impregnado de una fuente contenido religioso, donde se confundía el delito
y el pecado, el derecho y la moral.
b. Derecho germánico. Su influencia en el derecho penal de hoy fue menor que la
del derecho romano. Inicialmente imperaba la institución de la faida o venganza
de sangre, que determinaba que frente a ciertos delitos no había otra alternativa
que lesionar o matar al ofensor. En la evolución ulterior, para evitar la venganza,
se pagaba una suma a la víctima del delito o a su grupo familiar, no sólo para
compensar el daño sino también como castigo. También regia el precio de la paz
como sistema composicional consistente en el pago por el delincuente de una pena
pecuniaria a favor del Estado como retribución por la pérdida de la paz.
c. Derecho canónico. Durante la edad media –debido al poder político que tenia la
Iglesia Católica durante el Sacro Imperio Romano germánico- el derecho
canonico no sólo fue un derecho disciplinario aplicable a sus fieles y cléricos, sino
que también abarcó al resto de la sociedad, es deicr, los laicos: en materia penal,
si bien distinguia entre pecado y delicto, consideró que la finaldiad de la pena era
la enmienda del condenado a través de la penitencia. Sus características salientes
fueron: a) Se trató de un derecho eminentemente subjetivista, pues establecía
reglas sobre la culpabilidad, en contraste con el derecho germánico de corte
objetivista; b) Clasificó los delitos en tres categorías: los eclesiásticos, que
atentaban contra el derecho divino y solo competían a la Iglesia, los meramente
seculares, que lesionaban el orden humano, reprimidos por el poder laico; y los
mixtos, castigables por el poder civil y por la Iglesia; c) La pena mereció amplia
consideración y diferente fundamentación: algunos la vieron como una
retribución divina, otros, como venganza, intimidación y enmienda derivadas de
la justicia conmutativa. Las penas eclesiásticas se dividieron es espirituales y
temporales; d) Reconoce la igualdad de los hombres frente a la ley penal, pues
todos son hijos de Dios.
A partir del siglo XIX hubo varios fenómenos que produjeron cambios sustanciales en el
derecho penal. en primer término, se operó la recepción del derecho romano en los
territorios que tres siglos después constituirían Alemania. Como consecuenai de dicho
proceso, en 1532 se sancionó la CONSTITUTIO CRIMINALIS CAROLINA, que pese
a tener vigencia en algunos estatutos locales, fue el único derecho penal hasta que entró
a regir el Código Penal de 1871 y contribuyó a consolidar el monopolio del Estado en
materia represiva. La Carolina contenia disposiciones de derecho penal de fondo y de
forma (regulando los requieistos de la tortura); aceptaba la analogía, consagraba el
principio de culpabilidad y sus dos formas, el dolo y la culpa, reprevía la tentativa y
adolecia de la indeterminación de la pena. Pero el derecho penal del absolutismo entra en
crisis terminal con la aparición del movimiento filosófico del Iluminismo (siglos XVII y
XVIII) que culminó políticamente con la Revolución Francesa de 1789, con su
Declaracion de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Ello tuvo importantes
repercusiones jurídicas: el surgimiento del constitucionalismo y la manifestación de un
derecho penal liberal, a través del Código Frances de 1810 y el Código de Baviera de
1813, elaborado por Feuerbach, que fue una importante fuente del primer proyecto de CP
de nuestro país, el de Carlos Tejedor. La influencia de los pensadores de la Ilustracion
echó las bases de la Escuela Clásica del Derecho Penal. el más destacado de los
precursores de dicha escuela fue Cesare Beccaria, escribió un pequeño librio que tuvo
gran repercusión, el tratado de los delitos y de las penas, donde atacó durantamente las
arbitrariedades de las pràcticas penales imperantes, exigiendo una reforma de fondo. Las
ideas de Beccaria se limitaron a postular los principios osbre el fundamento y el fin de la
represión pena, pero no contenían los elementos para constituir una ciencia del delreco
penal que recién aparecen con la Escuela Toscana, que abarca la teoría del delito y la
teoría de la pena. Tales principios fueron:
a. Principio de legalidad de los delitos y de las penas: nadie podrá ser castigados por
hechos que no hayan sido previstos con anterioridad por una ley y nadie podrá
serle impuesta una pena que no esté previamente establecida en la ley;
b. Prohibición de la interpretación judicial. A los jueces les debía estar prohibido
interpretar la ley, que se suponía clara y fácilmente comprensible, por la misma
razón que no son legisladores.
