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Septiembre 28, 2016

Introducción a la Posmodernidad (2): Jean-François Lyotard y el fin de los grandes relatos


(por Jan Doxrud)
Filosofía, Historia
Introducción a la Posmodernidad (2): Jean-François Lyotard y el fin de los grandes
relatos (por Jan Doxrud)

El concepto de postmodernidad, al menos en filosofía, se asocia al nombre del teórico


literario y filósofo francés Jean-François Lyotard (1924-1998). Lyotard realizó sus
estudios en la Sorbona elaborando una tesis que trataba sobre la indiferencia como concepto
ético, abordando así las diversas formas de desapego e indiferencia como en el estoicismo,
budismo zen, epicureísmo y el taoísmo. Su tesis doctoral, que fue publicado en 1971 bajo el
título de Discurso y Figura, constituyó su incomodidad en relación al estructuralismo y con
aquello enfoques que pretendían distanciarse y desconectarse de la experiencia, apelando
para sí una suerte de estatus universal y atemporal, que se elevaba por encima del mundo
fenoménico. Para ese entonces Lyotard, quien había militado en el movimiento socialista
libertario “Socialismo o Barbarie” (1948-1965) y en “Pouvoir Ouvrier”, se había alejado
gradualmente del marxismo por su rígida estructura con la que abordaba los fenómenos de la
vida. Esto quedó en evidencia con la publicación de su libro titulado “Economía Libidinal”
(1974) donde realiza una crítica de la sociedad siguiendo la línea de Gilles Deleuze (1925-
1995) y Félix Guattari (1930-1992), así como de Jean Baudrillard (1929-2007)

Para efectos de esta sección nos interesa principalmente su obra de 1979 titulada en español
como “La condición postmoderna” y, en francés, “La condición posmoderna: rapport sur
le savoir”, es decir, se ocupa de la condición posmoderna así como de realizar un reporte
sobre la noción de conocimiento en esta sociedad posmoderna. Este informe sobre el saber
en las sociedades desarrolladas fue propuesto por el Conseil des Universités del gobierno de
Quebec, por demanda de su presidente. Es justamente este libro el que tendrá mayor eco en
la comunidad intelectual y abriría un gran debate que continúa hasta nuestros tiempos. En la
introducción Lyotard nos informa sobre el objeto de su estudio que es la condición del
saber (y el poder, que son caras de una misma moneda) en las sociedades
desarrolladas. Lyotard llama a esta condición “posmoderna” y que designa “el estado de
la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la
ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo XIX”[1].
Uno de los temas centrales de su obra es la crisis de los relatos. Es esto último lo que
caracteriza a la postmodernidad, la incredulidad frente a los diferentes metarrelatos que se
han formado a lo largo de la historia humana. En su breve libro de 1986 “La posmodernidad
(explicada a los niños)”, Lyotard aclara qué entiende por estos metarrelatos expuestos en su
obra de 1979:

“…son aquellos que han marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y


de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado
del capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la
tecnociencia capitalista, e incluso, si se cuenta al cristianismo dentro de la modernidad
(opuesto, por lo tanto, al clasicismo antiguo), salvación de las creaturas por medio de la
conversión de las almas vía el relato crítico del amor mártir. La filosofía de Hegel totaliza
todos estos relatos y, en este sentido, concentra en sí misma la modernidad especulativa”[2].

Lyotard aclara que estos metarrelatos no son mitos en el sentido de las fábulas, puesto que, a
diferencia de estas, los metarrelatos no buscan la legitimidad en un acto originario
fundacional, sino que en un “futuro que se ha de producir, es decir, en una Idea a realizar.
Esta Idea (de libertad, de luz, de socialismo, etc) posee valor legitimante porque es
universal”[3]. Más adelante agrega Lyotard: “Por metarrelato o gran relato, entiendo
precisamente las narraciones que tienen función legitimante o legitimatoria”[4]. Además,
para Lyotard, no solamente ha caído en desuso el dispositivo metanarrativo de la
legitimación, sino que la misma filosofía metafísica ha entrado en crisis de manera tal que la
sociedad que viene ya no partirá de una “antropología newtoniana”, sino que de una
“pragmática de las partículas lingüísticas”, idea que Lyotard toma de Ludwig
Wittgenstein y su idea de “juegos de lenguaje”.

