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¿Una inagotable taxonomía?

Sobre el ‘Parágrafo 23’ de las Investigaciones filosóficas de Ludwig Wittgenstein

José Antonio Ortuzte Alba

El tema de este ensayo trata sobre la asociación de los ‘juegos del lenguaje’ en L.
Wittgenstein al interior una ‘inagotable taxonomía’. Esta se desarrolla en ‘el Prefacio’ de
Las palabras y las cosas (1968) de Michel Foucault. El ensayo se despliega sobre el
‘Parágrafo 23’ de las Investigaciones filosóficas (2010). Se comienza con la descripción
lúdica sobre los asuntos que atingen al lenguaje. Y se da un nuevo sentido por la definición
del ‘Parágrafo 23’ de las Investigaciones filosóficas. Es una asociación múltiple de
instrumentos y palabras con el uso inacabable de los enunciados. Se trabaja en la semántica.
También se dice en el Tractatus lógico-philosophicus que “[l]o inexpresable, ciertamente
existe. Se muestra, es lo místico” (Wittgenstein, s.f.: 147).

¿Es o no posible determinar a las clasificaciones de instrumentos y palabras hay de


acuerdo al ‘Parágrafo 23’ de las Investigaciones filosóficas? Se puede clasificar tanto a los
instrumentos y a las palabras en una ‘taxonomía’ o una especie de ‘enciclopedia china’. Se
experimentan los enunciados y la colocación de las palabras a un comienzo del lenguaje. Se
asocian mentalmente los sustantivos con ciertos objetos de existencia sensible. “[L]as
palabras del lenguaje nombran objetos, las oraciones son combinaciones de esas
denominaciones” (Wittgenstein, 2010: 17). Así se articulan ‒aclaro en la enseñanza
práctica del lenguaje‒ a las partes del discurso. Se adhieren, pues, en torno a la palabra que
“tiene un significado” o sentido de acuerdo a su cadena sintagmática (cf. Ibíd.: 17). Se
corresponde de un significado en la palabra. Pero se extiende más por el hecho “que el
objeto está en la palabra” (Ibíd.: 17). El ensayo tiene como objetivo mostrar una inacabable
‘taxonomía del lenguaje’ en el despliegue de ‘los juegos del lenguaje’ de L. Wittgenstein.

El escrito tiene dos parágrafos. En ‘Una enseñanza práctica del lenguaje’ se extienden
consideraciones alrededor del ‘Parágrafo 23’ de las Investigaciones filosóficas. En ‘La
Taxonomía’ se articula el uso de las palabras como el descentramiento de sus significados.
De ahí se considera esta asociación con la ‘taxonomía’ o clasificación sistemática de los
nombres de las palabras.

1. Una enseñanza práctica del lenguaje

¿Cuántas oraciones existen en el lenguaje? ¿Cuáles se clasifican? ¿A qué llama


Wittgenstein ‘juegos del lenguaje’? ¿Qué aportes procuraría en el adiestramiento de su uso?
Todas las interrogantes se sitúan en las Investigaciones filosóficas. Se desarrollan, en estas
líneas, algunos puntos referenciales sobre el acontecimiento del lenguaje. Hay que partir de
las conexiones sobre el uso de lenguaje para responder a esta variedad de interrogantes.
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Para esto se sigue al corpus del lenguaje como la indagación primitiva de los significados.
Wittgenstein cita a San Agustín con el fin de ajustar esta fórmula. Para aquel “[e]l lenguaje
debe servir a la comunicación de un albañil A con su ayudante B” (Ibíd.: 19). Esto refleja
que Wittgenstein no se refiere a una diferencia de género en las palabras, por ejemplo, de
mayor a menor. Porque toma al sistema de comunicación y al concepto de ‘significado’ de
‘El Africano’. ¿Dónde está el ‘significado’ agustiniano? Aquel “reside en una imagen
primitiva del modo y manera en que funciona el lenguaje” (Ibíd.: 19). No se llama lenguaje
a todo significado como parte de una trama porque se seguiría en el ‘sistema agustiniano’.

Se dice, de otra forma, para construir este precedente de los ‘juegos de lenguaje’. Se
explica el sentido más primario sobre ‘el significado de los objetos’ que:

“[e]s como si alguien explicara: ‛Los juegos consisten en desplazar cosas sobre una
superficie según ciertas reglas…’ –y le respondiéramos: Pareces pensar en juegos
de tablero, pero esos no son todos los juegos” (Ibíd.: 21).

