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HOMICIDIO

HOMICIDIO
Julio Armaza Galdos

Arequipa-Perú
Pangea E.I.R.L.
BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
Centro Bibliográfico Nacional

Armaza Galdos, Julio, 1959-


Homicidio / Julio Armaza Galdos.-- 1a ed.-- Arequipa : Edit.
Pangea, 2017.
88 p. ; 18 cm.
344.51
A74H Bibliografía: p. 87-88.
D.L. 2017-05560
ISBN 978-612-47180-2-1

1. Homicidio - Aspectos legales - Perú 2. Delitos contra la persona - Perú


3. Perú. [Código penal (1991)] - Interpretación y aplicación I. Título

BNP: 2017-1509

Editorial PANGEA E.I.R.L.


Calle Colón núm. 313, Of. 504
Cercado-Arequipa.
RUC 20455171106.
editorialpangea@gmail.com

ISBN: 978-612-47180-2-1
HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA
BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
núm. 2017-05560
Proyecto Editorial núm. 30401011700571

©Editorial Pangea
©Julio Armaza Galdos

Se tiraron 1000 ejemplares

Reservados todos los derechos


referidos a Homicidio

Diseño de portada, diagramación y


responsable de edición: José Gabriel Armaza Lazo
Al viejo fiscal Macedonio Fernández, quien durante
el desempeño de su función, de una y mil maneras
trató de impedir que las personas fuesen encarceladas.
La explicación convencional según la cual hay más
prisionización porque hay más homicidios es falsa, porque
si fuese cierta, con los largos años que llevan estas tasas,
los homicidios tendrían que haber descendido, y no lo han
hecho en forma considerable; a su vez, el escaso uso de la
prisión en países con baja tasa homicida tendría que haber
provocado un aumento de homicidios, lo que tampoco
ha sucedido. Esto lleva a pensar justamente lo contrario:
la mayor prisionización provoca más homicidios. El mayor uso
de la prisión no tiene efecto preventivo de los homicidios, y cabe
sospechar que tiene un efecto contrario.
Eugenio Raúl Zaffaroni, La palabra de
los muertos. Conferencias de Criminología
cautelar, EDIAR, Buenos Aires, 2011,
p. 530.

¡Cosa curiosa, el castigo! No purifica al delincuente,


no supone una expiación: al contrario, mancha más que el
propio delito.
Friedrich Nietzsche, Aurora, § 236.

Por esa razón me inscribo en la línea de Beccaria: no


tengo la ética del castigo.
Edgar Morin, El Método, Ediciones
Cátedra, Madrid, 2006, Vol. 6, p. 145.
Índice

Excusa.................................................................... 13
Homicidio simple....................................................... 15
Parricidio................................................................. 27
Homicidio calificado................................................... 35
Homicidio por ferocidad............................................... 39
La causación de la muerte por codicia............................... 49
Homicidio por lucro.................................................... 53
Homicidio por placer................................................... 61
Para facilitar otro delito................................................ 65
Gran crueldad........................................................... 71
Homicidio calificado por la función desempeñada................ 77
Femicidio................................................................. 81
Bibliografía complementaria.......................................... 87
Excusa

Desearíamos pase el lector por alto el hecho de que no


hayamos sido capaces de escribir obras menos dolorosas
—en las que estén ausentes asesinos y asesinados, cadenas
perpetuas, venganzas, odios e incomprensiones—. Si un
porcentaje mínimo de lo dicho a continuación es cierto,
claramente se ve que somos miembros de una comunidad
descarnadamente violenta.
1

Homicidio simple
1 Denominación. Aunque algún sector de la doctrina lo
denomina "común"1, "tipo"2, "básico"3 o "medio"4, fueron Francisco
García Calderón y José Silva Santisteban quienes por primera vez
en nuestro país lo llamaron simple; acaso para diferenciarlo, como
en efecto ocurrió, del calificado5. En un dictamen fiscal de junio
de 1893, también se denominó simple al homicidio de que trata
el presente apartado; la pieza forense, elaborada y fundamentada
por José Salvador Cavero, se incluyó en un famoso repertorio de
principios del siglo XX que lleva por título Jurisprudencia penal.
Recopilación de ejecutorias6.
2 Concepto. A la causación de la muerte de otro, siempre que
se hallen ausentes las circunstancias calificantes de los arts. 107 y
108 del CP, se lo reputa homicidio simple. Con más o menos esos
1
Así lo hace, por ejemplo, Francisco Ponce de León, El delito de homicidio en el
Código penal vigente, Revista de Filosofía y Derecho, núm. 1, Cuzco, 1938, p. 6.
2
Raúl Peña Cabrera, Derecho penal peruano, Parte especial, vol. I, sin pie de imprenta,
1981, p. 11.
Lima,
Miguel Castañeda Sánchez, Derecho penal peruano, tomo I, Cusco, 1982, p. 12.
3

4
Carlos Iván Zúñiga Guardia, La teoría jurídica del homicidio en el Código penal
peruano, Lima, 1957, pp. 98 y 99.
5
Cfr., respectivamente, Diccionario de legislación peruana, tomo II, Imprenta del
Estado, Lima, 1862, p. 263 y, Curso de Derecho penal, Tipografía del autor, Lima,
1863, p. 188. En ese mismo sentido, después, José Antonio de Cárdenas, Lijeros
apuntes de Derecho penal, Imprenta de "La Verdad", Trujillo, 1895, p. 26.
6
Imprenta La Industria, Lima, 1904, p. 43. En el dictámen del 17 de noviembre
de 1898 [p. 469], insiste Cavero en denominar simple a la figura.

términos, según podrá apreciarse de la lectura de una obra
ampliamente difundida en nuestro país7, ha sido entendida la figura
delictiva de que trata el presente apartado.
Ahora bien, si para que se configure el homicidio del art. 106
no deben concurrir las circunstancias que la ley exige en los
artículos destinados a regular el parricidio y el homicidio calificado,
nada impide que puedan estar presentes las agravantes genéricas8
del art. 46, inc. 2 ni, por supuesto, las que tienen que ver con la
reincidencia. Podrán también manifestarse o concurrir, sin que por
eso deje la figura de ser un simple homicidio, las atenuantes del art.
46, inc. 1, la que surge de la responsabilidad restringida del art. 22
y, además, las recogidas como eximentes semiplenas en los arts.
14, 15 y 21.9
3 Técnica legislativa. Con el homicidio simple [art. 106] se
inicia el tratamiento de los delitos contra la vida y, después, se
consignan otras figuras calificadas y atenuadas que también prevén
sanción a los ataques contra la existencia de las personas. Ese tra-
tamiento preeminente, sin embargo, no se observó en el Proyecto
de Código de 1855, pues allí el homicidio simple [art. 427] fue in-
cluido luego del parricidio [art. 421] y del homicidio calificado [art.
426] —teniendo, consiguientemente, el carácter de residual—.
A diferencia de lo que ocurría con el Código del Estado Sud Pe-
ruano de 1836, que incluía en el supuesto de hecho respectivo [art.
479] afirmaciones sobre la premeditación, la intención y el error en
la persona, el precepto vigente es mucho más escueto, comenzando
y terminando así: El que mata a otro será reprimido […].
No se señala, como expresamente lo hicieron el Código de 1862
y el Proyecto de 1877, que la figura sea o constituya un delito
contra la persona, prefiriéndose, más bien, la fórmula genérica de
delitos contra la vida.
4 Objeto material y bien jurídico.Todo ser humano vivo es el
7
Aludimos al Derecho penal peruano, Parte especial de Raúl Peña Cabrera ya cit., p. 11.
8
Sobre ello cfr. César Haro Lázaro, Introducción al Derecho penal, Parte especial,
Lima, 1990, p. 9.
9
Julio Bernal Cavero y Flavio García del Río, a diferencia, consideran que no
pueden concurrir agravantes y atenuantes. Del primero, cfr. El delito de homicidio en
el nuevo código penal, Revista de la Policía Nacional del Perú, año 3, núm. 13, Lima,
1991, p. 51 y, del segundo, Delitos contra la vida, el cuerpo y la salud, Editorial San
Marcos, Lima, 2005, p. 23.

16
objeto material del delito de homicidio10; pero como los conceptos
de vida y muerte son normativos, se discute acerca del instante
mismo en que comienza y termina la vida. Provisionalmente, eso
sí, se ha establecido que se inicia con el nacimiento, finalizando, en
cambio, con la cesación irreversible de la función cerebral. Dichos
límites, a pesar de todo, están siendo reexaminados11.
La vida, en esencia disponible, es el bien jurídico tutelado en este
tipo de delitos.12
5 Acción. Insinuada por el legislador a través del vocablo
"mata" con el que describe la realización del movimiento corporal
tendiente a segar la vida del "otro" al que también alude el tantas
veces citado art. 106.
Si esa acción no fue ejecutada voluntariamente y, sin que además
tuviese el agente capacidad para controlar sus movimientos
corporales —como cuando obró constreñido por una fuerza
física irresistible—, se tendría que eximir de sanción al invitus13.
No importa si la muerte se produjo debido a que una potencia
sumergió al forzado en un estado de incapacidad para controlar sus
movimientos corporales o si, por el contrario, tal fuerza lo sometió
a la más intensa de las atonías.
6 Tipicidad objetiva y subjetiva.
6.1 Sujeto activo. Cualquier persona física puede cometer este
delito; no se requiere, como equivocadamente lo sostiene algún
autor14, tener la condición de delincuente "nato". Las personas
jurídicas, en cambio, sin más deben quedar excluidas15.
6.2 Sujeto pasivo. Es la persona que pierde la vida con ocasión
de la acción homicida del agente y, salvo que hubiese resultado
muerta por tener la edad que tiene, por pertenecer a la raza a la
10
Carlos Ma Romeo Casabona, Los delitos contra la vida y la integridad personal y los
relativos a la manipulación genética, Editorial Comares, Granada, 2004, p. 27.
11
Abundante información sobre ello puede encontrarse en Peter Singer, Repensar
la vida y la muerte. El derrumbe de nuestra ética tradicional, traducción de Yolanda Fontal
Rueda, Ediciones Paidós, Barcelona, 1997, pp. 33 a 83.
12
Sobre lo mismo, Luis Gracia Martín, Comentarios al Código penal, Parte especial, I,
Tirant lo Blanch, Valencia, 1997, p. 29.
13
En su momento vio en la vis física una eximente Alberto Rey de Castro, El crimen
y la neurosis, Tip. Cáceres, Arequipa, 1895, p. 30.
14
Ángel Gustavo Cornejo, Derecho penal especial, tomo I, Librería e Imprenta Gil,
Lima, 1937, p. 8.
15
En ese sentido, Felipe Villavicencio Terreros, Derecho penal, Parte especial, vol. I,
Editora Jurídica Grijley, Lima, 2014, p. 129.

17
que pertenece o por padecer la enfermedad que padece —en cuyo
caso habría homicidio agravado—16, esa edad, raza o estado de salud
carecen de importancia. Cualquier persona, joven o adulta, cobriza
o blanca, enferma o sana, pueden ser sujetos pasivos en el homicidio
simple.
Quedó felizmente superada la época en la que se dudaba o
negaba, por influencias del Derecho romano y especialmente de
Enrico Pessina, la condición de sujeto pasivo, al ser considerado
monstruoso. Carece de sentido, por consiguiente, exigir en la
víctima figura humana o, mejor aún, "signos característicos de
humanidad".17
Los siameses o hermanos gemelos que nacen unidos por alguna
parte del cuerpo, son dos seres distintos18; la privación de la vida
de ambos, por lo tanto, hacen de la figura una duplicidad. Pero si la
unión se produce por la testa —aencefalía—, de tal manera que se
perciban dos cuerpos y una cabeza, no podría darse la duplicidad. El
único cerebro que rige la vida de ambos cuerpos, haría que veamos
en dicho ser una sola persona19 y, por lo tanto, un solo homicidio.
También pueden ser sujetos pasivos las personas señaladas en
el art. 107 del CP [el padre, la madre y los hijos] si, el agente,
desconocía la existencia del parentesco. Encuentra sustento
tal punto de vista en el propio texto de la ley [art. 106] que,
conforme puede apreciarse al leerla, no excluye la intervención
de tales parientes en el homicidio. Lo indicado, empero, no es
unánimemente aceptado20.

16
Que no calificado. Seguiría aplicándose, por lo tanto, el art. 106 y, además, el
46, inc. 2, letra d del CP [con la modificación prevista en el Decreto Legislativo
núm. 1323 que se publicó en El Peruano del 6/1/2017].
17
Que en cambio sí son demandados por Alfredo Corso Masías, El delito, el proceso
y la pena, tomo III, Editorial El Deber, Arequipa, 1957, p. 2.
18
Aunque estén unidos por el costado, tengan dos cabezas y cuatro brazos
[parapagus dicephalus tetrabrachius].
19
La cuestión de los "seres orgánicamente unidos por su constitución" temprana-
mente fue analizada, con relación al homicidio, por Manuel de Rivacoba. Sobre ello
véase el Programa analítico de Derecho penal, cuarta edición, revisada y actualizada por
José Luis Guzmán Dálbora, Edeval, Valparaíso, 1997, p. 47.
20
En efecto, niegan la posibilidad de que los parientes puedan cometer homicidio
simple Jorge Rodríguez Vélez, Manual de Derecho penal, Parte especial, Jus Editores,
Lima, 2005, p. 22, nota 8; Nelson Salazar Sánchez, Tratamiento del homicidio simple en
el Código penal peruano, Actualidad Jurídica, Información especializada para abogados
y jueces, tomo 138, Lima, 2005, p. 278 y, Juan Ramos Suyo, Derecho penal, Parte
especial, Editorial San Marcos, Lima, 2011, p. 35.

18
Especialmente interesante es el caso en el que el neonatólogo
omite reanimar al anencefálico nacido prematuramente [por ejem-
plo, a las 21 semanas de gestación y con un peso de 450 gramos],
pues sabe que el malformado congénitamente morirá de todos
modos en breve. Lo que al Derecho penal conviene indagar más
profundamente es si el rehusamiento a aplicar deliberadamente la
ventiloterapia, los masajes cardíacos y los fármacos vasoactivos,
constituyen el delito en estudio. Raúl Peña Cabrera, por su parte,
responde afirmativamente: "No interesa la viabilidad del nacimien-
to para los efectos de la incriminación. Importa que nazca vivo,
aun cuando [se] sepa que va a morir después de una hora, y aun si
la muerte va a producirse inevitablemente, sin necesidad de que
medie delito"21.
6.3 Tiempo. Para que haya homicidio, el hecho debe ser ejecu-
tado desde el instante en que comienza a nacer el sujeto al que se
mata, hasta el momento anterior a su declaración de muerte clínica.
Si después del último suspiro [ebullĭre anĭmam] continúa respondien-
do el cerebro al electroencefalograma, comete homicidio el que
con un disparo de bala extingue dicha actividad neurológica.22
6.4 Medios. Cabe atribuir la muerte por homicidio simple si el
agente se vale de una piedra, vara de hierro, pistola, estilete u otro
adminículo —pero no, si hace uso de conjuros, de cartas rogatorias
u otro tipo de supersticiones: como velar la ropa de la persona a
la que se desea matar o si se confecciona un muñeco parecido al
enemigo al que, luego, se lo atraviesa con alfileres—23, siempre que
la utilización de esos medios no produzca intensos dolores adrede
buscados24. También ha de aplicarse la pena del art. 106 si utilizó
el homicida veneno, siempre que al hacerlo no haya traicionado la
confianza de la víctima. Queda excluido, por lo tanto, el supuesto
en el que con engaños se hace beber una sustancia tóxica a la que
se añadió, para ocultarla, una bebida diferente [v. gr. leche, zumo

21
Derecho penal peruano cit., p. 14.
22
Miguel Castañeda Sánchez señala que después del "último suspiro" ya no puede
cometerse el delito, ob. cit., pp. 14 y 15.
23
En otro sentido Efraín Morote Best, quien define el homicidio supersticioso del
siguiente modo: es "la muerte de un hombre por obra de otro u otros, valiéndose
de medios mágicos". Los elementos que exige deben concurrir en este tipo de ho-
micidio, son: "a) Un sujeto pasivo; b) Uno o varios sujetos activos supersticiosos y,
c) Una voluntad destructora de la vida humana, que se vale de la magia". Cfr. Valor
jurídico del folklore, Revista de la Facultad de Derecho, Universidad Nacional de San
Agustín, año I, núm. 1, Arequipa, 1962, pp. 367, 368 y 369.
24
Pues darían lugar a que el hecho constituya un homicidio calificado por crueldad.

19
de frutas, etc.]
La causación de la muerte por medio del uso de artefactos
explosivos, es constitutiva del homicidio calificado del art.108, inc.
4.25
6.5 Causalidad. Cuando a quemarropa dispare alguien sobre
la víctima y esta fallezca instantáneamente, no cabe duda que
conforme a la fórmula de la conditio sine qua non debe atribuirse la
muerte al autor del disparo. Aquí, como se ve, ha contribuido el
agente causalmente con la muerte.
Nada garantiza, sin embargo, que las cosas siempre funcionen de
ese modo, pues hay casos en los que a pesar de haberse dado tal
contribución causal, no siempre será posible asignar responsabilidad
penal. He aquí uno de esos supuestos: "A" vende el arma de fuego
con la que "B" dispara y mata; nunca, eso sí, supuso o sospechó el
vendedor que "B" obraría como se indica. "A", por lo tanto, tendría
que quedar liberado de sanción.
En aquellos casos en los que concurran dos conductas,
encontrándose una y otra como "condiciones idóneas" para la
obtención del resultado muerte, permanecerá intacto el nexo
causal y, por igual, el resultado será atribuido a cada uno de dichos
comportamientos. Esto sucede, por ejemplo, si dos personas
proporcionan por su cuenta —sin haber entrado en contubernio—
mortales dosis de veneno y en cantidades suficientes como para que
cada una de dichas dosis pueda independientemente ocasionar el
fallecimiento de la infortunada víctima.
Incluso habrá nexo de causalidad, pero no responsabilidad, si la
dirección causal produce otro curso causal que no le fue posible
prever al autor de un delito menor que, sin duda, se tomó como base
para producir la muerte. "A" lesiona a "B" con el filo de una botella
de vidrio al efecto rota; "C", que pasaba por ahí por casualidad,
reconoce en "B" a su enemigo y decide ultimarlo hundiendo en el
corazón la misma botella dejada segundos antes por "A". La acción
de "A" se encuentra causalmente vinculada a la acción de "C"; pero
aquel únicamente ha de responder por la comisión del delito de
lesiones.
6.6 Aspectos subjetivos. Debe en principio obrar el
25
Y no del delito de homicidio simple, como piensa Gustavo Zapata Colmenares,
Manual de Derecho penal, Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima, 2004, p. 22.

