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María de Zayas o la forja de la novela de autora

en los albores del nuevo milenio

Char Prieto

María de Zayas y Sotomayor, la primera novelista española y autora secu-


lar abogada de los derechos femeninos, es también pionera «in her ideas
about quality of education, about the abolition of the double standard, and
about the need for women to take pride in their own sex and in her de-
nunciation of the common social pitfalls for women» (Fox-Lockert, p. 3).
Sus obras pueden considerarse como la génesis de la novela de autora,
pues son un reclamo de letras y armas, así como una denuncia al trata-
miento de la mujer. Zayas prepara el terreno para las escritoras posterio-
res, quienes desarrollan sus temas con más libertad y profundidad. Así,
doña María aparece como un hito en el proceso histórico y literario de la
península. Por este motivo podría considerársela como madre de una lu-
cha por los derechos de la mujer y de la autora, como piedra angular para
una nueva generación literaria, pues los ecos de sus obras resuenan en las
generaciones de escritoras posteriores.
Zayas cree en la utilidad moral de la literatura y sigue el precepto ho-
raciano dulce utile, que tiene un propósito firmemente estético de entre-
tener y recrear, pero, ante todo, de enseñar mediante una crítica social.
Sus escritos abrieron y rompieron barreras, ya que son un desafío contra
la sociedad patriarcal, al cuestionar el canon de la época. La transgresión
del concepto de la honra y el honor en la obra zayesca se suma a la crí-
tica de la subyugación femenina con el matrimonio impuesto y a la usur-
pación del poder masculino mediante la burla y el engaño. Al quebra-
miento de dichos conceptos añade el tema de la educación de las mujeres,
lo cual pone a la autora en una perspectiva feminista y la hace atípica en
el contexto del sistema patriarcal del Siglo de Oro. Foa nos dice al res-
pecto que «María de Zayas afirma la capacidad intelectual de la mujer,
y pide respeto y educación para ella. En este sentido es feminista, y el
tema central de sus obras es el «feminismo» («Feminismo», p. 13); su
propósito es «defender a las mujeres, afirmar su capacidad intelectual, y,
sobre todo, avisarlas, aconsejarlas» («Feminismo», p. 101). Por este mo-
tivo podría decirse que sus obras representan el origen o la forja de la li-
teratura de autoras, y que sus novelas son una gran influencia para las
escritoras del nuevo milenio, quienes usan temas innovadores, perspec-
tivas y técnicas nuevas y libres, y son capaces de escribir su propia voz.

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Para comprender el hilo reivindicatorío de la obra de doña María es


