En el Evangelio de hoy, Jesús nos advierte del trabajo
del Maligno que quiere sembrar ne nosotros su cizaña.
Al mismo tiempo nos invita a permanecer unido a Aquel que siembra en nosotros la semilla del Reino, y nos invita a permanecer unido a Él. Ojala abramos nuestro corazón al Señor Evangelio según san Mateo 13,36-43 ENTONCES DESPIDIÓ A LA MULTITUD Y SE FUE A CASA. Y SE LE ACERCARON SUS DISCÍPULOS DICIENDO: «EXPLÍCANOS LA PARÁBOLA DE LA CIZAÑA DEL CAMPO» (Jesús deja la multitud que escuchó sus palabras y vuelve con los discípulos a la casa de la que había salido (13,1: "Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar"). Instruirá ahora a los discípulos. La comprensión no se produce en virtud de un acto de revelación sobrenatural, sino por la enseñanza de Jesús, el «único maestro» (23,8: "Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos"), a los discípulos. Discipulado significa «escuela» continuada junto a Jesús: instrucción y escuela de vida. Mateo destaca en la parábola de la cizaña el punto negativo, la mala hierba, porque le interesa desembocar en la advertencia) ÉL RESPONDIÓ: «EL QUE SIEMBRA LA BUENA SEMILLA ES EL HIJO DEL HOMBRE; EL CAMPO ES EL MUNDO; LA BUENA SEMILLA SON LOS HIJOS DEL REINO; LA CIZAÑA SON LOS HIJOS DEL MALIGNO; EL ENEMIGO QUE LA SEMBRÓ ES EL DIABLO; LA SIEGA ES EL FIN DEL MUNDO, Y LOS SEGADORES SON LOS ÁNGELES (El catálogo hermenéutico, a modo de vocabulario, que son los versículos 37-39 ("Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles") prepara la aplicación de los versículo 40-43 ("De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga"). Ὁ σπείρων (El sembrador) es ὁ Υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου (el Hijo del hombre). Este título permite no diferenciar al Jesús terreno del Juez del mundo; el versículo 41 ("El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad") dejará claro que el Hijo del hombre tiene en su mano, no sólo la siembra sino también la recolección y, por ende, toda la historia universal. El Hijo del hombre es, en Mateo, el Señor del juicio que acompaña a la comunidad en todo su camino por el abajamiento, la pasión y la resurrección. El campo de cultivo es el mundo: en 5,14 ("Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte"), los discípulos eran la luz del mundo. Jesús anuncia aquí un ámbito universal para su mensaje. El campo no es, pues, la Iglesia. Esta idea es literariamente imposible para Mateo, porque en este punto de su historia de Jesús, en que los discípulos no se han constituido aún definitivamente como «comunidad» especial, no existe siquiera una Iglesia. Tal idea es también imposible, sobre todo, fácticamente porque para Mateo, que finaliza su evangelio con el mandato misional, la Iglesia se constituye por su misión en el mundo. La semilla, a diferencia de la parábola del campo de cuatro tipos de terreno, son aquí los hijos del Reino. Esta expresión evoca 8,12 ("mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes"). Allí designaba a los israelitas. Aquí queda en suspenso quiénes serán los «hijos del reino»; todo el evangelio de Mateo viene a contar cómo los ἔθνη (del mismo hábito, nación, gentiles, paganos) producen sus frutos y llegan a ser «hijos del reino» en lugar de los israelitas (21,43: "Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos"). Las semillas de cizaña son los «hijos del Malo»; la cuestión de si τοῦ πονηροῦ (del Malo, del mal) ha de interpretarse en género masculino o neutro debe quedar abierta. ὁ δὲ ἐχθρὸς (El enemigo) es el diablo, al que Mateo ve actuando en el presente, como en 13,19 ("Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino"), desde el momento de la siembra. La recolección tiene lugar al συντέλεια αἰῶνός (final de los tiempos), como formula Mateo con una expresión judía corriente. Los segadores son los ángeles del juicio, que en el judaísmo son importantes precisamente en el ámbito de la espera del Hijo del hombre) DE LA MISMA MANERA, PUES, QUE SE RECOGE LA CIZAÑA Y SE LA QUEMA EN EL FUEGO, ASÍ SERÁ AL FIN DEL MUNDO (Después de las interpretaciones preparatorias, Mateo formula su propia visión en los versículos 40-43 ("De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga"). No se refiere ya a la espera hasta la separación del trigo y la cizaña, sino al juicio corno tal. El peso recae, como anticipa el versículo 36 ("Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo»"), en el lado negativo, que aparece descrito extensamente: como aquel propietario manda recoger la cizaña a la hora de la siega y «quemarla en la hoguera» (3,12: " En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga"; 7,19: "Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego"), así ocurrirá con los hijos del Malo al final de los tiempos) EL HIJO DEL HOMBRE ENVIARÁ A SUS ÁNGELES, QUE RECOGERÁN DE SU REINO TODOS LOS ESCÁNDALOS Y A LOS OBRADORES DE INIQUIDAD (El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, como en 24,31 ("Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro"). Allí lo decisivo es la reunión de los elegidos; aquí, sin embargo, la aniquilación de los malos. Éstos son los que dan σκάνδαλα (escándalo) y ποιοῦντας τὴν ἀνομίαν («obran contra la Ley»). Esta última expresión es inducida directamente por 7,23 ("Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"") y mediatamente por la Biblia, y designa a todos los que no perseveran en la Ley bíblica, que culmina en el mandamiento del amor. Como en 7,15-23 ("«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis. «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" "), la praxis y no la recta doctrina es, para Mateo, el punto que lo decide todo en el juicio. Más difíciles de interpretar son los σκάνδαλα (escándalo). En la Biblia, la expresión va referida siempre a cosas y no a personas. Mateo advertirá en 18,6-7 ("al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!") contra la seducción de los pequeños y hablará de lo inevitable de los σκάνδαλα (escándalo). La expresión indica hasta qué punto Mateo piensa implícitamente desde la óptica de la comunidad y de los peligros a que está expuesta. El «reino del Hijo del hombre» está representado en el «campo» y es, por tanto, el mundo. A diferencia de 16,28 ("Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino"); 20,21 ("Él le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino»"); 25, 31 ("Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria"); 25,34 ("Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo"), ese Reino no es aquí algo que sólo llegue con la parusía, sino que existe ya en el mundo. Es la soberanía que el Exaltado ejerce sobre el cielo y la tierra, y que él hace visible ahora, principalmente, con la predicación y la vida de sus discípulos (28,16-20: "Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»"). Dicho de forma negativa: el «campo» y «el reino del Hijo del hombre» no son la Iglesia en cuanto ámbito específico dentro del mundo. La explicación mateana apunta obviamente a la Iglesia, pero él no la define en sentido estático, como espacio diferente del mundo donde provisionalmente están juntos el bien y el mal, sino en sentido dinámico, como una comunidad que observa y proclama los «mandatos de Jesús». Y esto mismo es el mensaje para «todas las naciones», a las que los discípulos deben enseñar «todo» lo que Jesús «les mandó» (28,20: " y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado"). Mateo no propone una definición de lo que es la Iglesia; lo importante para él es que la Iglesia, que vive y actúa ahora en el reino del Hijo del hombre, en el mundo, llegue a ser lo que debe ser: una comunidad de justos que un día brillen en el reino del Padre. La Iglesia no es, por tanto, un tema abordado en el texto, sino la destinataria de la amonestación mateana. El texto es parenético: los discípulos reunidos en la casa deben esforzarse en no ser de los que causan σκάνδαλα (escándalo) y quebrantan la Ley dentro y fuera de la comunidad) Y LOS ARROJARÁN EN EL HORNO DE FUEGO; ALLÍ SERÁ EL LLANTO Y EL RECHINAR DE DIENTES. ENTONCES