Regresemos al tema que señalado al comienzo: ¿cuál es la situación del saber en las
sociedades de los países industrializados? Para nuestro pensador el saber es la mercancía
informacional indispensable para las potencia productivas y ha sido el principal motor
de producción que ha reconfigurado la situación de los países desarrollados, así como el gran
embudo de los países en vías de desarrollo. Esto lleva a Lyotard a pensar que la brecha
existente entre estos dos mundos no hará más que aumentar en el futuro. Junto a esto, está el
futuro del Estado frente a los avances tecnológicos y la globalización económica. Al respecto
escribió Lyotard:
“La transformación de la naturaleza del saber puede, por tanto, tener sobre los poderes
públicos establecidos un efecto de reciprocidad tal que los obligue a reconsiderar sus
relaciones de hecho y de derecho con respecto a las grandes empresas y más en general con
la sociedad civil. La reapertura del mercado mundial, la reanudación de una competencia
económica muy viva, la desaparición de la hegemonía exclusiva del capitalismo americano,
el declive de la alternativa socialista, la apertura probable del mercado chino al comercio,
y bastantes otros factores, ya han venido, en los últimos años de los 70, a preparar a los
Estados para una seria revisión del papel que habían adquirido la costumbre de interpretar
a partir de los años 30, y que era de protección y de conducción, e incluso de planificación
de las inversiones”[5].

Decía más arriba que un metarrelato se legitimaba por medio de una Idea a realizarse en el
porvenir. Importante es, por lo demás, aclarar que la legitimización de un saber particular
hay que encontrarlos en los relatos y, por ello, Lyotard se adentra en el análisis de
estos. Lyotard pone en duda la legitimación del saber científico. ¿Puede la ciencia salir
incólume de la disolución de los grandes relatos? Entendemos por legitimación el
proceso por el cual un legislador se encuentra autorizado para promulgar una ley como
norma. Así, en el caso del saber científico, la legitimación es el proceso por el cual el
legislador que se ocupa de este tipo de discurso “está autorizado a prescribir las condiciones
convenidas (en general, condiciones de consistencia interna y verificación experimental)
para que un enunciado forme parte de ese discurso, y pueda ser tenido en cuenta por la
comunidad científico”[6].

Pero, ¿pueden estos discursos seguir operando en el modelo de sociedad postmoderna


descrito por Lyotard? El pensador francés señala que la naturaleza del lazo social desde
la perspectiva moderna se divide en dos discursos que datan del siglo XIX. El primero es
el de considerar la sociedad como un todo orgánico, que con el sociólogo norteamericano
Talcott Parsons (1902-1979) toma un nuevo rumbo, puesto que la sociedad ya no es tomada
como un todo orgánico sino que, más bien, el modelo a seguir es ahora el de la
cibernética. La teoría de los sistemas y la cibernética difundida, principalmente, por el
matemático norteamericano Norberto Wiener (1894-1964) y el biólogo y filósofo austriaco
Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) influyeron notablemente en el trabajo de Parsons,
donde los conceptos de sistema, jerarquía, aparato y criterio de jerarquización son claves para
entender su sociología. De acuerdo a Lyotard, el principio del sistema es aun optimista y que,
por lo demás, “corresponde a la estabilización de las economías de crecimiento y de las
sociedades de la abundancia bajo la égida de un welfare estate moderado”[7].

