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de la Música
1. Introducción
Este módulo explica las técnicas básicas necesarias para iniciar la redacción de
un trabajo original (incluyendo tanto los trabajos de investigación como los
ensayos a realizar durante la carrera). La redacción de un trabajo o ensayo
implica una serie de procesos previos y posteriores a la escritura propiamente
dicha. Iniciar la investigación exige, además de lo explicado en los temas
anteriores, elegir correctamente el tema de investigación, conocer la utilidad de
las fichas, evitar ciertos errores semánticos y gramaticales que con frecuencia se
producen al escribir (un proceso que se mejora literalmente a lo largo de toda la
vida académica) o saber la distintas fases en la elaboración de ensayos.
Como ocurre con el resto de los módulos de esta Unidad Didáctica, este módulo
tiene un componente esencialmente práctico que trasciende la utilidad
específica de esta asignatura y cuyo contenido quizá tengas que consultar en
varias ocasiones durante la carrera. Una de las secciones está centrada en
explicar algunas técnicas básicas para enfrentarse a la realización de trabajos
para las distintas asignaturas de la carrera así como para acometer la pregunta
de desarrollo que puede haber en los exámenes.
2. Objetivos
La realidad que se desea conocer, sea cual sea la parcela que se elija, es siempre
infinita, y, además, no es estática, la realidad está siendo conforme se va
descubriendo, conforme se va investigando. El saber no existe al margen de las
personas, sino que se va construyendo a lo largo de la historia gracias a las
aportaciones de todos.
En los resultados deberemos tratar de hacer comprensibles las cosas sin que eso
signifique simplificarlas. Un error común en las primeras investigaciones es la
tendencia a la generalización simplificadora. Se trata de combinar la elaboración
de hipótesis comprensibles y claras con la atención a los detalles, a los matices
dentro de esa interpretación. El interés de las cosas está precisamente en su
complejidad, y en la posibilidad de volver sobre ellas una y otra vez para
abordarlas desde perspectivas diferentes.
disciplina, y debe partir del nivel de la ciencia de su presente, punto a partir del
cual el investigador debe elegir el tema.
No conviene olvidar que, aparte del idioma en el que esté escrita la bibliografía,
es preciso conocer el de las propias fuentes en las que se apoya la investigación
(latín, griego, etc.).
8. Orientación de la futura actividad. El tema elegido debe ser versátil para que
en el investigador pueda ampliar e iniciar nuevos trabajos a partir de la
experiencia y los conocimientos en los que va a invertir tanto tiempo, esfuerzo y
dinero.
9. Elegir primero un campo y luego escoger un tema sobre el que haya algo que
decir. En principio conviene escoger un campo amplio que nos permita más
tarde centrarnos en un tema concreto. En la elección del tema definitivo
podemos vernos influidos por motivos en principio ajenos a la propia
investigación, como las modas, las áreas a las que el estado destina
preferentemente sus recursos, las efemérides y conmemoraciones o las
posibilidades de publicación de los resultados por determinados organismos
locales o regionales.
En cualquier caso, no hay que olvidar que la elección del tema presupone que
hay algunos aspectos del mismo que se constituyen como problema y en cuanto
tal requieren un estudio en profundidad. La investigación hasta entonces habrá
elaborado distintas respuestas o establecido hipótesis de algunos hechos que
nosotros debemos tomar como punto de partida para mostrar nuestras propias
hipótesis mediante la verificación documental, empírica o experimental.
Hay que evitar siempre aquellas investigaciones que no aportan nada, bien
porque traten cuestiones ya ampliamente debatidas sobre las que no se ofrezca
una visión nueva, o porque sean meras reelaboraciones de lo ya conocido. La
valoración meramente cuantitativa de las publicaciones para el propio currículo
y la utilización de la cultura como un bien de consumo más favorece una
situación de exceso de producción editorial a veces de trabajos estériles, sobre
temas alejados de cualquier preocupación y necesidad intelectual o científica
que no sea la del propio investigador.
5. Planear el proyecto
No existe una única fórmula válida para todas las materias y situaciones; parte
del proceso de aprendizaje implica pasar horas en la biblioteca leyendo
• El tema de investigación tiene que ser los suficientemente concreto para ser
manejable y abarcable. En vez de “La sonata instrumental en España durante el
siglo XVIII”, un tema más apropiado sería “Estructura formal en las sonatas
para violín de José Herrrando en el proceso de la configuración de la forma
sonata”
• Finalmente, debes reunir datos relevantes. Los datos relevantes serán todos
aquellos que te permitan dar soporte en la respuesta a las preguntas y
problemas planteados; por tanto, deben ser entendidos en un sentido amplio.
En nuestro ejemplo, los datos relevantes son tanto las fuentes primarias como
las propias de las sonatas de Herrando (¿existe una edición moderna de todas
ellas?, ¿hay sonatas en manuscrito de las que tendrás que obtener microfilm?)
como las fuentes secundarias o terciarias (¿hay trabajos publicados sobre estas
sonatas en particular?, ¿y sobre la música instrumental española de la primera
mitad del siglo XVIII?).
Por esto, una vez que tenemos el tema tenemos que avanzar en encontrar
preguntas para responder. Las preguntas son cruciales porque el punto de
partida de toda buena investigación es algo que no sabes o no comprendes y
quieres o debes comprender. Sin embargo, no es fácil encontrar buenas
preguntas y sólo con la experiencia se aprende. Entre tanto, empieza a formular
preguntas a tu tema de diverso tipo y anótalas; por el momento, no te
preocupes por las respuestas. Como norma general, las preguntas que
comienzas con quien, qué, cuándo, cómo y por qué suelen dar buen resultado.
