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Entre ver, escuchar y sentir. Narrativas etnográficas entre la medicina y la


antropología

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Josep M. Comelles
Universitat Rovira i Virgili
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Levi-Strauss, Tristes trópicos

Entre ver, escuchar y sentir.


Este texto deriva de
Narrativas etnográficas
a

una memoria de
oposiciones, Come-
lles, Josep M. (2003) entre la medicina y la antropologíaa
Antropología y Medi-
cina, una historia de Josep M. Comelles, M.D.; Ph.D.
encuentros y desen-
cuentros. Memoria Medical Anthropology Research Center Universitat Rovira i Virgili, Tarragona
docente para concur-
sar a una plaza de…
Tarragona: Universi-
tat Rovira i Virgili. Mi
agradecimiento muy Viajes y viajeros psiquiatría en el Manicomi de la Santa Creu
entre 1973 y 1976 (Comelles, 2006, 19–31),
especial a Enrique
Tout ce que je raconte je l’ai vu et si j’ai pu me «narrativas» no formaba parte del vocabulario
Perdiguero-Gil con el
que hemos comparti- tromper en le voyant bien certainement je ne profesional de la disciplina, solo «etnografía».
do debates sobre es- vous trompe pas en vous le disant Sin embargo, el debate se entreabría y yo
tos materiales desde (Wren, PC 1924 Beau Geste) mismo, como contaré más adelante, me vi
hace un par de déca- implicado. El impacto producido por Tristes
das (Comelles & Per-
diguero-Gil, 2014), así
como a Joan Prat,
H ablar de «narrativas», un anglicismo en
Antropología Social, es hoy moneda co-
rriente. No lo era hace pocas décadas. No se
Tropiques (Lévi-Strauss, 1955) llevó a antropó-
logos y ensayistas —entre ellos Susan Son-
tag—, a discutir qué era exactamente ese li-
Elisa Alegre-Agis y trata de una boutade. Cuando me inicié como bro insólito, extraordinario, excepcional y a
Josep Barceló. antropólogo mientras ejercía de residente de plantearse el estatuto de «autor». ¿Tratábase

2 Átopos 
de un libro autobiográfico, de una etnografía, libertad, oportunidad esencial para la
de un libro de viajes, de un experimento lite- vida, de desprenderse y que consiste
rario para acceder a l’Académie Française? —¡adiós salvajes! ¡adiós viajes!— du-
¿O todo a la vez? El libro resultante, The rante los breves intervalos en que nues-
Anthropologist as Hero (Hayes & Hayes, tra especie soporta dejar de lado su tra-
1970), reivindicó el contenido etnográfico del bajo de colmena, en aprehender la
libro pero, sobre todo, al «autor», una nove- esencia de lo que fue y continúa siendo
dad en la academia antropológica. Una cosa más acá del pensamiento y más allá de
era la auctoritas que se daba por supuesta en la sociedad: en la contemplación de un
los profesionales y otra, muy distinta, poner la mineral más bello que todas nuestras
autoría en primer plano. Durante décadas, obras, en el perfume, más sabio que
ésta fue invisibilizada por el «realismo etno- nuestros libros, respirado en el hueco de
gráfico» escrito en tercera persona (Clifford, un lirio, o en el guiño cargado de pa-
Marcus & Fontán del Junco, 1995) y por la car- ciencia, de serenidad y de perdón recí-
pintería escénica de las monografías clásicas. proco que un acuerdo involuntario per-
Se trataba de una garantía de fiabilidad cien- mite, a veces, intercambiar con un gato
tífica, una seña de identidad de la Antropolo- (Lévi-Strauss, 1955).
gía del s XX y que Eduardo Menéndez (1977)
etiquetó como «modelo antropológico clási- El libro es también una confesión de sus
co». Lévi-Strauss desafiaba ambos. Tristes tro- contradicciones y la ruptura de un silencio
piques se sitúa en un margen de la Antropo- antiguo y muy largo sobre las discrepancias
logía y aunque su autor afirma «odio los viajes que hay entre las notas y los diarios de cam-
y los viajeros, pero hete aquí que me propon- po de los etnógrafos —la trastienda de las
go contar mis expediciones» (Lévi-Strauss, monografías— y lo que se acaba escribien-
1955, p. 13), lo hace para explicar cómo, tras do en éstas.
una llamada telefónica, va a Brasil a iniciarse
en Antropología, y cuyos sentimientos de En los años treinta, el antropólogo y poeta
vuelta expresa así: surrealista Michel Leiris (1934) publicó el dia-
rio que escribiera en su primera expedición
Si el individuo ya no está solo en el gru- etnológica, Afrique Fantôme. Su autor apor-
po y cada sociedad ya no está sola entre tó, en el proceso de edición, una dimensión
las cosas, el hombre no está solo en el literaria. Lévi-Strauss va más allá, reconstru-
universo. Cuando el arco iris de las cul- ye, ex post facto, su memoria de la construc-
turas humanas termine por caer en el ción de su identidad como antropólogo, con
vacío cavado por nuestro furor, en tanto cierta distancia respecto a los acontecimien-
que estemos allí y que exista un mundo, tos que narra. Leiris asume la verdad del «yo
(…) cuya contemplación (…) procura al lo he visto y os lo cuento», Tristes Tropiques
hombre el único favor que sabe mere- sin embargo, se desmarca porque compren-
cer: suspender la marcha, retener el im- de que el sueño que de joven le condujo a
pulso que lo constriñe a obturar una tras Brasil, en busca de no sabe muy bien qué, se
otra las fisuras abiertas en el muro de la ha desvanecido. Solo le queda proponer una
necesidad y acabar su obra al mismo Antropología que salvaguarde lo que el
tiempo que cierra su prisión; ese favor viento se ha ido llevando, pero…
que toda sociedad codicia cualesquiera
sean sus creencias, su régimen político y Así hablando bajó la escalera; venía
su nivel de civilización, donde ella ubica meditando si quedarse a distancia y
su descanso, su placer, su reposo y su de allí preguntar al esposo o acercarse

  Átopos 3
y besar su cabeza y sus manos; tal ella que describe como una iniciación (Hartog,
por el porche solado de piedras entra- 2014). Por eso la Odisea es, también al mis-
ba en la sala y sentose a la luz del ho- mo tiempo, una etnografía densa —una
gar a la vista de Ulises. Arrimado a ele- thick description término con que Geertz
vada columna, él al suelo miraba en su (1985) vindicaría la mejor etnografía— y un
asiento esperando que algo le dijese ejemplo de interaccionismo simbólico
su prócer esposa una vez que le viera; (Goffman, 1987). Geertz y Goffman son así
pero ella en silencio quedó: dominá- los epígonos de una escritura etnográfica
bala el pasmo y a las veces mirándole con tres milenios de antigüedad. Pero tam-
el rostro creía conocerle, y otras veces bién hoy, la epopeya homérica, abre la po-
hacíanle dudar sus astrosos vestidos sibilidad a una etnografía poética en la an-
(Homero, 1995, p. 382). tropología de vanguardia (Maynard &
Cahnmann-Taylor, 2010), también en Espa-
b
Juan Marsé (1976) Un hombre y una mujer se reencuentran vein- ña (Martín Zapirain, 2015).
recuperó literaria- te años después. El observador describe, mi-
mente las «aventis», el nuciosamente, gestos y actitudes. Es un rela- Tras la Odisea, otros textos documentan la
término «catañol» to que no es posible inventar, solo verlo. Por continuidad de escritos etnográficos (Alma-
que en mi infancia de- eso es el punto de partida de la etnografía. gor & Skinner, 2013b; Jin Kim, 2013). Enlazan
signaba las historias Homero combina lo sagrado —los dioses—, con el Tratado hipocrático Aires, aguas y lu-
que nos contaban o lo fantástico —las «aventis» de Odiseob—, y gares la primera guía de clasificación etno-
que nos contábamos
una etnografía en el estricto sentido de la pa- gráfica, esto es la matriz para ordenar las
o que imaginábamos
labra (Comelles, 2003; Skinner, 2012). Me in- observaciones de campo y que vincularía esa
en nuestros juegos.
teresa la magistral complejidad narrativa del mirada y ese género de escritura a la produc-
poema homérico, los cambios abruptos en- ción del conocimiento médico (Hipocrates,
tre el estilo directo e indirecto, los puntos de 1986). En su primera parte, incluye instruccio-
vista de los actores: Odiseo, Homero, los dio- nes para disciplinar la mirada del observador
ses, Telémaco y Penélope. sobre el medio local y, ya en la segunda,
aporta ejemplos de cómo contarlo:
Homero describe, en clave realista, a Odi-
seo derrotado y medio muerto en una playa La llamada estepa escita es llana y
y el ritual de la hospitalidad de Antinoo y abundante en prados; carece de árbo-
Nausicaa que incluye, como retribución, les y tiene suficiente agua, pues hay
contar ante una audiencia atenta quién es y grandes ríos que sacan el agua desde
de dónde viene (Pitt-Rivers, 1971). Descri- las llanuras. Habitan allí los escitas […]
be, en clave naturalista, su regreso a Ítaca y nómadas porque no tienen casas, sino
la matanza de los pretendientes. Estas par- que viven en carros. […]. Son perni-
tes son etnografías. Lo que Homero descri- tuertos y rechonchos […] porque no se
be como que lo «ve», los antropólogos lo ponen fajas como en Egipto, pues no
etiquetamos como etic. En cambio, las las usan, con vistas a la equitación, a
aventuras que escucha de Odiseo y que se fin de tener buenas asentaderas. Y de-
limita a registrar, como más tarde hará He- más por su vida sedentaria. […] Los
rodoto (Hartog, 1980) representan el «pun- varones mientras no son capaces de
to de vista del actor», lo que los antropólo- montar a caballo, permanecen senta-
gos etiquetamos como emic. Homero dos en el carro la mayor parte del
describe «hechos», Odiseo en su relato tiempo y caminan poco a consecuen-
construye su «identidad» de héroe, brillan- cia de sus migraciones y viajes […] Las
te, audaz, inteligente a partir de un viaje mujeres es de admirar que pernituer-

