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Datos del autor y del texto

Título: Clases sociales, Estado y educación. Agenciando el subdesarrollo.


Autor: Diofanto Arce Tovar.
Tipo: Ensayo crítico.
Nacionalidad: Colombia.
Grado académico. Doctorante en Estudios del Desarrollo. Maestro en
Educación y Desarrollo Humano.
Universidad: Universidad Autónoma de Zacatecas. Unidad Académica de
Estudios del Desarrollo.
Dirección: San Juan Capistrano No.116. Fraccionamiento Nuevo Bernádez.
Guadalupe, Zacatecas. C.P. 98600
Teléfono: 9278371
Mail: arcetovardiofanto@gmail.com; arcetovardiofanto@hotmail.com
CLASES SOCIALES, ESTADO Y EDUCACIÓN
Agenciando el subdesarrollo

Por: Diofanto Arce Tovar.

RESUMEN

El desarrollo y mantenimiento de la estructura económica y social capitalista,


exige consolidar sistemas que como el educativo garanticen la reproducción de
las condiciones que lo perpetúan. Los resultados presentados en la evaluación
nacional de educación media colombiana, Pruebas Saber 11°- 2012, permite
identificar cómo la educación, responde a la reproducción de una estructura de
clases, por medio del acceso o no a una educación de calidad. El siguiente
ensayo presenta una reflexión sobre la vigencia del análisis de clase en la
sociedad colombiana, y el papel del Estado y las élites que lo conforman en la
agencia de los sistemas que como el educativo perpetúan la desigualdad social.

Palabras claves: clases sociales, educación, Estado, élites, sistema educativo

ABSTRACT

The development and maintenance of the capitalist economic and social structure
requires strengthening educational systems and ensure the reproduction of the
conditions that perpetuate it. The results presented in the national education
assessment Colombian media, Testing Saber 11 ° - 2012, to identify how education
responds to the reproduction of class structure, through access or not to a quality
education. The following paper presents a reflection on the effect of class analysis
in Colombian society, and the role of the state and the elites that shape the agency
of educational systems as perpetuate social inequality.

Keywords: social class, education, state, elites, education system.


INTRODUCCIÓN
“El deseo de conservar el pasado más bien que la
esperanza de crear el futuro domina
las mentes de quienes controlan
la enseñanza de la juventud.”

Bertrand Russell. Principios de reconstrucción social. 1916

En el contexto de las naciones periféricas, el discurso sobre la educación se


ha convertido en un lugar común para plantear las aspiraciones de los
gobernantes con respecto al desarrollo, al crecimiento económico y la reducción
de la inequidad dentro de sus países. Su fuerza se vincula con la creencia de que
el sistema educativo es un espacio imparcial, que privilegia el mérito de los niños y
jóvenes en pos de mejores condiciones de vida; por lo tanto, que es ajeno a los
intereses de los sectores sociales que conforman un estado nación.

Existen, sin embargo, opiniones divergentes sobre esta imagen. Ponce (1974),
Milliband (1985) y Gutiérrez (2002) sostienen que la educación manifiesta el
ejercicio de dominación de unas clases sociales sobre otras y la implementación
de sus ideales, valores y proyecto en beneficio de sectores privilegiados. Bajo
esta óptica la educación se convierte en una herramienta importante para el
mantenimiento de la estructura política, económica y social de un país, el objetivo
del presente escrito es ilustrar estas relaciones.

Para dar cumplimiento a este objetivo, se aborda la problemática en cuatro


secciones; la primera, presenta el papel del Estado como movilizador de las
condiciones para consolidar un proyecto de desarrollo. En el caso colombiano, el
neoliberal. En segundo término, se avanzará en la clarificación de lo que se
entiende por estructura de clases y cómo el sistema educativo, explicita y
reproduce la misma. En tercer lugar, con base en los resultados nacionales de
evaluación colombianos, Pruebas Saber 11 del año 2012, se analizará la vigencia
de un análisis de clases del sistema educativo. Como cuarta parte, se presentará
una reflexión final con la intención final de abrir un espacio de debate más amplio
sobre el tema.
El Estado como agente ideológico de las clases dominantes

Es provocativo pensar el Estado como una entidad abstracta, portadora en sí de


la capacidad de cohesionar bajo un territorio, una variada gama de sujetos a
través del monopolio absoluto de la fuerza. Sin embargo, una aproximación tan
precaria obvia el papel de los sujetos y sus organizaciones en esta institución.

