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Desarrollo urbano
de Baja California
Tito Alegría
Garita fronteriza de San Ysidro entre Tijuana y San Diego.
Alfonso Caraveo Castro, Archivo Colef.
Introducción
L a gran urbanización de Baja California es singular por ser históricamente reciente, por
su rapidez absoluta y relativa comparada con el resto del país, y porque su territorio es
débil en recursos naturales que han mostrado ser propicios para la formación y creci-
miento de ciudades en otras latitudes, en particular, fuentes de agua dulce y de energía.
Al inicio del siglo xx el estado tenía menos de 8 000 residentes y Ensenada, con menos de 2 000
habitantes, era su única ciudad; en 2005 la entidad se acercó a los 3 millones de residentes concen-
trados la mitad de ellos en Tijuana, la más grande de sus ciudades. Desde 1921 la población de Baja
California creció 121 veces, mientras que el país lo hizo siete veces, y las ciudades del estado, particu-
larmente las fronterizas, fueron las que absorbieron ese crecimiento demográfico, de manera que 85
por ciento de su población residía en localidades de más de 15 mil habitantes al 2005.
Ese rápido y singular proceso de urbanización no puede explicarse con las teorías que explican
el crecimiento de urbes del interior del país (Garza, 1985). Al respecto, el autor ha desarrollado
una interpretación del crecimiento urbano en la frontera norte de México (Alegría, 1992, 2009)
que moldea la explicación de la urbanización de Baja California que se presenta en este ensayo.
Desde esa interpretación las ciudades crecieron debido a la mezcla de factores surgidos en dos es-
calas territoriales: la primera incluye aspectos macroeconómicos de México y Estados Unidos, y la
segunda se refiere a procesos localizados en la región entre los cuales destacan las consecuencias
de la evolución del rol institucional de la frontera internacional.
Este documento presenta en el primer apartado el cambio locacional de la concentración urbana,
desde el interior del estado hacia el borde internacional. Luego se presenta la interpretación de ese cam-
bio locacional y del gran crecimiento urbano sobre la frontera; después se desarrolla el rol institucional
del límite internacional en el desarrollo urbano fronterizo, y se finaliza con comentarios sobre el futuro
cercano del crecimiento urbano en la etapa que podemos caracterizar de posglobalización.
En general, el tamaño de las ciudades se debe a las funciones o actividades que contiene en un
período determinado, y ellas se agrupan en dos tipos, las funciones de lugar central y las especia-
les. Las primeras son los servicios que proveen a su región circundante, las cuales pueden ser por
[ 127 ]
ejemplo atención a la agricultura con insumos y como lugar de mercado de sus productos agrope-
[ 128 ]
cuarios, o atención a las ciudades menores con servicios especializados (por ejemplo, hospitales,
tito alegría
universidades, gobierno) y bienes, de manera que sólo las ciudades grandes proveen productos de
poca frecuencia de consumo y alto precio. Este tipo de organización es jerárquica porque habrá
varias ciudades de poco tamaño y pocas funciones, y sólo una urbe de mayor tamaño con casi todas
las funciones atendiendo y liderando a su región circundante.
Las funciones especiales aparecen sólo en algunas ciudades, y su presencia generalmente de-
pende de las características de su localización y de los recursos naturales cercanos, como minas o
cuerpos de agua que dan lugar a puertos.
Las ciudades de Baja California están organizadas con una jerarquía funcional liderada por
Tijuana, además, en cada ciudad predominan funciones especiales, como la maquila en la ciudad
líder, gobierno en Mexicali, y puerto, en Ensenada. En épocas anteriores, sin embargo, esta estruc-
tura era diferente.
La urbanización de Baja California tiene la singularidad de expresar de manera directa las
fuerzas del capitalismo moderno que la fomentaron por no tener las restricciones de una historia
urbana anterior, colonial. La localización de sus ciudades no está atada a alguna mina, a un punto
de defensa, ni a un centro político administrativo, como sucede con la mayoría de las actuales
grandes ciudades mexicanas que fueron fundadas por los españoles. La localización, el tamaño y
las funciones de sus ciudades son producto de las fuerzas económicas e institucionales, binaciona-
les desde un inicio, que influyeron poco en la urbanización del resto del país.
