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Un autorretrato intelectual *

Marcel Mauss

Es imposible separarme del trabajo de una escuela. Si existe alguna individualidad


aquí, se halla inmersa en un anonimato voluntario. Acaso lo que caracterice mi
carrera científica, quizás hoy todavía más que antes, es el sentimiento de trabajar
como parte de un grupo, y la convicción de que la colaboración con otros es una
fuerza que se opone al aislamiento y a la pretendida búsqueda de originalidad.

Existen dos razones que explican mi comportamiento.

En primer lugar, una razón teórica. Como positivista, y creyendo sólo en los
hechos, me atrevo a mantener que las ciencias descriptivas, en el caso de
fenómenos que son complejos, han conseguido un grado de certeza mayor que el
de las ciencias teóricas. De esta manera, si yo practico la ciencia teórica —y acaso
razonablemen-te bien— creo que sólo resultará de interés si, derivada de ciertos
hechos, puede ésta ayudarnos a observar los fenómenos, documentarlos y
clasificarlos de diferentes maneras. Y, por consiguiente, en tanto profundice la
comprensión más que la generalización, en cuanto se otorgue a sí misma contornos
firmes y en tanto se cargue con contenidos, en lugar de levantar vuelo hacia el
trazado de elaboradas contrucciones a partir de hipótesis históricas o ideas
metafísicas. Pero este gran número de hechos sólo es posible mediante la
colaboración de numerosos espe-cialistas. Privada como está de la instancia del
laboratorio, la sociología no carece, sin embargo, de los medios para verificar sus
hechos, dado que uno puede vincular sus comparaciones con todos los fenómenos
de la historia, tal como los entienden los especialistas en cada una de sus ramas.
Pero esta tarea, para un solo individuo, es imposible. La única forma de que logre
resultados sólidos es que los estudiosos verifiquen mutuamente sus respectivos
trabajos, criticándose con severidad, y cada uno haciendo uso de los hechos.

Segundo, por una razón fáctica. El progreso logrado por la sociología en Francia
durante los veinte años entre 1893 y 1914 hubiese resultado imposible de no haber
sido por un grupo que trabajó de manera mancomunada. No formábamos una mera
escuela de discípulos reunidos ciegamente en torno a un maestro y a un filósofo.
Desde ya, Durkheim estaba repleto de ideas, y de vasto alcance. Pero lo que nos
reunía alrededor suyo era que lo considerábamos un estudioso cabal, que sus
métodos eran totalmente efectivos, que el espectro de su conocimiento era vasto y
que estaba escrupulosamente verificado. Los aspectos de su mente que más nos
seducían eran su cartesianismo, su búsqueda realista y racionalista de los hechos,
así como su habilidad para conocer y aprehender los fenómenos en cuestión. Éstas
fueron las cualidades que, creo, he desarrollado consciente y concienzudamente en
mí, en mis colegas y en mis alumnos. Cada ciencia es producto del trabajo
colectivo. Hecha por individuos que participan juntos del mundo real, la ciencia
surge desde los hechos y las ideas que los individuos singulares llevan a un mismo
puerto. Y esto es lo que ha sucedido en nuestro esfuerzo por crear la sociología.
Necesitamos una enorme cantidad de datos y el lenguaje preciso para
documentarlos. Todo esto presupone un grupo y un consenso acerca de ello. Pero
desde otro punto de vista, al explorar este dominio de lo social —recién abierto a la
ciencia—, éramos como almas perdidas que sólo pueden hallar su camino
llamándose mutuamente en el bosque. La mera descripción de un fenómeno o la
delimitación precisa de algunas preguntas trajo aparejadas interminables
dificultades que sólo pudieron ser resueltas por un grupo en marcha.1 Solo en
Burdeos, Durkheim advertía dolorosamente la enormidad de su tarea y su relativa
impotencia. A pesar de su gran genio, sólo podía manejar a la distancia los hechos
históricos del pasado y la investigación de las sociedades contemporáneas. Yo traté
de dar el ejemplo y me transformé, entre 1895 y 1902, en su agente reclutador en
París. De esa manera, formamos un grupo de académicos competentes y
especializados, y nos topamos, en una atmósfera de confianza, con los primeros
problemas de nuestra ciencia.

Este tipo de trabajo requiere de un grado considerable de autosacrificio. Un


laboratorio no funciona sin un líder, pero también requiere miembros calificados.
Esto significa amigos jóvenes y viejos, con hipótesis para trabajar, muchas ideas y
conocimientos amplios, pero, por encima de todo, se necesita gente que esté
preparada para contribuir con todo ello en un fondo común, que se inserte en el
trabajo de los miembros más veteranos y que ayude a lanzar el trabajo de los
recién llegados. Y nosotros formamos un equipo así. Está vivo y aún reviviendo. Ni
Durkheim ni yo nos reservamos nuestros esfuerzos y nuestras ideas. Su trabajo
hubiera sido imposible si no nos hubiéramos dedicado a él con un sentimiento de
autosacrificio, y si yo no continuase todavía haciéndolo.

De todo ello han derivado dos características de mi vida. Primero, he trabajado,


acaso demasiado, en colaboración con otros. Esto absorbe aún gran parte de mi
tiempo. He contribuido a The Suicide de Durkheim —método cuantitativo,
clasificación de 26.000 suicidios fichados individualmente y distribuidos en setenta
y cinco grupos—.2 Colaboré en todo lo que él hizo, así como él colaboró conmigo;
con frecuencia reescribía páginas enteras de mis trabajos. Publiqué con él dos
artículos en colaboración, incluído nuestro ensayo Primitive classification (1903),
para el cual yo suministré todos los datos.3 Con Hubert, publiqué mi ensayo
Sacrifice (1899)4 y otro titulado Magic (1904)5, así como el prefacio a nuestro
Mélanges d’histoire des religions (1908-1909)6. Por regla general, tomé parte en
todo lo que él hiciera que no fuera estrictamente crítica arqueológica. Él siempre
controlaba lo que yo escribía. Aunque yo no había planeado más que colaborar con
Beuchat, tuve que trabajar desde el principio hasta el fin en Seasonal variations of
the eskimo (1906).7 Las veces que colaboré con el trabajo de mis estudiantes y
amigos son innumerables. Si en la actualidad me encuentro de alguna manera
sobrepasado por esta carga, se debe a que he aceptado la enorme tarea de publicar
una masa de materiales inéditos de Durkheim, Henri Hubert y Hertz. Gracias a mí,
sus obras llegan al público a razón de uno o dos volúmenes por año. Mi enseñanza
y super-visión de investigación en la École de hautes etudes y en el Institut
d’ethnologie han sido quizá excesivas, y han contribuido también en la demora de
mis propias publicaciones. Pero, ¿puede culpárseme si mi conciencia profesional me
demanda tanto? La calidad y el número de mis estudiantes en todo el mundo son la
prueba de que esta enseñanza no ha carecido de valor. Su investigación, para la
cual he asig-nado los tópicos, asegurado su correcto desarrollo, corregido
borradores y pruebas e inspirado la orientación, demuestra que mi trabajo no ha
pasado desapercibido. De no haber sido por la guerra, hubiese acaso llegado a ser
glorioso.

(En segundo lugar) la gran tragedia de mi vida científica no ha sido la interrupción


de mi trabajo por los cuatro años y medio de la guerra, ni tampoco el año perdido
debido a mi enfermedad, ni siquiera mi sentimiento de completo desasosiego por
las muertes prematuras de Durkheim y Hubert (1917 y 1927); la tragedia fue la
pérdida, durante aquellos años dolorosos, de mis mejores estudiantes y mis
mejores amigos. Uno podría decir que fue una pérdida para una rama de la ciencia
francesa; para mí, fue una catástrofe. Tal vez lo mejor que he podido dar de mí
mismo haya desaparecido con ellos. El éxito renovado de mi enseñanza desde la
guerra, y la fundación y el éxito del Institut d’ethnologie —que se deben segura-
mente, al menos en un cincuenta por ciento, a mí— prueban nuevamente lo que
puedo hacer en este sentido; sin embargo, no pueden reemplazar lo que he
perdido.

Pero, antes de dejar este tema, debiera disipar un prejuicio dañino acerca de mí
que —tengo entendido— reina en la actualidad. Se ha sugerido que he desviado mi
enseñanza en favor de la sociología. Nada puede estar más lejos de la verdad. Tan
fructíferas o estériles como hayan sido, y tanto me hayan dejado o no en libertad
para seguir mi propia investigación, mis clases jamás han coincidido en un todo con
ella. En la cátedra de "Historia de las religiones de los pueblos no civilizados" he
sido fiel a su título barroco y al espíritu de la École des hautes etudes. En ese
contexto he limitado estrictamente mi enseñanza a un punto de vista histórico,
crítico y ajeno a la comparación, aun cuando los hechos que estudiaba sólo me
interesaban, justamente, desde un punto de vista comparativo. Jamás he sido en
dicho lugar un propagandista de la sociología. Siendo responsable de la enseñanza
de etnología descriptiva en el Institut d’ethnologie, donde yo mismo he trazado los
estatutos y donde, junto a Rivet y a Lévy-Bruhl, actualmente superviso la
enseñanza, las publicaciones y todas las demás actividades, siempre he limitado mi
enseñanza a lo puramente descriptivo. Acaso a este sentido del deber y a esta
imparcialidad pueda acreditárseles un mérito científico.

De cualquier forma, estos factores explican por qué, hacia el final de mi carrera,
deseo enseñar exactamente aquello en lo que siempre he trabajado: la historia
comparativa de las sociedades y, en especial, de las religiones. A mi edad, es
totalmente legítimo hacer que mi enseñanza coincida con la presentación oral de
las investigaciones, ya sean preliminares, definitivas, inéditas o publicadas pero no
enseñadas. Incluso estoy pensando en añadir a mi programa de enseñanza el
trabajo inédito que han dejado mis mejores amigos; de esta manera, su publicación
se verá facilitada, su memoria será mejor preservada, y mi enseñanza más general
tendrá un efecto más amplio: no será sólo mía, sino también suya. Estaré
enseñando, no sólo mi propio trabajo, sino también las ideas y la evidencia en que
éstas se basan, y que han sido elaboradas por mis amigos, desde Durkheim y
Hubert hasta Doutté y Maurice Cahen.

Trabajo publicado

Mi trabajo publicado se halla algo fragmentado. No creo demasiado en los sistemas


científicos y jamás he creído necesario expresar más que verdades parciales. Sin
embargo, además de una continuidad en cuanto a su orientación, mi trabajo no ha
carecido de una continuidad material; existe de hecho un vínculo entre estos
fragmentos dispersos. Se halla éste en la publicación del Année Sociologique y los
Travaux de l’année sociologique. La continuidad de mis esfuerzos está demostrada
por el hecho de que, luego de una brecha de diez años, ha sido posible revivir estas
publicaciones. Y yo lo he hecho, y, además, he publicado en la colección de los
Travaux de dos a cuatro volúmenes por año.

Es justo juzgar mis esfuerzos desde esta perspectiva. Allí es donde surge la unidad.

