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Una de las revelaciones mas grandes de Dios es la enseñanza que le. dio a nuestro
Padre Lehi de que “existen los hombres para que tengan gozo” (2 Ne 2:25). El
gozo es mas que la felicidad. El gozo es la mayor de las sensaciones de bienestar y
se recibe al estar en armonía completa con nuestro Creador y Sus leyes eternas.
Hace dos años ocurrió un ejemplo de estos dos extremos de emociones. Como
parte de una actividad al aire libre, un grupo de Boy Scouts de la Iglesia visitó una
mina abandonada en las montañas, no lejos de aquí. Por alguna razón, el niño
Joshua Dennis se separó del grupo y se perdió en la mina. Todo el que alguna vez
haya perdido algo de valor recordara ese terrible sentimiento. El dolor es mas
intenso cuando lo que perdemos es un ser querido. Los familiares y amigos de
Joshua temían que la pérdida fuera permanente .
Se organizó la búsqueda y por días mucha buena gente dejó de lado todos sus
quehaceres para buscar al extraviado. Muchos compartieron el dolor de la
perdida. Mas tarde, en forma milagrosa, se le encontró. Las oraciones habían sido
contestadas y la misericordia de un Padre Celestial amoroso se veía de mani esto
en la felicidad de los familiares y amigos reunidos con el que se había perdido. El
dolor de la perdida se transformó) en un gozo sobrecogedor al reunirse con el.
(Véase “Joshua Dennis: Un tesoro de fe”, Liahona, agosto de 1991, “Sección para los
niños”, pág. 14.)
El Padre Lehi explicó que si Adán y Eva no hubieran pasado por el proceso al que
llamamos la Caída, habrían permanecido para siempre en su estado inicial de
inocencia, “sin sentir gozo, porque no conocían la miseria; sin hacer lo bueno,
porque no conocían el pecado” (2 Ne 2:23).
Nuestros primeros padres reconocieron ese principio. Cuando el Espíritu Santo
descendió sobre ellos y dio testimonio del Padre y del Hijo, Adán bendijo el
nombre del Señor, declarando que “a causa de mi transgresión se han abierto mis
ojos, y tendré gozo en esta vida” (Moisés 5:10). Con gran inspiración, Eva explicó el
propósito de la vida y la fuente del gozo:
“De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad,
ni hubiéramos conocido jamas el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni
la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes” (Moisés 5:11) .
Otra fuente de felicidad y de gozo en esta vida es el logro de metas dignas, cosas
simples como el ejercicio físico, o metas mas complejas como el logro de una tarea
ardua.
Hay otras metas que tienen signi cado eterno. Su logro produce gozo en esta vida
y la promesa de gozo eterno en el mundo por venir. Hace algunas semanas, en
compañía del élder Rex D. Pinegar, vi un ejemplo de esto al visitar el bello Templo
de Cardston, Alberta (en Canadá), recién renovado. En el cuarto de las novias había
una hermosa joven vestida con su traje de novia. Estaba allí porque había hecho
elecciones correctas. La mirada en sus ojos y la expresión de su rostro eran un
ejemplo perfecto del gozo.
Pero a pesar de todo lo que podamos hacer, no podemos lograr el gozo pleno en
este mundo o por medio de nuestros propios esfuerzos (véase D. y C. 101:36).
Sólo podemos encontrar el gozo total en Cristo. Esta es la razón por la cual el
ángel proclamó:
“… os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo que os ha nacido hoy
… un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11).
Con gozo proclamamos que “ninguna carne puede morar en la presencia de Dios,
sino por medio de los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías” (2 Ne
2:8). La misericordia de Dios es el único recurso para el gozo máximo y eterno, el
cual restaura toda perdida, seca toda lagrima y elimina todo dolor. El gozo eterno
trasciende todo sufrimiento; en esta vida y la venidera ese gozo se logra a través
de la resurrección y de la remisión de pecados.
Recordando su vida anterior, Alma dijo que sus pecados lo hicieron sentirse
“atormentado con las penas del in erno” ( Alma 36:13). Dijo que se vio
“atormentado … con las penas de una alma condenada” ( Alma 36:16). Finalmente
recordó las enseñanzas de su padre con respecto al Salvador que expiaría los
pecados del mundo, y clamó dentro de su corazón: “¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten
misericordia de mi … !” ( Alma 36:18).
El milagro del perdón se llevó a cabo en su vida y el amargo dolor de los pecados
fue reemplazado por el dulce gozo de la redención. Estas son sus palabras: “Y ¡oh
que gozo, y que luz tan maravillosa fue la que vi! Si, mi alma se llenó de un gozo tan
profundo como lo había sido mi dolor” ( Alma 36:20).
Alma aprendió la verdad eterna de que el dolor y la miseria que resultan del
pecado se pueden borrar sólo mediante el arrepentimiento. El dolor físico termina
con la muerte; el dolor o miseria espiritual es sempiterno, a menos que la persona
se arrepienta.
El gozo que sigue a la remisión de los pecados proviene del Espíritu del Señor
(véase Mosíah 4:3, 20). Es un cumplimiento de la promesa del Señor de que “… Te
daré de mi Espíritu, el cual iluminara tu mente y llenara tu alma de gozo” (D. y C.
11:13). Y como enseñó el apóstol Pablo: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz …”
En contraste, aquellos que ceden a las tentaciones de Satanás, como dicen las
Escrituras, gozan “de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25), pero
esa clase de placer nunca lleva a una felicidad duradera o a un gozo eterno. El
espíritu y la in uencia de Satanás traen consigo sentimientos de confusión,
contención, obscuridad, desorden, enojo, odio y miseria.
Las personas que sigan los caminos de Satanás ciertamente recibirán la miseria de
Satanás y, a me no s que se arrepientan, permanecerán con “el padre de las
mentiras, en miseria como el” (2 Ne 9:9). Como dijera Alma a su hijo rebelde: “… la
maldad nunca fue felicidad” ( Alma 41:10) .
Hemos visto el dolor de los padres cuando los hijos se alejan del camino de la
verdad; hemos visto el dolor que resulta cuando una esposa abandona a su familia
y sale a buscar el placer en caminos prohibidos; como mariposa nocturna busca la
llama; hemos visto el dolor que resulta en casos, que son los mas numerosos, de
esposos que abandonan a su esposa e hijos en su autodestructora búsqueda del
placer.
Otra desgracia resulta por el deseo de obtener poder y riquezas. Hace algunas
semanas, en compañía de otras Autoridades Generales, visite un país que había
sido gobernado por décadas por una dictadura opresiva que recientemente fue
derrocada. Vimos las condiciones producidas debido a gobernantes que
satis cieron sus deseos a expensas del pueblo; sus palacios se erigían en un
vergonzoso contraste con las viviendas de los trabajadores, edi cadas sin agua
corriente interior. En todas partes vimos el desagradable efecto de la falta de
servicios públicos. Con razón en Proverbios dice que “cuando domina el impío, el
pueblo gime” (Proverbios 29:2).