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Libro III: Pluralidad y Trinidad en Dios. Ricardo intenta mostrar con argumentos
comprensibles para la razón que, en la unidad divina, tiene que existir una pluralidad de
personas.
En Dios hay plenitud de felicidad. Pero no hay amor más deleitable que el amor mutuo. Por
lo tanto, en la suprema felicidad no puede faltar la pluralidad de personas.
En Dios hay plenitud de gloria. Ahora bien la verdadera gloria consiste en comunicar
generosamente a otro aquello que se posee. Luego hay en Dios pluralidad de personas.
Libro IV: Las Personas. Una vez afirmada la unidad de naturaleza y la pluralidad de
personas existentes en Dios es necesario esclarecer el sentido del término persona. Persona
se refiere a la sustancia pero no es sinónimo de sustancia: ella designa una sustancia dotada
de razón y significa también una propiedad singular incomunicable. Tres personas significan
tres individuos de naturaleza racional, sin implicar diversidad de las tres sustancias, pero
exige alteridad en los tres que la poseen.
Libro V: Las Procesiones. Puesto que hay en Dios personas distintas en razón de su
distinción de origen, es necesario estudiar este origen. La persona que existe por si misma
exige otra que le sea igual para poder tener la plenitud de la caridad. La tercera persona no
procede solo de la primera, pues la segunda tiene igual poder que la primera.
Libro VI: Los nombres de las Personas. Las procesiones del Hijo y del Espíritu Santo
son distintas: las precesiones del Hijo es comunicación de la grandeza; la procesión del
Espíritu Santo es comunicación del amor. Al Padre se le atribuye el poder, al Hijo la
sabiduría, y al Espíritu Santo la bondad.
Alejandro de Hales.
San Buenaventura.
El recoge toda la tradición del pensamiento que hemos visto hasta ahora, con el
resumen de su pensamiento de un doble aforismo: “es una verdad indudable que Dios existe.
Es una verdad creíble es Trino”.
San Buenaventura confía en la posibilidad de encontrar a Dios a través de las cosas
creadas, en especial del alma humana que es la creatura más perfecta y el reflejo de la
misteriosa intimidad divina. Como san Agustín, san Buenaventura encuentra en las tres
potencias del alma el vestigio de la Trinidad: la memoria es vestigio del Padre, la inteligencia
es vestigio del Hijo, la voluntad es vestigio del Espíritu Santo; así las tres Potencias, que son
Una sola y misma alma, se muestran como tres y, al mismo tiempo, como un solo ser.
El estudio de San Buenaventura se estructura siguiendo el itinerario occidental:
estudiar primero la unidad de Dios, para pasar desde aquí a la Trinidad de Personas. San
Buenaventura, al igual que Alejandro de Hales, entiende que las personas divinas no se
constituyen por la relaciones, sino por su origen; para él las relaciones son solo características
de las Personas, las cuales ya son distintas en razón de sus propiedades de origen.
En cuanto a la unidad divina hace un orden lógico, que llega a las cinco vías. Rechaza
que se pueda probar a priori la existencia de Dios, para desarrollar luego las cinco vías.
Es de importancia la forma en que trata la esencia divida, haciendo confluir hacia ella
las cinco vías unidas: primer motor es su misma actividad, es el mismo Ser; la causa primera
incausada tiene en sí misma la razón de su existencia; el Ser necesario tiene como atributo
esencial la existencia; la perfección suprema no puede ser una perfección participada; la
causa final, no puede estar ordenada a un distinto de sí misma.
Ha tenido en cuenta Santo Tomás la teología negativa; de Dios podemos decir lo que no es,
no lo que es, y así reforzar su unidad. Dios es un eterno y simplísimo acto de inteligencia y
amor. Dios es su puro ser: su existencia es su esencia.
En cuanto a la Trinidad sigue: I. Las procesiones entendidas y explicadas por medio
de la analogía de las operaciones de conocimiento y amor inmanentes a todo ser intelectual;
II. Las relaciones que siguen necesariamente a estas procesiones divinas y que constituyen
las Personas; III. Las Personas divinas consideradas absolutamente, es decir, en sí mismas o
relativamente, es decir, su relación a la esencia divina, a los actos que expresan sus orígenes,
o en su relación entre sí.