c. Clara distinción entre delito y pecado, afirmando la independencia del poder civil
para configurar los primeros;
d. Proporcionalidad entre delitos y penas.
e. El sentido fundamental de la represión penal es salvaguardar a la sociedad.
f. La pena no es para atormentar al delincuente ni deshacer un delito ya cometido,
sino para impedir al reo hacer nuevos daños a sus conciudadanos y apartar a los
demás de cometer otros iguales.
g. Publicidad y sistema acusatorio de la justicia penal, para erradicar los procesos
secretos y la tortura del sistema inquisitivo medioeval.
h. Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley penal.
i. Rechazo de la pena de muerte; sólo la admite excepcionalmente para casos
extremos.
La Escuela Toscana fue iniciada por Giovanni Carmignani y culminó con su discípulo
Franceso Carrara. Sus postulados influyeron decisivamente en el CP italiano de 1889.
Se trata de una teoría pura del delito con pretensiones de validez universal, pues establece
los principios del derecho penal, válidos en todo tiempo y lugar. Es una doctrina
ontológica iusnaturalista, porque busca la noción del ser del delito y de la pena, para que
el legislador proceda con justicia y sin arbitrariedad. Emplea un método racional
deductivo, que afirma axioma generales y abstractos que se aplican casos particulares:
existencia de una ley moral, anterior y superior a las leyes positivas; presencia de un
derecho natural, superior a la organización política, que deja de lado la tesis del contrato
social de Beccaria; reconocimiento del principio de causalidad. Sostiene Carrara que el
delito no es un ente de hecho sino un ente jurídico, pues resulta de una serie de fuerzas
que chocan con la ley.
En la segunda mitad del siglo XIX, el gran desarrollo alcanzado por las ciencias de la
naturaleza repercute en la ciencia del derecho y, en particular, en el derecho penal, que a
través de la escuela positiva va a pretender adoptar el método inductivo y experimental
propio de aquellas ciencias. Surge entonces una concepción con postulados
diametralmente opuestos a los de la Escuela Toscana, pues si para ésta el delito era un
ente jurídico, para el positivismo criminológico italiano se tratará de una elaboración para
la defensa de la sociedad frente al delito, que será entendido como un ente de hecho, cuyo
factor causal no es el libre albedrio del hombre, sino el modo de ser del delincuente y la
influencia del ambiente, que lo determinan fatalmente a cometerlo. El criterio de la
responsabilidad moral e individual sustentado en la culpabilidad, que es retribuida
mediante la pena, será reemplazado por la responsabilidad social que surge del hecho de
vivir en sociedad, la cual debe defenderse como organismo, imponiendo medidas de
seguridad que remplazan a las penas. El fundamento de la intensidad de la pena en la
gravedad de la conducta delictiva, es sustituido por el criterio subjetivo de la peligrosidad
del sujeto. Cesare Lombroso lleva a exponer en su obra una concepción denominada
Antropología criminal, según la cual existe una categoría, los delincuentes natos, que
nacen tales y fatalmente acabarán delinquiendo, cuando la sociedad les dé las condiciones
necesarias. El biologismo organicista de Lombroso desemboca en la sociología criminal
de Enrique Ferri, jurista para quien el delito tenía como causas, factores individuales
(orgánicos y síquicos), físicos (ambiente telúrico) y sociales (familia, sociedad,
educación), que determinaban al delincuente a cometerlo. Si bien tuvo gran importancia
en el pensamiento de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, el
éxito legislativo del positivismo criminológico fue mínimo. Sus ideas organicistas de la
sociedad repercutieron en planteamientos totalitarios o racista. La conciliación de las
posiciones extremas de las escuelas clásicas y positiva a través de la llamada Tercera
Escuela, determinó que los principales aportes del positivismo criminológico fueron la
admisión –junto a las penas- de las medidas de seguridad y la necesidad de tomar en
cuenta ciertas pautas para formular un pronóstico sobre la peligrosidad del condenado a
la hora que le juez deba individualizar la pena.
