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RUSA
por
Sheila Fitzpatrick
1/36
m
Siglo
veintiuno
editores
Argentina
m _____________________
Siglo veintiuno editores Argentina s. a.
TUCUMÁN 1621 N (C1050AAG), BUENOS AIRES. REPÚBLICA ARGENTINA
9 4 7 .0 8 4 ¡ F it z p a tr ic k , S h e iia .
CDD L a r e v o lu c ió n r u s a . - I a e d . - B u e n o s A ire s : S ig lo X X I
E d ito re s A rg e n tin a , 200 5 .
2 4 0 p. ; 2 1 x 1 4 c m . - (H is to ria y C u ltu ra / d irig id a p o r
L u is A l b e r t o R o m e r o ; 12)
T r a d u c i d o p o r . A g u s t ín P ic o E s tr a d a .
IS B N 9 8 7 -1 2 2 0 -0 1 -4
2 /3 6
1. H is to r ia . 2 . R e v o lu c ió n R u s a . I. P ic o E s t r a d a , A g u s tín ,
tr a d . II . T í t u l o
The Russian Revolution - Second Edition was originally p u b lish ed in English in 1994.
T his translación is p u b lish ed by a rra n g e m e n t wíth O xford University Press.
ISBN 987-1220-0 M
Agrade cimientos
Introducción
1. El escenario
La sociedad
La tradición revolucionaria
La revolución de 1905 y sus consecuencias;
la P rim era G u erra M undial
3. La guerra civil
La g u e rra civil, el Ejército Rojo y la C heka
C om unism o de g u e rra
Visiones del nuevo m u n d o
Los bolcheviques en el p o d e r
N otas 21/
B ibliografía 231
5. La rev o lu ció n d e Stalin
el c u a f Un en e m iS ° de con
e cual, p o r definición, no se po d ía contar. M enos ab ierto pero
aram en te au d ib le p ara los capataces y ad m in istrad o re s com u
s que trab ajab an con ex p erto s b urgueses era qu<
= Zos7estaban
e s Z a Zenn tfalta,
,h " que
C° n eran culpables
bUrgUe5es ' ra g u ' y ,a r a b ií"
d ad " qUC — culPabIes ^de estupidez
estupidez creduli
dad, s, no de cosas p eo res, al h ab er p erm itid o q Se los e x p e r^ s'
los e n g a n a ra n .3 H expertos
S ta lin co n tra la d e r e c h a
^ ^
el comité central. Mientras s'tTn t d ^ T 'o T " " de' P° ,i,bUrÓ y
nos que fuesen duros \,f„ch l ,. ‘ os comuntstas siberia-
- e t o por e,
REVOLUCIÓN de staun 161
8/3 6
excesivo énfasis en el peligro kulak y las políticas destinadas a esti
m ular u n a g u e rra de clases en el cam po que en fren tara a los cam
pesinos pobres con los más ricos. Al arg u m en to de que la coerción
contra los cam pesinos era necesaria p ara garantizar el sum inistro
de granos (y p o r lo tanto, la exportación de g ran o s que financia
ría el proyecto de industrialización), la d e re c h a resp o n d ía sugi
rien d o que las m etas de p ro d u cció n industrial del p rim er plan
quinquenal debían m an ten erse “realistas” es decir, relativam ente
bajas. La d erec h a tam bién se o p o n ía a la nueva política de g u erra
de clase agresiva co n tra la antigua inteliguentsia ejem plificada p o r
el ju icio de Shajti, e inten tab a neutralizar la atm ósfera de crisis en
g en d rad a p o r la constante discusión de la inm inencia de la g u erra
y el peligro d e espías y saboteadores.
Los dos principales derechistas del politburó eran Rykov, cabe
za del g o b ie rn o soviético y B ujarin, e d ito r en je fe d e Pravda, ca
beza de la In tern acio n al C om unista y destacado teórico m arxista.
