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surcando ediciona
Los cinco chicos estaban sentados en el centro de la habitación, que hacía años que ya no era
un salón, alumbrados por cinco velas colocadas simétricamente delante de ellos y que daban
un aspecto aún más misterioso a la estancia.
«Esta historia sucedió en este mismo bosque en el que nos encontramos hace ahora cien
años. Esta casa pertenecía al marqués de Casalla. El marqués era un buen hombre. Era
amable con todos sus vecinos, cariñoso con sus seres queridos, además de atento, compasivo
y desinteresado. Trabajaba casi todo el día en una organización benéfica en un intento por
ayudar a los más desfavorecidos. Tenía una esposa muy bella que estaba entregada en cuerpo
y alma a su marido.
Así transcurrieron los años y, para Carla, la llama del amor que con tanto ímpetu ardía se fue
apagando. Las jornadas de trabajo del marqués eran cada vez más largas y esto hacía que su
bella esposa se sintiera cada vez más sola.
Un día, mientras paseaba por el bosque que rodeaba su mansión, se encontró con un joven
montando a caballo. La mujer se sobresaltó. «¿Quién era ese hombre? ¿Y qué hacía en sus
tierras?» Como si le hubiera leído el pensamiento el hombre se presentó. «Buenos días,
señora marquesa. Me llamo Antonio Davide. Vivo en los terrenos que colindan con su
propiedad. Hoy mi caballo no ha querido obedecerme y se ha adentrado en sus terrenos.
Le ruego disculpe mi osadía.» La marquesa se hizo la ofendida pero una incipiente sonrisa
delataba su agrado ante la presencia del muchacho. Tras un intercambio de amables palabras,
la marquesa lo invitó a que viniese a su propiedad cuando quisiera. Así, el joven volvió cada
día a visitar a la dama. Lo que al principio fueron unas visitas de cortesía se fueron
convirtiendo en citas para tomar un café, para jugar al ajedrez, pasear… hasta que los dos
jóvenes se convirtieron en amantes.
En la aldea, las aventuras de la marquesa eran un secreto a voces. Todo el mundo sabía lo
que ocurría menos el marqués ya que, como sabemos, el cornudo es el último en enterarse.
Así pasaban los días. Mientras el marqués trabajaba más y más, su esposa se entregaba a su
amante.
Quiso el destino que un día el marqués se encontrara mal y volviera pronto a casa. Los
amantes estaban tan entusiasmados que no escucharon la puerta. Tampoco se percataron de
unos pasos que subían por las escaleras. Cuando abrió la puerta no pudo dar crédito a lo que
veía. Sin pensárselo, sacó del bolsillo de su chaqueta el pequeño revólver que llevaba
siempre consigo y los mató. Desde entonces, cuenta la leyenda que el espíritu de la marquesa
vaga por este bosque intentando recuperar la vida perdida.»
Los chavales acogieron con risas el final de la historia. Aunque algo recelosos no querían
mostrar su temor. Todavía con los pelos de punta comenzaron a salir del caserón. Tenían que
atravesar parte del bosque para llegar a la senda que les llevaba de vuelta a casa. Caminaban
desternillándose de las ocurrencias de Carlos y bromeando sobre aquella dama que podía
aparecer tras cualquier árbol o escondida tras alguna sombra. Así, broma tras broma,
continuaron su camino.
Al día siguiente, una noticia sobresaltó a los habitantes del pueblo: «Desaparecen cinco
jóvenes». Nadie supo explicar que les había pasado a los chicos. Tampoco encontraron sus
cuerpos. Simplemente no volvieron a casa.
En la casa del marqués, emparedados, los jóvenes no paraban de gritar pero nadie escuchaba
sus gritos. No sabían cómo habían llegado allí. Una joven y hermosa mujer sonreía desde el
salón de la mansión.
Imagen de Laura López
Los padres, alertados por la desaparición de los muchachos, comenzaron la búsqueda. Tras
preguntar a algunos de sus amigos se enteraron de las reuniones en la casa del bosque. Una
patrulla se dirigió al lugar pero ni siquiera llegaron a entrar. Justo antes de la puerta de la
mansión un extraño olor les alertó. «Debemos salir de aquí» -dijo uno de los padres.