4. Escuela dogmática.
Contrariamente a lo que sucede con la Teoría Pura del Delito de la Escuela Toscana –que
contenía elaboraciones de validez universal- la Escuela Dogmática se caracteriza porque
su objeto consiste en sistematizar el derecho penal conforme surge del ordenamiento
jurídico vigente en un país determinado, mediante principios que posibiliten su correcta
aplicación. El dogma es la proposición que se asienta como principio innegable de una
determina ciencia. El juez debía sujetarse a la ley, pero –a diferencia del pensamiento
mayoritario en la Ilustración- con libertad para interpretarla científicamente.
Literalmente, el vocablo dogma significa ciencia de los dogmas, es decir, de las normas
jurídicas como verdades indiscutibles. Por ello, desde una perspectiva tradicional, esta
disciplina se ocupa del estudio de un determinado derecho positivo y tiene por finalidad
reproducir, aplicar y sistematizar la normatividad jurídica, tratando de descifrarla,
construyendo un sistema unitario y coherente; su objetivo es integrar el derecho positivo
sobre el cual opera con conceptos jurídicos, fijando después los principios generales que
señalen las líneas dominantes del conjunto. Desde este enfoque, la dogmática es ciencia,
pues posee un objeto –el derecho positivo-, un método –el dogmático- y unos postulados
generales –dogmas-. Desde las elaboraciones de la dogmática podemos captar el concepto
de delito como un conjunto, mediante el estudio de los elementos comunes que debe tener
cualquier comportamiento para ser considerado un hecho punible. Ello permitió que se
pudiera formular una teoría autónoma y sistemática de la Parte General, con una finalidad
práctica; la aplicación certera y racional de la pena a cada caso concreto. Desde el punto
de vista dogmático se entiende por delito toda conducta típica, antijurídica y culpable.
La teoría del delito representa un concepto analítico y estratificado, pues se construye un
método de análisis de distintos niveles –acción, tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad-
cada uno de los cuales presupone el anterior.
5. El positivismo jurídico.
Desde fines del siglo XIX, el positivismo filosófico imperante, que dirige su interés al
delito regulado por las normas del derecho positivo, excluye toda valoración meta
jurídica, aplica un método científico naturalista y experimental propio de la corriente
mecanicista y llevó a afirmar la existencia de contenidos comunes en todos los delitos,
sus elementos. Ello se reflejó en una división del delito en categorías que pretendían
sostener la distinción entre lo objetivo externo (acción, tipicidad, antijuridicidad) y lo
subjetivo interno (culpabilidad). Esta concepción del delito fue llamada positivismo
jurídico. La acción es concebida causalmente como movimiento corporal voluntario o
conducta humana voluntaria que causa un cambio en el mundo exterior, que unía ambos
elementos –movimiento corporal y resultado- por el vínculo de causalidad, explicada a
través de la teoría de la equivalencia de condiciones; lo que caracteriza a la acción es el
impulso de la voluntad sin tener en cuenta su contenido, que es analizado dentro del dolo
entendido como dolus malus, es decir como una relación sicológica entre el sujeto y la
conducta, consistente en querer realizar algo que se conoce como antijurídico, incluyendo
el intelectual o cognoscitivo. La forma más leve de la culpabilidad era la culpa.
