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FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA

Antología de textos

Prof. Beltrán
Las cualidades sensibles
Definición y especies

6. Nos toca ahora hablar de la cualidad. Por «cualidad» significo aquello en cuya virtud los hombres son
llamados tales o cuales. La palabra «cualidad» tiene muchos sentidos. Admitamos que los hábitos y las
disposiciones constituyen una clase de cualidad. Los primeros son distintos de las últimas, en que, son más
durables y estables. Entre lo que llamamos hábitos quedan incluidas las virtudes y todas las clases de
conocimiento. Pues el conocimiento se considera duradero y difícil de desplazar de la mente, aunque un
hombre puede, de hecho, haberlo adquirido solo en un grado moderado, a menos que se haya producido
en él un cambio brusco por enfermedad o algo semejante. Y lo mismo se puede decir, con razón, de las
virtudes, por ejemplo, de la templanza, de la justicia. Se admite, en efecto, que estas son difíciles de
desplazar o de cambiar. Las disposiciones, en cambio, son cualidades de fácil cambio o muda, como son el
calor, el frío, la enfermedad, la salud, etc. Un hombre está dispuesto de determinada manera, según tales
condiciones, pero rápidamente experimenta un cambio. Estando caliente, en un momento puede enfriarse;
estando bueno, puede ponerse instantáneamente enfermo. Así ocurre con todas las demás disposiciones, a
menos que sucediera que ello viniera a ser una segunda naturaleza, durante un largo lapso, resultando algo
inveterado o, al menos, muy difícil de hacer desaparecer cuando ya lo podemos llamar, según creo, un
hábito.
Con la siguiente clase de cualidad significo aquello que nos lleva a hablar de buenos luchadores,
buenos corredores, llenos de salud o enfermizos. En realidad, abarcará todos los términos que connotan
alguna capacidad natural o alguna natural incapacidad. No tanto por
su manera de ser, dispuesta o condicionada de este o aquel modo, sino más bien por poseer un poder que
les es natural, innato o congénito, o bien, es posible, por la carencia de este tal poder de hacer con facilidad
tal o cual cosa, o de evitar el fallo de alguna cosa, decimos que los hombres poseen tal cualidad. Llamamos
a los hombres buenos luchadores o buenos corredores, no en virtud de una determinada disposición, sino
atendiendo a la capacidad natural de hacer tal o cual cosa con facilidad. Cuando hablamos de la salud,
significamos que esta gente tiene poder de resistencia pronto, innato, constitucional, contra todas las
enfermedades corrientes; cuando hablamos de constitución enfermiza, significamos que ellos parecen no
poseer tal poder. Lo mismo vale también para la dureza y la blandura. Predicamos la dureza de aquello que
resiste prontamente una desintegración, y la blandura de lo que no la resiste.
Siguiendo adelante, la tercera clase comprende las cualidades pasivas y también las afecciones o
modificaciones. Ejemplo de ello son la dulzura y la amargura, la acedía y todas las cosas afines a ellas; tales
son también la frialdad y la calidez, y también la blancura y la negrura, etc. Es evidente que todas estas cosas
son cualidades, supuesto que las cosas que las poseen son llamadas, en consecuencia, tales o cuales. Igual
que la miel contiene por sí misma
la dulzura, y por ello se dice que es dulce, así también el cuerpo mismo contiene la blancura; y por ello se
dice que es blanco. Igual ocurre en los casos similares. Las cualidades que llamamos pasivas no son, en
verdad, designadas con este nombre para significar que las cosas que las poseen están por ello afectadas de
alguna manera o bien experimentan un cambio en sí mismas. Así, llamamos dulce a la miel, tal como hemos
dicho; pero con eso no implicamos que la miel misma se vea de alguna manera modificada. Y lo mismo en
todos los demás casos semejantes. Por su parte, si tomamos el caso particular del frío y el calor, aunque
llamamos pasivas a estas cualidades, no pretendemos con ello connotar que las cosas que admiten o poseen
estas cualidades sean pasivas. Significamos que las cualidades mencionadas pueden, una y todas, causar una
sensación. El sentido del gusto, por ejemplo, se ve afectado por la dulzura o la acedía, y el del tacto, por la
frigidez o el calor. Eso vale asimismo para todas las cualidades análogas a estas. Todos los colores, como, por
ejemplo, el blanco y el negro, son
también cualidades y pasivas, pero, con todo, no en el mismo sentido que los que hemos mencionado con
anterioridad. Les damos este nombre por el hecho de que ellos brotan de estados afectivos o pasionales.
Hay numerosos cambios de color que tienen sus raíces claramente en estados afectivos. Cuando los hombres
están avergonzados, se sonrojan; cuando están inquietos, se ponen pálidos, etc. Hasta tal punto es esto así
que, según creo, cuando un hombre está dispuesto por naturaleza a la vergüenza o a la inquietud, como
nacidas de una especial concomitancia de los elementos corporales en él, podemos concluir, sin ser injustos,
que posee el correspondiente color. Pues el estado de los elementos corporales, que acompaña el
sentimiento de vergüenza o de inquietud, puede muy bien ser también el resultado de su constitución física,
y entonces puede producirse un color igual en un proceso de la naturaleza. Por consiguiente, todos los
estados de este tipo pueden ser incluidos entre las cualidades pasivas, dado que la fuente u origen de las
mismas puede hallarse en una afección constante y duradera. Pues tanto si su fundamento, se halla en la
constitución corporal, o en una disfunción duradera y larga, o en una calentura solar, cuando estas cosas no
se pueden eliminar fácilmente, y aun pueden durar toda la vida, una complexión pálida y
una complexión negruzca reciben aún de nosotros la denominación de cualidades, porque, por poseer esa
palidez o ese color negruzco, se nos llama tales o cuales.
El cuarto tipo de cualidades consiste en las formas y las figuras de las cosas; hay que añadir a estas
también la curvatura, la rectitud y las demás cualidades bodas análogas a estas. Las cosas, efectivamente, se
definen por medio de estas cualidades, diciendo por ellas que son de tal o cual naturaleza. Y las cosas poseen
una naturaleza definida por el hecho de ser triangulares, cuadrangulares, rectas, curvas, etc. Es decir, cada
cosa es calificada en virtud de su forma o figura. Lo raro y lo denso, lo áspero y lo pulido, aunque aparecen
a primera vista términos indicadores de cualidad, son, de hecho, extraños a esta clase de cualidades. Más
bien significan una particular posición de las partes. Así llamamos densa una cosa cuando las partes que la
componen están estrechamente compactadas; y la llamamos rara cuando sus partes tienen entre sí
intersticios; la llamamos áspera cuando algunas partes sobresalen, y lisa, cuando su superficie está pulida de
modo que, por así decirlo, parece que sus partes están debajo de ella. Esas son las cuatro clases o
especies de cualidad. Es posible que haya otras, pero solo son estas la estrictamente llamadas tales.
ARISTÓTELES Categorías cap. 8