Se asume que la concepción agustina fue parte del sentido primigenio del lenguaje.
Wittgenstein, en cambio, trastoca a las partes que hacen a la concepción general del
‘significado de la palabra’. Se interpreta mucho sobre este punto en Wittgenstein. Pero se
explica mejor con la siguiente afirmación:

“[E]l niño emplea esas formas primitivas de lenguaje cuando aprende a hablar. [Una
afirmación transversal será que] el aprendizaje del lenguaje no es aquí una
explicación, sino un adiestramiento” (Ibíd.: 21).

Entonces se hace la siguiente deducción. Se enseña a los niños en ese proceso de


adiestramiento lúdico. “[C]onsistiría en que el instructor señale los objetos, dirija la
atención del niño hacia ellos y pronuncie a la vez una palabra; por ejemplo, la palabra
‛losa’ mientras muestra esa forma” (Ibíd.: 21). Es cierto que a este aprendizaje no se le
puede llamar, así no más, una ‘interpretación explicativa’. No está construido a partir de
definiciones. Más bien el niño, v.gr., no está en las condiciones de “preguntar” en torno a
aquello que se le asigna como una denominación (cf. Ibíd.: 23). No se trata solamente de
preguntar por el, ¿por qué? de su rótulo. Se denomina, tal cual, a este procedimiento como
una forma “[…] ‛enseñanza ostensiva de palabras’. –Digo que formará una parte
importante del adiestramiento porque así ocurre entre los seres humanos, no porque no
pudiera imaginarse de otro modo)” (Ibíd.: 23 el paréntesis es de Wittgenstein).

Hay que hablar de la conexión en el mencionado procedimiento que se hace dentro del
uso del lenguaje. En la ‘Conferencia de Ética’ (2005) Wittgenstein aclara los usos del
lenguaje a través de los símiles. Son, por ejemplo, de carácter alegóricos cuando compara el

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sentido del lenguaje con la Ética. Su razonamiento se fundamenta entre lo verosímil y
variopinto. Se desplaza en los siguientes términos:

“Quiero convencerles ahora de que un característico mal uso de nuestro lenguaje


subyace en todas las expresiones éticas y religiosas. Todas ellas parecen, prima
facie, ser sólo símiles. Así parece que cuando usamos, en un sentido ético, la
palabra correcto, si bien lo que queremos decir no es correcto en su sentido trivial,
es algo similar. Cuando decimos: ‛Es una buena persona’, aunque la palabra ‛buena’
aquí no significa lo mismo que en la frase: ‛Éste es un buen jugador de futbol’,
parece haber alguna similitud. […] De este modo todos los términos religiosos
parecen utilizarse como símiles o alegorías” (Wittgenstein, 2005: 119-120 las
cursivas son de Wittgenstein).

En que lo que respecta a este tipo de construcciones, Wittgenstein afirma que “‛la ética
no resulta expresable. La ética es trascendental’. Pero, como sucedía en el caso de la lógica
(de la que asimismo se afirmaba que es trascendental), lo que no se puede decir aún se
puede mostrar” (2005: 25 el paréntesis y cursivas son de Wittgenstein). Entonces se
engranan en la finalidad, o sea, que la enseñanza sea mostrada en la(s) palabra(s). De lo
anterior se establece a ‘la enseñanza ostensiva’ de palabras. Es la que empalma “una
conexión asociativa”, por decir en términos sencillos, entre la palabra y la cosa (cf. 2010:
23). Entonces, ¿qué produce esa enseñanza? Produce ‒desde ese momento‒ una
articulación a través de las conexiones entre las cosas y sus imágenes con las palabras. Se
sustantiva a estas últimas. Se explica mejor, para Wittgenstein, sobre el acontecimiento de
nombrar, como:

“[e]n la práctica del uso del lenguaje una parte grita las palabras, la otra actúa de
acuerdo con ellas; en la instrucción en el lenguaje se encontrará este proceso: El
aprendiz nombra los objetos. Esto es, pronuncia la palabra cuando el instructor
señala la piedra.‒ Y se encontrará aquí un ejercicio aún más simple: el alumno
repite las palabras que el maestro dice –ambos procesos se asemejan al lenguaje”
(Ibíd.: 23 las cursivas son de Wittgenstein).

Consiguientemente es así “todo el proceso del uso del lenguaje” (Ibíd.: 25) en que se
encuentra el significado de este ‘juego lingüístico’. Es ‒pues‒ uno de “esos juegos de los
cuales aprenden los niños su lengua materna” (Ibíd.: 25). La ampliación del lenguaje, no
obstante, constituye a un todo conformado por esta práctica. Esto se encuentra en su ligazón
o entramado. Entonces se nombra un juego de lenguaje “al todo formado por el lenguaje y
las acciones con las que está entretejido” (Ibíd.: 25).