20
victimario con dolo; no bastando con que conozca que dispara
sobre un hombre vivo, pues además debe exigírsele querer alcanzar
el resultado muerte.26
Para aquel sector de la doctrina que estima que el dolo únicamente
exige el elemento cognoscitivo, el homicidio sería doloso aunque
el agente no hubiese querido alcanzar el resultado muerte de la
persona que decidió victimar.27
A diferencia de lo que ocurre con el homicidio con gran crueldad,
en el que únicamente cabe dolo directo, en la figura en estudio
pueden ser imaginables casos en los que se obre con dolo directo,
eventual y con el denominado dolo de consecuencias necesarias.
Dicha mala intención —o dolo— no resulta perjudicada por el
error en la persona o el que recae sobre el golpe.28
7 Error en la persona y en el golpe. Uno y otro, al no ser
errores de tipo, carecen de relevancia y, en cualquier caso, habrá
homicidio simple. Explícitos sobre tal punto fueron el código de
1924 y, más tarde, Luis Bramont Arias: "El delito es punible —se-
gún fluye de la lectura del art. 84 el Código de Maúrtua—, aunque
varíe el mal que el delincuente quiso causar, o sea distinta la per-
sona a quien se propuso ofender". "El delito es punible, acota Luis
Bramont Arias, aunque sea distinta la persona a quien el agente se
propuso ofender. La ley se hace cargo aquí del caso de error de
hecho accidental o inesencial, que comprende la aberratio delicti o
error sobre la persona —cuando el delincuente ofende a Ticio cre-
yendo que es Cayo— y la aberratio ictus o error en el uso del medio
de ejecución: cuando el golpe dirigido a Cayo ofende a Ticio".29
8 Comisión por omisión. Si el deber de garante surgiese de
un hecho precedente, como cuando el médico hace ingresar al
quirófano al paciente que se comprometió intervenir quirúrgica-
mente y, luego, unilateralmente el garante decidiese suspender la
26
Ampliamente sobre ello Silfredo Hugo Vizcardo, Lecciones de Derecho penal.
Delitos contra la vida, el cuerpo y la salud, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Lima,
2006, p. 61. También exige conocimiento y voluntad en el dolo Jorge L. Salas
Arenas, Indemnidad sexual.Tratamiento jurídico de las relaciones sexuales con menores de 14
a 18 años de edad, Idemsa, Lima, 2013, p. 46.
27
Y tendría que defender ese criterio, por lógica consecuencia, Percy García Cavero
que, sin dudarlo, se adscribe a la teoría monista del dolo. Cfr. Lecciones de Derecho
penal, Parte general, Editora Jurídica Grijley, Lima, 2008, pp. 405 y 406.
28
Sobre ello, Francisco Muñoz Conde, Derecho penal, Parte especial, Tirant lo
Blanch, Valencia, 1999, p. 38.
29
Luis A. Bramont Arias, Código penal anotado, Editorial "El Ferrocarril", Lima,
1966, p. 164.

21
operación ya iniciada, para de ese modo posibilitar el fallecimiento
del intervenido, la muerte producida será un homicidio —incluso,
alevoso—.
9 Eximentes. La fuerza física irresistible [art. 20, inc. 6], de
darse el caso, eliminaría la acción; la legítima defensa [art. 20,
inc. 3], en cambio, la antijuridicidad. El error de prohibición [art.
14, segundo párrafo], el miedo insuperable [art. 20, inc. 7] y la
determinación culturalmente condicionada [art. 15]30, harían lo
propio con la culpabilidad.
Algún publicista, sin embargo, defiende una postura distinta al
sostener que la fuerza física y el miedo eximirían de pena por impe-
dir en el victimario la ilicitud31, en tanto que jamás podría darse tal
situación [eximirse de sanción] si el sujeto mata en error de prohibi-
ción o en error de comprensión culturalmente condicionado32. En
este último caso, asegura el estudioso, únicamente debería dismi-
nuirse el castigo ya que, el instituto, es apenas una atenuante33. [Para
que el art. 15, que recoge la eximente del error de comprensión
culturalmente condicionado, opere como tal, estimamos deberían
concurrir los siguientes requisitos: 1) que se cometa un hecho que
según el modo de vida del agente tenga finalidad y sentido o, mejor
aún, que pertenezca al sistema de valores adoptado por él y por los
integrantes de la comunidad en la que se desenvuelve; 2) que dicha
práctica con finalidad y sentido, sea compartida por los integrantes
de la comunidad a la que pertenece el agente, pues si únicamente él
la realiza, no sería expresión de una costumbre; 3) que sea imposi-
ble que el agente comprenda el carácter delictuoso de su compor-
tamiento —es claro, por consiguiente, que puede conocer la índole
30
La doctrina nacional llama a esta eximente de diferente manera: "error de com-
prensión culturalmente condicionado" [Raul Peña Cabrera], "error de prohibición
por comprensión" [Luis Miguel Bramont Arias Torres], "error culturalmente condi-
cionado" [Percy García Cavero], "error de prohibición culturalmente condicionado"
[Felipe Villavicencio Terreros] y "error por incultura y costumbre" [Marcial Chalco
Reyes].
31
Entiéndase la antijuridicidad.
32
Los homicidios animistas de los que habla Morote Best, son claros casos de de-
terminación culturalmente condicionados. Tales hechos se dan, según indica el autor,
cuando "se trata de salvar un trance difícil de la vida de la colectividad, sacrificando a
uno de sus miembros"*. Valor jurídico del flolklore cit., p. 370. Ampliamente sobre los
homicidios mágicos y animistas Theodor Reik, Psicoanálisis del crimen. El asesino desco-
nocido,
*
traducción de S. Wencelblat, Edit. Paidós, Buenos Aires, 1965, pp. 166 a 174.
Si, por ejemplo, se inmola a un niño para alejar al espíritu de la sequía. Una ocurrencia análoga puede
verificarse en Enrique Cuentas Ormachea, Los caminos de la Justicia, Hozlo, Lima, 1998, pp. 44 y 45.
33
Ramiro Salinas Siccha, Derecho penal, Parte especial cit., pp. 71 a 74.

22
prohibida de su conducta, sin comprender, luego, las razones por las
que es reputada ilícita—. Casos habrá, en fin, en los que el sujeto
comprenda el carácter delictuoso de su acto pero 4) no pueda de-
terminar su conducta de acuerdo a dicha comprensión].
Con relación al miedo, habría que reparar en lo siguiente: si
constreñido por el miedo una persona está a punto de matar a otra
y, como lo sostiene el jurista liberteño, fuese dicho miedo una causa
de justificación, no cabría legítima defensa contra el agresor34 y,
menos, podría obligársele al pago de una reparación civil —cuando
finalmente logre consumar el acto que, según el autor citado,
tendría el carácter de "lícito"—.
Tampoco resulta compatible con lo preceptuado en la ley,
sostener que no es posible invocar "error de prohibición en un caso
de homicidio"35 ya que, guste o no, el art. 14 del CP, y la doctrina
más autorizada36, indican lo contrario.
Se admite, de otro lado, la posibilidad de eximir de responsabilidad
al sujeto que mata constreñido por la amenaza de sufrir un mal
gravísimo [la muerte, por ejemplo], aunque se la niega en aquellos
supuestos en los que el agente se embriagaba con el propósito de
matar y, en efecto, mata.37
Cabe producir la muerte del agresor ilegítimo por medio del uso
de la legítima defensa, sin que sea necesario exigir que el que se
defiende obre con "pureza de intenciones" o, mejor, sin el deseo
de vengarse, sin odio u otro "sentimiento innoble"38; tampoco es
exigible que intente huir el atacado, pues la defensa personal no
es subsidiaria39 de la pública40. Nada impide ocasionar la muerte,
incluso, contra una autoridad que excediéndose en el ejercicio de
sus funciones pretendiese, por ejemplo, privar del derecho a la vida

34
Al no caber legítima defensa contra la legítima defensa.
35
Ramiro Salinas Siccha, Derecho penal, Parte especial cit., p. 74.
36
Sobre el error de prohibición y sus consecuencias cfr. Luis Reyna Alfaro, Derecho
penal, Parte general.Temas claves, Gaceta Jurídica, Lima, 2016, p. 200 y 201.
37
Sobre ambos casos consúltese Ricardo Heredia, Lecciones de Derecho penal
filosófico, Lima, 1884, pp. 50 y 51.
38
José Antonio de Cárdenas, únicamente justifica la muerte de otro en tales casos
si obró el atacado con "pureza de intenciones". Cfr. Lijeros apuntes de Derecho penal
cits., p. 14.
39
Le atribuye esa condición, en cambio, Manuel de Vidaurre, Proyecto de un Código
penal, Hiram Tupper, Boston, 1828, p. 165, nota 13.
40
Sostiene que se debe intentar primero "eludir" el ataque, José Silva Santisteban,
Curso de Derecho penal cit., p. 43.

23
a un sujeto que, para impedirlo, se defiende41.
Queda cubierta por el estado de necesidad defensivo, por último,
la muerte producida contra el que intenta lesionar a otro que actúa
munido por orden de un superior jerárquico ya que, en modo
alguno, podría el sistema jurídico tolerar la ejecución de mandatos
monstruosos [atrocitatem facinoris].42
10 Participación. Cabe, como en todo delito común de
resultado material, coautoría, complicidad e instigación. Ha de
descartarse la participación, empero, en aquellos casos en los que se
interviene después de producido el óbito de la persona victimada.43
Cuando el agente ejecute el hecho por medio del invitus —fuerza
física irresistible— y dado que, en puridad, no realiza este [el for-
zado] acción alguna, difícilmente podríamos atribuir a aquel la con-
dición de autor mediato ya que será, más bien, inmediato o directo.
11 Consumación. Se agota el delito al morir el sujeto pasivo,
importando poco si el hundimiento o destrucción de la vida acaeció
luego de un tiempo alongado o inmediatamente después de haber
sido ejecutada la acción homicida.
Conviene destacar, eso sí, que la muerte debe ser vista en este
caso como una consecuencia anticipada respecto al momento en
que hubiera fallecido la víctima por causas naturales [vejez] o por
un evento distinto [accidente aéreo]. Sirve lo dicho para determinar
como homicidios aquellos casos en los que tras el disparo de bala,
queda inicialmente herida la víctima y, únicamente después, falle-
ce —entiéndase, a consecuencia del impacto del proyectil y de las
lesiones producidas—.
Como tentativa inidónea ha de tenerse el supuesto en el que
queriendo matar, dispara el agente sobre el cadáver de quien fue
su enemigo o, por confusión, sobre el bausán al que tomó por un
ser vivo.44
12 Pena. Oscila entre 6 y 20 años de privación de la libertad.
41
En ese sentido, José Viterbo Arias, Exposición comentada y comparada del Código
penal del Perú de 1863, tomo I, Librería e Imprenta Gil, Lima, 1900, p. 80.
42
Sobre la obediencia debida cfr. Manuel de Rivacoba, Las causas de justificación,
Hammurabi, Buenos Aires, 1995, pp. 277 y ss.
43
Tal y como con sobrada razón lo ha indicado José Hurtado Pozo, Manual de
Derecho penal, Parte especial, Ediciones Juris, Lima, 1995, p. 37.
44
Sobre el principio de ofensividad cfr. Nilo Batista, Introdução crítica ao Direito
penal brasileiro, Editora Revan, Rio de Janeiro, 2007, pp. 91 a 97 y E. Raúl Zaffaroni,
Nilo Batista, A. Alagia y A. Slokar, Direito penal brasileiro, I,Teoria geral do Direito penal,
Editora Revan, Rio de Janeiro, 2003, pp. 225 a 230.

24
El Proyecto del año 2016 que elaboró la Comisión de Justicia y
Derechos Humanos del Congreso, propone [art. 223] que el
mínimo debería ser 20 y el máximo 30 de encierro carcelario.
Tamaño despropósito, sin embargo, no es compatible con el grado
de desarrollo de nuestra especie, más aún cuando "es posible lograr
el dominio de un problema o de una capacidad sin herir a otra
persona"45; bien imponiéndole una privación de la libertad menos
extensa, bien suspendiéndola en su ejecución, ya aplicándole una
multa, ya el control telemático [por medio del monitor de tobillo
<Ankle Monitor>, de la vigilancia telemática pasiva <programmed
contact>, del control telemático activo <continously signalling>
u otro dispositivo de mayor eficacia como en efecto lo es la
monitorización satelital <satellite tracking>]46 o, por último, algún
otro sustitutivo jurídico.47

45
Como lo propone Elliot Aronson en El animal social. Introducción a la psicología
social, Alianza Editorial, Madrid, 1986, p. 161.
46
Ampliamente sobre ello Emilio José Armaza El control telemático del delincuente
imputable peligroso, pp. 429 a 453.
47
Extremadamente solvente es el estudio que Víctor Prado Saldarriaga efectuó so-
bre los sustitutivos penales en su valiosísimo libro Las consecuencias jurídicas del delito
en el Perú, Gaceta Jurídica, Lima, 2000.

25
2

Parricidio
1 Gravedad. No resulta sencillo determinar si más espantoso
y aborrecible es el parricidio o el homicidio calificado48, aunque
a ambos, casi siempre, les haya asignado el legislador la misma
pena. La paridad punitiva, como se verá en su momento, no se dió
en principio entre el parricidio impropio y la figura calificada del
homicidio, pero sí entre esta y el parricidio propio. Previeron pena
de muerte para ambas modalidades delictivas el Proyecto de 1855
[arts. 421 y 426], el Código de 1862 [arts. 231 y 232], el Proyecto
de 1873 [arts. 231 y 232] y el Código Indígena de Atilio Sivirichi de
1946 [art. 960]; estipularon el internamiento perpetuo, más bien,
el Proyecto de 1916 [arts. 124 y 125], el Código de 1924 [arts. 151
y 152], el Proyecto de 1928 [art. 192] y el Proyecto de 1984 [arts.
115 y 116]. Pena privativa de libertad de 20 a 30 años, en cambio,
les asignó el Proyecto de 1985 [arts. 110 y 111]; de 20 a 25, a su
turno, el de 1986 [arts. 109 y 110] y, de 15 a 25, los Proyectos de
1990 [arts. 108 y 109] y de 1991 [arts. 107 y 108]. Actualmente,
el mínimo específico del parricidio [segundo párrafo del art. 107]
es superior al previsto también como mínimo para el homicidio
calificado.
En el denominado parricidio impropio, es decir cuando se
mataba a un pariente distinto del padre, la pena era menor que
la que correspondía al homicidio calificado [tal y como aparece

48
Adviértase, eso sí, que jamás podrían sernos aborrecibles el parricida y el
homicida, pues los sentimientos aversivos contra otro ser humano carecen de
justificación.
previsto en los arts. 232 y 233 del Código de 1862 y, además, en el
Proyecto de 1873]. Como fuere, los códigos y proyectos del siglo
XX no hicieron un tratamiento diferenciado, en cuanto a la pena,
entre el parricidio impropio y el homicidio calificado.
2 Aproximación conceptual. Ha de asignarse la condición
de parricida, según el texto de la ley49, al que produce la muerte de
cualquiera de sus ascendientes o descendientes consanguíneos en
línea recta, a la mujer que hace lo propio con quien es o haya sido
su marido o con quien es o haya sido su conviviente y, finalmente,
a los hijos adoptivos que matan a sus padres adoptantes o a los
ascendientes de los mismos. En cualquier caso, debe el matador
conocer que está privando de la vida a una persona con la que se
encuentra vinculada parental o legalmente en las líneas y grados
señalados.
2.1 Parricidio propio e impropio. En rigor, la muerte
ocasionada a los parientes consanguíneos en primer grado, línea
ascendente, constituye parricidio propio. Así lo estableció, por
ejemplo, el art. 231 del CP de 1862.50
Impropio sería, consiguientemente, el hecho delictuoso que priva
de la vida a otros parientes distintos de los padres: v. gr., abuelos y
demás ascendientes, hijos y demás descendientes. Cabría incluirse
aquí también a la esposa que mata al marido y a la concubina que
hace lo propio con su pareja sentimental.51
3 Ausencia de consenso. Lo cierto es que hasta hace poco

49
Misma que tiene el siguiente contenido:
«Art. 107 ~ El que, a sabiendas, mata a su ascendiente, descendiente, natural o
adoptivo, o a una persona con quien sostiene o haya sostenido una relación conyugal
o de convivencia, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de quince
años.
La pena privativa de libertad será no menor de veinticinco años, cuando concurra
cualquiera de las circunstancias agravantes previstas en los numerales 1, 2, 3 y 4 del
artículo 108».
50
Que indicaba lo siguiente: «El que a sabiendas matare a su padre o a su madre,
será condenado a muerte».
51
Para un importante publicista de entre guerras, debió reputarse parrici-
dio la causación de la muerte de los hermanos y excluirse el producido contra la
esposa o el marido*; otro, muy anterior, asimilaba a tal figura la destrucción de
la vida del suegro, la suegra, el yerno, la nuera, el padrastro y la madrastra** en
tanto que, en la actualidad, alguien cree debería reputarse parricidio al fratrici-
dio***. No faltó, en fín, quien sostuviera que la muerte del pariente por afinidad
[v. gr., el cuñado] también debiera ser constitutiva de la figura en estudio****.
*Francisco Ponce de León, El delito de homicidio en el código penal vigente, Revista de Filosofía y Derecho,
núms. 2 y 3, Cuzco, 1938, pp. 4 y 5.

28
existía consenso en cuanto a cómo es que debía concebirse el
parricidio [art. 107] y, salvo excepciones52, casi todos los penalistas
reputaban como autor de tal delito al que lograba producir la
muerte de cualquier ascendiente por consanguinidad en línea recta
o de cualquier descendiente consanguíneo directo o de los cónyuges
y convivientes entre sí; incluyendo en dicha lista a los parientes que
por adopción se integraban a una familia, sin interesar, luego, si
resultaban siendo victimarios o víctimas.
La Ley núm. 29819, primero, y la 30068, después, han generado
cambios visibles en la figura del parricidio; y el consenso del que
se dio cuenta precedentemente, ha tenido que ser modificado
sustancialmente. Como resultado de ello —y dado que no podía
ser de otra manera—, es que los textos y monografías penales
anteriores al 27 de diciembre del año 2011, momento en que se
publicó la Ley 29819, difieren considerablemente respecto de los
trabajos publicados después de tal fecha. Así las cosas, ya no puede
estudiarse dentro del parricidio al uxoricidio, pues por disposición
de la ley, esa muerte constituye hoy femicidio [art. 108-B].
4 Bien jurídico. Resulta lesionado, con la realización del tipo
penal, el bien jurídico vida del pariente, del esposo o del conviviente
al que se mata. La afectación a dicho bien, empero, no siempre
va a revestir el mismo grado de intensidad, pues será menor en la
tentativa y mayor en el parricidio con crueldad.
5 Acción. Siendo útil cuanto se indicó en el lugar correspondiente
respecto al homicidio simple, cumple hacer aquí un reenvío.
6 Tipicidad objetiva y subjetiva
6.1 Sujeto activo. No a todas las personas puede asignárseles la
condición de parricidas, pues para ello es necesario tener la calidad
de pariente del sujeto pasivo o, en su caso, haber sido o ser esposa
del mismo [los conocidos como hijos de la tierra, por ejemplo, nunca
podrían cometer el delito en análisis]. Así las cosas, es claro que nos
__________________
**Francisco García Calderón, Diccionario de la legislación peruana, tomo II, Imprenta del Estado, Lima,
1862, p. 753.
***Silfredo Hugo Vizcardo, Implicancias político criminales del nuevo delito de parricidio-feminicidio, Ga-
ceta penal y procesal penal, tomo 31, Lima, 2012, p. 20. Con seguridad, también Vidaurre era de ese
parecer: "son muchos más los hermanos que se aborrecen que los que se aman". Proyecto cit., p. 169. Bajo
el calificativo de sŏrōrĭcīda, se conoce al hermano que priva de la vida a su hermana.
****José Silva Santisteban, Curso cit., p. 198.
52
Entre las que destaca Edilberto Espinoza Callán, quien desde hace más de dos
lustros viene insistiendo para que se suprima la figura del texto de la ley. Cfr. ¿Se debe
suprimir el parricidio del código penal peruano?, Revista Jurídica del Perú, año LV, núm.
61, 2005, pp. 77 a 91.