necesario entender el papel femenino en el Siglo de Oro. Como bien es
sabido, el puesto de la mujer era exclusivamente el de amante, esposa
y madre, lo cual significaba que se la definía en una relación totalmen-
te dependiente del varón. Simplemente era la hija, la hermana, la aman-
te o la esposa de algún hombre, y, por supuesto, no se la concebía como
un ser libre e independiente. Pérez-Erdélyi nos dice al respecto que en
aquel tiempo «la sociedad hace al hombre responsable de la conducta
de la mujer, pues en ella reposa su honra» (p. 16). Según este concep-
to, la hembra era un ser subordinado, y la sociedad apoyaba y ponía én-
fasis en la idea aristoteliana de la mujer como un ser defectuoso, im-
perfecto e inferior. Así podemos ver que el papel del sexo débil en una
posición subordinada y de flaqueza moral femenina daba lugar a la con-
dición sumisa y obediente, y a que las actividades femeninas se reduje-
ran al hogar y al encerramiento, según la moral de la época. Esta acti-
tud es expresada por muchos de los escritores de la época, quienes, según
las convenciones ascéticas, se caracterizan por la misoginia y el me-
nosprecio femenino. Zayas, en cambio, combate la opinión masculina
de que «la mujer es culpable de todos los pecados, lo cual obviamente
tiene sus raíces en el concepto católico cristiano del pecado original»
(Kahiluoto 36) y ofrece otras opciones. En su literatura aparecen perso-
najes que niegan el papel ideal de la época y demandan derechos de
igualdad entre los dos sexos, y asimismo se rebelan contra el sistema de
valores patriarcales establecidos. Con las obras zayescas se da un hecho
de singular relieve, cuando, de manera disimulada y hasta cierto punto
tímida, la autora tiene la osadía de salir en defensa de las mujeres y pre-
sentar unos personajes femeninos dotados de gran personalidad pasio-
nal y que se comportan con libertad y desenvoltura, especialmente en el
aspecto sexual. Doña María pone en boca de sus heroínas panegíricos
en defensa de la dignidad femenina, y reflexiones sobre la situación so-
cial, mostrándonos párrafos donde se denuncia la situación en que se en-
contraba la mujer del siglo xvn.
Si echamos una ojeada a sus obras puede apreciarse la subversión
del silencio impuesto a las féminas por la cultura patriarcal. El canon
de la época ponía un gran énfasis en el acallamiento femenino, ensal-
zando a las jóvenes que seguían el modelo de la Virgen María y el con-
cepto calderoniano del honor que mantenía la idea de que la mujer de-
bía de estar sometida al hombre y que ésta era simplemente un
ornamento social con la simple misión de tener hijos. Pero doña María
hace un desafío social y presenta unas heroínas que no solamente no se
ajustan a los cánones del personaje tradicional femenino, sino que lo re-
tan de un modo abrupto. «Anticipándose a la mujer reinvicatoria de la

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España moderna y asimismo motivada por un afán de corregir una ima-


gen negativa de la mujer, María de Zayas y Sotomayor escribió las
Novelas amorosas y ejemplares y los Desengaños amorosos» (Pérez-
Erdélyi, p. 7). Es precisamente en dichas obras donde ya pueden en-
contrarse los temas que componen la novela de reivindicación moderna
del nuevo milenio, como son la libertad y rebelión de la mujer en una
sociedad represiva y patriarcal, y asimismo el tan discutido concepto de
sororidad femenina.
Mediante un análisis cabal de la obra zayesca podemos ver que la
autora rompe el molde convencional y subvierte valores aceptados por
la sociedad, al desafiar a los cánones patriarcales impuestos, por el he-
cho de ser erudita, saber leer y escribir y —aún más— hacer literatura
en un tiempo en el que a las mujeres no les estaba permitido recibir nin-
gún tipo de educación formal. Siguiendo el estilo boccacciano del
Decamerón, Zayas escribe sus Novelas amorosas y ejemplares y
Desengaños amorosos, obras que son narradas por jóvenes. Dentro de
un marco narrativo de una reunión de amigas, una especie de «sleep
over» o «pijama party», la autora incluye el muy suversivo tema del
amor, la sororidad, la lealtad y el valor, cuya finalidad verdadera es cri-
ticar la situación reprimida en que se encuentran las mujeres. En
Desengaños, Zayas parece anticiparse a la idea de la hermandad feme-
nina de que las chicas se ayuden, se apoyen a sí mismas y sean como
hermanas compartiendo y resolviendo conflictos comunes.
Uno de los problemas con los que tenían que enfrentarse las jóvenes
era el tan tratado y respetado concepto de la honra y el honor, piedra
angular en la vida diaria de aquella época. Esta idea, tan importante en
los tiempos de María de Zayas, es ridiculizada en muchas de sus obras,
ya que, quien pierde mediante el código de la honra y del honor, es siem-
pre la mujer. El deseo de la autora es que la mujer defienda y que po-
sea las aptitudes necesarias para proteger su honor, como bien lo ex-
presa Isabel en La esclava de su amante. Por este motivo muchas de las
heroínas zayescas se nos muestran lascivas, ingeniosas y astutas, e in-
cluso expertas en el arte de mentir. Esto no es sino un encubrimiento
por parte de la autora para burlarse del código y vengarse de la domi-
nación masculina. El tipo de protagonista libre y desenvuelta que nos
muestra Zayas es un desafío al estereotipo de la mujer pasiva y acalla-
da por la honra. Este fenómeno se aprecia en El prevenido engañado,
donde doña Beatriz encarna dicho papel al presentarse como una viuda
virtuosa, cuando en realidad esconde los amoríos de un amante negro.
El comportamiento liberal de muchas de sus figuras indica que Zayas
hace caso omiso a la cuestión calderoniana de la honra y el honor, y se
mofa de la figura de la mujer casta, pasiva e indecisa. Al mismo tiem-

