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Grave riesgo de colapso de la sociedad de Irak | José Antonio Egido (*)

Irak, una sociedad antigua y compleja

Una combinación de violencia política y pluralidad cultural

La estrategia de la balcanización

El peligro que se cierne sobre la sociedad irakí no es únicamente el de una guerra


devastadora que destruya miles y miles de vidas y la infraestructura básica, ya muy afectada
por la anterior guerra agresiva de 1991, sino una balcanización decretada por el poder
agresor y ocupante que siga el mismo esquema desarrollado por los Estados Unidos y sus
aliados en las guerras contra los pueblos de Yugoslavia y de Afganistán.

Irak, una sociedad antigua y compleja

Una visión simplista de este país tiende a hacer pensar en una realidad cultural y
religiosamente homogénea sometida al poder tiránico de un partido único y de un dictador
con pocos escrúpulos. Sin embargo Irak es un país sumamente complejo, cuyos equilibrios
vienen anclados en una vieja cultura política sobre la que efectivamente se asienta el poder
de Sadam Hussein y su régimen de falta de libertades políticas para los ciudadanos irakíes. La
región de Mesopotamia es la cuna de la civilización humana ya que en el espacio
comprendido entre los ríos Tigris y Eúfrates el ser humano construyó sus primeras ciudades,
se convirtió en sedentario y comenzó a escribir y contar. Aunque las antiguas civilizaciones
mesopotámicas habían desaparecido antes incluso del surgimiento de las culturas
helenística y romana, su influencia es decisiva en el desarrollo de culturas posteriores: la
egipcia, la persa, la helenística, judía, romana. Irak es el escenario de la configuración del
judaísmo tal y como se conoce en nuestros días a partir de la comunidad judía deportada a
Babilonia por el rey Nabucodonosor. El exilarca, jefe de la comunidad judía y sus sacerdotes
elaboraron el Talmud de Babilonia y las tradiciones y mitos propios de esta religión. También
Irak y todo el Medio Oriente es la tierra del primer cristianismo, que en sus orígenes no era
sino una nueva secta judía. Y también el escenario de la fase expansiva y gloriosa del primer
Islám (también en sus orígenes una secta judía) de la mano de los califas Abasidas que
construyeron la ciudad de Bagdad. El Islám organiza una convivencia entre las minorías
religiosas (es decir, culturales) a partir de la consideración de dhimmi a aquellos grupos
sociales que no desean islamizarse y mantener por el contrario, sus antiguas religiones. El
posterior Imperio Otomano que administra lo que hoy es Irak durante varios siglos hasta la
primera guerra mundial, respeta también los complejos equilibrios sociales entre las
comunidades musulmana, cristiana, judía, yazidí y de otras religiones. La Sublime Puerta
(denominación del Imperio Otomano) no pretende la homogeneidad absoluta de la sociedad
árabe y menos su asimilación a la cultura turca sino la fidelidad de sus súbditos, siendo éstos
de diferentes religiones y culturas. La institución que articula la riqueza socio-cultural en la
época otomana es el millet. Cuando la opresión del decadente Imperio Otomano se
convierte en insoportable y cuando su debilidad crea las condiciones adecuadas, los árabes
se alían con el nuevo conquistador británico, para levantarse contra el mismo y plantear la
independencia política. Irak es puesto bajo el protectorado británico que instala en el poder
a una monarquía sumisa y desgaja de la unidad del nuevo estado a otro mini-estado carente
de toda legitimidad histórica ni política pero que asegura el control sobre los recursos
petrolíferos: Kuwait poniendo en el poder a otra dinastía inventada por los británicos para
asegurarse su fidelidad. Hasta su creación el territorio kuwaití habia pertenecido a la región
encabezada por la ciudad portuaria de Basora, o Basra según la llaman los árabes.

La monarquía irakí aseguraba el sueño actual del presidente Bush: un país absolutamente
sometido a los intereses geoestratégicos de las potencias occidentales. Un país formalmente
independiente pero de hecho controlado por dichas potencias. Irak formó parte del
dispositivo de países que tenía como misión presionar, acosar y agredir al primer estado
obrero y campesino de la historia, la Unión Soviética que a partir de 1917 constituía un
peligro para el capitalismo occidental.