7. La cualidad importa propiamente un modo de la sustancia. Ahora bien, el modo es, según dice San Agustín
en Super Gen. ad litteram, lo que la medida prefija; de ahí que importe cierta determinación conforme a
alguna medida. Por consiguiente, así como aquello que determina la potencia de la materia en su ser
sustancial se llama cualidad, que es la diferencia sustancial; así aquello que determina la potencia del sujeto
en su ser accidental se llama cualidad accidental, que también es cierta diferencia, según consta por
Aristóteles en el libro V Metaphys. Pues bien, el modo o determinación del sujeto en su ser accidental puede
entenderse o bien en orden a la misma naturaleza del sujeto, o bien según la acción y la pasión que derivan
de los principios de la naturaleza, materia y forma, o bien según la cantidad. Si se toma el modo o
determinación del sujeto según la cantidad, se tiene la cuarta especie de cualidad. Y como la cantidad no
importa, de suyo, movimiento ni razón de bien o de mal, a la cuarta especie de cualidad no se debe el que
algo esté bien o mal, que sea permanente o transitorio. Si se toma el modo o determinación del sujeto según
la acción y la pasión, se tienen la segunda y tercera especie de cualidad. Por tanto, en una y otra se considera
el que algo se haga con dificultad o con facilidad, que sea transitorio o permanente; no se considera, en
cambio, en ellas cosa alguna bajo la razón de bien o mal, puesto que los movimientos y las pasiones no tienen
razón de fin, en relación al cual se constituyen tanto el bien como el mal. Pero el modo y determinación del
sujeto en orden a la naturaleza de la cosa nos da la primera especie de cualidad, que es el hábito y la
disposición, pues hablando el Filósofo de los hábitos del alma y del cuerpo, en el libro VII Physic., dice que
son disposiciones de lo perfecto para lo óptimo; y llamo perfecto a lo que está dispuesto conforme a la
naturaleza. Y dado que, según se dice en el libro II Physic., la misma forma y naturaleza de la cosa es el fin y
la causa de que algo se haga, síguese que en la primera especie de cualidad se considere el bien y el mal, y
también el que sea fácil o difícilmente movible, en cuanto que el fin de la generación y del movimiento es
alguna naturaleza. Por eso el Filósofo define el hábito en el libro V Metaphys. diciendo que es una disposición
según la cual alguien se encuentra bien o mal dispuesto. I-II, 49, 2
Mecanicismo

8. Constituido el mundo tal como está ahora por el gran Autor de las cosas, considero que los fenómenos de
la naturaleza son producidos por el movimiento local de una parte de la materia que choca con la otra. […]
El movimiento local parece ser, en efecto, la principal de las causas segundas y el gran agente de todo cuanto
ocurre en la naturaleza […] Lo que principalmente me propongo es mostrar con experimentos que casi todas
las clases de cualidades, la mayoría de las cuales la escolástica dejó sin explicar o se referían generalmente
a no sé qué incomprensibles formas substanciales, pueden producirse mecánicamente. Me refiero a los
agentes corpóreos que no parecen obrar más que por virtud del movimiento, el tamaño, la figura y la
disposición de sus partes (a cuyos atributos denomino las afecciones mecánicas de la materia). […] Lo que
llamo naturaleza general la expresaré con el mecanismo cósmico, esto es, con la inclusión de todas las
afecciones mecánicas (figura, tamaño, movimiento) que pertenecen a la materia del gran sistema universal.
R. BOYLE cit. en E. Burtt Los fundamentos metafísicos de la ciencia moderna pp. 196, 189 y 193

9. Quiero primero hacer un examen de lo que llamamos “calor”, cuya idea corriente, según mi opinión, dista
mucho de la verdad, pues se supone que es un accidente, afección y cualidad verdadera que se halla
realmente en la cosa que percibimos como caliente. Afirmo, sin embargo, que me siento efectivamente
constreñido a pensar que un pedazo de materia o substancia corpórea está por naturaleza limitado y tiene
una figura determinada, que con relación a otros es grande o pequeño, que está en este o en aquel lugar,
ahora o después, que está en movimiento o en reposo, que está o no en contacto con otro cuerpo que es
simple o compuesto. En suma la imaginación no puede separar al cuerpo de estas condiciones. Pero mi
espíritu no se ve forzado a reconocer que el cuerpo esté necesariamente acompañado por condiciones tales
como blanco o rojo, amargo o dulce, sonoro o mudo, agradable o desagradable. Así, si lo sentidos no la
acompañaran, tal vez la razón o la imaginación por sí misma nunca habría llegado a ellas. Por eso pienso que,
por el lado del objeto en que parecen existir, estos sabores, olores, colores, no son nada más que meros
nombres. Estas cualidades se encuentran únicamente en el cuerpo, de manera que si desapareciera el animal
quedarían aniquiladas y abolidas. Sin embargo, cuando les ponemos nombres particulares, diferentes de los
que corresponden a los accidentes reales y primarios, tenemos la propensión a creer que existen tan real y
verdaderamente como éstos. […] Estas cualidades –sabor, olor, color, etcétera- atribuidas a los cuerpos
naturales no poseen, en mi opinión, otra existencia que ésta. […] … el calor pertenece a esta clase de
afecciones y la cosa que produce en nosotros el calor y nos hace percibirlo, llamada comúnmente fuego, es
un conjunto de diminutos corpúsculos de esta o aquella forma, animados de un movimiento de esta o aquella
velocidad […]. Pero no creo que además de figura, número, movimiento, penetrabilidad, haya en el fuego
otra cualidad, el calor. Creo que las cosas son como ya he indicado y esto de tal forma que si desapareciera
el cuerpo animado y sensitivo el calor no sería más que una mera palabra.” GALILEO cit. en E. Burtt Los
fundamentos metafísicos de la ciencia moderna pp. 91-92

10.… no comprendemos de ningún modo lo que en los objetos exteriores llamamos luz, color, sabor, sonido,
calor o frío, y las otras cualidades táctiles o lo que llamamos sus formas substanciales, a no ser como las
variadas disposiciones de estos objetos que tienen el poder de mover nuestros nervios en varios sentidos…
R. DESCARTES (cit. en E. Burtt Los fundamentos metafísicos de la ciencia moderna pag. 131-132)

11. Supongamos que me pincho accidentalmente el dedo con un alfiler; inmediatamente me percato de una
condición de mi conciencia, de una sensación que denomino dolor. No me caben dudas de que la sensación
está solo en mí; y si alguien dijera que el dolor que siento es inherente a la aguja, como una de las cualidades
de su substancia, deberíamos mofarnos de lo absurdo de la expresión. En realidad, es absolutamente
imposible concebir el dolor si no es como un estado de conciencia. […] Consideremos ahora una sensación
corriente. Si toco suavemente la piel con la punta del alfiler, me percato de una sensación o condición de la
conciencia, muy diferente de la primera, sensación que llamo “tacto”. Sin embargo, es evidente que el tacto
está en mí como estaba el dolor. No puedo concebir por un momento que esto que llamo tacto exista aparte
de mí mismo, o que sea capaz de las mismas sensaciones que yo. El mismo razonamiento se aplica a todas
las otras sensaciones simples. Basta un momento de reflexión para convencernos de que el olor, el sabor y
la amarillez, de que nos percatamos cuando olemos, gustamos o vemos una naranja son tan cabalmente
estados de conciencia como la sensación desagradable que provoca una naranja demasiado agria. Ni es
menos evidente que todo sonido es un estado de conciencia de quien lo oye. Si en el universo no hubiese
más que seres ciegos y sordos no podríamos imaginar otra cosa que esa oscuridad y silencio reinando por
doquier. Por tanto, es indudablemente cierto respecto de todas las sensaciones simples que, como Berkeley
dice, su esse es percipi, es decir que su ser consiste en ser percibido o conocido. TH. HUXLEY Hume (citado en
E. Burtt Los fundamentos metafísicos de la ciencia moderna pp. 339-340)