6. El normativismo penal.
La versión moderada del funcionalismo penal está representada por Roxin quien postular
continuar con la obra inconclusa del neokantismo, pero reemplazando la difusa
orientación hacia los valores culturales por un específico criterio jurídico penal de
sistematización: los fundamentos político criminales de la moderna teoría de los fines de
la pena. Ello, sin duda, importa una jerarquización del bien jurídico, que traduce la unidad
sistemática de derecho penal y política criminal dentro de la teoría del delito. En el campo
de la teoría del ilícito, las categorías básicas del delito (tipicidad, antijuridicidad y
culpabilidad) permanecen, pero deben contemplarse, desarrollarse y sistematizarse a
partir de su función político criminal. Roxin entiende que lo decisivo para el concepto de
acción es que debe tratase de una conducta que importe la exteriorización de la
personalidad humana, es decir, todo lo que puede ser atribuido a una persona como centro
de actos anímico espirituales, que tenga su origen en el yo. Este concepto de acción abarca
todas las formas de comportamiento delictivo: delitos dolosos, culposos y omisivos;
también las omisiones culposas inconscientes, aunque no sean reprochables. Los dos
aportes más significativos de Roxin a la teoría del delito son los siguientes:
1. El abolicionismo.
El abolicionismo es el modo más radical de afrontar la realidad del derecho penal, pues
rechaza su existencia y propone sustituirlo por otras formas no punitivas de resolución de
los conflictos que llamamos delitos. Constituye la manifestación contemporánea esencial
del fenómeno, en cierta medida permanente, de la crítica al derecho penal. es significante
que su aparición se haya producido en países en los que la tendencia predominante ha
sido la resocializadora y sin duda como una reacción frente al fracaso de ésta. Esta
posición, abandonando el paradigma etiológico, esto es, la explicación clásica de la
criminalidad como un fenómeno individual, debido a razones antropológicas o sociales,
propia de una criminología positivista, centra su análisis en el sistema penal, como
generador de criminalidad. Su fundamento teórico lo obtiene de doctrinas marxistas, así
como del interaccionismo simbólico expresado en las doctrinas de etiquetamiento. Según
estas últimas, el delito no tiene lugar como tal en la realidad, sino que surge por medio de
una atribución de status criminal, que tiene lugar en forma selectiva y discriminatoria.
Las propuestas abolicionistas merecen serias objeciones. Independientemente de si son
buenas o malas, resultas utópicas. La utopía de las alternativas al sistema penal
desarrollado por los autores del abolicionismo “moderado” se hace patente tan pronto
como se advierte su pretensión de sustituir el sistema penal por una solución privada de
los conflictos basada en el principio de resarcimiento civil del daño, a las que se añadirían
ciertos procedimientos de arbitraje. Tales soluciones son incompatibles con el grado de
complejidad y desarrollo alcanzado en las sociedades modernas.
2. El garantismo penal.
Del Preámbulo de la CN, se extraen como fines de ella: “afianzar la justicia”, “promover
el bienestar general”, “asegurar los beneficios de la libertad”. La Primera Parte (Parte
Dogmática) de la CN, en su Capítulo Primero titulado Declaraciones, Derechos y
Garantías, consagra entre otros: adopción de la forma representativa republicana y
federal de gobierno; principio de igualdad ante la ley. Mientras, del Capítulo Segundo de
esta primera parte, titulado Nuevos Derechos y Garantías (art. 36 a 43) se extraen:
consagración del sistema democrático, el principio de soberanía popular, la iniciativa y
consulta popular. A su vez, estos principios generales no se encuentran únicamente como
sucedía en el pasado, en la Primera Parte de la CN, sino que se extraen, además, en la
Segunda Parte (o parte Orgánica) de la CN: tal el caso, del art. 75 inc. 22 que otorga
jerarquía constitucional a un grupo de tratados en los que se condensan los derechos
fundamentales del ser humano; del inc. 23 que consagra la igualdad real de
oportunidades y trato, el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos, una
particular protección respecto de los niños, mujeres, ancianos y personas con
discapacidad, etc.
a. El Proyecto Tejedor.
