Вы находитесь на странице: 1из 11

Paula Sibilia: "Para la

moral contemporánea, no
es evidente que la escuela
sea una institución
legítima"
La antropóloga, que estudia el impacto cultural de las tecnologías, cree que
la pérdida del consenso social sobre el rol de la educación también explica
la violencia en las aulas
Diana Fernández Irusta SEGUIR
Comentar(3)
Me gusta
Compartir
25 de mayo de 2014

Paula Sibilia. Foto: Martín Felipe/AFV

"La escuela está en crisis". La frase abunda, se reitera, insiste. Pero


asume ribetes sombríos cuando la noticia de una adolescente muerta
a golpes por sus compañeras o de una niña agredida salvajemente en
un ámbito escolar sacuden, como lo hicieron recientemente, la
opinión pública. ¿De qué se trata la crisis de la escuela? ¿Realmente
estamos frente a una institución en franca decadencia?
"Creo que la escuela, aun en la situación crítica en que se encuentra,
sigue siendo un bastión de la época moderna, un fósil tal vez del
proyecto de igualdad", sostiene, a contramano de los discursos
catastrofistas, Paula Sibilia, investigadora argentina radicada en
Brasil y autora de reconocidos trabajos que problematizan los cruces
entre innovación tecnológica y modelos culturales.

Convencida de que sólo una mirada en contexto podría aportar


alguna claridad a la problemática escolar, asegura que vivimos en
una época donde "el peso del Estado y el respeto a la ley forman
parte de creencias desvalorizadas". "El proyecto moderno de
sociedad está en crisis -sostiene la investigadora- y de esa crisis
forma parte la escuela." Docente de la Universidade Federal
Fluminense, Sibilia pasó por Buenos Aires, invitada por la Fundación
Sociedades Complejas, para participar en una jornada preparatoria
del 3er. Congreso Internacional sobre violencia en las escuelas, que
se realizará entre el 5 y el 7 de junio en la Facultad de Ciencias
Económicas de la UBA. Y asegura: "Para la moral contemporánea no
es evidente que la escuela sea una institución legítima".

-Niños hostigados, adolescentes muertos por compañeros


de escuela? ¿Basta el rótulo de "violencia escolar" para
pensar este tipo de sucesos?

-Casos así no se explican con una sola causa. Probablemente tengan


que ver con que el proyecto moderno de sociedad está en crisis, y de
esa crisis forma parte la escuela, que ha sido un pilar de ese proyecto.
La escuela sarmientina, por ejemplo, se constituyó como una
institución universal, laica, gratuita, que si no lograba estar a la
altura de su ideal, suponía que esto era coyuntural y que en algún
momento lo iba a estar. Todos los alumnos se definían, en potencial
o de hecho, como ciudadanos o futuros ciudadanos en formación.
Esas concepciones nos siguen iluminando; en buena medida
seguimos siendo modernos. Pero lo somos de una forma agrietada; el
proyecto moderno ha sido muy golpeado. Y en el momento en que el
suelo firme estatal, legal y moral que lo sustentaba hace agua en
varios aspectos y buena parte de las responsabilidades antes
asumidas por el Estado pasan al mercado, ese proyecto deja de ser
universal y pierde algunas de sus características básicas.

-¿Cómo crear legitimidad, si se afecta la promesa de


igualdad?

- La escuela, aun en la forma en que está, es un bastión de la época


moderna, un fósil tal vez, del proyecto de igualdad. Ese espacio que
todavía ocupa es una resistencia al mercado apropiándose de todo.
Me gustaría aclarar algo: en Francia, los sectores de derecha dicen
que la culpa de la crisis actual la tuvo Mayo del 68, que ese
movimiento abrió la puerta a todos los demonios que hoy nos
afectan. Es verdad que esta sociedad pudo construirse como
consecuencia de las acciones que rodearon al 68, que
desbarajustaron el modelo de la sociedad y la escuela modernas.
Pero esas críticas apuntaron a muchos aspectos del proyecto
moderno que eran motivos de sufrimiento. El cuestionamiento a las
estructuras repetitivas y los horarios rígidos fue eficaz y las
tecnologías digitales vinieron a responder a eso. En su ataque al
andamiaje moral de la escuela (entre otras instituciones), el 68 tuvo
éxito, porque esa crítica está incorporada a la moral contemporánea.
Pero no funcionó en el sentido de la alternativa libertaria a la que
aspiraba. Lo que pasó fue que el capitalismo dejó de ser disciplinario,
basado en la ética protestante y la moral burguesa, e incorporó el
placer, la creatividad, la espontaneidad... se perfeccionó. En este
contexto, no me parece interesante la propuesta conservadora que
dice: "Mal que mal, antes en la escuela los chicos aprendían y no se
mataban entre ellos".