12. Si digo a veces que la luz y los rayos son coloreados o están dotados de color ha de entenderse que no
hablo filosóficamente y con propiedad, sino de manera burda y de acuerdo con las concepciones que la
gente vulgar puede hacerse al ver todos estos experimentos. Pues, hablando con propiedad, los rayos no
tienen color. En ellos no hay nada más que un cierto poder y disposición para excitar una sensación de este
o aquel color. Pues así como el sonido de una campana o de una cuerda musical o de otro cuerpo sonoro no
es más que un movimiento vibratorio, y en el aire no hay nada más que el movimiento que se transmite del
objeto, y en el sensorio una sensación de ese movimiento bajo la forma de sonido, así también los colores
de los objetos no son nada más que una disposición para reflejar esta o aquella clase de rayos con más
profusión que el resto. En los rayos los colores no son más que disposiciones para transmitir al sensorio este
o aquel movimiento, y en el sensorio son sensaciones de esos movimientos bajo la forma de colores. I.
NEWTON Óptica p. 108

Medición de las cualidades

13. La magnitud, la figura y otros tales, llamados sensibles comunes, ocupan un lugar intermedio entre los
sensibles por accidente y los sensibles propios, que son objeto de los sentidos [...]. Todos los sensibles
comunes se reducen a la cantidad. Y es evidente que la magnitud y los números son especies de la cantidad.
I, 78, 3 ad 2m

14. Hay dos clases de cantidad. Una se llama cantidad mole o cantidad dimensiva, que sólo se encuentra en
los cuerpos [...] Otra es la cantidad de virtud que se establece según la perfección de una naturaleza o forma.
Dicha cantidad se asigna según que algo se diga más o menos caliente, en cuanto es más o menos perfecto
en relación al calor. Ahora bien, tal cantidad de virtud se determina ante todo en su raíz, esto es, en la
perfección misma de la forma o naturaleza; y así se la considera una magnitud especial como se dice un gran
calor a causa de su intensidad y perfección [...] En segundo lugar la cantidad de virtud se establece en los
efectos de la forma. Pero el primer efecto de la forma es el ser, pues toda cosa posee el ser según su forma.
El segundo efecto, en cambio, es la operación, pues todo agente obra en virtud de su forma. Así, pues, la
cantidad de virtud se establece tanto según el ser como según la operación. Según el ser, en cuanto aquello
que es más perfecto en su naturaleza es de más duración; según la operación, en cuanto aquello que es más
perfecto en su naturaleza posee mayor potencia para actuar. I, 42, 1 ad 1m

15. Hay una razón común de magnitud para todas las cualidades y formas, a saber, su grado de perfección
en el sujeto. Sin embargo, algunas cualidades, además de esta magnitud o cantidad que les compete por sí,
poseen otra magnitud o cantidad que les compete por accidente; y esto de dos modos. Uno, en razón del
sujeto; así, la blancura se dice cuantificada por accidente porque su sujeto es cuantificado; por lo que al
aumentar el sujeto, aumenta accidentalmente la blancura. Mas de acuerdo a este aumento no se dice que
hay algo más blanco, sino que hay más blancura [...]. Otro modo de cantidad y aumento se atribuye a una
cualidad por accidente en razón del objeto en el que actúa; y esta se denomina cantidad de virtud, que es
proporcionada a la cantidad o capacidad del objeto: así, se considera de mayor fuerza a quien puede llevar
un gran peso o realizar algo grande de cualquier índole, ya sea en magnitud dimensiva, ya sea en magnitud
de perfección, ya sea según la cantidad discreta; como cuando se atribuye una gran virtud a alguien que
puede hacer muchas cosas [...]. Mas debe tenerse en cuenta que por lo mismo puede una cualidad realizar
algo grande, y es ella misma grande, como es evidente por lo arriba dicho. De donde la magnitud de
perfección también puede denominarse magnitud de virtud. Q. D. sobre las virtudes en común a.11 ad 10m

Constitución de la substancia hilemórfica


Rasgos platónicos del mundo físico

17. Cuando era joven, Cebes, me apasionaba extraordinariamente por esa especie de sabiduría a la cual se
llama investigación de la naturaleza. Me parecía magnífico, en efecto, saber las causas de cada cosa: por qué
nace cada una, por qué muere y por qué es como es. Y muchas veces daba vueltas en mi mente examinando
cuestiones como esta: ¿es acaso por corrupción de lo frío y lo caliente, como dicen algunos, que se
constituyen los seres vivos? ¿Y es por causa de la sangre que pensamos, o por el aire o por el fuego? ¿O no
es ninguna de estas la causa, sino el cerebro, al suministrar las percepciones del oído, de la vista y del olfato,
de las cuales se originarían la memoria y la opinión, y a su vez de éstas, una vez que han adquirido estabilidad,
se generaría el conocimiento? Por otra parte, examinaba también la corrupción de las cosas, y los fenómenos
que se producen en el cielo y en la tierra, y así concluí por considerarme absolutamente carente de dotes
para este tipo de estudios. [...]
Pues bien, en cierta ocasión oí a alguien leer algo de un libro que era de Anaxágoras, según dijo, y en
donde se afirmaba que un intelecto es el ordenador y causante de todas las cosas; ya que, si esto era así,
pensaba, el intelecto ordenador ordenaría todas las cosas y dispondría también cada una del modo que fuera
mejor. Si alguien, pues, quisiera encontrar la causa de cómo cada cosa se genera, muere o es, sería necesario
en su caso hallar de qué modo es mejor para cada cosa ser, padecer o hacer algo. Según esta regla no hay
nada que más convenga que un hombre investigue, tanto acerca de este asunto como de cualquier otro, que
lo que sea lo perfecto y lo mejor. Por otra parte, forzosamente dicho hombre conocería también lo peor, ya
que para ambos casos el saber es el mismo. Gozaba reflexionando estas cosas, pues creía haber hallado
alguien que me enseñara la causa de las cosas en forma inteligible para mí: Anaxágoras me haría comprender
primeramente, una de dos, si la tierra es plana o redonda, y, después de explicármelo, me expondría en
detalle la causa y la necesidad de que fuera así, diciéndome qué es lo mejor y por qué lo mejor es de esta
manera. Y si dijera que ella está en el centro del universo, me explicaría detalladamente cómo era lo mejor
estar en el centro; si me mostraba tales cosas, estaba dispuesto a no anhelar ya causas de otra índole. [...]
Y bien, amigos, mi maravillosa esperanza se esfumó, y hube de despedirme de ella, porque, al avanzar
en la lectura, me encontré con un hombre que no hacía intervenir en absoluto el intelecto y que no daba
causa alguna respecto de la ordenación de las cosas, sino que la imputaba al aire, al éter y al agua, y otras
muchas cosas insólitas. Me pareció entonces que sucedía algo análogo a si alguien afirmara que todo lo que
hace Sócrates lo hace con inteligencia, y en seguida, proponiéndose explicar la causa de cada una de las
cosas que hago, dijera, primeramente, que ahora estoy sentado aquí porque mi cuerpo está compuesto de
huesos y músculos, y los huesos son duros y tienen articulaciones que los separan entre sí, mientras los
músculos, que pueden extenderse y contraerse, rodean a los huesos, junto con las carnes y la piel que
mantiene el conjunto. Como consecuencia, pues, de que los huesos se mueven por sus coyunturas, los
músculos, al relajarse o ponerse en tensión, permiten que ahora yo flexione los miembros, y por esta causa
sería que estoy sentado en este lugar, plegado. Y que, acerca del hecho de conversar con ustedes, señalara
otras causas semejantes: sonidos, aire, oídos y otras miles de esta índole, descuidando las verdaderas causas,
a saber, que, puesto que los atenienses han juzgado que lo mejor era condenarme, por lo mismo me ha
parecido lo mejor estar sentado en este lugar, y más justo aguantar esperando la pena que me han de infligir.
Porque creo, ¡por el perro!, que hace mucho estos huesos y estos músculos estarían cerca de Megara o de
Beocia, llevado por el pensamiento de que eso fuera lo mejor, si no creyera que lo más justo y hermoso es,
en lugar de huir y fugarme, sufrir aquí la pena que fuera dispuesta por el Estado. Pero denominar causas a
tales cosas es en un extremo insólito. Si alguien dice, en cambio, que sin contar con huesos, músculos y todo
lo demás conque cuento no seré capaz de hacer lo que me parezca, convengo que es verdad. Pero decir que
por causa de estas cosas hago lo que hago, y que obro con inteligencia mas no elijo según lo mejor, sería ya
demasiada ligereza en el lenguaje. Porque es no saber distinguir lo que es realmente la causa, y aquello sin
lo cual jamás la causa sería causa. Me parece, sin embargo, que la mayoría, que anda a tientas como en la
oscuridad, usando un nombre que no corresponde, llama a esto causa. PLATÓN Fedón 96a - 99c