Tras sus d esacu erd o s políticos con Stalin subyacía la n oción de
q u e éste h ab ía cam biado u n ilateralm en te las reglas del ju e g o po
lítico según se ju g a b a éste desde la m u erte de L enin, d escartan
do a b ru p ta m e n te las convenciones de la co n d u cc ió n colectiva y
162 SHEILA FITZPATRicjr
tnás am plia d en tro del partid o , ello tenía un valor dudoso a la ho
ra de o b te n er votos com unistas. Los funcionarios partidarios loca
les se quejaban de que socavaba su au to rid ad . En u n a discusión
p articularm ente áspera o cu rrid a en los Urales, a Rykov se le dijo
que la intención de la d erech a p arecía ser la de atacar a los secre
tarios [regionales] del p a rtid o ”,10 es decir, culparlos p o r cualquier
cosa que anduviera m al y, adem ás, p re te n d e r que no ten ían d ere
cho a sus cargos p o r n o h ab er sido elegidos com o co rresp o n d e.
Desde el p u n to de vísta del funcionario provincial in term ed io , los
derechistas eran más bien elitistas que dem ócratas, h o m b res que,
tal vez p o r estar dem asiado tiem po en M oscú, h ab ían p erd id o
contacto con las bases partidarias.
El p ro g ra m a in d u str ia liz a d o r
10/36
período zarista, el cond e W itte, u n veloz desarrollo de la in d u stria
pesada de Rusia era u n requisito previo a la fuerza nacional y el
p o derío militar. “En el p asad o ”, dijo Stalin en febrero de 1931,
su atraso. Fue derrotada por mogoles. Fue derrotada por bevs tur
cos. Fue derrotada por gobernantes feudales suecos. Fue derrotada
por nobles polacos y lituanos. Fue derrotada por capitalistas británi
cos v franceses. Fue derrotada por barones japoneses. Todos la de
rrotaban —debido a su atraso, debido a su atraso militar, atraso cul
tural, atraso agrícola... estamos cincuenta o cien años por detrás de
los países avanzados. Debemos compensar esa brecha en diez años
O lo hacemos o nos hundimos.11
plan q u inquenal tenía una relación m ucho más ten u e con el fun
cionam iento real de la econom ía que los planes quinquenales pos
teriores: de hecho, era un híbrido de planificación económ ica ge-
n u in a con exhortación política. U na de las paradojas de la época
era que en el m om ento álgido del plan, los años 1929-31, las agen
cias planificadoras estatales estaban siendo tan im placablem ente
purgadas de derechistas, ex mencheviques y econom istas burgueses
que apenas si conseguían m antenerse en funcionam iento.
T anto antes com o después de su introducción en 1929, el pri
m er plan quinquenal pasó p o r m uchas versiones y revisiones, con
distintos equipos planificadores que respondían en distinto grado
a la presión de los políticos.13 La versión básica que se adoptó en
1929 no tom ó en cuenta la colectivización de la agricultura, subes
tim ó am pliam ente la necesidad de m ano de obra de la industria y
trató en form a harto difusa temas com o la producción y el com er
cio artesanales, en los que la política del régim en seguía siendo
am bigua e inarticulada. El plan fijó m etas de p ro d u cció n — aun
que en áreas clave, com o la m etalúrgica, éstas fueron elevadas re
p etid am en te u n a vez q u e el plan estuvo en m arch a— p ero sólo
dio indicaciones muy vagas con respecto a la obtención de los recur
sos necesarios para au m en tar la producción. Ni las sucesivas versio
nes del plan ni la declaración final de los logros del plan tenían mu
cha relación con la realidad. Incluso el título del plan resultó no ser
exacto, pues finalm ente se decidió com pletar (o concluir) el prim er
plan quinquenal en su cuarto año.