-¿Qué podría explicar que el bullying llegue a tales


extremos?

-Sabemos que siempre existió esto de tomar de punto a uno o dos


alumnos. Pero ¿cuándo se transforma en un problema social que
genera campañas, leyes, políticas públicas? Hay un desplazamiento
que para mí tiene que ver con cambios en las subjetividades. Porque
las sanciones eran eficaces en función de la culpa. Si un alumno
hacía algo incorrecto para las reglas de la escuela, sabía que lo iban a
amonestar y que ése era un castigo legítimo porque él había hecho
algo mal. Del mismo modo que se aceptan las leyes de un Estado,
convenidas por la mayoría. Pero en el momento en que el Estado
pierde la fuerza tutelar sobre sus instituciones, la ley pierde también
el peso de una universalidad que es incuestionable o cuestionable
sólo por vías institucionales. Y también pierden peso las figuras de
autoridad: los profesores, los padres. Para un estudiante actual, más
que la culpa, lo que funciona como regulador es la vergüenza. Que es
un sentimiento público: el temor a que me vean en una situación
inadecuada, que lo suban a Internet. Por eso el bullying es tan
terrible, porque lo que opera es la mirada del otro que dice quién soy.
Si el otro dice que soy fea, gorda y tonta? yo soy así, porque la verdad
está en los ojos del otro. El caso de la chica a la que matan por ser
linda es una vuelta de tuerca de lo mismo: molesta la apariencia de
alguien, pero en este caso no pasa por golpear al débil, sino por
aniquilar al fuerte.

-¿Entonces, cuál sería la funcionalidad de lo escolar hoy?

-Para la moral contemporánea, no es evidente que la escuela sea una


institución legítima. Probablemente no la inventaríamos ahora. Más
allá de materias y contenidos, la escuela del siglo XVIII, XIX o XX
enseñaba a ser un ciudadano compatible con la sociedad moderna:
un ciudadano capaz de trabajar disciplinadamente, defender a su
patria? Educaba para una interioridad. Un ejemplo que suelo citar es
el de Virginia Woolf y Un cuarto propio, unas conferencias que
escribió en los años 20. Para defender su condición de sujeto
moderno -las mujeres todavía no eran pleno sujeto moderno- exigía
un cuarto propio: o sea, soledad, silencio, intimidad y paredes.
Porque la interioridad laica, esa construcción del mundo moderno,
necesita de las paredes de un cuarto o de un aula para desarrollarse.

-Paredes que la conectividad estaría derribando...


-Mi último libro surgió de mi experiencia como profesora, dando
clases hace años y viendo cómo la incorporación de Internet y
celulares a las clases le saca sentido al estar encerrados. Se crean, por
así decir, formas de escaparse, por medio de las redes, a través de las
paredes. Si eso se lleva al extremo, llega un momento en que la pared
deja de tener sentido. Hay que pensar si es posible incorporar las
tecnologías a la escuela o a la universidad. Es que así como
intimidad, paredes, soledad y silencio eran los recursos para ser un
sujeto moderno, el menú de recursos básicos para ser un sujeto
contemporáneo está en el acceso a las redes sociales, Internet, las
computadoras. Y creo que tenemos un problema, porque mucha de
la dispersión en la que estamos sumergidos conspira contra la
reflexión.

-¿Qué define a lo que llamás "nueva subjetividad"?

