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Metodología de la historia cultural

Grupo: HI01

Loyola Carmona Carlos Daniel

De la historia de las mentalidades a la historia cultural. Notas sobre el desarrollo de la


historiografía en la segunda mitad del siglo XX

Dos corrientes historiográficas surgen en la década de los 70 del siglo XX, la historia de las
“mentalidades” y el giro lingüístico; estas ampliaron los temas de estudio, y dejaron en
segundo plano los esquemas propios del materialismo histórico. Surge así la “historia
cultural” como una corriente historiográfica que integra elementos de la sociología y el giro
lingüístico cuya principal finalidad es comprender la realidad histórica.

El modelo de tres tiempos o duraciones de Fernand Braudel, la importancia en su obra


de las estructuras económicas, sociales y políticas fueron parte de su intención de hacer una
historia “total”, su influencia fue también perceptible en la historia serial y cuantitativa de
los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, en lo que se refiere a la historia de las
mentalidades, historiadores como George Duby establecían tres tipos de categorías o
duraciones mentales, por un lado figuraba la que pertenecía a un grupo social determinado,
que podía conocerse por testimonios, por otro lado la mentalidad que permeaba a todos los
grupos y se encontraba en relación con los cuadros económicos, sociales y políticos, por
último figuraban los cuadros mentales más resistentes a los cambios que determinaban las
conductas de los individuos.

El estudio del lenguaje, de los mitos, de las creencias y de la iconografía son para Duby
las herramientas propias de la historia de las mentalidades, que demandaba del historiador el
dialogo con otras ciencias sociales como la etnología y la sociología; Jacques Le Goff
resaltaba la necesidad de recurrir a disciplinas como la psicología social, e incorporar
herramientas de la historia cuantitativa, métodos estructuralistas y el estudio de la
mentalidades en una larga duración por la lentitud en la que estas se transformaban.
Conforme se expande el campo de estudio y la visión multidisciplinaria de esta corriente
historiográfica, se vuelve cada vez más necesario definir el término mentalidad, se generaron
debates alrededor de esta problemática, surgen así valiosas propuestas como la de Michel
Vovelle, cuyo concepto de mentalidad se refería a una práctica voluntariamente empírica,
que ampliaba el campo de investigación de la historia social.

Surgen así dos vías teórico metodológicas, el giro lingüístico y el giro cultural, el
primero, para autores como Lawrence Stone, surge de la desilusión del determinismo
económico como modelo de explicación histórica, del declive de la ideología marxista en
Europa, y de la necesidad de crear puentes con un público no especializado en la historia,
recurriendo a la forma narrativa en la manera de escribir sus obras, historiadores como Michel
de Certeau afirman que la historia era dos cosas: una práctica o conjunto de procedimientos
de análisis que se regía por sus reglas, y un texto que organiza unidades de sentido y que
encierra un modo de inteligibilidad determinado. La historiografía medieval se renueva
gracias a autores como Natali Davis, Robert Darton, Carlos Ginzburg y Gabrielle Spiegel; la
nueva postura de esta historiografía consistía en descifrar las relaciones entre el texto y sus
referentes históricos, culturales, políticos, ideológicos, y en comprender la importancia y
función de contenidos textuales no históricos como relatos de milagros, hagiografías,
leyendas y mitos de la Edad Media.

El giro lingüístico, señala Ríos Saloma, proporcionó a los historiadores una serie de
marcos teóricos para analizar la historiografía en tanto discurso construido desde un lugar de
producción, proporciono también herramientas teórico-metodológicas para estudiar las
relaciones entre el texto y su contexto, y por último rescatar la importancia de la narrativa
dentro de la práctica histórica.

La historiografía se vio inmersa en una coyuntura durante el decenio de 1988-1998, ante


el agotamiento de los recursos que ofrecía el materialismo histórico, el estructuralismo, la
historia cuantitativa y serial, y la falta de convencimiento que generaba el giro lingüístico en
los historiadores, el dialogo con otras disciplinas y el acercamiento a las posturas filosóficas
posmodernas se volvieron necesarias para dar un respiro a la historiografía.

La práctica historia posmoderna centra su crítica sobre la idea de progreso y el concepto


de desarrollo, centra sus objetivos en crear una conciencia sobre lo que se ha perdido, hace
uso de la narrativa, prefiere la descripción densa frente al análisis abstracto y se interesa por
la microhistoria en contraste al estudio de sociedades o clases, plantea nuevas metodologías
que se nutren de la etnología y antropología cultural, se interesa por los grupos oprimidos, y
presenta los resultados de su investigación en el entendido de que la historia es una rama de
la retórica.

Las críticas en torno a la posmodernidad legitiman a la historia como una disciplina


existente cuyo final acompañará al del ser humano, se lucha contra el relativismo, por lo cual
será siempre necesario hacer uso de un método histórico.

En el caso de la historia cultural, esta se consolida al iniciar la década de los 90, su


principal premisa radica en que se conjuga el posestructralismo, lingüística, antropología y
posmodernidad; por otro lado, historiadores como Eric Hobsbawn estudiaban el
nacionalismo del siglo XIX no solo en sus aspectos políticos, sino en sus aspectos simbólicos
y culturales, su obra se alejó así de los aspectos lingüísticos y narrativos para centrarse en las
relaciones entre discurso y valores y símbolos, que pretendían crear un sentido de pertenencia
a ese ente que era la nación.

Por otro lado, Roger Chartier sugería dejar de considerar a las sociedades como una
estructura rígida para considerarla como un conjunto que engloba dentro de sí a diferentes
grupos humanos, que poseen su propia representación del mundo, y que son capaces de crear
y recrear sentidos y significados diversos y de establecer distintos tipos de realidades
sociales, en el proceso de construcción de identidades, el mecanismo intelectual, práctico e
institucional operaban de forma simultánea en ese proceso. Se recuperan las ideas de
historiadores como Hallbwachs, los postulados de la historia cultural y los conceptos de
Chartier, surge así Les Lieux de mémoire, corrdinada por Pierre Nora, obra que pretende
estudiar la génesis de los símbolos franceses, la forma en como se había construido la
memoria del pueblo francés y los lugares en que esta memoria residía.

En ese sentido, Nora proponía hacer una historia cultural de los símbolos en los que se
guardaban las distintas memorias en función de tres sujetos de estudio: la República, la
Nación y las Francias geográficas, culturales y sociales que constituían la nación, se retoman
las ideas de memoria colectiva y memoria histórica de Halbwachs; surge el concepto de
“memoria-patrimonio”, la cual se transmitía a partir de la lengua (expresada en la literatura
y la historiografía) la educación e instituciones, para Nora, cada época histórica o sistema
político corresponde a un tipo de memoria, dividiendo este tipo de memorias en la “memoria
real”, la “memoria- Estado”, la “memoria-nación”, y la “memoria ciudadana”.
Les lieux de mémoire trajo consigo nuevos campos de estudio, nuevas metodologías y
nuevas fuentes documentales, generó además interés hacia temas como la relación entre la
historiografía y la construcción de las identidades colectivas, surgen valiosos aportes como
los de Colette Beaune y Jacques Heers, ambos centrándose en el estudio de los símbolos e
imágenes, así como instituciones de la Edad Media

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