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Ciencia
14 Oct 2017 - 9:00 PM
María Mónica Monsalve S. / @mariamonic91
Desde Darwin, quien sentenció que ellas eran inferiores intelectualmente, la ciencia se
convirtió en una excusa para tomar decisiones políticas y culturales que las excluyeron.
Una nueva oleada de estudios contradice varias ideas científicas que le han otorgado a
la mujer un rol pasivo.
Un mosaico de cerebros
El dato parece casi irrefutable: en promedio, el cerebro de los hombres pesa 5 onzas
(0,141 kilos) más que el de las mujeres, por ende, los hombres deberían ser más
inteligentes. Este argumento, lanzado alrededor de 1.800, marcó el camino para que
miles de estudios científicos, publicados hasta el día de hoy, se hayan obsesionado con
probar (o no) que existen dos tipos de cerebros, el masculino y el femenino.
Se ha dicho, por ejemplo, que el cerebro de las mujeres tiene un mayor flujo sanguíneo
que el de los hombres, o que mientras el de ellas tiene un mayor porcentaje de materia
gris, el de ellos tiene un mayor porcentaje de materia blanca. “Los estudios en este
campo usualmente nos dicen cosas muy mixtas, que las diferencias son pequeñas o que
son grandes, pero el problema es que a partir de ahí, de encontrar diferencias físicas, se
ha especulado mucho.”, me comenta Saini desde Londres.
El debate sobre el tamaño de los cerebros, recuerda, quedó zanjado en 1925 gracias a
la muerte de una mujer: Helen Hamilton Gardener.Siendo una “simple” profesora,
Gardener empezó una cruzada contra uno de los fundadores de la Asociación
Americana de Neurología, “todo un médico”, para que se refutara la idea de que el
tamaño del cerebro tenía que ver con la inteligencia. La dimensión del cerebro, afirmaba
ella, es relativa al tamaño del cuerpo y no a la capacidad para pensar, de lo contrario,
tendríamos que dar por sentado que los elefantes son más inteligentes que los humanos.
Pero el golpe final vino con su muerte: Gardener donó su cerebro a una colección de
cerebros de la Universidad de Cornell, Estados Unidos. Cuando lo midieron, a pesar
de que sí pesaba casi 5 onzas menos que el cerebro masculino promedio, se dieron
cuenta de que pesaba lo mismo que el cerebro de Burt Green Wilder, el científico
fundador de la colección y reconocido como un hombre brillante por el gremio.
No obstante, para ese entonces a muchos científicos ya les había picado la curiosidad
por encontrar otras diferencias entre los cerebros de hombres y mujeres. La tecnología
y aparición de escáneres, además, lo hizo más seductor.
Unos de los científicos más populares del área han sido los Gur, un matrimonio de
investigadores de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos. Aunque la pareja
viene rastreando estas diferencias desde 1982, su punto más álgido llegó en 2014.
Después de estudiar el cerebro de 1.000 personas entre los 8 y los 22 años bajo la
difusión de imágenes de tensor, una especie de escáner que muestra la fuerza de las
conexiones neuronales, llegaron a la conclusión de que estas no son iguales entre
hombres y mujeres. Para ellos las imágenes coloridas que vieron repetirse en su pantalla
indicaban que mientras los hombres tienen una mejor percepción y coordinación, a las
mujeres se les facilita la comunicación, son más analíticas y compasivas. El resultado
capturó la atención de muchos medios de comunicación del mundo (incluyendo El
Espectador), pues parecía confirmar un popular mito urbano.
Pero del otro lado de la orilla está Daphna Joel, una neurocientífica de la Universidad
de Tel Aviv, Israel, que se ha mantenido escéptica a esta dicotomía. Según explica un
artículo publicado en septiembre de este año en Scientific American Joel, parte de una
nueva idea: que todos los cerebros son un mosaico que tienen características
típicamente femeninas y masculinas. Su conclusión, al igual que la de los Gur, viene de
un estudio realizado en 1.400 personas cuyos cerebros fueron analizados a través de
resonancias magnéticas.
Organizando los datos en una gráfica, el equipo liderado por Joel encontró que son
pocos los cerebros que están en los extremos y son totalmente masculinos o femeninos
(sólo un 8 %). Entre el 23 y 53 % de los cerebros, dependiendo de la región que se esté
analizando, están en el centro del gráfico, lo que quiere decir que tienen habilidades
tanto de hombres como de mujeres. Decir que el cerebro de mujeres y hombres cae en
la categoría de lo dimórfico, como sí sucede con el pene y la vagina, sería un error.
El problema es que la ciencia también se debe interpretar con lupa y en esto está de
acuerdo Saini. “Mi esperanza es que cuando las personas lean sobre alguna
investigación que se publica en los periódicos siempre sepan que este es un resultado
entre muchos, que no es el final de toda la historia”.
Pero el tamaño del cerebro no ha sido lo único que sentenció a la inferioridad a las
mujeres. La forma como se ha entendido su sexualidad también determinó varias
normas sociales y culturales, como que ellos son promiscuos y ellas son castas. En este
punto hay que entender que Darwin, dentro de su inmensa genialidad, también tuvo sus
sesgos.