El Année sociologique

Si uno mide las cosas por la cantidad, la mayor parte de mi trabajo —de nuestro
trabajo colectivo— ha sido dedicado a la escritura, edición y publicación del Année
sociologique. Allí he publicado cerca de 2500 páginas en octavo de las 10.000 u
11.000 que hay en los catorce volúmenes publicados o en prensa (400 páginas en
el volumen 1 de la nueva serie y 300 en el volumen 2, si incluyo mis contribuciones
bibliográficas a todas las secciones). No voy a discutir el valor de esta bibliografía,
el trabajo de selección que presupone, la labor de estar al tanto de las últimas
novedades, el mantenimiento de contactos personales y de la correspondencia, y
así sucesivamente.

Sin embargo, me gustaría justificar mis esfuerzos personales en tanto parte de un


esfuerzo colectivo, y subrayar el valor de nuestro trabajo conjunto al mismo tiempo
que mi propia contribución. Algunos han pensado que esta medida era exagerada,
que el esfuerzo ha sido desproporcionado en relación con los resultados, que las
metas eran imposibles o no fueron logradas. Nada puede ser más falso.

Durkheim fundó el Année (1898) para posibilitarnos difundir nuestro pun-to de


vista respecto a todo tipo de cuestiones sociológicas. Con todo, en nuestras
mentes, pronto se convirtió en algo diferente a un mero vehículo de propaganda de
un método o una plataforma de oposición a escuelas varias de economistas,
historiadores de la religión, teóricos de la jurisprudencia, etc. Bajo la dirección de
Durkheim, y, debo añadir, en cierta medida gracias a mi propio impulso, concor-
damos todos en organizar la publicación no sólo alrededor de las ideas, sino, en
particular, en torno a hechos. Desde el volumen 2 en adelante se transformó así en
una suerte de tienda, actualizada y razonablemente bien provista, de las diferentes
especialidades sociológicas. Naturalmente, lo inusual de las publicaciones que
aparecieron, así como nuestros propios intereses e investigaciones —y, sobre todo,
la magnitud de nuestra ignorancia— nos han conducido a veces por el mal camino.
El correcto balance de los hechos y la propiedad de las ideas no han sido siempre lo
suficientemente apreciados.

El desarrollo de las teorías, a pesar de ello, fue siempre cuidadosamente


documentado. Para cualquiera que desee mantenerse al día con los avances de la
enseñanza, hemos resultado por cierto provechosos y, en el mundo de habla fran-
cesa, acaso indispensables. Y esto sucede en disciplinas que son sólo cercanas a la
nuestra (por ejemplo la filosofía y la psicología de la religión), y, en particular,
respecto a los avances en nuestra propia disciplina y sus especialidades vecinas
(derecho, economía, geografía humana, etc.). Pero, por sobre todo, hemos tratado
—y yo en particular— de incorporar nuevos hechos en el campo de la teoría
sociológica, así como, a la vez, de organizarlos presentando los análisis de los datos
crudos que las ramas descriptivas de nuestras ciencias nos han provisto. Mi propio
esfuerzo per-sonal durante diez años, luego compartido con mis estudiantes, y —
nueva y finalmente— mi esfuerzo casi solitario en los últimos cuatro años, ha
consistido precisamente en establecer y difundir hechos provenientes de
civilizaciones que no han sido aún clasificadas.

La mayor parte de mis reseñas y un buen número de mis notas bibliográficas son
de índole teórica. Algunas de ellas documentan hechos que no son fácilmente
accesibles. De allí que cualquiera todavía pueda leer provechosamente mis reseñas
de los siete volúmenes de Religious system in China, de De Groot (1899, 1903,
1910, 1913), y los de Spencer y Gillen, de las cuales, siendo todavía joven, fui el
primero en reconocer su importancia e incluso en dilucidar sus contenidos (1900,
1905). Otras reseñas contienen descubrimientos teóricos, por ejemplo, aquellas
sobre los libros de Dieterich (1906), Van Ossenbruggen (1906) y Elsdon Best; en
ellas señalé la significación de los primeros nombres en los sistemas de
nomenclatura de los clanes.8 La suma total de las reseñas relativas a los indios
norteamericanos contienen en germen todo nuestro trabajo acerca de las
instituciones legales y el potlatch de esas tribus. En alguna de esas reseñas,
Durkheim y yo hemos resuelto el problema de las terminologías de parentesco
polinesio y micronesio. Otras presen-tan, una vez más, síntesis de problemas
generales, tales como la relación entre la an-tropología y la historia de las
religiones, entre la sociología y la psicología de la reli-gión, etc. Por último, algunas
muestran cómo se conforman los agrupamientos geo-gráficos de ciertos fenómenos
—por ejemplo, los sistemas religiosos de África—.

El punto esencial es que, manteniéndonos siempre en el nivel de la adecuación


entre los hechos y las ideas exploradas, hemos sido capaces de distribuir lógica y
pragmáticamente las nociones en marcos sólidos, ahora utilizados en todos lados y
por casi todo el mundo, aun por nuestros críticos. Nuestro sistema de clasificación
ha sido generalmente adoptado por los enfoques fenomenológicos de la historia de
las religiones. El sistema utilizado con consistencia por el Année sociologique es a
menudo tan copiado por todo el mundo que tuve que expresar las reservas de
Durkheim y las mías en cuanto a su valor (véase mi escrito [1927] sobre "The
divisions and proportions of divisions of sociology" y la serie de reseñas que le
siguen).9 En último término, aunque jamás lo hemos buscado expresamente, el
Année presta un servicio considerable al público francés. Es una suerte de manual,
periódicamente actualizado, de una de las más recientes e importantes ciencias; es
la expresión en movimiento del trabajo de lo que el mundo ha dado en llamar la
Escuela Francesa de Sociología (véase "Social Anthropology", el artículo de
Malinowski en la última edición de la Encyclopaedia Britannica).