18. (Algunos) dicen que el fuego, el agua, la tierra y el aire son productos de la naturaleza y el azar, y que el
arte no tiene en esto ninguna parte; que de estos elementos privados de vida se han formado en seguida los
grandes cuerpos, el globo celeste, el sol, la luna y todos los astros; que sus propiedades, habiendo llegado a
encontrarse, y a ordenarse unos con otros conforme a su naturaleza, lo caliente con lo frío, lo seco con lo
húmedo, lo blando con lo duro, se han formado mediante esta mezcla de los contrarios, que el azar ha debido
producir según las leyes de la necesidad, todas las cosas que vemos, el cielo entero con todos los cuerpos
celestes, los animales y las plantas con el orden de las estaciones, resultando todo de esta combinación,
dicen, y no en virtud de una inteligencia, ni de ninguna divinidad, ni de las reglas del arte, sino que es
únicamente producto de la naturaleza y del azar...
Los sistemas que han dado origen a la impiedad han trastornado el orden de las cosas quitando la
cualidad de primer principio a la causa primera de la generación y de la corrupción de todos los seres,
colocando antes que ella lo que no existe sino después de ella. […] No han visto que por todo, principalmente
por su origen, el alma es uno de los primeros seres que han existido, que existía ya antes que los cuerpos, y
que preside más que ninguna otra cosa a los diversos cambios y combinaciones de éstos. [...] Por
consiguiente, la opinión, la previsión, la inteligencia, el arte y la ley han existido antes que la dureza, la
blandura, la pesantez y la ligereza; y las grandes, las primeras obras, como igualmente las primeras
operaciones, pertenecen al arte. Todas las producciones de la naturaleza y la naturaleza misma, según el
falso sentido que ellos dan a este término, son posteriores y están subordinadas al arte y a la inteligencia.
[…] El alma gobierna todo lo que existe en el cielo, en la tierra y en el mar, mediante los movimientos
que le son propios, y que nosotros llamamos voluntad, examen, previsión, deliberación, juicio verdadero o
falso, alegría, tristeza, confianza, temor, aversión, amor, y mediante otros movimientos semejantes, que son
las primeras causas eficientes, que valiéndose de los movimientos de los cuerpos, como de otras tantas
causas secundarias, producen en todos los seres sensibles el aumento o disminución, la composición o la
división, y las cualidades que de ellas resultan, como el calor, el frío, la pesantez, la ligereza, la dureza, la
blandura, lo blanco, lo negro, lo áspero, lo dulce y lo amargo.
[…] La buena alma gobierna el universo y lo conduce por el camino de la perfección... Y es la mala, si
todo lo que pasa en este mundo tiene un carácter de sinrazón y de desorden. PLATÓN Leyes l.X

19. ¿Cuál es el ser eterno que no nace jamás y cuál es aquel que nace siempre y no existe nunca? El primero
es aprehendido por la inteligencia y el raciocinio, pues es constantemente idéntico a sí mismo. El segundo
es objeto de la opinión unida a la sensación irracional, ya que nace y muere, pero no existe jamás realmente...
El nacimiento de este mundo tuvo lugar por una mezcla de estos dos órdenes, la necesidad y la
inteligencia. Con todo, la inteligencia ha dominado a la necesidad, ya que ha conseguido persuadirla de que
orientara hacia lo mejor la mayoría de las cosas que son engendradas. Y así, por la acción de la necesidad,
rendida a la fuerza persuasiva de la sabiduría, se ha formado este mundo desde su comienzo...PLATÓN Timeo,
selección.