29
hallamos frente a un delito especial impropio53.
Ha de verificarse la importancia de la especialidad, sin duda,
al momento de apreciar la responsabilidad del extraneus que,
conjuntamente con el pariente [intraneus], ejecuta el hecho.
Será sujeto activo el que arrebata el aliento a cualquier pariente
consanguíneo en línea recta ascendente o descendente [communĭo
sanguĭnis] como lo son, respectivamente, los padres54, abuelos, bis-
abuelos, tatarabuelos y, de otro lado, los hijos, nietos, biznietos y
tataranietos. En los casos de parentesco en primer grado, carece de
significado si el hijo que mata a su padre es matrimonial o extra-
matrimonial [fornecino, noto, etc.] Tiene en cambio la condición
de sujeto activo, el hijo adoptivo que mata a sus padres adoptantes
y a los ascendientes consanguíneos en línea recta de estos —aun-
que no siempre nuestros juristas hubiesen admitido correcto di-
cho criterio. Luis Bramont Arias, por ejemplo, estimó que los hijos
adoptivos únicamente cometían homicidio simple si privaban de la
vida a sus padres adoptantes. El punto de vista del viejo profesor de
San Marcos puede verse en las Actas de Debates del Código Penal
Tipo para Latinoamérica del 12 de abril de 1971— 55. Por último,
será parricida la mujer que ocasiona el fallecimiento de la persona
que mantuvo con ella, al momento de los hechos, la condición de
marido, conviviente, exmarido o exconviviente.
6.2 Sujeto pasivo. Lo será el padre que muere por acción del
hijo o hija56 y, además, los abuelos, los bisabuelos y los tatarabuelos
de los que se indicó ser hijo o hija en el presente párrafo. También
lo serán el hijo o hija que fallecen por acción de sus propios padres,
o por la de sus abuelos, bisabuelos o tatarabuelos. Tendrá finalmente
la condición de sujeto pasivo el marido, el exmarido, el concubino y
el exconcubino cuya vida es destruida por la esposa, por la exesposa,
por la concubina o por la exconcubina.57
53
Como con razón piensa, entre otros, Juan Bustos Ramírez, Manual de Derecho
penal, Parte especial, Editorial Ariel, Barcelona, 1986, p. 37.
54
Sobre los motivos que llevan a la madre a privar de la vida a sus hijos menores
de edad cfr. Manuel Bermúdez Tapia, El parricidio cometido por la madre: el síndrome de
Medea, Actualidad Jurídica, Información especializada para abogados y jueces, tomo
225, Lima, 2012, pp. 140 y ss.
55
Que gentilmente nos hizo conocer Domingo García Belaunde, junto al volu-
minoso archivo personal de su padre, a la sazón también integrante de la comisión
peruana que participó en la elaboración de la parte especial del CPT.
56
Matrimoniales o extra matrimoniales reconocidos.
57
Propone incluir a la comadrona y a los hermanos como posibles sujetos pasivos
Francisco Valdez Silva, El delito de parricidio. Una reformulación de su fundamento a partir

30
No son sujetos pasivos, en nuestro país, los hermanos, sean
o no de padre y madre [germānus frater], los hermanastros, los
hermanos de leche [collactanĕus frater], los cuñados, los padrastros,
los hijastros, los hijos que se presumen del marido por mandato
de la ley [art. 361 del CC], la esposa, la exesposa, la concubina ni,
por último, la exconcubina. En los últimos cuatro casos —esposa,
exesposa, concubina o exconcubina— habrá femicidio si quien
priva de la vida a estas personas es el esposo, exesposo, concubino
o exconcubino, siempre que al hacerlo muevan al agente razones
de género [matar a la esposa por ser mujer] y, además, el hecho se
cometa en un contexto de violencia familiar.
6.3 Parentesco. La vinculación consanguínea ha de probarse
con la copia de la partida de nacimiento; la matrimonial, con el
acta respectiva.
Tratándose de hijos extramatrimoniales, queda acreditado el
parentesco con el reconocimiento efectuado por el padre [o la
madre] en los registros del estado civil o, en su caso, con la sentencia
al efecto expedida en acatamiento de lo señalado en el art. 402 del
CC.
El reconocimiento efectuado a favor del hijo fallecido, no impide
que los hijos de este puedan cometer el delito contra la persona
que efectuó la legitimación. A la inversa: el padre legitimante
se constituye en parricida si priva de la vida a cualquiera de los
descendientes directos del hijo al que reconoció.
6.4 Vínculo matrimonial. Hasta no hace mucho tenía sentido
preguntarse si se daba la figura cuando la mujer había logrado
el divorcio o cuando sin conseguirlo aún —pero estando en
trámite—, mataba a su consorte. Hoy que la ley reputa parricidio
la causación de la muerte del cónyuge o del excónyuge, carece de
sentido la cuestión. Mucho más ventajoso resultaría determinar
si se da el parricidio cuando la bínuba, que haciendo vida íntima
con su segundo esposo, decide matar y, en efecto, mata al primero.
Con todo, la respuesta sería negativa de declararse judicialmente la
nulidad del primer matrimonio.
6.5 Elementos subjetivos. En principio, suele afirmarse que
frente a esta figura cabe dolo directo y dolo de consecuencias
necesarias58, negando, expresa o tácitamente, que cupiese dolo
__________________
de un nuevo concepto de familia, Gaceta penal y procesal penal, tomo 4, Lima, 2009, pp.
96 y ss.
58
Por todos cfr. L. Alberto Bramont Arias Torres y María del Carmen García
Cantizano, Manual de Derecho penal, Parte especial, Editorial San Marcos, Lima, 2013,
p. 53.

31
eventual59. La posición descrita parte del razonamiento siguiente:
si la ley exige matar al ascendiente "a sabiendas" de que se está
parentalmente vinculado a él y, no obstante dicho conocimiento,
descerraja el sujeto la pistola, el dolo en este caso no puede ser otro
que el directo. Ha de advertirse, sin embargo, que aunque tuviese
el agente la certeza de que está apuntando sobre su padre, pero a
pesar de ello no tuviese como seguro el resultado que se propuso
alcanzar —por los cuatrocientos metros de distancia que median
entre uno y otro y, además, porque no es un hábil tirador—, el dolo
podrá ser, sin problema alguno, eventual60. En suma, el delito en
estudio admite dolo directo, dolo eventual y dolo de consecuencias
necesarias.
6.5.1 Error in personam. Si el hijo dispara sobre el sosia de
su padre por confusión, no habrá parricidio aunque admita luego
que en verdad quiso matar a su progenitor. Importa poco si el
parecido entre el padre y el sosias es sorprendente y en grado tal
que cualquiera hubiese incurrido en la equivocación.
Únicamente responderá el agente, frente a dicho supuesto, por
homicidio simple —no cabiendo concurso ideal con tentativa de
parricidio por no haber corrido peligro alguno la vida de la persona
a la que se deseó matar—.
6.5.2 Aberratio ictus. Pero si el hijo lanza un proyectil de bala
contra el padre y mata al sosias de este que se encuentra a su lado,
habrá sin duda concurso entre la figura en estudio [meramente
intentada] y el homicidio imprudente [consumado].
6.6 Elementos prescindibles. No es necesario que se haya o no
premeditado la muerte y, menos aún, que se obre alevosamente61;
tampoco es exigible, para la conformación del tipo, que delate el
autor peligrosidad62, que el hecho provoque una "singular alarma

59
Entre otros, en ese sentido, Luis Roy Freyre, Derecho penal, Parte especial, tomo I,
AFA Editores, Lima, 1986, p. 121.
60
Iván Guevara Vásquez, con razón, admite en el parricidio el dolo eventual. Cfr.
El parricidio. Entre la infracción del deber y el feminicidio, Idemsa, Lima, 2012, p. 66.
Antes hizo lo propio Alonso Peña Cabrera Freyre, Derecho penal, Parte especial, tomo
I, Idemsa, Lima, 2008, p. 116.
61
Conforme lo sostienen Manuel Atanasio Fuentes y Miguel Antonio de la Lama,
Diccionario de jurisprudencia y de legislación peruana, tomo III, Imprenta del Estado,
Lima, 1877, p. 467.
62
Contrariamente, en cambio, Julio Bernal Cavero, El delito de homicidio en el nuevo
código penal, Revista de la Policía Nacional del Perú, año 3, núm. 13, Lima, 1991,
p. 53.

32
social"63 o que el agente no sienta afecto por el pariente al que
victima64.
7 Autoría y participación. La participación del no pariente
[A] en el homicidio planificado, decidido y ejecutado por el pariente
[B], no constituye parricidio para aquel, pero sí para este. La razón
de ello, fuera de toda argumentación basada en si el parricidio es
un delito autónomo o derivado de la figura contenida en el art.
106, básicamente se debe a que no existe vínculo parental entre el
partícipe y la persona fallecida [C, padre de B].65
8 Eximentes y atenuantes. Siendo útil cuanto se consignó en el
lugar correspondiente respecto al homicidio simple, cumple hacer
un segundo reenvío, con las correcciones siguientes. Difícilmente
puede admitirse legítima defensa contra el padre o contra otro
ascendiente en línea recta consanguínea que ataca ya que, en tales
casos, hay obligación de evitar esos acometimientos apelando,
en principio, a la huida [turpis fuga] o, según corresponda, a la
utilización de otros medios menos lesivos. Lo único que procedería,
entonces, sería el estado de necesidad defensivo.
En ningún caso, eso sí, puede beneficiar al agente el estado de
necesidad justificante ya que si el padre quiere matar al hijo, no se
hallan en conflicto dos bienes jurídicos sino, más bien, el derecho
frente a lo injusto. Ninguna de las dos vidas [la del padre que
acomete y la del hijo que intenta defenderse], por otra parte, vale
más que la otra.66
Si la mujer casada es la que produce la occisión del marido en
el estado de emoción violenta del que hace indicación el art. 109,
segundo párrafo, la sanción a imponérsele oscilará entre los 5 y
10 años de privación de la libertad; de ser el marido el que mate a
su cónyuge en las sobredichas circunstancias, la pena podrá ser de
cadena perpetua [aunque por analogía in bonam partem, el uxoricida
tendría que ser favorecido del mismo modo en que lo es la viricida].

63
Alarma exigida, entre otros, por Juan Ramos Suyo, Derecho penal cit., p. 43.
64
Alberto Viale Sironi, en cambio, demanda "cariño". Cfr. Homicidio calificado,
Revista de la Universidad Católica del Perú, tomo XIV, núm. 2, Lima, 1946, p. 378.
65
Sobre la intervención del no pariente en este delito cfr. Eliu Arismendis Amaya,
La problemática de la participación del extraño en el delito de parricidio, Gaceta penal y
procesal penal, tomo 60, Lima, 2014, pp. 119 a 133. Converge en este punto Walter
Palomino Ramírez y Dante Ponce de León, Apuntes sobre la participación en el delito de
parricidio, Gaceta penal y procesal penal, tomo 9, Lima, 2010, pp. 118 y ss.
66
Ramiro Salinas Siccha, a diferencia, cree procedente el estado de necesidad
justificante en el parricidio. Cfr. Derecho penal, Parte especial cit., p. 82.

33
9 Sanción. Si bien en otro tiempo se establecía como pena la
insaculación, hoy corresponde imponer una privación de libertad
no menor de quince años. Será de veinticinco, como mínimo, si
concurren las circunstancias calificantes previstas en los incisos
1, 2, 3 y 4 del art. 108. Aunque en principio en ningún caso la
sanción debería superar los treinta y cinco años, lamentablemente
la reincidencia da pie en nuestro país para extenderla por encima de
dicho límite [art. 46-B]67.
No falta quien crea que la cantidad de pena prevista en la ley
resulta insuficiente68 ni, a despecho de ello, quien asegure que en
ningún caso pueda o deba justificarse la imposición de sanciones
de "larga duración", aunque se trate del parricidio69. De los dos
pareceres, bien puede el último ser el más racional.
Cuando se tenga la certeza que la sanción va a acelerar el
fallecimiento del encarcelado o, en su caso, impedirle asistir a
las quimioterapias requeridas o a cualquier otra práctica curativa,
tendría que reemplazarse la privación de la libertad por algún
sustitutivo penal.70
El segundo párrafo del artículo que contiene el parricidio,
finalmente, prevé una sanción no menor de 25 años si, para la
producción de la muerte de alguno de los parientes arriba referidos,
obra el agente por lucro, por ferocidad, para facilitar u ocultar otro
delito, con alevosía o con suprema crueldad o si, más bien, ejecuta
el acto homicida a través del uso de fuego, explosivos o veneno;
siempre que, al hacerlo, ponga en peligro la vida o la salud de otras
personas.
10 Prospección. Siendo muchos los códigos europeos e
hispanoamericanos que vienen suprimiendo el parricidio como
figura autónoma, acaso sus días estén contados; un intento por
mantenerlo, sin embargo, lo llevó a cabo Domingo García Rada
con ocasión de su intervención en la Sexta Reunión Plenaria de
la Comisión Redactora del Código Penal Tipo para Latinoamérica
[celebrada en San Pablo-Brasil, el 12 de abril de 1971].71
67
En general, sobre la reincidencia cfr. Luis Reyna Alfaro, Derecho penal, Parte
general cit., p. 202, James Reátegui Sánchez, Manual de Derecho penal, Parte general,
vol. II, Pacífico Editores, Lima, 2014, pp. 1366 y ss.
68
Juan Ramos Suyo, Ibídem.
69
José Hurtado Pozo, Manual de Derecho penal, Parte especial cit., p. 45.
70
En general, contra la aplicación de castigos inhumanos E. R. Zaffaroni, A. Alagia
y A. Slokar, Manual de Derecho penal, Parte general, Ediar, Buenos Aires, 2005, p. 113.
71
La intervención de Domingo García Rada aparece en la página 12 de las Actas de
Debates.

34
3

Homicidio calificado
Introducción
1 Clasificación. Es uniformemente aceptado en nuestro medio
el criterio que distingue el homicidio calificado del modo siguiente:
según el móvil [art. 107, inc.1], atendiendo a su conexión con
otros delitos [art. 107, inc. 2], según el modo [art. 107, inc. 3]
y, finalmente, según los medios utilizados [art. 107, inc. 4] por el
agente72. Durante la centuria decimonónica, el criterio era distinto,
pues el también llamado asesinato lo era según y conforme al modo,
según el tiempo, de acuerdo a la persona73, conforme al lugar y,
según el medio74.
Puesto que las leyes números 30054 y 30068 han incorporado las
calificantes que tienen que ver con la causación de la muerte de los
miembros de las fuerzas armadas y policiales, de los magistrados,
de las autoridades elegidas por mandato popular [art. 108-A] y de
la mujer [art. 108-B], tal vez convenga introducir un correctivo a
la taxonomía pacíficamente aceptada y, concluir, que los homicidios
han de clasificarse del modo siguiente:
Conforme al móvil: a] Puede el agente matar por ferocidad, b]

72
En ese sentido, desde hace varias décadas, Luis Roy Freyre, Derecho penal, Parte
especial cit., p. 132.
73
En las viejas monarquías [aunque en los gobiernos autoritarios también] se
encontró siempre una explicación para reputar más grave el homicidio contra los
funcionarios y dirigentes de la nación.
74
Cfr. José Antonio de Cárdenas, Lijeros apuntes de Derecho penal cits., p. 26.
por codicia, c] por lucro y, d] por placer; según las propensiones del
sujeto activo: a] El hecho es ejecutado para que sea fácil cometer
otro delito y, b] para que de ese modo pueda ocultarse un hecho
criminal antes ejecutado; según el modo: a] Puede producirse la
muerte con gran crueldad o b] por alevosía; atendiendo a los medios
utilizados: a] Por fuego, b] por explosión y c] por otro medio capaz
de poner en peligro la vida o la salud de otras personas; finalmente,
de acuerdo a la persona que resulta fallecida, conviene distinguir
los casos en los que lo es: a] un miembro de las fuerzas armadas
y policiales, un magistrado e, incluso, una autoridad elegida por
mandato popular y si, más bien resulta siéndolo, b] una mujer.
Ahora bien: como en la ferocidad y en el placer mata el agente
por motivos poco importantes, en tanto que en la codicia y el lucro
son abyectos, bien puede derogarse todo el inc. 1 del art. 108 y, en
su lugar, procederse de una de las formas siguientes: a] O aplicamos
las agravantes genéricas del art. 46, inc. 2, letra c únicamente, o,
b] reemplazamos el texto del inc. 1 del art. 108 por el siguiente:
"Por motivos fútiles o abyectos" [incluyendo, de golpe, las cuatro
instituciones penales y, además, los casos en los que se mate por
discriminación de género, edad, sexo, religión, etc. Ello, sin duda,
haría más comprensible la ley y, abarcaría otros supuestos que, acaso
por descuido, olvidó regular el legislador].75
2 Denominaciones. Manuel G. Abastos y Eduardo Cáceres
Bedoya, cuyos Programas de Derecho penal especial se tuvieron
a la vista, denominaron a los homicidios del art. 152 del CP de
1924 asesinatos [incluyendo dentro de tales a los que se ejecutan
por ferocidad, por lucro, para facilitar u ocultar otro delito, con
gran crueldad, con perfidia, por veneno, fuego y explosión]76; el
Proyecto de Código penal que la Comisión de Justicia y Derechos
Humanos del Congreso de la República difundió el año 2016,
junto al artículo 224 [que a su vez contiene casi las mismas figuras
delictivas de las que se acaba de hacer mención] colocó una sumilla
75
Con anterioridad, en análogo sentido, José Luis Guzmán Dálbora, El nuevo
Código penal del Paraguay [1997], Revista de Derecho penal y Criminología, segunda
época, núm. 4, Madrid, 1999, p. 654 [quien probablemente, como nosotros, tuvo a
la vista el Anteproyecto de Código penal para el Ecuador que elaboraron los señores
profesores Eugenio Raúl Zaffaroni y Manuel de Rivacoba].
76
El Programa de Abastos se encuentra reproducido en la Revista de Derecho y
Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año II, núm. I,
Lima, 1937, pp. 248 a 258; el elaborado por Cáceres se publicó a modo de folleto
por la Editorial Universitaria de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa
el año de 1961 [18 páginas].

36
—Homicidio calificado— con contenido distinto.
3 Dependencia o independencia de los homicidios ca-
lificados. El orden con que el legislador coloca las múltiples dis-
posiciones que integran el Título I, Capítulo I del Libro Segundo
del CP, entre otros factores, da pie para que se asigne al homicidio
[art. 106] la condición de tipo básico y, a las otras figuras [arts. 107
a 113], las de modificadas desde y por mérito del básico que, sin
duda, se utilizó como patrón o modelo. En su afán por dividirlo
y clasificarlo todo, los penalistas luego distinguen entre los tipos
modificados que dan por un lado ocasión de aumentar la sanción y
los que, por el otro, la disminuyen. Aquellos son conocidos como
calificados77; estos, en cambio, como privilegiados78 o atenuados.
Homicidio calificado será, según lo indicado, el que se produce a
través del uso de veneno o por lucro; privilegiado, a diferencia, el
infanticidio.
Arribado al estado de cosas descrito, surge la necesidad de tomar
partido por una doctrina que considere a los tipos modificados
como dependientes del tipo básico o, por el contrario, como
absolutamente independientes del mismo. Los partidarios del
primer modo de pensar ven en el homicidio calificado un homicidio
simple circunstanciado por los motivos, por el modo de matar o por
los medios de que se vale el agente; los que se inclinan a favor de
la segunda forma de concebir el asunto, ven en las figuras del art.
108 diversos homicidios totalmente autónomos o independientes.79
La asunción de una u otra doctrina, eso sí, generará consecuencias
prácticas que tienen que ver con la participación criminal y, además,
con el error sobre los elementos que hacen que el homicidio sea
calificado.
Defienden la idea de que el homicidio calificado es dependiente
del llamado homicidio simple, entre otros, Luis Roy Freire y Javier
77
Santiago Benites Sánchez prefiere llamarles "cualificados". Véase su Derecho
penal peruano. Comentarios a la Parte general y Parte especial del Código penal, Impreso
en los Talleres del Servicio de Prensa y Publicaciones Técnicas de la Policía, Lima,
1952, p. 66.
78
José Viterbo Arias, por algún motivo, llama también calificado al homicidio
privilegiado. Cfr. Exposición comentada y comparada del Código penal del Perú de 1863,
tomo III, Imp. Torres Aguirre, Lima, 1902, p. 4.
79
Panorámicamente, sobre ello, Luis Bramont Arias, Derecho penal, Parte general,
Imprenta Vilock, tomo I, Lima, 1978, pp. 400 y 401; José Hurtado Pozo, Manual de
Derecho penal, Parte general, Eddili, Lima, 1987, pp. 363 y 364 e, Iván Meini, Lecciones
de Derecho penal, Parte general, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica
del Perú, Lima, 2014, pp. 83 y 84.