En la época del cambio del siglo xix al siguiente, ambos lados de la frontera internacional era
una zona casi sin población, siendo el pequeño San Diego el único poblado cercano. Al principio
del siglo xx todo el estado tenía muy poca población, cuya mayoría se encontraba en pequeñas
localidades dispersas, teniendo a Ensenada con menos de 2 000 habitantes como su única ciudad
(Cuadro 1). Los intentos del gobierno federal en la segunda parte del siglo xix por poblar este te-
rritorio habían fracasado.
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centrando casi la cuarta parte de su población, liderazgo que mantuvo hasta fines de la década de
Los procesos de naturaleza transfronteriza incluyen actividades cuyos orígenes o destinos son
fronterizos. Algunas actividades de este tipo fueron importantes desde el inicio de la urbanización
fronteriza, pero han sido cada vez más importantes, y han aparecido nuevas, a medida que la frontera
se volvía menos permeable a la interacción y que las economías de ambos países se hacían más dife-
rentes. Las actividades transfronterizas más importantes para el crecimiento urbano son tres: la inver-
sión manufacturera, el empleo transfronterizo, y las ventas de bienes y servicios de consumo final.
La jerarquía urbana que surgiría de la lógica del patrón del lugar central se modificó al añadirse
en algunas ciudades funciones especializadas, que son las que constituyen los procesos binaciona-
les de ambos tipos. La jerarquía urbana que surgiría sólo de las funciones de lugar central emerge
de condiciones de mercado internas a la región, teniendo la ciudad líder la función de vínculo con
otras regiones. Hay ciertos bienes y servicios que requieren pocos consumidores, por lo que pueden
ofrecerse en todas las ciudades; pero hay otros que pueden ser proveídos desde un solo lugar, por-
que éste necesita la demanda de toda la región para ser rentable, y por ello este lugar es el centro
regional. Al crecer (o aparecer) alguna función especializada en la región (como la maquila), el
patrón de localización de esta función influye en el cambio de la estructura jerárquica urbana;
cuando las funciones especiales tienen impulsos estructurales fuertes subyugan a las fuerzas que
organizan el patrón de lugar central, promoviendo hacia arriba dentro de la jerarquía urbana a las
ciudades que reciban esas funciones especializadas. El patrón de localización de estas funciones
es en la dirección norte-sur orientado hacia la frontera, y en la dirección este-oeste orientado hacia
la mayor concentración de población en el otro lado de la frontera, hacia el oeste; ello explica por
qué Tijuana, localizada en la frontera y el oeste, asumió el liderazgo regional.
Los procesos binacionales de ambos tipos son producto del efecto combinado de tres condi-
ciones históricamente determinadas: las diferencias estructurales de las economías de México y
Estados Unidos, la contigüidad espacial en la frontera de esas diferencias, y la selectividad del flujo
transfronterizo. De no haber diferencias estructurales, los intercambios entre ambos lados de la
frontera serían menores y similares a los que ocurren dentro de un país entre dos ciudades que tie-
nen un patrón espacial de lugar central, o parecidos a aquéllos entre ambos lados de la frontera de
países de similar desarrollo como en Sudamérica; sin contigüidad geográfica de esas diferencias,
los flujos tendrían diversos orígenes y destinos dentro del país, y reforzarían el patrón espacial del
lugar central antes que el especializado; sin selectividad del flujo transfronterizo no habría razón
para que por ejemplo se permita el flujo hacia el norte de mercancías pero no de personas, elimi-
nándose su influencia en la especialización de la frontera mexicana.
Los procesos binacionales son producto de la contigüidad geográfica de las diferencias estructura-
les de las formaciones económico-sociales de México y Estados Unidos, pero además son el medio
y mediación de los impulsos o estímulos al crecimiento urbano los que generan tales diferencias.
