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Capitulo X

LA DOCTRINA SOBRE DIOS EN LA HISTORIA DE LA TEOLOGÍA.

La edad media recoge la gran herencia patrística también en lo que concierne a la


teología de misterio de Dios. En occidente, el pensamiento de San Agustín es el punto
universal de referencia. Es en este apasionante período en el que la formulación especulativa
del misterio trinitario llega a su máximo esplendor. He aquí algunos de los autores más
representativos:

San Anselmo de Canterbury († 1109).

El pensamiento anselmiano tiene una tendencia racional y su personalidad


inconfundible se nota aun más en los argumentos para mostrar la existencia de Dios: El
argumento ontológico, que pretende deducir la existencia de Dios del hecho de que, en la
idea de Dios, se incluye también la afirmación de su existencia. Este argumento no parte de
la intuición de la divinidad, sino del contenido de la idea de Dios; no afirma que el hombre
conozca inmediatamente a Dios, sino sólo que el hombre tiene la idea de que Dios es lo más
perfecto que se puede pensar. Por consiguiente la existencia de Dios es evidente para todos
los hombres que entiendan lo que significa la palabra Dios.
La crítica usual a este argumento es que San Anselmo salta del orden mental al orden
real. En respuesta a la crítica se dirá que el argumento anselmiano no pasa de lo pensado a lo
real directamente, sino que pasa de la posibilidad ideal del ser omniperfecto a la posibilidad
real de ese ser. Si el pensamiento puede admitir su existencia es que existe real y
necesariamente.

En cuanto al misterio trinitario desarrolla su pensamiento en la obra De fide trinitatis


et incarnatione Verbi, esta obra es escrita contra Rosselino, el cual pensaba “si no hay más
que un solo Dios hay que concluir que la tres personas que no son más que una sola cosa y,
por lo tanto el Padre y el Espíritu Santo se han encarnado con el Hijo”. San Anselmo refuta
a Rosselino llamando a atención sobre la importancia de la fe, es decir, sobre la importancia
de recibir sinceramente cuanto enseña la Revelación sobre Dios. Utiliza las ya tradicionales
distinciones entre naturaleza y persona, entre lo absoluto y lo relativo, lo que le permite dejar
claro que no existe repugnancia entre el misterio de la trinidad y la razón humana,
precisamente porque no se dice que en Dios haya al mismo tiempo una persona y tres
personas, sino una naturaleza y tres personas. No se dice que hay un absoluto y tres absolutos,
sino un absoluto y tres relaciones. Con San Anselmo llega a su formulación más neta el
axioma teológico que consagrara el concilio de Florencia: Todo es lo mismo donde no hay
oposición de relación.

Lo más destacable en San Anselmo en materia trinitaria es la conclusión de su


doctrina pneumatológica: el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo en cuanto los dos
son uno solo con la divinidad y en tanto que el Hijo recibe del Padre de expirar con El el
Espíritu Santo.

Ricardo de San Víctor.


Ricardo esta bajo la influencia de San Agustín y de San Anselmo. Su pensamiento
trinitario se puede estudiar según el orden que el mismo sigue en su tratado De Trinitate.

Libro I: existencia de una sustancia divina, única y absolutamente perfecta. Se prueba


la existencia de Dios partiendo de la existencia de seres contingentes y de la existencia de
diversos grados de perfección
Libro II: Los atributos divinos. Dios es increado e inmenso. Los atributo divinos se
identifican con la esencia de Dios y todos ellos levan la unicidad de un solo Señor, un solo
poderoso, un solo eterno.

Libro III: Pluralidad y Trinidad en Dios. Ricardo intenta mostrar con argumentos
comprensibles para la razón que, en la unidad divina, tiene que existir una pluralidad de
personas.
En Dios hay plenitud de felicidad. Pero no hay amor más deleitable que el amor mutuo. Por
lo tanto, en la suprema felicidad no puede faltar la pluralidad de personas.
En Dios hay plenitud de gloria. Ahora bien la verdadera gloria consiste en comunicar
generosamente a otro aquello que se posee. Luego hay en Dios pluralidad de personas.

Libro IV: Las Personas. Una vez afirmada la unidad de naturaleza y la pluralidad de
personas existentes en Dios es necesario esclarecer el sentido del término persona. Persona
se refiere a la sustancia pero no es sinónimo de sustancia: ella designa una sustancia dotada
de razón y significa también una propiedad singular incomunicable. Tres personas significan
tres individuos de naturaleza racional, sin implicar diversidad de las tres sustancias, pero
exige alteridad en los tres que la poseen.

Libro V: Las Procesiones. Puesto que hay en Dios personas distintas en razón de su
distinción de origen, es necesario estudiar este origen. La persona que existe por si misma
exige otra que le sea igual para poder tener la plenitud de la caridad. La tercera persona no
procede solo de la primera, pues la segunda tiene igual poder que la primera.

