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04-08-2018
América Latina se ha convertido en plaza fuerte de la corrupción. Ningún país de la región está libre
de este cáncer que impide avanzar a formas más elevadas de democracia, cultura y justicia social.
Sus tentáculos abarcan todo tipo de instituciones de un sistema que ha llegado al fin de su ciclo sin
que todavía logre surgir su alternativa.
El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, se propone enfrentarla en uno de
los países más corruptos y violentos del mundo. Para cumplir ese propósito AMLO deberá exponer
su propia vida. El crimen organizado ha provocado en México más de 16 mil homicidios en el primer
semestre de este año y más de 31 mil el 2017. El crimen más horrible cometido bajo la actual
administración fue la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa,
hasta ahora en la impunidad.
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Al presidente golpista del Brasil, Michel Temer, y al de Argentina, Mauricio Macri, se les imputan
actos de cohecho y soborno. Más de 120 políticos brasileños, entre ellos Eduardo Cunha, el ex
presidente de la Cámara de Diputados que articuló el "golpe legislativo" que destituyó a la
presidenta Dilma Rousseff, fueron condenados por lavado de dinero.
El caso de Brasil toca fibras sensibles de la Izquierda latinoamericana. Dirigentes del Partido de los
Trabajadores, con su líder histórico a la cabeza, han sido acusados de corrupción. Entre otros su ex
presidente, José Genoino; tres ex tesoreros: Joao Vaccari, Paulo Ferreira y Delúbio Soares; y el ex
jefe de gabinete de Lula, José Dirceu. Varios tienen una destacada trayectoria como militantes
revolucionarios y participaron en la guerrilla que enfrentó a la dictadura militar (1964-1985).
¿Por qué el PT utilizó Petrobras como su caja de fondos? ¿Por qué estableció relaciones incestuosas
con Odebrecht y OAS, gigantes de las obras públicas, en beneficio propio y de políticos amigos en
otros países? ¿Por qué el PT se corrompió a ese extremo?
Participar en política y -si se tiene éxito- retener el poder, cuesta dinero. Con plata se ganan
elecciones y se compran conciencias. La política electoral es una guerra de marketing. Se rige por
las reglas del mercado. Pero disponer de dinero -cada vez en mayor cantidad- significa contraer
compromisos que hay que pagar desde el gobierno y el Parlamento. Para eso están el tráfico de
influencias, licitaciones truchas, franquicias tributarias, comisiones en compras del Estado,
excepciones aduaneras, leyes especiales, el blanqueo en la repatriación de capitales, etc. Estas son
las monedas de cambio de la corrupción política.
Un revolucionario brasileño, Plinio de Arruda Sampaio, militante petista, explicó en Chile ese
fenómeno de transmutación que sufren ciertos partidos populares. Se iniciaba el primer gobierno
de Lula y ya era evidente que el PT había contraído el virus de la corrupción (1).
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La lucha contra la corrupción, sin embargo, no puede quedar en manos de autoridades que no son
moralmente idóneas para lanzar la primera piedra. Chile necesita un movimiento político-social
como los encabezados por López Obrador en México y Gustavo Petro en Colombia. La bandera de la
ética política posee atributos suficientes para convocar al conjunto de las demandas del pueblo.
Nota:
(1) El seminario "El socialismo del siglo XXI", organizado por la revista Punto Final, se efectuó el 30
de septiembre del 2005 en el Salón de Honor del ex Congreso Nacional. Participaron Nicolás
Maduro, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela; Tubal Páez, presidente de la Unión de
Periodistas de Cuba; el teólogo chileno Álvaro Ramis; y Plinio de Arruda Sampaio, en representación
del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) de Brasil. (Arruda falleció el 2014).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
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