Una combinación de violencia política y pluralidad cultural

El Irak moderno nace cuando la monarquía es derrocada mediante un violento golpe de


estado. En el país se va a consolidar una cultura política basada en la violencia entre las
relaciones entre las diferentes corrientes políticas y en la falta de libertades políticas. A
partir de diferentes avatares se consolida en el poder una corriente política que propugna el
nacionalismo árabe y la unidad de todo el mundo árabe y que desarrolla una línea
socializante no marxista y no integrista musulmán. El nacionalismo árabe en sus diferentes
ramas (el baasismo, el nasserismo, etc.) plantea la construcción de un nuevo sujeto histórico,
el mundo árabe, pero no sólo no ha sido capaz de avanzar en formas crecientes de unidad
política panárabe sino que incluso ha sido incapaz de mantener la unidad de acción política
de sus mismos partidarios. Así, ramas rivales y enfrentadas del partido árabe socialista Baas
detentan el poder en Irak y en Siria. El Baas fue creado en Damasco por un militante
cristiano, Michel Aflak y otro musulmán, Salah Al Din Bittar, que encarnaban el deseo
profundo de las masas populares de acceder a un desarrollo independiente libre de la
sumisión a toda forma de colonialismo y neocolonialismo. El momento culminante del
nacionalismo árabe ha sido posiblemente la malograda unidad entre Egipto y Siria en lo que
fue la República Árabe Unida de corta duración. Los intereses de cada estado y el saboteo
directo de los países claramente sometidos a Occidente (Egipto, Jordania, Arabia Saudita y
las otras petro-monarquías de la península arábiga) han hecho imposibles formas mas
avanzadas de unidad. A pesar de sus claroscuros el nacionalismo árabe es una corriente
política mas integradora y progresista que otra forma de ideología integradora que ha
intentado aprovecharse de su naufragio: la umma islámica, esto es, la unidad de todos los
creyentes musulmanes por encima de sus múltiples diferencias culturales. El nacionalismo
árabe permite la integración en un proyecto común a musulmanes chiies y sunníes, a
cristianos de distinta obediencia e incluso a judíos que han estado profundamente
integrados en el Mundo árabe. Por el contrario la umma excluye a los no musulmanes y es
caldo de cultivo de un regreso a una lectura ultraconservadora del Islam que hace imposible
una evolución democrática de las sociedades árabes. Una reacción al nacionalismo árabe es
el nacionalismo kurdo que se siente desplazado de este proyecto en construcción. El pueblo
kurdo se ha visto integrado en la cultura arábigo-musulmana a partir de una religión común
(el Islam es la religión mayoritaria pero no la única de este pueblo) y la tradición respetuosa
con las diferencias culturales que ya hemos mencionado. Las potencias occidentales que
rediseñan el mapa del Oriente Medio tras la caída del imperio Otomano no toman en cuenta
la creación de un estado kurdo, probablemente porque el pueblo kurdo se siente integrado
en la Turquía post-otomana (bandas kurdas participan en la masacre de armenios
orquestada en los años 20 por el gobierno turco kemalista) y en los nuevos estados árabes y
no desarrolla su propio nacionalismo hasta mediados del siglo XX.

El nacionalismo árabe en su forma mas extremista y chovinista contribuyó a la desaparición


de la probablemente comunidad judía que se había mantenido durante mas tiempo. Aún en
los años 20 120 mil judíos descendientes de los tiempos de la deportación que habían
conocido avatares tan duros como las invasiones mogolas y los levantamientos árabes anti-
otomanos vivían en tierra irakí. Pero también la influencia ideológica sionista e incluso
ataques terroristas realizados por los terroristas para desestabilizar a dicha comunidad en
1951 fueron decisivos para que decidiese su abandono de Irak y su emigración a Israel y
Occidente.