La teoría hilemórfica

20. No existe generación en cuya virtud un ente cualquiera salga de un ente cualquiera, a menos que ocurra por
accidente. ¿Cómo provendrá lo blanco del letrado, no siendo que el letrado sea accidente de lo no blanco o de
lo negro? Lo blanco viene de lo no blanco, y no de todo no blanco, sino de lo negro y de sus intermedios, como
el letrado viene del no letrado, y no de todo no letrado, sino del iletrado y de sus intermedios, si existen. Nunca
una cosa se corrompe esencialmente en cualquiera otra. Así, lo blanco no se corrompe en el no letrado, salvo
por accidente, sino en lo no blanco, y no en cualquier no blanco, sino en el negro y sus intermedios, como el
letrado en no letrado, y no en cualquier no letrado, sino en iletrado o en sus intermedios, si se dan. Igual sucede
en todos los demás casos, porque el mismo razonamiento se aplica a lo que no es simple, sino compuesto [...]
Ahora bien, una casa, una estatua o cualquier otra cosa se genera de un modo semejante: la casa, en efecto, se
genera a partir del no estar en composición sino dispersos de tal modo estos materiales determinados. Y la
estatua, es decir, algo formado, a partir de lo informe. Es que cada una de estas cosas constituye o un cierto
orden o una cierta composición. Y si ello es verdad, la generación de cuanto se engendra y la destrucción de
cuanto se destruye tienen por puntos de partida y por términos los contrarios o los intermedios. Y los
intermedios vienen de los contrarios. Ejemplo, los colores, que vienen del blanco y del negro. Así, todos los seres
engendrados por naturaleza son contrarios, o provienen de los contrarios.
Hay una oposición única en un género único, y la substancia es un género único [...] Mas, si son en
número finito, debemos razonablemente rechazarlos como dos, porque sería harto engorroso explicar cómo la
densidad actuaría sobre la rarefacción, o el odio sobre la amistad, y recíprocamente. La acción de uno sobre
otro ha de producirse mediante un tercer término [...] No hay seres cuya substancia esté constituida por los
contrarios y no pueda el principio atribuirse a ningún sujeto, por cuanto habría principio de principio. El sujeto
es principio, y debe ser anterior al atributo. Si la substancia no es contraria a la substancia, ¿cómo una substancia
vendrá de la no-substancia? ¿Y cómo una no-substancia será anterior a una substancia? Por ello, muchos
admiten un tercer término entre los principios. […] Como paciente, lo uno basta, y, si hubiese cuatro términos,
y, consiguientemente, dos contrariedades, sería preciso que existiese otra naturaleza intermedia fuera de cada
una. Pero si estas contrariedades, al ser dos, pueden engendrarse la una de la otra, una de ellas resultará
superflua. Además no puede haber a la vez varias contrariedades primeras. […]
[…] en todos los casos de la generación se halla la necesidad de un cierto sujeto, el que es engendrado,
y, si es uno en cuanto al número, no lo es cuanto a la noción, porque la esencia del hombre no es la misma que
la del iletrado. Un término subsiste y otro no; y subsiste lo que no es opuesto; el hombre subsiste, pero no el
letrado y el iletrado, ni el compuesto, como el hombre iletrado. […] que las substancias y todo cuanto es
absolutamente proviene de un cierto sujeto, parece evidente. Siempre, en efecto, hay algo que es sujeto, y a
partir de lo cual se produce la generación, como las plantas y los animales a partir de la simiente [...] Vemos así
que cuanto es engendrado es compuesto, ya que, de un lado, está la cosa engendrada, y, del otro, aquello que
se convierte por generación, y esto puede tomarse en dos sentidos: relativamente al sujeto o relativamente al
opuesto. Llamo opuesto al iletrado (en el caso anterior) y sujeto al hombre. La falta de figura, de forma, de
orden, es el opuesto, y el bronce, la piedra o el oro, el sujeto. Si hay, pues, para las cosas naturales causas,
principios, elementos primeros a partir de los cuales tienen el ser, y con los que han sido engendrados, y no por
accidente, sino de modo substancial, vemos que los elementos de toda generación son el sujeto y la forma. El
hombre letrado se compone, en cierto modo, de hombre y letrado, por lo que se resolverán los conceptos de
la cosa en los conceptos de sus elementos. Pero el sujeto es uno cuanto al número y doble cuanto a la noción.
En efecto, el sustrato es el hombre, el oro o, en general, la materia numerable, ya que es esto lo que en mayor
medida corresponde a una cosa particular y de ella se genera lo engendrable de un modo no accidental. En
cambio, la privación y la contrariedad son sólo accidentes de la cosa particular. Por otra parte, la forma es una,
por ejemplo el orden, el conocimiento artístico o algo así. De aquí que hay que decir que los principios son dos
en un sentido y tres en otro. […] Cuanto a la naturaleza del sujeto, puede conocerse por analogía. La relación
del bronce a la estatua, o de la madera al lecho, y en general, de la materia y de lo informe a lo que tiene forma,
anteriormente a la recepción y posesión de la forma misma, es la relación que existe de la materia a la
substancia, al individuo particular, al ser. La materia es, pues, uno de los principios, aunque no tenga la unicidad
ni el modo de existencia del individuo particular. El correspondiente a la forma es otro término, y ya hemos
dicho cómo hay dos y más de dos, y cómo siendo los contrarios exclusivamente principios hace falta un sujeto,
y así habrá tres. [...]
[…] Ser engendrado del no-ser significa del no-ser como tal. Por no hacer esta distinción se vieron
extraviados, y cayeron en esta otra enorme aberración: creer que ninguna cosa es engendrada, ni existe, y
suprimir la generación. Pero no hay generación que venga en absoluto del no-ser, lo que no impide que sea
engendrada alguna cosa partiendo del no-ser por accidente, como partiendo de la privación, que es en sí un no-
ser, pero que, sin que ella subsista, puede engendrar alguna cosa. Y no es posible que algo se engendre de lo
que no es ni que el ser sea engendrado, a no ser por accidente, en el sentido en que lo sería la generación del
animal a partir del animal, y de tal animal a partir de cuál animal, como la generación del perro a partir del perro
o del caballo a partir del caballo. El perro, en efecto, viene no sólo de tal animal, sino del animal, pero no como
animal, porque el carácter ya existe. Si debe producirse una generación -y no por accidente- del animal, no será
a partir del animal, y para determinado ser, no será a partir del ser ni del no-ser, porque hemos dicho que a
partir del no-ser significa el no-ser tomado como tal. Agreguemos que no suprimimos el axioma de que toda
cosa es o no es. Esta es la primera explicación, y otra se basa en la distinción de las cosas según la potencia y el
acto. Así se resuelven las dificultades que forzaron a los antiguos a negaciones como la indicada. ARISTÓTELES
Física libro I cap. 5-8

21. En las substancias compuestas es manifiesta la presencia de materia y forma, como el alma y el cuerpo
en el hombre. Pero no se puede decir que la esencia sea solamente una de ellas. Que la materia sola no es
la esencia de la cosa es evidente, ya que la cosa por su propia esencia es también cognoscible y se ordena
en la especie o el género. En cambio la materia, ni es principio de conocimiento, ni es según ella que algo se
determina en su género o especie, sino según el que algo está en acto. Y tampoco se puede decir que la
forma sola sea la esencia de la substancia compuesta, aunque algunos se empeñan en afirmar esto. A partir,
entonces, de lo que hemos dicho, es patente que la esencia es aquello significado por la definición de la cosa.
Sin embargo, la definición de las substancias naturales no contiene solamente la forma sino también la
materia, ya que de no ser así no se diferenciarían las definiciones naturales de las correspondientes a la
matemática. Ni tampoco puede decirse que la materia en la definición de la substancia natural se ponga
como añadida a su esencia o como un ser fuera de su esencia, ya que este tipo de definiciones es propio de
los accidentes, que carecen de una esencia perfecta; de donde conviene que en la definición de ellos incluyan
el sujeto, que está fuera de su género. Es patente entonces que la esencia, en el caso de las substancias
compuestas, incluye la materia y la forma. Sobre el ente y la esencia cap. II