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po nos presenta unos personajes que reaccionan ocultamente a las nor-


mas establecidas y se alejan del ideal femenino. La autora da poder a
sus heroínas para reaccionar ante el ultraje masculino. Esto puede ver-
se en La esclava de su amante, donde se produce la violación de la obe-
diente y dulce Isabel, y la autora aboga que, en caso de agravio, debe
haber una transgresión sexual y debe ser la mujer quien se vengue de
tal ofensa tomando la justicia por su mano. Asimismo, en Amar sólo por
vencer, Zayas nos muestra que la honra de la familia maltrata, oprime
y causa la muerte de Laurela cuando su novio, disfrazado de doncella,
entra a su servicio y la viola. Con dicho ejemplo, la novelista avisa a
las jóvenes de que el hombre usa todo lo que tiene para seducirlas, con-
quistarlas, ultrajarlas y abandonarlas sin ningún escrúpulo, y las alerta
de que la honra opera en contra de la mujer y para beneficio exclusivo
del hombre. El mensaje implícito es que el estereotipo de la mujer hon-
rada y sumisa las aplasta y las hunde, convirtiéndolas en víctima, y que
al hombre no le importa la honradez femenina en absoluto. Con esta crí-
tica doña María propone un plan de alerta para que las mujeres no se
dejen llevar por las reglas sociales, al mismo tiempo que indica la ne-
cesidad de ciertos cambios en el comportamiento pasivo femenino. La
represión que impone la sociedad de la época hace de la mujer una víc-
tima, y es por este motivo que la autora aboga por la autodeterminación
de las féminas, a la vez que les ofrece diferentes alternativas.
Aparte de la transgresión del concepto de la honra y el honor, la vi-
sión zayesca se concentra en condenar a la mujer dócil y dependiente
del varón. Zayas reprueba duramente la subyugación femenina median-
te el matrimonio impuesto, y «acusa a los hombres constantemente de
su autoridad abusiva» (Lara 34). La imagen de la casadera en la socie-
dad patriarcal es un tema examinado por la autora numerosas veces, y
que asoma en muchas de sus obras, al poner en evidencia la posición
subordinada de las doncellas, primero por sus padres o hermanos y más
tarde por sus esposos. Las protagonistas zayescas están bajo la tutela de
un hombre que controla sus amistades, sus salidas, sus elecciones y sus
vidas en general. Es el padre quien escoge al marido, costumbre ésta
que da lugar a un eterno conflicto entre padres e hijas. Al principio las
heroínas suelen mostrarse pasivas de una forma encubierta, pero más
tarde expresan sus opiniones —agresivamente y con disconformidad—
contra las normas expuestas. En Desengaños Zayas nos cuenta, por boca
de Zelima, una desilusión «para que las damas se avisen de los desen-
gaños y cautelas de los hombres, que en ninguna ocasión hablan ni sien-
ten de ellas bien, siendo su mayor entretenimiento decir mal de ellas,
pues ni comedia se representa ni libro se imprime que no sea todo en
ofensa de las mujeres» (p. 124).