Se instó a la industria a ex ced er las metas del plan más bien
que sim plem ente cum plir con ellas. En otras palabras, este plan
no p rete n d ía adjudicar recursos o equ ilib rar dem andas, sino ha
cer avanzar la econom ía a cualquier costo. Por ejem plo, la planta
de fabricación de tractores de Stalingrado sólo p odía cum plir con
el plan p ro d u cien d o más tractores que lo p laneado, aun si esto
pro d u jera un tota) desbarajuste en las plantas encargadas de sumi
nistrarle metal, partes eléctricas y neum áticos. Las prioridades de
sum inistro no estaban determ inadas por un plan escrito sino por
u na s e n e de decisiones ad hoc del com isariato p ara la in d u stria
pesada, el consejo g u b ern am en tal de trabajo y defensa y aun el
p o litb u ró del partid o . H ab ía feroces co m p eten cias en to rn o de
LA REVOLUCIÓN DE STALIN 169
C o le c tiv iz a c ió n
sus alim entos y después partir, com o hicieron d u ran te la gu erra ci
vil. La colectivización era un in tento de reorganizar la vida campe
sina, estableciendo al mismo tiem po controles administrativos que
llegaran hasta las aldeas. La naturaleza exacta de la reorganización
req u erid a no debe h ab er q u ed ad o clara para m uchos comunistas
de provincia, d ad o que las instrucciones del centro eran tan fer
vientes com o im precisas. Pero sí qu ed ab a claro que el control era
uno de los objetivos, y que el m étodo de la reorganización era el
en fren tam ien to beligerante.
En térm inos prácticos, la nueva política requería que los fun
cionarios del cam po forzaran un enfrentam iento inm ediato con los
kulaks. Ello significaba que los comunistas locales entraban en las al
deas, ju n tab an una pequeña banda de campesinos pobres o codicio
sos y procedían a intim idar a un puñ ad o de familias de “kulaks”
(que en general eran los campesinos más ricos, pero a veces simple
m ente cam pesinos que no eran queridos en las aldeas o que habían
incui rido en el desagrado de las autoridades locales por algún otro
m otivo), los expulsaban de sus casas y confiscaban sus propiedades.
Al mismo tiem po, a los funcionarios se les o rd en ab a alen tar a
los dem ás cam pesinos a organizarse voluntariam ente en comunas,
y quedaba claro p o r el tono de las instrucciones centrales en el in
vierno de 1929-30 que ese m ovim iento “voluntario” tenía que p ro
du cir resultados rápidos y espectaculares. Lo que esto significaba
habitual m ente en la práctica era que los funcionarios convocaban
a u n a reu n ió n en la aldea, anunciaban la organización de un kol-
joz y serm o n eab an y am ed ren tab an a los aldeanos hasta que un
n ú m ero suficiente de éstos aceptaba inscribir sus nom bres com o
integrantes voluntarios del koljoz. U na vez que esto se lograba, los
iniciadores del nuevo koljoz debían in te n ta r hacerse de los ani
males de los ald ean o s — el p rin cip al bien m ueble en tre los que
constituían las p ro p ied ad es de los aldeanos— y declararlos p ro
piedad de la com una. Además, los colectivizadores com unistas (y
en p articu lar aquellos que p erten ecían al Komsomol) solían pro
fanar la iglesia e insultar a los “enem igos de clase” locales, com o
el sacerdote y el m aestro.