LOS JUSTOS BRILLARÁN COMO EL SOL EN EL REINO DE SU PADRE. EL QUE TENGA OÍDOS, QUE OIGA (Por eso sigue en el versículo 42 ("y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes") la atroz referencia al horno de fuego-expresión bíblica del juicio- y al mateano «llanto y rechinar de dientes». La promesa a los justos (versículo 43: "Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga"), de nuevo en lenguaje bíblico e imágenes judías, parece muy sucinta tras el largo párrafo sobre la suerte de los malvados. El «reino del Padre» hay que distinguirlo del reino del Hijo del hombre; después de la aniquilación de todos los malos, el reino del Hijo del hombre se transforma en reino del Padre. Mateo finaliza la explicación con su conocida frase de advertencia: ¡Lo que Jesús declara, afecta directamente a la vida de los discípulos! En resumen, el evangelista acentuó doblemente la parábola, entendida ya en línea alegórica. Primero, le dio un claro horizonte universal: el mundo es el reino del Hijo del hombre, que ejerce el poder en todo su ámbito y recaba la plena obediencia. Si la comunidad premateana había aplicado el relato de la mala hierba a la relación de la comunidad con Israel, el cambio de situación es patente: la separación de Israel está hecha; la comunidad se abre a la misión pagana; el mundo es ahora su campo de acción. Segundo, Mateo enfoca el relato hacia dentro, hacia la comunidad: ésta se halla básicamente en la misma situación que el mundo, al cual invita a observar los preceptos de Jesús. También a la comunidad le aguarda el juicio del Hijo del hombre. También a ella se le pedirán frutos. El relato pasa a ser así, hacia dentro, una amonestación y advertencia a la comunidad. El relato tiene, por tanto, un perfil nuevo en una nueva situación. El evangelista le da un nuevo acento. El sentido de esa situación no era para él algo fijo, sino cambiante. Lo cambió el propio Resucitado, en el que creyó Mateo y que lo llevó a la evangelización de los paganos y a la rendición de cuentas ante sus comunidades. El relato antiguo funcionó como una especie de matriz que extrajo de sí el nuevo sentido. Pero ¿qué es lo que determinó este nuevo sentido? Son tres factores: El primero es, obviamente, la matriz preexistente y sus posibilidades de sentido. En este caso, el texto tradicional no es una mera «envoltura verbal», sino una historia con muchas posibilidades de aplicación, contenidas sobre todo en las metáforas fijas. El segundo factor, de tendencia innovadora, fue la situación de Mateo. Hemos mencionado la ya acontecida separación de Israel, la misión pagana y la urgencia de prevenir a la comunidad. Una nueva situación condujo a una nueva matización del texto. El tercer factor, de efecto regulador, fue la concepción mateana de Cristo: El sentido que cobró nuestro relato en Mateo se corresponde asombrosamente con su cristología y su idea básica del evangelio. Lo recuerdo: Cristo es el Señor glorioso del universo, idéntico al Jesús terreno, que acompaña a su comunidad y le encarga una misión para el mundo entero: el evangelio consiste en los preceptos de Jesús; la comunidad es un discipulado cuya obediencia será examinada por el Juez universal. Cabe afirmar, por tanto, que el Señor resucitado, tal como lo ve Mateo, es la medida de la nueva interpretación; él regula las potencialidades de sentido que se esconden en la matriz del antiguo relato. Y el Señor resucitado es ahora para Mateo, no un Cristo-espíritu difuso y confuso, sino el Jesús terreno, cuya historia nos cuenta Mateo. Es decir, no es simplemente la fe subjetiva de Mateo o su propia visión espiritual de Cristo, sino el camino del Jesús terreno y sus preceptos los que regulan las nuevas aplicaciones del texto en una nueva situación. Hay aquí, obviamente, un aspecto personal: los testigos aplican su propia teología al Resucitado viviente. Pero la escucha constante de todos los preceptos del único maestro, Jesús, y la orientación en su historia modélica son las que determinan la imagen mateana de Cristo.