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Para definir lo que se quiere significar con posmodernismo en terapia, permítaseme citar a
Anderson (1999):
«Posmoderno significa una crítica, no una época. Designa una ruptura en una orientación filosófica
que se aparta radicalmente de la tradición moderna, y cuestiona el discurso modernista
monovocal […] representa ante todo un cuestionamiento y alejamiento de las metanarrativas fijas,
los discursos privilegiados, las verdades universales, la realidad objetiva, el lenguaje de las
representaciones y el criterio científico del conocimiento como algo objetivo y fijo. En suma, el
posmodernismo rechaza el dualismo fundamental (un mundo real externo y un mundo mental
interno) del modernismo […] Acentúa la naturaleza relacional del conocimiento y la naturaleza
generativa del lenguaje.» (p. 70-71)
Matthews (en prensa) distingue las siguientes características de una psicología posmoderna:
Ø La verdad es una co-creación.
Ø La participación es lo único posible y la observación es participación.
Ø La posición posible terapeuta-cliente es la cooperación.
Ø Los observadores son parte de los sistemas que observan.
Ø La puntuación de la experiencia es arbitraria.
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Revista de Psicoterapia Ericksoniana, N° 1, 2002
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Según Held (1999), la filosofía posmoderna sostiene que «no un hay conocimiento del
mundo, incluido el mundo de naturaleza humana, que sea objetivamente verdadero; todo
conocimiento es relativo a las particularidades del lenguaje, la mente y el contexto (o “discurso”)
social de cualquier conocedor singular o un grupo de conocedores. Esta epistemología ha sido
denominada, desde luego, “antirrealismo” en los círculos filosóficos, y “constructivismo” o
“constructivismo social” en otras disciplinas, especialmente en las ciencias sociales.» (p. 139)
Held (1999) distingue dos tipos de antirrealismo, uno radical y otro menos radical. Para Held,
la forma más radical de antirrealismo, es aquella que sostiene que la “realidad” en si misma está
constituida en el lenguaje de quien conoce; no hay una realidad ahí afuera, distinta a las
construcciones de quien conoce. El antirrealismo menos radical propone la idea que la teoría, el
lenguaje, o las narrativas respecto a la realidad que construye quien conoce, son mediadoras entre
él y una realidad independiente que se presume que existe pero que es inaccesible.
Held (1999) afirma que no es difícil trazar un vínculo entre el posmodernismo y la terapia
breve. Según ella, la terapia breve del MRI y sus derivados, la terapia orientada a la solución de
Milwaukee y la terapia de narrativas (Epston y White)1, han derivado hacia el posmodernismo. Todos
esos enfoques compartirían las siguientes premisas: (1) Una orientación individualizada de la terapia,
(2) La observación cuidadosa de cada cliente en particular, y (3) Una actitud antiteórica o
antisistémica.2
Asimismo, afirma esa autora, esos enfoques han desafiado y abandonado una cuarta
característica de la terapia estratégica inicial; es decir, el terapeuta activo propuesto por Haley en
Terapia No Convencional (1980a) y en Terapia para Resolver Problemas (1980b): «Una terapia
puede considerarse estratégica si el clínico inicia lo que ocurre durante ella y diseña un enfoque
particular para cada problema. Cuando se encuentran un terapeuta y una persona con un
1 Gale (1999), en respuesta al artículo de Held, indica que la terapia de narrativas de Epson y White no tiene su
origen en la terapia estratégica; comparto plenamente ese aserto; y el lector puede comprobarlo en Epston
(1994) y White y Epston (1993).
2 Held muestra su disconformidad con lo que denomina “antirrealismo” y “antiteoría”. Ella afirma que comparte
la idea que los terapeutas breves realicen terapias individualizadas y observen cuidadosamente al cliente; sin
embargo esa terapia requería de una epistemología realista. A mi juicio, la posición de Held es un ejemplo de
esas discusiones bizantinas acerca de la epistemología “correcta”; para las cuales no existe una respuesta
“verdadera”. Con respecto a la posición “anti teórica” de la terapia breve, esa ati-teoría tiene relación con una
teoría del ajuste y desajuste psicológico que tradicionalmente se impone al cliente en las terapias tradicionales.