Estas acciones produjeron inm ediatam ente indignación v caos
en el cam po. Antes que entregar sus animales, muchos cam pesinos
LA REVOLUCION DE STALIN 175
^ ^ d r & r d ^ r ijSoT“,io<fc'»·
aquellos que sufrieron el mismo destino en 1939 , ’ S'" C° ntar 3
ses de 1933.!' (Más de la mitad de los kuhk , los P a n ero s me-
Pnestos a tr a b a r en ,a tndustrta y ,a
(
REVOLUCIÓN d e s t a l in 177
16/36
producción de granos del país — U crania, Volga central, Kasajstan
v el Cáucaso m eridional— q uedaron sum idos en la h am b ru n a du
rante el verano de 1932-3. La h am b ru n a dejó un legado de enorm e
resentim iento: según rum ores que circulaban en la región del \ oiga
central, los campesinos la consideraron com o un deliberado castigo
del régim en por haberse resistido a la colectivización. Cálculos re
cientes basados en datos de archivo soviéticos han dem ostrado que
las m uertes producidas p o r la h am b ru n a de 1933 oscilaron entre los
tres y cuatro millones.22
U na de las consecuencias inm ediatas de la h am b ru n a fue que
en diciem bre de 1932, el régim en rein tro d u jo los pasaportes inter
nos, concediéndolos en form a autom ática a la población u rb an a
au nque no a la rural: d u ran te toda la crisis se hicieron todos los es
fuerzos posibles p ara que los ham b read o s cam pesinos no abando
n aran el cam po en busca del refugio y las raciones ofrecidas por
las ciudades. Es indudab le que esto reforzó la creencia de los cam
pesinos de que la colectivización era u n a segunda servidum bre; y
tam bién produjo entre algunos observadores occidentales la im pre
sión de que uno de los propósitos de la colectivización era m an ten er
a los cam pesinos confinados en las granjas. Ésta no era la in ten
ción del régim en (a no ser bajo las circunstancias especiales que
178
SHEILA FITZPATRICK
R e v o lu c ió n cu ltu ral
18/36
ginería de su retórica. Eran enem igos ju rad o s del capitalism o, pe
ro tendían a adm irar a los Estados U nidos, pues su capitalismo era
m o d ern o y en gran escala. La innovación radical en cualquier
cam po los atraía en orm em en te.
Com o m uchas de las iniciativas tom adas en n o m b re de la re
volución cultural eran espontáneas, p ro d u cían algunos efectos
inesperados. Los m ilitantes llevaron sus cam pañas antirreligiosas a
las aldeas d u ran te el m o m en to álgido de la colectivización, confir
m ando así las sospechas de los cam pesinos de que el koljoz era
obra del Anticristo. A taques de la “caballería lig era” del Komso
mol in terru m p ían el trabajo en las oficinas del gobierno; y el “ejér
cito cu ltu ral” del Komsomol (creado con el objetivo principal de
com batir al analfabetism o) estuvo a p u n to de te n e r éxito en su in
tención de abolir los d ep artam en to s de educación locales — lo
cual ciertam ente no era un objetivo de la dirigencia del partido—
a los que consideraban burocráticos.
Jóvenes entusiastas in te rru m p ía n la rep resen tació n de obras
“burguesas” en los teatros del estado silbando y ab u cheando. En
literatura, los m ilitantes de la RAPP lanzaron u n a cam paña con
tra el respetado (au n q u e no estrictam en te p ro letario ) escritor
182
SHEILA FITZPATRIck
2 2 /3 6
des purgas el tercero. En esta esquem a, el p erío d o de la NEP fue
u n perío d o de convalecencia seguido de u n a recaída, o, según al
gunos, de u n a nueva inyección de virus en el desd ich ad o pacien
te. U n segundo p erío d o de convalecencia com enzó a m ediados de
la década de 1930 con las políticas de estabilización que Trotsky
d en o m in ó “el T erm id o r soviético” y T im asheff “la gran re tira d a ”.2
Tras o tra recaída d u ran te las grandes purgas de 1937-8, la fiebre
pareció" cu rad a y un tem bloroso pacien te se levantó de su cam a
para in te n ta r p roseg u ir con su vida norm al.
Pero, ¿era realm ente el paciente la misma persona de antes de
sus accesos de fiebre revolucionaria? ¿Seguía allí su vida anterior pa
ra que la retomara? Ciertam ente, ia “convalecencia” de la NEP apare
jó en muchos aspectos la continuación de la clase de vida que había
sido interrum pida p o r el estallido de la guerra en 1914, los trastornos
revolucionarios de 1917 y la guerra civil. Pero la “convalecencia” de la
década de 1930 fue de otra naturaleza, pues para entonces m uchos
de los vínculos con la vida anterior se habían roto. No se trataba tan
to de retom ar la vida anterior como de com enzar una nueva.