-Evidentemente, hay continuidades. Pero para entender las


diferencias entre estas dos épocas -la era moderna y la
contemporánea- que yo separo artificialmente, hago énfasis en
ciertas rupturas. Las redes sociales como Facebook serían un indicio
muy fuerte de cómo se está desplazando el eje en torno del cual
construimos lo que somos. Un desplazamiento que va de lo interior a
lo exterior. No nos pensamos más como seres dotados de una esencia
invisible; lo que sos es lo que se ve. Claro que atravesamos una
transición y yo estoy esquematizando. Y vuelvo al bullying y su
diferencia con respecto al "tomar de punto" a alguien en otras
épocas: desde el momento en que la verdad está dictada por la
mirada del otro, lo que cuenta es mi imagen personal y
la performance, que sería el desempeño, lo que se ve. Si el otro dice
que mi performance es ridícula y que mi imagen es horrible, no hay
cómo desmentirlo. No hay un resto que diga: "Lo que se ve no es lo
que soy". Además está el aspecto tecnológico? la aspiración más
inmediata del sentido común es decir: "Internet cambió todo". Pero
creo que es causa y consecuencia. ¿Por qué inventamos las redes
sociales? Porque hacían falta, porque la subjetividad, los modos de
ser y estar en el mundo que se construyen ahora, en este momento,
son distintos de los del siglo XIX y XX, y necesitaban este tipo de
herramientas.

-¿La performance estaría reemplazando al gesto político?

-A la palabra, sobre todo. Al menos en la versión más tradicional del


discurso político. El caso de la campaña política de Dilma a la
presidencia me parece que fue sintomático de ese desplazamiento. Al
contrario de Lula, Dilma no era conocida como una líder carismática,
de discurso espontáneo, sino una persona de los bastidores? Cuando
se la propone como sucesora de Lula, abiertamente se puso en
manos de un equipo de campaña. Hubo un momento, cuando era
candidata, en que desapareció del ámbito público por unos días y
volvió a aparecer después? transformada. Le hicieron cirugías
plásticas, le cambiaron el peinado, la ropa, le sacaron los anteojos y
pusieron lentes de contacto, ya venía haciendo dietas? Pienso que 20
años antes ella no hubiera hecho ninguna de estas cosas. Pero
cuando se decidió que iba a ser la candidata, se sabía que en Brasil y
en todo el mundo a los candidatos los eligen los telespectadores, por
lo que ella iba a tener todos los días un tiempo en televisión y su
aspecto iba a ser juzgado en todos sus detalles. Su discurso también
estuvo totalmente controlado, como ocurre en todas las campañas.
Digamos que aproximadamente desde los años 60 se empieza a
considerar cada vez más normal que los políticos tengan un aparato
publicitario como lo tendría cualquier producto por vender, con toda
la parafernalia del marketing. Durante un tiempo hubo cierta
resistencia: se entendía que la principal arma del político era la
palabra y su capacidad personal de hablar. Basta pensar en los
discursos improvisados de Getulio Vargas, Perón, Evita: había algo
ahí que se consideraba una condición intrínseca de los políticos y
que al ser depositada en la empresa publicitaria podría perder
fuerza. Por eso hubo un tiempo de transición en que se consideraba
que estas estrategias debían disimularse.

-¿Y la creencia en una normativa única e igual para todos


los ciudadanos? ¿Cómo afronta la dirigencia política esa
otra "herencia" de la modernidad?

-Los políticos son, como nosotros, sujetos de esta época, donde el


peso del Estado y el respeto a la ley forman parte de creencias
desvalorizadas. Tampoco se cree en la patria? Imaginate ahora que te
manden al frente de batalla, como en la Primera y en la Segunda
Guerra Mundial. Pensar hoy en los jóvenes franceses, los jóvenes
alemanes, que acepten matarse entre ellos para defender a sus
países. La construcción de valores superiores a la propia vida, como
la patria, la familia o el deber moral era una tarea cotidiana de la
escuela. Pero ahora no creemos más en ese tipo de valores.
-¿La cultura auspiciada por las redes y lo digital está
logrando avanzar hacia una sociedad más respetuosa de lo
diverso?