Respecto a la “actitud anti-sistémica” del enfoque del MRI y de la terapia de Milwaukee, me parece que Held se
ha dejado llevar por el ímpetu de su posición, puesto que ambos enfoques han sistematizado el actuar del
terapeuta en la terapia (un ejemplo de esto es el diagrama de flujo de la terapia de Milwaukee que se
encuentra en de Shazer, 1992).
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problema, la acción que tiene lugar está determinada por ambos, pero en la terapia estratégica la
iniciativa corresponde en gran medida al terapeuta. Este debe identificar problemas solubles, fijar
metas, diseñar intervenciones para alcanzarlas, examinar las respuestas que recibe para corregir su
enfoque y, por último, evaluar el resultado de la terapia para ver si ha sido eficaz.» (Haley, 1980a, p.
7) (Énfasis añadido)
Con respecto al rol del terapeuta que practica la terapia orientada a soluciones, DeJong y
Berg (1998) sugieren que el terapeuta asuma una actitud de “no saber”. Es decir, el terapeuta
abandona el rol del experto y coloca al cliente en la posición de experto acerca de su propia vida.
Esos autores citan a Anderson y Goolishian para exponer su punto de vista:
«La posición de no saber implica una actitud general en la cual las acciones del terapeuta
comunican una abundante y genuina curiosidad. Es decir, las acciones y actitudes del terapeuta
expresan una necesidad de saber más acerca de lo que se ha dicho, más que transmitir opiniones
y expectativas preconcebidas respecto al cliente, el problema o lo que deberá cambiarse. La
terapeuta se posiciona, por consiguiente, en una forma en que siempre está en un estado de “ser
informado” por el cliente.» (Anderson y Goolishian, 1992; en DeJong y Berg, 1998, p. 21)
Respecto a esta posición del terapeuta posmoderno, Anderson (1999, p. 30) resume del
siguiente modo la transición desde una postura modernista a una posmoderna:
Desde Hacia
Una relación dualista entre un experto y no - Una sociedad colectiva entre personas con
experto. diferentes perspectivas y conocimientos.
Un terapeuta que sabe y que descubre y Un terapeuta que no-sabe y que está en una
recoge información y datos. posición de ser-informado.
Un terapeuta experto y satisfecho que sabe Un terapeuta experto en crear un espacio para
cómo otros deberían vivir. el diálogo y en facilitar el proceso dialógico.
Un terapeuta que intenta producir cambios Un cambio o una transformación que son una
en otra persona u otro miembro de un consecuencia natural de un diálogo generador
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Puede considerarse a Erickson como el “padre” de los enfoques estratégicos (Zeig y Munion,
1999) y un ferviente defensor de la terapia individualizada (Miller et al., 1997) hecha “desde el
paciente mismo”. Sin embargo, ese mismo Erickson es el terapeuta que ejemplifica Haley (1980a) en
la cita de más arriba. Podríamos afirmar que Erickson –adelantado a su época– pensaba como un
terapeuta posmoderno, pero a la hora de “hacer” terapia actuaba como un terapeuta modernista.
