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QUÉ APRENDER

Como se ha mencionado anteriormente, esta intención estará expresada en los


objetivos de aprendizaje de cada programa. Se puede pensar en actividades de
aprendizaje atendiendo a los objetivos. Por ejemplo: exposiciones para conocer y
comprender teorías; búsqueda de información y elaboración de monografías, analizar
características o realizar síntesis personales para comprender el contenido
profundamente; realizar trabajos directamente relacionados con una aplicación, como
diseñar una investigación o realizar un diagnóstico de un problema en una
organización o en un una persona o analizar un caso.
Sin embargo, algunos logros son comúnmente mencionados en todas las titulaciones
como aprendizajes deseados y merecen un breve comentario por su implicación en la
programación: aprender a aprender y aprender a colaborar.

Aprender a aprender
Es un componente elemental en el currículo básico de toda titulación universitaria. La
rapidez del cambio social y profesional hace necesario que cada persona esté
preparada para dirigir y regular su propio aprendizaje, ya que será un proceso continuo
durante toda su vida. Se trata de aprender a autogestionar el aprendizaje.
Crece la demanda de una mayor capacidad para emprender, para resolver problemas
y para tomar decisiones. Esta capacitación exige independencia de pensamiento y
autonomía en la acción.
En definitiva, se trata de lograr la adquisición de una gran autonomía para aprender y
actuar durante la estancia en la universidad y a lo largo de toda la vida.
Para adquirir las habilidades necesarias hay que conocer y utilizar procedimientos de
acercamiento al conocimiento y disponer de herramientas que lo hagan posible. La
cantidad de información procesada y registrada en diferentes soportes, justifica la
inoperancia de utilizar el escaso tiempo de clase para proporcionar esta información.
Al realizar individualmente una lectura, una búsqueda o un análisis, no se desarrolla
automáticamente la habilidad de aprender. Es necesario indicar qué actividades tiene
que llevar a cabo cada estudiante con la información; cuáles son los elementos
importantes que debe analizar, cómo debe procesar esa información, cómo se
contrasta el nuevo conocimiento con aprendizajes previos, cómo dicho conocimiento
se aplica a otras situaciones, qué tipo de relaciones pueden establecerse con otras
áreas, cómo puede valorar si él ha logrado el aprendizaje, etc. En definitiva, el
profesorado tiene que planificar el trabajo para que el alumnado pueda llevar a cabo
este proceso de aprendizaje de manera autónoma.
Todo aprendizaje exige motivación. Las situaciones de aprendizaje que pretendan
promover la autonomía en el mismo, deberán cuidar el interés del estudiante
suscitándole curiosidad, retándole a resolver situaciones problemáticas y
proporcionándole confianza en que las puede resolver si conoce los medios
adecuados y los utiliza debidamente.
Durante el desarrollo de la autonomía, es importante que el alumno experimente los
aspectos positivos del riesgo y de la independencia en su actuación. Un elemento
contraproducente en el desarrollo de la autonomía es la sensación de que las
actuaciones son irreversibles y de que los errores no admiten rectificación. Con
frecuencia, el sistema universitario que une actividades de aprendizaje y evaluación no
deja margen para esta experiencia.
Para favorecer el logro de una mayor autonomía en los estudiantes, el profesor
debería:
Proporcionar a los alumnos por escrito toda la información necesaria para que
puedan trabajar: programas completos, conocimiento de los objetivos que
orientan el programa, el trabajo y la evaluación, información exhaustiva sobre
calendario de actividades y de evaluación, guiones de trabajo (una pequeña
programación para cada actividad), etc.
Utilizar una metodología de aprendizaje que incluya actividades de trabajo
personal.
Documentar todas las propuestas de trabajo y el programa de la asignatura con
