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Un artículo, solo para “matanceros”

“Ciudad cubana del amor”, uno de los marketingsposibles para promocionar a Matanzas
En una entrevista lejana en el tiempo ya, la poetisa Carilda Oliver Labra definió a Matanzas tras
las palabras de alguien y dijo, la “ciudad que le faltaba al mundo“.
Hace unos años, un colega amigo latinoamericano de visita a la urbe y casi de total recorrido por la
isla, intentaba descifrar a la Atenas de Cuba en medio de coincidencias y diferencias con el reto del
país. Con los años se convirtió en uno de sus amantes lejanos, nunca expresó el por qué y lo hace
tan de corazón que siempre le agradeceré ese gesto casi solidario con los personajes e historias
poéticas que acompañan los márgenes de la ciudad.
En tan solo un día y con marcado ritmo de trabajo, la redacción de TV Yumurí me pidió una crónica
para el naciente canal cubano de noticias Caribe, estaba entonces en un lugar de culto para los
matanceros, en las alturas de Monserrate. Pedía planos, vistas de la ciudad, del Valle Yumurí, de
la propia Ermita y mientras agradecía a los trabajadores de este centro cultural, conocido por su
gestión comunitaria y artística en el peñasco conquistado por los catalanes más de siglo y medio
atrás, conocí de una de las estrategias de marketing del lugar.
“Necesitamos tocar la campana“, le solicité a la veladora de la sala de este espacio ya insertado
dentro de ese concepto identitario de la “matanceridad”. “Necesitamos tocar la campana para
utilizar su sonido…”. Me dice que no resulta problema alguno porque todos los que acceden al
campanario apelan a los toques.
Me sorprende, y explica que es simplemente la “campana del amor“…del ¿amor?. Del amor, asiente
y esboza esa media sonrisita cómplice.
Supe entonces que la Ermita de Monserrate de Matanzas posee una que atrae y facilita el trabajo
de Cupido, de ahí que cientos de visitantes asciendan los 70 escalones de madera con la mayor de
las convicciones. Y me resultó curioso que la alternativa de promoción de este espacio natural,
coincidiese con las líneas de trabajo entendidas por un grupo de expertos un tiempo atrás, con vista
a favorecer la imagen de la también conocida Nápoles de América.
En aquel entonces y en torno a los proyectos de la Oficina del Conservador de Matanzas, ellos
exponían el interés de apropiarse de los atractivos históricos y espirituales que pueden situar a la
ciudad como “la urbe cubana del amor”.
Desde ese momento de hipótesis, me fascinó la idea aunque de marketing y publicidad solo tengo
en mi currículo profesional un semestre mal y pronto de quinto año. Me fascinó la idea porque
rejuvenecía las maneras de verla y entenderla, sin estar ajenas a los conceptos bases que mueven
su imaginario: los ríos, los puentes y el espíritu bohemio, nostálgico y poético del ser matancero.
Es evidente que de aquel encuentro, la más convencida de entender a la Atenas de Cuba como “la
ciudad cubana del amor“, debió ser esta escribidora que a partir de esa cita comenzó a atar
coincidencias históricas, compartirlas y nutrirlas con sus más allegados.
Si fuéramos a ejemplificar, tendríamos que llegar a uno de los volúmenes recientemente reeditado
por la Editorial Matanzas, La historia de mi vida del escritor cubano vivo más leído, Leonardo
Padura. La novela toma entre sus escenarios a la urbe yumurina del siglo XIX y da fe, desde las
técnicas de la ambientación y ficcionalización, de los amores del primer poeta cubano, José María
Heredia, vividos en las calles y plazas públicas.
Sin andar mucho, aún en medio del siglo que lanzó su ambiente cultural a escala de la nación, uno
de sus bardos, José Jacinto Milanés, autor de La Tórtola y de otros poemas que se insertan dentro
de la poesía colonial cubana, perdió la razón luego de enamorarse sin remedio de su prima Isa, amor
imposible y tormentoso al que los rumores achacaron la pronta muerte del poeta yumurino.
O simplemente acotar toda la producción neorromántica de la que es llamada la “novia de
Matanzas“, la poeta Carilda Oliver Labra, escritora inclusive apegada a otras maneras dentro de la
Literatura, como la social y comprometida, pero justamente aquella la de matices románticos la ha
lanzado al mundo desde su terruño. Recordar tan solo su inconfundible, Me desordeno, amor, me
desordeno.
Para terminar mi crónica televisiva, preferí decir, “este es el espíritu de una ciudad que bien podría
aspirar a la urbe cubana del amor, ¿alas?, alas no le faltan para alcanzar el sueño”.
De eso estoy completamente segura y creo que a muchos he entusiasmado por el camino. Sin
embargo, para aterrizar el sueño, Matanzas, próxima a cumplir su aniversario 325, necesita de
buenos expertos en marketing de cuidad que la promocionen por sus atractivos naturales e
históricos, con la sensibilidad y profundidad y estudio que ella amerita.
La intención es extraerle su esencia propia y diferente al resto de los espacios cubanos, todos
identificados por lo similar de la arquitectura. Esencia que aquel colega supo captar. Les prometo
preguntar, si alguna vez coincidimos en el chat.

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