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EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO.

CIRO ALEGRÍA

¡Desgracia!

Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo


removido por los viandantes la canaleta leve de su huella. Pasó muy
rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin
dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete.
Cuando la hoja de acero fulguró en el aire, ya el largo y bruñido
cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de
la vera.

¡Desgracia!

Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un


delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se
quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso al fin proseguir su
camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces
se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía
estar la culebra. Era necesario terminar con la alimaña y su siniestra
agorería. Es de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y
el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más
desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer
bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en
mano, entere los arbustos. Si alguno de los comuneros lo hubiera
visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire
de tan quieto, quizá habría dicho: “¿Qué hace ahí el anciano
alcalde? No será que le falta el buen sentido. “Los arbustos eran
úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se
arracimaban –había llegado el tiempo- unas mora lilas. A Rosendo
Maqui le placían, pero esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus
ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían
todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la
hormiga cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su
amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o
del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su
perfecto túnel.

Nada había fuera de esa existencia, escondida. De súbito, un


gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado en un
horcón, donde dos polluelos mostraban sus picos triangulares y su
desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando entorno
a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y hurgó
con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la
aviesa serpiente. Salió del matorral y después de guardarse de
nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente
abandonadas –los vivos colores del poncho solían, otras veces,
ponerlo contento- y continuó la marcha.
INTERPRETACIÓN DEL MUNDO ES ANCHO Y AJENO.

Podemos apreciar la determinación de Rosendo Maqui ante una


adversidad el cuál en este caso sería matar a la serpiente. Nos
muestra también el ambiente en que se da este suceso y como este
personaje pudiéndose retirar de aquel lugar hostil decide buscar y
acabar con el animal por el bien de los demás. Finalmente no llega
a dar con el animal, pero se puede apreciar la intención que tuvo.

INTERPRETACIÓN DE AVES SIN NIDO.

Nos describe el pueblo de Kíllac su plaza, las casas, la iglesia en el


cuál los días domingos la gente murmura sobre la vida del prójimo.
También nos habla sobre un lugar cuyo nombre es Manzanares en
el cuál existe una casaquinta, construcción que no era acorde a la
realidad de aquél lugar. Kíllac es un pueblo con hermosas pampas
que lo rodean, huertos y un río que lo baña un lugar que sirve sin
ninguna duda al pintor y poeta de la patria peruana.
AVES SIN NIDO.

CLORINDA MATTO DE TURNER.

Era una mañana sin nubes, en que la Naturaleza, sonriendo de


felicidad, alzaba el himno de adoración al Autor de su belleza.

El corazón, tranquilo como el nido de una paloma, se entregaba a


la contemplación del magnífico cuadro.

La plaza única del pueblo de Kíllac mide trescientos catorce


metros cuadrados, y el caserío se destaca confundiendo la
techumbre de teja colorada, cocina al horno, y la simplemente de
paja con alares de palo sin labrar, marcando el distintivo de los
habitantes y particularizando el nombre de casa para los notables y
choza para los naturales.

En la acera izquierda se alza la habitación común del cristiano, el


templo, rodeado de cercos de piedra, y en el vetusto campanario
de adobes, donde el bronce llora por los que mueren y ríe por los
que nacen, anidan también las tortolillas cenicientas de ojos de
rubí, conocidas con el gracioso nombre de cullcu. El cemento de la
iglesia es el lugar donde los domingos se conoce a todos los
habitantes, solícitos concurrentes a la misa parroquial, y allí se
miente y se murmura de la vida del prójimo como en el tenducho y
en la era, donde se trilla la cosecha en medio de la algazara y el
copeo.

Caminando al Sur media milla, escasamente medida, se


encuentra una preciosa casaquinta notable por su elegancia de
construcción, que contrasta con la sencillez de la del lugar; se llama
“Manzanares”, fue propiedad del antiguo cura de la doctrina, don
Pedro de Miranda y Claro, después obispo de la diócesis, de quien
la gente deslenguaba hace referencias no santas, comentando
hechos realizados durante veinte años que don Pedro estuvo a la
cabeza de la feligrecia, época en que construyó “Manzanares”,
destinada, después, a residencia veraniega de Su Señoría
Ilustrísima.

El plano alegre rodeado de huertos, regado por acequias que


conducen aguas murmuradoras y cristalinas, las cultivadas pampas
que le circundaban y el río que le baña, hace de Killac una mansión
harto poética.

La noche anterior cayó una lluvia acompañada de granizo y


relámpagos, y, descargada la atmósfera dejaba aspirar ese olor
peculiar a la tierra mojada en estado de evaporación: el sol, más
riente y rubícundo, asomaba al horizonte, dirigiendo sus rayos
oblicuos sobre las plantas que, temblorosas, lucían la gota cristalina
que no alcanzó caer de sus hojas. Los gorriones y los tordos, esos
alegres moradores de todo clima frío, saltaban del ramaje al tejado,
entonando notas variadas y luciendo sus plumas reverberantes.

Auroras de diciembre espléndidas y risueñas, que convidan al


vivir, ellas, sin duda, inspiran al pintor y al poeta de la patria
peruana.
César Vallejo

A mi hermano Miguel.

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa.

Donde nos haces una falta sin fondo!

Me acuerdo que jugábamos esta hora, y

que mamá

nos acariciaba: “Pero hijos…”

Ahora yo me escondo,

Como antes, todas estas oraciones

vespertinas, y espero que tú no doy contigo.

Por la sala, el zaguán, los corredores.

Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo

Me acuerdo que nos hacíamos llorar,

hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste

una noche de agosto, al alborear;

pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.

Y tu gemelo corazón de esas tardes

existintas se ha aburrido de no encontrate. Y ya

cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes

en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.


Abraham Valdelomar

Tristitia.

Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y

sola,

se deslizó en la paz de una aldea lejana,

entre el manso rumor con que muere una

ola

y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su meleancolía;

el cielo, la serena quietud de su belleza;

los besos de mi madre, una dulce alegría,

y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía

el canto de las olas como una melodía

y luego el soplo denso, perfumado, del mar,

y lo qué el me dijera, aún en mi alma

persiste;

mi padre era callado y mi madre era triste

y la alegría nadie me la supo enseñar.


INTERPRETACIÓN DEL POEMA “A MI HERMANO MIGUEL”.

En este poema Vallejo nos dice que su hermano a fallecido, un hecho que lo
afecto ya que nos da entender que tenía una fuerte cercanía a este. Vallejo
nos lo dice de una forma magistral, una forma que nos muestra la
universalidad de este autor, una manera que se deja entender por el lector.

Vemos como este autor utiliza el juego de “las escondidas” relacionándolo


con la pérdida de su hermano. Donde estas Miguel que no doy contigo.

INTERPRETACIÓN DEL POEMA TRISTITIA.

Este poema nos muestra la nostalgia del autor con respecto a su infancia, al
pueblo en el que vivió, a sus padres, etc. Nos describe el lugar donde creció y
como este tenía una cercanía con respecto al mar, nos plasma la quietud de
la naturaleza y la tranquilidad que este sentía en aquel lugar.

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