37
Villa Stein; sostienen que más bien no hay dependencia alguna L.
Alberto Bramont Arias Torres, María del Carmen García Cantizano,
Ramiro Salinas Siccha y José L. Castillo Alva.
Ahora bien, aunque la determinación de la dependencia o
independencia del homicidio calificado acarrea dificultades y
es asunto aún discutido por los estudiosos, ha de indicarse lo
siguiente: admitir la dependencia del tipo modificado a la figura
básica, implicará aceptar que si dos o más personas intervienen
en la ejecución de un homicidio por lucro y una de ellas no obró
para beneficiarse económicamente, ha de producirse un quiebre
en la imputación y conforme a tal suceso aplicarse a este la pena
correspondiente al homicidio simple, en tanto que a aquél, la
reservada para el homicidio calificado. Algo más: los errores sobre
los elementos que fundan la calificante, darán lugar a la aplicación
del tipo básico, conforme lo señala el art. 14, primer párrafo.
La solución será distinta, empero, de seguirse la idea que niega
dependencia alguna entre el tipo básico y el calificado.

38
4

Homicidio por ferocidad


1 De los diversos pareceres. Han sido reputados como ho-
micidios por ferocidad —tal vez desde que apareció la figura en los
códigos—, el que se ejecuta sin motivo alguno, la venganza tras-
versal e, incluso, el que emprende el agente contra la persona que
se le interpone en el instante mismo en que está a punto de atacar
a su adversario [innoxii pro noxio] —impidiéndole, de ese modo, la
consumación del hecho—.
Al primero, un sector importante del penalismo decimonónico
lo denominó homicidio por sed de sangre o por impulso brutal ya
que el agente, según los autores que estudiaron el tema, obra sin
causa alguna. No es, por ende, que desee matar a una persona pre-
viamente escogida sino que, por el contrario, mata al primero que
vea o encuentre en su camino; siéndole característico, por ello mis-
mo, la ausencia de odio, deseo de venganza o codicia.80
En el segundo —venganza trasversal—, lo que anhela el autor es
producir dolor en su enemigo y, para ello, sepulta en los abismos de
la muerte a una persona querida por este. Verbigracia, a su menor
hijo [ultiōnem infāntis exigĕre ab alīquo].
Estamos frente a lo que se denomina innoxii pro noxio, finalmente,
si en lugar de ultimar el autor al que es su adversario, ejecuta el he-
cho sobre el que intentó defender —y precisamente por eso— a tal
80
Figuró el homicidio sin causa en el código de 1836 [art. 481].
enemigo. Algún jurista, a fin de expresar el contenido de esta moda-
lidad de la ferocidad, considera que el homicida actúa pensando que
debe matar al impertinente mediador por que tal vez desee morir
en lugar de su enemigo. Con todo, hay estudiosos [Alimena, por
ejemplo] que no encuentran diferencia entre la venganza trasversal
y la institución denominada innoxii pro noxio.
2 Documentos legislativos y prelegislativos que admi-
tieron la calificante. Acaso el documento más antiguo en el que
se menciona el homicidio calificado por el instinto de perversidad
brutal [istinto di malvagitá], sea la ley penal de Giuseppe Bonaparte
para el Reyno de Nápoles [art. 196] de 1808 seguido, a corta dis-
tancia temporal, por el código para el Gran Ducado de Toscana [art.
309, § 3] de 1853 y, más tarde, por el código italiano unificado [art.
366, inc. 3] de 1889.
Al homicidio por ferocidad, entendido como el que se produce
por motivos insignificantes, lo vemos en cambio incluido en el
Proyecto que José Peco [art. 112] elaboró en Argentina y en el que
Manuel López Rey Arrojo [art. 433] preparó para Bolivia en 1942 y
1943, respectivamente.
Sin hacer referencia alguna a la perversidad brutal o a los motivos
fútiles, regula el Proyecto de código penal español de 1821 el ho-
micidio calificado por ferocidad en el art. 609, inc. 6; el caso es que
de allí, según parece, pasó directamente81 al código penal peruano
de 1836 [art. 481].
El homicidio calificado por impulso de perversidad, además,
fue admitido en los Anteproyectos y Proyectos peruanos de 1916,
1917, 1927 y 1928; he aquí lo indicado en tales documentos:
Anteproyecto de 1916: "Art. 126. Se impondrá pena de trabajos
forzados a perpetuidad:
Inc. 1. Al que matare a otro por precio recibido o promesa re-
muneratoria, o con alevosía, o con ensañamiento, o por impulso de
perversión brutal [...]"82.
Anteproyecto de 1917: "Art. 125. Se impondrá pena de interna-
miento perpetuo:
Inc.1. Al que matare a otro por precio recibido o promesa re-

81
Aunque no tan directamente, pues anidó durante un tiempo en el CP español de
1822 [art. 609] y en el boliviano de 1834 [art. 483] que Santa Cruz trasladó al Estado
Sud Peruano años después.
82
Tomamos la versión aparecida en la Revista del Derecho, Órgano del Colegio de
Abogados del Cusco, año 2, núm. 6, 1918, p. 10.

40
muneratoria, o con alevosía, o con ensañamiento, o por impulso de
perversión brutal […]"83.
Anteproyecto de 1927: "Art. 321. Comete homicidio calificado:
Inc. 2. El que mata sólo por impulso de brutal perversidad […]"84.
Proyecto de 1928: "Art. 192. Se impondrá presidio, si el homi-
cidio se perpetrare:
Inc. 2. Por sólo impulso de perversidad […]"85.
3 Sobre el modo en que fue admitido en la doctrina86.
Puesto que la figura tiene varias aristas, algunos autores la conciben
de un modo y, otros, en sentido distinto.
En efecto: Ángel Gustavo Cornejo87, Alberto Viale Sironi88,
Alfredo Corso Masías89, Luis de Taboada y Bustamante90, Manuel G.
Abastos91, Amado Ezaine Chávez92 y Gustavo Zapata Colmenares93,
creen que el homicidio por ferocidad es el que se ejecuta sin
motivo alguno. Muchos de ellos, incluso, describen al agente
como una persona perversa, brutal, atávica94, impulsiva, que mata
por vicio, por el simple hecho de matar y hasta para tener ocasión
de contemplar la sangre de su víctima. No falta, de entre los
señalados, quien asegure que el sujeto feroz se conduce en realidad
instintivamente y, más específicamente, como una auténtica fiera.

83
Cfr. La reforma del Código penal. Proyecto de 1916, tomo II, Imprenta y Librería de
San Pedro, Lima, 1918, p. 48.
84
Cfr. Reforma de la legislación criminal y penitenciaria. Código penal. Primer
Anteproyecto de la Comisión Parlamentaria nombrada conforme a la ley núm. 5168,
Imprenta Minerva, Lima, 1927, p. 5.
85
Cfr. Proyecto de Código penal, Imprenta Minerva, Lima, 1928, p. 53.
86
En general, la ferocidad, no fue admitida como agravante específica o genérica
en los Programas escolares que José Gálvez [1855], Ángel Gustavo Cornejo [1937] y
Manuel G. Abastos [1937] elaboraron para el Convictorio de San Carlos y la Univer-
sidad Nacional Mayor de San Marcos, respectivamente; la vemos, sin embargo, en
el que preparó Eduardo Cáceres Bedoya [1961] para la Universidad Nacional de San
Agustín de Arequipa.
87
Derecho penal especial cit., pp. 24 y 25.
88
Homicidio calificado cit., pp. 381 y 382.
89
El delito, el proceso y la pena, p. 4.
90
Curso de Derecho penal, Parte especial, p. 8.
91
Derecho penal, Parte especial, p. 10.
92
Diccionario de Derecho penal, p. 170.
93
Manual de Derecho penal cit., p. 35.
94
Carlos Iván Zúñiga Guardia, ob. cit., p. 142.

41
Lo que caracteriza a este sector de la doctrina es que se encuentran
convencidos de que el agente elimina a su víctima sin motivo alguno
[per libidine di sangue], acaso no percatándose que eso no es posible
ya que, aunque mate para probarse que es dable matar sin causa,
mata con vista en dicha probanza —el motivo, es convencerse
que puede quitar la vida a otro sin motivo—. Algo más: visto con
detenimiento el asunto, nadie ha identificado la zona del cerebro
que supuestamente hace obrar instintivamente a los animales
humanos95, resultando inconsistente toda mención al atacar y matar
de ese modo. El homicida instintivo, consiguientemente, es un ser
imaginario.
Matizan sus exposiciones, incluyendo dentro de la ferocidad
al homicidio sin motivos y, también, al que obra por motivos
insignificantes, Carlos Iván Zúñiga Guardia96, Miguel Castañeda
Sánchez97, Luis Roy Freyre98, Luis Bramont Arias99, Julio Bernal
Cavero100, Javier Villa Stein101, Silfredo Hugo Vizcardo102, L. Alberto
Bramont Arias Torres, María del Cármen García Cantizano103,
Francisco Chirinos Soto104, Ramiro Salinas Siccha105, Rubén Figari,
Carlos Parma106 y Juan Ramos Suyo107. Es probable que también
deba incluirse en el nomenclátor a Alonso Peña Cabrera Freyre108.
Un reducido grupo de juristas nacionales, en cambio, se inclina
por pensar que en la ferocidad, el que mata lo hace por motivos
poco significativos, excluyendo [o no mencionando], al que lo hace
95
Ni siquiera se ha hecho lo propio con los no humanos.
96
Ibídem.
97
Derecho penal peruano cit., tomo I, p. 30.
98
Derecho penal, Parte especial, tomo I, cit., p. 135.
99
Temas de Derecho penal, tomo I, p. 44.
100
El delito de homicidio en el nuevo código penal, Revista de la Policía Nacional del
Perú, año 3, núm. 14, Lima, 1991, p. 65.
101
Derecho penal, Parte especial, vol. I-A, pp. 72 y ss.
102
Lecciones cits., p. 98.
103
Manual de Derecho penal, Parte especial cit., pp. 58 y 59.
104
Código penal cit., p. 210.
105
El asesinato en la doctrina y jurisprudencia nacionales, Actualidad Jurídica, Suple-
mento mensual de Gaceta Jurídica, tomo 132, Lima, 2004, pp. 65 y 66.
106
El homicidio y aborto en la legislación peruana, Editora Jurídica Motivensa, Lima,
2010, pp. 136 y 137.
107
Derecho penal, Parte especial cit., p. 52.
108
Derecho penal, Parte especial cit., pp. 53 y 54.

42
sin causa alguna109. Siendo este el significado que correctamente
debe otorgarse a la voz ferocidad, hay que desestimar toda mención
al obrar "instintivo", "como una fiera", "igual que un animal", etc.
Los animales no humanos, según se sabe, únicamente matan por
necesidad y jamás para probar la efectividad de sus colmillos o el
poder de sus mandíbulas. No debe extrañarnos, en cambio, si mata
el animal para defender a sus crías o su territorio, pues el hombre
hace lo mismo y aún más.110
3.1 Consideraciones de Jiménez de Asúa y Miró
Quesada. Mención aparte merece el jurista español citado, quien
comienza entroncando al delincuente feroz dentro de la llamada
"criminalidad genuina", al ser un "caso límite imaginable del
hombre que no ha sufrido especie alguna de adaptación social",
encontrándose, más bien, "al nivel primitivo del hombre ancestral,
cuyos instintos, no domeñados, se traducirían inmediatamente
en actos si no lo impidiera la resistencia de la realidad exterior;
es decir, el temor real ante las represalias. Se trata de un hombre
sin superyó. Son los delincuentes <natos> de nuestro Cubi Soler y
de Ferri, el <tipo criminal> de César Lombroso, los delincuentes
<por tendencia> de que habla el vigente Código penal italiano".111
¡Vaya párrafo!112
Este delincuente, esencialmente "sanguinario", "instintivo",
"nato" y por tendencia, tiene para Oscar Miró Quesada los siguientes
rasgos: "braquicefalia", "nariz ancha" [platirrinia], "manos cortas",
"pie prensil", "desarrollo exagerado de los incisivos" y "pómulos
prominentes". Además, es "perverso congénito", "incorregible" y,
sobre todo, merecedor de la aplicación de la "pena de muerte".
109
Entre los aludidos, sin duda figuran José Luis Castillo Alva, Derecho penal, Parte
especial cit., p. 370; José Hurtado Pozo, Manual de Derecho penal, Parte especial cit., p.
52; Raúl Peña Cabrera, Derecho penal peruano, Parte especial cit., p. 28; Percy E. Revilla
Llaza, Autonomía típica del delito de asesinato por placer, Gaceta penal y procesal penal,
tomo 2, Lima, 2009, p. 170; Carlos Rodríguez Espinoza, Manual de Derecho Penal,
Parte especial, I, Ediciones Jurídicas, Lima, 2006, p. 37 y, F. Villavicencio Terreros,
Derecho penal, Parte especial cit., p. 234.
110
Consideran en cambio que hay una relación entre matar por ferocidad y actuar
"como un animal salvaje", Tomás A. Gálvez Villegas y Ricardo C. Rojas León en su
Derecho penal, Parte especial, tomo I, Jurista Editores, Lima, 2012, p. 410.
111
Cfr. Psicoanálisis criminal, cuarta edición, Editorial Losada, Buenos Aires, 1947,
p. 72.
112
Inspirado en otro anterior que aparece consignado en un libro publicado [1929]
por Franz Alexander y Hugo Staub. La obra de Alexander y Staub fue traducida al
español mucho después con el siguiente título: El delincuente y sus jueces desde el punto
de vista psicoanalítico, Biblioteca Nueva, Madrid, 1961 [véase la p. 166].

43
Las características del delincuente feroz acabadas de mencionar
—junto a la opinión de que únicamente cabría aplicarles, "por
selección natural", el último suplicio—, han sido incluidas por Miró
Quesada en su trabajo El caso del asesino Montes. Ensayo de Criminología
Aplicada113 y, queriéndolo o no, tienden a ocultar lo humano que
hay en el delincuente, para proyectar aversión en quienes lo han
de investigar y juzgar114 [sería grave si efecto análogo deseasen
producir cuantos ven en el delincuente un enemigo].
4 Elementos. Como en toda circunstancia modificatoria de la
responsabilidad, también aquí debe exigirse la presencia de algunos
elementos objetivos y subjetivos. En el caso particular de la muerte
por ferocidad, hay que comprobar, en principio, 1] que los motivos
fueron insignificantes [disparar y matar para cerciorarse que funcio-
na el arma de fuego]; luego, 2] que entre tales motivos y la gravedad
del hecho hay una desproporción manifiesta e inaceptable y, poste-
riormente, 3] que el agente sabía que concurrían los dos elementos
anteriores para, finalmente, 4] decidirse a matar.
5 Naturaleza jurídica e importancia de los motivos. Hay
consenso en lo que atañe a la naturaleza de la calificante y, más es-
pecíficamente, a su condición de aspecto vinculado con la culpabi-
lidad115. Más culpable es, por consiguiente, el que mata ferozmente
que el que lo hace, por ejemplo, con ensañamiento [art. 108, inc.
3].
Ahora bien, si el agente obra constreñido por una causa que
considera relativamente importante [como cuando mata para vengar
los acometimientos sexuales realizados en perjuicio de su menor
hija], sin duda es menos culpable que cuando lo hace por el simple
hecho de no haber la víctima respondido sus saludos. Es claro, por
lo tanto, que la mayor o menor pena guardará correspondencia con
la ínfima o superlativa importancia de los motivos.
6 Los motivos abyectos. Algunos códigos reputan calificado
el homicidio cometido por motivos deleznables, queriendo hacer
ver con ello que lo es el que se realiza con odio contra una mujer,
113
Publicado en la Revista Universitaria. Órgano de la Universidad Mayor de San
Marcos, año XI, vol. II, 1916 [especialmente en las páginas 167, 172, 174, 175, 200,
202, 269, 281, 290 y 299].
114
Sobre lo último véase Martha C. Nussbaum, El ocultamiento de lo humano. Re-
pugnancia, vergüenza y ley, traducción de Gabriel Zadunaisky, Katz Editores, Buenos
Aires, 2006, pp. 194 y ss.
115
Así, entre otros, José Hurtado Pozo, Manual de Derecho penal, Parte especial cit.,
p. 52.

44
precisamente por tener la condición de tal; contra un gay o contra
un musulmán, por ser como son.
Puesto que la ley penal no contempla dicha calificante en el
art. 108, hay dos posibles soluciones de darse alguna vez casos
con las indicadas características. O bien reputamos el crimen
como homicidio calificado por ferocidad —amparados en que los
motivos sexistas, racistas, etc., son inaceptables y manifiestamente
desproporcionados con la gravedad del hecho— o, bien, tratamos
el asunto como si fuese un homicidio simple al que hay que añadirle
la agravante genérica del art. 46, inc. 2, letra d del CP [según
modificación introducida a través del art. 1 del Decreto Legislativo
núm. 1323, publicado en El Peruano del 6/1/2017].
La observancia al principio de legalidad, con todo, aconseja optar
por la segunda solución.
7 Concurrencia de otras circunstancias. Puede concurrir
la calificante con el parricidio —en cuyo caso la pena privativa de
libertad no será menor de 25 años—, con la crueldad, alevosía y
hasta con el uso del veneno —en tales supuestos, conforme lo es-
tablece el art. 45-A, inc. 3, letra b, la sanción se determinará por
encima del tercio superior—.
Ultimar al padre porque sus ronquidos no dejan dormir, es un
ejemplo a no seguir que muestra un caso en el que concurren el
parricidio y el homicidio calificado por ferocidad. El padre que
calcina vivo al hijo menor de edad porque no lo felicitó el día de su
onomástico, se vincula sin más a un parricidio con ferocidad y con
gran crueldad.
8 Confusiones. No falta quien confunda, como lo hace Santiago
Benites Sánchez, la ferocidad con la crueldad, asegurando, con
escuetas palabras, que tiene el agente la condición de feroz si hace
sufrir a la víctima "acerbamente antes de" morir.116 Aquí, empero,
cabe hacer una precisión: la muerte por ferocidad tiene que ver
exclusivamente con los motivos; los ejecutados cruelmente, más
bien, con el modo. Siendo casos diferentes, por lo tanto, puede
el agente matar ferozmente y sin crueldad; alguna vez lo hará
cruelmente y sin ferocidad e, incluso, podrán concurrir las dos
calificantes [como cuando se ejecuta a una persona aplicándole
intermitentes descargas eléctricas de bajo voltaje para probar si la
máquina al efecto utilizada funciona óptimamente].