4 Átopos 
tas y flojas de aspecto son. El pueblo tiempo. Morían más rápidamente de
escita es rubicundo a causa del frío, ya lo que es habitual en esas enfermeda-
que el sol no es intenso. La blancura es des, mientras que las demás [...] más
quemada por el frío y se vuelve rubi- largas y desarrollándose con fiebre[...]
cunda. No es posible que gentes de las soportaban fácilmente y no morían
esa naturaleza sean muy prolíficas. En (Hipócrates, 1989, pp. 48-49).
efecto, al varón no se le presenta un
gran deseo de unión sexual por efecto Dadas las características del ejercicio médico
de la humedad de su naturaleza y la en la Antigüedad, la experiencia etnográfica
blandura y frigidez de su vientre […] sobre el campo formó parte del secreto pro-
no cabe esperar […] que esté dispues- fesional y no se formalizó en escritos, pero no
to para el comercio carnal (Hipócrates, cabe duda de que ese estilo tuvo continui-
1986, pp. 77–79). dad en textos posteriores, aunque no nece-
sariamente médicos. Hipócrates inscribió ese
Es un lenguaje funcional, sistemático, poco estilo en la tekhné médica, y en ella perma-
adjetivado, seco y de sensaciones físicas: neció hasta hoy (Miller, 1962; Comelles, 2000).
Tucídides en la descripción de la peste en
En Tasos, en el otoño, hacia el equinoc- Atenas (Tucídides, 1994, pp. 185–198; Ledes-
cio y durante las Pléyades, muchas llu- ma-Pascual, 2011) y Herodoto en su etnogra-
vias, constantes, suavemente, entre fía y la historiografía (Hartog, 1980) se convir-
vientos meridionales. Un invierno de tieron en referencia para escritos posteriores
tipo meridional, ligeros vientos septen- de viajeros, etnógrafos, geógrafos e historia-
trionales, sequía. En conjunto el invier- dores (Almagor & Skinner, 2013a; Dench,
no es como una primavera. Y la prima- 2013; Skinner, 2012). Polibio, el gran historia-
vera, meridional, fresca, precipitaciones dor griego y el primero en plantearse una
ligeras. El verano, en general nublado. historia universal, afirmaba lo siguiente res-
Falta de agua. Los vientos etesios so- pecto a la necesidad de estar y ver y su des-
plaron escasa, ligeramente a intervalos confianza relacionada con el escuchar:
(Hipócrates, 1989, pp. 48–49).
Eforo manifiesta que si pudiésemos ser
Es el mismo lenguaje que emplea para sus testigos oculares de todo lo dicho esta
historias clínicas, para describir los signos experiencia sería muy distinta de las
y los síntomas, el contexto físico, social y otras: el mejor expositor de temas béli-
cultural y el curso de la enfermedad. cos es el que se ha encontrado en más
batallas; y el más hábil en componer
A partir del principio del verano [...] discursos, el que ha participado más en
muchos de los que se estaban debili- debates políticos. Algo así sucede en el
tando gradualmente, ya desde hacía arte de la medicina y de la navegación.
mucho tiempo se postraron en el le- El mismo Homero lo dijo (…) La natura-
cho tísico, en tanto que los que esta- leza nos ha provisto de dos instrumen-
ban en estado dudoso, en muchos (el tos mediante los cuales sabemos mu-
mal), se confirmó en ese momento. Y chas cosas y podemos averiguar otras.
se manifestó [...] entonces en algunos Me refiero a la vista y la audición, la
cuya naturaleza tendía a la tisis. Murie- vista es mucho más fidedigna, según el
ron muchos, la mayoría de estos, y de dicho de Heráclito, lo ojos son testigos
los que estaban postrados en cama no más exactos que el oído (Polibio,
sé si alguno sobrevivió por mucho 1981b, p. Libro XII,Cap XXVII, 58).

  Átopos 5
Esta primacía de la mirada la ratifica median- fuentes etnográficas o teóricas (Comelles,
te una interpretación contextual: 2016). Isidoro de Sevilla afirma su auctoritas
como enciclopedista del saber antiguo. Se
En las épocas anteriores han sido po- constituye, junto con muchos otros, como la
cos los griegos que han decidido ex- fuente primordial de auctoritas y para la es-
plorar esas regiones más alejadas, la critura etnográfica posteriores (Momigliano,
empresa ofrecía dificultades ímprobas. 2000) que tendrían continuidad hasta el s.XX
Los peligros del mar eran innumera- (Comelles, 1998).
bles, pero muchos más eran los riesgos
por tierra. Y aun en el caso que alguien, No me cabe duda de que la concepción aris-
por gusto o por necesidad, hubiera totélica de la ciencia —Aristóteles era hijo de
conseguido llegar a los confines del un médico—, favorecía una mirada local na-
mundo, ni aun así habría alcanzado su turalista, relativista y escéptica como garantía
propósito, porque es muy difícil ser tes-
de fiabilidad (Rubiés, 2006). La conceptualiza-
tigo ocular de ciertas cosas, debido a ción que hizo Tomás de Aquino (1955, pp.
que unos lugares están incivilizados y 223–256) de las supersticiones y la idolatría
otros desiertos. Todavía es más difícil son un excelente ejemplo de distancia crítica
conocer y aprender de palabra lo que y relativismo que encajan con el estilo des-
sea por la diferencia de lenguas. Inclu- criptivo que adoptaron la inmensa mayoría
so si se llegara a conocerlas, es aún más de viajeros y misioneros (Larner, 2001; Dela-
arduo que las cosas precedentes usar croix & Françoisprimo, 1956, 65–223). Tanto
con moderación ese conocimiento, re- las órdenes mendicantes como la Compañía
chazar lo fantástico y monstruoso y de Jesús, entre otros, produjeron un enorme
honrar la verdad por el honor que cada volumen de documentación etnográfica y et-
cual se debe a sí mismo, sin narrar nada nológica que, solo recientemente, se ha valo-
que no corresponda a la realidad (Poli- rado como el fruto de una estrategia profe-
bio, 1981, Libro III, Cap XVI, p. 59). sional para construir conocimiento con una
voluntad aplicada (Rubies, 1995; 2006). La
Entre sus constantes estilísticas está un len- necesidad de criterios rigurosos en la obten-
guaje muy visual, realista o naturalista —o ción de datos etnográficos permitía adaptar
ambos a la vez—, riguroso en la descripción la labor misional a las diferencias culturales
no solo de la physis y de la geografía sino de (Dawson, 1980; Delacroix & Françoisprimo,
la vida cotidiana de los pueblos, y que incor- 1956, 1957; Rubies, 2011), y exigía, desde la
pora los relatos escuchados de otros pue- acción impulsada por Ramón Llull, el conoci-
blos: leyendas, mitos, religiones, canciones. miento previo de las lenguas locales para los
Este tipo de escritura basa sus interpretacio- misioneros (Rubiés, 2005; Sugranyes de
nes en la relación entre pueblos y medio, si- Franch, 1956). Tanto es así que se afirma que
guiendo una metodología determinista la ciencia misional es «una apologética basa-
(Greenwood, 1984). En cambio, lo que co- da en la etnografía» (Sugranyes de Franch,
rresponde a la escucha se aborda desde una 1956, p. 217). Sin embargo, esta tecnología
perspectiva escéptica o relativista. En Las de campo no tenía por qué ser conocida por
Etimologías, mediante una escritura literaria, el público. Cuando se le ofrece, sus autores
Isidoro de Sevilla (1993, pp. 556–636) descri- se sentían obligados a justificarse:
be el paisaje geográfico y las prácticas médi-
cas en el libro IV. Lo hace desde una actitud Acaso los que las lean echaran de me-
relativista, especialmente cuando habla de nos más prolija individualidad y exten-
las supersticiones que conoce mediante sión; pero háganse cargo que nuestra

6 Átopos 
profesión es de misioneros y no de de qué causa procede la enfermedad;
historiadores. Si San Pablo decía de sí de manera que el buen médico convie-
y de los demás Apóstoles, que no era ne sea docto en el conocimiento de las
justo abandonar el ministerio de la medicinas y en el de las enfermedades,
predicación por atender a las necesi- para aplicar convenientemente a cada
dades de la mesa; ¿no nos autorizará enfermedad la medicina contraria (y
su ejemplo para decir con él, en senti- porque) los predicadores y confesores
do poco diferente del suyo, que no es médicos son de las ánimas, para curar
razón omitamos los Ministerios Evan- las enfermedades espirituales conviene
gélicos en las Misiones por ir a hacer (que) tengan experiencia de las enfer-
averiguaciones que no han de tener medades espirituales: el predicador de
más fruto que el de satisfacer la curio- los vicios de la república, para endere-
sidad de un número corto de perso- zar con ellos su doctrina; y el confesor,
nas? (Anon., 1756, p. 2). para saber preguntar lo que conviene y
entender lo que dijesen tocante a su
No solo se trata, pues, de conocimiento et- oficio, conviene mucho que sepan lo
nográfico por pura curiosidad, es indispen- necesario para ejercitar sus oficios; ni
sable para comprender e integrarse en cam- conviene se descuiden los ministros de
pos de su misión, aunque en ocasiones les esta conversión, con decir que entre
situase al margen de la ortodoxia (Delacroix esta gente no hay más pecados que
& Françoisprimo, 1956, 1957; Jarry, 1956): borrachera, hurto y carnalidad, porque
otros muchos pecados hay entre ellos
El padre Ricard, que había hecho par- muy más graves y que tienen gran ne-
ticular estudio de la Medicina, como cesidad de remedio: Los pecados de la
quien sabía por experiencia lo útil que idolatría y ritos idolátricos, y supersti-
le era para anunciar en todas partes la ciones idolatrías y agüeros y abusiones
palabra de Dios, se daba públicamen- y ceremonias idolátricas no son aún
te por médico: circunstancia que le perdidos del todo. Para predicar contra
daba entrada con todos, y aún con los estas cosas, y aun para saber si las hay,
turcos, en cuyas casas era muy bien re- menester es de saber cómo las usaban
cibido, granjeando por este medio en tiempo de su idolatría (Sahagún,
para sí y para su Compañero la protec- 1992, p. 10).
ción que necesitaban (Anon., 1756,
pp. 135–136). Lo que Sahagún pretendía era algo tan sim-
ple como el diálogo entre dos partes. Un
No hubo conflicto entre medicina y religión diálogo, con vocación de enseñar, que tenía
(Comelles, 2016). La escolástica distinguió la intención que tanto el discípulo como el
entre la teología y la filosofía natural y su pagano o el paciente lo aceptasen. Hipócra-
aplicación práctica (ars). Si el médico fue el tes había apuntado la razón en su momento:
artifex factibus sanitatis, (García Ballester,
1995) el misionero pudo ejercer de médico Es fundamental que el que habla de
o aplicar sus destrezas diagnósticas para este arte diga cosas inteligibles para
cumplir como médico de las almas: los profanos, ya que no le compete ni
investigar ni hablar de algo distinto a
El médico no puede acertadamente las dolencias que ellos mismos pade-
aplicar las medicinas al enfermo (sin) cen y sufren. (…) a ellos, por ser profa-
que primero conozca de qué humor, o nos, no les resulta fácil comprender