Las estructuras de la vida cotidiana en Rusia h ab ían sido
transform adas p o r los trasto rn o s del p rim er plan q u in q u en al en
190
SHEILA FITZPATRICK
“R e v o lu c ió n c u m p lid a ”
todo lo dem ás. Tal vez hu b iera nuevas fábricas que p ro d u cían bie
nes tan llenos de atractivo com o tractores y turbinas, p e ro hubo
una decidida escasez de clavos y materiales de em balaje d u ran te to
do el prim er plan qum quenal, y todas las ramas de la industria resal
taron afectadas p o r el derru m b e de los recursos cam pesinos de trac
cion a sangre que o cu rrió com o in esp erad a consecuencia de Ia
colectivización. La industria carbonífera de la cuenca del Don es
taba en crisis en 1932, y u n a cantidad de otros sectores industria
.. eS daVe tenian £raves Problem as de construcción y p ro d u cció n .7
c ·''4 A pesar de los problem as, la industria era la esfera en la cual ]a
dirigencia soviética realm ente creía estar logrando algo notable.
Prácticam ente todos los comunistas opinaban así, aun aquellos qü£
previam ente hab.an simpatizado con la oposición de izquierda o de
derecha; y algo de estos mismos orgullo y excitación se veía en la ge
neracion mas joven, más allá de afiliaciones partidarias, y hasta cier
to punto, en el conjunto de la población urbana. M uchos ex trote-
k.stas habían aban d o n ad o su oposición p orque se entusiasm aron'
con el p rim er plan quinquenal, y hasta el propio Trotskv en esencia
T qo°Q o u “ C° mUnÍStaS qUe Se habían inclinado a la derecha
en 19-8-9 se habían retractado, asociándose p len am en te al progra-
m a industrializador. En la co ntabilidad in te rio r de m u ch o s que
hasta en to n ces du d ab an , M agnitogosk, la planta de tracto res de
S tal in g rad o y los otros g ran d es proyectos industriales com pensa
ban los aspectos negativos de la carrera de Stalin, p o r ejem plo la
pesada rep resió n y los excesos en la colectivización. ’
^ colectivización era el talón de Aquiles del prim er plan quin
quenal, una fu en te p erm an e n te de crisis, enfren taimemos y solucio
nes improvisadas. En su aspecto positivo, proveyó el deseado :meca-
ntsmo para la obtención d e grano p o r parte del estado a precios
bajos v no negociables y a un volumen mayor que el que los cam pe
sinos estaban dispuestos a vender. Del lado del debe, dejó a los cam
pesinos resentidos y poco dispuestos a trabajar, provocó el sacrificio
de hacienda a en o rm e escala, llevó a la h am b ru n a de 1932-3 (que
provoco crisis en toda la econom ía y el sistem a adm inistrativo) -■
forzó al estado a invertir m ucho más en el sector agrícola que lo
preMsto en la estrategia original de “exprim ir al cam pesinado” 8 En
teoría, la colectivización podía h ab er significado m uchas cosas. Tal
FINALIZAR LA REVOLUCIÓN
195
2 6 /3 6
volucionaria, eran un agregado que tenía poca carga em ocional
tanto para el partido com unista como para la sociedad en su conjun
to. A la mayor parte de las personas les daba igual, a otras las confun
dió. U na conm ovedora respuesta a la noticia de que el socialismo ya
existía provino de un joven periodista, verdadero creyente en el fu
turo socialista que sabía cuán primitiva y miserable era la vida en su
aldea natal. Entonces, ¿esto era el socialismo? “N unca, antes ni des
pués, experim enté tal decepción, tal desazón”.12
La garantía de igualdad de derechos de la nueva constitución
constituía un verdadero cam bio con respecto a la constitución de la
república de Rusia de 1918. La constitución de 1918 había sido explí
cita en no conceder igualdad de derechos: se privaba a los integran
tes de la antiguas clases explotadoras del derecho a votar en las elec
ciones soviéticas, y el voto de los obreros urbanos tenía un peso que