116
Derecho penal peruano cit., p. 154.

45
Algún autor, según se verá enseguida, otorga a la ferocidad un
significado equivalente al placer: el agente, dice el autor aludido,
"mata por el solo placer" de matar.117
9 Derecho comparado. Importa indicar, en lo tocante a la
figura delictiva, que la Comisión Argentina encargada de elaborar
la propuesta relativa a los delitos contra la vida en el Código Penal
Tipo para Latinoamérica, reputó homicidio calificado la causación
de la muerte por motivos fútiles y no el producido sin motivo
alguno [tal propuesta fue debatida en San Pablo, Brasil, el 12 de
abril de 1971].
10 Casuística. Al último condenado a pena de muerte en Perú,
se le imputó el delito de homicidio calificado por ferocidad, alevosía
y perfidia. La sentencia fue expedida en Arequipa por los señores
jueces Julio Mostajo Chávez, Eduardo Cáceres Bedoya118 y Hernán
Pretto Glave.
Tal debió ser la falta de conocimiento en torno al contenido de
la institución tratada en este apartado, que el máximo tribunal
del país revocó el fallo en lo tocante a la presencia de la ferocidad
y, lamentablemente, lo confirmó con relación a las otras dos
calificantes que, finalmente, fundió en una sola.
El desgraciado VAQ, que esas son las siglas correspondientes al
nombre del autor del hecho, fue ejecutado la madrugada del 17 de
septiembre de 1971; apenas tenía entonces 36 años de edad.
Puesto que la trivialidad de los motivos es lo que en verdad late
y da sentido al homicidio calificado por ferocidad, he aquí algunos
ejemplos del mismo: a] privar de la vida a un líder tribal candoshi
y otro asháninca para, descarnando los cadáveres, lograr completar
la colección de esqueletos en la facultad de medicina; b] despenar a
alguien porque no nos gusta su rostro; c] lanzar intempestivamente
de un edificio de 12 pisos a un joven para, filmándolo, difundir
en internet la escena; d] propinar un mortal y certero golpe en la
cabeza del vecino con el propósito de medir el tiempo que debe
transcurrir entre el instante mismo en que la vara de hierro le

117
Julio Bernal Cavero, ob. cit., Ibídem.
118
Amén de magistrado, Cáceres se desempeñaba como profesor de Derecho
penal en las Universidades Nacional de San Agustín y Católica de Santa María. Su
falta de valor para oponer objeción de conciencia contra la pena capital, en modo
alguno podrá ser criticada por quienes hodiernamente carecen también de bríos para
hacer lo propio con relación a la cadena perpetua que con inhumana profusión apli-
can.

46
descalabró y el que determina la ausencia de latidos en el corazón;
e] introducir un cuchillo de hoja dentada al pecho de una persona
a fin de constatar, tras su muerte, si el mango de madera tiene la
condición de imputrescible; f] acabar con la existencia de un
reconocido personaje con la esperanza de que la fotografía del
homicida —quien se desvive por alcanzar la fama—, salga en las
primeras planas de los diarios, etc. En las crónicas policiales y
judiciales se consigna el caso del ciudadano ETG que mataba para
fabricar con los restos humanos papeleras, objetos ornamentales,
utensilios de cocina y hasta vestidos de piel; Enrico Ferri, por
su parte, relata el suceso en el que un joven, creyendo hacer lo
conveniente para evitar ser llamado hijo de hechicera, mató a su
madre, quien cargaba con el remoquete de strega [bruja]119.
11 Jurisprudencia. Se defendió en el texto la idea de que
no es fácil imaginar a un sujeto matando sin motivo o, en su
caso, haciéndolo por instinto de perversidad brutal. La sentencia a
continuación reproducida, en cambio, sostiene lo contrario. "Para
afirmar la existencia de ferocidad, se requiere que la muerte se haya
causado por un instinto de perversidad brutal o por el solo placer
de matar, sin ningún motivo ni móvil explicable".120

119
El homicida en la Psicología y en la Psicopatología Criminal, traducción de J. Ma-
saveu y R. Rivero de Aguilar, Editorial Reus, Madrid, 1930, p. 114.
120
Tomada de Fidel Rojas Vargas y Alberto Infantes Vargas, Código penal. Catorce
años de Jurisprudencia sistematizada, Idemsa, Lima, 2005, p. 222.

47
5

La causación de la muerte por codicia

1 Aproximación conceptual. Cuando el victimario priva de


la vida a una persona para hacerse de lo que esta posee o disfruta, se
dice que obra por codicia. La muerte, como se ve, es absolutamente
instrumental [o utilizada, con fines egoístas].
2 Antecedentes. El Proyecto de Código de 1984 [art. 116] y
el que difundió la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del
Congreso el año 2016 [art. 224], reputaron calificado el homicidio
por codicia. Dos años antes, se hizo lo propio en la propuesta non
nata de diciembre del 2014 [art. 192, inc. 1].
3 Estructura. Anhela el agente matar [la muerte es el medio],
para disfrutar de la herencia [este es el fin] que un tío decidió dejarle
en su testamento.
4 Naturaleza jurídica. Como en el lucro, del que se dará
cuenta en su momento, lo que se modifica aquí es la culpabilidad.
5 Objeto de la codicia. Ninguna importancia tiene si se ape-
tecen bienes muebles o inmuebles del sujeto pasivo e, incluso, los
privilegios que se derivan de su condición de esposo, conviviente
o amante. Por lo tanto, estamos frente a la figura del homicidio
calificado si priva el agente de la vida al marido con la esperanza de
quedarse, de hallar ocasión propicia para ello, con su viuda.
6 Elementos. Ha de exigirse la concurrencia de los siguientes:
6.1 Debe conocer el agente que la persona a la que desea matar
posee o detenta algo que el victimario anhela disfrutar. V. gr., un
bien inmueble, un cargo honorífico de prestigio, etc.
6.2 Ha de cegar la vida de la víctima para entrar en posesión de
la sobredicha cosa o para reemplazarla en los privilegios de una
relación sentimental —según lo indicado supra 4—.
7 Tentativa. Como en el homicidio simple, se agota el delito al
morir el sujeto pasivo; antes, únicamente podría caber tentativa.
Nada añade o quita al crimen el hecho de que no hubiese logrado
el agente casarse con la esposa de la víctima [conforme a la hipótesis
supra 4], bastando con que la causación de la muerte se haya
desencadenado con el fin de alcanzar los privilegios de que gozaba
el occiso antes de producírsele el óbito.
8 Diferencias con el lucro. Mientras que en el crimen inter
sicarius hay un mandante y un mandatario121, siendo muchas veces
aquel el instigador; en el homicidio por codicia obra el agente
de motu proprio. Allí, los beneficios económicos obtenidos con la
ejecución del delito provienen de las arcas del mandante; aquí, del
patrimonio del occiso.
Tan distintos son los delitos de homicidio por lucro y por
codicia, que la delegación argentina encargada de elaborar la
propuesta correspondiente en el seno de la Comisión Redactora
del Código Penal Tipo para Latinoamérica122, incluyó al primero
en la circunstancia o inciso quinto y, al segundo, en el ordinal
sexto [entiéndase, de la disposición o artículo debatido]. Ahora
bien, no por ser distintas las figuras delictivas mencionadas, debe
quedar superpuesto el criterio consignado precedentemente [supra,
Homicidio calificado. Introducción, 1], en el sentido de que el inc.
1 del art. 108 debería ser radicalmente modificado, suprimiéndose,
incluso, toda mención a la ferocidad, la codicia, el lucro y el placer.
9 Concurso. Podría verificarse dicho concurso cuando el esposo
121
Y, entre ambos, una especie de entente.
122
Los penalistas argentinos tuvieron a su cargo la redacción del capítulo relativo
a los delitos de homicidio, según puede verse de la lectura de las Actas de Debates del
12 de abril de 1971, pp. 7, 44 y 45 [archivo personal de Domingo García Rada].

50
arrebata la vida de la persona con la que contrajo matrimonio si,
como de hecho alguna vez ocurrió, cobra de ese modo un seguro
de vida. Concursarán en este caso, como se ve, el femicidio y la
codicia.
10 Frecuencia. Enrico Ferri, en el voluminoso trabajo que
consagró al estudio del homicidio [supra nota 119], repara en algo
que sería interesante conocer o, en su caso, recordar: "el motivo
más frecuente de los delitos de sangre", es la codicia [p. 193].

51
6

Homicidio por lucro

1 Denominaciones. En sentido estricto, es el asesinato123;


también se lo conoce como homicidio mercenario124, venal125, por
codicia126, por cuenta ajena y hasta latrocinio127.
2 Noción. Mata por lucro el que cumpliendo el encargo de
tercero, recibe o espera recibir, a cambio, una compensación
económica. Siendo pecuniario el motivo que se esconde tras la
conducta del homicida, carece de sentido intentar demostrar,
además, que el ataque fue "inesperado"128.
3 Naturaleza jurídica. Actuar por el vivo deseo de conseguir
un beneficio patrimonial es una circunstancia personal que sin duda
hace que se modifique la culpabilidad.

123
Ese es el nombre que asignaba al delito el Código de las Siete Partidas [Ley 3, tít.
27, P. VIII]. Rigieron las Partidas en Perú hasta bien entrado el siglo XIX.
124
Así lo hace Luis de Taboada y Bustamante, Curso de Derecho penal, Parte especial
cit., p. 8.
125
Julio Bernal Cavero, El delito de homicidio en el nuevo código penal, Revista de la
Policía Nacional del Perú, año 3, núm. 14, Lima, 1991, p. 65.
126
Amado Ezaine Chávez, Diccionario de Derecho penal cit., p. 170.
127
Ángel Gustavo Cornejo, Derecho penal especial cit., p. 25.
128
Un punto de vista distinto puede verse en Javier Villa Stein, Derecho penal, Parte
especial cit., p. 77.
4 Tipicidad objetiva y subjetiva
4.1 Sujeto activo. Los homicidios sobre los que se especuló
precedentemente, sin problema alguno pueden ser cometidos por
uno o por varios individuos; el que da pie para desarrollar el pre-
sente apartado, en cambio, necesita del encuentro de por lo menos
dos129: el que promete un beneficio económico [mandante] y el que
actúa con vista en dicha ganancia [mandatario]. Con ello, en modo
alguno se quiere decir que sean ambos autores del crimen inter sica-
rius, como se verá después.
Si el mandante no hubiese alcanzado la mayoría de edad cuando
efectuó el encargo, pero tuviese más de 18 años al momento de
producirse la muerte que delegó, únicamente responderá por
ella el mandatario130; de haber sido al revés y, por lo tanto, si el
que se viese favorecido por la minoría de edad fuese solamente el
mandatario, al único al que tendría que responsabilizarse sería al
mandante.
4.1.1 No siempre el mandante es el instigador. Es común
suponer que el mandante, en el crimen inter sicarius, es el instiga-
dor, en tanto que al mandatario, no siempre con fundamento, se
le asigna la condición de instigado. Podría ocurrir, empero, que el
que hubiese persuadido al mandante, desde el principio, haya sido
el que ejecutó el crimen y, no por ello, dejará de configurarse el
homicidio venal.
4.2 Sujeto pasivo. De tener el sujeto pasivo la condición de
pariente del mandante, en los grados y líneas consignados en el art.
107, no cometería parricidio el mandatario131; lo haría, a pesar de
todo, aquel. Pero si dicha vinculación se diese únicamente entre la
víctima y el mandatario, la respuesta sería diferente.
4.3 El mandato. Puede efectuarse por cualquier medio oral o
escrito, por vía telefónica, WhatsApp o carta; careciendo de impor-
tancia si se hace uso de un idioma convencional o de unos símbolos
cuyo significado únicamente comprenden los sujetos activos. Eso
sí, por lo menos debe identificarse a la víctima y, de ser posible, el
modo y los medios a utilizarse para causarle la muerte.
129
Pero no es, en rigor, un delito de encuentro [como por ejemplo el estupro, en
el que la víctima tiene una participación activa]. Sobre los delitos de encuentro cfr.
Santiago Mir Puig, Derecho penal, Parte general, Promociones Publicaciones Universi-
tarias, Barcelona, 1985, p. 169 y 170.
130
Sobre ello, aunque de modo genérico, Abraham Talavera, Introducción al Derecho
penal, Impresora "Tesis", Arequipa, 1972, p. 180.
131
A no ser que también fuese pariente del occiso.

54
Se tiene por efectuado válidamente el encargo, según conviene
dejarlo señalado, en aquellos casos en los que una persona no
identificada deje colocados en diversos lugares de la ciudad unos
carteles con el siguiente contenido: "Se busca vivo o muerto al
narcotraficante Demetrio Hecatón Vadillo. Se dará una recompensa
de 10.000 nuevos soles al que matándolo, entregue el cadáver en el
lugar que se le indicará si, previamente, se comunica con nosotros
llamando al teléfono portátil 19821989. La muerte de Condemayta,
según lo hemos decidido, únicamente debe producirse por medio
de dos disparos de bala en la cabeza".
Los mandatos rogatorio, imperativo y gratuito no son parte del
delito en estudio, siéndolo únicamente el oneroso.132
El papel del encargo o mandato en este tipo de delito es altamente
significativo, aunque la piedra angular del mismo sea más bien el
deseo del mandatario de obrar lucri causa. Las muertes por encargo
en las que el mandatario no basó su conducta en el lucro, por lo
tanto, no son constitutivas del homicidio del art. 108, inc. 1 que
se analiza.
4.3.1 Extralimitaciones del mandatario. Si el instigado
decide ejecutar el hecho contra persona diferente, será absoluta e
incondicionalmente liberado de pena el mandante.
Cuando el mandatario decida emplear gran crueldad o fuego
y, dicho modo y medios, sean distintos a los acordados —yendo,
incluso, más allá de lo previsto en el mandato [egrĕdi mandātum]—,
tales extralimitaciones le serán atribuidas solo a él.
4.4 La ganancia. Se traduce en la entrega de una suma de
dinero o de un bien al que puede asignársele valor económico [v.
gr., títulos valores, un coche o un ordenador].
Cuando el beneficio que se pretende obtener carezca de dicha
calidad [y más bien tenga que ver con algo distinto, como sería el caso
de prometer una aproximación afectiva e íntima entre mandante
y mandatario], no sería de aplicación la calificante133. Los viejos
proyectos y códigos penales utilizaban los términos "recompensa"
[art. 426 del Proyecto de 1855, así como el 232, inc. 1 del 1873],
"dones o promesas" [art. 483, inc. 1 del CP de 1836] y "precio"

132
Sobre las clases de mandato cfr. Carlos I. Zúñiga Guardia, La teoría jurídica del
homicidio en el código penal peruano cit., p. 144.
133
En ese sentido Jean Pierre Matus Acuña y Ma Cecilia Ramírez G., Lecciones
de Derecho penal chileno, Parte especial, tomo I, tercera edición, Thomson Reuters,
Santiago, 2014, p 56.

55
[art. 271, inc. 3 del Proyecto de 1900-1902]. La recompensa, en la
doctrina, fue entendida como aquella que permitía al mandatario la
asunción de un empleo o, teniéndolo ya, de una promoción laboral;
las promesas, más bien, tenían que ver con la ganancia futura —
en metálico o en otro bien con valor económico— que ofrecía el
mandante en caso de producirse la muerte de la persona por él
indicada. El precio, es lo que actualmente denomina el código lucro
y, en las presentes glosas, ganancia.
No parece ser lo mismo matar para obtener una considerable
ganancia que hacerlo por casi nada y, por eso, puede sin dificultad
hallarse la conducta emparentada con la ferocidad. Ahora bien,
aunque el beneficio que se espera obtener con el crimen sea
copiosísimo, no hay motivo para disminuir la sanción al mandatario.
4.5 Aspectos subjetivos. Es un delito que no puede ser co-
metido imprudentemente y en el que da lo mismo si el mandatario
obra con dolo directo, eventual o de consecuencias necesarias. Ha
de comprobarse, eso sí, que la decisión tomada por el ejecutor se
haya basado en el deseo de obtener un beneficio económico.
4.5.1 Error en la persona. Los errores en la persona, aunque
fueren invencibles, no constituyen errores de tipo; en consonancia
con ello, no resulta complicado deducir que si el mandatario, por
confusión, mata al hermano gemelo de la persona que debía elimi-
nar, el delito de homicidio calificado permanece intacto.134
5 Revocatoria del mandato. Si hasta antes de ocasionada la
muerte revoca el mandante la orden, pero a pesar de ello el ejecu-
tor pone fin a la vida de quien inicialmente fue la persona que se
le encargó ultimar, la pena y la responsabilidad han de ser cargadas
a la cuenta del mandatario. La desautorización, por cierto, debe
haber sido comunicada de manera clara, aunque no importa si para
ello se valió el instigador-mandante de interpuesta persona o si él,
directamente, la realizó.
6 Liberalidades solícitas. Si después de producida la muerte
dolosa de una persona, oficiosamente otra otorga liberalidades
económicas al responsable del crimen, en modo alguno se aplica la
calificante. No podría oponerse a lo aducido, ni la complacencia que
muestra con los hechos el que hace la liberalidad, ni, por otra parte,
el que el homicida acepte gustoso dicha donación.
7 Paga incumplida. Si lo ofrecido al ejecutor no llega a entre-

134
Sobre ello cfr. Luis Bramont Arias, Temas de Derecho penal cit., tomo 1, p. 46.

56
garse como estipendio, porque el mandante sabía de antemano que
no iba a pagar, porque le fue sustraído el dinero al efecto acumulado
o, en fin, porque nunca lo tuvo, de todos modos será sancionado el
mandatario si se acredita que lo que lo movió a actuar fue el dinero
o, mejor aún, la idea de obtenerlo con la causación del fallecimiento
de la víctima.
8 Participación. Ya se dejó indicado que aunque deban por lo
menos intervenir dos personas, solo una será la responsable del
delito —de este delito, en particular—135. No obstante, si tienen
muchas personas la condición de ejecutoras, mandatarias o instiga-
das, todas ellas responderán por el hecho. De modo más expresivo,
un viejo profesor de la Universidad Nacional de Trujillo indica lo
siguiente: "El lucro es circunstancia no comunicable".136
El mandante, únicamente podrá ser sancionado por homicidio
simple.
9 Conato y agotamiento. Ni siquiera aprobándose el pacto
se da inicio a la comisión del delito137. No basta, por lo tanto, que
mandante y mandatario hayan decidido la fecha, el modo y lugar
de la realización del crimen; tampoco que se hubiesen puesto de
acuerdo en la cantidad de dinero que como estipendio debe abonarse
al ejecutor ni, por último, que el mandante haya proporcionado el
nombre de la persona que debe morir.
El mero hecho de instigar al mandatario no configura el delito y
se requiere, como mínimo, que comience el ejecutor a realizar los
actos propios del homicidio.
Quedará agotado el delito, eso sí, en el instante en que fallezca
la víctima.138
10 La codicia. Matar a un pariente lejano para heredar sus
bienes a la brevedad o hacer lo propio con el jefe de la empresa
para tomar su lugar, son hechos que sin duda reportarán ganancias
económicas al agente; pero al no intervenir un mandante y un
mandatario, serían claros supuestos de homicidios por codicia y no,

135
En ese sentido es un delito mono subjetivo.
136
Herbert Freyre Villavicencio, Delitos contra la vida, el cuerpo y la salud, Revista
de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales, año II, núm. 5, Trujillo, 1966, p. 142.
137
Flavio García del Río, que piensa diferente, indica lo siguiente: "Para que se
configure el tipo basta con el acuerdo entre el que quiere la muerte de la víctima y
el asesino que pide dinero para llevarla a cabo". Cfr. Delitos contra la vida, el cuerpo y
la salud cit., p. 46.
138
Ángel Gustavo Cornejo, Derecho penal especial cit., p. 26.

