Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Pilar Jericó
14 JUL 2017 - 21:48 CEST
Un mal recuerdo, un error, una preocupación… seguro que tienes alguna emoción
que no te gusta demasiado y que te encantaría cambiar. Veamos un sencillo
método que puede ayudarte, el PRP.
Irenka Barud
El PRP parte de un idea clave: lo que nos despierta una emoción no es el hecho en sí,
sino la interpretación que hagamos del mismo. Eso explica por qué dos personas
reaccionan de manera bien distinta ante un mismo acontecimiento como, por ejemplo,
suspender un examen, un fracaso amoroso o un error en un proyecto. Uno puede estar
machacándose durante un tiempo inmemorable mientras que otro, sin embargo, lo
considera un aprendizaje y pasa página. Por ello, si somos capaces de reinterpretar una
experiencia que no nos hace demasiada gracia, podremos encajarla mejor y recordarla
de un modo más saludable. Y esto es lo que busca el método PRP, el cual fue impulsado
por la psicología cognitiva y que Tal Ben-Shahar recoge en su libro “La búsqueda de la
felicidad”. Veamos con algo de detalle las tres fases de las que consta: Permiso-
Reconstruir-Perspectiva.
MÁS INFORMACIÓN
Darse Permiso para aceptar lo ocurrido: Es el primer paso para integrar algo. Si nos
empeñamos en negarlo (tipo, “no me pasa nada”) o en culpar al mundo de lo que nos
ocurre (“pobrecito de mí”), no conseguiremos salir de dicha emoción. ¿Qué ayuda a
aceptarlo? Dejarnos de excusas, asumir que nos equivocamos o, como dice Ben-Shahar,
darnos permiso para ser humanos. A veces el problema surge porque no somos capaces
de reconocer una emoción. Podemos tener miedo, tristeza o enfado y no saber qué
palabras ponerle. Para ello, es útil hablarlo aunque no seamos precisos, escribirlo o, al
menos, experimentarlo físicamente a través de preguntas, como ¿qué sensaciones me
genera?
MÁS INFORMACIÓN
Reconstruir lo vivido: Una vez que se ha aceptado, se puede reconstruir, es decir, darle
una interpretación más positiva. El objetivo es dejar de considerarlo como un problema,
un marrón… y contemplarlo como un desafío que te invita a dar lo mejor de ti mismo.
Lo que ayuda en este punto es comenzar a hacerse nuevas preguntas: ¿Qué puedo
aprender de todo ello? ¿Qué beneficio me aporta? También es interesante contar con
alguien que te ayude a ser un buen frontón, no que te refuerce en la espiral de mal rollo,
sino que te dé un enfoque diferente, más amplio.
MÁS INFORMACIÓN