En nuestro caso:
intentar construir una frase que englobe tu tema, la pregunta que encierra y la
importancia de la misma; es la “prueba del algodón”. La fórmula divida en tres
pasos podría ser algo así:
En nuestro ejemplo, esta frase sería: “Yo investigo las sonatas para violín del
compositor José Herrando porque quiero saber la estructura formal que tienen
para comprender cómo se recibió en España las técnicas compositivas
instrumentales implantadas por Arcangelo Corelli en toda Europa.”
Este ejemplo muestra que tener un tema de investigación (las sonatas para
violín de Herrando) y unas preguntas identificadas (¿cómo se estructuran
formalmente?) no es suficiente para realizar un buen trabajo; es necesario pasar
a una tercera fase que incluso investigadores con experiencia pueden encontrar
complejo. Plantear unas preguntas y responderlas debe no sólo ser de interés
para el propio investigador, sino también debe ser la solución a un problema
científico, esto es, debe ser significativo para los colegas (¿cuál fue la influencia
de Corelli en la música instrumental española a comienzos del siglo XVIII?).
Como es puede deducir, encontrar las fuentes idóneas implica invertir tiempo
en la búsqueda, consultar diversas obras de referencias y leer (aunque en
algunos casos sólo por encima) publicaciones más o menos cercanas a nuestro
tema para ver qué referencias bibliográficas aparecen citadas que nos puedan
ser de utilidad.
Tras estas pesquisas, acabarás con un listado más o menos amplio de fuentes
relacionadas con tu tema de investigación. Si no son muchas, haz el esfuerzo de
leerlas todas, pero si son demasiadas entonces tendrás que concentrarte en las
que están más directamente vinculadas a tu tema o aparezcan citadas con
mayor frecuencia. Al tiempo que las lees, no olvides tomar notas.
Podríamos decir que los argumentos están formado por cuatro aspectos:
1) La premisa de partida que anuncia lo que quieres que tus lectores entiendan
y 2) las pruebas que soportan la premisa, las razones para que los lectores la
compartan. Cuando se presentan uno de estos dos aspectos sin el otro, entonces
el lector se encuentra ante una propuesta sin sentido o una opinión infundada.
Pero convencer al lector para cambio su opinión sobre algún aspecto o que
comparta tu visión sobre algo nuevo no es fácil. Por eso, es necesario que los
argumentos sean convincentes además mediante una 3) justificación de que las
pruebas son relevantes para la premisa. Esta justificación es como un “puente”
que une la premisas y las pruebas, conectándolas en un emparejado lógico. La
justificación explica no tanto si las pruebas son exactas como si son relevantes
para las premisas. O dicho de otro modo, si la premisa puede inferirse de las
pruebas.
9. Bibliografía
Trevor Herbert: Music in Words. A guide to researching and writing about music
(Londres: The Associated Board of the Royal Schools of Music, 2001).
Guía práctica y sencilla con todos los consejos necesarios para investigar sobre
música. A diferencia de otras publicaciones similares, incluye unos capítulos sobre
los distintos tipos de escritura en música y las técnicas básicas para afrontarlos. Para
este tema son relevantes los capítulos 1 y 2.
Wayne Booth, Gregory Colomb y Joseph Williams: The craft of research (Chicago:
The University of Chicago Press, 1995).
Entre todos los manuales de introducción a la investigación, el de estos escritores
americanos está entre los más valiosos y útiles gracias a la claridad de la exposición
y la aplicabilidad de sus consejos.
Umberto Eco: Cómo se hace una tesis (México: Gedisa, 1990). Tr. del original
italiano de 1977.
Un libro clásico leído por generaciones de doctorandos españoles de uno de los
pensadores más influyentes y perspicaces de la actualidad. Viene acompañado de
ejemplos prácticos.
Un músico medio puede, con poco esfuerzo mental, copiar una partitura
inédita, publicarla y declararse musicólogo: se derrumbará su ilusión en el
momento en que se encuentre frente a una de las innumerables trampas que
esconde este trabajo si no ha adquirido antes los conocimientos necesarios para
sortearlas. De lo que se deduce que el musicólogo completo será aquél capaz de
hablar, en un plano de igualdad, de música con sus colegas músicos y de
metodología y conocimientos generales con sus colegas universitarios.
Pues, como decía André Pirro, para hacer historia de la música hay que conocer
no sólo la historia y la música, sino también filología, filosofía, arqueología,
astronomía, física, anatomía, matemáticas, etc., sin olvidar cinco o seis lenguas
vivas y un número semejante de lenguas muertas. Como las salidas a esta
carrera siguen siendo a pesar de todo muy aleatorias, no debe extrañarnos el
escaso número existente de auténticos musicólogos.
En ese punto es donde este manual puede, o así lo creemos, prestar un servicio
a los estudiantes. Y también a otros, por qué no. Un estudiante no se define ni
por la edad ni por la posesión de un carnet de inscrito en una escuela o facultad.
Además, nadie puede abordar hoy día un estudio en profundidad, sea el que
sea, si desconoce lenguas extranjeras y tiene que limitarse a los libros de su
idioma materno. No podemos esperar trabajar útilmente en este campo si no
somos capaces de desenvolvernos mínimamente en la lectura de tres o cuatro
idiomas, entre los que resultan obligatorios el inglés, el alemán y el francés,
además del latín si abordamos el estudio de períodos antiguos. Desenvolverse
no quiere decir poseer un dominio impecable del idioma, sino simplemente ser
capaces de captar el sentido global de lo que estamos leyendo y conocer
determinados principios lingüísticos que nos permitan eventualmente,
deteniéndonos el tiempo que haga falta, profundizar en la comprensión exacta
de los pasajes útiles.