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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CHIMBORAZO

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACION HUMANAS Y TECNOLOGIAS


CARRERA DE PSICOLOGIA EDUCATICA
PSICOTERAPIA FAMILIAR

Nombre: Jessica Hernández


Fecha: 19 de abril de 2018
Curso: Octavo Semestre “B”

“Las mujeres que aman demasiado” de Robin Norwood)

Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado. Cuando la


mayoría de nuestras conversaciones giran en torno a él, estamos amando demasiado.
Cuando nuestra relación perjudica nuestro bienestar emocional e incluso, quizá,
nuestra salud e integridad físicas, sin duda estamos amando demasiado.
Nuestro deseo de amar, nuestra ansia de amor, se convierte en una adicción. Somos
adictas a relaciones intoxicadas de dolor, miedo y anhelo. Amar demasiado no significa
amar a demasiados hombres, ni enamorarse con demasiada frecuencia, sino
obsesionarse con un hombre y llamar a esa obsesión “amor” permitiendo que ésta
controle nuestras emociones y gran parte de nuestra conducta y nos sentimos
incapaces de librarnos de ella. Significa medir nuestro amor por la profundidad de
nuestro tormento.

Una mujer que ama demasiado se ve atraída por personas que tienen problemas por
resolver, o involucradas en situaciones que son caóticas, inciertas y emocionalmente
dolorosas, y así evitan concentrarse en su responsabilidad para consigo misma. Incluso
es posible que tenga tendencia a episodios depresivos que intenta prevenir por medio
de la excitación que le proporciona una relación inestable. Al desarrollar relaciones
caóticas pero estimulantes, que las distraen, están demasiado excitadas para hundirse
en la depresión que está latente por debajo del nivel de la conciencia. Necesitan de las
crisis para poder funcionar. Están a la espera de que una y otra vez, alguien que
supuestamente está de su lado y la quiere, la lastime, la disguste o la ofenda.

Por otro lado, las mujeres que aman demasiado suelen ser muy serias y responsables,
grandes emprendedoras, con éxito en muchas áreas de su vida, pero no obstante
tienen muy poco amor propio. La realización de sus objetivos académicos y laborales
no basta para equilibrar el fracaso personal que soportan en sus relaciones de pareja.
Sus herramientas de autoprotección son un mecanismo de defensa, la negación, y una
poderosa motivación subconsciente, el control. La negación resulta útil para ignorar la
información con la que no desean tratar. El hecho de que una mujer pueda vivir
durante años con un hombre que desaparezca horas enteras con creciente frecuencia,
e incluso por las noches, sin preguntarle sobre sus actividades o su paradero durante
esas ausencias, es una medida de su gran capacidad para la negación y del miedo
intenso y subyacente que siente.

Las mujeres que aman demasiado dedican sus energías a cambiar la conducta o los
sentimientos de la otra persona hacia ellas mediante manipulaciones desesperadas,
crecen con la idea de tratar de arreglar las cosas, de controlarlas, para evitar
conmociones, sorpresas, sentimientos. Y disimula sus esfuerzos por controlar a la
gente y las situaciones bajo la apariencia de “ser útil”. Necesitan estar con gente a
quien poder ayudar, a fin de sentirse seguras. Mientras a menudo son austeras consigo
mismas, llegan a cualquier extremo para ayudarlo a él: le compran ropa, le
proporcionan un lugar donde vivir para que se sienta seguro.
A las mujeres que aman demasiado les aterra profundamente la idea de que la
abandonen. Desean ansiosamente que él pase su tiempo con ellas (el tiempo, la
dedicación y los halagos que de niñas no tuvieron de su padre). Pervive en ellas un
terror infantil a estar solas. Pueden llegar a extremos por ganar la atención de los
hombres. No creen merecer la felicidad, creen que deben ganarse el derecho de
disfrutar de la vida.

Las mujeres que aman demasiado a menudo se dicen que el hombre con el que están
involucradas nunca ha sido realmente amado antes. Lo ven como un ser dañado y
asumen la tarea de compensar todo lo que ha faltado en su vida desde mucho tiempo
antes de que lo conocieran. Cada encuentro sexual lleva toda nuestra lucha por
cambiarlo. Con cada beso y con cada caricia, tratamos de comunicarle lo especial que
es y pensamos que una vez que esté convencido de nuestro amor, se transformará en
su verdadero yo, y despertará a todo lo que queremos y necesitamos que sea. Esperar
que él cambie en realidad es más cómodo que cambiar nosotras y nuestra propia vida.
Cuando hacemos por otro lo que él mismo puede hacer, cuando planeamos el futuro o
las actividades diarias de otros, cuando sugerimos, aconsejamos, recordamos,
advertimos o tratamos de persuadir con halagos a un adulto, cuando no podemos
soportar que esa persona enfrente las consecuencias de sus actos o por eso tratamos
de cambiar sus actos o prevenir las consecuencias de los mismos: eso es controlar.
Nuestra esperanza es que si podemos controlar a esa persona, entonces podemos
controlar nuestros sentimientos en los aspectos en que nuestra vida se une a la suya.