  Átopos 7
sus propias enfermedades, cómo se La etnografía se convirtió en una herramien-
producen y cesan y por qué causas ta indispensable para alcanzar la hegemo-
crecen o disminuyen; pero si es otro el nía en un contexto de pluralismo religioso o
que lo ha descubierto y se lo explica, asistencial. Sin embargo, encontramos el
les es comprensible porque (…) al es- mismo estilo etnográfico en civiles inspira-
cuchar, no tiene más que recordar lo dos, sin duda alguna, por las referencias de
que le sucede a sí mismo. Y si se falla auctoritas a las que habían tenido acceso,
en hacerse comprender por los profa- como en el caso de este dietario escrito en
nos, y no se les pone en tal disposi- la Barcelona del s.XVII:
ción, se está fuera de la realidad (Hipó-
crates, 1983, p. 139). Dissabte als 13 de setembre 1653 des-
conduïren tots los metges i barbers i
y Galeno, en un indisimulado relato de sí batlIes del morbo que estaven conduïts
mismo (Galè, 2014) para acreditar su prácti- en la ciutat de Barcelona per raó del
ca, escribió: morbo perquè no hi havia ningun en-
contrat en tota la ciutat de Barcelona ni
“Según me decía estas cosas, nos en- en la morberia de Jesús. No n’hi havien
contramos en la puerta del enfermo, aportat ningú temps havia ni tampoc hi
de forma que no me fue posible res- havia malalts sinó alguns convalescents,
ponder verbalmente a su provocación però ja estaven curats del mal, i així los
ni decirle lo que sabéis que yo digo ne tragueren ben purificats i perfumats.
con frecuencia, que unas veces cier- I varen ben netejar i purificar lo dit mo-
tos indicios seguros se nos manifies- nestir de Jesús, i com fou ben netejat,
tan felizmente, pero otras veces todo los frares hi tornaren del modo que hi
es dudoso y por eso aguardamos a un estaven abans. Estant la ciutat de Barce-
segundo o tercer examen médico. lona netejada i purificada del contagi
Pero desde la puerta de entrada nos com esta dit, s’esdevingué en aquell
encontramos con alguien que trasla- temps qu’el mig mes d’octubre vinent
daba desde la habitación al esterco- tornaren en Barcelona los soldats que
lero una jofaina conteniendo una es- venien del socorro de Girona [...]. En
pecie de agua de lavar carne, un licor particular los soldats germànicos los fe-
tenue de sangre, señal inequívoca de ren entrar dins Barcelona. I com ells son
afección hepática. Como si no hubie- una gent tan poc curiosa i tan poc con-
ra visto nada, entre en compañía de certada i de poc treball, sempre aporten
Glaucón a ver al médico y coloque mi lo contagi sobre d’ells, i s’espargiren per
mano en su muñeca para saber si en la ciutat; en particular per la plaça Nova,
su víscera había una inflamación o per sota d’aquella teulada i encants n’hi
sólo atonía. Como el enfermo era mé- estaven tres o quatre-cents, tots malal-
dico, como ya os he comentado, dijo tissos i molt perduts, que ningú no els
que acababa de acostarse después volia en ses cases; i per altros llocs de !a
de evacuar y que yo tuviera en cuen- ciutat també estaven d’aqueix modo,
ta, por tanto, que la frecuencia de las aportant moltes dones i criatures, que
pulsaciones se había incrementado era llàstima de veure de! modo que dor-
por haberse levantado de la cama. A mien, que entre dia los que estaven
pesar de sus palabras yo encontré en bons anaven fora a cercar feixos d’herba
ello una prueba de inflamación (Gale- de fe, i de nits hi dormien a !a plaça
no, 1997, p. 376). Nova i altres parts (Parets, 1989, p. 73).

8 Átopos 
Parets era un artesano rico, y su estilo no res que les lastiman la boca y les ofen-
desmerece el del informe profesional Ca- den el pecho, viniendo a salivantes y
tástrofe Morboso de las minas de Almadén tusiculosos (Pares y Franqués, [1778]
que escribió el médico Joseph Pares y Fran- 1998, pp. 246–247).
qués (1780-1798) (1998):
Coinciden el que fuera miembro del Con-
Tal es la inmoderación de algunos de sell de Cent y el médico de las minas, en su
estos operarios, que no obstante el compromiso profesional y social con el pue-
ser tantos los vicios que tocan a la va- blo. Ambas descripciones tienen la volun-
nidad, no es uno solo el objeto que se tad de documentar, con la máxima preci-
proponen para desmedirse; pues son sión posible, las condiciones de vida de los
muy varios a los que se mueven para barceloneses durante la epidemia o la de
ser excesivamente alabados en perjui- los mineros del cinabrio. No me cabe duda
cio siempre de su salud. Si entran ni- de la profesionalidad como etnógrafos de
ños a ejercer estos trabajos, obran en ambos, una dimensión que ratificó el médi-
ellos precisamente como muchachos, co François Péron (1775-1810) (Hervé, 1913),
practicando sus acciones según co- uno de los fundadores de la Société des
múnmente influye su temperamento, Observateurs de l’Homme (Copans & Ja-
poca edad y ninguna experiencia. Y si min, 1978), en su memoria para la expedi-
son adultos venidos de esta comarca, ción Baudin de 1800 a Australia:
observan los naturales modos de
obrar y de vestir que se estilan en los Se prepara una gran expedición. Sa-
lugares de sus domicilios. Pero, sean bios de todo tipo viajarán más allá del
menores o mayores de edad, a poco Trópico de Capricornio, en climas des-
de ejercitarse en estas faenas los ve- conocidos casi por completo con el
mos enteramente trastornados en to- objeto de recoger una gran cosecha
das sus operaciones. Da que admirar de observaciones útiles. Representan
ver unos muchachos de diez o doce este elenco de sabios todas las cien-
años jactarse entre ellos mismos de cias… Solo la Medicina, por una exclu-
subir y bajar con mis prontitud las es- sión que la ofende a ella menos de lo
caleras, asiéndose menos en sus esca- que es funesta para la sociedad (…) no
lones, sin temer el peligro de la caída, ha sido llamada a compartir los peli-
antes bien, haciendo alarde de pa- gros y los éxitos de una tan noble em-
searlo sin daño; lo mismo sucede en el presa.(…) Hemos de tener el valor de
trecheo de esportones de zafra o en afirmar si no sería más bello, más útil a
cualquier otro ejercicio a que se les la sociedad asociar a los naturalistas,
destine dentro o fuera de la mina, encargados de esas investigaciones,
como en fregar las cañerías del azo- algunos médicos destinados en parti-
gue en los hornos de fundición, don- cular al estudio del hombre, para reco-
de se comienzan a vanagloriar unos ger cuanto los distintos pueblos pue-
de ser más hacendosos que otros, se dan tener de interés en sus relaciones
traban de palabras y termina en riña la físicas y morales con el clima en el que
disputa y en perjuicio de su cuerpo; habitan, con sus costumbres, sus hábi-
pues con la celeridad ya caen por un tos, sus enfermedades tanto externas
boquete, ya ruedan por una escalera; como internas y con los medios con
y en la fanfarronada con que exageran que las previenen y alivian (Peron,
de continuo de trabajo, tragan vapo- 1978, p. 179).

  Átopos 9
La formación médica exigía la lectura obli- la naturaleza que de la ciencia históri-
gada de Aires, Aguas y Lugares (Pinel, ca? Y acaso la historia de la humani-
1803), y esa circunstancia explica los milla- dad era verdadera ciencia cuando, sin
res de topografías médicas e informes mé- estudiar al hombre en su probable ori-
dico-sociales inspirados en esa metodolo- gen, no dilucidaba el problema, re-
gía que se escribieron entre el s.XVIII y el XX suelto ya, acerca de la procedencia de
(Casco-Solis, 2001; Comelles, Perdiguero & las llamadas razas, ¿ni le estudiaba
Martínez-Hernáez, 2012; Larrea, 1997; Prats, como hijo de la naturaleza a la vez que
1996; Urteaga, 1980) y que suelen explicar- ingénito en la sociedad? Y ¿cumple
se por el compromiso personal o profesio- por ventura la historia con su objeto, si
nal de sus autores (Comelles, 2002; Perdi- no desvanece las dudas acerca de la
guero & Comelles, 2014). influencia del clima y de las costum-
bres en las manifestaciones de la inte-
ligencia y en las del organismo? (Oliu
Antropografía y Etnografía Pages, 1880).

