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SUMA TEOLÓGICA
FE Y RAZÓN
Cuestión 1. ¿Qué es y qué comprende la doctrina sagrada? |1
Art. 1. ¿Es o no necesario que, además de las materias filosóficas, haya otra doctrina?
Objeciones por las que no es necesaria.
1. Dice Eclo 3,22: No pretendas alcanzar lo que no puedes. Así, pues, el hombre no debe pretender asimilar
lo que excede su capacidad de entender. Es decir, solo debe haber filosofía.
2. Las materias filosóficas abarcan el estudio de todos los seres, incluido Dios. De ahí que, tal como nos
consta por el Filósofo en VI Metaphys., una parte de la filosofía sea llamada Teología.
En cambio. Tim 3,16: Toda escritura, divinamente inspirada, sirve para enseñar, argüir, corregir, formar para la
justicia. Ahora bien, la Escritura divinamente inspirada no entra dentro del campo de las materias filosóficas,
ya que éstas son el resultado de la razón humana solamente. Se necesita otra doctrina.
Solución. El fin tiene que ser conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar. Por
eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar
por su exclusiva razón humana.
Respuesta a las objeciones.
1. El hombre no debe analizar con sus solas fuerzas naturales lo que excede su comprensión; sin embargo,
esto que le excede ha sido revelado por Dios para ser aceptado por la fe.
2. A diversos modos de conocer, diversas ciencias. Por ejemplo, tanto el astrólogo como el físico pueden
concluir que la tierra es redonda. Pero mientras el astrólogo lo deduce por algo abstracto, la
matemática, el físico lo hace por algo concreto, la materia.
Gilson: “La fe en lo incomprensible confiere al conocimiento racional su perfección y acabamiento”
Art. 2. La esencia divina, ¿puede o no puede ser vista por el entendimiento creado a través de alguna
semejanza?
Objeciones por las que parece que puede ser vista:
1. Jn 3,2: Sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a Él y le conoceremos tal cual es.
2. Agustín en el IX De Trin.: Cuando conocemos a Dios, alguna semejanza de Dios se produce en nosotros.
3. Si Dios es visto en acto por el entendimiento creado, es necesario que sea visto a través de alguna
semejanza.
En cambio. Agustín en el XV De Trin.: ahora vemos a través de un espejo y en enigma: Las palabras espejo y
enigma pueden significar todas las imágenes y semejanzas que usa como más adecuadas para darnos a conocer a
Dios. Pero ver a Dios en su esencia no es una visión enigmática ni un espejismo, sino todo lo contrario. Luego la
esencia divina no se ve a través de semejanzas.
Solución. Primero, a través de imágenes del orden inferior de las cosas no se pueden conocer las del orden
superior, como por la especie del cuerpo no puede ser conocida la esencia de lo incorpóreo. Segundo, porque
la esencia de Dios es su mismo ser, como quedó demostrado (q.3 a.4), algo que no se da en ninguna especie
creada. No puede haber semejanza. Tercero, porque la esencia divina es algo ilimitado, conteniendo en sí de
forma eminente todo lo que pueda ser significado o comprendido por el entendimiento creado.
Respuesta a las objeciones.
1. Aquella autoridad habla de la semejanza que se da por participación de la luz de la gloria.
2. Agustín está hablando del conocimiento de Dios que se tiene mientras vivimos.
3. La esencia divina solo se une al entendimiento creado como algo conocido que hace que el
entendimiento pueda conocer.
Art. 11. ¿Puede o no puede alguien en esta vida ver a Dios en esencia?
Objeciones por las que parece que alguien en esta vida puede ver a Dios en esencia:
1. Dice Jacob (Gen 32,30): Vi a Dios cara a cara. Pero ver a Dios cara a cara es verle en esencia, como
resulta claro por lo que dice 1 Cor 13,12: Ahora vemos en un espejo y con enigmas, pero entonces le
veremos cara a cara.