En el fondo nuestros esfuerzos de cambiar a alguien son egoístas ya que pensamos que
a través de ese cambio seremos felices, y colocar la fuente de felicidad fuera de
nosotros mismos, en las manos de otra persona, significa que evitamos nuestra
capacidad y responsabilidad de modificar nuestra propia vida para bien.
En cambio, practicar la aceptación es lo que permite a otra persona cambiar si así lo
desea. Sólo él puede elegir tomar medidas y correr riesgos para cambiar. La tarea de la
mujer en la pareja no es enderezar la vida del otro sino realzar la propia. Ignoramos
nuestra obligación de desarrollarnos mientras planeamos, maniobramos y
manipulamos para cambiar a otro, y nos enfadamos, nos desalentamos nos
deprimimos cuando nuestros esfuerzos fracasan. El intentar cambiar a otra persona es
frustrante y deprimente, pero el ejercer el poder que tenemos para cambiar nuestra
propia vida es vivificante.
Cuando una mujer que ama demasiado se da por vencida en su cruzada de cambiar al
hombre de su vida, entonces él queda solo para reflexionar en las consecuencias de su
propio comportamiento. Como ella ya no está frustrada ni infeliz, sino que cada vez se
entusiasma más con la vida, se intensifica el contraste con la existencia de él. El puede
elegir luchar para ser más accesible física y emocionalmente. O quizás no. Pero sea lo
que fuere lo que él decida hacer, al aceptarle como es, la mujer queda en libertad para
vivir su propia vida… feliz.
Amar demasiado es una enfermedad… pero se puede curar. En primer lugar requiere
reconocer que se es adicta al dolor y a la familiaridad de una relación insatisfactoria,
saber que afecta a muchas mujeres y que tiene su origen en las relaciones perturbadas
de la niñez. La recuperación de la dependencia de las relaciones es tan difícil como
recuperarse del alcoholismo, requiere dejar de hacer lo que parece proporcionarle
alivio. Es crucial que entienda que la recuperación debe empezar por ella misma, que
ha de ser la primera prioridad de su vida, todos los esfuerzos que dedicaba a cambiarlo
a él debe concentrarlos ahora a cambiarse a sí misma. Se requiere voluntad de invertir
tiempo y quizás dinero.
Hay que encontrar qué es lo que nos da paz y serenidad y dedicar tiempo diario a ello,
eso nos traerá alivio y consuelo. Nos ayudará también a abandonar la obstinación
(creer que yo sola tengo todas las respuestas o hacer que las cosas sucedan como creo
que deben suceder). Significa deshacernos del miedo a las hipótesis y la desesperación
y reemplazarlos con declaraciones y pensamientos positivos sobre nuestra vida,
sustituir viejos sistemas de creencias. Liberarnos de la abrumadora responsabilidad de
componerlo todo, de controlar a nuestro hombre y de evitar los desastres. Nadie tiene
porqué cambiar para que tú te sientas bien. Si tratas de solucionar SUS problemas, él
queda liberado de su propia responsabilidad y si fallas él te culpará a ti. Despréndete,
permítele a él ocuparse de las consecuencias de su conducta. Quiérele, pero no lo
cuides, respétale.
Buscar ayuda no requiere que estés dispuesta a poner fin a su relación actual o que lo
hagas más adelante, sino que estar con él deje de ser El Problema, y abandonarlo deje
de ser La Solución.

Amar demasiado no significa amar a demasiados hombres/mujeres, ni enamorarse con


demasiada frecuencia, ni sentir un amor genuino demasiado profundo por otro ser. En
verdad, significa obsesionarse por una persona y llamar a esa obsesión “amor”,
permitiendo que esta controle nuestras emociones y gran parte de nuestra conducta y,
si bien comprendemos que ejerce una influencia negativa sobre nuestra salud y
nuestro bienestar, nos sentimos incapaces de librarnos de ella. Significa medir nuestro
amor por la profundidad de nuestro tormento. En este libro, al igual que en tantos
libros de “superación personal”, hay una lista de pasos a seguir a fin de cambiar. Si
usted decide que realmente desea seguir esos pasos, necesitará años de trabajo y
nada menos que su dedicación total. No hay atajos para salir del patrón de amar
demasiado.

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