«Etnografía», «Etnología» y «Antropogra- A mediados del s.XX las topografias eran un


fía» son neologismos inventados a finales género en declive (Urteaga, 1980) aunque
del siglo XVIII. Los dos primeros forman par- el programa de «pasantía civil», iniciado a
te del contexto intelectual que daría lugar finales de los treinta por el cardenismo en
al folklore, a las escuelas de historia cultural México, obligaba, a los nuevos médicos, a
y al difusionismo alemán (Vermeulen, 2008) un año de servicio nacional en una ranche-
y cuyos objetivos eran la construcción de un ría (Rubel, 1990; López Bárcena, González
discurso sobre el «nosotros», sobre el Vo- de Cossío Ortiz, & Velasco Martínez, 2004).
lkgeist (Llobera, 1996; Stocking, 1996). En Al terminar su estancia, redactaban infor-
cambio, la «antropografía», que acuñó el mes finales —de hecho, topografías— que,
médico alemán Ludwig Finke (1795; Rosen, hasta finales de los setenta, mantuvieron un
Finke, 1946), incorporaba también a la an- nivel de calidad notable, tal y como pone
tropología física en el desarrollo de la An- de relieve este ejemplo:
tropología General del s.XVIII (Duchet,
1971). La «etnografía» y el folklore estuvie- Sobre todo en la región de La Barran-
ron atentos a la escucha y al relato local ca, se acostumbra a tocar con la punta
(Whitman, 1984), mientras que la antropo- de los dedos de la mano derecha, una
grafía derivaba directamente de la propues- o más veces, el hombro izquierdo de
ta hipocrática, puesto que Finke (Rosen, la persona a la que se saluda, corres-
Finke, 1946) desarrolló el concepto para pondiendo este, simultáneamente, el
justificar su revisión de la guía de campo hi- saludo de la misma forma; después se
pòcrática con el objeto de facilitar la escri- extiende la mano y se da con ella, no
tura de topografías médicas comparables. un apretón, sino un simple toque de
Sin embargo, en las topografías del XIX los dedos al otro […] Es digna de verse la
propios médicos remitían a la etnografía en ceremonia del saludo cuando se en-
un sentido parecido. En escritos posteriores cuentran dos familias, pues los niños
la antropografía desaparece y es sustituída, deben demostrar su educación, y así
por los propios médicos, por etnografía: se agachan para que los pequeños les
puedan dar palmaditas en el hombro
¿La etnografía puede acaso despren- (Irigoyen Rascón, 1974, p. 74).
derse más fácilmente de la ciencia de

10 Átopos 
Las topografías privilegiaban la mirada so- Vosotros, cuando vayáis a costas leja-
bre la escucha y la mayor parte de fuentes nas fruto de vuestro compromiso, os
etnográficas escritas por médicos en las acercareis a sus chozas solitarias, apa-
colonias, entre el campesinado o la clase receréis entre ellos como los diputa-
obrera que vivía en suburbios, se inscriben dos de la Humanidad entera. Llevad-
en esas coordenadas. Las escuelas mate- les nuestras artes y no nuestra
rialistas, especialmente el marxismo y el corrupción; el código de nuestra mo-
anarquismo permitirían, tras la obra de En- ral y no el ejemplo de nuestros vicios;
gels (1952) sobre las condiciones de vida nuestras ciencias, y no nuestro escep-
en los suburbios británicos, el desarrollo ticismo; las ventajas de la civilización y
de marcos interpretativos más críticos que no sus abusos. Sentados a su vera, en
reflejaban mejor el compromiso político de medio de selvas desiertas y de riberas
sus autores (Comelles, 1998; Kuczynski- desconocidas habladles solo de paz,
Godard, 1944). La decadencia de ese com- de unión, de tareas útiles; decidles,
promiso habría favorecido la marginación que desde estos imperios que desco-
de la etnografía en favor del cuantitativis- nocen y que habéis abandonado para
mo (Comelles, 1998). Si a los antropólogos visitarles, hay hombres que desean su
profesionales les cuesta reconocer la pro- felicidad, que los saludan como her-
fesionalidad de esas fuentes etnográficas, manos y que se asocian con toda a su
a los historiadores no les supone un incon- alma a las intenciones generosas que
veniente denominarlos «etnografía» o «et- os han llevado a ellos (Gérando, 1978,
nología», incluso aquellos antiguamente p. 132).
etiquetados como «geografía» (Coste,
2002; Elsner & Rubiés, 1999; Momigliano, El desarrollo de las argumentaciones que
2000). conducen a Gérando a proponer una alter-
nativa a las guías de campo neo-hipocráti-
cas tiene que ver con su crítica rigurosa
La palabra y el lenguaje sobre el valor de las fuentes etnográficas
entonces disponibles. Según él, la mayor
Antes de la partida de la expedición Bau- parte de las observaciones eran incomple-
din a Australia, a la que se incorporó tas por proceder de estancias cortas en el
François Péron, un joven miembro de la campo, porque los observadores se limita-
Société des Observateurs de l’Homme, ban a fijarse en lo externo y lo visible y no
Joseph-Marie de Gérando (1978), escribió en la complejidad, porque sus fuentes eran
unas Considérations sur les diverses inciertas, sus exposiciones desordenadas y
methodes a suivre dans l’observation des casi nunca basadas en hipótesis contrasta-
peuples sauvages en la que proclama que das. Lo más importante era que su desco-
«lo primero que debe hacerse para cono- nocimiento de las lenguas les obligaba a
cer a los salvajes es tratar de convertirse, emplear intérpretes sin contrastar su valía.
en cierto modo, como uno de ellos, es Finalmente no recogían de manera siste-
aprendiendo su lengua que nos converti- mática las tradiciones orales (Gérando,
mos en su conciudadano» (Gérando, 1978, 1978, p. 132 y ss). Su memoria incluye una
p. 138). Esto lo habían formulado tanto Ra- lista de recomendaciones sobre la necesi-
món Llull como Bernardino de Sahagún. Si dad de registrar las diversas formas de len-
bien Gérando no es médico ni misionero guaje verbal y no verbal, la elaboración de
escribe desde una «misión» res publicana gramáticas y vocabularios y la recopilación
de fraternidad: de materiales artísticos y de lo que llama

  Átopos 11
Recuperar la escucha «ideas» complejas, abstractas y de re- distinguidas entre ellas por las cir-
y la palabra de los flexión. Ya en la última parte de las Consi- cunstancias secundarias deben serlo
actores sociales, sin dérations incluye el registro de los datos sobre todo por las circunstancias pri-
abandonar la posi- materiales presentes en las etnografías meras y fundamentales que pertene-
ción de auctoritas neohipocráticas: las características físicas cen a la existencia. Podemos encon-
del etnógrafo, lo hi- del grupo y sus bases materiales, la reli- trar los materiales necesarios para
cieron los folkloristas
gión para terminar con las relaciones polí- componer una escala exacta de civili-
ticas, las relaciones económicas y las in- zación y para asignar a cada una las
dustrias, las que permiten la finalidad propuestas que las caracterizan (Gé-
última de la tarea: rando, 1978, p. 131).

De todas las formas de comparación Las Considerations se archivaron. Ni si-


que podemos escoger no hay otra quiera los folcloristas, atentos al punto de
más curiosa y más fecunda para re- vista del actor, parecen conocer ese docu-
flexiones útiles que la que nos ofre- mento. Era una propuesta utópica, puesto
cen los pueblos salvajes. Aquí pode- que en un contexto colonialista el relativis-
mos recoger primero las variedades mo y su valoración de la escucha no era
que pertenecen a la organización, a muy compatible con el momento histórico
las costumbres de la vida física, y des- (Stocking, 1968, pp. 13-42). Por eso, la pro-
tacaremos que, entre las naciones puesta más antropográfica del médico Pé-
menos desarrolladas por el efecto de ron (Peron, 1978) fue aceptada, le llevó a
instituciones morales, esas varieda- Australia y le permitió ser el autor del Mé-
Social Science des naturales debían sobresalir de moire final (Péron, 1807).
Congress, 1865 manera mucho más sensible. Menos
Recuperar la escucha y la palabra de los
actores sociales, sin abandonar la posición
de auctoritas del etnógrafo, lo hicieron los
folkloristas. Querían registrar la produc-
ción cultural de base oral de los pueblos,
pero entendida como una arqueología del
pasado destinada a apuntalar identidades
culturales, especialmente en Europa. Por
eso, en ningún caso se planteaban discutir
o interpretar los significados. Su tarea con-
dujo a producir taxonomías culturales en
las los rasgos culturales producto de la es-
cucha se convertían en signos, del mismo
modo que en las taxonomías clínicas o de
los naturalistas. Durante el siglo XIX, los
significados de las voces de aborígenes
americanos o asiáticos o la de los campe-
sinos europeos carecían de interés más
allá de una curiosidad anecdótica. En cam-
bio eran percibidos como un obstáculo a la
civilización y a los intereses económico-
geopolíticos del colonialismo (Pels, 1997;
Stocking, 1991).

12 Átopos 
Eppure etnógrafos Pitrè falleció en 1911. Rivers fue movilizado Rivers «pudo expe-
como psiquiatra durante la Gran Guerra. Se rimentar sobre una
Dando por buena la idea de incorporar mé- encargó de casos de shell shock, y en su clí- situación límite y
nica entabló un diálogo con su otra identidad ejercer su mirada
decins anthropologistes a los viajes de explo-
como antropólogo a la que sumó la influen- multifocal en la in-
ración, la mítica expedición de la Universidad
tersección entre sa-
de Cambridge al Estrecho de Torres en 1898, cia del psicoanálisis que introdujo en el Reino
beres distintos
dirigida por el zoólogo Haddon, incorporó Unido (Rivers, 1920). Según Diasio (1999, pp.
dos médicos: W.H.R. Rivers (1866-1922) y 128-129), Rivers «pudo experimentar sobre
Charles Seligman, (Stocking, 1995, pp. 98- una situación límite y ejercer su mirada multi-
123). Esta expedición fue decisiva para la focal en la intersección entre saberes distin-
constitución de la Antropología Social profe- tos: la etnografía, la historia, la psicología
sional, y para la evolución de las técnicas de experimental, la fisiología, la psiquiatría y el
campo (Stocking, 1983). Convertido en un folklore a partir de la coherencia metodológi-
referente de la antropología académica des- ca asociada al trabajo de campo».
de 1900, y aunque nunca abandonó la psi-
quiatría, a Rivers se le encargó en 1913 la re- Rivers falleció en 1922, el año en que Mali-
visión de la guía de campo etnográfica Notes nowski (1932) publicó Argonauts of the
& Queries que había diseñado, décadas an- Western Pacific con un prólogo del médico
tes, Tylor (British Association for the Advance- Seligman. La obra interdisciplinar de Rivers,
ment of Science, 1874), pensada para ofrecer entonces esbozada, quedó como obra pós-
matrices de observación y clasificación de tuma y cercenó la posibilidad de una evolu-
datos de campo a viajeros y misioneros. Ri- ción distinta en las relaciones entre la Medi-
vers pensó que esa metodología debía aso- cina y la nueva Antropología profesional.
ciar observación y experimentación siempre Tras su muerte, la Fundación Rockefeller
dentro del positivismo, lógico en alguien que —en la cual Malinowski ocupó una posición
se había formado con Wundt y Kraepelin, relevante— abandonó la financiación en el
pero que tuvo a gala disociar su condición de University College de Rivers de proyectos
neuropsiquiatra con vocación experimental antropológicos en los que la Medicina ya no
de su tarea como antropólogo profesional tenía lugar. Según Stocking (1995, pp. 235-
(Stocking, 1983, pp. 85-93;Slobodin, 1978). 244), fue el principio de un proceso de des-
historización de la etnografía asociada a la
Su etnografía estaba basada en el extended profesionalización académica de la Antro-
case study (Stocking, 1995, pp. 179-232) e iba pología. Rivers fue más un final que un prin-
más allá del neohipocratismo etnográfico em- cipio en la historia de las relaciones entre
pleado en la Medicina popolare Siciliana del una medicina que, hasta entonces, había
médico y folklorista italiano Giuseppe Pitrè incorporado la mirada etnográfica.
(1848-1911) (Pitrè, 1896). Rivers se plantea una
etnografía integral al margen de sus experi- Durante la primera mitad del s.XX, la diso- Durante la primera
mentos en neuropsiquiatría en el laboratorio ciación entre la Medicina y la Antropología, mitad del s.XX, la di-
de Cambridge. Pitrè, en cambio, disocia su tras siglo y medio de convergencia, era evi- sociación entre la
condición de folklorista —como estudioso de dente (Comelles & Martínez-Hernáez, 1993). Medicina y la Antro-
La primera asumió el paradigma experi- pología, tras siglo y
lo siciliano o de las costumbres locales según
mental y la hegemonía de la mirada clínica medio de conver-
los criterios del folklore de su tiempo— de la
individual, pero aún mantuvo a la etnografía gencia, era evidente
metodología específica que propone para es-
tudiar la folkmedicina, derivada de las obser- en su margen. La Antropología profesional,
vaciones que hace visitando a sus pacientes aunque hizo de la etnografía el núcleo de su
durante tres décadas (Comelles, 2016). identidad, mantuvo permanentes diálogos