Las diferencias estructurales se plasman en niveles disímiles entre ambos países en la ca-
pacidad de acumulación de capital, el producto nacional per cápita, el monto de los salarios, la
distribución social del ingreso, la estructura de precios y las tasas de desempleo. Los diferenciales
en estas variables son estímulos que generan un gran potencial de interacción entre ambos países
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en términos de flujos de capital, trabajadores y mercancías. Por ejemplo, la inversión se dirige a
35 000
30 000
25 000
20 000
15 000
10 000
5 000
0
1950 1960 1970 1980 1990 2000 Año
E. U. México
están relacionados con la escala binacional y han sido relativamente independientes entre sí en el pasado,
sin embargo, recientemente hay una tendencia a una menor autonomía a medida que México se hace
más dependiente de sus exportaciones y las concentra en un país comprador, Estados Unidos, de manera
que el ciclo económico mexicano dependa cada vez más del de su vecino. Por ejemplo, en 1990 69 por
ciento de las exportaciones mexicanas fueron dirigidas a Estados Unidos, creciendo a 89 por ciento en
2004 (bie-inegi). Para Estados Unidos, la relación con México tiene menos importancia, aunque tam-
bién es creciente. E. U. envió a México en 1985 sólo cinco por ciento de sus exportaciones, y en 2004 10
por ciento (U. S. Census Bureau). A pesar de la creciente interacción entre ambos países, especialmente
después de la firma del tlcan, la divergencia de sus economías es notable en el tiempo.
Los impulsos provenientes del ámbito nacional se materializan como un conjunto de procesos
que surgen al reducirse el crecimiento económico del país, pero que paradójicamente lo impulsan
en la frontera, fomentando así su crecimiento urbano. Para entender la mecánica de este factor
nacional se puede hacer una simulación suponiendo que en el corto plazo la economía de Estados
Unidos no crece y que la mexicana tiene crecimiento negativo (como claramente se vio en la crisis
de 1994-95), que se esquematiza en la gráfica 2.
Diferencias Estructurales
Crece la diferencia entre el pibp-E. U. y el pibp-México
Frontera País
las diferenciastransfronterizas crecen Desempleo y bajos salarios
en salarios y otros costos
Frontera Frontera
Crecimiento Económico Crecimiento Demográfico
• Más inversión maquiladora Migración hacia la frontera
• Transmigración crece
• Otros procesos transfronterizos
crecen
[ 133 ]
turales entre ambos países, que se materializa como una mayor desigualdad entre sus pibp, y un
Industria maquiladora
sus exportaciones. Ello complementa la excención de impuestos que permiten las fracciones 806 y
807 del régimen aduanal de Estados Unidos para insumos exportados que vuelven formando parte
de un producto
La industria maquiladora ha crecido significativamente desde sus inicios, convirtiéndose en
un segmento importante de las actividades económicas del país y de Baja California, y aunque exis-
ten empresas maquiladoras en muchas partes del país, esta actividad persiste como un fenómeno
principalmente fronterizo. El empleo de la industria maquiladora del estado creció 11 por ciento
anual promedio entre 1990 y 2006, permitiéndole concentrar la tercera parte de esa actividad en
la frontera al final de ese período (cuadro 2). En este crecimiento, Tijuana ha jugado un rol pre-
ponderante, pues con una tasa anual de crecimiento de 12 por ciento ha acumulado la cuarta parte
del sector maquilador en la frontera.
[ 135 ]
(1988-2004) dependiendo del ciclo económico de Estados Unidos: Demanda
20
10
0
-2 0 2 4
-10
-20
Tasa anual: pibp EE UU
Crecimiento de la maquila de Baja California (1988-2004) dependiendo de las diferencias estructurales entre Estados
Unidos y México: Oferta.
20
10
0
-3 -.0 -1 -10 0 1 2 3 4 5
-20
Tasa anual: (pibp E. U.) - (pibp México)
Fuente: Estimaciones hechas con datos del bie-inegi (maquila) y de Heston, Summers y Aten (2006) (pibp).
–que la sociedad asumió– se ha profundizado en décadas recientes (Legovini et al., 2005); aunque
en ambos países la porción del ingreso nacional que obtienen los pobres es ahora más bajo que
antes, en México es aún menor, lo que expresa la tendencia a la reducción del salario real.
La industria maquiladora es importante para el crecimiento de las ciudades fronterizas por sus
efectos directos sobre el empleo y los impuestos que genera, pero también por sus efectos indirectos
e inducidos. Indirectamente, la maquila genera empleos en los sectores de servicios y de manufac-
tura en cada ciudad por los insumos nacionales que requiere. Por su parte, los efectos inducidos en
el empleo local se producen por las compras para consumo final que hacen los trabajadores de la
maquila y aquéllos generados indirectamente en los servicios y la manufactura. Hace unos años se
estimó, por ejemplo, que por cada trabajador en la maquila se genera en otros sectores locales un
trabajador en el caso de Tijuana (Alegría, 1995).
