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Dora Barrancos
http://www.revistacriterio.com.ar/sociedad/las-mujeres-y-su-quotcausaquot/
Las agencias femeninas – y empleo aquí “agencia” en el sentido otorgado por Anthony Giddens
(1986) esto es, como la acción humana organizada racionalmente para la prosecución de
fines han sido profusas en la Argentina, aunque como es bien sabido la historiografía demorara
en advertirlo. En efecto, fue el sacudón iniciado hace apenas dos décadas el que posibilitó
interpretar el significado de la diferencia sexual en la actividad humana permitiendo el ingreso de
las mujeres a la historia. Desde entonces se han expandido los análisis de su desempeño
doméstico y público y se ha modificado el foco de atención de los fenómenos históricos a la luz de
las nuevas protagonistas.
En la galería que sigue, hay agencias de mujeres que comulgaron abiertamente con el feminismo y
hay desavenidas y hasta opositoras radicales, pero lo que importa es observarlas en contrapunto
con los estrechos límites sociales y culturales que las condenaba a la subalternancia. La saga de las
mujeres representándose a sí mismas, a sus convicciones o a sus deseos, por paradojales que
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resulten, se revela como una fuente inagotable de motivos para escudriñar la propia sociedad. Tal
es la línea mayor de inscripción de este balance.
La Argentina moderna es pródiga en escenarios con protagonismo femenino que incluyen desde
instituciones de caridad hasta organizaciones de trabajadoras, desde grupos culturales hasta
entidades que adhieren a determinadas afinidades ideológicas y políticas. En el paisaje de esa
modernidad se instala la “causa femenina” aunque no tenga la misma repercusión que la “causa
social”. Basta recordar que la noción “feminismo” tuvo una recepción precoz en el Río de la
Plata 1 y que se debe a Elvira López (1901) la primera tesis doctoral en el área latinoamericana
dedicada a la cuestión 2.
Una agencia femenina notable en el plano de las intervenciones públicas dedicadas a la asistencia,
es la Asociación de Beneficencia. Creada en 1823, tendrá un desarrollo exponencial en las últimas
décadas del XIX y constituirá uno de los organismos más importantes dedicados a la materia, un
verdadero emporio de entidades dedicadas a la salud y a la protección de la infancia que excedía
los límites de Buenos Aires. Su disputa con el poder público (en manos de maridos, otros
parientes o amigos) ha venido a tono recientemente (Mead: 2000; Pita: 2004) ya que su
caracterización había opacado los conflictos, especialmente con el “campo médico” que deseaba
una gestión más racional y secular de los hospitales a su cargo. Las mujeres de la Asociación
disfrutaban de una situación que, aunque subrrogante de las potestades masculinas en lo
esencial, no carecía de decisiones independientes que las llevaron a momentos de alta tensión
con los poderes del Estado y, como ya he señalado, con el expansivo sector de los profesionales
médicos que disputaban hegemonía. A medida que corrieron las décadas la Asociación perdió
terreno frente a un Estado cada vez más interventor. Con la llegada del peronismo se selló el fin
de sus antiguas atribuciones y la Asociación quedó reducida a mínima expresión frente a la
hegemonía del estado de bienestar, una de cuyos principales brazos fue la Fundación Eva Perón.
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Con objetivos muy diferentes, pues pretendía contestar la sujeción civil femenina, Cecilia Grierson
– la primera médica argentina- y Adela Van Praet de Sala, entre otras mujeres, crearon el Consejo
Nacional de Mujeres en 1901. Cecilia era una feminista que había asistido al Congreso de Londres
y del que había vuelto convencida de la necesidad de reunir a las congéneres en procura de
derechos. Las desaveniencias no demoraron ya que Cecilia propiciaba un decidido espíritu
feminista, afirmando cierta radicalidad en materia de derechos civiles y cívicos, posiciones que la
distanciaban de sus compañeras del Consejo.