La expresión fuente sirve para designar el lugar de donde mana un líquido. Referida al
derecho, es multívoca porque tiene varias acepciones. Una de ellas, fuentes históricas,
alude a las disposiciones legales concordantes, los precedentes legislativos –nacionales o
extranjeros- y los antecedentes doctrinarios o jurisprudenciales que han ilustrado al
legislador para la formulación de las normas jurídicas. Aplicada al derecho en general,
tiene el significado de origen de éste, pudiendo distinguirse dos clases de fuentes: de
producción y de conocimiento. A) La primera alude a la voluntad que origina el derecho,
o sea a la autoridad que dicta las normas jurídicas; B) La segunda, a la manifestación de
dicha voluntad, es decir, a la forma que el derecho objetivo asume en la vida social o, en
otros términos, dónde se conoce el derecho. En relación al derecho penal, modernamente
el Estado es su única fuente de producción, quien tiene el monopolio de la potestad
punitiva. Si bien se puede sostener que las normas del ordenamiento jurídico general se
pueden conocer a través de la ley, la costumbre, el contrato o la jurisprudencia, dicha
afirmación no es válida en lo que respecta al derecho penal, cuya única fuente de
conocimiento es la ley. Ello se debe a que el principio constitucional del nullum crimen,
nulla poena, sine preavia lege cumple una función de garantía política de libertad, certeza
y seguridad jurídica para todos, pues restringe el poder estatal de coerción penal al exigirle
que únicamente pueden ser considerados como delictivas las conductas descriptas en el
texto de la ley y reprimidas con las penas que ésta conmina en abstracto. Al mismo tiempo
emana de la ley penal una pretensión subjetiva a favor de los ciudadanos, quienes no
podrán ser castigados más que por las acciones y omisiones que aquélla establezca, ni
sufrir una pena distinta de la prevista legalmente para cada infracción.
La ley penal es aquella disposición escrita y general, emanada del órgano del Estado que
constitucionalmente está investido de la potestad legislativa, que tiene por objeto
establecer los principios que deben regir el derecho penal, definir como delitos
determinados hechos ilícitos y conminar las respectivas penas o las medidas de seguridad
para los partícipes de éstos. Tal es la ley penal en sentido estricto o formal por ser la regla
jurídica que constituye la única fuente formal de cognición del derecho penal. Carecen de
tal cualidad todas aquellas normas jurídicas que si bien configuran la ley en sentido
amplio o material (CN, decretos reglamentarios, resoluciones, etc.) y son fuente de
derechos subjetivos y de deberes, no han sido sancionadas por el PL mediante los
procedimientos y los requisitos establecidos en la Carta Magna, ni han sido promulgadas
por el PE ni publicadas debidamente.
Las leyes penales no tienen elementos diferentes de las normas de las restantes ramas del
ordenamiento jurídico, ya que a la realización del supuesto de hecho se asocia una
determinada consecuencia jurídica, a la que muchos designan como sanción. La ley penal
indica en cada tipo qué conducta está prohibida u ordenada y amenazada su realización u
omisión con una determinada consecuencia jurídica negativa para su autor, que por lo
general está contenida en la misma disposición que enuncia el supuesto de hecho, a
diferencia de la sanción civil de nulidad que es común a varios preceptos. Pero tal
conocimiento no surge de la consideración aislada de un solo artículo del CP, por lo que
éste no debe identificarse con la norma jurídico penal. Por el contrario, para conocer el
contenido total de ésta, es preciso relacionar artículos ubicados en la Parte Especial con
otros de la Parte General del CP. Así, el artículo que describe el tipo del homicidio y le
asigna la escala penal en abstracto, para su aplicación al caso concreto requiere ser
vinculado con los que prevén los tipos agravado y también con los dispositivos de la Parte
General referidos a las causas de justificación como la legítima defensa, a la
imputabilidad del sujeto activo, a las reglas sobre participación criminal, al plazo de
prescripción de la acción penal, a las pautas de individualización judicial de la pena, etc.
La Constitución Nacional de 1853- 1860 adopta en su art. 1 la forma federal del Estado.
Ella importa que el poder se descentraliza políticamente con base eminentemente
territorial, mediante tres órganos de gobierno. En el reparto de competencias entre la
Nación y las provincias, el art. 121 de la mencionada CN establece “Las provincias
conservan todo el poder no delegado por esta CN al gobierno federal”. Ello importa la
existencia de facultades reservadas por las provincias y poderes limitados otorgados por
éstas a favor del gobierno federal.