57
el crimen inter sicarius del que tratamos en el presente apartado.139
11 Eximentes. Si el mandante hiciese uso de la vis compulsiva o
si el mandatario obrase por miedo insuperable, no se daría la figura
legal del art. 108, inc. 1. La ausencia de culpabilidad, que en tales
casos beneficiaría al mandatario, únicamente darían motivo para
sancionar, por homicidio simple, a quien dio la orden.
Cuando la persona a la que intentó matar el ejecutor obra en
legítima defensa y, como consecuencia de ello, fallece el agresor
ilegítimo [que en este caso sería el mandatario], cabe sancionar al
mandante por tentativa de homicidio [art. 106].
12 Sanción. No suelen estar de acuerdo los penalistas en lo
concerniente a determinar la cantidad de pena que corresponde a
los dos individuos que, según se dijo, deben por lo menos participar
en la realización del delito, habiendo quienes piensan que tanto
mandante como mandatario, merecen la misma sanción140. En su
momento, algún autor ha sostenido que la calificante debe recaer
únicamente sobre el mandante, pues con su dinero explota las
necesidades económicas de quienes intervienen como sicarios y,
eso, forzosamente debe ser apreciado por el juez. Ahora bien, como
la ley exige matar por lucro y el único que lo hace es el ejecutor,
todo indica que únicamente a éste hay que imponerle la pena del
art. 107141.
De acreditarse que también obró por motivos venales el
mandante, al ser, en realidad, un sicario que subalquiló los servicios
de otro —finalmente encargado de ejecutar el crimen—, no
habría inconveniente y hasta sería imperativo aplicarle la pena
correspondiente a todo mandatario; caso contrario, es decir, si
no obró también por lucro, quedan dos posibilidades: sancionarlo
con la pena correspondiente al homicidio simple o, finalmente,
con la misma que corresponde al mandatario —pero como

139
Matar para heredar es en cambio un homicidio por lucro para Gustavo Zapata
Colmenares, Manual de Derecho penal cit., p. 35; Silfredo Hugo Vizcardo, Lecciones
cits., p. 103 y Ricardo León Rojas, Límites entre el asesinato por lucro y el asesinato
para facilitar u ocultar otro delito, Actualidad Jurídica, Información especializada para
abogados y jueces, tomo 158, Lima, 2007, p. 94.
140
Así lo hacen, entre otros, Luis de Taboada y Bustamante, Curso de Derecho penal,
Parte especial cit., Ibídem; Miguel Castañeda Sánchez, Derecho penal peruano cit., p. 31
y, Raúl Peña Cabrera, Derecho penal peruano, Parte especial cit., p. 29. Al último de
los autores citados pertenece el siguiente párrafo: "La calificación rige, según los
principios de la participación, tanto para el que recibe la remuneración económica
como para el que la paga".
141
El código de 1836 [art. 487] establecía una sanción menor para el mandante.

58
instigador—142.

142
Esta postura es defendida por Víctor de la Cruz Gamarra, Participación criminal
en el delito de asesinato, Debate Penal, año II, núm. 6, Lima, 1988, p. 281. No sería
posible esta solución si la idea hubiese nacido en la mente del ejecutor, quien además
persuadió a quien le proporcionó dinero para matar.

59
7

Homicidio por placer

Pocas veces ha reparado el legislador sobre la necesidad de


incluir el placer entre los homicidios calificados, siéndonos,
por consiguiente, una figura con la que no estamos del todo
familiarizados. Aún ello, la primera vez que se intentó adoptar dicho
instituto, fue al elaborarse el Proyecto de Código Penal de 1984143.
1 Mata por placer, según concepto que nos permitimos formular,
el que obra movido por la idea de obtener satisfacciones físicas o
espirituales con la causación de la muerte de la persona que decidió
matar, no importando, luego, si llegó o no a sentir el goce que se
propuso alcanzar.
2 Así las cosas, los requisitos que deben concurrir son, de hecho,
los siguientes:
2.1 El motivo. Muy discretamente ha dicho la doctrina que el
143
Cuyo art. 116 señala lo siguiente:
«Se impondrá pena de internamiento al que matare por placer, codicia, odio racial
o religioso, por lucro, o para facilitar u ocultar otro delito, o con gran crueldad o
con alevosía, o por veneno, o por fuego, o explosión, o por amenaza para obtener
ventajas que atenten contra el orden público institucional o social, u otro medio
capaz de poner en peligro la vida o la salud de un gran número de personas».
Pero desde 1989, por disponerlo así el Decreto Legislativo núm. 896, tomó
asiento el placer en el código.
agente mata en estos casos "por gusto"144 o, mejor aún, para sola-
zarse con el fallecimiento de la víctima. Imaginemos al sujeto afi-
cionado a la cacería que siente deleite al ver agonizar a los animales
que va hiriendo mortalmente y que, de un tiempo a esta parte,
viene experimentando similar holganza con los humanos que abate
y ultima a balazos.
Tan importante es el asunto este del motivo [placer] por el que se
mata, que la doctrina145 coloca al delito en análisis entre los tipos de
tendencia interna intensificada.
2.2 El goce. Resulta irrelevante si al momento de producir el
óbito de la víctima, siente o no placer el victimario. La refocilación,
por lo tanto, debe haber producido el deseo de matar, aunque se
hubiese desvanecido en el instante mismo en que falleció el sujeto
pasivo.
Será física o material la satisfacción si instantes antes de producido
el fallecimiento de la atacada, rebana el agente —entiéndase con un
cuchillo— "un pedazo de pecho" de la misma y, con él, realiza actos
masturbatorios en presencia de la moribunda146; será inmaterial o
no exteriorizada, en cambio, la que no puede ser perceptible por
los sentidos —aunque en cierta medida la delaten el brillo de los
ojos, el fulgor del rostro y hasta las intensas palpitaciones que todo
goce regalado produce—.
El goce, por último, puede ser paroxismal o disimulado, sin que
este o aquel modifiquen o hagan desaparecer la calificante.
2.3 Otros motivos. Puede la víctima ser una persona odiada o,
más bien, querida por el agente y, en uno u otro caso, se configurará
la calificante. Los motivos distintos a la fruición, consiguientemente,
en modo alguno eliminan el placer.
2.4 Actos posteriores. Si después de producida la muerte y
tras disiparse el deleite que motivó el crimen, siente el autor la voz
de la conciencia, contrición u otro pesar, igualmente se aplica la
144
Felipe Villavicencio Terreros, Derecho penal, Parte especial cit., p. 236.
145
Percy García Cavero, Lecciones de Derecho penal, Parte general, cit. p. 316.
146
Así solía proceder el infame Camarón. Sobre las tropelías de este delincuente cfr.
Víctor Zapata Cesti, La delincuencia en el Perú, Imprenta del Departamento de Prensa
y Publicaciones de la Guardia Civil, Lima, s/f, pp. 209 y 210. Refiriéndose al mismo
homicida, Enrique López Albújar indica lo siguiente: "Mataba por satisfacción, por
el deseo de oír los lamentos y estertores de sus víctimas". Cfr. Los caballeros del delito,
Librería Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1973, p. 363.

62
calificante.147
3 Su parentesco con otras calificantes. Hay una aparente
cercanía entre la ferocidad, la codicia, el lucro y el placer; pero es
lejano el parentesco que a simple vista parece existir entre el homi-
cidio por crueldad y el que se ejecuta por placer.148
3.1 Placer y ferocidad. Una cosa es dejar en el asiento trasero
del taxi dos granadas activadas a fin de gozar de la representación que
entraña ver volar por los aires al chofer y, otra, muy diferente, hacer
lo mismo para satisfacer un capricho [anĭmo suo facĕre volup]; en el
primer caso habrá homicidio por placer; en el segundo, homicidio
por ferocidad. Herbert Freyre Villavicencio, sin embargo, confunde
el placer y la ferocidad.149
En la ferocidad el homicida piensa más o menos del modo
siguiente: "yo quiero matar al conductor haciéndolo atravesar en
pedazos el cielo, pues deseo comprobar la efectividad de las granadas;
es verdad que podría despenarlo de otro modo, pero deseo hacerlo
según mi plan. El resultado que arrojará mi experimento, por otra
parte, es muchísimo más valioso que la vida del humilde taxista".
3.2 Placer y lucro. Podría ocurrir que desee el homicida lu-
crar con la muerte de su víctima y, al propio tiempo, deleitarse
con el óbito. Alcanzados dichos propósitos, interesaría determinar
si debería simultáneamente ser sancionado en atención a ambas ca-
lificantes o si, por el contrario, una de ellas tendría que excluir a la
otra. Pareciera, hasta donde alcanzamos ver, que los dos motivos no
pueden concurrir y que únicamente el desencadenante tendría que
regir la conducta. [En la película Venganza letal —estrenada el año
2010 y dirigida por George Tillman Jr.—, el personaje que hace de
sicario cobra un dólar por cada homicidio que se le encarga ejecutar
y confiesa, sin siquiera dudar de los motivos por los que actúa, que
lo que lo mueve a matar no es el lucro sino, principalmente, pasarla
bien, practicar su hobby o devaneo].

147
En otro sentido, Ramiro Salinas Siccha: "Nadie puede explicarse, dice el jurista
liberteño, como una persona puede llegar a divertirse y celebrar con regocijo el
dar muerte a una persona, cuando lo normal y natural es sentirse mortificado y
arrepentido". Derecho penal, Parte especial cit., p. 92.
148
Diverge Carlos Tucto Rodil al razonar del siguiente modo: "…la gran crueldad
se puede asimilar a aquella conducta consistente en que el sujeto activo acrecienta
deliberada e inhumanamente los sufrimientos de la víctima, y a su vez el agente goza,
se solaza con ello". Cfr. Código penal, Editorial Huallaga, Lima, 1998, p. 161.
149
Delitos contra la vida, el cuerpo y la salud cit., p. 142.

63
3.3 Placer y crueldad. Cuando lanza el agente al ruedo dos
jaguares y dos hombres, para disfrutar del espectáculo de ver morir
a alguno de ellos, estamos frente a lo que se denomina homicidio
por placer; si esa misma conducta se observa a fin de intensificar
el dolor físico y psicológico de las víctimas, habrá gran crueldad o
ensañamiento. En el placer carece de importancia el modo en que
es producida la muerte; lo que importa en la crueldad, más bien, es
el modo o forma como se destruye la vida.
4 Naturaleza jurídica. Modifica la calificante la culpabilidad150
y, por lo mismo, únicamente perjudica al sujeto que mata por placer.
Los que intervienen como cómplices, ignorando los verdaderos
motivos del autor, responderán por homicidio simple.
5 Responsabilidad. No siempre acusa anomalías de orden
mental el que mata por placer; pero conviene buscar auxilio de la
ciencia médica para que, al descartarlas, no quede duda alguna de
que se cometió el delito o, mejor aún, de que el agente es imputable.
Ya que el sadismo es apenas una perversión de orden sexual,
tampoco queda desnaturalizada la culpabilidad si el sádico, en un
ataque de placer, ocasiona el fallecimiento de la persona ultrajada.
La depravación referida, por ende, ni modifica la conciencia de la
antijuridicidad, ni hace incapaz de responder por sus actos al que
la padece.
6 Sugerencia. Aunque hiele la sangre los ejemplos que como
homicidio por placer se incluyó precedentemente, por las razones
indicadas en su momento, haría bien el legislador si derogase la cali-
ficante151 [pues nos basta y sobra con tener, como tenemos, la agra-
vante genérica del art. 46, inc. 2, letra c, referida al motivo fútil].

150
Convergen José Luis Castillo Alva, Derecho penal, Parte especial cit., p. 397,
Tomás A. Gálvez Villegas y Ricardo C. Rojas León, Derecho penal, Parte especial cit., p.
409 y Percy E. Revilla Llaza, Autonomía típica del delito de asesinato por placer, Gaceta
penal y procesal penal, tomo 2, Lima, 2009, p. 168.
151
Misma que no fue recibida con beneplácito por un sector de la doctrina. Por to-
dos cfr. Alonso Peña Cabrera Freyre, Derecho penal, Parte especial cit., p. 55.

64
8

Para facilitar otro delito

Al emprender el estudio del homicidio para facilitar otra infracción


penal152, los juristas han distinguido entre el delito medio [que sería
matar]153 y el delito fin [que podría ser traficar con estupefacientes,
secuestrar, etc.] Puesto que traficar con drogas o secuestrar casi
nunca son fines en sí mismos sino, más bien, medios para conseguir
otros fines [como lucrar]154, se ha preferido otorgar a las acciones
productoras del delito medio y del delito fin, las calidades de fines
secundarios y fines primarios, respectivamente. Conforme a dicho
otorgamiento, se desarrollarán enseguida las presentes notas.
1 Antecedentes. Este tipo de homicidio, antes de 1991, tuvo
cabida en los códigos de 1836 [art. 483, inc. 7], 1862 [art. 232,
inc. 4] y 1924 [art. 152]; tomó también un lugar destacado en los
proyectos de 1877 [art. 296, inc. 5], 1900-1902 [art. 271, inc. 4],
1916 [art. 125, inc. 2], 1928 [art. 192, inc. 4], 1984 [art. 116],1985
[art. 111, inc. 2], 1986 [art. 110, inc. 2] y 1990 [art. 109, inc. 2].
152
Que según el profesor Zaffaroni es un delito incompleto de dos actos. Cfr. E. R.
Zaffaroni, A. Alagia y A. Slokar, Derecho penal, Parte general, Ediar, Buenos Aires, 2002,
p. 544.
153
La muerte, dice el autor citado, es el "recurso para cometer otro delito".
Francisco Vicentello Rodríguez, Derecho penal, Editorial Lumen, Lima, 1953, p. 68.
154
Y lucrar a su vez es un medio para obtener un nivel de vida alto y, ello, a su vez,
para alcanzar la felicidad, etc.
2 Concepto. Es la causación de la muerte de quien procura
estorbar a otro en la ejecución de uno de los delitos que contiene el
código; se configura también cuando el agente, ansioso por asegurar
el resultado igualmente delictuoso que desea realizar, priva de la
vida a quien sospecha que se lo impedirá.
Como se ve, en el homicidio para facilitar otro delito hay en
realidad dos fines: uno principal y otro secundario. El principal
podría ser la violación sexual o las lesiones y, el secundario, la
muerte de la persona que se atreva o intente obstaculizar.
3 Requisitos. Los requisitos que deben concurrir, son los si-
guientes:
3.1 Pretensión del agente. Debe en principio el agente estar
dispuesto a realizar, de modo preeminente, cualquiera de los delitos
incluidos en el estatuto penal, sin importar si se trata de uno que
lesione un bien jurídico personal o supra personal, si es perseguible
por acción pública o por acción privada, si es un delito común o
especial, si es monoofensivo o pluriofensivo o, finalmente, si es
de resultado material o de peligro. Aquellos casos en los que el
agente pretenda cometer una mera contravención, están fuera de
la calificante.
A este primer requisito acaso convenga denominarlo la finalidad
principal; la doctrina, en cambio, lo reconoce bajo el sintagma de
"delito fin".155
3.2 Finalidad accesoria156. Como aspiración o deseo de
segundo orden, debe figurar el homicidio, que se ejecutará, de
cara al futuro157, contra quien intente estorbar o esté realmente
estorbando la ejecución del delito objeto de la finalidad principal.
155
Lo hacen así, entre otros, Fernando Ángeles Gonzáles y Manuel Frisancho
Aparicio, Código penal, tomo II, Ediciones Jurídicas, Lima, s/f, p. 684; Luis Roy
Freyre, Derecho penal, Parte especial cit., pp. 144 y 145; Julio Bernal Cavero, El delito
de homicidio en el nuevo código penal cit., año 3, núm. 14, p. 65; José Hurtado Pozo,
Manual de Derecho penal, Parte especial cit, p. 57; Ramiro Salinas Siccha, Derecho
penal, Parte especial cit., p. 93, Silfredo Hugo Vizcardo, Lecciones cits., p. 119; Flavio
García del Rio, Delitos contra la vida el cuerpo y la salud cit., pp. 47 y 48; Hernán
Barrenechea Abarca, La agravante <para facilitar otro delito> en el homicidio calificado,
Jus Doctrina y Práctica, núm. 2, Lima, 2008, p. 58; Juan Ramos Suyo, Derecho penal,
Parte especial cit., p. 54 y, Felipe Villavicencio Terreros, Derecho penal, Parte especial cit.,
p. 214.
156
A la finalidad accesoria, casi unánimemente se la denomina "delito medio".
Por todos, cfr., Alberto Bramont Arias Torres y María García Cantizano, Manual de
Derecho penal, Parte especial cit., p. 60.
157
En el homicidio para ocultar otro delito, según se verá, se mata de cara al
pasado.

66
En la hipótesis del sujeto que mata a quien pretende impedirle el
ingreso de mercaderías de contrabando al país, claramente se ve
que lo que desea el homicida principalmente es burlar el pago de los
impuestos aduaneros; la causación de la muerte, por lo tanto, estará
supeditada a que se intente frustrar el matute.
3.3 El estorbo. Los obstáculos que se procure interponer a la
realización del delito objeto de la finalidad principal, son de hecho
los que tratará de superar el agente a través de la causación de la
muerte de quien, atinadamente o no, realiza la actividad entorpe-
cedora.
Cuando equivocadamente crea el agente que se obstaculizan sus
pretensiones [de robar, por ejemplo] y mate a quien considera res-
ponsable de tales estorbos, le será también impuesta la pena co-
rrespondiente al homicidio para facilitar otro delito. Consiguiente-
mente, puede o no existir realmente el estorbo, bastando con que
el agente crea que, con la causación de la muerte de otro, lo está
superando.
3.4 Dolo y bienes jurídicos. El homicidio y el delito facilitado,
ineluctablemente deben ser dolosos; pero mientras en uno el bien
jurídico necesariamente tiene que ser personal, en el otro podrá no
serlo. Privar de la vida para que sea posible falsificar un documento,
es prueba de lo indicado.
3.5 La acción homicida. Emprenderá dicha acción quien para
facilitar o asegurar la realización del delito, objeto de la finalidad
principal [por ejemplo, un hurto], comete un delito contra la vida
de quien intentó estorbarlo.
Podría suceder que el agente victime a quien se aprestaba a
estorbar un delito de estafa a punto de cometerse por tercera persona
y, ni aún así, quedaría obliterada la figura. No es indispensable, por
lo tanto, que el que priva de la vida sea el que vaya a cometer el
delito facilitado ni que, finalmente, se beneficie con los resultados
obtenidos tras la realización del mismo.
4 Gravedad del delito que se pretende cometer. Puesto
que los delitos son más o menos graves, según afecten intensa o
levemente el bien jurídico, hay quien piensa que el agente delata
mayor culpabilidad si priva a otro de la vida porque le impidió co-
meter unas simples injurias o, en su caso, el delito de daños del art.
205. Mientras menos importante sea el delito objeto de la finalidad
principal, mayor culpabilidad habrá en el agente.
5 Homogeneidad y heterogeneidad. Entre las finalidades

67
principal y accesoria puede haber una relación homogénea y hete-
rogénea, según sean iguales o distintos los bienes afectados. En los
supuestos en los que el agente mata para matar, habrá homogenei-
dad entre el fin principal y el fin accesorio; no la habrá, en cambio,
si se mata para robar, para acometer sexualmente, para lesionar, etc.
Carece de fundamento sostener, como algún autor lo hace158, que el
delito facilitado debe ser "ajeno al homicidio".
6 Finalidades homogéneas. El delito que se pretende ejecutar
atendiendo al logro de la finalidad accesoria, ha de ser siempre un
homicidio calificado; el que se intenta materializar con la finalidad
principal, en cambio, puede ser un homicidio simple, un parricidio
y, también, un homicidio calificado.
6.1 Dificultades. Pero de aceptarse la distinción entre delito
medio y delito fin en el homicidio para facilitar otra conducta
delictuosa, surgiría un problema en aquellos casos en los que
el agente mate [1] para matar [2], pues si matar [1] es el medio
al que se apela para matar [2] y matar [2] es el fin, matar [1] no
siempre será un medio159. Es como si el agente actuase pensando
lo siguiente: Mato [medio] para matar [fin] porque me gusta matar.
Entonces, matar no es un medio, sino un fin en sí mismo.
Podrá aducirse que la dificultad se supera si se determina o
individualiza a las personas a las que se quiere matar, pues puede
el agente querer matar como medio a algunas y como fin a otras.
Pero ese asunto no allana el entendimiento de la figura. Resulta
preferible, por lo menos en los casos de homogeneidad, distinguir
entre finalidad accesoria y finalidad principal y no, entre delito
medio y delito fin.
7 Disrupción temporal. No necesariamente ha de haber
continuidad temporal entre el delito tendiente a facilitar y el
facilitado. Se aplicará la calificante, por lo tanto, si mata el agente
hoy para, después de unas semanas, tener ocasión de atacar a la
esposa y a los hijos del occiso.
8 Tentativa. No reviste interés determinar si se consumó o no el
delito que se pretende facilitar con la causación de un fallecimiento,
pues siempre responderá el victimario por homicidio calificado. Ha

158
El publicista aludido no es otro que César Lázaro Haro,Tratado de Derecho penal,
Parte especial, tomo I, AFA Editores Importadores, Lima, 1995, p. 66.
159
Lo será, empero, si en el primer caso se sirve el agente de esa muerte para
gozar luego de la segunda —entrando en concurso real el homicidio para facilitar
otro delito y el homicidio calificado por placer del art. 108, inc. 1—.