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2. La ‘Taxonomía’

Cuando se designa a un entorno con el ‘uso de las palabras’, se percibe la base de una
taxonomía. Es decir, ¿sobre qué base se nombran a las palabras como diversas?
Wittgenstein aclara este punto. Hay que imaginar un corpus, o sea, una ‘taxonomía’ del
inglés ‘taxonomy’. Es aquel “[s]istema de clasificación de organismos basado en las
reacciones naturales y en la asignación de un nombre apropiado para cada uno” (Gispert,
1997: 1201). Se compara en los últimos términos con ‘el prefacio’ de Las palabras y las
cosas de Michel Foucault que se verá más adelante. Se vuelve ahora a la prosa de las
Investigaciones filosóficas en estos términos:

“[…] en las herramientas de una caja de herramientas: hay un martillo, unas


tenazas, una sierra, un destornillador, una regla, un tarro de cola, cola, clavos y
tornillos.‒ Tan diversas como las funciones de estos objetos son aquí las funciones
de las palabras” (2010: 27).

Se habla de un nombre como algo similar a fijar un rótulo. Se configura, por ejemplo, en
una clasificación de aquellas herramientas como “en sí mismas” a las partes de un género
(cf. Ibíd.: 31). Hay la posibilidad de decir que en el lenguaje se poseen diferentes géneros
de ‘instrumentos’ y de ‘palabras’. Wittgenstein señala que el hecho de “[…] imaginar un
lenguaje significa imaginar una forma de vida” (Ibíd.: 31). Cuando se encuentra, asimismo,
a la homofonía entre las lenguas puede que no tengan los mismos significados. Se da,
nuevamente, y en torno a una ligazón la figura de la oración elíptica. Es una “oración
degenerada” entre los géneros de las oraciones que dirigen a esta figura (cf. Ibíd.: 33). Su
construcción omite en la oración una o más palabras sin alterar su ‘sentido’. Su
conformación es homófona en el lenguaje ordinario. No se la enfoca en toda su magnitud.
Porque se escucha “tan extrañamente” en los argumentos de un extranjero sobre la misma
expresión (cf. Ibíd.: 35). Al respecto se caracteriza porque:

[Ese extranjero] la pronuncia tan extrañamente porque la tiene por una sola
palabra.‒ ¿Pero no ocurre también algo diferente dentro de él cuando la pronuncia –
algo que corresponda al hecho de que él concibe la oración como una sola
palabra?‒ Puede ocurrir lo mismo dentro de él o algo diferente. ¿Pues qué ocurre
dentro de ti cuando das una orden así?; ¿eres consciente de que consta de tres
palabras mientras la pronuncias? […]– Y ya he admitido que el extraño
probablemente pronuncie de modo diferente la oración que concibe de modo
diferente; pero lo que llamamos su errónea concepción no necesita residir en algo
que acompañe la emisión de la orden (Ibíd.: 35 las cursivas son de Wittgenstein).

Se considera que esta clasificación se hace con las palabras, personas y cosas ideales.
Porque se nominan, para Foucault, en la taxonomía o un tipo de “enciclopedia china”

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gregaria (cf. Foucault, 1968: 1). Se conecta con este concepto los usos prácticos de las
palabras y de su función. Ese es el sentido de la comparación entre ‘los juegos del lenguaje’
en Wittgenstein con el comienzo de su Prefacio en esta sutil ‘enciclopedia’ de Foucault.
Para Foucault esta ‘taxonomía’ se origina en “el texto” de Borges (cf. 1968: 1). Se trata de ‘El
gremialista’ (1968) en coautoría con Bioy Casares. La taxonomía ‒o “taxinomia”‒ es el
lugar común en el que se nombra a cada parte en su sistema (cf. Ibíd.: 1).

Se ordenan en ese lugar común:

“[…] trastornando todas las superficies […] que ajustan la abundancia de seres,
provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra práctica milenaria de lo
Mismo y lo Otro. Este texto cita ‛cierta enciclopedia china’ donde está escrito que
‘los animales se dividen en a] pertenecientes al Emperador, b] embalsamados, c]
amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en
esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibujados con un
pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón,
n] que de lejos parecen moscas’ [John Wilkins en Foucault]. En el asombro de esta
taxinomia, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra
como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad
de pensar esto” (Ibíd.: 1 el corchete y cursivas son de Foucault).

