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Ciberiglesia
Este tema se pregunta por lo que realmente es para el cristiano la Biblia, su naturaleza. la respuesta se
da en el mismo enunciado: la Biblia es Sagrada escritura, Palabra de Dios. Afirmar eso supone reconocer:
a) Que la Biblia es escritura, es decir, conjunto de escritos. En realidad, una colección de libros escritos
en un abanico de casi doce siglos (X a.C.-II d.C.), redactados en tres lenguas diversas (hebreo, arameo y griego) y
dentro de una amplia modalidad de temas y géneros.
b) Que la Biblia es escritura Sagrada, que guarda una especial relación con Dios. Esta especial relación el
católico la define por referencia a tres datos específicos:
- La Sagrada Escritura es Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu santo (DV 9).
guarda la revelación divina, en cuanto expresa de modo especial la predicación apostólica (DV 8).
- La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración
del Espíritu Santo por medio de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos (DV 11).
- Estos libros inspirados y sagrados son norma y vida de la Iglesia y se encuentran en el Antiguo y en el
Nuevo Testamento tal y como han sido recibidos por la Iglesia (DV 11).
Así, pues, la Biblia en cuanto Sagrada Escritura, pertenece al ámbito de la revelación. En cuanto
Escritura humana y divina es escritura inspirada; en cuanto escritura normativa es escritura canónica.
Nuestro tema se centra en presentar dos grandes temas: la inspiración bíblica y el canon de las
Escrituras.
B. LA INSPIRACIÓN BÍBLICA
I. INTRODUCCIÓN
El tema de la inspiración surge de una afirmación de fe: la Sagrada Escritura es a la vez obra de Dios y
obra de los hombres. Por inspiración, se entiende el carisma del Espíritu Santo concedido transitoriamente al
hagiógrafo (como autor sagrado), mediante el cual la obra escrita resulta ser toda de Dios y toda del hombre.
Objetivo: mostrar cómo la Biblia puede tener conciencia del hecho concreto que tratamos, es decir,
cómo la Palabra de Dios se ha hecho en ella Escritura.
Según la exposición deuteronomista Dios en persona puso por escrito para Moisés y el Pueblo los diez
mandamientos (Dt 4,13; 10,4). Según las tradiciones yahvista y elohista Moisés, por encargo divino, pone por
escrito el texto fundamental de la alianza (Ex 34,10-28; 24,3s.).
También los profetas ponen por escrito con frecuencia las revelaciones que Dios les había comunicado
por sí mismo o por otros (Jer 36). La inspiración profética supone una posesión del Espíritu; quien tiene el
espíritu puede hablar como "boca de Yahvé"; por eso sus palabras se califican de "oráculo de Yahvé". Pero,
aunque se puede hablar de una analogía entre la inspiración profética y la inspiración escriturística, no se
puede aún demostrar la inspiración de la escritura (de la escritura no sólo de la palabra).
Por tanto, mientras no se vaya más allá del dominio del Antiguo Testamento, aparecen únicamente
accesos (no pruebas) que pueden conducir a una verdadera inspiración de la Escritura.
2.2 Testimonios del Nuevo Testamento sobre la inspiración en los escritos del Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento era la "Biblia" de los primeros cristianos. Desde un punto de vista lingüístico la
expresión las Escrituras designa a los escritos del AT. Además está perfectamente atestiguado el uso del Antiguo
Testamento por Cristo, los apóstoles y los evangelistas; siempre le reconocen un contenido de absoluta verdad
conexo con una autoridad irrefutable. Por tanto, lo primero que aparece en el Nuevo Testamento sobre la
inspiración es la fe en la absoluta veracidad de la Sagrada Escritura.
Textos fundamentales:
2 Pe 1,16-21. Anuncia la acción directa del Espíritu sobre los autores sagrados.
2 Tim 3,14-17. Es la única vez que aparece el término inspiración (theopneuste) en el Nuevo
Testamento. Se habla directamente de la eficacia de la Sagrada Escritura. Pero esta eficacia le viene por ser
"theopneuste" (inspirada por Dios). Esta idea de inspiración tiene ya su fundamento en el Antiguo Testamento
en la equiparación "dabar - ruah" (palabra - espíritu).
2.3 Testimonios del Nuevo Testamento sobre la inspiración en los escritos del Nuevo Testamento.
Son pocos, prácticamente dos: 1Tim 5,18 y 2Pe 3,16 donde se ponen textos del Antiguo Testamento y
Nuevo Testamento al mismo nivel. En todo caso los autores del Nuevo Testamento no parecen conscientes de
su propia inspiración.