O’Donell (1993) presenta al Estado como “un conjunto de relaciones sociales


que establece cierto orden en un territorio determinado, y finalmente lo respalda
con una garantía coercitiva centralizada. Muchas de esas relaciones se formalizan
mediante un sistema legal provisto y respaldado por el (propio) Estado”. (p.64)
Para el politólogo argentino, el Estado responde a un juego de intereses dentro de
la misma sociedad, que generan un orden que aunque asimétrico por el peso de
sus dueños “compromete múltiples relaciones sociales en base a normas y
expectativas estables… que terminan verificándose en mandatos obedecidos
generalmente”. (O´Donell, 1993, p.65)

En otras palabras, el Estado sirve de catalizador a las presiones de los grupos


sociales en su interior utilizando el sistema legal como garante de normalidad,
cuando esto no es suficiente interviene la fuerza represiva policial y militar que
permiten el mantenimiento y reproducción del sistema.

Existen diversos niveles de injerencia por parte de los agentes sociales dentro
del Estado, éstos devienen de su posicionamiento en la estructura del mismo. Se
debe tener en cuenta que individuos, clases u organizaciones defienden una
ideología, que quieren convertirla en oficial, para que la estructura estatal la
instaure, consolide, defienda y reproduzca. En términos gramscianos “todo
Estado tiende a crear y a mantener un cierto tipo de civilización y de ciudadano (y
por consiguiente de convivencia y de relaciones individuales), tiende a hacer
desaparecer ciertas costumbres y actitudes y a difundir otras”. (Gramsci, 2007,
p.119)
En Colombia, la puja por el poder y la acción sobre el Estado ha estado marcada
por el dominio de sectores tradicionales de las clases dominantes y la imposición
de sus visiones sobre los demás sectores sociales (Buitrago, Kalmanovitz & Melo,
1991). A pesar de su heterogeneidad, la élite política y económica ha cerrado filas
ante las amenazas potenciales a su poder e influencia, vale la pena recordar como
ejemplos, el aniquilamiento de la revuelta democrática del general José María
Melo en 1854, la eliminación de la opción gaitanista en 1948, el Frente Nacional
(1958-1974) y por último, la eliminación de la Unión Patriótica en el decenio de los
noventa, todos estas propuestas eran reformadoras y progresistas para el
esquema colombiano y postulaban una revisión a la estructura tradicional del
poder. (Buitrago et al., 1991)

Este dominio estructural de la clases dominantes colombianas, permite explicar


cómo la instauración del modelo de desarrollo neoliberal no fue traumático. Las
primeras reformas neoliberales se dan en el país a partir de 1989 caracterizadas
por un gran auge privatizador y la aparición de unas políticas de ajuste estructural
con “rostro humano”. Paralelamente, se estaba estrenando la Constitución
Política de 1991, la cual fue esencial para la implementación de las reformas
estructurales, planteadas en el Plan de Desarrollo Económico y Social – La
Revolución Pacífica- (DNP, 1991).

Este plan explicitó el acuerdo visional de las clases dominantes sobre el Estado,
el mercado y las relaciones de producción, en consonancia con las directrices del
Consenso de Washington. El documento ordenaba al Estado que “ en lugar de
ser displicente con el mercado, contribuya a fortalecerlo, promoviendo la
competencia interna y externa para una asignación más eficiente de los recursos;
que utilice subsidios específicos más que regulaciones como controles y
racionamientos; que, en vez de una acción universal e indiscriminada en materia
económica y social, sea selectivo en los tipos de mercados que intervenga …
considere la bondad de los usos alternativos de los bienes públicos y la necesidad
de la consistencia macroeconómica para generarlos.” (DNP, 1991)
Tras casi veinticinco años de instauración del neoliberalismo en Colombia, el
sector dirigente estructuró un entramado institucional y legal que le ha permitido
vincularse positivamente dentro de las dinámicas globalizadoras neoliberales
convirtiendo el discurso que sustenta las políticas de ajuste estructural como la
opción única para el desarrollo del país. En este orden de cosas la educación ha
sido un sistema importante que ha servido como fundamento institucional para la
perpetuación de las relaciones económicas, políticas y sociales en el país, dentro
de ellas las de dominio de clase.