68
reparado en ello una sentencia de la Sala Penal de la Corte Superior
de Justicia de Lima del 9 de octubre de 1997 [Expediente núm.
245] que se incluyó en el repertorio jurisprudencial que Fidel Rojas
Vargas y Alberto Infantes Vargas cuidadosamente seleccionaron en
su ya citado Código penal [p. 224].
9 Sanción. El delito objeto de la finalidad principal, no siempre
ha de ser sancionado con pena privativa de la libertad, pues podría
tratarse de unas injurias que, conforme a ley, únicamente merecen
pena de multa; el que se vincula con la finalidad secundaria, en cam-
bio, necesariamente debe ser reprimido con el encarcelamiento.

69
9

Gran crueldad

1 Noción. En el homicidio por crueldad el agente anhela oca-


sionar intensos dolores en la víctima a la que, tarde o temprano,
matará; si bien la finalidad es privar de la vida al sujeto pasivo, quie-
re hacerlo de un modo extrañamente cruento o, acaso, particular-
mente angustioso.
2 Denominaciones. Salvo los Proyectos de Víctor Manuel
Maúrtua [1916] y Ángel Gustavo Cornejo [1928], que denominaron
ensañamiento al homicidio calificado del que se trata en el epígrafe,
todos los demás utilizaron los términos crueldad [CP de 1836 y
Proyecto de 1855] o gran crueldad [Proyectos de 1877, 1900-1902,
1984, 1986 y 2016; Códigos de 1924 y 1991]. José Silva Santisteban,
por su parte, recuerda que otrora fue común la utilización del
vocablo atroz160; en tanto que Manuel Atanasio Fuentes y Miguel
Antonio de la Lama161, como antes Francesco Carrara, hicieron uso
del sintagma actos de barbarie.
3 Naturaleza. Aunque no falta quien asigne a la calificante la
naturaleza de circunstancia que acrece la culpabilidad162, parece que
en realidad reviste una superior antijuridicidad; ese mayor injusto,
160
Curso de Derecho penal cit., p. 190.
161
Diccionario de jurisprudencia y de legislación peruana cit., p. 349.
162
Como sin duda lo hace Raúl Peña Cabrera: "El fundamento de la agravación,
sin duda, encuentra su fundamento en los daños concomitantes
producidos163. Para un jurista de nuestra época164, sin embargo,
detenta la calificante un carácter mixto: "la circunstancia gran
crueldad, anota el penalista aludido, posee un doble fundamento.
Por un lado, refleja un mayor injusto penal, que está presente en el
resultado cualificado que se provoca a la víctima del delito [dolor o
sufrimiento intensificado] y, por el otro, hay una mayor culpabilidad
y juicio de reproche al autor del hecho".
Quienes sostienen que lo que se modifica es la culpabilidad
[Felipe Villavicencio Terreros y Javier Villa Stein, entre otros],
colocan al homicidio por crueldad entre los delitos de tendencia
interna intensificada.
4 Elementos. Básicamente son tres: 1] Que se produzcan vivos
sufrimientos en la víctima; 2] que el agente aspire ocasionar esos
acibarados suplicios y, finalmente, 3] que se ponga fin a la vida del
sujeto pasivo.
4.1 Los suplicios. Deben surgir de cualquier vivencia sensorio-
emocional adrede provocada por el homicida con exclusivo fin de
intensificar o extender la agonía de la víctima. Pero si la experiencia
desagradable fuese únicamente emocional [como cuando antes de
matar al sujeto pasivo se lo hace presenciar vejámenes aplicados
a una persona por él querida o, para citar otro ejemplo, cuando
se lo obliga a pasear desnudo por un lugar público], bien podría
habilitarse el empleo de la agravante genérica del art. 46, inc.
2, letra g —referida a hacer más nocivas las consecuencias de la
conducta punible—, pero no, la calificante que nos ocupa165.
Por experiencia sensorio-emocional repútese aquella que teniendo
origen físico [por estar el agente desollando o golpeando al
sujeto pasivo], hace además surgir, de modo inevitable, sensaciones
desagradables en quien padece esos maltratos y, a su vez, deseos
apremiantes de evitarlos. Por tanto, en vano se demanda que la
__________________
dice el penalista norteño, reside en la mayor reprochabilidad". Sobre ello, véase su
Tratado de Derecho penal, Parte especial, I, Ediciones Jurídicas, Lima, 1992, p. 97.
163
Sobre ello cfr. Manuel de Rivacoba, Las circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal en la teoría general del delito, Debate Penal, año 2, núm. 4,
AFA Editores, Lima, 1988, p. 89 y José Luis Guzmán Dálbora, La adaptación de la
penalidad y sus factores publicado en Humanizar y renovar el Derecho penal. Estudios
en Memoria de Enrique Cury, Thomson Reuters, Santiago, 2013, p. 344.
164
José Luis Castillo Alva, Derecho penal, Parte especial cit., p. 431.
165
En ese sentido, con relación al derecho español, Carlos María Romeo Casabona,
Los delitos contra la vida cit., pp. 77 y 78.

72
víctima se encuentre viva y consciente166, pues necesariamente debe
estarlo —no resultando imaginable dolor alguno, sin la consciencia
de padecerlo—.
Casos hay, sin embargo, en los que el sujeto pasivo con mucha
antelación perdió la capacidad de sentir dolor —por habérsele
provocado, en un accidente automovilístico, una lesión medular
completa—. Imaginemos, más específicamente, que desee el agente
matar con crueldad a un tetrapléjico y, para ocasionarle "dolores"
insoportables previos, decida aplicarle múltiples azotainas con un
alambre de espino o, peor aún, ir cortándole, poco a poco, cada
uno de los dedos de las manos. Si bien aquí los nervios nociceptores
han dejado de transmitir información al cerebro y, por lo mismo,
no es ya posible la vivencia sensorio-emocional dolorosa —propia de
las personas que no sufrieron la lesión medular señalada—, es de
todos modos aplicable la calificante al darse un nexo causal entre
la lesión corporal [no sentida] y la terrible sensación de verse, en
vida, lentamente mutilado. Análoga solución ha de aplicarse, según
parece, contra el que priva de la vida a una persona previamente
anestesiada que, sin perder la consciencia, se percata de las torturas
a la que es sometida.
El dolor, luego, puede ser lancinante —porque una y otra vez
el cuchillo adunco ingresa atravesando los tejidos del muslo—,
terebrante —acaso por fuerza del taladro que perfora la rótula— o
de otra índole; bastando con que se utilice, para producirlo, objetos
metálicos, orgánicos y hasta energía eléctrica.167
4.1.1 Insoportables. Basta con que los sufrimientos ocasiona-
dos sean insoportables, no precisándose, además, que el escenario
donde se produjo el hecho esté anegado de sangre o que muestre,
esparcidos por sus cuatro costados, gran o poca cantidad de despo-
jos humanos. La idea del homicidio con gran crueldad, por lo tanto,
no se corresponde con la que se tiene de una degollina.
166
La exigencia de que se encuentre vivo o consciente la hacen, entre otros,
César Haro Lázaro, Tratado de Derecho penal, Parte especial, tomo I, AFA Editores
Importadores S. A., Lima, 1993, p. 67, Silfredo Hugo Vizcardo, Lecciones cits., p.124,
José Hurtado Pozo, Manual de Derecho penal, Parte especial cit., p. 71, Luis Roy Freyre,
Derecho penal, Parte especial, tomo I, Lima, 1986, p. 152 y, Julio Bernal Cavero, El
delito de homicidio cit., p. 65. De este último autor, son las palabras a continuación
transcritas: "La acción cruel debe operar sobre una persona viva". Hace lo propio
en España David Felip i Saborit en el libro colectivo Lecciones de Derecho penal, Parte
especial, Atelier, Barcelona, 2011, p. 40.
167
Considera que en la crueldad el dolor debe ser físico [sin hacer referencia
del psicológico] Javier Momethiano Santiago, Código penal exegético, Editorial San
Marcos, Lima, 2003, p. 318.

73
4.1.2 Cabo suelto. Quedan en el aire los problemas que, de
hecho, plantean los dolores que aún pueden sobrellevarse. Si lo que
se hace con la víctima a la que ulteriormente se matará, es exponerla
a maltratos que en cierto modo puede soportar [v. gr., colocándola
en ambientes exageradamente fríos o calientes, exponiéndola
a ruidos intensos, al miedo168, etc.], el delito cometido será el
de homicidio agravado [art. 106] por la circunstancia de haberse
hecho más nocivas las consecuencias del hecho punible [art. 46,
inc. 2, letra g] y no el homicidio por gran crueldad [aunque sin
lugar a dudas los maltratos soportables posibiliten la liberación de
adrenalina, el aumento de la presión arterial e, incluso, del flujo
sanguíneo]. Un parecer distinto al planteado aquí, en cambio, sigue
Francisco Muñoz Conde. He aquí lo que indica el prestigioso jurista
español: "Los casos de humillación y vejación de la víctima y la
causación de <dolor moral> [escupirle, hacerle que se desnude y
se coloque en situación humillante, asustarla con disparos de fogueo
diciéndole que se le va a matar y simulación de fusilamiento, hacerle
beber orina o aceite de ricino, etc.] entran también en el concepto
de ensañamiento y, por tanto, si van seguidos de la ejecución de la
muerte ésta se debe calificar de asesinato".169
4.2 Pretensiones del agente. Además de matar, debe empe-
ñarse en hacer sufrir reciamente a la víctima; ello, sin embargo, no
significa que quiera satisfacer instinto alguno ni, mucho menos, go-
zar con el sufrimiento ajeno. Las exigencias relacionadas con el pla-
cer, deleite e instinto, efectuadas por cierto sector de la doctrina,
por lo tanto, resultan sobreabundantes [como también lo es, sin lu-
gar a dudas, reputar peligroso al autor de este delito].170 La doctrina
jurisprudencial [sentencia del 19 de agosto del 2002, causa núm.
1882-2002], empero, sin justificación que merezca la pena traerse a

168
Desde el punto de vista expuesto, por lo tanto, no constituye homicidio por
gran crueldad simular un acto de ajusticiamiento. Sostienen otro criterio Tomás A.
Gálvez Villegas y Ricardo C. Rojas León en su ya citado Derecho penal, Parte especial, p.
431.
169
Véase Francisco Muñoz Conde, Derecho penal, Parte especial cit., p. 55. Jean
Pierre Matus Acuña y Ma Cecilia Ramírez G., con razón, excluyen de la figura
delictiva la causación de "otros males diferentes al dolor [deshonra, etc.]". Lecciones
de Derecho penal chileno, Parte especial cits. p. 57.
170
Luis Bramont Arias [Temas de Derecho penal, SP Editores, Lima, 1990, p. 48],
exige que el agente obtenga un "placer morboso"; Alfredo Corso Masías [El delito,
el proceso y la pena cit., p. 4], por su parte, que consiga "deleitarse". Demandan
que obre instintivamente y asignan la condición de peligroso a dicho homicida,
respectivamente, Carlos Iván Zúñiga Guardia [La teoría jurídica del homicidio cit., p.
151] y Ángel Gustavo Cornejo [Derecho penal especial cit., p. 26].

74
colación, vincula placer y crueldad. "Teniendo en cuenta la forma,
modo y circunstancias como se produjeron los hechos —dice el
fallo citado171— de ninguna manera cabe invocarse la concurrencia
de la agravante de gran crueldad o alevosía, pues para afirmar ella
se requiere que la muerte se haya causado por un acto cruel e inhu-
mano, siendo el rasgo central de esta experiencia el sentimiento de placer
que acompaña la sensación del sufrimiento ajeno".
Si los castigos previos a la causación de la muerte no se aplicaron
con la finalidad incrementar los sufrimientos sino, más bien, para
que la víctima descubra el lugar donde tiene escondido el dinero
que se le quiere arrebatar, en modo alguno podría aplicarse la
calificante; todo ello por cuanto el "exceso de mal tiene que ser de
la misma índole o especie que el mal propio del delito"172
4.3 La muerte. Únicamente, según parece, si se siguió
el iter señalado en los puntos 4.1 y 4.2, la muerte producida
será constitutiva del también llamado homicidio por sevicia o
ensañamiento.
5 Consunción en el hecho acompañante. Las lesiones gra-
ves [art. 121] o leves [art. 122] producidas a la víctima antes de que
le sea ocasionado el óbito, entran en concurso aparente con el ho-
micidio por crueldad y, por lo tanto, no merecen sanción indepen-
diente. Si lo que se le causa son simples contravenciones [art. 441],
el delito cometido no es el brevemente analizado en esta sección
sino, más bien, el señalado en el punto 4.1.2 precedente; todo ello,
porque en las contravenciones el daño es todavía soportable.
6 Comisión por omisión. Se daría, como lo ha puesto de
manifiesto la doctrina173, cuando para incrementar los sufrimientos
del sujeto pasivo, simula el salvavidas fallidos actos de rescate o,
incluso, cuando rehúsa proporcionar agua a quien desea matar
de sed, luego de haberlo encerrado, durante varios días, en un
socavón.174
171
Parcialmente reproducido en Fidel Rojas Vargas y Alberto Infantes Vargas,
Código penal cit., 225.
172
Manuel de Rivacoba y Rivacoba, Nueva crónica del crimen, Edeval, Valparaíso,
1981, p. 247.
173
Principalmente Juan Bustos Ramírez, Manual de Derecho penal, Parte especial cit.,
p. 29 y Luis Gracia Martín, Comentarios al Código penal, Parte especial cits., p. 119; en
Perú, Silfredo Hugo Vizcardo, El tratamiento del delito de asesinato en el marco de la Ley
núm. 30253, que incluye la modalidad de "codicia" y excluye la modalidad de "veneno",
Gaceta penal y procesal penal, tomo 65, Lima, 2014, p. 29.
174
Tal vez sea oportuno señalar que los padecimientos ocasionados a través de
la realización de un movimiento corporal, son actos de crueldad activa; los que

75
7 Crueldad y ferocidad. Si se cose a puñaladas a fin de habilitar
la mayor cantidad de sufrimiento a la víctima, habrá ensañamiento o
crueldad; si se hace lo mismo para combatir el estrés con un buen baño
de sangre, estaremos frente a un caso de homicidio por ferocidad.
8 Crueldad, lucro y placer. El asesino Aureliano Calixto, cuyos
desafueros se hallan escrupulosamente referidos en Los caballeros del
delito [supra nota 146], aspiraba matar paso a paso y, por añadidura,
saboreando la emoción que de hecho ello le proporcionaba. Después
de cada disparo de bala que se le encomendaba propinar, según
anota López Albújar [p. 318], se detenía a mirar "cómo se retorcía"
el herido e, incluso, suspendía momentáneamente su acción a fin de
dispensar a la víctima la falsa idea de que podía "escapar". Como
se ve, sin problema alguno pueden hermanarse crueldad, lucro y
placer.
9 Pena. Si bien algunos documentos [Proyectos de 1855 y 1873
y, además, los códigos de 1836 y 1862] consideraron adecuada la
imposición de la pena de muerte para el homicidio por crueldad,
otros [Proyectos de 1916 y 1984, además, del código de 1924] se
inclinaron a favor del encierro carcelario perpetuo. En la versión
actualizada del código, conforme a la modificación efectuada por
medio de la Ley núm. 30253 [del 23/10/2014], la pena privativa
de libertad para el homicida puede alcanzar los 35 años.
Modelos de ecuanimidad, en cambio, fueron los Proyectos de
1875 y 1900-1902 en los que en ningún caso, según lo proponían
los arts. 296 y 271, respectivamente, la prisión a imponerse podía
exceder los 20 años.175
__________________
se producen omisivamente, son de naturaleza pasiva. Es pasivamente cruel, por
ejemplo, el sujeto que se muestra indiferente frente a la aficción ajena. Sobre la
distinción entre crueldad activa y pasiva véase Jesús Mosterín, El triunfo de la
compasión. Nuestra relación con los otros animales, Alianza Editorial, Madrid, 2015, p.
49.
175
Quedando cortos si los comparamos con el Proyecto que Manuel López–Rey
y Arrojo elaboró para Bolivia en 1943, donde se establece [art. 433] que en ningún
caso la pena puede ser superior a 15 años de reclusión.

76
10

Homicidio calificado por la función


desempeñada

El que priva de la vida dolosamente a alguna de las personas


indicadas en el art. 108-A176, comete homicidio calificado por razón
de la función del sujeto pasivo. Como fuere, acaso interese indicar
que ni el código de 1862, ni el de 1924, contenían figura similar
que, a no dudarlo, es propia del viejo Derecho de la Monarquía
Absoluta o, mejor aún, de los gobiernos autoritarios del mundo
moderno177.
1 Conducta. Puede ser cometido el delito por acción u omisión.
En el primer caso, realiza el agente un movimiento corporal [apretar
el gatillo del arma de fuego] y destruye la vida de la víctima; en el
segundo, deliberadamente suspende la intervención quirúrgica que
le confió un soldado para, de ese modo, producirle la muerte.