El segundo discurso acerca del lazo social es el de la corriente marxista y todas las
escuelas que la componen, esto es, aquellas que admiten el principio de la lucha de clases y
la dialéctica como dualidad que produce la unidad social. Pero, de acuerdo a Lyotard, este
modelo crítico, refinado por pensadores, como los de la Escuela de Frankfurt, adolece de una
debilidad y es que el principio de la división, esto es, la lucha de clases, “se difuminó hasta
el punto de perder toda radicalidad, encontrándose finalmente expuesto al peligro de perder
su estabilidad teórica y reducirse a una “utopía”, a una “esperanza”, a una protesta a favor
del honor alzado en nombre del hombre, o de la razón, o de la creatividad, o incluso de la
categoría social afectada in extremis por las funciones ya bastante improbables de sujeto
crítico, como el tercer mundo o la juventud estudiantil”[8]. En contra de esta solución dual,
Lyotard propone la alternativa posmoderna de la naturaleza del lazo social. La sociedad
actual no se acomoda con el enfoque binario de la sociología decimonónica y de aquella de
finales de la Segunda Guerra Mundial. La nueva sociedad, si es que puede denominarse de
ese modo, se caracteriza por la atomización de lo social en redes flexibles de juegos de
lenguaje. En esta sociedad los Estados-naciones, los partidos, las instituciones y tradiciones
históricas pierden su atractivo. De la descomposición de los grandes relatos, afirma
Lyotard, sigue la disolución del lazo social, “y el paso de las colectividades sociales al
estado de una masa compuesta de átomos individuales lanzados a un absurdo movimiento
browniano”[9]. Tenemos, pues, que el lazo social es lingüístico y no está hecho de una
sola fibra. En lugar de grandes metarrelatos filosóficos, políticos y religiosos, sólo
existen distintos “juegos de lenguaje” y, de acuerdo a esta idea desarrollada por
Wittgenstein, existen múltiples usos del lenguaje y son estos usos son los que establecen
los significados a las palabras. Las palabras tienen un significado de acuerdo a los
distintos contextos en los cuales se usan, por lo que los usos del lenguaje tienen relación
con formas de vida particulares y no existe, por ende, un metalenguaje, es decir, un
lenguaje utilizado para hablar del lenguaje que pueda ser entendido por estos distintos
juegos de lenguaje.
Para el "segundo" Wittgenstein, es decir, el de las "Investigaciones Filosóficas", el
significado de una palabra es el uso que se le da en el lenguaje y que hablar un lenguaje forma
parte de una actividad o una "forma de vida"

Para Lyotard el saber científico deja de tener un rol hegemónico en relación con otras
clases de narrativas. Para el autor francés tanto las ciencias como las tecnologías de punta se
apoyan en el lenguaje y, como tal, tienen sentido dentro de sus propias fronteras, por lo que
la ciencia estaría compuesta por juegos de lenguaje que dan origen a distintas narrativas, por
lo que Lyotard asesta un duro golpe al mismo estatuto de las ciencias ya que estas no
estarían por encima de todas las demás clases de narrativas ya que ella misma sería otra más
de estas. Vemos, entonces, que la ciencia, antaño concebida como la más alta forma de saber,
que trascendía las subjetividades, las religiones, supersticiones, que progresaba hacia un
saber totalizador y pretendía tener una validez universal, se desmorona si estamos de acuerdo
con el discurso de Lyotard. ¿La ciencia libera?

Pero la historia no termina aquí, puesto que el metarrelato de la emancipación ya no es


sostenible, al igual que el metarrelato del progreso indefinido. ¿Qué ha quedado tras el de la
Segunda Guerra Mundial? ¿Qué queda tras el derrumbe de la Unión Soviética, y con ella, el
discurso emancipador marxista? ¿Cómo puede la ciencia ahora auto legitimarse sin estos
mitos que se han diluido? Lyotard es claro que el proyecto moderno no ha sido abandonado
ni olvidado, sino que destruido y liquidado. ¿Qué es lo que queda en pie en el pensamiento
de Lyotard? De acuerdo a al pensador francés la deslegitimación forma parte de la
modernidad. ¿Quién puede decir si Cristo es hijo de Dios o es un impostor?, se pregunta
Lyotard ¿Cuál es la fuente de legitimidad tras el guillotinamiento de Luis XVI? ¿El pueblo?
Pero el pueblo como toda “Idea” está sometida a disputas, después de todo puede preguntarse
el lector, ¿qué es el pueblo? Los campesinos ucraniano condenados a morir de hambre en
Ucrania por Stalin? ¿Es lo que la nomenclatura estimaba que debía ser “pueblo”?