Además de interpretación, se aporta un inimaginable campo lingüístico. Está


inventariado cada quien y así es el sistema taxonómico. Dice Foucault que se personifica en
‘El gremialista’ de Borges y Bioy (1968). Se trata de un inventario organizado por
secciones que están designadas para cada palabra / instrumento. Es el sentido que se
persigue con un gremialismo. Se precisa en Borges y Bioy la idea más cabal sobre ese
‘gremialismo’, porque está:

“[a]l alcance de nuestros cortos tiempos. El género humano, me explicitó, consta,


malgrado las diferencias climáticas y políticas, de un sin fin de sociedades secretas,
cuyos afiliados no se conocen, cambiando en todo momento de status. Unas duran
más que otras; v.gr., la de los individuos que lucen apellido catalán o que empieza
con G. Otras presto se esfuman, v.gr., la de todos quienes ahora, en el Brasil o en
África, aspiran el olor de un jazmín o leen, más aplicados, un boleto de micro. Otras
permiten la ramificación en subgéneros que de suyo interesan […]” (Borges y Bioy,
1968: 64).

Hay una pretensión de clasificar a través de un lenguaje múltiple de formas que


constituyan a más organismos. Se resalta la utilidad que persigue este acercamiento a la
obra de Wittgenstein con el contraste que va hasta ‘El gremialista’ de Borges y Bioy. Es un
acontecer en todas las lenguas, o sea, verdaderos patrimonios semánticos. Se observan
inimaginables clasificaciones de palabras y articuladas a sus respectivos enunciados. Y en
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medio de ellas se insertan también otros instrumentos como la ‘elipsis’. Así se fundamenta
este adiestramiento en la naturaleza humana.

A modo de conclusión se asume a la usanza de la lengua en el sentido más concreto


desde el aprendizaje en la práctica social. Se aprende a hablar, en ese sentido, recurriendo
al significado primitivo de los nombres. Hay una referencia a los objetos y cosas en común.
Se trata de las palabras. Es menester, sin embargo, aplicar a modo de enseñanza y no de
definición algo que va más allá de una relación con el objeto. Hay que apropiarse
lingüísticamente de él a través de la imagen objetivada. A esa propiedad se la llama
‘significante’. No es solamente, según los juegos del lenguaje, dar significados a cada cosa
a partir de algunas definiciones. Se percibe por una asociación o conexión con oraciones, o
cadenas sintagmáticas, cada vez más compuestas según sus símbolos y signos. Esto se
identifica, como se vio líneas arriba, en la enseñanza ostensiva de la palabra. Se cuentan
dos formas extrañas entre las que vale la oportunidad de mencionar a dos. Es la ‘elipsis’ y
la ‘taxonomía’ o clasificación del campo lingüístico. La última trata con las palabras,
nombrando y sistematizando, como si fuera una caja de herramientas. Tiene, pues,
significados en sus funciones. Son comunes y parten de un lenguaje ordinario para los
enunciados que encontramos en una lengua, v.gr., como la materna. Donde se engarza la
función de la oración elíptica. Se prescinde de contraer a las partes integrantes de la oración
el mismo fin y sin alterar su sentido. Se establece que la ‘taxonomía’ del gremialismo reúne
el inventario más impensado. Es una verdadera ‘enciclopedia china’, siguiendo a Foucault,
cargada de los más inimaginables gremios de cosas, seres humanos, animales, etcétera. Es
una fuente para el lenguaje.

Bibliografía

Borges, Jorge Luis y Bioy Casares, Adolfo (1968). “El gremialista”. En: Crónicas de
Bustos Domec. Buenos Aires: Losada.
Foucault, Michel (1968). Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias
humanas Traducción de Elsa Cecilia Frost. Buenos Aires: Siglo XXI.
Gispert, Carlos (Dir.) (1997). Diccionario de medicina. Océano Mosby. Barcelona, St.
Louis Missouri: Océano Grupo/By Mosby-Year Book.
Wittgenstein, Ludwig (2005). “Conferencia sobre Ética”. En: Gómez Carlos (Ed.) Doce
textos fundamentales de Ética del siglo XX. Madrid: Alianza.
- (2010). Investigaciones filosóficas. Traducción de Alonso García Suárez y Ulises
Moulines, Barcelona: Instituto de Investigaciones Filosóficas UNAM/Crítica.
- (s.f.). Tractatus lógico-philosophicus. Santiago: www.philosophia.cl./Escuela de Filosofía
Universidad ARCIS.

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