Haley escribe:
«La exposición de la estrategia diseñada por Erickson para aliviar o
l s problemas de la gente
quedaría incompleta si no consideráramos sus objetivos terapéuticos. Más que cualquier otro
terapeuta, Erickson tiene en mente los procesos vitales “normales” u ordinarios. Nunca trataría a
una pareja recién casada de la misma manera que a otra con veinte años de matrimonio, ni
enfocaría el caso de una familia con hijos pequeños de igual modo que el de otra con hijos
suficientemente grandes como para dejar el hogar. El final de sus informes de casos suele
impresionar como oportuno porque sus metas suelen ser simples.» (1980a, p. 31) (Énfasis añadido)3
Entre las influencias del enfoque orientado a la solución de Milwaukee, de Shazer (1991)
menciona al trabajo de Erickson, el cual estudiaban para poder sistematizarlo y replicarlo. Sin
embargo, en ese trabajo siempre se encontraban con “bichos raros” en los reportes de Erickson (de
Shazer, 1999), que dificultaban la tarea emprendida. «Decidí dejar esos casos atípicos de lado como
si se tratara de una aberraciones o de casualidades con la certeza de que algún día podría
inventarse una teoría que los incluyera. Estaba seguro que eventualmente un enfoque basado en
reglas funcionaría. Y ciertamente esta perspectiva se manifestó provechosa. Desde entonces, mis
colegas y yo pudimos construir un modelo bastante elegante y sorprendentemente simple –aunque
bastante abarcador– utilizando este modo de abordar la construcción de una teoría y la
elaboración de un modelo.» (de Shazer, 1999, p. 54)
Más adelante en el Proyecto de Milwaukee se percataron que las “excepciones” (a los
problemas) eran más importantes que las reglas para efectuar la terapia (de Shazer, 1999). Como
esas excepciones podían ser hechos fortuitos, era necesario incluirlas en el modelo de la terapia.
Esto los llevó a pensar que los “bichos raros” de Erickson también debían incluirse en la teoría, dentro
de las reglas, y no ser considerados como ejemplos de la idiosincrasia de Erickson. «Con esto
queremos decir que para hacer una terapia que incluya al enfoque de Erickson y que, en parte,
esté basada en él, las reglas de una teoría deben abarcar esa arbitrariedad aparente. Para mí todo
el maldito proyecto me parecía entonces desahuciado.» (de Shazer, 1999, p. 55)
3 Respecto al marco teórico del “ciclo vital de la familia” con el cual Haley organizó los casos de Erickson en
Terapia No Convencional, Haley dice lo siguiente a Yapko: «Fue un tremendo trabajo. Tuve que revisar todas las
grabaciones de las conversaciones y transcribirlas. Después tuve que separar los casos y organizarlos. Después
tuve que colocarlos en algún marco. Fue un tremendo trabajo. Primero, comencé a escribir las cosas en términos
de cómo manejaba los síntomas; después, finalmente, caí en la idea del ciclo vital de la familia, la cual era una
nueva idea en esa época. Nadie había pensado en ella. Concluí, entonces, que su terapia podía estudiarse en
esa forma.» (Yapko, 2001, p. 190)
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Posteriormente, de Shazer relata que decidió enfocar los relatos de la terapia de Erickson
como si fueran ficción y no como casos ejemplo; apartándose, entonces, de un enfoque
estructuralista. Permítaseme citar al propio de Shazer respecto a esa aventura intelectual:
«Estos artículos son buenos relatos, con tramas y subtramas, con introducciones, nudos y
desenlaces, con caracterizaciones sólidas, con frecuentes vueltas de tuercas y giros inesperados.
Erickson-el-autor tiene un estilo muy definido y un dominio del idioma. Todo lo que un lector puede
desear. Mientras leía una historia tras otra, llegué a ver a Erickson, el terapeuta en esos relatos,
como el personaje desarrollado por Erickson-el-autor; ese personaje que llegué a llamar “Erickson-
el-listo”.