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Mediante dichas declaraciones Zayas advierte que las jóvenes deben


estar alertas a los engaños varoniles, pues la sociedad patriarcal actúa
en contra de ellas. Por eso, muchas de sus heroínas se nos presentan
como mujeres liberadas que, aunque no se oponen abiertamente a los
deseos varoniles, manipulan las circunstancias a su favor. Este fenóme-
no puede notarse cuando se expone el tema del amor interesado, en el
que el padre interviene en las decisiones de su hija, y es él quién deci-
de en cuanto a la elección del esposo. Por dicho motivo las protago-
nistas zayescas a veces mantienen relaciones secretas. La intervención
e imposición de la voluntad paterna conduce a funestos y drásticos re-
sultados, como fugas con amantes e incluso muertes. Esta faceta puede
apreciarse en la boda sin amor de El imposible vencido, en la vida des-
dichada de Inés en La inocencia castigada o en la muerte en El trai-
dor contra su sangre. Con estos ejemplos puede inferirse que el domi-
nio de los hombres, la falta de autonomía de las mujeres y su inferioridad
pueden llevar a la infelicidad y rebeldía, e incluso a la tragedia. En
Desengaños amorosos la autora da su opinión en cuanto al matrimonio
impuesto, cuando, al comentar la boda de su protagonista, la considera
como «un lazo que tan dulcemente aprieta» (p. 283). Por ello, Zayas
nos presenta heroínas solteras, como Francisca, Nise, Lisis, Filis y
Matilde o monjas muchas otras, como Estefanía, o viudas, como Luisa
y Laura. De alguna manera la autora transgrede los órdenes estableci-
dos por el código de la época y expresa que sus personajes no están
atados a nigún hombre que las domine; es más, son libres. Con dicha
libertad, la escritora intenta poner en evidencia la represión y crueldad
a la que la casada puede estar sometida, y, para reforzar el mensaje fe-
minista de sus escritos, nos muestra en varios casos la agonía de algu-
nos matrimonios bajo el canon de la época mediante la dominación y
tiranía de los protagonistas masculinos, dibujando así muy pocas unio-
nes felices. Foa comenta que «En Zayas no encontramos ya una exal-
tación del matrimonio como en Cervantes o en Lope» («María», p. 130),
sino que la autora afila su rencor contra el hombre y no perdona «la
ocasión de censurar los excesos de libertinaje, egoísmo, crueldad o pe-
tulancia de los galanes donjuanescos de la época» (Ximénez, p. 209).
Con ejemplos concretos, el lector puede darse cuenta de la actitud re-
formadora de la novelista, quien no solamente expone las injusticias de
algunos matrimonios, sino que también ofrece y propone cambios y so-
luciones que puedan dar mayor libertad a las mujeres.
Como contraste a la crítica de la subyugación femenina mediante el
matrimonio impuesto, la autora nos presenta el tema del casamiento en-
gañoso por parte de la mujer y la idea picaresca del amor interesado.
Zayas invierte hábilmente el papel de sumisión femenina presentando-