los criterios que se tendrán en cuenta y que se utilizarán para la evaluación.
Facilitar la participación del estudiante en la evaluación de los procesos y de
los resultados del aprendizaje.
Orientar el trabajo con propuestas caracterizadas por claridad en la tarea que
debe realizar el estudiante, objetivos pretendidos, y pautas de actuación
progresivamente más abiertas.
El proceso de autonomía en el aprendizaje avanza con los cursos y la madurez
académica del alumnado. Además es importante tener en cuenta el tipo de
materia y las posibilidades que ofrece al respecto.
Dar oportunidades de búsqueda, de elección y de rectificar ante los errores o
las incorrecciones en los procedimientos.
Ofrecer modelos de trabajo autónomo. Como actitud general, es necesario un
modelo de actuación independiente, de criterios propios ante las diferentes
situaciones de la vida universitaria y de los planteamientos científicos sobre los
que trabaja, de compromiso con las actuaciones propias y de pensamiento
personal.
Favorecer la responsabilidad como actitud básica de los estudiantes. Pedir
responsabilidades asumibles y exigir el cumplimiento de las mismas con
flexibilidad, rendir cuenta de los propios compromisos y responsabilidades,
respetar al alumnado a través de las propias actuaciones, etc.
Enseñar procedimientos adecuados para el trabajo personal, en el nivel y área
correspondiente.
Facilitar el acceso a los recursos necesarios para el aprendizaje autónomo:
libros, revistas, biblioteca, recursos informáticos... Esta formación se puede
incluir dentro del currículo ordinario u ofreciendo formación complementaria
asequible para los estudiantes.
Aprovechar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para
acceder a una gran cantidad de información actualizada, para compartir
proyectos con alumnos y profesores de la propia y de otras universidades,
para llevar a cabo tutorías y participar en foros, para adaptar el ritmo de
aprendizaje a cada persona.
Favorecer la participación y la toma de decisiones propia y de los estudiantes
en la organización universitaria.
Complementariamente, con la finalidad de desarrollar la responsabilidad individual
necesaria para aprender y trabajar autónomamente, se pueden tomar algunas
medidas como las siguientes:
Dar oportunidades a los alumnos de compromiso, y exigir el cumplimiento.
Darles oportunidades de valorar los procesos de aprendizaje y los resultados,
incluyendo evaluación de compañeros, autoevaluación y calificación, y
teniendo en cuenta los resultados de la misma para complementar la
evaluación del profesor.
Favorecer entre los estudiantes procesos de reflexión sobre su proceso de
aprendizaje, que deriven en propuestas comprometidas de mejora.
Clarificar y cumplir las condiciones establecidas o acordadas con los
estudiantes para la realización de las diferentes tareas, como, por ejemplo,
plazos o criterios de evaluación.
El proceso integrado de enseñanza y aprendizaje puede situarse en un continuo entre
un extremo en el que el control y la intervención máxima es del profesor, cuya
metodología habitual será la exposición; y el extremo opuesto en el que el control del
aprendizaje y la intervención máxima es del alumno, cuya metodología será de
autogestión del aprendizaje. En el espacio intermedio hay diferentes niveles de control
y participación compartida por profesores y estudiantes.
Un proyecto formativo incluye una progresión desde el inicio, en el que los alumnos
dependen en gran medida del profesor para aprender, hasta los últimos cursos, en los
que la capacidad de aprender autónomamente se ha desarrollado, y el profesor ejerce
sobre todo el rol de facilitador y mediador.
De un modo similar, existe esta progresión a lo largo de un curso y en el desarrollo del
programa de cada asignatura. Las estrategias, técnicas y actividades de aprendizaje
son los instrumentos que permiten esta regulación progresiva, teniendo en cuenta, al
mismo tiempo, los objetivos de aprendizaje pretendidos.