  Átopos 13
con las escuelas psicológicas y psicoanalíti- blanco y con salacot— «escuchando» las
cas que favorecieron la reintroducción de peroratas de sus informantes en su propia
miradas próximas a la clínica en el último lengua—. En la etnografía y en la clínica
tercio del siglo XX (Martínez-Hernáez, Oro- positivistas la «participación» de los misio-
bitg, & Comelles, 2000). Pero sus agendas neros y los médicos se limitaba al compro-
se disociaron. miso personal y profesional con «los otros»
cuando existía —pero que no necesaria-
mente incluía siempre— el conocimiento
Auctoritas y Autores de la lengua, puesto que la auctoritas del
observador era la principal garantía de ve-
La inmensa mayoría de etnografías profe- racidad. Se acentuaba, pues, por la ten-
sionales partía de la presunción de un tra- dencia de la etnografía neohipocrática a
bajo de campo de larga estancia, cuanto reducir lo escuchado a un relato que no
más lejos mejor, y de la redacción de la mo- hacía falta interpretar. Una colección de
nografía bajo unos formatos y un estilo na- canciones, por ejemplo, tenía el valor de
rrativo basados en el realismo etnográfico y su colección, pero otro objetivo.
escritos en tercera persona. Tras la publica-
Malinowski rompe ción de las Notes & Queries de 1913 de Ri- Malinowski rompe con ello, aportando una
con ello, aportando vers, que Malinowski llevó consigo a las Tro- etnografía interpretativa que contiene ras-
una etnografía inter- briand, la primera gran discusión sobre la gos intersubjetivos. Sin ellos no era posible
pretativa que contie- «observación participante» está en la intro- su «etnografía densa», que iba más allá de
ne rasgos intersub- ducción a The Argonauts of Western Pacific la pura descripción, aunque encerrara sus
jetivos (Malinowski, 1932, pp. 2-21). Malinowski co- obras en la carpintería escénica de la antro-
rrigió los excesos neopositivistas de Rivers y pología académica, puesto que ésta es la
puso de relieve aspectos como el conoci- que deriva y permite la comparabilidad de
miento de la lengua local y la implicación los casos descritos, un rasgo fundamental
intelectual y personal entre el antropólogo en la producción etnológica y en la de teo-
y sus observados. Sin conocerlo previamen- ría antropológica. La voluntad comparativa
te, o al menos no hay datos al respecto, Ma- de la antropología profesional estaba pre-
linowski recuperó la propuesta de Ramón sente tanto en las descripciones hipocráti-
Llull y de Gérando. Probablemente, su pro- cas de las diferencias entre los pueblos de
puesta no fue ajena a la lectura de las obras Asia y Europa en la segunda parte de Aires,
psicoanalíticas que Rivers le había señalado Aguas y Lugares (Hipócrates, 1986, pp. 66-
y que explica su diálogo entre él y la obra 88), como en los escritos de los médicos y
de Freud publicado en 1927 (Malinowski, los misioneros a que he hecho referencia. Y
1963; (Stocking, 1986, 1995, pp. 233-244). En lo mismo sucede con la obra de Malinows-
aquello, creo, puede reconocerse la idea de ki. Aunque su amplísima etnografía se cen-
la transferencia y la contratransferencia que tre en las Trobiand permanece en el pro-
la antropología actual etiqueta como re- yecto comparativo global de la antropología
flexivity (Marcus & Fischer, 1986, pp. 7-17). profesional.

En cierto modo, el teatro de la mirada et- La conciencia «autoral» de Malinowski le


El teatro de la mira- nográfica y el de la psicoanalítica tienen condujo a ironizar sobre su condición de
da etnográfica y el elementos comunes: el terapeuta detrás y «Joseph Conrad de la Antropologia», dis-
de la psicoanalítica el paciente en el diván tienen su corres- tanciándose de su maestro Rivers, afirman-
tienen elementos pondencia en la relación semi-distante del do que este era el Ridder Haggard —el au-
comunes antropólogo —Malinowski vestido de tor de la novela de aventuras Las Minas del

14 Átopos 
Rey Salomón— de la Antropología, Mali- Mi yo dividido
nowski cuidaba la elegancia literaria en sus
etnografías y escogía cuidadosamente sus Hace cuatro décadas quise ser antropólogo
títulos, como en Argonauts of the Western sin saber qué significaba. Estudiante de
Pacific y Coral Gardens and their magic. Po- cuarto de medicina, decidí compaginarla
cos de sus coetáneos criticaban esas deri- con una carrera de Letras. En octubre de
vas estéticas (Stocking, 1995, pp. 244-268), y 1969, me enamoré de la antropología.
Argonauts permanece como un modelo de
escritura, como lo fuera la descripción de la Tenía diecinueve años. El curso empe-
peste en Tucídides o las historias de Hero- zaba a las ocho de la mañana. Aula
doto o de Polibio. El yo de Malinowski, sin Magna en la Plaza Universidad. Lleno
embargo, no se reveló hasta la publicación, a rebosar. Un señor de edad infinita,
en 1967, de su Diary in the strict sense of calvo, no muy alto, expresivo. Habla
Term (Malinowski, 1989). Supuso un modes- cortante. Clase de dos horas. Frío, que
to escándalo el contraste entre sus libros y obliga a arrebujarse en el abrigo y a
las anotaciones del diario. Yo abogo por él, esconder los dedos en los guantes
asumiendo que Malinowski, en 1922, no po- mientras se toman notas enfebrecidas.
día escribir, en la muy victoriana academia Hablaba y hablaba. El salón ochocen-
británica, una confesión como Tristes Tropi- tista se desvanecía. Estaba en la pra-
ques. Los corsés académicos no eran única- dera y la banda comanche cabalgaba
mente una estrategia para el yo y las emo- ante mí. Olor a calumet. Manadas de
ciones subyacentes en el etnógrafo bisontes. El cántico del chamán (Co-
(Stocking, 1989), sino para producir obras melles, 2006, pp. 20-21).
«científicas», ajenas a los sufrimientos de
los sujetos de observación, en las cuales ni No me he repuesto. Ha condicionado mi
la enfermedad ni la muerte de niños, adul- vida. Residente de psiquiatría, quise docto-
tos o ancianos está presente. Se dice que rarme en antropología. Claudi Esteva (1918-
esta ausencia es el producto de otros obje- 2017), mi maestro, supo que trabajaba en el
tivos científicos. Puedo aceptarlo, pero me Manicomi de la Santa Creu. Me sugirió que
cuesta pensar que los pequeños dramas fuese mi campo a partir de los modelos de
cotidianos que todos los etnógrafos hemos Caudill (1958), Goffman (1961) o Stanton &
de compartir no se reflejasen jamás. Por esa Schwartz (1954). «Anote lo que vea», me dijo,
razón entre la naturalista etnografía densa sin más. Con una formación clínica eso no era
de Homero y el neorromanticismo del rea- problema: veíamos, escuchábamos los rela-
lismo etnográfico de Malinowski hay una tos de los pacientes más que ahora y anotá-
continuidad basada en la hegemonía, sobre bamos. Esas monografías proponían un esti-
todo del mirar, y una subalternidad de la es- lo de etnografía asequible y supuse que mi
c
Las autoetnografías
cucha. Tristes tropiques expone la necesi- más difundidas en
condición de clínico me permitiría la distan-
dad no solo de ver, escuchar y describir, España, puntos de
cia suficiente. Me equivoqué. Entre 1974 y la
sino otra forma de hacer etnografía en que partida del género
defensa de mi tesis (Comelles, 1979) sucedie- son Sóc fill dels Evu-
el estar, el vivir y el sentir deben formar par- ron muchas cosas (Comelles, 2006:19-31): zok de Lluis Mal-
te del relato etnográfico. Cuatro décadas
lart-Guimerà (1993) y
más tarde, denominamos «auto-etnografia» El manicomio es un campo perturba- Perder la Piel de
a estos escritos (Reed-Danahay, 1997)c. dor que requiere un esfuerzo conside- Marta Allué (1996).
Dando la voz personal al autor, se está asu- rable para el investigador. Vagan por Para un estado de la
miendo la necesidad de reconocer el valor él contenidos emocionales, artefactos cuestión ver Alegre-
de la voz de los otros. del inconsciente. Nadie puede esca- Agís & Riccò (2017)