La ruptura marcó un hito en la conformación de dos vertientes contrapuestas, por un lado la que
daba cuenta de la necesidad de reivindicar derechos y que originó la Asociación de Universitarias
Argentinas, y por otro, la que caracterizó al Consejo y a otros grupos afines, sostenedores de
valores tradicionales, en buena parte vinculados a la Iglesia Católica. Cada una de estas fórmulas
estuvo a cargo de los Congresos del Centenario, oportunidad en que se proclamaron derechos y
se hicieron solicitudes de muy diversa índole. El Congreso de la Mujeres Universitarias marcó el
tono de las subjetividades seculares y sostuvo la más amplia igualación civil, abogando también
por los derechos políticos. Por su parte, el Congreso de las Mujeres Patrióticas, exhibió las
contribuciones femeninas en diversas dimensiones. Imposible no evocar a Dolores Lavalle de
Lavalle, a Mercedes Pujato Crespo a Celia Lapalma de Emery protagonistas de esta reunión en
aspectos fundamentales como la educación, la cultura y la asistencia a los sectores desvalidos.
Más allá de las diferencias entre las adeptas a una y otra corriente, el clima de época dotaba a las
subjetividades femeninas en juego y a sus acciones de una orientación maternalista que ancoraba
en los deberes fundamentales de la procreación y el indelegable cuidado de la prole (Nari: 2000,
2004) Hasta representaciones irruptoras como el anarquismo, no obstante sus posturas
radicalizadas, no vacilaba en situar a los deberes de la maternidad entre los más elevados.
Justamente, para señalar la trascendencia de esa función, el anarquismo reclamaba “maternidad
consciente”, sintagma que resumía la necesidad eugénica de limitar los nacimientos, pero que no
abjuraba en absoluto del canon de la maternidad como supremo significado de lo femenino. Y no
debe olvidarse la obstinada asociación de las mujeres anarquistas para difundir la emancipación.
Otra agencia de ese inicio del siglo fue la representada por las trabajadoras de la Unión Gremial
Femenina. Se trata del núcleo femenino de la Unión General de Trabajadores – UGT – constituida
a iniciativa del socialismo hacia 1903. Las socialistas se destacaron por haber promovido la
organización de las trabajadoras y entre los primeros grupos de actividad reivindicativa se
destacan las diferentes ramas de la confección – en las que era tan abigarrada la presencia de
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mujeres. Modistas, camiseras, costureras, bordadoras, sombrereras, guanteras fueron
convocadas a unirse para mejorar salarios y condiciones de trabajo. Pero también lo fueron las
textiles, las obreras de la industria alimenticia, las fosforeras, las telefonistas. Las dificultades
eran enormes debido a la dispersión, al extendido fenómeno del trabajo a destajo realizado en los
domicilios y a los estereotipos de género que inhibían a las mujeres de alistarse en organismos
sindicales.
Hermanadas en los ideales sociales y políticos con las mujeres de la Unión Gremial, las socialistas
también formaron el Centro Socialista Femenino (1902) que desarrolló numerosas acciones para
obtener derechos civiles y políticos, proteger a las mujeres trabajadoras, promover a la niñez
desvalida, extender la educación pública. Fenia Chertkoff, María Spada, Carolina Muzzilli, Raquel
Camaña, Victoria Gucovsky entre otras adherentes militaron por estos objetivos en las primeras
décadas del siglo pasado En torno de Alicia Moreau, por su vez, se configurará una línea
específica de acción pro voto femenino. No parecía bastar que el Partido Socialista tuviera un
organismo dedicado a ese objetivo, por lo que Moreau creó al filo de la década 1920 una entidad
de singular actuación, la Asociación Pro Sufragio Femenino, con el fin de convocar un arco
ideológico mayor. Alicia Moreau no cejó en la lucha a favor de los derechos de las mujeres en su
casi centenaria vida.
La procura del voto fue casi hegemónica en las demandas que se formularon durante esa década.