El núcleo esencial de la materia prohibida debe quedar fijado por la ley; el reglamento
sólo tendría por función señalar condiciones, circunstancias, límites y otros aspectos
claramente complementarios, pero nunca entrar en definir lo prohibido mismo. En igual
sentido se pronuncia Bidart Campos, para quien deben mediar dos exigencias: a) la norma
complementaria siempre debe ser anterior al hecho punible; b) esa norma no requiere
necesariamente ser una ley, pero si quien queda habilitado para dictarla es el PE o un
organismo administrativo, la ley penal en blanco debe fijarle con precisión los contornos.
Se habla de leyes penales en blanco al revés cuando únicamente el supuesto de hecho
está determinado, mientras que sólo existe un reenvió a otra ley en lo relativo a la pena.
Bidart Campos afirma que desde 1989 el número de los decretos de necesidad y urgencia
había aumentado significativamente. Con la finalidad de poner límites a dicha realidad,
la reforma constitucional de 1994 circunscribió la atribución presidencial con el siguiente
texto: “Solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran posible seguir los
trámites ordinarios previstos por esta CN para la sanción de las leyes, y no se trate de
normas que regulen la materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos
políticos, podrá dictar decretos por razones de necesidad y urgencia, los que serán
decididos en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos conjuntamente con
el jefe de gabinete de ministros” (art. 99 inc. 3). El párrafo siguiente impone al jefe de
gabinete el deber de someter la mediad a la Comisión Bicameral Permanente, para que
eleve despacho al plenario de cada Cámara. La importancia de aquél principio también
determina que dicha CN reformada en 1994, en el art. 39, haya prohibido expresamente
que sean presentados proyectos de ley sobre materia penal, mediante el procedimiento de
iniciativa popular, que ese mismo texto introdujo.
Teoría de las normas de Binding. Según esta posición, se debe distinguir la norma
–que ordena o prohíbe determinada conducta- de la ley penal, que describe en su
precepto la acción o la omisión violatoria de la norma y establece en su sanción
la pena correspondiente al infractor. En contra de lo que comúnmente se cree que
el delincuente viola la ley, esta concepción afirma que en realidad la cumple,
porque su conducta se adecua a la descripta en el precepto. Sostiene que lo
transgredido por aquél es la norma que está implícita y es anterior a la ley penal,
y no pertenece al derecho penal sino al derecho público general.
Teoría monista de los imperativos. Consideran a las disposiciones penales como
normas subjetivas de determinación, la norma es un imperativo –mandato o
prohibición- que expresa la voluntad estatal, dirigida a todos los individuos, que
están obligados a cumplirlo. Las críticas efectuadas al pensamiento monista son:
a) que subyace un enfoque absolutista del Estado; b) que no es exacto que el
vínculo obligacional sea lo esencial en la norma, pues ella vincula a todos los
sujetos, así no se sientan compelidos, como sucede con los inimputables; c) que
de acogerse en plenitud esta teoría “se llegaría a una concepción puramente
subjetiva del injusto penal, para la cual no puede afirmarse que la lesión de bienes
jurídicos es la tarea prioritaria del derecho penal, sin olvidar que puede tornar
inoficiosa la distinción entre antijuridicidad y culpabilidad.
Teoría dualista. Quien formuló la teoría fue Mezger, quien distinguió “una norma
objetiva de valoración del derecho que materializa esa ordenación objetiva de la
vida y una norma subjetiva de determinación que se deduce de aquella norma que
se dirige al individuo y le dice y le quiere decir lo que debe hacer y omitir para
satisfacer dicha norma de valoración. Lo que contradice la norma objetiva de
valoración es “antijuridicidad objetiva” o como se acostumbra decir en la
actualidad, “injusto”. La norma subjetiva de determinación o de motivación incide
sobre el elemento culpabilidad. Esta posición basada en una teoría mixta de la
pena –retribución y prevención al mismo tiempo- fue la prevaleciente entre el
causalismo.