No tendré en cuenta aquí la cantidad considerable de reseñas mías que han


aparecido en otras publicaciones.

Trabajo teórico

En esta situación se encuentra mi trabajo teórico per se, que aparece entonces
bastante disperso, especialmente en los últimos años, en los que he tenido que
representar a la sociología en una variedad de diferentes milieux. Pero esta
apariencia es superficial, ya que mi trabajo ha seguido su propia unidad lógica. El
esquema general que Hubert y yo hemos seguido está delineado en nuestro
prefacio a Mélanges d’histoire des religions (1909) y sólo he añadido algunos
puntos desde entonces.

Sin embargo, el orden en que las preguntas fueron formuladas siguió el curso de mi
vida y mi disciplina. Así, algunos detalles biográficos con relación a Durkheim y a mí
mismo encontrarán su razón de ser en esta memoria.

Durante mis años de estudiante, oscilé entre tres temas: estudios que ahora serían
llamados cuantitativos (en colaboración con Durkheim), suicidios, historia urbana, y
distribución espacial —que han tenido ecos en mi trabajo sobre las variaciones
estacionales—; en segundo lugar, el estudio del derecho (tres años); y, finalmente,
la sociología de la religión. Fue debido a un gusto por la filosofía, así como por una
decisión consciente, que seguí la sugerencia de Durkheim y me especialicé en el
estudio de los fenómenos religiosos, al que he dedicado por entero, desde
entonces, el resto de mi vida. Durkheim dio su curso en Burdeos acerca de los
orígenes de la religión (1895) en beneficio de ambos. Juntos tratábamos de
canalizar mis esfuerzos hacia donde rindiesen mejores servicios a la ciencia na-
ciente, dando cuenta de sus falencias y brechas más serias. Los dos sentimos que
el estudio de las instituciones, la familia y el derecho estaba desarrollado en forma
suficiente y que el estudio del ritual se hallaba convenientemente avanzado,
excepto en un punto. En aquel tiempo, estábamos satisfechos con la obra de Frazer
y, sobre todo, con la de Robertson-Smith. Sólo el rito oral y la ideación religiosa
nos parecían más o menos vírgenes. Incluso antes de mi agrégation, me había
preparado bien para el tema mediante sólidos estudios históricos y filológicos,
además de mi grado en filosofía y mi familiaridad con los trabajos de autores
extranjeros. Los temas de estas tesis ya estaban decididos. Una trataría a Leo el
Hebreo y a Spinoza, cuyos vínculos yo había descubierto en 1893. Pero de este
tema me cansé en 1897, a causa de una indiscreción que le permitió al señor
Couchod esbozar una inter-pretación y estropearlo. La segunda tesis sería sobre la
plegaria en toda su comple-jidad. La elección del tema mismo es clara muestra de
lo inocentes e intrépidos que éramos por entonces. Para tratar dicho tema, me
embarqué en estudios filológicos (1895) que creí serían breves: veda y sánscrito
clásico, pali, hebreo arcaico (talmú-dico y litúrgico), liturgia cristiana, avestan,
1902, 1907.10 Éstos pronto me mostraron, debido a su profundidad y refinamiento,
la manera en que conducen hacia perspectivas más generales por medios más
seguros que los procedimientos ideológicos. Un año de estudio en Holanda y en
Inglaterra, aprendizaje de etnografía y museografía mediante (1898-1899),
llevaron mis standards todavía más alto. El contacto que establecí con Henri
Hubert, quien fue mi "gemelo" profesional (jumeau du travail), me enseñó también
a ampliar mi perspectiva y a profundizar mi análisis a pesar de la escasez de datos
etnográficos disponibles. Los fenómenos sociales se nos presentaban, por un lado,
más complejos y materiales, y, por el otro, más espirituales y morales. La
observación del campo de lo social, y de lo social en el mundo de lo religioso,
aparecía como una tarea más vasta y variada de lo que hu-biéramos esperado. En
el momento en que nos conocimos y relacionamos estrechamente, Henri Hubert y
yo vivimos un momento de euforia intelectual. Jun-tos descubrimos los mundos
humanos de lo prehistórico, lo primitivo, lo exótico, el universo semítico y el hindú,
además del mundo antiguo y el cristiano que ya conocíamos. Cuando establecimos
una división de trabajo en nuestros estudios y especialidades para conocer mejor
estos mundos, acaso estuviéramos cercanos al delirio. Sin embargo, mediante un
absoluto sentido común y un trabajo arduo, me parece, hemos logrado lo que
habíamos planeado. Sólo con la muerte de Hubert el proyecto se ha visto
interrumpido. Pero en cuanto a ello, con la ayuda de todos nuestros estudiantes y
el apoyo del Museo de Saint-Germain, el Institut d’ethnologie y el Année
sociologique, al confrontar los últimos resultados de nuestras investigaciones con
aquellos de los cada vez más numerosos estudiosos de nuestra ciencia —
especialmente en el extranjero—, pudimos cosechar el fruto tardío de nuestros
esfuerzos.