A la iniciativa de Moreau se sumaron las organizaciones creadas por Julieta Lanteri y Elvira
Rawson de Dellepiane. Julieta, que se había destacado en la militancia feminista en fracciones del
librepensamiento - junto con María Abella Ramírez-, fundó el Partido Feminista y fue candidata a
Diputada en diversas oportunidades mientras transcurrían los 20. Su lucha por la ciudadanía es
una página peculiar de la historia del feminismo en la Argentina (Feijóo:1980; Lavrin: 1996,
Barrancos: 2002, Bellotta: 2001). Elvira Rawson de Dellepiane por su parte organizó a las que
aspiraban a derechos civiles y políticos en la Asociación pro Derechos de la Mujer.
Los años 1920 fueron pródigos en agrupamientos. Por el lado de las que no simpatizaban con las
reformistas, una serie de organizaciones vieron la luz. Se trataba en su mayoría de mujeres de la
elite, o por lo menos de los sectores medios más acomodados. Algunas habían egresado de la
Universidad y este atributo las ligaba en algún modo a las reformistas. Esta relación está en la
base de un nuevo grupo femenino liderado por la entusiasta Carmela Burne de Burmeister quien
animó primero el Comité argentino Pro Voto de las Mujeres, convertido a inicio de la década 1930
en la Asociación Argentina Pro Sufragio Femenino.
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Todas estas agencias impulsaron la modificación de la ley electoral para dar ingreso a las mujeres
en 1932, y aunque la Cámara de Diputados sancionó el voto femenino el Senado fue adverso y ni
siquiera llevó al recinto la discusión de la medida.
Aún menos conocido es el asociacionismo femenino en otros cultos, aunque es sabido que las
comulgantes con las iglesias reformadas protestantes siempre contaron con un sector propio. Las
mujeres judías tuvieron un desempeño notable en actividades asistenciales, de auxilio a la niñez
con problemas y en general en obras de socorro a quienes exhibían necesidades en la comunidad
(Guy: 2004, Mc GeeDeutsch: 1997)
Entre las agencias también posicionadas a la izquierda que asomaron a fines de la década de
1930, deben contarse el Comité Argentino de Mujeres Pro Huérfanos Españoles y la Junta de la
Victoria. Ambos organismos dedicaron ingentes esfuerzos a socorrer a las víctimas del
nazifascismo – especialmente a los afectados por la guerra civil española -, a luchar contra los
regímenes totalitarios de derecha y a impulsar la transformación social y política del país. Se
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trataba de organizaciones próximas a los partidos de izquierda, pero que mantuvieron cierta
autonomía. Muy probablmente, mujeres que se correspondían con estas expresiones, formaron
también los núcleos que coadyuvaron en la campaña electoral de la Unión Democrática, aunque
este sea un aspecto de la participación femenina aún no indagado.
No es posible ignorar el segmento de extrema derecha compuesto por las mujeres que adherían
a la asociación femenina de la Liga Patriótica Argentina (McGee Deutsch: 1986) y que a menudo
sostuvo severos conflictos con las militantes de izquierda.
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Vincenti, Esther Ballestrino de Careaga y Maria Eugenia Ponce de Bianco pagaron con tortura y
muerte la osadía. Pero la Asociación no se amedrantó y constituyó uno de los más expresivos
núcleos de oposición a la feroz dictadura cuyo ejemplo ha alcanzado toda suerte de
reconocimientos. Su ejemplo cunde en cualquier lugar donde se violan los derechos humanos.
Otro tanto debe decirse de las Abuelas de Plaza de Mayo, cuya misión se concentra en la
búsqueda de los cientos de niños arrebatados a sus familiares por la dictadura.
1. Se debe seguramente a las mujeres de la elite una primera adopción naif del término. La
Comisión de Damas del Patronato de la Infancia adoptó el nombre de “Sección Feminista” para
dar cuenta del segmento espcializado en producciones manuales femeninas – y otros objetos
adjudicados a las devociones de mujeres - de la Gran Exposición de 1898. En esa
oportunidad Ernesto Quesada realizó su notable discurso “La cuestión femenina” en la que
esbozó trazos significativos del feminismo. Ver Dora Barrancos, Reception of the Concept of
“Feminism”in the Argentine Society (1890-1910), Berkshire Conference, Claremont, 2005
2. Elvira López, “El movimiento feminista en la Argentina”, Buenos Aires, 1901
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