El empleo transfronterizo
El proceso binacional que impulsa en segundo lugar el crecimiento urbano en la frontera de Baja
California ha sido denominado trasmigración, y consiste en personas residentes en el lado sur de la
frontera que cotidianamente cruzan hacia el lado norte para ir a trabajar. Este proceso está atado a
la localización fronteriza de residencias y empleos, y es estimulado por las diferencias de salarios.
El impulso al crecimiento urbano de la trasmigración proviene de tres fuentes: i) constituye un flu-
jo de dinero hacia la frontera del estado no producido localmente; ii) al tener su empleo en las ciudades
vecinas de Estados Unidos, disminuye el desempleo local en el lado mexicano de la frontera, permitien-
do que el salario local no disminuya; iii) al residir en el lado mexicano, ellos y sus familias realizan gran
parte de su consumo final en el lugar de residencia, generando empleos indirectos localmente.
En general, tomando datos de las dos más grandes ciudades fronterizas del estado, Tijuana y
Mexicali (Alegría, 2002), los trasmigrantes son en su mayoría hombres (81 por ciento en ambos
lugares), adultos de mediana edad (38 años promedio en ambas ciudades), que terminaron la se-
cundaria (sólo 36 por ciento estudió más que secundaria en ambas ciudades) y reciben ingresos
alrededor del salario mínimo del lugar de empleo. Los promedios de sus salarios mensuales en
cada ciudad eran 1 069 en Tijuana y 1 003 dólares en Mexicali, sin embargo, el salario promedio
mensual incluye personas que trabajaron menos de cinco días a la semana, por lo que el salario
promedio por hora es mayor que el salario mínimo en California.
La participación de los trasmigrantes entre la población trabajadora ha estado creciendo desde
hace algunos años. En 2002 estos trabajadores fueron 8 por ciento de la población económicamen-
te activa (pea) en Tijuana, después de ser 6.3 por ciento en 1994; en Mexicali fueron en el primer
año 7.8 por ciento de su pea, habiendo sido 7.2 por ciento en 1998 (cuadro 3). No todos los tras-
migrantes pueden legalmente trabajar en Estados Unidos; por ejemplo en 1998, en Tijuana, entre
los mexicanos no documentados en San Diego la mayoría eran aquellos que ingresaban a Estados
Unidos con visa de visita (43 por ciento del total de trasmigrantes) y el resto ingresaba sin documen-
to propio (10%); los trabajadores documentados fueron 47 por ciento, incluyendo a los ciudadanos
estadounidenses (14%) y a mexicanos con permiso de trabajo (33 por ciento).
Cuadro 3. Trasmigrantes en la población económicamente activa
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de las dos principales ciudades de Baja California
Este proceso se explica por las crecientes diferencias estructurales entre México y Estados Uni-
dos, que en esta frontera son adyacentes y se materializan como diferencias en salarios. Por ejemplo,
en 1988 el salario hora hombre promedio en la manufactura en San Diego era 9.3 dólares mayor que
en Tijuana; esa diferencia aumentó a 10.4 dólares en 1998.1
Los impulsos que los trabajadores de Baja California tienen para buscar empleo cruzando
la frontera surgen cuando cualquiera de esas personas verifica que los salarios locales mexicanos
pierden su poder de compra en ambos lados de la frontera. Un cambio macroeconómico negativo
crea una situación en la cual a lo largo de la frontera (aun al día siguiente del cambio negativo) el
mismo monto de salario mexicano tiene menor poder de compra localmente (producto de la infla-
ción) y en la ciudad vecina de E. U. (producto de la devaluación del peso). Por la misma cantidad
de tiempo trabajada se recibe menos salario real. Por ejemplo, por cada uno por ciento de aumento
de la diferencia de salarios entre Tijuana y San Diego, los trasmigrantes se incrementan en tres por
ciento, en no más de tres meses desde el cambio salarial (Alegría, 2002).
Aunque la proporción de trasmigrantes no es muy alta en cada una de las ciudades, su impor-
tancia para la economía local es mucho mayor debido a que esos trabajadores reciben en promedio
un salario mucho mayor que los locales y su consumo genera efectos multiplicadores en los secto-
res comercio y servicios. Por ejemplo, en 1998 el ingreso de los trasmigrantes en promedio fue 2.8
veces mayor que el del resto de trabajadores en Tijuana, y en Mexicali 2.4. Por ello, 7.7 por ciento
de la población trabajadora de Tijuana que laboraba en San Diego acumulaba alrededor de 20 por
ciento de la masa salarial de los residentes de Tijuana.
