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La Convención Interamericana sobre DFP expresa que el autor solo puede ser un agente del Estado, o una
persona que obre bajo su mando o asentimiento. Por su parte, la definición del Estatuto de Roma establece
como posibles autores, al Estado u organización política, otorgando la posibilidad de que miembros de una
organización subversiva enfrentada al Estado, pudieran cometer este hecho punible. Sin embargo, en ambos
casos la DFP se compone de dos actos sucesivos. El primero de ellos, coincide en: la privación de la libertad de
otra persona; y, el segundo, la negativa de informar sobre la situación del detenido de manera que se dificulta
o impide su protección jurídica.
En el supuesto que aparezca el detenido algunas horas o días después, ¿se configura desaparición forzada de
personas? No, pues faltaría la intención de sacar del amparo de la ley a la víctima por un período prolongado
(como lo establece el Estatuto de Roma), si bien no requiere que dicha permanencia se realice realmente, sí
exige que el autor la persiga.
La desaparición forzada aparece en nuestra legislación, a partir de la creación del Código Penal de 199, no tenía
existencia en el Código Penal de 1924 y aparece a causa de los acontecimientos sucedidos en la Segunda Guerra
Mundial, así como los años de terrorismo en el Perú de 1980 a 2000, siendo que el Código Penal de 1924 era
incipiente, y recién se comenzaba a conocer la conducta criminal, si le ponemos una fecha de inicio al terrorismo en
el Perú, viene a ser el 17 de mayo de 1980 en Ayacucho, a causa del olvido de las zonas rurales por parte del estado,
nace como una forma de protesta y de querer llegar al gobierno empleando la violencia, allí mandaron a unidades
militares a la zona pero como estos no conocían la forma de operar de los terroristas, entonces quisieron restablecer
el orden al precio que sea, comenzando así a ocurrir la desaparición forzada, vulnerando así derechos humanos muy
importantes. Según varias estadísticas, y según bases de datos, se conocen aproximadamente 20 329 casos, sin
embargo se desconocen aún más.
Artículo 320°.- El funcionario o servidor público o cualquier persona con el consentimiento o aquiesciencia de aquel,
que de cualquier forma priva a otro de su libertad y se haya negado reconocer dicha privación de libertad o a dar
información cierta sobre el destino o el paradero la víctima, es reprimido con pena privativa de libertad no menor de
quince años ni mayor de treinta años, e inhabilitación, conforme al artículo 36° incisos 1) y 2).
2.1. MULTIPLICIDAD DE BIENES JURÍDICOS
La jurisprudencia de la CIDH sostiene que se trata de un delito pluriofensivo. Lo cual, reafirma nuestra Sala
Penal Nacional, en el Caso Ernesto Castillo Páez:
…“la desaparición forzada busca la protección de una multiplicidad de bienes jurídicos, tales como el
derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona, la prohibición de tratos crueles inhumano o
degradantes, el derecho a no ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado, el derecho a un juicio
El carácter ilegal de la detención, puede suceder de una modalidad de ejecución no necesariamente ilegal.
Es decir, no resulta relevante la forma en que se hubiese iniciado: lícita o ilícita, violenta o pacífica, siempre y cuando
afecte a la libertad personal. Seguida de la ilegalidad deriva de la falta de información, la Corte añade como
característica fáctica de la desaparición forzada la prolongación de la conducta.
2.3. SUJETO ACTIVO
El sujeto activo de este tipo penal pude ser un funcionario o servidor público que actuara en ejercicio de sus
funciones o pueden ser agentes del Estado, o personas que actúen con la autorización, apoyo o aquiescencia del
Estado. La persona que lleva a cabo la privación de libertad tiene el deber jurídico de informar sobre el paradero
del detenido y permitirle a este el controlar su detención.
En sentencia de parte de CIDH en un proceso que se siguió entre Gómez Palomino vs. Perú señala que “Para
garantizar la plena protección contra la desaparición … el derecho penal interno debe asegurar la sanción a todos
los “autores, cómplices y encubridores del delito de desaparición forzada de personas” sean agentes de Estado o
“personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado”
Una desaparición es una forma de sufrimiento doblemente paralizante: para las víctimas, muchas veces
torturadas y siempre temerosas de perder la vida, y para los miembros de la familia, que no saben la suerte corrida
por sus seres queridos. Las víctimas saben bien que sus familias desconocen su paradero y que por lo tanto, son
escasas las posibilidades de que alguien venga a ayudarlas. Esto es que los agentes actuan con dos propósitos,
inocular o neutralizar al opositor mediante su detención; otra, aterrorizar al grupo de personas al que pertenece la
víctima (Monroy Campos, 2006, pág. 7).
En efecto, como hemos señalado, tanto la jurisprudencia de la CIDH como diversas normas internacionales
consideran que la desaparición forzada implica una “violación múltiple y continuada” Aunque el término correcto
que se debiera utilizar sería el de “delito permanente”, ya que en el derecho penal, el primer término mencionado
representa una forma de tratar casos de concurso real de delitos en beneficio del reo. Lo anterior permite que
la Corte pueda pronunciarse sobre una presunta desaparición forzada, aun si esta se inicia con anterioridad a la
fecha en que el Estado reconoce la competencia de la Corte, siempre y cuando dicha violación permanezca o
continúe con posterioridad a dicha fecha. Por lo tanto, al analizar un supuesto de desaparición forzada se debe
tener en cuenta que la privación de la libertad del individuo solo debe ser entendida como el inicio de la violación
compleja, que se prolonga en el tiempo: hasta que se conoce la suerte y el paradero de la presunta víctima.