Estructura de clases y educación

En el apartado anterior se esbozó cómo la estructura estatal, no es una


institución aséptica en términos sociales e ideológicos, por el contrario, termina
expresando la ideología de los sectores dominantes en el poder. Para clarificar
como la conquista del Estado por unos sectores determina la estrategia de
desarrollo se recuperará el análisis de clases como método para el reconocimiento
de las contradicciones sociales, la ideologización de una sociedad y la
perpetuación de un modelo económico y social.

Para Lenin (1969) “Las clases sociales son grupos humanos, uno de los cuales
puede apropiarse del trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen
determinado de economía social.” Se hace evidente la polarización de las clases
de acuerdo a la capacidad de adueñarse del trabajo por parte de un sector;
mientras el otro, por su ubicación social esta predeterminado a perder su
propiedad sobre el propio trabajo. La definición de Lenin, constriñe el tema de
clases a dos sectores sociales, el de los propietarios del trabajo y el de los
desposeídos del mismo. En tiempos más recientes, Poulantzas (citado por
Harnecker, 1972) vincula dentro del concepto clases sociales una capa más
amplia de individuos, señalando como “los efectos de la combinación concreta de
las instancias respectivas de los modos de producción, dan nacimiento a toda una
serie de fraccionamientos de clases, de disoluciones de clases, de fusión de
clases, en suma de sobredeterrminacíon y subdeterminación de clases, de
aparición de categorías específicas, etc.” (Harnecker, 1972, p.56) que aunque
complejizan el concepto no evaden la condición básica de antagonismo
“determinadas principal pero no exclusivamente por su lugar en el proceso de
producción, es decir en la esfera económica” (Poulantzas, 1985:12-13)

La relación de explotación que se presenta entre las clases dominantes y las


dominadas, necesita de un andamiaje institucional e ideológico que recree las
condiciones necesarias para perpetuar esta relación. En este espacio entra a
jugar el sistema educativo y la educación como praxis, como elemento de dominio
del Estado y lógicamente de las clases y sectores de clase que lo integran y
dirigen. Aníbal Ponce (1974) explicita como “la clase que domina materialmente
es la que domina también con su moral, su educación y sus ideas”. (p.90) De esta
manera, las élites logran “inculcar funciones, conductas, creencias y valores. En
síntesis, dotaran a cada hombre de una ideología de modo que su inserción en la
sociedad no signifique una contradicción o conflicto.” (Gutiérrez, 2002, p. 22)

El sistema educativo colombiano está formado por tres componentes: la


educación formal, la educación no formal y la educación informal. La primera,
corresponde a “aquella que se imparte en establecimientos educativos aprobados,
en una secuencia regular de ciclos lectivos, con sujeción a pautas curriculares
progresivas, y conducente a grados y títulos.” (Art. 10). Dentro de la educación
formal, encontramos la educación preescolar, la básica, la media y la superior. La
segunda, “es la que se ofrece con el objeto de complementar, actualizar, suplir
conocimientos y formar en aspectos académicos o laborales sin sujeción al
sistema de niveles y grados” (Art. 36.) Dentro de este espectro de instituciones se
encuentran aquellas encargadas de enseñar algún tipo de artes y oficios, además
de instituciones que validan los requisitos de la educación formal. En último
término se encuentra la educación informal referida a “todo conocimiento libre y
espontáneamente adquirido, proveniente de personas, entidades, medios masivos
de comunicación, medios impresos, tradiciones, costumbres, comportamientos
sociales y otros no estructurados.”(Art. 43) Aunque todo el sistema esta
permeado por una división de clase marcada en aspectos como el acceso y la
calidad, es en la educación formal en dónde mejor se evidencia el papel de la
educación como reproductor de un modelo de desarrollo y perpetuador de
condiciones que no redundan en mayor equidad y dignidad social.