Durante este período, estábamos llenando con hechos los compartimentos de la


sociología. Alentamos la búsqueda de nuevos fenómenos, reclasificamos los que
estaban mal clasificados y volvimos a analizar los que habían sido mal descriptos.
Los descubrimientos y las novedades eran un placer constante. Aparte de nuestras
reseñas y de los merecidos tributos a nuestros predecesores, jamás hemos
publicado algo que repitiera lo que ya sabíamos o que se limitase a una sencilla
verificación. Cuando preparábamos el material, no lo hacíamos nunca en desmedro
del público. Por ello no tengo en cuenta todo el trabajo que he hecho difundiendo
ideas ajenas, y en mi bibliografía jamás he mencionado mis jóvenes escritos de
aprendizaje acerca de Andrew Lang, el Imperio Inca, etcétera.11

Instituciones

Mi obra, considerada como un todo, se encuadra fácilmente bajo cuatro temas a los
que he contribuido con un considerable número de ideas y hechos. Mientras
proseguía mis estudios en sociología de la religión, jamás perdí de vista el estudio
de las instituciones, con el que inicié mi vida académica.
Antes de dejar este campo en el cual me entrené desde temprano, en la conclusión
de una prolongada reseña (1896) acerca de Ethnologische Studien zur ersten
Entwicklung der Strafe de Steinmetz (titulada "Religion and the Origins of Penal
Law"), demostré lo que ya es una hipótesis clásica: el feudo, un fenómeno
perteneciente a la esfera político-doméstica del derecho, no es el origen de nuestra
ley pública criminal, sino el origen de nuestra ley civil de responsabilidad. Nuestro
derecho público criminal deriva del sistema de prohibiciones rituales y de sanciones
rituales a los crímenes relativos a ellas. El carácter de la indignación pública y la
respuesta en contra de estas faltas es del mismo tipo que la reacción en contra de
los crímenes religiosos.

De la misma manera, y ayudado por Beuchat, demostré que los esquimales, y


como ellos muchas otras sociedades —por ejemplo, los antiguos eslavos—, poseen
dos estructuras sociales, una en invierno y otra en verano, y que paralelamente
tienen dos derechos y dos religiones (1906). Este caso, particularmente llamativo,
demuestra la íntima dependencia de la religión y el derecho respecto de los
fenómenos sociales de masas y los patrones demográficos de asentamiento. De la
misma manera, he indicado en numerosas oportunidades, como también lo haré en
mi contribución al Anesaki Festschrift, que la noción del alma y de reencarnación se
vincula a la herencia de los primeros nombres en cada clan o familia y a la posición
social del individuo, tal cual se manifiesta en sus títulos, máscaras, danzas, etc.
(1938).12

En otras ocasiones, he tratado de explicar las reciprocidades y los an-tagonismos


desarrollados en una sociedad al puntualizar la manera en que se distribuyen los
hombres, las mujeres y las generaciones en sus divisiones internas (1932).13 He
identificado así sistemas de fenómenos morales de una importancia considerable: la
institución ampliamente extendida de las relaciones burlescas, que hace surgir
numerosos problemas (1926); y, sobre todo, la masa de fenómenos englobados
bajo el nombre de potlatch, en relación con la cual yo prefiero distinguir entre
sistemas de prestaciones totales y sistemas de prestaciones agonísticas (1925).

Con relación a ello, y, por sugerencia de Durkheim, guiado por las ad-mirables
descripciones del noroeste americano de Boas, he podido identificar un sistema
completo de fenómenos muy extendidos en la mayoría de las civilizaciones
arcaicas. He encontrado signos de él a través de toda Norteamérica, Melanesia y
Polinesia, y prácticamente en todo el mundo indo-europeo, semita y bereber. De
este sistema completo esbocé la idea del don, fenómeno simultáneamente religioso,
mítico y contractual.14 También he trazado la idea de las prestaciones totales entre
los distintos clanes y generaciones (usualmente con los hombres y las mujeres
fuera de la línea de filiación), de un sexo al otro y de un grupo de descendencia a
otro (cf. Malinowski). También he analizado la naturaleza colectiva de las formas
arcaicas (cf. Davy) y, sobre todo, la noción de "hechos totales", que ponen en
movimiento a la totalidad de la colectividad en tanto entidad simultáneamente
económica, moral y religiosa, estética y mítica (cf. Granet). Sobreimpuestos a estas
reciprocidades y antagonismos se desarrollan, en cada sociedad, los sistemas de las
rivalidades puras, de lo militar, lo suntuario, lo atlético, etc. Más aún, y como se
hizo evidente sobre la base de los fenómenos de Norteamérica y Melanesia,
vinculamos con este sistema el importante hecho del desarrollo de hermandades y
aristocracias político-religiosas (cf. Davy, Granet y M. Mauss). La extensión de
estos estudios al mundo indo-europeo, y, más particularmente, al mundo romano y
al mundo germánico, es una contribución personal (para Grecia, véase Gernet).

En suma, mi contribución se ha centrado en enriquecer los enfoques tradicionales


acerca de la estructura simple de la sociedad, que eran correctos aun-que
insuficientes, al complementarlos mediante un tratamiento de la distribución de
derechos y deberes intergrupales, definidos éstos por criterios a la vez naturales y
sociales, generacionales, etarios y de sexo (1932).

La idea de la descendencia dual que Durkheim y yo hemos dilucidado en relación


con Polinesia, y que he podido también identificar en el mundo de los negritos
(oeste de África), puede también esperar ser objeto de rápidos desarrollos, que
encuadrarán en nuevos términos los problemas de la filiación masculina y
femenina.

Todas estas cuestiones reemplazan y van más allá de las maneras previas de
enfocar los mismos hechos. Sin mencionar que nos permiten atisbar ciertas solucio-
nes a cuestiones generales y morales (conclusión del ensayo sobre el don).

Religión e ideación

El grueso de mi obra, sin embargo, trata el tema del ritual y las representaciones
religiosas. Mi mayor emprendimiento fue una monografía sobre la plegaria. Pronto
se vio limitada a las formas elementales del ritual oral (Australia). El proyecto
inicial, para el que realicé algo de trabajo preparatorio, preveía dos volúmenes
adicionales. Uno trataría el desarrollo del ritual oral (Melanesia, Polinesia, India
védica); el otro hubiese estudiado la sublimación mística de la plegaria (India
brahmánica y budista), su individualización (semitas y cristianos), y, finalmente, su
regresión y retorno hacia la repetición mecanizada (India, Tíbet, Cristiandad).

