Вы находитесь на странице: 1из 6

2.2.1.

Acercamiento conceptual a la esperanza

Se puede conceptualizar la esperanza como una actitud, sentimiento, virtud,

dimensión o constitución de la naturaleza humana relacionada con la

confianza en que ocurra o en conseguir cierta cosa que se desea (Bolaños,

2003; Moliner, 1998). Así mismo, puede ser entendida como un estado

relacionado con una perspectiva positiva en cuanto al futuro; como una

efectiva estrategia de afrontamiento; como la expectativa de alcanzar un

objetivo necesario para la vida (Jakobsson, Segesten, Nordholm & Oresland,

1993, Herth, 1989; Stotland, 1969); o, finalmente, como un poder interior

que enriquece al ser a través de la trascendencia de la situación actual (Herth,

1990, 1993).

Asimismo, la esperanza es considerada como factor vital para el

sostenimiento psicológico y físico en personas que enfrentan enfermedades

terminales. Seligman (1990, 2002) afirma que las personas que presentan

una creencia a que aferrarse con esperanza, podían vivir un mayor tiempo

que aquellos pacientes que carecían de ella o la perdían tras el tiempo. Esta

afirmación denota la importancia de la esperanza para enfrentar tanto

obstáculos o dificultades de la vida cotidiana, como situaciones de

enfermedad, lo cual ha sido respaldada por distintos estudios (Ran &

Chevens, 2009). En este contexto es posible considerar a la esperanza como

una disposición mediadora en los procesos de salud y enfermedad (Carr,

2007). Finalmente Rand & Chevens (2009) consideran la esperanza como la


capacidad percibida de producir las vías, caminos o medios necesarios para

alcanzar los objetivos deseados y para motivarse a utilizar estas vías.

3.1.1.1. Dimensiones de la esperanza

Según Snyder, Rand & Sigmon ( 2002) existen dos aspectos cognitivos

básicos de la esperanza, fuertemente interrelacionados, conocidos como vías

y agencias.

a) Vías: Es el pensamiento encaminado al establecimiento de medios que

dirigen la acción y la capacidad de planeación de las estrategias

necesarias para alcanzar una meta. Así, los altos niveles de esperanza

expresan la capacidad de hallar el camino adecuado para solucionar una

dificultad y lograr una meta. Esto originará la aparición de un mayor

número de vías alternas para resolver un problema en caso de ser

necesario.

b) Agencia: Hace referencia a la motivación para iniciar una acción y para

seguir las vías hacia las metas deseadas. Este componente incorpora la

noción de que existe cierta energía que mueve a la acción para alcanzar

la meta trazada; por lo que las personas con alto sentido de esperanza

inician esfuerzos que les permiten alcanzar sus objetivos (Snyder et al.,

2002).

La teoría cognitiva de la esperanza de Snyder (2002) supone asimismo

un fuerte vínculo entre las cogniciones asociadas a la búsqueda de logro de

la meta y las emociones. Cuando una situación se percibe como


medianamente difícil más no imposible, prima un fuerte sentido de

esperanza y se experimentan emociones positivas. Cuando la meta es

absolutamente alcanzable, la esperanza es innecesaria y subsiste la

experiencia de emociones positivas en el individuo. Sin embargo, cuando la

meta es percibida como imposible de lograr, lo que surge es un estado de

desesperanza. Así, las emociones positivas o negativas serían el resultado

del pensamiento esperanzado o desesperanzado en relación a los objetivos

personales (Carr, 2007).

Otro aporte importante en el tema es el de Dufault y Martocchio (1985),

quienes basados en su experiencia con pacientes con cáncer de edad

avanzada, consideraron la esperanza como una fuerza de vida dinámica y

multidimensional, caracterizada por una expectativa confiada, aunque

incierta, de alcanzar un buen futuro en base al planteamiento de metas

realistas y significativas para la persona. Ellos identificaron dos esferas en la

esperanza, una general y una particular; y seis dimensiones relativas a los

ámbitos en que se manifiesta:

a) Afectivo

b) Cognitivo

c) Conductual

d) Afiliativo,

e) Temporal

f) Contextual.
A partir de estos aportes, en 1991, Herth combina las seis dimensiones

propuestas por Dufault y Martocchio en tres dominios (en Phillips-Salimi,

Haase, Kintner, Monahan & Azzouz, 2007):

a) Cognitivo-temporal: (Temporalidad y futuro) Incluye la evaluación de

que el resultado deseado es probable y por lo tanto realista.

b) Afectivo-conductual: (Disposición positiva) Alude al sentimiento de

confianza para la iniciación de la acción.

c) Afiliativo-contextual: (Interrelación) Reconoce la importancia de la

relación entre sí mismo y los otros incorporando así aspectos relacionales

y espirituales.

Así, los dos ejes corresponden a los componentes básicos descritos por

Snyder (2002) (vías y agencia); mientras que el tercero aporta al constructo

una dimensión relacional que incluye nociones sobre soporte social

percibido, percepción de soporte espiritual, y sentido de significado y

pertenencia; aspectos no desarrollados en los modelos previos de la

esperanza (Arnau et al., 2010; Mascaro & Rosen, 2005; Varahrami, Arnau,

Rosen & Mascaro, 2010).

3.1.1.2. Estudios sobre la esperanza

De otro lado, la religión también podría estar relacionada en sentido

positivo con la esperanza (Ai et al., 2004; Coe, 2012), ya que así como la
religión tiene la característica de fomentar la salud física y mental y por lo

tanto el bienestar (Krause y Hayward, 2012; Levin et al., 2011), del mismo

modo, la esperanza tiene una relación positiva con la satisfacción por la vida

y con el bienestar (Snyder, Rand y Sigmon, 2002). Entretanto, ambas están

relacionadas con la búsqueda del sentido de la vida y contienen un sistema

de significados con focalización en las metas, es decir, en el futuro

(Coe, 2012); y, además, el acercamiento a Dios es una meta en sí misma

(Byrd y Boe 2001, Kirkpatrick, 1999; Kirkpatrick y Shaver, 1990).

La esperanza se relaciona con el bienestar psicológico y la satisfacción

con la vida (Bailey et al., 2007; Halama, 2010). Las personas con altos

niveles de esperanza suelen mostrarse más predispuestas a percibir síntomas

y señales de pérdida de salud (Rand & Cheavens, 2009), así mismo, tener

una creencia a la cual aferrarse permite vivir un mayor tiempo en

comparación con aquellas personas que carecen de esta o la pierden

súbitamente (Seligman, 1990, 2002). Por otro lado, la esperanza está

inversamente relacionada con la depresión (Arnau et al., 2007; Chen &

Chen, 2008), la ideación suicida (Vincent, Boddana & MacLeod, 2004) y los

problemas de ansiedad (Arnau et al., 2007); mientras que existe una relación

positiva con la calidad de vida en pacientes con cáncer (Rustøen, Cooper &

Miaskowski, 2010), vih (Yadav, 2010) y problemas cardíacos (Beckie,

Beckstead & Webb, 2001).


2.2.2. Regulación emocional

2.2.3. Satisfacción con el ambiente pedagógico

2.2.4. Autoeficacia académica

Вам также может понравиться