Desarrollar la colaboración
El contexto de aprendizaje que favorece esta actitud es la cooperación. Slavin (1985)
define el aprendizaje cooperativo como “estrategias de instrucción en las que los
estudiantes trabajan divididos en pequeños grupos en actividades de aprendizaje y
son evaluados según la productividad del grupo”. Según esta definición, las metas de
los miembros del grupo están compartidas y cada individuo alcanza sus objetivos sólo
si también consiguen los suyos el resto de los compañeros.
Las exigencias sociales y profesionales de trabajo en equipo justifican la necesidad de
aprender una seria de técnicas y procedimientos, y de desarrollar algunas habilidades,
como saber escuchar, actuar con empatía, saber negociar y resolver conflictos,
perseverancia en la tarea o confianza y reconocimiento mutuo. Estas adquisiciones
sólo se pueden lograr en situaciones de aprendizaje colaborativo.
Las exigencias de aprendizajes relacionados con la participación social, el respeto a
las diferencias, el aprecio de la diversidad y la tolerancia, sólo se pueden cumplir
desde el trabajo en equipo y la colaboración.
La creación de un ambiente de respeto por parte del profesor, en el que el alumno se
sienten a gusto dando sus opiniones y participando en la tarea, fomenta que el trabajo
colaborativo desarrolle también la autoestima y el gusto por el trabajo.
El simple hecho de trabajar en grupo no garantiza automáticamente el aprendizaje
colaborativo. Es necesario un contexto y unas condiciones de aprendizaje específicas,
marcadas por la metodología del aprendizaje cooperativo. Este aprendizaje incluye
aspectos técnicos y actitudinales. Entre los aspectos técnicos está la
interdependencia, que tiene que ver con la planificación de la tarea sobre metas
comunes y el reparto de funciones dentro de un liderazgo compartido, y el desarrollo
de habilidades interpersonales que mejoren el funcionamiento y la eficacia del grupo.
Entre los aspectos actitudinales, están la interacción entre los miembros del grupo, la
responsabilidad personal en el resultado grupal, la confianza en la responsabilidad de
los compañeros o la autoevaluación y evaluación de los otros diferenciando a la
persona de sus actuaciones, esto es, despenalizando el error, evitando des-
calificaciones globales (Villardón, 2002).
La autonomía beneficia las posibilidades de cada estudiante para colaborar con otros.
Autonomía y colaboración son aspectos complementarios y potencian el desarrollo
integral y el aprendizaje global de cada persona.
Para promover la colaboración, el profesor debe:
Crear situaciones que favorezcan un aprendizaje colaborativo.
Promover el trabajo en grupo y la colaboración entre los compañeros. Este
trabajo debe llevarse a cabo en tareas en las que la colaboración sea
significativa y tenga sentido en sí, por ejemplo, para realizar tareas que exigen
discusión; trabajos que, por su extensión o complejidad, requieren de varias
personas; actividades en las que diferentes puntos de vista producen un
resultado más rico; o para realizaciones que, por su dificultad, aconsejan la
ayuda de otros.
Supervisar y orientar el trabajo colaborativo.
Planificar tareas realizables en el tiempo disponible. Es imprescindible una
ponderación adecuada del tiempo necesario. La demanda del profesor puede
ser excesiva y conseguir resultados contrarios a los que se persiguen.
Enseñar al grupo a trabajar en equipo y a utilizar las técnicas que se solicitan
en los diferentes trabajos, a través de un aprendizaje específico, de
orientaciones claras de la demanda y de guiones específicos para la tarea.
Ofrecer modelos de trabajo colaborativo en equipo a través de equipos
departamentales o interdisciplinares dentro de cada titulación, que muestren el
modo práctico de llevar a cabo la tarea y demuestren la concepción de los
profesores respecto de las ventajas de este sistema de trabajo y el valor del
mismo.
Progresar en la estructuración formal de la participación de los estudiantes en
la dinámica general de la universidad: organización, vida académica, etc.
Evaluar y calificar las producciones grupales.
Enseñar y pedir evaluaciones del equipo sobre el proceso de realización y el
producto de los trabajos realizados.
Combinar ponderadamente las tareas individuales y colectivas, posibilitando un
aprendizaje variado y que todas las preferencias y sensibilidades sean tenidas
en cuenta.
En definitiva, la colaboración entre los estudiantes permite trabajar objetivos de diversa
naturaleza y enriquece el proceso y los resultados del aprendizaje.

Adaptado de
Yániz, C. y Villardón, L. (2006). Planificar desde competencias para promover el
aprendizaje. El reto de la sociedad del conocimiento para el profesorado
universitario. Bilbao: ICE de la UD. Cuadernos monográficos del ICE, núm. 12.

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