22. La conversión del pan en Cuerpo de Cristo se asemeja en algo a la creación y a la transformación natural,
y en algo difiere de una y otra. Porque es común a las tres el orden de los términos, es decir, que después
de una cosa venga la otra, pues en la creación se da el ser después del no ser; en este sacramento el Cuerpo
de Cristo después de la substancia del pan; y así también en la transformación natural lo blanco después de
lo negro, o el fuego después del aire; y que los predichos términos no existen simultáneamente. Empero, la
conversión de la que hablamos se asemeja a la creación en que no hay en la una ni en la otra algún sujeto
común a los dos extremos, mientras que sucede lo contrario en la transformación natural. Y esta conversión
se asemeja con la transformación natural en dos cosas, aunque no del mismo modo. Primero, porque en una
y otra uno de los extremos pasa al otro; como el pan al Cuerpo de Cristo y el aire al fuego; mas no el no ente
se convierte en ente. Sucede sin embargo de un modo distinto en una y otra. Porque en este Sacramento
toda la substancia del pan pasa a ser todo el Cuerpo de Cristo; pero en el cambio natural la materia de la una
toma la forma de la otra, dejada su forma anterior. Segundo, convienen en que de parte de la una y de la
otra algo queda lo mismo, lo cual no sucede en la creación. Sin embargo, de un modo diferente, porque en
la transformación natural queda la misma materia o sujeto, mientras que en este Sacramento quedan los
mismos accidentes. Y de aquí puede sacarse cómo se ha de hablar diferentemente en estos casos. Pues ya
que en ninguno de los tres casos dichos los extremos existen a la vez, por eso en ninguno de ellos puede un
solo extremo ser predicado de otro por término sustantivo de tiempo presente; pues no decimos: "el no
ente es ente" o "el pan es Cuerpo de Cristo" o "el aire es el fuego" o "lo blanco es negro". En razón del orden
de los extremos podemos usar en todos la preposición de, que designa el orden. Pues podemos decir
verdadera y propiamente que del no ente no se hace el ente; y del pan el Cuerpo de Cristo, y del aire el
fuego, o de lo blanco lo negro. Mas puesto que en la creación uno de los extremos no pasa al otro, no
podemos en la creación usar de la palabra conversión, como si dijéramos que el no ente se convierte en
ente. De esta palabra, sin embargo, podemos valernos en este Sacramento, como también en la
transformación natural. Pero como en este Sacramento toda la substancia se muda en toda la substancia,
por eso esta conversión se llama propiamente transubstanciación.
Además, puesto que no es propio de esta conversión recibir algún sujeto, las cosas que se verifican
en la transformación natural por razón del sujeto no deben ser admitidas en esta conversión. Y ante todo es
evidente que la potencia a lo opuesto resulta del sujeto; por cuya razón decimos que lo blanco puede ser
negro, y el aire puede ser fuego... Pero en esta conversión, y lo mismo en la creación, puesto que no hay
sujeto alguno, no se dice que un solo extremo pueda ser el otro, como que el no ente pueda ser el ente, o
que el pan pueda ser el Cuerpo de Cristo. Y por la misma razón no puede decirse propiamente que del no
ente se haga el ente, o que del pan se haga el Cuerpo de Cristo, porque esta preposición de indica una causa
consubstancial; y tal consubstancialidad de los extremos se considera en las transformaciones naturales por
relación a la conveniencia en el sujeto. Y por análoga razón no se concede que el pan será el Cuerpo de
Cristo, o que se haga el Cuerpo de Cristo, como tampoco se concede en la creación que el no ente será ente,
o que el no ente se haga ente; porque este modo de hablar se aplica a las transmutaciones naturales por
razón del sujeto, v.gr. cuando decimos que lo blanco se hace negro, o que lo blanco será negro. Sin embargo,
puesto que en este Sacramento, hecha la conversión, algo queda lo mismo, esto es los accidentes del pan...
pueden concederse algunas de estas locuciones según cierta semejanza... III, q.75 a.8

El concepto del principio de individuación

23. Debe saberse que “individuo” puede tomarse en dos sentidos:


a) El individuo mismo, pues, en el mundo de las cosas sensibles, ocupa el último puesto en el género de la
sustancia, porque no se predica de ninguno otro: al contrario, él mismo es sustancia primera, conforme dijo
el Filósofo en el libro Predicamentos, y primer fundamento de todos los otros entes.
En efecto, la naturaleza de la forma material, no pudiendo existir como este algo completo en la especie –
que es donde únicamente la existencia es incomunicable - sólo es comunicable conforme a su naturaleza.
Pero es incomunicable sólo con respecto al supuesto que es algo completo en la especie y que no es
susceptible de recibir cualquier otra forma [específica], conforme lo que fue dicho. Por eso [la forma] con
respecto a su naturaleza es comunicable.
Sin embargo, como fue dicho, su comunicación tiene lugar por medio de esto que es hallado en otros. Por
eso, es comunicable cuando se da mediante su naturaleza, y así puede ser hallado en muchos y conforme a
una sola naturaleza, porque una sola es la naturaleza de la especie en todos los individuos.
Mientras tanto, porque ella misma no tiene existencia propia, como fue dicho, porque la existencia es
solamente del supuesto y el supuesto es incomunicable; la forma material misma, por consiguiente, se
diversifica conforme a los muchos entes incomunicables, pero permaneciendo una según la naturaleza
comunicada a aquellos muchos: pero su recepción es en la materia, porque la misma forma es material.
De donde se evidencia que, por su naturaleza, comunicada a muchos, la forma material conserva su unidad
y que sólo se torna incomunicable por medio de su recepción en la materia. De donde se evidencia también
que, de hecho, lo que es recibido en la materia se torna efectivamente individuado y que el individuo es
incomunicable y primer fundamento en el género de la sustancia, en cuanto es el sujeto completo de todos
los predicables que le convienen.
Mas en la vía de la generación, lo incompleto precede siempre a lo completo, aunque en la vía de la
perfección ocurra todo lo contrario. Por tanto, aquel sujeto que es primero e incompleto en la vía de la
generación de todos los entes, sujeto que no se predica de ninguno otro género, es decir, la materia, será
necesariamente primer principio de la incomunicabilidad que es propio del individuo.
b) La otra concepción de individuo es aquella en que se salva para nosotros la naturaleza del individuo, es
decir, por la determinación de esta naturaleza por ciertas partículas de tiempo y de lugar, porque es propio
del individuo existir aquí y ahora; y esta determinación se debe a la naturaleza de la cantidad determinada.
Y por eso, la materia bajo la cantidad determinada es principio de individuación.
En efecto, la materia sólo es el primer principio de individuación en cuanto se salva la noción de ser primero
en el género de la sustancia, lo que, sin embargo, es imposible lograr sin cuerpo y sin cantidad.
Y por eso se dice que es la cantidad determinada el principio de individuación, no que de alguna manera
cause su sujeto que es la sustancia primera, sino más bien porque la sigue inseparablemente y la determina
a existir aquí y ahora. Por tanto, aquello que cae sobre la razón de lo particular, es algo particular a causa de
la naturaleza de la materia; pero, aquello que cae sobre el sentido exterior, es por causa de la cantidad.
Mas, se puede objetar sobre esto diciendo que la naturaleza de la materia es común, así como lo es la
naturaleza de la forma, pudiendo ser una la materia en múltiples formas. De donde esta su comunicabilidad
podría impedir que fuese considerada el primer principio de individuación.
Sin embargo, debe saberse que es imposible que una forma esté unida a una materia que no sea particular
y que no sea signada por la cantidad determinada, por medio de la cual la materia no es comunicable a otra
forma más allá, porque esta cantidad no puede ser encontrada, según la misma determinación, en otra
forma. Y por eso la materia no es comunicable conforme a la misma determinación, así como, por ejemplo,
es la forma, como fue dicho.
En efecto, la razón de la materia bajo una forma es distinta de su razón bajo otra forma, porque tal razón se
certifica por la determinación de la cantidad que, con respecto a las diversas formas, se requiere en
proporción y dimensión diversas.
Sin embargo, la esencia de la materia no es diversificada en las diversas formas, así como es su razón, porque
la razón de la materia no es una y común como es su esencia, en cuanto, de hecho, la razón de la forma en
las diversas materias es una, aunque según el existir sea diversa. Y, por eso, la universalidad considerada
solamente conforme a la esencia de la propia materia y no según a su naturaleza misma, no impide que la
materia sea el primero principio de individuación.
Mas debe advertirse que los accidentes no son individuados por la materia primera, y sí son individuados
por el propio sujeto que es ente en acto, en cuanto que las formas sustanciales son individuadas por la
materia primera, que es sujeto de estas formas. Y estas consideraciones sobre el principio de individuación
para el presente son suficientes.