Teoría pura del derecho de Hans Kelsen. Este autor realizó una aguda crítica a la
teoría de las normas de Binding afirmando que ella importaba la aceptación de
normas jurídicas sin sanciones, con lo que se producía su indiferenciación con las
normas morales y su aceptación de un derecho supralegal la hacía incurrir en el
iusnaturalismo. Sostiene Kelsen que todas las normas jurídicas tienen una misma
estructura y que su esencia es la imposición de deberes y la amenaza de sanciones
frente a su incumplimiento, motivo por el cual carece de sentido la distinción entre
norma y ley penal. Pese a coincidir con el monismo imperativita en que todas las
normas jurídicas tienen la misma estructura, Kelsen se diferencia de dicha teoría
y también de la dualista, al introducir la coacción o sanción como elemento
decisivo de la norma como juicio hipotético (Si A es, debe ser B): si se realiza
cierto comportamiento indebido (condición), debe ser determinada consecuencia
(sanción). Distingue entre norma primaria –que establece la relación entre el
hecho ilícito y la sanción- y norma secundaria, que prescribe la conducta que
permite evitar la sanción. La crítica más importante a esta concepción indica que
su entendimiento de la pena como prevención general cuya esencia es la actividad
coaccionadora o intimidante del Estado, puede conducir a un derecho penal
autoritario.
b. Estructura.
Según su estructura lógica, las leyes penales suelen distinguirse entre completas o
perfectas e incompletas o imperfectas.
Sin embargo, no debemos confundir las leyes penales en blanco con las disposiciones
legales “incompletas o imperfectas”, en las que contiene tan sólo una parte de la norma
penal, y aquella otra especie en que el precepto penal se completa reuniendo diversas
disposiciones de leyes a las que el articulo sancionador hace referencia. Estas leyes
invocadas no son futuras, sino preexistentes, y si cambiaran, forzarían a varias también el
texto punitivo.
c. Contenidos. Los contenidos de la ley penal están determinados por las funciones
que debe cumplir el derecho penal como instrumento de control social:
- Establecimiento de los principios generales que sistemáticamente son necesarios
para una represión justa y racionalmente adecuada: ámbitos de validez espacial,
temporal y personal de la ley penal, teoría del delito y sus elementos estructurales,
teoría de las consecuencias jurídicas del injusto.
- Definición de los distintos tipos delictivos en su individualidad, a partir de
determinadas conductas que el ordenamiento jurídico general ya considera
antijurídicas y sanciona de diferentes maneras a las que se les adiciona la pena
como castigo específico del derecho penal.
- Determinación de la pena conminada abstractamente para cada tipo delictivo,
por su especie y por su cantidad, teniendo en cuenta también las circunstancias
que producen su agravación o atenuación.
- Previsión de las medidas de seguridad, que modernamente representan otra
consecuencia del injusto y tienen un sentido preventivo fundado en la peligrosidad
delictual del sujeto activo.
d. Destinatarios. La cuestión de los destinatarios de normas y leyes penales encierra
un doble interrogante; a) ¿a quienes se dirigen? b) ¿se dirigen a todos los
miembros de la comunidad o sólo a un sector de ellos?
- La primera pregunta tuvo inicial respuesta en la teoría de Binding: las normas se
dirigen a los individuos que deben abstenerse de los comportamientos prohibidos;
la ley penal, a través de la sanción, se orienta a los magistrados que deben aplicarla
toda vez que algún individuo realice una infracción de aquellos mandatos
normativos, mediante una conducta que implica el cumplimiento del precepto. A
partir de allí, las soluciones se han dividido en dos líneas:
Una de ellas, derivada de la tesis monista o imperativista, próxima al esquema
bindigniano, sostiene que el precepto se dirige a todos los miembros de la
comunidad, mientras que la sanción va destinada al juez que debe aplicarla.
La otra posición entiende que la norma penal es unitaria y se dirige a todos los
alcanzados por la amenaza de la pena, es decir, a los individuos que componen la
sociedad que la sufrirán si delinquen y a los órganos estatales que deben
imponerla en cada caso concreto.