  Átopos 15
par a su influencia. [...] Sin embargo, ocupé de 1973 a 1976 el papel de un
estos componentes son esenciales [...] psiquiatra que no me permite la distan-
por eso la participación del investiga- cia necesaria para entender mi papel
dor en este campo se hace en condi- en su momento. ¿Es esto un esfuerzo
ciones muy difíciles, pero también por- para rehabilitar mi imagen (como psi-
que la posición del investigador puede quiatra) contra aquellos (el personal)
llegar a ser incompatible con la del que despreciaba y distanciarme de
personal y con el tiempo (que) puede esos (los médicos) que estaban, que
encontrarse en medio de las pulsiones todavía están, mis amigos? ¿Se trata de
que subyacen en esos establecimien- minimizar mi propio papel (como psi-
tos, confrontado con los ineludibles quiatra), de esconderlo entre la masa
requisitos de definición o participa- (del personal) y presentarme como una
ción personal (Comelles, 1979, I, p. 74). marioneta movida por fuerzas ocultas?
¿Obscura en los medios (personal) y un
El lector reconocerá El lector reconocerá el lenguaje y las «neu- esfuerzo para presentarme como un
el lenguaje y las ras» de un psiquiatra que vive la tensión en- bufón por fuerzas ocultas? Pero está
«neuras» de un psi- tre la mirada clínica y la necesidad de tomar también, a pesar de la distancia en re-
quiatra que vive la distancia para pasar del caso individual a lación con los hombres, la fascinación
tensión entre la mi- una realidad social compleja. Ni Esteva ni que ejerce sobre mí la institución: du-
rada clínica y la ne-
mis colegas antropólogos me advirtieron de rante los últimos tres años he aprendi-
cesidad de tomar
tales peligros. Ninguno había trabajado do a amar a un edificio que había ape-
distancia para pasar
del caso individual a como antropólogo en el mismo manicomio nas notado, y que, en el fondo esperaba
una realidad social en que ejercía como psiquiatra. Hemos visto ver derribado. Se convirtió en el hijo
compleja como, en las etnografías neohipocráticas, amado, del que tratamos de conocer
los médicos se limitaban a describir, sin pre- las debilidades y grandeza, que quere-
tender comprender ni interpretar más allá mos proteger de quienes desean ha-
de un determinismo vulgar o de la idea que cerle daño. A pesar de mi (actual) aleja-
lo que describían eran «supervivencias» del miento físico, a pesar de la distancia
pasado. Sin embargo, mi iniciación como todavía me siento de la casa, converti-
antropólogo ya suponía manejar teorías y do de psiquiatra en un columnista que,
métodos novedosos que permitían ir más en las noches de verano, para los recién
allá en la comprensión y la interpretación. llegados la historia y la leyenda de un
Ignasi Terradas (1985) me lo aclararía más pasado que es también suyo (Come-
tarde. Mientras, me surgían otras preguntas, lles, 1979, I, p. 78-79).

Mi papel y la importancia de esta inves- En esa tesis era actor —y sufría como tal las
tigación para mí. ¿Es mi papel como vicisitudes de mi condición de psiquiatra en
psiquiatra que luego me ha permitido un entorno complejo—, y tenía simultánea-
la conversión y la recuperación de la in- mente la condición de autor. Mi objeto de
vestigación? ¿O es la investigación la estudio era el conflicto del Manicomi de la
justificación de una pasantía nada bri- Santa Creu de Barcelona en los años seten-
llante? ¿O es esto un panfleto destina- ta del s.XX (Comelles, 1979). Un extended
Mi objeto de estu-
dio era el conflicto do a arreglar cuentas pendientes con case study como la tesis del también psi-
del Manicomi de la los otros y conmigo mismo? Tengo la quiatra José García González (1979), y la del
Santa Creu de Bar- conciencia clara de que mi posición no psicólogo francés Jacques-Olivier Majastre
celona en los años puede generalizarse. Estoy tratando de (1972). Los tres éramos actores y autores y
setenta del s.XX llegar a ser un antropólogo porque sometidos a las rigideces que imponía la

16 Átopos 
escritura de una tesis. La diferencia era que mentos profesionales y la administración
el contexto social, político y cultural de —las «dos líneas de autoridad» de la sociolo-
Francia, tras el mayo de 1968, poco tenía gía de hospitales (Smith, 1958)—. Con el ob-
que ver con las luchas psiquiátricas del tar- jeto de reforzar la dimensión «antropológica»
dofranquismo (Bugallo et al., 1978; Gonzá- recuperé las local-level politics, la antropolo-
lez de Chaves, 1980; Novella, 2015). gía política anglo-sajona (Swartz, 1972), la
contraposición entre entre communitas y es-
El academicismo de nuestros tres escritos tructura (Turner, 1969), para analizar los movi-
contrastaba con la libertad de la que gozara mientos sociales y la entonces novísima me-
la también psiquiatra y poetisa Irène Baloste- todología de los social networks (Clyde
Fouletier (1973). Tras vivir los acontecimien- Mitchell, 1969; Lorrain, 1975). Conceptos
tos del 1968 en un manicomio, publicó un como bróker, «facción», «coalición» o «rela-
experimento literario en la colección que ciones patrón cliente» junto a la representa-
dirigían Roger Gentis y Horace Torrubia en la ción gráfica de las redes sociales me permi-
editorial François Maspéro. Se basaba en un tían una imagen de «objetividad», construir
diario personal que reelaboraba literaria- distancia respecto a mi objeto de estudio y
mente contraponiéndolo a una crónica con- contemplar a los psiquiatras con la distancia
textual de carácter político. El juego de alter- del etnógrafo. Si en la segunda parte el psi-
nancias le permitía convertir las entradas del quiatra se sintió relativamente libre de escri-
diario en notas literarias, utilizar elipsis o me- bir su crónica con algunos atisbos de subjeti-
táforas sin menoscabar su valor etnográfico vidad y emoción, en la tercera la maquinaria
e incorporar su propio sentir. La radicalidad analítica le condujo a una escritura académi-
de la obra, que hoy llamaríamos auto-etno- ca fría como un témpano de hielo.
grafía o etnografía radical, la situaba lejos de
la escritura académica que yo tardaría aún Diez años más tarde, ya había leído Tristes
más de una década en reconocer su valor. Tropiques. Vivía un momento conflictivo en
mi nueva condición profesional, así que re-
La primera parte de mi tesis siguió por ello el cuperé las preguntas que me hiciera una
patrón tradicional de cualquier monografía década antes:
clásica: la descripción de los lugares, algunos
apuntes históricos (Comelles, 1980). El pro- ¿Por qué, me preguntaba, alguien que
blema venía luego. Debía contar un conflicto se encierra en un país alejado del que
que duraba una década y que no era posible apenas conoce la lengua, solo o sola,
escribir a partir del «presente etnográfico», durante muchos meses no nos dice
un artificio que ignoraba la dimensión histó- nada sobre su experiencia personal?
rica de los procesos sociales. El problema era ¿Por qué en una profesión grafómana
articular la historiografía y la etnografía, pero nadie escribe sobre esto? La respuesta
eso «no se llevaba» aun. Opté por una solu- no venía y era cada vez más evidente
ción salomónica. La segunda parte de la tesis que no podía ser que no se analizasen la
era una crónica lineal de los acontecimientos, relación entre el observador y los obser-
pensada para que el lector tuviese una visión vados, los conflictos que derivaban de
global de ellos, escrita en tercera persona, ser el único anormal en una sociedad de
pero sin los juegos literarios de Irène Baloste- normales, la tensión que produce ser in-
Fouletier. La tercera parte, también en terce- truso entre varios cientos de observado-
ra persona, eludía la historia para contar lo res. Me fascina esa situación. ¿Es la ne-
mismo mediante una interpretación estructu- cesidad compulsiva de explicarme a mí
ral funcionalista del conflicto entre los esta- mismo mi trayectoria profesional, o la

  Átopos 17
consecuencia de las relaciones dialécti- sin culpabilizaciones, me venía bien para cri-
cas y conflictivas entre mi profesión de ticar el encorsetamiento de las narrativas an-
psiquiatra y mi profesión de antropólo- tropológicas y reivindicar lo ineludible que
go? O ambas a la vez, porque del mismo suponía discutir el tema de las emociones y
modo que mi experiencia como psi- la subjetividad del autor cuando este trabaja
quiatra fue central para mi formación at home y no en Ultramar. Me daba cuenta
como antropólogo, mi tarea como an- de que, en mi entorno inmediato, no podía
tropólogo me ha situado en un diván negar la influencia del contexto histórico, so-
imaginario. Pero para ello no puedo par- cial o político en el que se inscribía mi tarea.
tir de mi propia experiencia, aunque in- La distancia, que fuera un marchamo de auc-
tuya que todo tenga algo que ver con toritas en el pasado al trabajar sobre lo
las características de la tarea antropoló- próximo, sobre lo inmediato, exigía también
gica tal y como se ha definido histórica- poner de relieve las condiciones personales
mente (Comelles, 1989, pp. 214-215). en que se «levantaron los datos» y los sesgos
derivados del background del etnógrafo.
Si en la tesis había Si en la tesis había jugado a sentar al psi- Para probar mis ideas, el desafío consistía en
jugado a sentar al quiatra en el diván del antropólogo, ahora reescribir mi tesis. No fue fácil.
psiquiatra en el di- me planteaba sentar al antropólogo en el
ván del antropólo- diván del psiquiatra:
go, ahora me plan- Sentir
teaba sentar al El psiquiatra no puede menos que pre-
antropólogo en el guntarse qué les sucedía a estos [antro- En los setenta no tuve interlocutores para
diván del psiquiatra
pólogos] que huían de su mundo para mis dudas. Pocas publicaciones hablaban
sepultarse en otros, en los que eran los de ello (Vidich, Benesman, & Stein, 1964).
únicos blancos, las únicas anormalida- No había leído Tristes Tropiques y la pro-
des a la vista y que permanecían solos puesta de Jeanne Favret-Saada (1979) so-
durante larguísimos periodos de tiempo bre la imposibilidad de observar y com-
con la intención confesada de restituir- prender ciertos temas si uno no se dejaba
nos unos modelos de sociedad que pe- atrapar (être pris) estaba lejos de mi caso.
riclitaban. Confieso que no tengo de- En cambio, hubiesen sido muy útiles las re-
masiadas simpatías por los psicoanalistas flexiones de Paul Rabinow (1992), publica-
pero no puedo dejar de pensar que das en 1977, sobre su trabajo de campo en
algo hay tras tanta neutralidad empírica Marruecos o las de Dumont (1978), pero las
y tanto discurso apolíneo y que, si acep- conocí más tarde. Posteriormente, otros au-
tamos que en tal escritura proyectamos tores escribieron obras parecidas (Barley,
nuestras vivencias y nuestras emocio- 1989; Mallart-Guimerà, 1993), aunque ya en
nes, aun cuando intentemos introducir un registro distinto al de Lévi-Strauss.
instrumentos de control y corrección es
inevitable pensar que en esa ocultación Rabinow y Dumont formaban parte de la
hay algo más que un simple acto fallido red que discutió el problema de la autoría y
(Comelles, 1989, pp. 217–218). las ambivalencias en el trabajo de campo.
Works and Lives: the Anthropologist as
Intuí, no sé si con plena conciencia, la con- Author de Geertz (1989) y la introducción de
frontación entre mis dos yo anteriores. Mi la obra de Foucault en Norteamérica por
ventaja, ahora, era que ya existía un debate Rabinow, fueron el punto de partida de una
sobre la autoría en Antropología. Contem- revisión crítica y del cuestionamiento del
plar mis identidades a distancia, con ironía, realismo etnográfico, de las anteriores et-