La actividad en la naturaleza

Noción de natura

24. Entre los entes, algunos existen por naturaleza y otros por otras causas. En el primer caso están los
animales y sus partes, las plantas y los cuerpos simples, como la tierra, el agua, el fuego y el aire, de cuyas
cosas, como de las demás de igual tipo, se dice que existen por naturaleza. Ahora bien: es manifiesto que
todas esas cosas difieren de las que no existen por naturaleza. Cada uno de los entes naturales lleva en sí
mismo un principio de movilidad y de fijeza, los unos en cuanto al lugar, los otros en cuanto al crecimiento,
los otros en cuanto a la alteración. Por el contrario, una cama, un vestido o cualquier otro objeto de esa
índole, en la medida en que cada uno merece su nombre y en que es producto del arte, no poseen ninguna
tendencia natural al cambio, sino únicamente en el sentido de estar compuestos accidentalmente con
piedra, con madera o con cualquier materia mixta, y sólo bajo esa relación, porque la naturaleza es un
principio y una causa de movimiento y de reposo para aquello en que reside inmediatamente, por esencia y
no por accidente. Y advierto que no por accidente, pues podría ocurrir que un hombre, siendo médico, fuese
él mismo la causa de su propia salud. Sin embargo, no posee el arte de la medicina por el mero hecho de
recibir la curación. Es por accidente que el hombre es médico y a la vez recibe la salud, de modo que estas
dos cualidades pueden separarse una de la otra. Lo mismo sucede con las demás cosas fabricadas, ninguna
de las cuales tiene en sí el principio de su fabricación. Unas lo tienen en otras cosas y fuera de sí, por ejemplo
una casa y todo objeto hecho por mano del hombre. Otras lo tienen en sí mismas, mas no por esencia, como
sucede con todas aquellas que pueden ser por accidente causas para sí mismas. De donde se infiere que
tener una naturaleza es lo propio de todo lo que tiene un principio semejante. Todas esas cosas son
substancias, por cuanto son sujetos, y la naturaleza está siempre en un sujeto. […]
Para algunos pensadores, la naturaleza y la substancia de las cosas que existen por naturaleza
parecen ser el sujeto próximo, que de suyo carece de forma. Así, la naturaleza de la cama será la madera, y
la de la estatua, el bronce. Una prueba de ello, dice Antifón, es que, si se entierra una cama, y la putrefacción
hace brotar un retoño, será la madera, y no la cama, la que producirá ese resultado. Ello muestra que
conviene distinguir la manera convencional y artificial, que existe por accidente en las cosas, de la substancia
que las constituye, y que sufre todas las modificaciones, subsistiendo en forma continua... En este sentido,
se llama naturaleza a la materia que sirve de sujeto inmediato a cada una de las cosas que tienen en sí
mismas un principio de movimiento y de cambio. Pero en otro sentido, (la naturaleza) es el tipo y la forma,
entendida como forma definible. Así como se llama arte en las cosas a lo que tienen de conforme a lo técnico,
se llama del mismo modo naturaleza a lo que en ellas hay de conforme con lo físico. No diremos que una
cosa artificial tiene algo de conforme al arte si es una cama solamente en potencia, y no posee todavía la
forma de cama, ni de lo que en ella hay de arte. Y lo mismo ocurre con la cosa constituida naturalmente. La
carne o los huesos en potencia no tienen todavía su naturaleza propia, y no existen por naturaleza hasta que
han recibido la forma que presentan en acto. Por lo tanto, en ese segundo sentido, la naturaleza, en las cosas
que poseen en sí mismas un principio de movimiento, es (más bien) el tipo y la forma, sólo separables por
abstracción lógica. Aristóteles Física II, 1

Causalidad

25. La causa es, en un sentido, aquello de que una cosa está hecha, y que permanece inmanente, como el
bronce en la estatua, y la plata en la copa, así como sus géneros. En otro sentido, es el modelo y la forma,
como la relación de dos a uno por la octava. Y, en un sentido más, es aquello de que se origina el primer
comienzo del cambio y del reposo, como el padre es causa del hijo, y el agente de lo que hace. En último
lugar, es el fin, la causa final, como la salud es causa del paseo, pues de quien se pasea decimos que lo hace
por causa de su salud. Y pertenecen también a la misma causalidad cuanto es intermediario, movido por lo
que sea, entre el motor y el fin, como para la salud el adelgazamiento, las purgas, los remedios, los
tratamientos, puesto que todas estas cosas persiguen el mismo fin, y sólo difieren entre sí como
instrumentos y como acciones.
Habiendo cuatro causas, compete al físico conocerlas todas, y, para indicar su por qué en física, se
referirá a todas: materia, forma, motor, fin. Ciertamente que tres de ellas se reducen a una en muchos casos,
porque esencia y causa final son una sola, y el origen del movimiento es específicamente idéntico a aquéllas,
pues es un nombre quien engendra un hombre y, en general, lo mismo ocurre con todo lo movido... El físico
indica el por qué cuando relaciona con la materia la esencia y el motor próximo... Siendo fines y cosas que
se persiguen, y pues que la naturaleza persigue algún fin, preciso es que el físico conozca esas causas, y de
todos esos modos debe señalarlas. Por ejemplo, dirá que de tal causa eficiente necesariamente ha de venir
tal cosa, sea siempre o con frecuencia; que, para que pase tal cosa, es precisa la materia, como las premisas
a la conclusión; que tal era su quididad; y por qué ello era lo mejor, no de modo absoluto, sino relativamente
a la substancia de cada cosa. Aristóteles Física II, 3

26. Entre las cosas que devienen o llegan a ser, unas son producciones de la naturaleza, otras del arte, y
otras del azar [...] En general la causa productora de los seres y los seres producidos se llaman naturaleza
[...] Las demás producciones se llaman creaciones. Todas las creaciones son efecto de un arte, o de un poder,
o del pensamiento. Algunas provienen también del azar, de la fortuna: éstas son, por decirlo así,
producciones colaterales. Hay, por ejemplo, seres de la naturaleza que se producen lo mismo por medio de
una semilla que sin semilla. Metafísica VII, 7

27. Si consideramos lo contingente tan sólo en sus causas próximas, se encontrará que muchas cosas se
producen por accidente, ya sea por el concurso de dos causas, no contenidas una en la otra, como cuando
los ladrones se encuentran conmigo más allá de (toda) intención. Este encuentro es causado por una doble
virtud motiva, a saber, la mía y la de los ladrones. Ya sea por defecto del agente, al que le adviene una
debilidad de tal suerte que no puede alcanzar el fin intentado, como cuando alguien de camino se cae a
causa de la fatiga. Ya sea por indisposición de la materia, que no recibe la forma intentada por el agente,
sino de otro modo, como acontece en las partes deformadas de los animales. Comentario a la Metafísica
libro VI lección 3 nº1210