se negaba al voto cam pesino. Asociada a este esquema, a partir de la
revolución regía u n a elaborada estructura de leyes de discrimina
ción de clase diseñada para p o n er a los obreros en u n a posición p ri
vilegiada y p erju d icar a la b urguesía. A hora, con la constitución
de 1936, todos, fu era cual fu ere la clase a la que p e rte n e c ía n ,je -
n ían derecho al voto. La categ o ría estigm atizada de las “personas
198 SHE1LA FITZPATRICK
“R e v o lu c ió n tr a ic io n a d a ”
2 8 /3 6
cionalizador de la p ro d u cció n , a q u ien se instaba a cu estio n ar la
sabiduría con serv ad o ra de los expertos y d en u n c ia r los tácitos
acuerdos en tre los adm inistradores de fábricas, los ingenieros y las
ram as sindicales para resistir la constante presión desde arrib a pa
ra que superasen los prom edios. El m ovim iento estajanovista glo
rificaba a los trabajadores individuales, pero al m ism o tiem po era
an tio b rero y, en ciertos aspectos, an tiadm inistradores.16
Los m odos y estilos de dirigir tam bién cam biaron. En la década
de 1920, los modales proletarios eran cultivados incluso p o r los inte
lectuales bolcheviques: cu an d o Stalin le dijo a un público del parti
do que él era un hom bre “tosco”, esto sonó más a autoglorificación
que a modestia. Pero en la década de 1930, Stalin com enzó a presen
tarse ante los com unistas soviéticos y los entrevistadores extranjeros
com o un hom bre de cultura, com o Lenin. Entre sus colegas de la di
rigencia del partido, los recientem ente ascendidos Jrushov, confia
dos en sus orígenes proletarios, pero temerosos de com portarse co
m o cam pesinos, com enzaban a sobrepasar a los Bujarin, quienes
confiaban en su cultura pero tem ían com portarse com o intelectua
les burgueses. En un nivel más bajo del m undo oficial, los com unis
tas procuraban com p ren d er las reglas del com portam iento educado
202 ■SHEILA FITZPATRJCK
y dejar de lado sus botas del ejército y gorras de visera, pues no que
rían ser tom ados p o r integrantes del proletariado que no ascendía
Ln nuevo tono del com placido didactism o propio de una maestra
de escuela, que luego sería familiar para generaciones de visitantes
de Intourist, se podía detectar en las páginas de Pravda.
■- En educación, la reorientación de políticas de la década de
1930 fue un contraste espectacular con lo hecho hasta entonces. Laj
tendencias educativas progresistas de la década de 1920 se habían"1
desbocado durante la revolución cultural, y a m entido se había rem
plazado la enseñanza form al en aulas p o r “trabajos de utilidad so
cial’’ realizados fuera de la escuela, y las lecciones, libros de texto,
tareas para el hogar y evaluación individual de logros académ icos'
habían q u ed ad o casi totalm ente desacreditados. E ntre 1931~y
1934 estas tendencias se invirtieron ab ru p ta m en te. En u n a fecha
posterior de la década d e l 1930 reap areciero n los uniform es esco
lares, que h icieron que las niñas y niños de las escuelas secunda
2 9 /3 6
les de máscaras con que los moscovitas recibían el año nuevo. En Fe
brero, un congreso de koljozniks debía endosar el nuevo estatuto del
koljoz, que garantizaba la parcela privada y les hacía otras concesiones
a los campesinos. Tal como se esperaba, todo esto ocurrió en los pri
meros meses de 1935, pero en una atm ósfera de tensión y amenaza,
marcada por el asesinato en diciembre de Serguei Kirov, jefe del parti
do de Leningrado. Este episodio puso frenéticos al partido y a sus con
ductores; en Lenigrado se produjeron arrestos en masa. A pesar de to
dos los indicios y símbolos de un “regreso a la norm alidad”
posrevolucionario, la norm alidad aún estaba muy lejos.