2. Moisés: Le hablo directamente, y ve a Dios con claridad, sin enigmas ni figuras.
3. Aquello en lo que conocemos otras cosas y por lo que las juzgamos, lo conocemos directamente.
4. Agustín (XII Super Gen. ad litt.), lo que está en el alma esencialmente, se ve con visión intelectual.
En cambio. Ex 33,20: No puede el hombre verme y seguir viviendo. Glosa: Mientras se vive en esta vida, se puede
ver a Dios por medio de algunas imágenes, pero no se le puede ver en la misma naturaleza de su especie.
Solución. El modo de conocer depende del modo de la naturaleza del que conoce. Nuestra alma, mientras
vivimos en esta vida, tiene su ser en la materia corporal.
Respuesta a las objeciones.
1. Jacob, seguramente, no vio cara a cara a Dios sino una figura en la que Dios estaba representado.
2. Dios elevó algunas mentes sometidas a la condición carnal hasta la contemplación de su esencia sin
usar los sentidos corporales.
3. La luz racional es una cierta participación de la luz divina. Así como para ver algo sensible no es
necesario que se vea la sustancia del sol, así tampoco es necesario que se vea la esencia de Dios para
ver algo inteligible.
4. Dios está en el alma de los bienaventurados, pero no en la nuestra, en la que está por presencia, esencia
y potencia.
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Art. 3. El alma, ¿lo conoce o no lo conoce todo por las especies impresas naturalmente en ella?
Objeciones por las que parece que el alma lo conoce todo por las especies impresas naturalmente en ella:
1. Libro De Causis 15: Toda inteligencia está llena de formas. Gregorio: Entender es común al hombre y a
los ángeles.
2. El alma intelectiva es más digna que la materia prima corporal. El alma intelectiva es creada por Dios
con las especies inteligibles. De este modo, el alma entiende lo corporal por las especies innatas.
3. Antes de adquirir su ciencia, se tiene conocimiento de las cosas. Referencia al ejemplo del esclavo de
Menón de Platón. Reminiscencia.
En cambio. Aristóteles al hablar del entendimiento: Es como una tablilla en la que no hay nada escrito.
Solución. El alma intelectiva está en potencia tanto con respecto a las imágenes, principio de sensación, como
a las semejanzas, principio de intelección. Platón de equivoca porque, primero, si el alma tiene un conocimiento
natural de todo, no parece posible que se lo olvide. Segundo, si falta algún sentido, falta el conocimiento de lo
que dicho sentido percibe. Un ciego nunca va a conocer los colores, entonces, no está en su alma.
Respuesta a las objeciones.
1. El entendimiento del ángel está naturalmente perfeccionado por las especies inteligibles, mientras que
el entendimiento humano está en potencia con respecto a ellas.
2. El entendimiento no recibe su ser sustancial de la especie inteligible.
3. En la solución está la respuesta.
Art. 4. Las especies inteligibles, ¿pasan o no pasan al alma provenientes de algunas formas separadas?
Objeciones por las que parece que las especies inteligibles sí pasan:
1. Todo lo que uno es por participación ha sido causado por alguien que lo es por esencia. Las cosas que
en sí mismas y por su propia esencia son entendidas en acto son la causa de que el alma intelectiva
entienda en acto. Pero las cosas entendidas en acto por su misma esencia son las formas que existen
sin materia. Separadas.
2. La misma relación hay entre lo inteligible y el entendimiento que entre lo sensible y el sentido.
Sentimos porque hay cosas sensibles en nuestro exterior, entonces, entendemos por objetos
inteligibles que están, también, en nuestro exterior.}
3. Todo lo que está en potencia se actualiza por lo que está en acto. Por lo tanto, si nuestro entendimiento
está primero en potencia y después en acto, es necesario que esto sea causado por algún entendimiento
que está siempre en acto. Ideas separadas.
En cambio. Está el hecho de que, de ser así, para entender no necesitaríamos los sentidos. Lo cual es falso. | 11
Solución. Refutación de las tesis de Platón y Avicena.