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nos unas heroínas que «no se contentan con ser objeto pasivo del pla-
cer del hombre: es decir, que no sólo son deseadas sino que desean, y,
si son objeto erótico del varón, éste puede ser igualmente objeto eróti-
co suyo» (Goytisolo, p. 21). La autora transgrede los órdenes preesta-
blecidos al mostrarnos hombres incautos, avaros y mezquinos que se de-
jan engañar por una mujer. Esto puede verse en la figura del joven
Agustín, supuesto sobrino de Isidora pero que en realidad es su aman-
te. Doña Isidora, aparentando ser honrada y hermosa, atrapa al incauto
don Marcos, y al final es ella quien huye con la fortuna de su esposo
como castigo a su avaricia y ruindad. Zayas invierte la posición mas-
culina presentando unas protagonistas que ejercen su dominio sobre el
hombre y usurpan su poder mediante el amor interesado y burlado por
la mujer. Este fenómeno puede apreciarse mediante el ejemplo de
Lisarda, quien no se casa con don Juan, sino con un hombre rico y fo-
rastero pero no por amor, sino por mero interés. En cualquier caso, «la
autora muestra admiración por la astucia de la mujer por saber defen-
derse contra el hombre que piensa aprovecharse de ella» (Kahiluoto, 34).
La única solución a los problemas a los que se enfrentan las jóvenes
de la época es mediante una reforma radical de la educación femenina.
«Airadamente doña María no se cansa de afirmar que las mujeres me-
recen, y son capaces, de obtener la misma educación que los hombres
y que son ellos los responsables de la ignorancia en que es mantenida
la mujer y del atraso de ésta» (Vasileski, p. 53). Zayas propone un pro-
grama educativo que ayude a las jóvenes a liberarse y a ser autosufi-
cientes, y es por este motivo que en muchas de sus obras podemos ver
lo absurdo de la idea tradicional de la educación femenina. Este aspec-
to se aprecia en El prevenido engañado, cuando la autora hace una fuer-
te crítica del papel tradicional educativo por mediación de Fabrique,
quien abiertamente expresa que, para casarse y dedicarse al hogar, la
mujer no necesita educarse, y que el convento es el mejor sitio para que
las jóvenes se mantengan alejadas, escondidas y protegidas de los ma-
les del mundo. Según el protagonista, la educación de la mujer debe li-
mitarse a hacer las labores caseras, a ayudar en la iglesia y a obedecer
a sus padres y al marido, pues la educación perjudica a la mujer ya que
«las muy sabias y entendidas daban en traviesas y viciosas» {Novelas,
p. 173). María de Zayas hace una crítica a los obstáculos de educación,
cultura y costumbres que impiden que la mujer participe en la vida in-
telectual y comercial. Ella misma nos dice: «Si en nuestra crianza, como
nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor,
nos dieran los libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos
y las cátedras como los hombres» {Novelas, p. 22). Así mismo en
Novelas amorosas se nos muestra la mofa y el escarnio de un protago-

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nista burlado por sus propias ideas machistas, pues su esposa, una mu-
jer vigilante y que aparentemente es guardadora de la honra y el honor
de su familia, se enamora de otro hombre. La moraleja que la obra pre-
senta al lector es que sin la educación femenina no hay ni discreción ni
prudencia, y que el que pierde con la ignorancia de la mujer es el hom-
bre, pues al fin sale burlado, ya que su honor depende enteramente del
comportamiento de su esposa.
Zayas ya mantenía en el siglo xvn la tan aludida opinión moderna
de que las mujeres son tan aptas para la educación como lo son los hom-
bres y que lo que faltaba a las jóvenes eran oportunidades e instrucción,
y no capacidad mental. La autora propone que es necesario dar oportu-
nidad educativa y docente a la mujer, y que desde pequeña hay que acos-
tumbrarla a la escritura y a la lectura. Ella misma se pone como ejem-
plo al decirnos: «He tomado la pluma habiendo tantos años que la tenía
arrimada, en su defensa tomaré la espada para lo mismo, que los agra-
vios sacan fuerzas donde no las hay» (Desengaños, p. 457). Con dichas
declaraciones podemos ver que doña María se anticipa al concepto fe-
minista contemporáneo de libertad e igualdad entre los dos sexos, des-
pertando la conciencia de la sociedad sobre la educación femenina y
mostrándonos a unas protagonistas cultas y educadas. Lisis versifica para
mostrar sus sentimientos, y entre sentimientos y otras muchas heroínas
zayescas poseen talento literario e independiente. Por este motivo María
de Zayas puede considerarse como la forja de la novela de reivindica-
ción femenina, ya que es «a women of advanced ideas, advocating ge-
neral education for women, recognition of the equal rights of both se-
xes, and respect for women in the eyes of men» (Sylvania, p. 7).

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BIBLIOGRAFÍA

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