T erro r
3 2 /3 6
que recibió la policía secreta a partir de 1934) dieron la señal para
que la caza de brujas com enzara en serio.32 D urante dos años ente
ros, 1937 y 1938, funcionarios jerárquicos com unistas en todas las ra
mas de la burocracia —gobierno, partido, industrial, militar, y, final
m ente, policial— fueron denunciados y arrestados com o “enem igos
del p u eb lo ”. Algunos fueron fusilados; otros desaparecieron en el
gulag. En su discurso secreto ante el vigésimo congreso del partido,
Jrushov reveló que de los 139 m iem bros plenos y aspirantes del comi
té central elegidos en el “congreso de los triunfadores” del partido
en 1939, todos m enos 41 fueron víctimas de las grandes purgas. La
continuidad del liderazgo quedó casi totalm ente quebrada: las p u r
gas no sólo destruyeron a la mayor parte de los integrantes sobrevi
vientes de la cohorte de antiguos bolcheviques, sino tam bién gran
parte de las cohortes partidarias form adas d u ran te la g u erra civil y el
período de colectivización. Sólo veinticuatro integrantes del comité
central elegido en el décim o octavo congreso del partido en 1939 ha
bían integrado el anterior comité central, elegido hacía cinco años.33
Los comunistas en altos puestos no fueron las únicas víctimas de
las purgas. La inteliguentsia (tanto la antigua inteliguentsia “burgue
sa” com o la inteliguentsia comunista de la década de 1920, en particu-
210
SHEILA FITZPATRIc k
3 4 /3 6
h ab er e x p erim en tad o el crecim iento ex p o n en cial q u e tuvieron.
Las den u n cias originadas en el interés p ro p io d esem p e ñ aro n u n
papel, así com o las quejas co n tra au toridades q u e se basaban en
ofensas reales. La m an ía de ver espías recru d eció , com o h abía
o cu rrid o tantas veces en el transcurso de los últim os veinte años:
u n a joven pionera, Lena Petrenko, cap tu ró a u n espía en el tren a
su regreso del cam p am en to de verano cu an d o lo oyó h ab lar en
alem án; o tro ciudadan o vigilante le tiró de la barb a a u n religioso
m endicante y ésta se le q u ed ó en la m ano, d esenm ascarando así a
u n espía q ue acababa de cruzar la fro n tera. En las reu n io n e s de
“au to crítica” en oficinas y células del partido, el m iedo y la suspi
cacia se com binaban p ara p ro d u cir la persecución de chivos em i
sarios, acusaciones histéricas y atropellos.39
Sin em bargo, esto era algo distinto del terro r popular. Como el
terro r jacobino de la revolución francesa, se trataba de un terro r de
estado en el cual las víctimas visibles eran los hasta entonces dirigen
tes revolucionarios. En contraste con anteriores episodios de terro r
revolucionario, la violencia popular espontánea desem peñó un pa
pel lim itado. Además, el foco del terro r se había desplazado de los
“enem igos de clase” originarios (nobles, sacerdotes y otros verdade-
214
SHEILA FITZPATRJCK.
m atar enem igos políticos. De hecho, es ten tad o r ir más allá y sugerir
que, al p o n er en escena un terror (que, según la secuencia revolucio
naria clásica debe p reced er a Term idor, no seguirlo) Stalin puede
h ab er sentido que refutaba definitivam ente la acusación de Trotskv
de que su gobierno había llevado a un “term idor soviético”.43 ¿Quién
podría decir que Stalin era un revolucionario term idoriano, un trai
d o r a la revolución tras un despliegue de te rro r revolucionario que
sobrepasaba incluso al de la Revolución francesa?
Introducción