Respuesta a las objeciones.
1. Las especies inteligibles de las que participa nuestro entendimiento se reducen, como a su primera
causa, a un principio inteligible por su propia esencia, esto es, a Dios. Pero proceden de dicho principio
a través de las formas de las cosas sensibles y materiales, de las que obtenemos la ciencia, como dice
Dionisio
2. El ser que las cosas materiales poseen fuera del alma, les permite ser sensibles en acto, pero no
inteligibles en acto. Sentido y entendimiento no son pares.
3. Nuestro entendimiento posible pasa de la potencia al acto por un ser en acto, es decir, por el
entendimiento agente, que es una potencia del alma.
Art 5. El alma intelectiva, ¿conoce o no conoce las cosas materiales en las razones eternas?
Objeciones por las que parece que el alma no conoce las cosas materiales en las razones eternas:
1. El alma intelectiva del hombre, en el estado de la vida presente, no conoce las razones eternas, ya que
no conoce a Dios mismo.
2. Rom 1,20: Llegamos a lo invisible de Dios por lo creado. Pero entre lo invisible de Dios se encuentran
las razones eternas. Por lo tanto, las razones eternas se conocen por las criaturas materiales, y no al
revés.
3. Las razones eternas no son más que las ideas. Pues Agustín, dice: Las ideas son las razones permanentes
de las cosas que hay en la mente divina. Sería una postura platónica.
En cambio. Agustín: Si los dos vemos que es verdad lo que tú dices, y los dos vemos que es verdad lo que digo yo,
pregunto: ¿Dónde lo vemos? Ni yo en ti ni tú en mí, sino que ambos lo vemos en aquella verdad inmutable que está
por encima de nosotros. Pero la verdad inmutable está contenida en las razones eternas. Entonces, conocemos
las cosas mat…
Solución. Algo es conocido en otro de dos maneras:
1. Como en objeto conocido, al modo como se ven en el espejo las cosas cuyas imágenes refleja. De esta
manera el alma no puede en el presente estado de vida ver todas las cosas en las razones eternas; en
cambio, así es como conocen los bienaventurados, los cuales ven a Dios y todas las cosas en Dios.
2. Como en su principio de conocimiento. Como si dijéramos que vemos en el sol lo que vemos por su
luz. En este sentido es necesario decir que el alma humana conoce las cosas en las razones eternas, por
cuya participación lo conocemos todo. Pues la misma luz intelectual que hay en nosotros no es más
que una cierta semejanza participada de la luz increada en la que están contenidas las razones eternas.
Sin embargo, porque, además de la luz intelectual para conocer las cosas materiales necesitamos las
especies inteligibles que provienen de los mismos objetos, hay que concluir que no conocemos las cosas
materiales sólo por la participación de las razones eternas, como decían los platónicos afirmando que la
sola participación de las ideas es suficiente para tener ciencia.
Respuesta a las objeciones. Respondidas en la solución.
Solución tomista-aristotélica: El entendimiento agente, por medio de la abstracción hace inteligibles las
imágenes recibidas por los sentidos. La operación intelectual es causada por los sentidos en lo que se refiere a
las imágenes. Pero porque las imágenes no son suficientes para alterar el entendimiento posible, sino que
necesitan el entendimiento agente para convertirse en inteligibles en acto, no puede decirse que el
conocimiento sensible sea la causa total y perfecta del conocimiento intelectual, sino que, en cierto modo, es la
materia de la causa.
Respuesta a las objeciones.
1. Aquellas palabras de Agustín dan a entender que no hay que esperar de los sentidos toda la verdad.
Pues se precisa la luz del entendimiento agente para que en las cosas mutables conozcamos la verdad
inmutable y para discernir entre la realidad objetiva y su imagen.