28.... ya que observamos muchas causas en todo devenir natural, como la causa en vista de un fin y aquella
a partir de la cual se realiza el cambio, es preciso determinar, allí también, la que sea entre ellas la primera
y la que resulte en segundo lugar. Parece que la primera es la que denominamos en razón de lo cual. En
efecto, se trata de una razón, y la razón es principio tanto en los productos del arte como en los de la
naturaleza: es por recurso o bien al razonamiento, o bien a la observación, que el médico y el arquitecto,
después de haber definido en un caso la salud y en el otro la casa, pueden dar cuenta de las razones y de las
causas de cada uno de sus actos, y decir por qué es preciso obrar de ese modo. Ahora bien, hay más finalidad
y belleza en las obras de la naturaleza que en las del arte. En cuanto a la necesidad, a la que casi todos los
pensadores intentan conducir sus explicaciones sin distinguir las múltiples acepciones de lo necesario, no
desempeña un rol idéntico en todas las actividades de la naturaleza. La necesidad absoluta se encuentra en
los entes eternos, mientras que la necesidad condicional afecta a los entes sujetos al devenir como también
a las producciones del arte, como una casa o todo otro objeto parecido. Para obtener una casa o cualquier
otro fin, es preciso disponer de tal o tal materia, y es preciso que tal cosa sea producida y puesta en
movimiento en primer lugar, luego tal otra, y así sucesivamente hasta el fin y hasta aquello en vista de lo
cual cada cosa es producida y existe; y lo mismo ocurre con los fenómenos naturales. Empero la modalidad
de la demostración y de la necesidad difiere en las ciencias de la naturaleza y en las ciencias teóricas, de lo
que ya se ha hablado en otras obras. En efecto, en unas el principio es lo que es, mientras que en otras es lo
que debe ser. Del hecho de que la salud o el hombre poseen tales características, resulta que tal cosa existe
y se produce necesariamente; por el contrario, no es porque tal cosa existe y se produce que necesariamente
existirán la salud o el hombre. No es posible asimilar una demostración semejante a la necesidad propia de
los entes eternos, de modo de poder decir que tal cosa es porque tal otra es.
...Es porque el hombre posee tal naturaleza que su desarrollo se desenvuelve de tal modo y es
necesariamente de tal suerte. Es por la misma razón que tal de sus parte se forma en primer lugar, y luego
tal otra. Y lo mismo se da para todos los seres organizados por la naturaleza. Los antiguos y primeros
filósofos, al haber estudiado la naturaleza, habían volcado su examen sobre el principio material, sobre la
causa que le está ligada como también sobre su naturaleza y sus propiedades. Habían buscado cómo el
Universo provenía de él y bajo la acción de qué motor -odio, amistad, inteligencia o azar-, poseyendo la
materia-sustrato por necesidad una cierta naturaleza determinada: calor y ligereza para el fuego, frío y
pesantez para la tierra; es así como conciben el origen del mundo. De manera similar explican ellos la
formación de los animales y plantas: así, el estómago y todo receptáculo de nutrición y de excrementos se
forma a partir de una masa de agua que circula en el cuerpo, y el orificio nasal es provocado por el pasaje
del soplido. El aire y el agua constituyen la materia de los cuerpos, y es con esos cuerpos que todos
construyen la naturaleza. Si pues el hombre y los animales así como sus partes son seres naturales, será
preciso tratar acerca de la carne, los huesos, la sangre y todas las partes indiferenciadas. Será preciso
igualmente respecto de las partes diferenciadas, tales como el rostro, las manos, los pies, cómo cada una de
ellas es lo que es y bajo la acción de qué agente ha devenido lo que es. En efecto, es insuficiente decir a
partir de qué elementos, como el fuego o la tierra, fueron formadas esas partes. Si tuviésemos que hablar
de una cama o de algo parecido, nos esforzaríamos en definir más bien la forma que la materia, bronce o
madera. A falta de tal definición, diríamos al menos cuál es la materia del conjunto. Pues una cama es tal
cosa en tal estado o tal cosa que posee tales propiedades, de tal modo que sería menester hablar de su
configuración y decir cuál es su forma. En efecto, la naturaleza según la forma tiene más importancia que la
naturaleza material. ARISTÓTELES Las partes de los animales Libro I, cap. 1

29. Aunque en cualquier caso el fin sea lo último en el ser, siempre es lo primero en la causalidad. Por lo cual
se dice que es la causa de las causas, pues es causa de la causalidad de todas las causas. En efecto, como ya
se ha dicho, es causa de la causalidad eficiente. Pero ésta es causa de la causalidad de la materia como
también de la de la forma. En efecto, por el movimiento [que proviene del agente] la materia se hace
susceptiva de la forma, y la forma inherente a la materia. Y consecuentemente el fin es también causa de la
causalidad de la materia y de la forma. Por eso las demostraciones más apropiadas se toman del fin en
aquello en lo que algo es hecho por causa del fin, como en los seres de la naturaleza, en los asuntos morales
y en los artefactos. Comentario a la Metafísica Libro V lección 3 nº6

30. Tanto en el arte como en la naturaleza lo posterior se alcanza a partir de lo anterior de manera semejante.
Por lo cual si algo artificial, como ser una casa, fuese hecha por la naturaleza, lo sería según el orden
efectivamente seguido por el arte, a saber: primeramente se fijarían los cimientos, luego se levantarían las
paredes y por último se colocaría el techo. Pues de este modo procede la naturaleza en aquello que está
fijado a la tierra, esto es, las plantas, cuyas raíces, a modo de un cimiento, se hunden en la tierra, el tallo,
por su parte, cual las paredes se eleva hacia lo alto, y el follaje se despliega en lo alto a modo de un techo. Y
de la misma manera, si aquello que es hecho por la naturaleza fuese hecho por el arte, lo sería tal como llega
a ser naturalmente. Lo cual se hace evidente en el caso de la salud, la cual es producida tanto por el arte
como por la naturaleza. Pues así como la naturaleza produce la salud calentando y refrigerando, igualmente
procede el arte. Por lo cual es manifiesto que así en la naturaleza como en el arte una cosa es a causa de
otra, es decir lo anterior a causa de lo posterior. Comentario a la Física Libro II lección 13 nº 257

31. La naturaleza no hace nada en vano, pues todo lo que existe en la naturaleza es por algún fin, o sea que
proviene por necesidad a partir de que existe para algo. Así, por ejemplo, la naturaleza produce los miembros
a causa de ciertas operaciones. Mas, por el hecho de que los miembros estén dispuestos de tal manera, se
sigue que tengan algún accidente, como ser la vellosidad, el color o algún defecto, que no se deben a un fin,
sino que se derivan de la necesidad de la materia. Comentario al Tratado sobre el alma libro III lección 17

32. La necesidad se dice de muchas maneras. Necesario es lo que no puede no ser. Y esto conviene a algo,
en primer lugar, en virtud de un principio intrínseco, ya sea de orden material, como cuando decimos que
todo lo que se compone de contrarios es necesario que se corrompa, ya sea de orden formal, como cuando
decimos que es necesario que el triángulo tenga los tres ángulos iguales a dos rectos. Y esta es la necesidad
natural y absoluta. En segundo lugar, lo necesario conviene a algo en virtud de un factor extrínseco, ya sea
el fin o el agente. Por parte del fin como cuando alguien no puede alcanzar, o alcanzar adecuadamente un
cierto fin sin esto. Así se dice que la comida es necesaria para la vida, y el caballo para el viaje. Y a tal se la
llama necesidad del fin, a la que también se denomina utilidad. Por parte del agente, cuando algo es
impulsado por un agente de modo tal que no pueda obrar en sentido contrario. Y a esta se la llama necesidad
de coacción. I, 82, 1

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