A las pocas horas volvieron con unas mascarillas especiales. No sabían si ese olor les podría
causar algún daño.
Una vez dentro del caserón observaron marcas en el suelo de la incursión de sus hijos. Pero
esa no eran las únicas huellas que encontraron. En la cocina y en el dormitorio encontraron
vestigios que indicaban que la casa estaba habitada. ¿Quién viviría allí? Nunca habían sabido
que nadie habitara esa casa. La sorpresa fue mayúscula cuando vieron una sombra femenina
atravesar corriendo la estancia. La siguieron hasta atraparla. Una mujer desquiciada luchaba
por soltarse. Sus gritos eran estremecedores.
Al oír el alboroto, los chicos empezaron a gritar. Los padres acudieron a la llamada de
auxilio rompiendo el muro para sacarlos. Entre besos y llantos se produjo el milagro.
Las investigaciones policiales descubrieron que la joven que habitaba la casa era una chica
que se había escapado con su profesor de ciencias. Él había muerto fruto de unos gases
tóxicos producidos por sus propios experimentos. Esos productos habían producido
demencia en la bella joven que recorría los bosques cual fantasma en busca de su amor.
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En "relato"
01/11/201114 Respuestas
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Comentario
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Después de tu relato del osito, me he llevado una gran sorpresa con este, MªCarmen,
porque es totalmente diferente, e increíblemente tenebroso, que creo que esa era tu
intención. Me gusta mucho tu estilo en ambos casos. Enhorabuena!
Laura, qué te voy a decir de la ilustración que ya no sepas… ¡Que cuanto más la
miro más me gusta!
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Magnífico relato y estupenda ilustración, encajan muy bien una con otro. Felicidades
a las dos por el trabajo.
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4. Miguel Ángel Rodrigo Jiménez en 09/11/2011 en 20:03
Mayca, ¡nos has llevado por donde has querido! Qué buen final y que buen
desarrollo de una trama que era, en cierta manera, una pista falsa. La infidelidad y
como consecuencia el crimen pasional (desde luego, que no suele resultar nada
perfecto, ahora que el tema está sometido a votación), la locura y la leyenda. Eso ha
bastado para que todos esperásemos que la atractiva y ectoplasmática marquesa se
hubiese “hecho cargo” de los chavales.
La idea del extraño olor, el profesor de ciencias muerto por inhalaciones letales y la
chica enloquecida, un giro que, al menos yo, no esperaba ya a tres líneas del final del
relato. Muy bien!!
¡Qué susto!
¡¡¡Enhorabuena!!!
¡¡Enhorabuena!!
¡¡¡Saludos!!!
Responder
Buenos Miguel Angel por la parte que me toca, y aunque solo sea en dos palabras al
Responder
Historias de terror alrededor de una hoguera. Cuentos que nos quitan el sueño y el
aliento a partes iguales. Hacía mucho que no me sentía ahí, sabiéndome seguro y a la
vez temeroso. Un relato grandioso Mª Carmen, y una historia que bordea ente la
fantasía y la realidad visto como se mueve el mundo últimamente (aunque esto tal
vez no sea verdad pues quizás siempre ha sido así, sólo que ahora con los medios
nos enteramos de más y más desgracias). Una prosa medida y controlada que ayuda
a la historia completan el cuadro que tan acertadamente Laura ha sabido plasmar con
la personificación de ese fantasma de mujer que tal vez jamás existió o tal vez
siempre estuvo ahí. Felicidades a ambas.
Responder
Responder
Gracias Susana
Responder
Muchas gracias por vuestras palabras. Perdonad que no haya contestado antes pero
ando muy liada. Un besote.
Responder
¡Qué buena historia Mª Carmen! Me gusta mucho que hayas usado el tema de los
bosques para crear una leyenda, que en realidad no es tal.
Responder
11. aurinlopez en 17/11/2011 en 16:09
Gracias por mi parte Montse, despues de leer tu post me ha asaltado una duda, no
eres la primera que mencionas lo de la mascarilla, de hecho Miguel Angel tambien
lo hace, os referis a las que estan detras de la pared ??
Responder
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