2. Agustín no está hablando del conocimiento intelectivo, sino de lo imaginario.
3. El conocimiento sensitivo no es causa completa del conocimiento intelectual.
Los objetos corpóreos actúan sobre los órganos de los sentidos, y la sensación es un acto del compositum,
del alma y el cuerpo. Los sentidos están naturalmente determinados a la aprehensión de realidades
particulares, no pueden aprehender universales. Los animales irracionales tienen sensaciones, pero no captan
ideas generales.
El «fantasma» o imagen, que aparece en la imaginación, y que representa el objeto material particular
percibido por los sentidos, es en sí mismo particular, el fantasma de un objeto particular. El conocimiento
humano intelectivo, sin embargo, es conocimiento de lo universal; el ser humano, en sus operaciones
intelectivas, aprehende la forma del objeto material mediante la abstracción: aprehende un universal. Por la
sensación únicamente podemos aprehender hombres particulares o árboles particulares, por ejemplo, y los
fantasmas o imágenes internas de hombres o de árboles son siempre particulares.
La mente puede concebir, y concibe de hecho, la idea general de hombre como tal, idea que incluye en su
extensión a todos los hombres. Indudablemente una imagen de hombre no tiene aplicación a todo hombre, pero
la idea de hombre, aun cuando sea concebida en dependencia de la aprehensión sensitiva de hombres
particulares, tiene aplicación a todos los hombres.
¿Cómo se efectúa, pues, el tránsito del conocimiento sensitivo y particular al conocimiento intelectual?
Aunque la sensación es una actividad del alma y el cuerpo juntos, el alma espiritual y racional no puede ser
afectada directamente por una cosa material ni por el fantasma; es, pues, necesaria alguna actividad de parte
del alma, puesto que el concepto no puede formarse de un modo simplemente pasivo. Dicha actividad es la
actividad del entendimiento «activo», el cual «ilumina» el fantasma y abstrae de éste el universal o «especie
inteligible».
Lo que santo Tomás quiere decir es que el entendimiento activo, por su poder natural y sin iluminación
especial alguna de parte de Dios, hace visible el aspecto inteligible del fantasma, revela el elemento formal y
potencialmente universal contenido implícitamente en el fantasma. El entendimiento activo abstrae por sí
mismo el elemento universal, y produce en el entendimiento pasivo la «especie impresa». La reacción del
entendimiento pasivo a esa determinación es el concepto universal en sentido propio. La fundación del
entendimiento activo (o «agente») es puramente activa, la de abstraer el elemento universal a partir de los
elementos particulares del fantasma, y producir en el entendimiento pasivo la species impressa.
El entendimiento del hombre no contiene ideas innatas, pero está en potencia para la recepción de
conceptos. Así pues, ha de ser reducido al acto, y esa reducción a acto tiene que ser efectuada por un principio
que esté a su vez en acto. Como el principio activo no dispone de ideas propias ya elaboradas que proporcionar,
debe obtener sus materiales sacándolos de lo proporcionado por los sentidos, y eso significa que tiene que
extraer del fantasma el elemento inteligible. Abstraer significa aislar intelectualmente lo universal separándolo
de las notas particularizantes. El entendimiento activo abstrae así la esencia universal de hombre a partir de
un fantasma particular excluyendo todas las notas particulares que lo limitan a ser el de un hombre particular
o de determinados hombres particulares. Como el entendimiento activo es puramente activo, no puede
imprimir en sí mismo el universal; lo imprime en el elemento potencial del entendimiento humano, en el
entendimiento pasivo, y la reacción a esa impresión es el concepto en sentido pleno, el verbum mentis. Es
importante advertir, sin embargo, que el concepto abstracto no constituye el objeto del acto de conocimiento,
sino su medio. Si el concepto, la modificación del entendimiento, fuese en sí mismo el objeto del conocimiento,
entonces nuestro conocimiento sería un conocimiento de ideas, no de cosas existentes fuera de la mente, y las
proposiciones de la ciencia se referirían no a cosas extramentales sino a conceptos en la mente. | 15
Como santo Tomás afirmaba que el entendimiento conoce directamente la esencia, el universal, sacó la
conclusión lógica de que la mente humana no conoce directamente las cosas materiales singulares. Hay que
subrayar, desde luego, «mente» y «conoce», puesto que no puede negarse que el ser humano aprehende objetos
materiales particulares por medio de la sensibilidad; el objeto de los sentidos es precisamente el particular
sensible. Pero el entendimiento llega a conocer mediante la abstracción de la especie inteligible a partir de la
materia individualizante, y sólo puede tener, pues, conocimiento directo de universales. No obstante, aun
después de abstraer la especie inteligible, el entendimiento ejerce su actividad de conocimiento solamente
mediante una «conversión», una vuelta de la atención a los fantasmas en los que aprehende los universales, y
de ese modo tiene un conocimiento indirecto o reflejo de las cosas particulares representadas por los
fantasmas.