La trasmigración significa empleo directo para los residentes de la frontera de Baja California y
crea un efecto multiplicador en el sector terciario de la economía de sus ciudades, constituyéndose así
en un fuerte impulso al crecimiento urbano del estado.
El crecimiento económico producido por la trasmigración, la industria maquiladora y otros pro-
cesos transfronterizos provee de empleos a los inmigrantes provenientes del resto del país, incluso del
1Fuentes: eneu-inegi para datos de México, y cps –Bureau of Labor Statistic– para E. U.
extranjero (Alegría, 2005), permitiendo bajos niveles de desempleo en las ciudades de la frontera de
[ 138 ]
Baja California y con ello un crecimiento urbano socialmente aceptado, sin embargo, en esta historia
tito alegría
asoma con fuerza su lado negativo. El inusitado y reciente crecimiento del desempleo, que ha llegado
a 7.9 por ciento en Tijuana en 2009, es expresión de la creciente dependencia de la economía del país
y del estado frente a Estados Unidos. Supeditar cada vez más el crecimiento local a la inversión y co-
mercio exterior hace a las ciudades del estado más débiles y sujetas a los vaivenes de la buena fortuna
de los vecinos del norte, a pesar de la creciente obstrucción de la porosidad de la frontera.
Después del viraje de la política exterior de Estados Unidos en 2001, que enfatizó aspectos de
seguridad, su frontera con Baja California es cada vez menos porosa, aunque haya un mayor po-
tencial de interacción transfronteriza. Pero la porosidad de la frontera ha sido selectiva y lo seguirá
siendo en el futuro cercano.
La selectiva de la porosidad de esta frontera ha cambiado en el tiempo, de acuerdo con el
modelo económico de desarrollo nacional de cada país. En el proceso de extensión del capitalismo
y de conformación del Estado‑nación moderno se instituyeron las fronteras como definición del
alcance del ejercicio territorializado de su soberanía y de control de sus mercados internos.
Al principios del siglo xx dominaba la ideología liberal, la economía mundial se articulaba
con el libre comercio, los países sustentaban su desarrollo interno con el comercio y la inversión in-
ternacional. Con estados nacionales poco estructurados para intervenir en la economía y con una
división internacional del trabajo que requería intenso intercambio, las fronteras fueron bastante
permeables al flujo de mercancías, capital y trabajo. En esa época, la frontera de Baja California
con Estados Unidos prácticamente no existía como una línea precisa de división socioecológica y
tampoco era totalmente definible en el paisaje, era más bien una zona de transición que compren-
día territorios de ambos países, y experimentaba libre flujo transfronterizo de personas, dinero y
gran parte de los bienes consumidos, siendo “inexistente para la vida cotidiana de aquella época”.
En la siguiente etapa, que se basó en el “desarrollo hacia adentro” y que requirió de Esta-
dos‑nación consolidados, las fronteras perdieron permeabilidad para los factores económicos, prin-
cipalmente para las mercancías y el trabajo.
A mediados de la década de los veinte, Estados Unidos instauró el requerimiento de visa para
entrar y trabajar en su territorio, y en las décadas siguientes los aranceles a las importaciones de
ambos países crecieron, sin embargo, en Baja California se atenuó su pérdida de permeabilidad
por la presencia de flujos reglamentados de factores económicos, como los asociados al Programa
bracero y a la zona libre, y no reglamentados, como la migración indocumentada y el comercio
internacional “hormiga” realizado por los habitantes fronterizos.
En la etapa que se abrió con el creciente comercio internacional de la posguerra y el reaviva-
miento de la ideología liberal, la selectividad de la porosidad de la frontera se profundizó a través
de acuerdos entre países sobre comercio e inversión internacionales, pero restringiendo aún más la
migración entre el norte desarrollado y el sur en vías de crecimiento. El crecimiento del comercio
mundial, la liberalización del flujo de capitales, los avances en las tecnologías de comunicación,
el retraimiento del estado para intervenir en la economía y un decreciente precio del petróleo sus-
tentaron la emergencia de la ideología de la globalización, que auguraba un “achicamiento” del
[ 139 ]
mundo y el correspondiente incremento de la porosidad de las fronteras.
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