- En el mundo helenístico se extiende a una idea de una inspiración "mántica". El sacerdote por la
fuerza del pneuma entra en trance, pierde su libertad y pronuncia el oráculo profético.
- En el mundo judío encontramos dos visiones. Una asimilada a la idea helenista; otra, que no separa la
acción del espíritu de la historia humana (de la libre y consciente actividad).
- En el Antiguo Testamento se contempla que en la labor de los profetas lo divino y humano están
presentes: la vocación eleva la personalidad del profeta pero no la destruye.
- El Nuevo Testamento no supondrá cambio. Los apóstoles llevarán a cabo el anuncio de la Palabra de
Dios mediante un recordar, un comprender, un testimoniar, todas ellas facultades plenamente humanas.
En los escritos de la Biblia no sólo se expresa un hombre, sino que es todo el Pueblo el que a través de
escritos individuales se manifiesta y expresa.
Desde una perspectiva teológica podemos decir que este carisma forma parte de las ayudas especiales
que Dios concedió a la Iglesia en su fase funcional. Mediante él la Iglesia fue capaz de fijar en un momento
fundacional, de un modo estable y seguro, la revelación de Dios al hombre trasmitida por Cristo a los apóstoles,
así como de asegurar los libros del Antiguo Testamento en los cuales se contenía la revelación y que habían sido
inspirados precisamente par esa Iglesia.
Por eso, del mismo modo que la primitiva Iglesia fue fundada por Cristo y los apóstoles bajo la guía del
espíritu Santo, igualmente plasmó por escrito la revelación bajo su misma guía. En este sentido se puede decir
que el E. Santo (Dios) es autor de la Iglesia y, dentro de ella, como elemento constitutivo y fundacional de la
misma, de la Escritura.
La inspiración adquiere así su sentido en el para una comunidad, es decir, tiene una dimensión
sociológica, que supera el estricto carisma individual.
De todo esto se sigue, entre otras cosas, que la única intérprete legítima y decisiva de la Escritura sea la
Iglesia en sus diversos modos. Es decir, la Sagrada Escritura sólo es inteligible en el contexto de la Iglesia, a la
cual ha sido dada como elemento fundante.
V. EL DOGMA DE LA INSPIRACIÓN
Los pronunciamientos que la Iglesia ha tenido sobre la naturaleza de la Sagrada Escritura han dado
origen al "dogma de la inspiración".
- El Concilio de Florencia (1442), insiste en el origen de la Escritura por inspiración del Espíritu Santo. Al
mismo tiempo explica la autoría de Dios sobre los dos Testamentos (FIC 115).
- El Concilio de Trento (1546), en el decreto sobre las Escrituras repitió cuanto se venía diciendo en los
documentos antiguos y al definir el canon, incluyó la expresión "sagrados y canónicos" (FIC 119).
La fórmula definitoria (FIC 127) consta de dos parte, una primera que condena los aspectos negativos o
las explicaciones insuficientes sobre el origen sobrenatural de la Biblia, y otra segunda que expone los
elementos positivos.
No fue un período tranquilo; surge la "Cuestión Bíblica", acerca de la verdad de la Escritura. Provocó la
intervención de León XIII con su encíclica Providentissimus Deus (FIC 139) donde viene a decir que para que
Dios sea autor de un libro es necesario que sean de él las ideas de ese libro, y para ello es necesario que
intervenga de modo especial en la inteligencia, en la voluntad y en las facultades ejecutivas del autor o autores
humanos. Documentos que trataron el tema pero sin grandes aportaciones también fueron la encíclica Spiritus
Paraclitus de Benedicto XV (1920) (FIC 161ss.) y la también encíclica Divino Aflante Spiritu de Pio XII (1943) (FIC
169ss.).
Llegó a una solución satisfactoria en la cuestión de la verdad bíblica. En cuanto a la inspiración fue más
modesto. Se limitó a insistir en los aspectos ya definidos en el Vaticano I.
El Concilio reconoce que el efecto principal de la inspiración es elevar la Escritura al rango de Palabra
de Dios.
6.1 Las imágenes de los Padres y las primeras conceptualizaciones hasta el Vaticano II.
- La imagen más utilizada ha sido la de instrumento: el hombre, como instrumento de Dios, ha escrito la
Sagrada Escritura. El origen de esta imagen es bíblico y patrístico. Ofrece la ventaja de explicar la colaboración
estrecha entre el hombre y Dios; pero tiene el inconveniente de que el hombre no es un instrumento inerte,
sino dotado de libertad y voluntad.