176
Cuyo texto es el siguiente:
«Art. 108-A ~ El que mata a uno de los altos funcionarios comprendidos en el
artículo 39 de la Constitucion Política del Perú, a un miembro de la Policía Nacional,
de las Fuerzas Armadas, a un magistrado del Poder Judicial o del Ministerio Público
o a un miembro del Tribunal Constitucional o a cualquier autoridad elegida por
mandato popular, en el ejercicio de sus funciones o como consecuencia de ellas, será
reprimido con pena privativa de libertad no menor de veinticinco años ni mayor de
treinta y cinco años».
177
Es de lamentar que en los Proyectos de Códigos del 2014 [art. 193] y 2016 [art.
229], se haya reservado espacio para incluir nuevamente dicha figura.
2 Elementos objetivos y subjetivos del tipo.
2.1 Sujeto activo. Es de hecho un delito común y, por lo
mismo, puede cometerlo cualquier persona. Si un miembro de
la policía priva de la vida a un magistrado, no tendría el hecho la
condición de delito especial.
2.2 Sujeto pasivo. Independientemente del sexo o edad, debe
el sujeto pasivo ser oficial, suboficial o tropa del ejército, la marina
de guerra o la aviación; puede también serlo quien ejerza el cargo
de magistrado [juez o fiscal]178, policía, quien haya sido elegido
por mandato popular [alcalde, presidente regional, congresista,
consejero regional, regidor municipal] o, finalmente, los ministros
del tribunal constitucional y demás funcionarios mencionados en el
art. 39 de la Constitución Política.
2.3 Tiempo. Habiéndose indicado que la víctima exclusivamente
debe ser un funcionario [juez] o servidor [soldado], solo puede
cometerse el delito desde que el sujeto pasivo asume el cargo que
se le encomienda; por lo tanto, en la mayoría de casos ha de tener
la edad que exige la ley para ser jefe de la nación, magistrado,
congresista, etc.
Ahora bien, la muerte del sujeto pasivo, en algunos casos, podrá
tener lugar en el momento en que ejerce sus funciones y, en otros,
mucho después.179
2.4 Medios. De cualquier instrumento, incluidas las sustancias
tóxicas no proporcionadas engañosamente, ha de valerse el
homicida para causar la muerte del funcionario o servidor. No hay
razón para excluir el uso de medios no materiales, como cuando
se produce un estado de terror que, de por sí, ocasiona a su vez el
fallecimiento del funcionario.
2.5 Aspectos subjetivos. Es posible obrar con dolo directo,
eventual y con dolo de consecuencias necesarias; pero al momento
de realizarse el hecho homicida, debe conocer el agente que el sujeto
pasivo tiene o ejerce, o tenía o ejercía, alguna de las ocupaciones
indicadas en el tantas veces citado art. 108-A.
2.6 Error. De incurrir el agente en error sobre la persona al

178
José Luis Castillo Alva estima que en este tipo de delitos debe incluirse, como
sujetos pasivos a "los auxiliares jurisdiccionales" y a los "asistentes de la función
fiscal". Cfr. Derecho penal, Parte especial cit., p. 519.
179
No queda suprimida la figura si el hecho se comete cuando el funcionario se
encontraba de vacaciones o se había jubilado, bastando con que la muerte se haya
producido por haber dicho funcionario actuado como lo hizo.

78
querer matar a un ciudadano distinto de los mencionados en el art.
108-A, únicamente ha de atribuírsele el delito de homicidio simple,
aunque se haya producido, como consecuencia de la equivocación,
el fallecimiento de un magistrado, militar o congresista.
3 Fundamento. Ahora bien, si lo que se quiere es sancionar
como homicidio calificado la causación de la muerte de un juez, por
el hecho de ser juez; de un policía, por ser policía o, por último,
de un alcalde por ser tal, tenemos para ello la agravante genérica
del "motivo abyecto" en el art. 46, inc. 2, letra c. Dicha agravante,
lejos de dar la impresión de que se discrimina a las personas por la
función que desempeñan, podría servir además para aumentar la
sanción al agente que priva de la vida a alguno de los funcionarios o
servidores mencionados en el núm.108-A.
Si, en cambio, lo que se quiere es sancionar con mayor pena la
causación de la muerte de un miembro de la marina de guerra
por considerar que dicho fallecimiento lleva consigo perjuicios
colaterales a la función pública, sería conveniente ir pensando en
la posibilidad de estimar también calificado el homicidio que recae
sobre médicos, enfermeras, obstetras, odontólogos, bomberos,
salvavidas, profesores y demás funcionarios que cumplen roles más
beneficiosos, importantes y efectivos en pro de la colectividad.
4 Índole. Si la calificante reposa y tiene que ver con los perjuicios
colaterales ocasionados a la función pública, habría en el agente
una mayor antijuridicidad [derivada de los daños concomitantes
producidos]; si, por el contrario, más bien se vincula a los motivos
abyectos, lo que se incrementa es la culpabilidad180.
5 Participación. Sea que se intervenga como cómplice prima-
rio o secundario, la calificante únicamente se comunica a dichos
partícipes si conocían que el autor daba muerte a un funcionario.
6 Atenuantes. Son de aplicación las atenuantes genéricas
establecidas en el texto legal [art. 46]; pero en modo alguno servirá
como tal el haberse causado la muerte a un funcionario [v. gr., a un
juez], por haber dictado una sentencia desde todo punto de vista
arbitraria.Tampoco constituye causal de atenuación si el magistrado
carece de la condición de titular al desempeñarse como suplente
o provisional o si, es de menor categoría [por ejemplo, juez de
paz]; como contrapartida y en sentido inverso, no ha de reputarse
agravado el homicidio si la víctima se desempeñaba como general
180
En general, sobre la naturaleza de las agravantes y calificantes cfr. Manuel de
Rivacoba, Las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal en la teoría general
del delito, cits. pp. 73 y ss.

79
en jefe o como juez supremo.
7 Concurso. Pueden concurrir las calificantes del art. 108
cuando el agente prive de la vida a un policía con gran crueldad o
alevosía.
8 Pena. Resulta sumamente exagerado prever una sanción
muchísimo mayor que las que se establece para el parricidio [art.
107] y el homicidio calificado [art. 108], pues "tanto si se ha de
castigar como si se ha de tratar con dulzura, debe mirarse a los
hombres humanamente".181

181
Útiles y rotundas palabras estas que Rivacoba, tomando de Goethe y Radbruch,
consigna en su Configuración y desfiguración de la pena que se incluyó en Violencia y
Justicia, con Prólogo de José Luis Guzmán Dálbora y Epílogo de Eugenio Raúl
Zaffaroni, Editorial Universidad de Valparaíso, Valparaíso, 2012, p. 47.

80
11

Femicidio

Cuatro países de Centroamérica dieron inicialmente cabida al


femicidio: Costa Rica, el año 2007; Guatemala, el 2008; El Salvador,
el 2010 y, Nicaragua, el 2012. Chile lo admitió el año 2010, nuestro
país un año después y, Bolivia y Ecuador, en el transcurso del 2013.
No siempre, eso sí, fue recibida la figura con beneplácito182.
La inclusión del femicidio en el código, rápidamente dio motivo
a los entendidos para ocuparse por escrito del tema183, siendo, sin
duda, la figura más estudiada durante los últimos años.
1 Evolución legislativa. Surgió en nuestro país como
una modalidad del parricidio en diciembre de 2011 y, más
específicamente, por el soplo existencial que le proporcionó la
Ley núm. 29819. Años después, el 2013, independizándose del

182
La estima necesaria Jorge Mera Figueroa y, la impugna, Daniel Cerna Salazar.
Del primero, cfr. Femicidio, disponible en www.boell-latinoamerica.org/downloads/
Tipificar_el_femicidio_un_debate_abierto [revisada el 5 de marzo del 2015], p. 56;
del segundo, El delito de feminicidio: Crítica a los fundamentos político criminales que lo
sustentan, Actualidad Jurídica, Información especializada para abogados y jueces,
tomo 237, Lima, 2013, p. 133.
183
Como lo demuestra, entre otros, el importante trabajo de Emanuele Corn, La
revolución tímida. El tipo de femicidio en Chile por la Ley núm. 20480, Revista de Derecho,
año 21, núm. 2, Universidad Católica del Norte, 2014, pp. 103 a 136.
parricidio, comenzó a tener vida propia.184
Prelegislativamente, fue incluido en los Proyectos números
3654-2009-CR y 3971-2009-CR de los años 2009 y 2010,
respectivamente y, además, en el Proyecto de Código Penal de
diciembre del 2014 [art. 194].
2 Concepto. Ateniéndonos a lo establecido por la Ley 30068,
última que se ocupó detenidamente del tema, el femicidio es la
causación de la muerte de una mujer por su condición de tal; se
da, entre otros casos, cuando el marido, exmarido, conviviente o
exconviviente mata a la mujer con la que está casado, con la que
lo estuvo, con la que convive o, finalmente, con la que convivió,
siempre que los hechos se produzcan en el ámbito hogareño o como
consecuencia de un altercado familiar.
Es también femicida quien fuera del ámbito familiar, priva de
la vida a una mujer a la que infructuosamente acosó; o el que, en
el ámbito laboral, hace lo propio con una subordinada suya por
razones de género.
3 Objeto material. Cualquier ser humano vivo de sexo
femenino cuya existencia haya sido interrumpida en las
circunstancias contempladas en el art. 108-B, es el objeto material
en el presente delito.
4 Acción. Ha de estar orientada a causar el fallecimiento del

184
El hálito existencial autónomo, esta vez provino de la Ley 30068 que introdujo
el femicidio en el art. 108-B, cuya versión actualizada es la siguiente:
«Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de quince años el que
mata a una mujer por su condición de tal, en cualquiera de los siguientes contextos:
1] Violencia familiar; 2] coacción, hostigamiento o acoso sexual; 3] abuso de poder,
confianza o de cualquier otra posición o relación que le confiera autoridad al agente;
4] cualquier forma de discriminación contra la mujer, independientemente de que
exista o haya existido una relación conyugal o de convivencia con el agente.
La pena privativa de libertad será no menor de veinticinco años, cuando concurra
cualquiera de las siguientes circunstancias agravantes: 1] Si la víctima era menor de
edad o adulta mayor; 2] si la víctima se encontraba en estado de gestación; 3] si la
víctima se encontraba bajo cuidado o responsabilidad del agente; 4] si la víctima fue
sometida previamente a violación sexual o actos de mutilación; 5] si al momento de
cometerse el delito, la víctima tiene cualquier tipo de discapacidad; 6] si la víctima
fue sometida para fines de trata de personas o cualquier tipo de explotación humana;
7] cuando hubiera concurrido cualquiera de las circunstancias agravantes establecidas
en el artículo 108; 8] cuando se comete a sabiendas de la presencia de las hijas o hijos
de la víctima o de niños, niñas o adolescentes que se encuentren bajo su cuidado.
La pena será de cadena perpetua cuando concurran dos o más circunstancias
agravantes.
En todas las circunstancias previstas en el presente artículo, se impondrá la pena
de inhabilitación conforme al artículo 36».

82
sujeto pasivo y no al hecho de lesionarla. Por muy graves que sean
las lesiones producidas a la víctima —y aunque como consecuencia
de ellas muera—, si no obró el agente con el designio de matarla,
sería inaplicable la figura del femicidio.
5 Elementos objetivos y subjetivos del tipo penal
5.1 Sujeto activo. Puesto que exige la ley que la víctima sea
una mujer y que el hecho se cometa en un contexto de violencia
familiar o con ocasión del acoso sexual emprendido contra ella,
el sujeto activo, debe ostentar la condición de varón; con todo, es
claro que una mujer lesbiana puede acosar a otra y luego matarla,
pero al ser el femicidio un delito en el que la muerte se produce por
razones de género, difícilmente dicha conducta encajaría dentro de
lo establecido en el art. 108-B.
Como el sujeto activo debe poseer una calidad no común a
todo ser humano [pues debe ser esposo, exesposo, conviviente,
exconviviente o empleador de la víctima], estamos frente a un
delito especial impropio.
5.2 Sujeto pasivo. Del sintagma "el que mata a una mujer"
que se colocó en el primer párrafo del art. 108-B, queda claro
que el sujeto pasivo nunca podría ser un varón; puede serlo, en
cambio, la persona transexual que finalmente logró, tras múltiples
intervenciones quirúrgicas, alcanzar la condición de mujer [máxime
si en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil figura con
ese sexo].
5.3 Vínculo legal. Entre el agente activo y la mujer a la que se
priva de la vida, debe haber un vínculo legal basado en el matrimonio
civil o en la convivencia; disueltos uno y otra, la causación de la
muerte de la exesposa o de la exconcubina seguirá siendo femicidio
si los exesposos o exconcubinos reanudan, aunque sea de hecho,
la vida hogareña dentro de la que ha de originarse la "violencia
familiar" de la que se hace indicación en el inc. 1 del art. 108-B.
Lo propio ha de decirse en aquellos casos en los que no hubiese
sido retomada de hecho la relación familiar, siempre que la muerte
se produzca con ocasión de una discusión doméstica [celos, por
desacuerdos en torno a los bienes o al destino de los hijos menores,
intento de reanudar definitivamente la relación, etc.]
Los casos precedentemente referidos, son conocidos como
femicidio íntimo.
5.4 Ausencia de vínculo legal. El misógino que priva de la
vida a una mujer con la que nunca sostuvo una relación matrimonial

83
o de convivencia, comete femicidio si la muerte se produce en un
contexto laboral dentro del que ejerce autoridad [v. gr., el superior
jerárquico que mata a la de inferior categoría por el sexo que
detenta].185
5.5 Medios utilizados. La muerte ha de producirse a través
del uso de cualquier medio [incluido el veneno, pero a condición de
que su utilización no sea insidiosa o de que no se ponga en peligro
la vida de muchas personas. Si el marido utiliza ocultamente el
veneno para matar a la esposa, habrá concurso entre el femicidio y
el homicidio calificado del art. 108, inc. 3 <alevosía>; si más bien
pone en peligro la vida de otras personas, el concurso se dará entre
el femicidio y el homicidio del art. 108, inc. 4].
5.6 Elementos subjetivos. Es sin duda el femicidio un delito
doloso en el que el agente debe en principio conocer que mata a su
esposa, para luego, querer alcanzar como resultado la muerte de la
misma.186
6 Eximentes. Si ilícitamente atacase la esposa al marido y
haciendo uso de la defensa matase el acometido a la agresora, su
conducta quedaría cubierta por el estado de necesidad defensivo ya
que, según parece, frente a los ataques de los parientes o de personas
con las que estamos o estuvimos relacionadas ha de repararse, de
ser posible, en los medios utilizados y en el daño que está a punto de
producirse. Para decirlo de otro modo: el respeto a los principios
de proporcionalidad y subsidiariedad, son exigibles al marido que
se defiende de la agresión ilícita de la esposa187.
Si el que mata por razones de género es una persona que padece
trastornos mentales orgánicos [la enfermedad de Alzheimer],
epilepsia genuina, psicosis endógena [esquizofrenia], psicosis
185
De no existir vínculo legal entre el agente y la víctima el femicidio será no
íntimo. La distinción entre femicidio íntimo y no íntimo se encuentra en Néstor
Rivera Navarro, Tipificación del feminicidio en el Código penal peruano, Gaceta penal
y procesal penal, tomo 13, Lima, 2010, pp. 481 y 482; Ramiro Salinas Siccha,
El delito de parricidio en el Perú luego de la Ley núm. 29819, Gaceta penal y procesal
penal, tomo 36, Lima, 2012, p. 76; Rocci Bendezú Barnuevo, Comentario a la Ley
núm. 30068 que incorpora el nuevo tipo penal de feminicidio, Actualidad Jurídica, In-
formación especializada para abogados y jueces, tomo 237, Lima, 2013, p. 131 y
Felipe Villavicencio Terreros, Derecho penal, Parte especial cit., p. 191.
186
Exige conocimiento y voluntad en el dolo Esteban Sola Reche, Derecho penal,
Parte general, [Coordinadores Carlos María Romeo Casabona, Esteban Sola Reche y
Miguel Ángel Boldova Pasamar], Editorial Comares, Granada, 2013, pp. 117 a 120.
187
Sobre el estado de necesidad defensivo, aunque no con el sentido que se le
asigna en las presentes páginas, véase Diego-Manuel Luzón Peña, Derecho penal, Parte
general, Editorial B de F, Buenos Aires, 2016, pp. 657 a 659.

84
maníaco-depresiva [o trastorno bipolar], reacciones a estrés grave,
trastornos de ansiedad fóbica, oligofrenia o intoxicación plena
por el consumo de drogas o alcohol, quedará liberado de toda
responsabilidad penal cuando, como consecuencia de ello, no
hubiese podido comprender el carácter delictuoso de su acto o, en
su caso, adecuar su conducta conforme a dicha comprensión. Si las
indicadas causas de inimputabilidad son semiplenas, se aplicará la
atenuante del art. 21 y, si delata el agente peligrosidad, las medidas
de seguridad contenidas en los arts. 71 y ss.188
7 Autoría y participación. Se dejó indicado que el sujeto
activo en el delito de femicidio debía en principio tener la condición
de varón [pues ha de privarse de la vida a una mujer por razones de
género]. La intervención de una mujer en la muerte causada por el
marido contra su esposa, es un homicidio calificado o simple según
concurran o no las circunstancias del art. 108.
8 Pena. Entre los delitos contra la vida, es la figura delictiva
que contiene mayor sanción penal, pudiendo merecer, quien
se responsabilice por ella, cadena perpetua189. Lo cierto es que
son cada vez más los penalistas [jueces, fiscales, estudiantes] que
repudian la pena privativa de libertad de corta o de larga duración.
Pareciera, por lo tanto, que incurrimos en un exceso inexplicable
cuando pretendemos sancionar con cadena perpetua el femicidio.

188
Ampliamente sobre las causas de inimputabilidad Asier Urruela Mora,
Imputabilidad penal y anomalía o alteración psíquica, Cátedra de Derecho y Genoma
Humano-Editorial Comares, Bilbao-Granada, 2004, pp. 193 a 337 y, Jaime Náquira
Riveros, Derecho penal.Teoría del delito, I, McGraw-Hill, Santiago de Chile, 1998, pp.
359 a 385.
189
Sobre el carácter inconstitucional de esta pena véase Emilio José Armaza, El
tratamiento penal del delincuente imputable peligroso, Prólogo de Carlos María Romeo
Casabona, Editorial Comares, Granada, 2013, pp. 166 y 167 y, principalmente, léase
el párrafo compuesto por Iván Meini que a continuación se reproduce: "La única
manera en la que la cadena perpetua deje de ser inconstitucional, dice el profesor
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, sería que la cadena perpetua no sea
perpetua, es decir: o bien se establece la obligación de que se concedan siempre y en
todos los casos beneficios penitenciarios, o bien se obliga al Juez no solo a revizar la
sentencia, sino también a excarcelar al condenado, o bien se declara inconstitucional
a la cadena perpetua de una vez por todas y de manera clara y directa". Cfr. Imputación
y responsabilidad penal. Ensayos de Derecho penal, ARA Editores, Lima, 2009, p. 332.

85
Bibliografía complementaria

Armaza, Emilio José. El control telemático del delincuente imputable


peligroso en el Derecho penal español publicado en Carlos María Romeo
Casabona et alii, Adaptación del Derecho penal al desarrollo social y
tecnológico, Editorial Comares, Granada, 2010, pp. 429 a 453.
Bacigalupo, Enrique. Los delitos de homicidio, Editorial Temis,
Bogotá, 1999.
Batista, Nilo. Notas sobre el homicidio alevoso en el Derecho penal
peruano publicado en El Penalista de la América Austral. Ofrenda
académica al Prof. E. R. Zaffaroni, Concepciones Contemporáneas
del Derecho Penal y de la Criminología, vol. 5, Editorial Pangea,
Arequipa, 2010, pp. 235 a 244.
Rivacoba y Rivacoba, Manuel de. De la alevosía y otros elementos
cualificativos del asesinato incluido en Nueva crónica del crímen, Edeval,
Valparaíso, 1981, pp. 215 a 251.
Rivacoba y Rivacoba, Manuel de. Cambio de sentido en la protección
y el concepto penal de la vida humana publicado en Doctrina Penal de
Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1989, números 46/47, pp. 287
a 294.
Rodríguez Devesa, Jose María y Serrano Gómez, Alfonso. Derecho
penal español, Parte especial, Dykinson, Madrid, 1992.
Romeo Casabona, Carlos María et alii, Derecho penal, Parte especial,

87
Editorial Comares, Granada, 2016.
Serrano Gómez, Alfonso. Derecho penal, Parte especial, Dykinson,
Madrid, 2004.

88
HOMICIDIO se estampó el 10 de mayo del 2017
en los talleres gráficos de JOSHUA V & E SAC
Calle Angamos núm. 118, Urb. María Isabel
Cercado-Arequipa

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