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GALLINAS REGALADAS

“A precio de gallina muerta” fueron entregados el pasado martes 3 de julio alrededor de


450 pollos vivos en un acto de protesta realizado por la Federación Departamental de
Productores Avicultores de Cochabamba en la plaza 14 de septiembre de la capital
valluna.
La protesta surge a raíz del incremento en 50 dólares americanos la tonelada de soya,
insumo que forma parte de la producción de alimentos de granja. En ese entendido dado
que en nuestro país está vigente una “banda de precios” para los principales productos
que hacen a la canasta familiar los cuales son determinados desde el Gobierno Nacional,
la situación de los avicultores se torna difícil puesto que no solo debe asumir el nuevo
costo sino también se ve duramente afectado por los criaderos ilegales de pollo que
incrementan la brecha entre oferta y demanda actual en el país.
La política asumida por el Gobierno Nacional sobre la “regulación de precios” no es cosa
nueva, recordemos que el 27 de junio de 2011 entra en vigor la Ley de Revolución
Productiva con el objetivo de garantizar un precio justo tanto para el productor como
para el consumidor. Los productos que en ese entonces iban a someterse a la disposición
fueron el maíz, la papa, el trigo, la harina, la leche y la carne, entre otros. De ahí en más
estuvo vigente la llamada “Banda de Precios” donde se irían sumando variados productos
que hacen al día a día del ciudadano de a pie.
¿Es efectiva una medida de este tipo? Tanto la historia mundial como la historia nacional
dan cuenta que el control de precios o “regulación” vigente en Bolivia no han tenido los
resultados deseados. El gobierno de la UDP en los años 1982-1985 vivió uno de los episodios
inflacionarios más dramáticos de la historia nacional, la “hiperinflación” trajo consigo
múltiples frentes de conflicto a la clase gobernante, situación que obligó al Gobierno de
ese entonces a implementar un paquete de medidas para hacer frente a la difícil
coyuntura, entre la que se destaca el control de precios. De acuerdo a Juan Antonio
Morales en su libro “Estudio Diagnostico Debate: precios, salarios y política económica
durante la alta inflación boliviana de 1982 a 1985” llega a concluir, luego de hacer un
análisis económico acerca del periodo hiperinflacionario de Bolivia, que los esfuerzos
infructuosos para contener la alta inflación a partir de controles en algunos precios,
produjeron una deformación de precios relativos, y generalmente de la estructura de
incentivos. Esta medida trajo importantes repercusiones en la economía, que se
tradujeron en caídas en la producción y el empleo. A medida que se ingresaba a la
hiperinflación los precios relativos fueron corrigiéndose, solamente posibilitada por el
surgimiento de una gran informalización de los mercados, es decir un mercado negro.
Esta conclusión trae al debate elementos fundamentales de analizar cuando se habla de
la actual regulación de precios en Bolivia, la deformación de precios e incentivos. Como
bien sabemos todos, menos el Gobierno, los precios imperantes en el mercado son puestos
y aceptados por las fuerzas de oferta y demanda, los ofertantes construyen sus precios
en base a una estructura de costos que requieren para producir determinado bien o dotar
de determinado servicio. Ahora bien, en el mercado participan una infinidad de
ofertantes, confederados, independientes, privados, industriales, etc. No existe un
monopolio capaz de imponer un precio en desmedro de los consumidores, por tanto, en el
mercado se enfrentan ofertantes a través del precio ofertado y será el consumidor final
el que decida por cuál de los ofertantes inclinarse. En un escenario donde las fuerzas del
mercado determinan el precio, se generan incentivos para que los demás ofertantes
puedan bajar sus costes de producción, a través de implementación de nuevas tecnologías,
prácticas e innovaciones, para ser “competitivos” y por ende prosperar dentro del
mercado en el cual se desenvuelven.
Son las libertades económicas las que impulsan a los productores a invertir, de cara a
mejorar sus procesos y bajar sus costes, una suerte de dinámica que no tiene fin, y esto
beneficia al consumidor final.
El Gobierno Nacional equivoca el camino al pretender imponer precios máximos y
mínimos a través de sus “bandas de precios” porque no solo está condicionando a los
sectores productivos a encasillarse en los límites que le establece el nivel central, sino
que ahuyenta a posibles emprendedores de invertir y sumarse al mercado como un nuevo
ofertante en sentido que el mercado se torna rígido en su estructura con márgenes de
utilidad minúsculos.
Las políticas gubernamentales deben de dirigirse hacia los sectores informales, como los
de la producción ilegal de pollos, para que estos cumplan con todas las obligaciones
estipuladas por ley como licencia de funcionamiento, pago de tasas, impuestos, etc. Esto
sin duda es una política para garantizar los precios justos, consumidores y productores
serán los que al final definan el precio en el mercado, son las dinámicas de oferta y
demanda las que posibilitarán un resultado favorable para ambas partes, mientras que
el Gobierno asumiría medidas de control y regulación a las operaciones de aquellos que
no se encuentren dentro de la legalidad.
El crecimiento económico del país se encuentra en juego, las excesivas regulaciones
mandan señales negativas para esos pocos emprendedores que todavía tienen la consigna
de invertir en Bolivia, hoy fueron gallinas, mañana ¿qué serán?

Por: Carlos Armando Cardozo Lozada


Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del
Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía

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