- Otra imagen usada por la tradición ha sido la de dictado: el hombre escribe al dictado de Dios, de esta
manera la obra final pertenece a los dos. Tiene un origen patrístico latino (indirectamente bíblico). Ha sido
empleada por Trento, pero después de este concilio fue peligrosamente conceptualizada, de modo que casi
desaparecía el carácter de autor humano verdadero.
- La imagen del autor es también de origen bíblico y patrístico; tiene la ventaja de presentarnos a Dios y
al hombre como autores de la escritura; pero el inconveniente de que es difícil aplicar a Dios directamente el
concepto de autor literario.
El acercamiento a la naturaleza de la inspiración que nos facilitan estas imágenes se debe obtener
mediante la combinación de unas con otras, sin privilegiar ninguna. Pues ninguna nos da una explicación total
del misterio de la Escritura.
El Vaticano I, se sitúa frente a la opinión de aquellos que admitían el hecho de que pasajes escritos por
hombres solos, fuesen elevados a la categoría de inspirados. También, frente aquellos otros autores que
identificaban inspiración con infalibilidad, y afirmaban que si la Escritura estaba inspirada, era porque no
contenía error alguno. El texto viene a decir (FIC 127):
- no porque primero hayan sido compuestos por arte humano y después hayan sido aprobados por su
autor.
- sino porque, habiendo sido escritos por inspiración del E. Santo, tienen a Dios por autor.
Gran parte de los comentaristas posteriores al concilio entendieron el término autor, predicado de Dios,
en su sentido estricto de autor literario. Lo fundamental de la declaración era que había de guardarse, al
explicar el hecho de la inspiración de dos extremos,: hacer en la práctica a Dios sólo o al hombre sólo autor de
la Sagrada Escritura.
León XIII en su encíclica Providentissimus Deus (1892) (FIC 139) hace una especie de análisis psicológico
del proceso de la inspiración, centrado en tres momentos:
- Dimensión operativa, expresarse aptamente con verdad todo y sólo lo que Dios quería.
Los dos primeros momentos se consideran esenciales para la elaboración de la obra literaria, por lo
tanto, Dios debe intervenir como autor: iluminando eficazmente el entendimiento y la voluntad del hagiógrafo.
- desde la complejidad del proceso psicológico de la inspiración en el interior del hagiógrafo (BENOIT).
Estas aportaciones se recogen en el capítulo III de la Dei Verbum (nn. 11-13) (FIC 194-196):
a) Identidad del autor. El autor no es un simple ejecutor pasivo o un instrumento en las manos de Dios,
sino una persona que estudia, reflexiona, busca y comunica, con su escrito, aquella experiencia salvífica de la
que ha sido protagonista.
c) Relación entre inspiración y revelación. A partir de esta relación es posible afrontar el tema de la
inspiración siguiendo las líneas directivas que marcó el nuevo recorrido de la teología en el estudio de la
revelación, a saber la centralidad de Cristo, la gratuidad del carisma, y la historicidad de este acontecimiento.
VII. CONCLUSIÓN
- La Sagrada Escritura es la revelación de Dios a los hombres puesta por escrito. Por ser revelación es
Palabra de Dios (DV).
- La Escritura tiene como autores a Dios y al hombre: a Dios en sentido verdadero, aunque metafórico;
al hombre en sentido verdadero y propio (DV).
- La Sagrada Escritura, como la encarnación del Verbo, tiene por tanto una doble naturaleza: divina y
humana (DV).
- La inspiración no es una mera asistencia del E. Santo para que no haya error, ni consiste en un
refrendado posterior del Espíritu, ni es un mero dictado mecánico de Dios al hombre.
B) EL CANON BÍBLICO
I. ACLARACIONES TERMINOLÓGICAS
- Escritura Sagrada. Es un conjunto de escritos que contienen los textos del culto, de oración o de
rituales de una religión determinada, así como su doctrina original. Se considera proveniente de algún modo
del mismo Dios.
- Canon, norma y normatividad. Canon en los LXX tiene el sentido de medida, significando norma o
regla de algo. A mediados del s. IV tiene el sentido de catálogo de libros bíblicos reconocidos (canon en sentido
pasivo). La palabra "canon" aplicado a la Biblia tiene un primer sentido de norma de fe y de vida para los
creyentes (canon en sentido activo). Normatividad es una cualidad de la Escritura por la que ésta se establece
como norma, regla, canon de fe y de la vida del cristiano.