Para Lyotard, Auschwitz y la Shoá tiene un significado importante: la destrucción


física del soberano moderno. Se pretendió destruir a un pueblo completo, por lo que, este
crimen, de acuerdo a nuestro autor, “abre la modernidad, crimen de lesa soberanía, ya no
regicidio sino populicidio (algo diferente de los etnocidios)”[10]. Si Theodor Adorno
estaba convencido de la imposibilidad de la poesía después de Auschwitz, con Lyotard
nos preguntamos si es posible que se sostenga algún gran relato. La respuesta de Lyotard
es que, tras la decadencia de los metarrelatos, surge la posibilidad de la emergencia de
historias pequeñas o no tan pequeñas que puedan continuar tramando el tejido de la
vida cotidiana. Ni siquiera admite la posibilidad de la continuidad del metarrelato de la
decadencia, es decir, el relato de la decadencia de los grandes relatos. Por otro lado, la
religión está lejos de ser la dirección en la que se orienta la sociedad, siendo este un
horizonte completamente clausurado. La dirección que debemos adoptar tras la “pérdida del
nosotros moderno” es una de carácter antimitologizante. En su libro, “La posmodernidad
(explicada a los niños), en una carta dirigida a la hija del director de teatro, Herbert Blau
(Jessamyn), Lyotard aclara que utilizó a Auschwitz para dar a entender hasta qué punto
la materia de la historia occidental reciente parece inconsistente a la luz del proyecto
moderno de emancipación de la humanidad. Sumado a esto, ninguna de las demás
ideologías parece haberlo hecho mejor, ya que “ni el liberalismo, económico o político, ni
los diversos marxismos salen incólumes de estos dos siglos sangrientos. Ninguno de ellos
está libre de la acusación de haber cometido crímenes de lesa humanidad”[11].

Regresemos a la idea central y es que la postmodernidad es una actitud de incredulidad


y hasta de rechazo hacia los metarrelatos, al discurso de la razón emancipadora, aquel
proyecto que tenía en mente Immanuel Kant (1724-1804) de salir de la minoría de edad. La
Ilustración y el marxismo, entre otros relatos, parecen haber quedado disueltos y liquidados.
El proyecto de la Ilustración fracasó y los grandes relatos como el cristianismo, el marxismo
y el hegelianismo han explotado dando origen a pequeños fragmentos, historias pequeñas
que conviven simultáneamente y desde las cuales emergen nuevos sentidos, interpretaciones
y horizontes hacia los cuales avanzar. La homogeneidad y el orden que pretendían
establecer los metarrelatos han sucumbido para dar paso a un caleidoscopio de
miradas, enfoques, juegos de lenguajes, en pocas palabras, un mundo mulicentral o
plurinuclear.

[1] Jean-François Lyotard, La condición posmoderna (Argentina: Cátedra, 1991) 4.

[2] Jean-François Lyotard, La posmodernidad (explicada a los niños) (España: Editorial


Gedisa, 2003), 29.

[3] Ibid., 30.

[4] Ibid., 31.

[5] Jean-François Lyotard, La condición posmoderna, 7.

[6] Ibid., 10.

[7] Ibid, 13.

[8] Ibid., 14.

[9] Ibid., 15.

[10] Jean-François Lyotard, La posmodernidad (explicada a los niños), 31.

[11] Ibid., 91.

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