Libro VI: Los nombres de las Personas. Las procesiones del Hijo y del Espíritu Santo
son distintas: las precesiones del Hijo es comunicación de la grandeza; la procesión del
Espíritu Santo es comunicación del amor. Al Padre se le atribuye el poder, al Hijo la
sabiduría, y al Espíritu Santo la bondad.

Alejandro de Hales.

Alejandro sigue en lo esencial a Ricardo de San Víctor: considera primero a Dios en


su unidad, para pasar luego a la contemplación del misterio Trinitario. El punto de partida es
la consideración de Dios como suma Bondad.
Alejandro puntualiza que no es la sustancia divina la que engendra al Hijo, sino la Persona
del Padre la que lo engendra como principium quod. No se puede concebir la Trinidad como
una sustancia que se engendra a sí misma, sino que es el Padre el que, de su sustancia
engendra al Hijo.
Al igual que san Buenaventura, Alejandro entiende que la generación del Verbo es
por naturaleza, y la expiración del Espíritu Santo por voluntad. Las notas características de
las Personas son estas: EL Padre es principio, innascibilidad y paternidad; el Hijo es sabiduría
y verbo; el Espíritu Santo es comunión, caridad, don.

San Buenaventura.

El recoge toda la tradición del pensamiento que hemos visto hasta ahora, con el
resumen de su pensamiento de un doble aforismo: “es una verdad indudable que Dios existe.
Es una verdad creíble es Trino”.
San Buenaventura confía en la posibilidad de encontrar a Dios a través de las cosas
creadas, en especial del alma humana que es la creatura más perfecta y el reflejo de la
misteriosa intimidad divina. Como san Agustín, san Buenaventura encuentra en las tres
potencias del alma el vestigio de la Trinidad: la memoria es vestigio del Padre, la inteligencia
es vestigio del Hijo, la voluntad es vestigio del Espíritu Santo; así las tres Potencias, que son
Una sola y misma alma, se muestran como tres y, al mismo tiempo, como un solo ser.
El estudio de San Buenaventura se estructura siguiendo el itinerario occidental:
estudiar primero la unidad de Dios, para pasar desde aquí a la Trinidad de Personas. San
Buenaventura, al igual que Alejandro de Hales, entiende que las personas divinas no se
constituyen por la relaciones, sino por su origen; para él las relaciones son solo características
de las Personas, las cuales ya son distintas en razón de sus propiedades de origen.

Santo Tomás de Aquino. (+1274)


Su gran obra es la Summa Theologiae, en esta el aquinante comienza considerando
las cuestiones de Dios en cuanto a su unidad para luego pasar a las propiamente trinitarias.
Siguiendo el pensamiento occidental: desde la unidad de Dios y la consideración de los
atributos divinos a las verdades de la trinidad de Personas.

En cuanto a la unidad divina hace un orden lógico, que llega a las cinco vías. Rechaza
que se pueda probar a priori la existencia de Dios, para desarrollar luego las cinco vías.

Es de importancia la forma en que trata la esencia divida, haciendo confluir hacia ella
las cinco vías unidas: primer motor es su misma actividad, es el mismo Ser; la causa primera
incausada tiene en sí misma la razón de su existencia; el Ser necesario tiene como atributo
esencial la existencia; la perfección suprema no puede ser una perfección participada; la
causa final, no puede estar ordenada a un distinto de sí misma.
Ha tenido en cuenta Santo Tomás la teología negativa; de Dios podemos decir lo que no es,
no lo que es, y así reforzar su unidad. Dios es un eterno y simplísimo acto de inteligencia y
amor. Dios es su puro ser: su existencia es su esencia.
En cuanto a la Trinidad sigue: I. Las procesiones entendidas y explicadas por medio
de la analogía de las operaciones de conocimiento y amor inmanentes a todo ser intelectual;
II. Las relaciones que siguen necesariamente a estas procesiones divinas y que constituyen
las Personas; III. Las Personas divinas consideradas absolutamente, es decir, en sí mismas o
relativamente, es decir, su relación a la esencia divina, a los actos que expresan sus orígenes,
o en su relación entre sí.

El pensamiento analógico.
La base de su estructuración son las analogías del las operaciones inmanentes propias
de todo ser intelectual. Para ello dice sobre la demostrabilidad Santo Tomás: “Que Dios es
trino es únicamente objeto de fe y no se puede probar con ningún argumento…en nuestro
estado de caminantes no podemos más que conocer a Dios por sus efectos en el mundo.”

Para el querer demostrar la Trinidad es ofender doblemente la fe: porque es abajar el


misterio de la intimidad divina hasta la pequeñez de nuestra mente, y porque es exponer el
misterio a la burla de los increyentes. Sin embargo si podemos encontrar vestigios de la
Trinidad en las criaturas, especialmente en el alma humana y en sus operaciones.