- Libros canónicos. Colección de libros del AT y NT recogidos por la Iglesia y, que escritos bajo la
inspiración del E. Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia (DV 11).
Protocanónicos son los libros aceptados como canónicos desde siempre.
- Libros deuterocanónicos son aquellos cuya canonicidad se ha discutido alguna vez. Entre los
protestantes y ortodoxos estos libros no se aceptan como canónicos y se denominan apócrifos (entre los
protestantes pseudoepígrafos).
- Canonicidad, es la cualidad intrínseca de unos libros inspirados, cualidad que sólo es perceptible por
la fe de la Iglesia, y el acto creyente de esta misma Iglesia que los recibe como tales.
El origen lo debemos buscar en la convicción que las comunidades judías y cristianas poseen sobre
determinados libros que son normativos para la fe y la vida de la comunidad.
El primer momento lo encontramos en el Antiguo Testamento, Moisés recibe la Palabra del Señor y las
pone por escrito (Ex 24,1-11); después esa ley aparece como algo sagrado y será norma para el pueblo (Dt 31,9-
14. 24-29). El texto hebreo de la Biblia parece gozar de cierta autoridad canónica desde el s. III, época en la que
se traduce los LXX.
En todos los escritos neotestamentarios aparece como aceptado y normativo el Antiguo Testamento.
Se propone la tradición apostólica como palabras y hechos normativos (Lc 1,1-4; Mc 16,9-20; Jn 21; 2P).
Por tanto, la conciencia canónica tiene su raíz en la sumisión a la Palabra de Dios tanto oral como
escrita. Se agudiza cuando se trata de la ley. Se acentúa en momentos de crisis de identidad religiosa. Expresa el
reconocimiento de que en esas Escrituras se encuentra la tradición del fundador.
En el s. I no parece existir un canon fijo de la biblia hebrea. Aceptándose como libros sagrados y con
autoridad: Ley, Profetas y otros escritos (TaNaK). El canon parece obra de los judíos fariseos. Los factores que
contribuyeron a la formación del canon fueron mantener la identidad propia y reacción frente al Antiguo
Testamento cristiano en lengua griega. El canon aparece claro en un pasaje del Talmud del s. II-III.
Orígenes es el primer autor cristiano que habla de apócrifos. S. Atanasio reprueba los apócrifos y toma
sólo el canon hebreo hablando además de otros libros. A lo largo del s. IV y V hay una gran diversidad de
opiniones. Todas las posturas tuvieron influencia y seguidores a lo largo del Medievo hasta Trento momento en
el que aparece el Decreto sobre la Sagrada Escritura y fija definitivamente el canon.
- Período apostólico. En este período no se puede hablar de libros canónicos, los escritos
neotestamentarios se están componiendo a partir de una tradición oral y desde una conciencia canónica
neotestamentaria.
- Tradición apostólica hasta el año 150. No sabemos cuando son reconocidos como canónicos los
cuatro evangelios pero sí que se hizo mediante un proceso selectivo (lo mismo que ocurrió con los otros libros
del NT). Los primeros testimonios son de Clemente Romano, Didaché, S. Ignacio de Antioquía.
- Segunda mitad del s. II. Comienza a hacerse necesaria la aparición de textos escritos que trasmitan
fielmente la Tradición, en un momento en que la trasmisión oral empieza a hacerse sospechosa e incontrolada.
S. Justino parece conocer los sinópticos y les da un origen y autoridad apostólica. Marción elabora el primer
canon neotestamentario compuesto por diez cartas paulinas y el evangelio de Lucas. S. Ireneo defiende la
canonicidad de los cuatro evangelios y de Hechos, reconociendo y estimando las cartas paulinas y aceptando
como escritura Apocalipsis, 1 Pedro y 1 Juan. Tertuliano usa por primera vez la expresión "Nuevo Testamento".
- Canon del Nuevo Testamento en los s. III - IV. Orígenes reconoce como Escritura autorizada los cuatro
evangelios, las trece cartas paulinas, 1 y 2 de Pedro, Ap., 1,2 y 3 de Juan y Heb. Usa libremente otros libros
demostrándose la falta de fijación del canon. Eusebio de Cesarea recoge la situación y en el s. IV reconoce tres
tipos de libros: reconocidos o aceptados, discutidos y heréticos. En la segunda mitad del s. II, S. Atanasio recoge
el actual canon neotestamentario en la carta pascual 39.