- La segunda pregunta, vinculada a la anterior, también ha sido respondida de dos
maneras:
Sólo son destinatarios de las normas penales los sujetos capaces de comprender
sus mandatos y prohibiciones, quienes están sometidos a sus imperativos,
quedando excluidos los inimputables (Binding).
La corriente mayoritaria entiende correctamente que no existe razón para la
exclusión de los inimputables, que podrán por ello no ser sometidos a una pena,
pero sí a una medida de seguridad post delictual. Por ello, el derecho penal se
dirige a todos los miembros de la comunidad, sean capaces o incapaces de
culpabilidad.
e. Norma primaria y secundaria. De valoración y determinación. El derecho penal
cumple sus fines merced a la mediación de las normas jurídico penales, existiendo
en la actualidad consenso doctrinario en distinguir dos clases de normas: a) las
normas primarias, dirigidas a los ciudadanos a quienes prohíben la realización
de ciertas conductas; b) las normas secundarias, dirigidas a los jueces
ordenándoles la imposición de sanciones penales en el caso de que se cometan
delitos. La existencia de la norma primaria no deriva del texto legal, que sólo se
refiere a la norma secundaria, pero es admitida por la doctrina como un
presupuesto de la teoría del delito concebido como infracción de una norma
dirigida al ciudadano. Por ejemplo, la disposición que conmina abstractamente la
pena del homicidio, literalmente sólo expresa la norma que obliga al juez a
castigar al homicida (secundaria), pero al mismo tiempo contiene otra norma (la
primaria) que pretende prohibir a los ciudadanos que maten a otro, salvo que
concurra una causa de justificación.
4. Interpretación de la ley penal.
Como resultado del positivismo jurídico imperante en la primera parte del siglo XX, la
interpretación de la ley penal concentró un alto grado de atención en la doctrina. Aunque
las nuevas corrientes parecieran haber descuidado un tanto la importancia de dicha labor
orgánica, ello no es conveniente en un sistema regido por el principio de legalidad. Según
el sujeto que la realiza, suele distinguirse:
a. Se dice que es una operación lógica porque se deben aplicar las reglas de dicha
disciplina filosófica.
b. Pero al mismo tiempo es una operación jurídica porque, sobre la base de la lógica,
se buscan conceptos jurídicos.
c. El carácter sistemático implica que tal operación debe encuadrarse dentro del
sistema normativo que implica todo el ordenamiento jurídico y no disposiciones
aisladas.
La ley es una expresión de voluntad: como expresión debe ser conocida y como voluntad
es obligatoria. La interpretación judicial abarca dos momentos; a) la intelección, que
pretende descubrir la voluntad abstracta contenida en la disposición legal, es decir, su
sentido; b) la subsunción, que persigue determinar su alcance para ver si es aplicable al
caso concreto.
Necesidad.
Un importante fundamento del principio de legalidad radica en uno de los basamentos del
régimen republicano y democrático de gobierno: la división de poderes. La imposición
de la pena es una injerencia tan dura en la libertad del ciudadano que la legitimación para
determinar sus presupuestos sólo puede estar en manos del Parlamento. Mediante la
división de poderes, que se expresa en el principio de legalidad, se prohíbe al juez la
creación del derecho, limitándolo a la función de aplicarlo. Algunos autores como
Beccaria y Montesquieu entendieron que el juez no podía interpretar la ley, porque dicha
tarea sólo le corresponde al legislador. Evidentemente se trató de una posición extrema
e incorrecta, dado que la ley es una norma general y abstracta que expresa su voluntad
que el juez debe desentrañar para hacerla efectiva en el caso concreto sometido a su
decisión.
Objeto.
Métodos.
Para descubrir el sentido de la ley y su alcance al caso concreto se deben utilizar distintos
procedimientos, que parten de los términos o expresiones conque ha sido redactada, hasta
llegar a la finalidad protectora de bienes jurídicos que la inspiró.
a. El punto inicial es el procedimiento gramatical que, atendiendo a la fórmula
legal, procura desentrañar su sentido según los significados de los vocablos que
emplea y su ordenamiento.