El baasismo irakí practica una combinación compleja de cruel represión contra los opositores
y de acuerdos con diversos sectores de la sociedad para integrarlos en su régimen. Durante
los años 70 mantuvo una alianza de gobierno con el entonces poderoso Partido Comunista
que ha sido el único que ha incluido a integrantes de la mayoría de los grupos étnico-
culturales del país (kurdos, árabes, cristianos...). Pero en 1978 el Baas ataca al PCI
ejecutando a varios de sus dirigentes y obligando a este partido a pasar a la clandestinidad.
El poder central alterna también la represión con la colaboración con los partidos
nacionalistas kurdos. Las disputas internas dentro del mismo Baas son también en ocasiones
resueltas mediante la violencia. Asimismo establece una alianza con una serie de tribus,
estructura parental que mi formación de sociólogo en universidades occidentales me impide
comprender cabalmente. También la minoría caldeo-cristiana es integrada en el régimen a
través de la persona del alto dignatario del Baas y actual vicepresidente Tarek Aziz y otros
dirigentes cristianos. Las mas reducidas minorías cristianas siriaco-ortodoxa, nestoriana y
copta gozan también de amplia libertad. Bagdad no es una ciudad sólo de mezquitas
musulmanas sino también de iglesias y catedrales cristianas en la que aún funciona una
sinagoga judía.

La estrategia de la balcanización

El riesgo grave que sufre la sociedad irakí es que el poder agresor que previsiblemente va a
invadir el país, derribar el poder baasista e instalar una administración marioneta, decida
fragmentar el país en estados homogéneos que sean mucho mas fáciles de controlar pero
que destruyan la secular riqueza social de convivencia multiétnica que proviene de las
antiguas civilizaciones mesopotámicas. La referencia mas cercana es lo que ha ocurrido en
los Balcanes y en Afganistán donde imperan señores de la guerra corrompidos y fieles
subordinados a los poderes imperiales. Hoy en los Balcanes (que comparten con Irak un
pasado otomano) la mezcla entre eslavos y no eslavos y entre católicos, ortodoxos y
musulmanes ha sido reemplazada por el poder de pequeños dirigentes chovinistas
dependientes de las fuerzas internacionales acuarteladas en el área. En Afganistán ha
desaparecido toda sombra de poder centralizado, y débiles pero despóticos líderes locales se
disputan el territorio bajo la atenta mirada de los bayonetas norteamericanas. Bush desea
que líderes obedientes al estilo del difunto belgradense Zinzic, el kabulí Karzai, el sarajevita
Itzezbegovic o el zagrebí también difunto Tudjman se conviertan en los nuevos kadis de
Basora, Bagdad, Kirkuk o Mosul en un marco de fragmentación administrativa y de control
territorial por las fuerzas ocupantes anglo-norteamericanas. Asistiríamos al hecho inédito de
la aparición de frágiles entidades homogéneas chii, suní, cristiana y kurda y tal vez
correspondientes a aún mas pequeñas minorías culturales como la asiria, turcomana,
armenia o persa. En el discurso norteamericano se trataría de la "liberación" del pueblo irakí
de la opresión del tirano Sadam Hussein pero en realidad estaríamos ante la muerte de las
formas de convivencia multiétnica profundamente arraigadas en la vieja Mesopotamia. La
desaparición del mapa de una entidad estatal viable y capaz de administrar los recursos
petrolíferos y desarrollar un poder industrial, tecnológico y militar que sirviese de alternativa
al orden norteamericano en el área, sería una grave señal de alarma a todos los pueblos de
la zona, el comienzo de una inestabilidad crónica y un empobrecimiento social difícil de
calcular. Sería una "afganistización" del otrora desarrollado Irak, es decir el hundimiento en
la anomía social, en el reino de la arbitrariedad mas absoluta, el fin de toda protección
estatal y la inviabilidad de todo desarrollo autónomo. El pueblo irakí nucleado por una
entidad estatal propia e independiente, ha demostrado capacidad de reconstruir las
instalaciones industriales y las infraestructuras asoladas por la guerra pero si se ve privado
de instrumentos político-administrativos que le aseguren su desarrollo soberano puede
sufrir una balcanización igual de catastrófica que la que se practica en los mismos Balcanes.

Donostia a 16 de marzo del 2003.

(*) José Antonio Egido es licenciado en sociología por la Universidad del País Vasco y doctor
en sociología por la Universidad de Provence (Francia).

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