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En el primer capítulo de este libro, Sus huellas en las arenas del tiempo, en el cual
nos centraremos, se plantean varias ideas en torno al sentido de la historia en
relación con nuestro presente y nuestro actuar en él. Sobre la premisa del carácter
temporal de los seres humanos y sus creaciones, como por ejemplo la historia, que
para Rieff es una construcción de sentido variable, se fundamenta principalmente la
idea de que la memoria histórica colectiva puede llegar en algún punto a ser un
ejercicio absurdo.
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experiencia y el presente, que recordarlos consiste más en una tradición o
convención que en un hecho significativo. Es por tanto una rememoración absurda.
Las memorias son algo personal, hablar de ellas en un sentido generalizado carece
de significado pues supone que todos compartimos una experiencia relacionada con
los mismo eventos, lo cual es fácticamente imposible. Además, cuando se habla de
memoria histórica colectiva, no nos referimos a hechos recientes, ni siquiera a veces
experimentados por una minoría, sino que se refiere a acontecimientos muy
distantes en el tiempo, que atañen a un colectivo porque ese colectivo entabla con
dicha historia una proximidad psicológica mediada por la identificación dentro de un
Estado-nación. Así pues, para Rieff, este concepto, aparte de carecer de sentido
por su imposibilidad fáctica, está más asociado a la política y a la ideología que
sustenta la unidad nacional que a la historia, pues, la historia como disciplina
académica no permite la construcción de narraciones tan unívocas y claras.
Cabe entonces preguntar, como lo hace Rieff, qué conveniencia puede tener para
la sociedad recordar un pasado que, en primer lugar, carece de verdad científica y,
en segundo lugar, es herramienta de la política y la ideología. Es un conocimiento,
si se lo puede llamar así, que no reporta beneficios ni intelectuales ni emocionales.
Entonces, por qué no reconsiderar el valor, quizá excesivo, que se le da a la
rememoración del pasado, por qué no explorar la idea de que el olvido contribuye
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de manera mucho más evidente a la paz de los pueblos. Es a esta reflexión a la que
nos convoca Contra la memoria.
El texto de Rieff, diría yo, más que proponer la devaluación del concepto de memoria
en pro del de olvido, lo que pretende es que tengamos una concepción del pasado,
de la historia y de la memoria de la violencia mucho más profunda, menos pasiva e
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inconsciente. Donde el acto de reflexionar sobre el pasado no implique un acto
público donde cada quien expone su afectación o una postura autocomplaciente y
condescendiente, que esta reflexión no se vuelva sensiblería barata para mover a
las masas al igual que cualquier discurso demagógico, sino que sea un ejercicio
mucho más serio, que lleve a concluir que una vez acabado el dolor hay que seguir,
no quedarse a contemplar las profundidades del alma humana y hallar resarcimiento
en eso mientras se descuida el presente. Lo que Rieff propone es una postura
pragmática frente a los traumas del pasado, que dice que para llorar y lamentar
también debe haber un alto pues los pueblos, al igual que los sujetos individuales,
necesitan un poco de olvido para avanzar. La memoria es un arma de doble filo.