-Así como la creencia en el valor del Estado y la ley perdió la fuerza


que tenía, hoy existe una creencia muy fuerte en el mercado, incluso
entre quienes lo critican y resisten. En ese sentido tiene un poder
homogeneizador, pero limitado por su propia conveniencia: crear
nichos de consumo también le puede resultar eficaz. Ser diferente,
original, atípico hoy es un valor: el discurso de la diversidad triunfa,
pero apropiado por el mercado. Es una fuerza muy potente en la
contemporaneidad, quizás equiparable al Estado en la era moderna,
pero más difícil, porque es más ubicuo. No es que el Estado no exista
más ni que el mercado no existiese antes, pero se han producido
desplazamientos en el peso específico de cada uno y los efectos que
producen en la subjetividad, modos de vida y sociabilidad. Lo que no
quita que se produzcan situaciones en las que de repente la historia y
la política irrumpen en un terreno que se creía adormecido. Por
ejemplo, las manifestaciones que comenzaron en junio de 2013 en
Brasil, totalmente imprevisibles en varios aspectos. Lo que las une es
el malestar suscitado por las enormes sumas de dinero gastadas en la
preparación del Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos 2016, cuando
los servicios básicos de la ciudadanía siguen siendo de pésima
calidad. No se sabe hacia dónde va este movimiento ni cuál es su
grado de consistencia; pero es innegable que algo pasó. Tampoco hay
dudas de que las redes sociales como Facebook y Twitter han tenido
gran influencia. Creo que algo cambió en el panorama interno
brasileño y los políticos, tanto gobernantes como opositores, están
desconcertados.

UN FUTURO POSIBLE
-¿Cómo adaptar la escuela a los tiempos actuales sin
perder lo mejor de su tradición?

-La escolaridad moderna es homogeneizadora; necesariamente está


acompañada del cercenamiento de ciertas diferencias,
singularidades y libertad. Algo difícil de aceptar para la sensibilidad
contemporánea. Por otro lado, la dispersión conspira contra la
posibilidad de pensamiento crítico. Pero creo que si estamos en crisis
debemos tener imaginación para crear otras cosas. Y hay elementos
en toda esta situación que crearon condiciones para que en las aulas
pase algo que antes no ocurría. A veces, algunos profesores con
ciertos alumnos crean condiciones de diálogo más propicias al
aprendizaje, a pensar y crear algo nuevo, que las de la clase
tradicional. De repente, sucede. Y cuando sucede, lo hace de un
modo más radical que en la habitual transmisión de conocimientos.
Creo que tiene que ver con suspender la dispersión de las redes en
favor de ese instante en el que pasa algo. En todo caso, habría que
hacer el ejercicio de pensar una escuela -u otra cosa- con base en la
posibilidad de dialogar tratando de pensar. Ahora que la escuela ya
no está en un corsé, quizá las condiciones sean mejores para lograr
algo así.

MANO A MANO
En busca del secreto de los nativos digitales

Es porteña, pero los años vividos en Brasil se le filtran en la


entonación suavemente cantarina. Tras estudiar Ciencias de la
Comunicación y Antropología en la UBA, a principios de los 90 Paula
Sibilia se instaló en Río de Janeiro. Sigue viviendo allí, donde es
coordinadora y profesora del posgrado en Comunicación y del
Departamento de Estudios Culturales y Medios de la Universidade
Federal Fluminense (UFF), además de investigadora becaria de las
agencias brasileñas CNPq y Faperj. Desde temprano trabajó con la
confluencia entre innovaciones tecnológicas y prácticas sociales; de
allí sus libros El hombre postorgánico: cuerpo, subjetividad y
tecnologías digitales y La intimidad como espectáculo. La idea de su
último libro, ¿Redes o paredes? La escuela en tiempos de dispersión,
nació de su propia experiencia como docente universitaria, en aulas
habitadas por veinteañeros de concentración intermitente, más
pendientes de las luminosas promesas de Internet que del rigor
demodé de las clases teóricas. "Hoy es muy complicado ser docente",
comenta Sibilia, y confiesa que encaró su investigación como un
decidido modo de "no caer en el discurso fácil de que los pibes no
piensan".

Por: Diana Fernández Irusta

Вам также может понравиться