Al continuar la lectura utilizando esta estrategia, comencé a verme a mi mismo, a ver a Haley y
hasta el propio Erickson-el-autor en una relación con esos relatos muy semejante a la que tenían
los Irregulares de Baker Street con las aventuras de Sherlock Holmes. Es decir, todos nosotros
habíamos sido inducidos por Erickson-el- autor a creer en la realidad de Erickson-el- listo, de un
modo muy parecido al que los Irregulares de Baker Street habían sido inducidos a creer –o por lo
menos a simular que creían– que Sherlock Holmes era en realidad un ser humano real que existía
como existimos yo mismo y usted que me lee. Entonces comencé a leer los escritos de Haley sobre
Erickson-el-listo, como si Haley desempeñara un papel muy semejante al del doctor Watson en los
relatos de Sherlock Holmes. Es decir, comencé a ver a Haley-el-autor como una invención de
Erickson-el-autor, que este último utilizaba para reforzar en el lector la sensación de Erickson-el- listo
como muy listo. […] Consideradas a esta luz, tales historias serían en realidad muy aburridas sin el
personaje de Erickson-el-listo. Todo ello contribuye a hacer que un relato llegue a ser un buen
relato.
Entonces caí en la cuenta que las historias de Erickson-el-listo, como las de Sherlock Holmes, en
realidad desarrollaban muy poco o subcreaban a todos los demás personajes que aparecían en
los relatos, particularmente a los pacientes. A veces, esos otros personajes, como el inspector
Lestrade, por importantes que fueran para la historia misma, eran simplemente figuras recortadas
en cartulina. Tenemos una idea vaga o no tenemos ninguna idea del modo en que contribuyeron
a la empresa terapéutica. Sin embargo, como lo sé yo y lo sabe el lector, y como también lo
saben Erickson y Haley, para que haya un emprendimiento terapéutico son necesarios tanto el
terapeuta y el paciente.
A medida que releía mis propios casos desde este punto de vista, llegué a darme cuenta de lo
listos que eran mis pacientes. La mayor parte de las ideas para realizar “intervenciones desusadas”
en el montón de casos heterogéneos ¡procedían en realidad de los propios pacientes!
Afortunadamente, nosotros también escuchábamos con ánimo igualmente perspicaz cuando
ellos nos decían qué hacer. […]
Por desgracia, releer los informes de mis propios casos utilizando el personaje de los pacientes-listos,
obliga al terapeuta-de-la-historia a aparecer increíblemente tonto. Es indudable que los
terapeutas no aprenderíamos tanto de De Shazer-el-tonto como aprendimos de Erickson-el- listo.
Quizá todos tengamos necesidad de recordar la naturaleza dialógica o conversacional de la
práctica terapéutica y releer todas esas historias prestando especial atención a la interacción, lo
cual nos conduciría a la idea que a
l terapia inteligente depende de que haya pacientes y
terapeutas que trabajen juntos inteligentemente de manera inteligente.» (de Shazer, 1999, p. 56-
58)
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4El lector puede comprobar por si mismo esa afirmación estudiando las distintas sistematizaciones que se ha
hecho del trabajo de Erickson.
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Lambert asigna un 30% en el resultado exitoso de la terapia a este factor. Los modos en
que el terapeuta puede asegurar una buena alianza terapéutica son los siguientes
(Duncan et al., 1998): cuando el terapeuta acomoda el tratamiento a las metas
terapéuticas del cliente; el tratamiento se acomoda a la forma en que el cliente ve la
terapia; y, las condiciones necesarias para asegurar el éxito del tratamiento que definió
Carl Rogers: empatía, respeto, autenticidad del terapeuta, y validación del cliente.
Miller et al. (1997) y Duncan et al. (en prensa) han descrito una serie de pautas para que
el terapeuta pueda contribuir a una buena alianza terapéutica, las cuales pueden
permitir a cualquier terapeuta aumentar su eficacia terapéutica, puesto que es
imposible recrear la genialidad de Rogers o Erickson al respect o. Resumidamente, estas
pautas incluyen:
a) El tratamiento debiera acomodarse al nivel de motivación del cliente o su
disposición para el cambio.
b) El tratamiento debiera acomodarse a las metas que tiene el cliente para la
terapia.
c) El tratamiento debiera acomodarse a la visión que tiene el cliente de la relación
terapéutica.
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basado en, o conectado con, la extracción de experiencias previas exitosas del cliente; y
la orientación temporal del tratamiento debe estar en el futuro.