He dictado en numerosas ocasiones cursos acerca del contenido del primer


volumen. Dos partes, que representaban escasamente una cuarta parte del libro,
fueron impresas privada y provisionalmente en 1909.15 La publicación se vio
interrumpida porque, mientras tanto, nos llegaban nuevos documentos de Strehlow
(tribus aranda y loritja). Arribaban, yo hacía una copia y mantenía correspondencia
con el autor; también participaba en su publicación. Pero, precisamente cuando
este nuevo material me permitió recomenzar mi trabajo en una nueva forma fresca
y muy profunda, fui interrumpido por la guerra.

Sin embargo, antes de esto, y puramente por razones de método, tuve que
resolver dos cuestiones. También Hubert, habiendo partido de diferentes puntos de
vista, había desarrollado respecto a ellas intereses que se relacionaban con los
míos. Él trataba de esbozar una explicación del sacrificio del dios —objeto de sus
investigaciones sobre el origen semítico de las creencias cristianas—; yo intentaba
dilucidar si la fórmula ritual del sacrificio dependía tan estrechamente del sacrificio
hasta el punto de que el ritual oral haya derivado de él. Además, ambos debíamos
fortalecer nuestras ideas acerca de la magia, que era por entonces considerada
como una forma primitiva de pseudociencia que había precedido a la religión.

Trabajando sobre estas dos cuestiones nos topamos con otras.

Nuestra obra sobre el sacrificio (1899) nos posibilitó concluir que el ritual de
sacrificio pertenecía a las formas más evolucionadas de la vida religiosa, y no a su
base primitiva. Estaba conectado con el más amplio y general sistema de
consagraciones. No lo analizaré. No describiré tampoco la forma en que ambos
pudimos tomar en cuenta tanto la evolución que originó el sacrificio como la
evolución que giró en pos del sacrificio del dios. El punto esencial es que, siguiendo
a Robertson-Smith y a Durkheim, demostramos allí un claro ejemplo del funcio-
namiento de la idea de lo sacro. Y así el problema de lo sagrado devino
fundamental. Nos topamos de nuevo con el mismo problema en el contexto de la
magia.

Entre los fenómenos calificados como religiosos, la magia ocupaba, por entonces,
una posición curiosa. Como Max Müller, Frazer y Farnell, creíamos originalmente en
una situación primitiva que sólo involucraba fórmulas mágicas. Debíamos saber si
la magia constituía o no una excepción, si pertenecía a una esfera de la mentalidad
diferente, si era la fuente de la religión, si dependía de una noción similar a la de lo
sagrado o de alguna parecida. En nuestro ensayo sobre la magia (1904),
identificamos una gran cantidad de elementos comunes tanto en la magia como en
la religión, y probamos que ponían en movimiento los mismos mecanismos. En
particular detectamos, tanto en la base de la magia como en la de la religión, una
noción vastamente compartida que, tomando prestado un término malayo-
polinesio, llamamos mana. Esta idea del mana es quizá más general que la de lo
sagrado. Luego, Durkheim trataría de deducirla sociológicamente de la noción de lo
sacro. Nunca estuvimos seguros de que estuviera en lo cierto, y yo todavía hablo
de la base mágico-religiosa. De cualquier modo, como la noción de lo sacro, el
mana se presenta a sí mismo como una categoría. Esto nos abrió los ojos a un
nuevo proble-ma, y, al mismo tiempo, todo pasó a tomar un nuevo aspecto al
conformar un único sistema.

Sólo una parte de las notas del ensayo sobre la magia fueron publicadas en el
texto. La segunda parte, acerca de la magia y la religión, en la que explicamos las
relaciones entre estos dos tipos de fenómenos, está completamente esbozada y se-
rá publicada. Consiste en la demostración de que las relaciones mutuas que la ma-
gia y la religión han trabado son, más que de naturaleza lógica o cognitiva, de
orden jurídico, y de que éstas han variado según los diferentes tipos de religión y
sociedades.

De esta manera, evaluando nuestra obra, surgieron dos cuestiones de máxima


importancia. Una fue la idea de lo sacro, en la que hemos trabajado un largo
tiempo y sobre la cual proyecto, algún día, dar a conocer los resultados de nuestros
estudios. La segunda era la cuestión de las categorías del pensamiento. Ya
habíamos compartido estas ideas mientras las poníamos a punto. Hubert iba a
estudiar lo sagrado en el tiempo, lo que finalmente hizo (1905).16 Yo quería
estudiar lo sacro en el espacio, lo que hice en parte; mi alumno Czarnowski lo
continúa haciendo. Sin embargo, y de acuerdo con Durkheim, pronto aislamos el
problema de la razón.