Visión de conjunto de su doctrina.

Santo Tomás ha analizado todos los textos del Nuevo Testamento concernientes a la
Trinidad. También es conocedor de la doctrina patrística, en especial de San Agustín, capta
la posición de Arrio, de Sabelio, y de Macedonia, así como su conocimiento de los principales
escritos de San Atanasio, San Hilario, y de la tradición teológica que le precede.
El capta con Agustín la importancia teológica de Juan 1,18, el Unigénito procede del Padre
como Verbo interior. El Padre engendra en el hoy eterno de la Eternidad a su Hijo. Se
esclarece en gran manera el modo íntimo de la generación del Verbo y, también se esclarece,
el modo intimo de la inspiración.

Las procesiones.

La fe nos enseña que existen en Dios dos procesiones internas, inmanentes, y que es
necesario entender estas procesiones como procesiones espirituales, no materiales. Se trata
de dos procesiones reales, y en toda procesión, se encuentran estos elementos: a. El que
procede (qui); b. aquel de quien procede (a quo); c. la relación u orden de procedencia. Para
que la procesión sea real e requiere que estos tres elementos sean reales.
La primera procesión es la del Verbo que procede del Padre, según la procesión
espiritual del Verbo inteligible de quien lo dice, que permanece en El. Por esta razón, el
Verbo, concebido con toda perfección desde toda la eternidad por el Padre, no es distinto de
este. Esta procesión intelectual merece el nombre de generación, pues el viviente nace del
viviente y recibe una naturaleza semejante a la del que engendra.
La segunda procesión no es por modo de generación, sino de expiración. Así como
en nosotros el amor del bien procede del conocimiento del bien, también se da en Dios una
segunda procesión, la cual no es una generación, porque el amor, al contrario del
conocimiento, no asimila así mismo a su objeto, sino que tiende hacia El.

Las relaciones divinas.


La relación es uno de los nueve géneros de accidentes; la relación no afecta la sustancia, sino
que va en orden a un término. Todo el ser de la relación consiste en su referencia al otro. Por
esta razón, en toda relación se dan estas tres cosas: a. un sujeto que dice orden o referencia a
otra cosa; b. un término al que el sujeto dice referencia; c. un fundamento en que se basa esta
referencia.
En Dios hay procesiones reales, hay también relaciones reales. La generación del
Verbo fundamenta las relaciones Paternidad- Filiación; la procesión del amor fundamenta las
relaciones entre espiración activa y espiración pasiva.
Las relaciones divinas que están opuestas entre si son realmente distintas en virtud
misma de esta oposición: el Padre no es el Hijo, porque nadie se engendra a sí mismo; y el
Espíritu Santo no es el Padre ni el Hijo. Se dan pues en Dios cuatro relaciones reales:
Paternidad, Filiación, Espiración activa y espiración pasiva. Como la espiración activa no es
opuesta ni a la Paternidad ni a la filiación no es realmente distinta de estas. Existen cuatro
relaciones reales en Dios, y solo tres de estas relaciones son realmente distintas entre sí.

Las personas divinas.

Hay en Dios tres relaciones opuestas entre si, por lo que hay tres Personas en Dios. Santo
Tomas tiene como base la definición boeciana de persona: naturaleza racional de sustancia
individual, este concepto no repugna a Dios con tal de que sea purificado de las
imperfecciones con que lo encontramos realizado en las personas creadas.
En Dios la persona es la relación en cuanto subsistente, la relación en Dios es la misma
esencia divina, por lo cual es subsistente. Persona en Dios es la relación subsistente,
incomunicable. Para Santo Tomas son las relaciones mismas las que constituyen a las
personas.

Se distinguen las personas por nociones o notas propias de cada Persona, y también por sus
nombres propios. El nombre de la Primera Persona es el de Padre y no engendrado o ingénito,
o principio sin principio. La segunda Persona es el Hijo, Verbo, Imagen. Y la tercera Persona
es el Espíritu Santo, Amor y Don.
Las tres Personas son iguales pues tienen la misma naturaleza, numéricamente una y
un solo ser, un solo acto de existir. En Dios no es más perfecto el engendrar que el ser
engendrado, porque la generación eterna no causa la naturaleza divina del Hijo, solo la
comunica.

Importancia de la reflexión trinitaria de Santo Tomás.

Con santo Tomas de Aquino la estructuración del tratado De Trinitate adquiere una gran
perfección formal que lo constituye en el máximo exponente de la estructuración escolástica
y en punto de referencia universal.
Sus tres ideas más importantes son: el carácter revelado de la afirmación trinitaria; la
conexión que establece entre fe trinitaria y el mensaje de salvación; y, la conclusión de su
tratado sobre Trinidad dedicado a la inhabitación de la Trinidad en el alma.

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