Así pues, no es correcto decir que, según santo Tomás de Aquino, el entendimiento no tiene conocimiento
alguno de los particulares corpóreos: lo que el santo afirmó es que la mente no tiene sino un conocimiento
indirecto de tales particulares, y que su objeto directo de conocimiento es el universal.
Dicho en lenguaje técnico, el objeto primario del conocimiento intelectual es el universal directo, el
universal aprehendido en el particular; sólo secundariamente aprehende la mente el universal precisamente
como universal, el «universal reflejo». Aún deben añadirse a la explicación dos observaciones. El propio santo
Tomás explica que, cuando él dice que la mente abstrae el universal a partir del particular corpóreo mediante
su separación de la materia individualizante, lo que quiere decir es que cuando la mente abstrae la idea de
hombre, por ejemplo, la abstrae de esa carne y esos huesos, es decir, de la materia individualizante particular,
pero no de la materia en general, la «materia inteligible» (es decir, la substancia como sujeto de cantidad). La
corporeidad entra en la idea de hombre como tal, aunque la materia particular no entra en la idea universal de
hombre. En segundo lugar, santo Tomás no pretende que la cosa particular como tal no pueda ser objeto directo
de cognición intelectual, sino que lo que no puede serlo es el objeto particular sensible o corpóreo. En otras
palabras, se excluye que el objeto particular corpóreo sea objeto directo del acto de conocimiento intelectual
no precisamente por ser particular, sino por ser material, y porque la mente sólo conoce al abstraer de la
materia como principio de individuación, es decir, al abstraer de esa o aquella materia.
Así pues, según santo Tomás, la mente humana está originalmente en potencia para conocer: pero no tiene
ninguna idea innata. El único sentido en el que puede llamarse innatas a las ideas es el de que la mente tiene
una capacidad natural para la abstracción y la formación de ideas; pero por lo que respecta a ideas en acto, la
mente es originariamente un tabula rasa.
La mente humana no piensa sin la presencia de un fantasma, como está claro a nuestra introspección, y
depende del fantasma, como lo pone de manifiesto el hecho de que una fuerza desordenada de la imaginación
(como la que se da en los locos) perjudica al conocimiento. Y la razón de tal hecho está en que la capacidad
cognoscitiva está proporcionada a su objeto natural
De ahí se sigue, evidentemente, que la mente humana no puede, en esta vida, alcanzar un conocimiento
directo de las substancias inmateriales, las cuales no son, ni pueden ser, objeto de los sentidos. Pero también
se suscita el problema de si, dadas esas premisas, puede haber algún conocimiento metafísico, el problema de
si la mente humana puede elevarse sobre las cosas de los sentidos y alcanzar algún conocimiento de Dios por
ejemplo, ya que Dios no puede ser objeto de los sentidos. Si nuestros entendimientos dependen del fantasma,
¿cómo pueden conocer aquellos objetos de los que no hay fantasma, aquellos objetos que no impresionan a los
sentidos?