- Factores que contribuyeron a la elaboración del canon del Nuevo Testamento. El factor principal fue
la elaboración teológica de sucesión apostólica de la cual se pasa a la categoría teológica tradición apostólica
que hace autoridad. Junto a esto, factores externos como opiniones de teólogos, distancias geográficas y
culturales, diferentes orientaciones teológicas y persecuciones, decisiones eclesiásticas del s. IV.
- Fijación definitiva del canon. Todo lo anterior desembocó en la definición del canon de la Sagrada
Escritura en el Concilio de Trento (1546) que exigía la misma reverencia para con todos los 45 libros del AT y los
27 del NT, por el hecho de que Dios es su autor.
Los problemas sobre el canon se inician en el s. XVI con Lutero el cual afirmaba que algunos libros no
conducen a Cristo como lo hacen otros. Trento en respuesta establece el canon preciso de los libros de la Iglesia
basándose en criterios teológicos y no históricos.
K. Barth opina que la Iglesia no puede emitir un juicio infalible sobre el canon ya que la Iglesia es
humana. En cambio, llegamos a determinar que libros son norma de vida porque la Escritura se impone con su
fuerza y su Espíritu a la Iglesia.
O. Cullmann intenta conjugar la "autopistía" con la autoridad de la Iglesia apostólica; de esta forma los
libros canónicos se impusieron por su autoridad apostólica e intrínseca a la Iglesia y ésta tomó una decisión de
carácter normativo y obligatorio para la Iglesia de todos los tiempos.
Grelot reconoce la importancia que el protestantismo y la Iglesia ortodoxa dan al Espíritu Santo. Es éste
el que sigue obrando en la Iglesia por sus carismas, y particularmente por los que asocian a las funciones de
enseñanza y autoridad. Así el E. Santo ha asistido siempre y continúa asistiendo a la Iglesia, para que conserve
esta revelación en su integridad.
Rahner cree que la Iglesia no puede llegar a conocer el canon bíblico por medio de un esfuerzo
humano, necesita de una revelación divina; por eso la Iglesia actúa bajo la guía del Espíritu Santo.
Concilio vaticano II. Se dice que la Tradición da a conocer el canon de los libros sagrados y sigue viva
por el Espíritu Santo el cual hace posible la inspiración y trasmisión íntegra de la Palabra de Dios. El magisterio
no está por encima de la palabra de Dios sino a su servicio. La Tradición, Escritura y el Magisterio según el plan
de Dios están unidos y ligados de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Todo ello bajo la influencia
del Espíritu Santo.
1.- Cristo punto de referencia. Cristo es la norma última. Se reconocen determinadas tradiciones
escritas como normativas porque reflejan con fidelidad y garantía la enseñanza de Cristo trasmitida por los
apóstoles. El Antiguo Testamento se mira desde Cristo. Cristo y la predicación apostólica son el punto de partida
para el nacimiento del canon bíblico.
- Criterios internos: ser libro inspirado, sus autores deben ser hombres proféticos o inspirados,
la Iglesia a través de los grandes hombres, de los concilios, sabe que esa escritura ha sido inspirada por Dios por
medio del Espíritu Santo. Puede hablarse de un criterio espiritual interno a la Escritura que es la experiencia
que la Iglesia tiene del testimonio del Espíritu.
4.- La Escritura y el Espíritu. Criterio básico interno. La Escritura sería palabra muerta si no fuera
reformada y revivida por el E. Santo. Es libro normativo porque proviene de Dios y sólo mediante la acción del
Espíritu puede un libro ser recibido como canónico.
5.- El canon de la Escritura y de la Iglesia. La Iglesia propone ese canon a los cristianos. Es un servicio,
pero la Iglesia no es la que decide el canon sino que se forma por los criterios antes vistos. Este criterio de
recepción de los libros es signo de comunidad pero es un criterio referido a los creyentes no a la Escritura.
6.- Conclusión:
- Esta tradición percibida por el Espíritu se escribe bajo su guía, dando lugar a los libros inspirados.
- Bajo la guía del Espíritu Santo y utilizando los criterios externos la Iglesia percibe carismáticamente el
conjunto de libros inspirados.
- Debido a determinadas circunstancias históricas y bajo la guía del Espíritu, la Iglesia los recibe como
canónicos y los declara como tales para sus fieles.