Hemos atacado el problema desde varios ángulos: el estudio general de las


representaciones religiosas y de los seres naturales en cada volumen del Année
sociologique desde el 2 en adelante; número y causa (el ensayo sobre el origen de
los poderes mágicos [1904])17; espacio y tiempo (en la monografía sobre el origen
de la noción de tiempo); el alma (y no simplemente la noción de animismo); el
mundo (la noción de orientación). Durkheim y yo hemos lidiado con el tema en sí
en nuestra monografía sobre la noción de clase, titulada Primitive classification
(1903). La cuestión del espacio es enfocada allí expresamente como la de "partici-
paciones" y "contrastes". Esta empresa ha sido uno de los esfuerzos más filosóficos
emprendidos por escuela alguna de sociología. Durkheim desarrolló el tema en
profundidad, desde un punto de vista teórico, en Las formas elementales de la vida
religiosa (1912).18

Juntos, Hubert y yo nos hallábamos preparando una serie de estudios convergentes


sobre la noción de substancia y su historia desde los tiempos antiguos. Espero
publicarlos en dos o tres volúmenes (Henri Hubert, Gundestrup vessels y Marcel
Mauss, Archaic form of the notion of food, Greece and Vedic India compared).
Quizás un tercer volumen pueda proseguir la investigación en el campo de la
patrística. Hubert publicó varios fragmentos de su contribución. Yo he publicado un
difícil fragmento de la mía en los Mélanges Sylvain Lévi (1911).

Psicología y sociología

Luego de la muerte de Durkheim, de alguna manera estuve obligado a tomar su


lugar. He defendido a la sociología en todos los campos, y, de tiempo en tiempo,
me he embarcado, en su beneficio, en la diplomacia. De cualquier forma, el
problema del pensamiento, de la acción y del sentimiento en común fue
eventualmente retomado por los psicólogos (McDougall, Dumas, etc.). Incluso he
accedido a escribir acerca del tema en el tercer volumen del Traité de psychologie
(2ª ed.). Mis contactos con Dumas (1923) respecto a los temas de la risa, el llanto
y la expresión de sentimientos tratados como signos me obligaron a sentar una
posición.19 Y lo he hecho en numerosas ocasiones. Completaré estas discusiones
empíricas y de método este año (de hecho, 1935) mediante una consideración
psico-sociológica de lo que llamo "técnicas corporales" (caminata, carrera, salto,
gimnasia, natación, descanso, respiración, sueño, sexo, etc.).20 El eterno y vacío
debate entre los psicólogos y los sociólogos puede así ser llevado a cabo de manera
fructífera a partir de un entendimiento mutuo. La teoría clásica de Mead acerca de
la actividad simbólica de la mente, por ejemplo, concuerda a la perfección con la
teoría que Durkheim y yo esbozamos acerca de la importancia del símbolo —ritual,
mítico, lingüístico, o cualquier otro—.

A estas consideraciones he añadido otras acerca de lo que he dado en llamar


fenómenos totales o el hombre total, la única unidad de análisis con que el
sociólogo se encuentra. Estas reflexiones se han topado con una aceptación
genera-lizada. Tengo en cuenta en particular la de Koehler. También recuerdo mi
escrito sobre "El arte y el mito de acuerdo a Mr. Wundt" (1908).

Metodología

Al público le interesa la metodología sociológica, mientras nuestros estudiantes y


colaboradores están todavía inmersos en consideraciones filosóficas acerca de la
legitimidad de nuestra rama de estudio. Sería mejor dominar el tema y hacerlo
progresar luego, más que sumergirse en sus críticas trascendentales. Sin embargo,
a menudo debí resignarme y tomar parte en estas últimas. Mientras Durkheim
vivía, Fauconnet y yo esbozamos con él un delgado volumen sobre sociología. Sólo
dos partes de éste han aparecido: el artículo "Sociología" en la Grande
Encyclopédie (1901), que es usualmente considerado, tras Las reglas del método
sociológico, como el manifiesto de la escuela entera, y el artículo de Durkheim y
Fauconnet —en realidad, escrito por nosotros tres— titulado "Historia de la
sociología y las ciencias sociales". La tercera parte no ha sido jamás publicada. En
varias ocasiones he retomado el esquema general, y lo hago todavía, por ejemplo
en "Divisiones y proporciones de la división de la sociología", publicado en el
volumen 2 de la nueva serie del Année sociologique (1927). Era deseable explicar
cuán lejos se podía llegar, en cuanto a la historia de las civilizaciones, al aceptar las
nuevas investigaciones (Foy y Graebner) y las nuevas hipótesis (Koppers y
Schmitt). Y lo he hecho muchas veces (Année sociologique, vols. 8 a 12 inclusive y
nº 1 y 2 de la nueva serie). Continuaré en el tomo 3 de la nueva serie con un
estudio global de la noción de civilización. Un fragmento ha sido ya publicado en
Semaine de synthèse (1929). Mis artículos sobre "La etnología en Francia y en el
extranjero", publicados en la Revue de Paris (1913) muestran que esta dirección de
mis intereses data de hace tiempo.

Hacia fin de año planeo publicar mis conferencias de Oslo, que tratan sobre el uso
de la noción de "primitivo" en la sociología y la historia de la civilización (cf.
1932/3). Mostrarán que, de acuerdo con Hubert, asigno esta condición a una parte
de las llamadas sociedades bajas al Gran Neolítico y a la temprana Edad del Bronce.

A través de mi trabajo, jamás he perdido de vista el único objetivo de la disciplina a


la que me he dedicado, que es la demostración y la precisión, a través de un
contacto directo y sensible con los hechos, del lugar de la vida social como tal en la
vida de la comunidad.

Creo que he contribuido a desarrollar la atención sociológica entre los historiadores,


filólogos y otros similares, y a hacer progresar la atención histórica y estadística
entre los sociólogos.

A lo largo del presente resumen de mi obra, no he dicho una palabra acerca de mis
intervenciones escritas en la esfera de lo normativo. No creo, sin embargo, que el
trabajo que he realizado en este campo carezca de valor científico y filosófico. Éste
incluye mis publicaciones e incluso mis actividades científicas y didácticas en el
movimiento cooperativo (estadística, cooperativas rusas, etc.), los extractos que he
publicado de un manuscrito del bolchevismo (Monde slave [1925], Revue de
metaphysique et de morale [1924]), y mis comunicaciones acerca del concepto de
nación e internacionalismo (1920).21

Casi todo esto pertenece a un trabajo más amplio sobre la nación (el primer
principio de la política moderna), cuyo manuscrito está casi terminado. Este trabajo
no será publicado siquiera en la colección de los Travaux de l’Année sociologique —
tan fuerte es mi deseo de separar la sociología como ciencia pura de una
totalmente desinteresada teoría (política)—.