18 Átopos 
nografías neohipocráticas o positivistas Frank,1991) se une el libro de Marta Allué
(Clifford, 1988; Clifford et al., 1995; Geertz, (1996) Perder la Piel. Todos ellos toman dis-
1985; Marcus & Fischer, 1986) y el punto de tancias con la autobiografía como género li-
partida de lo que se denominó antropolo- terario y la dimensión etnográfica que quie-
gía post-moderna (Reynoso, 1991). ren darle (Alegre-Agís & Riccò, 2017;
Reed-Danahay, 1997), tiene que ver con un
En antropología médica, el camino fue algo compromiso muy explícito de actuar como
distinto. El peso de la investigación aplicada fuentes de referencia que puedan contribuir
y el trabajo sobre sufrimiento, enfermedad y a la toma de conciencia y al empoderamien-
muerte suponían para los etnógrafos —bas- to de los pacientes o a promover buenas
tantes de ellos médicos o profesionales sani- prácticas entre los profesionales (Allué, 2013).
tarios —, compromisos personales y la nece-
sidad de gestionar sentimientos y emociones
con personas afectadas. Además, en el con- Terceto
texto de la reificación del cuerpo por la me-
dicina hegemónica, los antropólogos asu- Ya en pleno debate sobre la escritura etno- Los antropólogos
mieron la necesidad de recobrar una gráfica, un médico y antropólogo australia- asumieron la necesi-
antropología abierta a la hermeneútica de no Michael Taussig (1991) publicó Colonia- dad de recobrar una
los sentimientos y sensible no solo al sufri- lism, Savagism and Wild Men. Era un antropología abierta
miento biológico sino también al social. De experimento de etnografía radical en la que a la hermeneútica
de los sentimientos
ahí la necesidad de dar voz a los significados estaba lo visto, lo escuchado, la historia, la
y sensible no solo al
de los relatos de los pacientes. La obra The economía política, la literatura y el arte, pie-
sufrimiento biológi-
Illness narratives del psiquiatra y antropólo- zas todas ellas, indispensables para trans- co sino también al
go Arthur Kleinman (1988), dirigida principal- mitir al lector el clima de terror de la socie- social
mente a los profesionales de la salud preten- dad colombiana de su tiempo. El texto
día llamar su atención sobre ello. Aunque incorporaba voces, fotografías, fuentes his-
Laín Entralgo (1950), cuya obra era conocida tóricas y literarias, representaciones artísti-
por Kleinman, había acuñado la idea de «pa- cas en una mezcla de géneros que hacen
tografía», su postura no era la misma. Laín fascinante su lectura. Taussig inventó algo Taussig inventó algo
registra y encaja el relato del paciente desde así como una «antropología total», en el así como una «antro-
la distancia y el corsé clínico, mientras que sentido que la historia o el arte lo plantean. pología total», en el
Kleinman avala la significación y el valor her- El libro fue una revolución en la escritura et- sentido que la histo-
ria o el arte lo plan-
menéutico del relato del paciente. Dos con- nográfica. Algo más tarde, Nancy Scheper-
tean. El libro fue una
ceptos coetáneos, el mindful body (Scheper- Hughes (1992) en Death Without Weeping,
revolución en la es-
Hughes & Lock, 1987) y el enbodiment sin la radicalidad de Taussig, construyó una critura etnográfica
(Csordas, 1994) abrían la etnografía a la inte- obra maestra literaria que buscaba también
resubjetividad y a las emociones (Lutz & Whi- transmitir la aparente indiferencia de las
te, 1986). Su principal precedente eran los madres del Nordeste brasileño ante la es-
conceptos de «presencia» y de «crisis de la pantosa mortalidad infantil en la zona. Am-
presencia» que ponían de relieve la corpo- bos textos subvertían la estructura y la na-
reidad como forma de expresión indisocia- rrativa de la monografía etnográfica e
ble de la persona (Martino, 1958, 1961). incorporaban la necesidad de experimentar
con géneros literarios y carpinterías forma-
Pero ¿qué sucede cuando el antropólogo les distintas.
asume la etnografía de su propio padeci-
miento? A las aportaciones iniciales nortea- Leí ambos libros a principios de los noventa.
mericanas (DiGiacomo, 1987; Murphy, 1988; Incorporar los elementos de ruptura que con-

  Átopos 19
tenían en la escritura académica exigía una de la naturaleza. Pero ¿tiene el milagro el mis-
toma de conciencia, la necesidad de experi- mo significado para Lázaro que para quienes
mentar y, por qué no, la necesidad de desa- le han recuperado? Si la cita se inscribe en el
fiar determinados corsés académicos. El des- naturalismo etnográfico, la interpretación de
encadenante vino de una tremenda desgracia la situación no podía hacerse del mismo
familiar que me tocó vivir y que me llevó du- modo. Yo era el observador, pero a la vez me
rante meses a visitar diariamente un hospital, sentía aun médico y psiquiatra, era antropólo-
como paciente y como acompañante que go, era marido y era paciente. El conflicto en-
espera un desenlace muy incierto sobre el tre mis distintas identidades se prolongó du-
que casi nadie, tenía ninguna esperanza: rante un par de años. ¿Cómo construir un
relato académicamente relevante, sin obviar
A mediados de mes se moría. Tenía una los sesgos observacionales y transmitiendo la
infección incontrolada. No la bañaban complejidad emocional de la situación: el tra-
desde hacía quince días [...] Las enfer- tamiento de grandes quemados en una uni-
meras me decían que cuantos más se- dad de cuidados intensivos de un hospital de
dantes daban, más bajaba la tempera- primer nivel? En segundo lugar, la necesidad,
tura. La bañaron el domingo pensando como en toda etnografía, de confesar el fra-
que si no lo hacían moriría, pero que no caso de algunos de mis papeles, y la gestión
podía esperar más. Se la jugaron. La hi- posterior de las secuelas físicas y psíquicas
potermia posterior fue tremenda, me como punto de partida de la nueva identidad
hablaron de 29 grados y de un pulso de de la superviviente. A partir de mi experiencia
250. El lunes la temperatura había subi- personal, la etnografía la construí a partir de
do un poco. Le quitaron los sedantes y una relectura del mito —y del fracaso— de
parecía que la temperatura subía. Orfeo. Mi propuesta fue construir un relato
Aquella semana era la Romería del Ro- etnográfico para reformular el final del mito,
cío. Sus amigos habían ido allí. Luisa la pérdida de Eurídice, en un sentido distinto.
llevaba el candelabro de la virgen y se El itinerario de Eurídice en los infiernos —la
colgó una medalla de la Virgen en el unidad de cuidados intensivos—, conducía
pecho. Anduvo con ella toda la noche. no a su muerte sino a una redefinición de su
Me trajeron la medalla el jueves a Ma- propia identidad como persona (Comelles,
drid, y se la di a las enfermeras para que 2000a). Susan DiGiacomo compuso, un par
la pusiesen en la habitación. El jueves la de años más tarde, una traducción inglesa ri-
volvieron a bañar. Una enfermera me quísima en matices literarios ( Comelles, 2002)
dijo que le había ido de primera. El y reforzó mi convicción de que era posible
viernes la temperatura se estaba nor- una etnografía que transmitiese al lector no
malizando y las enfermeras insistían en solo datos sino sentimientos y emociones
que estaba mejor, se despertaba. Los tanto del observador como de los observa-
médicos hablaban en otro tono. El sá- dos y que eso no era incompatible con la es-
Comprendí que ya bado fuimos a verla. Al entrar y verme critura académica. Comprendí que ya no me
no me sería posible se echó a llorar. Nos conoció. El domin- sería posible escribir etnografía sin incorporar
escribir etnografía go, por primera vez, las enfermeras co- mi vivencia y mi sentir. Supe que podría rees-
sin incorporar mi vi- mentaban entre ellas se sale, se sale. cribir mi etnografía del manicomio. La releí,
vencia y mi sentir
Salió (Comelles, 2002b, p. 342). reconocí mis dos identidades,

Un milagro puede interpretarse de distintos En este libro mi yo clínico y mi yo antro-


modos, como un milagro de la ciencia, como pológico, mis dos identidades profe-
un milagro de la fe, como un simple milagro sionales, vamos a ser tú y yo. Vamos a

