Вы находитесь на странице: 1из 3

“Sentirse bien interiormente aunque parezca imberbe e italiano su estilo, e inversa su galantería”

Sobre el libro Hay tierra bajo mis pies de Cecilia Carballo (El ojo de mármol, 2017)

Por Romina Freschi

“Hay tierra bajo mis pies”. Vaya una declaración fenomenológica ésta de Cecilia Carballo, una
atención a lo elemental, resistir con los pies sobre la tierra, pero sobre todo un mirar de otro modo.
No con los ojos, sino con los pies.

En esta inversión, no hay un rechazo, no se trata de un revés, ni un estar de cabeza, no se trata de


volver a polarizar (mente-cuerpo, cuerpo-alma, pies-cabeza, naturaleza- cultura, civilización-
barbarie, animal – humano, europeo- apátrida, clásico- barroco… uf, cuántas!), no, no.

Se trata, por el contrario, de transformar el cuerpo, esto es, la mirada, y dejarlo devenir mundo, a
partir de la sensación, la experiencia, y la igualdad.

Cualquier teoría binaria se basa en la anulación del trayecto, y del matiz; y a través de la exaltación
de los polos, la desigualdad instala una relación de dominación. Entre los polos, si nos atrevemos a
ello, se halla la magia, la alquimia, ¡la amistad! que no rechaza los polos, sino que los incluye, los
reúne.

Dice Cecilia Carballo:

Cómo negarme
al abrazo de los árboles
y a la conversación con los animales
en esos momentos de ensueño
nace el fuego sagrado
una espiga es sol
una hoja es viento.

A través del fuego sagrado es que logramos la transformación del propio cuerpo, y de todos los
cuerpos, hacia el cuerpo de luz. Es maravilloso que esa transformación esté realizada en Cecilia
como una imposibilidad de la negación. “Cómo negarme”, se pregunta Carballo, y más tarde afirma
“no puedo negarme”, con su apellido de árbol, a la tierra que la sostiene. “Mi cuerpo es un latido”
dice.

La tierra es un planeta, no apenas un territorio, ni una mugre. De esa observación sabia nace este
libro.

volamos por el espacio


cúmulos estelares nos atraviesan
el infinito está en nosotros.

En ella todos los elementos que nos acunan: tierra, aire, agua y fuego. Y los estados de cada cual, y
la historia que se inscribe en ellos.

Hablaba antes de los polos y las desigualdades. Y en ese fuego sagrado hay transformación pero no
olvido. La ceniza que todos seremos deja su huella planetaria en el cosmos:

la sangre derramada
se funde con la espuma blanca
la convierte en fuego
que late por el océano.

Sentir la tierra bajo los pies, es ser la tierra. Sentir el latido de la tierra es ser un latido. No negarse
al otro. No negar tampoco la historia.

No negar la punta del iceberg, pero tampoco negar la profundidad que lo alza. Porque no negar es
aceptar. Ahí la transformación. Ahí la magia. Bucear y ver la base del iceberg y lograr la
permeabilidad, aceptar el hundimiento del Titanic, el fracaso de esa humanidad que se creyó inmune
y superior. Ver al Titanic como lo que es hoy “un gigante que se quebró/ y demostró ser vulnerable”
y se permite que ingresen en él, el océano y sus habitantes.

Si la teoría del iceberg de Hemingway planteaba la omisión, bien convendrá revisar la teoría hoy
por hoy para entender que no se trata solamente de una teoría objetivista, sino también de una teoría
imaginal. Una teoría que conecta cualquier punto con una totalidad abierta sin hacer vértice ni polo,
y sin negar ninguna apariencia.
Porque hay que internarse, dice Cecilia Carballo. Pero no en el loquero ni en el spa, como nos
mandan. Internarse es llegar a lo interno, ser el latido para sentir el latido del otro, el latido de la
tierra.

Allí la sabia resistencia de Cecilia Árbol, fuerte roble, que no niega la apariencia pero va también
por el abrazo de la experiencia: “Sentirse bien interiormente aunque parezca imberbe e
italiano su estilo, e inversa su galantería”.

17 de junio de 2017

Вам также может понравиться