_______________________________________________
* Este manuscrito de Mauss, inédito en castellano, es aparentemente un memorandum confidencial dirigido a
Charles Andler y Sylvain Lévi. Es muy probable que haya sido escrito en 1930, mientras era candidato para el
Collège de France. Ha sido publicado en francés como "L’oeuvre de Mauss par lui-même", en la Revue francaise
de sociologie, vol. 20, 1979, pp. 209-220 ; y en la Revue européenne des sciences sociales, vol. 34, 1996, pp.
225-236. Lo que sigue deriva de una traducción al inglés de A. Bailey y J. Llobera, publicada en P. Vesnard
(ed.), The sociological domain, Cambridge, 1983. Ha sido revisada sustancialmente por N. Allen, quien ha
añadido el material entre corchetes, lo cual reproducimos aquí por medio de paréntesis para diferenciarlo de
nuestras propias notas. Publicado en W. James y N. J. Allen: Marcel Mauss. A Centenary Tribute, Nueva York,
Oxford, Berghahn Books, 1998, pp. 29-42 [N. del T.]

1 (La palabra fait significa a la vez hecho y fenómeno).

2 Mauss subestima el número de agrupamientos, que parecen haber sido 176 (Editor francés).

[En castellano: E. Durkheim, El suicidio, Madrid, Akal, 1976.]

3 En castellano: "De ciertas formas primitivas de clasificación", en M. Mauss, Obras, vol. II: Institución y culto,
Barcelona, Barral, 1971, pp. 13-73. [N. del T.]

4 En castellano: "De la naturaleza y función del sacrificio", en M. Mauss, Obras, vol. I: Lo sagrado y lo profano,
Barcelona, Barral, 1970, pp. 143-248. [N. del T.]
5 En castellano: "Esbozo de una teoría general de la magia", en M. Mauss, Sociología y Antropología, Madrid,
Tecnos, 1991, pp. 43-152. [N. del T.]

6 En castellano: "Prefacio", en H. Hubert y M. Mauss, Magia y sacrificio en la historia de las religiones, Buenos
Aires, Lautaro, 1946, pp. 9-57. [N. del T.]

7 En castellano: Mauss, M. y Beuchat, H. "Ensayo sobre las variaciones estacionales en las sociedades
esquimales. Un estudio de morfología social", en M. Mauss: Sociología y antropología, Madrid, Tecnos, 1991,
pp. 359-432. [N. del T.]

8 Salvo las de Spencer y Gillen, el resto de las reseñas citadas pueden encontrarse en Marcel Mauss, Obras,
vol. II: Institución y culto, Barcelona, Barral, 1971, p. 75 y ss. [N. del T.]

9 En castellano: "Divisiones y proporciones de las divisiones de la sociología", en M. Mauss, Obras vol. III:
Sociedad y ciencias sociales, Barral, Barcelona, 1972, pp.103-162. [N. del T.]

10 (La significación de estas dos fechas no es clara).

11 Mauss se refiere al panfleto preparado en ocasión de su candidatura al Collège de France: "Notice sur les
titres et travaux de M. Marcel Mauss", Presses Universitaires de France, 1930 (Editor francés).

12 En castellano: "Sobre una categoría del espíritu humano: la noción de persona y la noción del ‘yo’", en M.
Mauss, Sociología y Antropología, Madrid, Tecnos, 1991, pp. 305-333. [N. del T.]

13 En castellano: "La cohesión social en las sociedades polisegmentarias", en M. Mauss, Obras, vol. III:
Sociedades y ciencias sociales, Barcelona, Barral, 1972, pp. 13-26. [N. del T.]

14 En castellano: "Ensayo sobre los dones. Razón y forma del cambio en las sociedades primitivas", en M.
Mauss, Sociología y Antropología, Madrid, Tecnos, 1996, pp. 153-263. [N. del T.]

15 En castellano: "La oración", en M. Mauss, Obras, vol. I: Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Barral, 1970,
pp. 93-142. [N. del T.]

16 En castellano: H. Hubert y M. Mauss, "Estudio somero sobre la representación del tiempo en la religión y en
la magia", en H. Hubert y M. Mauss, Magia y sacrificio en la historia de las religiones, Buenos Aires, Lautaro,
1946, pp. 285-336. [N. del T.]

17 En castellano: M. Mauss, "Origen de los poderes mágicos en las sociedades australianas. Estudio analítico y
crítico de documentos etnográficos", en H. Hubert y M. Mauss, Magia y sacrificio en la historia de las religiones,
Buenos Aires, Lautaro, 1946, pp. 213-284. [N. del T.]

18 En castellano: E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, Buenos Aires, Schapire, 1968. [N.
del T.]

19 En castellano: "Relaciones reales y prácticas entre la psicología y la sociología", en M. Mauss, Sociología y


Antropología, Madrid, Tecnos, 1991, pp. 265-289.

20 En castellano: "Técnicas y movimientos corporales", en M. Mauss, Sociología y Antropología, Madrid, Tecnos,


1991, pp. 335-356. [N. del T.]

21 En castellano: "La nación" y "La nación y el internacionalismo", en M. Mauss, Obras, vol. III: Sociedad y
ciencias sociales, Barcelona, Barral, 1972, pp. 271-341. [N. del T.]

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