El pensamiento analógico.
La base de su estructuración son las analogías del las operaciones inmanentes propias
de todo ser intelectual. Para ello dice sobre la demostrabilidad Santo Tomás: “Que Dios es
trino es únicamente objeto de fe y no se puede probar con ningún argumento…en nuestro
estado de caminantes no podemos más que conocer a Dios por sus efectos en el mundo.”
Santo Tomás ha analizado todos los textos del Nuevo Testamento concernientes a la
Trinidad. También es conocedor de la doctrina patrística, en especial de San Agustín, capta
la posición de Arrio, de Sabelio, y de Macedonia, así como su conocimiento de los principales
escritos de San Atanasio, San Hilario, y de la tradición teológica que le precede.
El capta con Agustín la importancia teológica de Juan 1,18, el Unigénito procede del Padre
como Verbo interior. El Padre engendra en el hoy eterno de la Eternidad a su Hijo. Se
esclarece en gran manera el modo íntimo de la generación del Verbo y, también se esclarece,
el modo intimo de la inspiración.
Las procesiones.
La fe nos enseña que existen en Dios dos procesiones internas, inmanentes, y que es
necesario entender estas procesiones como procesiones espirituales, no materiales. Se trata
de dos procesiones reales, y en toda procesión, se encuentran estos elementos: a. El que
procede (qui); b. aquel de quien procede (a quo); c. la relación u orden de procedencia. Para
que la procesión sea real e requiere que estos tres elementos sean reales.
La primera procesión es la del Verbo que procede del Padre, según la procesión
espiritual del Verbo inteligible de quien lo dice, que permanece en El. Por esta razón, el
Verbo, concebido con toda perfección desde toda la eternidad por el Padre, no es distinto de
este. Esta procesión intelectual merece el nombre de generación, pues el viviente nace del
viviente y recibe una naturaleza semejante a la del que engendra.
La segunda procesión no es por modo de generación, sino de expiración. Así como
en nosotros el amor del bien procede del conocimiento del bien, también se da en Dios una
segunda procesión, la cual no es una generación, porque el amor, al contrario del
conocimiento, no asimila así mismo a su objeto, sino que tiende hacia El.
Hay en Dios tres relaciones opuestas entre si, por lo que hay tres Personas en Dios. Santo
Tomas tiene como base la definición boeciana de persona: naturaleza racional de sustancia
individual, este concepto no repugna a Dios con tal de que sea purificado de las
imperfecciones con que lo encontramos realizado en las personas creadas.
En Dios la persona es la relación en cuanto subsistente, la relación en Dios es la misma
esencia divina, por lo cual es subsistente. Persona en Dios es la relación subsistente,
incomunicable. Para Santo Tomas son las relaciones mismas las que constituyen a las
personas.
Se distinguen las personas por nociones o notas propias de cada Persona, y también por sus
nombres propios. El nombre de la Primera Persona es el de Padre y no engendrado o ingénito,
o principio sin principio. La segunda Persona es el Hijo, Verbo, Imagen. Y la tercera Persona
es el Espíritu Santo, Amor y Don.
Las tres Personas son iguales pues tienen la misma naturaleza, numéricamente una y
un solo ser, un solo acto de existir. En Dios no es más perfecto el engendrar que el ser
engendrado, porque la generación eterna no causa la naturaleza divina del Hijo, solo la
comunica.
Con santo Tomas de Aquino la estructuración del tratado De Trinitate adquiere una gran
perfección formal que lo constituye en el máximo exponente de la estructuración escolástica
y en punto de referencia universal.
Sus tres ideas más importantes son: el carácter revelado de la afirmación trinitaria; la
conexión que establece entre fe trinitaria y el mensaje de salvación; y, la conclusión de su
tratado sobre Trinidad dedicado a la inhabitación de la Trinidad en el alma.