20 Átopos 
hablar de Jekyll a Hyde, de Hyde a Je- viamente reconocer el diálogo entre am-
kyll. Durante años pensé que tú, como bas, para entablar uno nuevo desde mi
psiquiatra, fuiste mi faceta Hyde que actual identidad. Me pareció fascinante el
permitía a mí yo Jekyll, no quedar atra- desafío. Se trataba pues de una autoetno-
pado por lo odioso de uno mismo, grafía a partir de lo que, en su momento,
triunfando allá donde Jekyll fracasara y fue también una autoetnografía aun sin que
redimiéndome de mi pecado de orgu- mis dos viejos yo lo supiesen.
llo. Tu y yo. Es hora que hablemos de
nuestra relación de pareja y que nos Quise que la maqueta de Stultifera
presentemos. Os encuentro, a mi face- Navis combinase dos flash-backs. Uno
ta clínica, tu, de nuevo cuando ahora remite a la iniciación del autor, y es una
decido escribir este libro para aprove- metáfora del viaje intelectual que se
char lo que tu escribiste. Hasta aquí emprende en cualquier investigación,
este prólogo es casi todo tuyo. Lo re- y el otro remite al viaje al pasado —la
dactaste para justificar tu tránsito de la historia—, necesaria para comprender
Psiquiatría a la Antropología. Incluiste el presente y no verse obligado a re-
un final inédito que no revelaré hasta el petir el pasado. En la historiografía y
final. Construiste un diálogo contigo en la antropología más o menos con-
mismo para resolver el problema del yo vencionales el itinerario del autor y el
/ tu como antropólogo, sin renegar de itinerario intelectual que significa la
tu identidad como psiquiatra. Lo re- escritura del texto no están represen-
cuerdo bien. Yo, psiquiatra, me sentaba tados directamente en el escrito. El
en tu diván de terapeuta antropólogo, flash back se conserva en lo literario,
para explicarme a mí, al psiquiatra, mi como en Proust, pero la memoria his-
nuevo yo como antropólogo. Pero a tu tórica de sus actores se sitúa en el do-
yo antropólogo no le fue posible rees- cumental, o en el libro histórico. en un
cribir tu tesis, aunque lo anunciaste. A relato lineal que el lector aborda del
mí yo antropológico actual le costaba principio al final (Comelles, 2006: 340).
tomar tu relevo. Le di largas durante
dos décadas. Por fin me he armado de El libro empieza con la cita de Lévi-Strauss y
valor. Pensé primero que bastaba tra- es también un viaje iniciático porque la ex-
ducir tu relato escrito en francés y aña- periencia del etnógrafo siempre es un pro-
dir algo de mi mano. Que ingenuo. ceso de iniciación, por eso el escrito empie-
Cuando empiezo a hacerlo, lejos de za y termina con las frases iniciales y finales
casa, en una ciudad lejana, descubro de The Treasure Island de Robert L. Steven-
en tu obra un diálogo imposible entre son como detalle meta-referencial. A dife-
un tú psiquiatra clínico poco antropólo- rencia de Tristes Tropiques, una obra litera-
go, y un yo lejano cada vez más antro- ria, Stultifera era una monografía para una
pólogo y menos psiquiatra. Ambos me oposición, para un examen de mi vida profe-
parecéis otros. (Comelles, 2006:28) sional. ¿Porque no construir la monografía
mediante la deconstrucción de su carpinte-
El trabajo de escritura de Stultifera Navis ría tradicional? Opté por escoger, para pre-
que se prolongó de 2001 a 2006, me permi- sentar los resultados puramente científicos
tió reflexionar sobre la autoría. Mi yo del de un estudio sobre las relaciones entre la
presente debía dialogar, en el sentido literal ciudad de Barcelona, su clase política y la lo-
del término, con las dos etnografías que es- cura, una combinación entre la estructura de
cribieran mis dos viejos yo. Significaba pre- una ópera —la Tetralogía de Richard Wag-

  Átopos 21
ner—, y la de una película —Lola Montes Del «senti-miento».
(1954) de Max Ophuls. Ambas tenían una A modo de epílogo
vocación «total». Se trataba de evocar, a par-
tir de la gestión de la locura, la historia de la El psicoterapeuta y antropólogo, Pedro
ciudad de Barcelona y a través de la arqui- Cantero (2008), escribió una etnografía, de
tectura narrativa de Lola Montes, un espec- una extremada sensibilidad literaria, sobre
táculo de circo, situar al autor en la posición las gentes del Andévalo en Andalucía. Su
del Director de pista que va dando entrada a objetivo era expresar los «senti-mientos» y
cada una de las jornadas en que se distribu- eso solo puede hacerse con exquisitos jue-
ye la historia. Mi intención era que la escritu- gos literarios. Itxaso Martin Zapirain escri-
ra envolviese al lector mediante la evocación bió primero una novela sobre el silencio en
de sensaciones y emociones, jugando con torno a su abuela internada en el manico-
asociaciones libres, pastiches literarios, le- mio de Santa Agueda en Guipúzcoa, a la
tras de canciones, o mediante artificios na- que siguió su tesis (2015) en la que repre-
rrativos recuperados de lo visual, como pla- senta el silencio mediante páginas en blan-
nos en un guion cinematográfico: co y utiliza caligramas para expresar las sen-
saciones vividas durante la realización de la
Por la tarde, los administradores se reú- misma. Ilaria Cover (2015) construye su tesis
nen en Junta en la bellísima sala del ala sobre las mujeres internadas en el psiquiá-
Oeste, cuyos ventanales miran al Sur, trico de Alejandría en Egipto, a partir de la
bajo el primoroso techo cerámico. Los metáfora de sus respectivos viajes iniciáti-
canónigos de hábito, los concejales con cos y mediante el relato gráfico contenido
terno. Despachan, como de costumbre, en los dibujos con que las pacientes expli-
una veintena de asuntos menores. Antes can sus sensaciones en la institución.
de despedirse, fuman un último cigarri-
llo y contemplan de pie, junto a la venta- Con Pedro, Itxaso e Ilaria compartimos sen-
na, la avenida con las torres de la Sagra- timientos y emociones, creo que comunes,
da Familia al fondo. Un farolero de al escribir nuestras etnografías. Somos
caminar pausado enciende con su me- conscientes de que, por determinadas cir-
chero las luces de gas. La calle toma un cunstancias, nos es posible ir más allá de los
color macilento. Comentan algo inquie- límites de la etnografía clásica. El Adieu vo-
tos los acontecimientos del día anterior, yages, adieu sauvages! de Lévi-Strauss co-
la sublevación del Ejército de África. Es rrespondía al desencanto de un imaginario
el sábado 18 de julio de 1936. En la Pre- pero que, a finales de los sesenta, podía
fectura de Governació de la calle Claris, llevar a un adolescente a convertirse en an-
Escofet, Guarner, Companys y Tarrade- tropólogo. La elegancia literaria de Mali-
llas recuentan sus efectivos. García Oli- nowski, como la de Joseph Conrad, el rea-
ver y Ascaso los suyos. En el cuartel de lismo etnográfico de Balzac o de Flaubert y
Artillería de San Andrés, los sediciosos el naturalismo etnográfico de Tucídides,
hacen sus últimas previsiones. Los Ad- Zola o Leopoldo Alas son aun modelos para
ministradores bajan la escalinata. Bajo el la escritura etnográfica. Pero son lenguajes
vestíbulo esperan los coches. Una palo- que ya no pueden ser ajenos al registro fo-
ma blanca revolotea buscando la salida. nográfico, cinematográfico o videográfico.
Se despiden. Los autos se pierden en la Die Sinfonie der Grosstadt (Ruttman, 1927)
ciudad. Negras tormentas agitan los ai- y Chelovek s kino apparition (Vertov, 1929)
res. Nubes oscuras nos impiden ver. Cae eran el punto de partida de la etno cinema-
la noche. tografía a partir de relatos basados, exclusi-

22 Átopos 
Vista de la explotación
agrícola del Institut de
la Santa Creu, Arxiu
històric, Jaume Ribera,
1920-1930.

vamente, en el lenguaje visual y en las que Epílogo


la reflexividad era absolutamente explícita
en Vertov, con la cámara que filma a otra En todos los temas que he trabajado he
cámara que también rueda; e implícita en encontrado tesoros. No el del capitán Flint
Ele Ruttmann encerrado con el montador en una cueva de una isla desierta, sino en Los límites entre la
ante la mesa de edición. Eran dos posibili- la observation flottante del mundo que me etnografía, la fono-
dades de narrativa de ruptura que el mun- rodea, en conversaciones informales, en grafía, la fotografía o
do de la antropología académica contem- estanterías donde el libro o el documento las distintas posibili-
plaba con indiferencia. Aunque Rivers en las viene a tu mano y, abriéndolo, tu cara se dades técnicas de
Notes & Queries de 1913 invocaba la posi- ilumina y gritas de gozo. Seguramente las motion pictures
bilidad de fotografiar o rodar ese material son tan tenues que
esto no tiene nada de extraordinario. De-
no se consideraba expresivo en sí mismo. nos obligan a sub-
cía Kafka, en su diario, que los países pe-
vertir los lenguajes
queños tendemos a examinar muy a fondo narrativos y los for-
La mirada displicente de la academia sobre ciertas problemáticas. No le desmentiré. matos clásicos
el cine en los veinte del siglo pasado ya no La paradoja es que hoy el mundo entero es
es posible hoy. Ahora es inevitable, los lími- local, pequeño. Los social networks son
tes entre la etnografía, la fonografía, la foto- hoy lenguaje popular y las local level polí-
grafía o las distintas posibilidades técnicas tics hacen referencia a relaciones entre
de las motion pictures son tan tenues que continentes. No añoro el pasado. Lamento
nos obligan a subvertir los lenguajes narrati- que, por mi edad y el paso vertiginoso de Añoro cómo las limi-
vos y los formatos clásicos ( Comelles, 2012). mis días, voy a perderme maravillas que ya taciones de antaño
A cambio, ganamos en expresividad, trata- no podré descubrir. Pero añoro cómo las nos obligaban a ser
mos de expresar las emociones de nuestros limitaciones de antaño nos obligaban a ser libres
informantes, de nuestros observados y no libres.
rechazamos la posibilidad de incorporar las
nuestras propias, por nuestra posición com- Pour pays tout l’univers, et pour loi ta volonté!
prometida, y porque la evidencia de nuestro Et surtout, la chose enivrante:
compromiso político, social, artístico, perso- la liberté! la liberté! ».
nal se convierte en indispensable para re- (Meilhac & Halévy, Carmen, Acto II)
construir en cada caso y en cada circunstan-
cia, los límites del documento.

  Átopos 23
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