El estudio de los principios de la terapia propuesta por Erickson muestra que ese terapeuta,
desarrolló en forma intuitiva pautas para que los terapeutas fueran eficaces en terapia (Pacheco,
2002a), a saber:
Factores extraterapéuticos
Desde el punto de vista de los factores extraterapéuticos, los principios que guiaban la
terapia de Erickson aportan pautas para que los terapeutas optimicen su desempeño
profesional y contribuyan a una terapia eficaz:
Ø foco en los problemas,
Ø un enfoque no patologizante,
Ø orientación temporal en el presente y hacia el futuro,
Ø rol activo del cliente en el proceso terapéutico, y
Ø la utilización terapéutica.
Alianza terapéutica
Erickson poseía una experiencia y una capacidad de observación que le permitía
percatarse respecto a qué tipo de relación tenía que establecer con sus clientes, siendo
muy directivo en algunos casos, rudo y grosero en otros, o delicado y permisivo.
Pueden distinguirse tres elementos centrales en la habilidad de Erickson para establecer
una buena alianza terapéutica:
1) La aceptación y utilización de todos los comportamientos del cliente, proceder
derivado de sus experimentos en la inducción de trance hipnótico y cuyo objetivo
era conseguir la mayor cooperación del paciente;
2) La comunicación con el cliente haciendo uso del lenguaje de éste, y operando
desde la propia visión de mundo del consultante. Erickson aprendió
tempranamente este actuar en sus experimentos de inducción de trance,
especialmente en el manejo de la “resistencia” al trance terapéutico; y luego,
obviamente, generalizó esta pauta a la psicoterapia, ya fuera que se auxiliara con
el recurso del trance hipnótico o no.
3) Su foco en el problema actual del cliente, lo cual le transmitía a éste que estaba
realmente interesado en su problema).
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Teoría y técnicas
Respecto a este factor común de eficacia terapéutica, debido a la ausencia de una
teoría explícita del mismo Erickson de su enfoque de terapia y sus técnicas terapéuticas, el
estado del arte de la “terapia ericksoniana” (en lo que respecta a su enseñanza y
práctica) aun sigue centrado en sus aspectos técnicos como dispositivos pensados a priori
y aplicados por-un-terapeuta-listo-a-un-cliente-en-problemas5; olvidando que la terapia
propuesta por Erickson es un tratamiento individualizado en donde las “técnicas” usadas
dependerán de cada paciente en particular.
Respecto a este último punto, puede ser fructífero para el terapeuta ericksoniano
abandonar la noción del encuentro terapéutico como una entrevista al paciente para obtener
información útil para intervenir, y más bien considerar ese encuentro como una conversación
(Duncan et al., 1997) que podría facilitar la exploración del marco de referencia del cliente,
descubrir posibilidades para un futuro sin problemas y estimular la participación del cliente en el
proceso terapéutico.
Cuando Erickson comenzó a desarrollar su forma de hacer terapia, no pudo recurrir a
ningún manual de “terapia no convencional”, de modo que se vio obligado a inventar (Duncan et
al., 1997) sus “técnicas” con cada paciente. Luego, comenzó a replicar con otros pacientes esas
invenciones, pero siempre entregadas de un modo que fuera aceptable para cada paciente (e
incomprensible para muchos lectores de los casos de Erickson).
Puesto que las investigaciones de la eficacia en terapia muestran que los clientes otorgan
un papel más importante a otros factores, distintos al factor de la teoría y las técnicas, este es un
llamado de atención a quienes practican terapia en la tradición ericksoniana, para que confíen
menos en su papel de “expertos” en utilización terapéutica, y se esfuercen en la promoción de
conversaciones terapéuticas que amplifiquen los “recursos” de sus clientes y las ideas de éstos
acerca de los posibles caminos para su recuperación; práctica que inevitablemente posibilitará
abreviar la terapia y que el terapeuta realmente dé el crédito al cliente por el éxito de la terapia…
Referencias
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