Los sentidos están necesariamente determinados a una clase particular de objetos, pero el entendimiento,
que es inmaterial, es la facultad de aprehender el ser. El entendimiento como tal está dirigido al ser en toda su
extensión. El objeto del entendimiento es lo inteligible: nada es inteligible excepto en la medida en que está en
acto o participa del ser, y todo lo que está en acto es inteligible en la medida en que está en acto, es decir, en
que participa del ser. Si consideramos el entendimiento humano precisamente como entendimiento, debemos
admitir, pues, que su objeto primario es el ser. El primer movimiento del entendimiento es, pues, hacia el ser,
no hacia el ser sensible en particular, y el entendimiento puede conocer la esencia de una cosa material
solamente en la medida en que esa cosa tiene ser; sólo después de eso se dice que una especie particular de
entendimiento, el entendimiento humano, está dirigido a una especie particular de ser. A causa de su estado
encarnado y de la necesidad de la conversio ad phantasma, el entendimiento humano, en su estado encarnado,
tiene al objeto sensible como objeto «propio» y natural de su aprehensión, pero no pierde su orientación hacia | 16
el ser en general. Como entendimiento humano, encuentra su punto de partida en los sentidos, en los seres
materiales, pero como entendimiento humano puede ir más allá de los sentidos, sin limitarse a las esencias
materiales, aunque solamente puede hacerlo así en la medida en que los objetos inmateriales se manifiestan
en y a través del mundo sensible, en la medida en que las cosas materiales tienen relación a objetos
inmateriales. Como intelecto encarnado, como tabula rasa, cuyo objeto natural es la esencia material, el
entendimiento no puede aprehender por sí mismo directamente a Dios; pero los objetos sensibles, como finitos
y contingentes, revelan su relación a Dios, de modo que el entendimiento puede conocer que Dios existe.
La operación del intelecto agente no se limita a separar así lo universal de lo particular; su actividad no es
simplemente separadora, también es productora de lo inteligible. Para abstraer de los fantasmas la especie
inteligible, el intelecto agente no se contenta con trasportarla tal cual al intelecto posible, debe producirla. Para
que la especie sensible de la cosa se convierta en la forma inteligible del intelecto posible, es preciso que sufra
una verdadera trasmutación. Esto es lo que se expresa cuando se dice que el intelecto agente se vuelve hacia
los fantasmas, a fin de iluminarlos. Esta iluminación de las especies sensibles es la esencia misma de la
abstracción. Es ella la que abstrae de las especies lo inteligible que contienen y quien engendra en el intelecto
posible el conocimiento de lo que los fantasmas representan, pero no considerando en ellos más que lo
específico y lo universal abstracción hecha de lo material y lo particular
El alma tiene la inteligibilidad en acto, pero le falta la determinación; los fantasmas tienen la determinación en
acto, pero les falta la inteligibilidad; el alma les conferirá, pues, la inteligibilidad, por lo que será intelecto
agente, y recibirá su determinación, por lo que será intelecto posible. Para que la operación sea realizable, se
requiere una única condición, que es también una condición metafísica fundada en las exigencias del orden: es
preciso que la acción del intelecto agente, que hace inteligibles a los fantasmas, preceda a la recepción de este
inteligible en el intelecto posible. Al no poder penetrar lo sensible en cuanto tal en lo inteligible en cuanto tal,
es nuestro intelecto el que, aspirando a recibir la determinación de lo sensible, comienza por hacer la acción de
éste posible, elevándole a su orden propio.
En cuanto al modo como el alma conoce aquello que está por encima de ella, se trate de sustancias totalmente
inmateriales como son los ángeles o de la esencia infinita e increada que llamamos Dios, la captación directa de
lo inteligible como tal le está negada. No podemos pretender otra cosa que formar una cierta representación
muy imperfecta de lo inteligible partiendo de la naturaleza sensible. Por esta razón, del mismo modo que el
alma humana, Dios tampoco es lo primero que ésta aprehende. El alma debe partir de la consideración de los
cuerpos y no avanzará más allá, en el conocimiento de lo inteligible, de lo que le permite ir lo sensible que es
aquello de donde parte.