En Colombia se muestra cómo las condiciones de las clases dominantes se


reproducen en una alternidad posibilitada por el propio sistema. Colegios y
universidades con un alto nivel académico, familias seleccionadas, profesores
cualificados, infraestructura moderna y eficiente, alianzas internacionales,
currículos particulares, son parte de una preparación específica para cumplir el
papel social de la dominación sobre sectores que viven en la otra orilla; bajo nivel
académico, disfuncionalidad familiar y social, bajo nivel de preparación de los
docentes, pobre infraestructura, baja intensidad horaria de trabajo y un currículo
nacional descontextualizado, que desconoce la multiplicidad de factores que
conforman el país.

Es claro que esta situación responde a que el dominio político y la empresa


capitalista contemporánea exigen de su sector dirigente una preparación
específica representada en títulos y programas especiales que como lo afirmaba
Milliband (1985) “son obtenidos mucho más fácilmente por los hijos de los
acomodados que por cualquiera otros niños y jóvenes.” (p.41) Es decir, dentro
del sistema educativo se mantiene y reproduce la segmentación social;
permitiendo a unos pocos una formación idónea para la dirección económica y el
poder político; mientras que al otro lado del espectro social se infunde “una sumisa
aceptación del orden social.”(Milliband, 1985, p.231) por medio de la
“democratización” y la creencia en una mayor “igualdad de oportunidades”.

En la siguiente sección se presenta a modo de evidencia, el papel de las clases


dominantes colombianas en la configuración del sistema educativo nacional y la
utilización de este para mantener los privilegios que han detentado durante años.
A modo de comprobación empírica. Competencias e inequidad.

El análisis crítico planteado recupera el concepto de clase y su influencia en los


sistemas educativos. Este fue abandonado tras la incursión ideológica neoliberal
que con conceptos como los de eficacia y eficiencia inundaron el discurso
educativo cerrando de esta manera, la opción para generar alternativas
pedagógicas e institucionales que redunden en el beneficio de la mayoría.

Desde 1990, con el ascenso de líderes neoliberales a la jefatura del Estado, ha


existido un marcado interés por vincular el sector educativo colombiano a la
producción y el trabajo, en el Plan de Desarrollo “La Revolución Pacífica 1990-
1994”, el entonces presidente César Gaviria especificaba como debía girarse el
timón de la educación a través de “la renovación curricular, revisando los
programas académicos desde el séptimo grado hasta el undécimo. Promoviendo
actividades de aplicación de conocimientos y de aprobación del desarrollo
tecnológico, buscando formar en los estudiantes actitudes constructivas hacia el
trabajo y la solución de problemas.” (DNP, 1991, p.75-76) Esta intención
gubernamental se reflejara posteriormente en los currículos por competencias y en
la evaluación de las mismas en las pruebas de Estado.

El discurso de las competencias se convirtió en el enfoque teórico que


organizó el sistema educativo colombiano desde la década de los noventa. Como
tal, no fue exclusivo de Colombia y respondió a reflexiones y mandatos desde
los organismos multilaterales, en consonancia con la reestructuración del
capitalismo global vivido en las últimas décadas. De esta manera, el sistema
educativo quedó vinculado con las relaciones capitalistas de producción y la
necesidad de un recurso humano específico para el capital. Para investigadores
de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la
Cultura): “La educación y capacitación basada en competencias ha cobrado un
auge inusitado en todo el mundo, particularmente en los países que se
propusieron ofrecer a los jóvenes una pertinente, eficaz y eficiente educación.”
(UNESCO, 2008, p.7) Cuando se ahonda sobre la pertinencia, eficacia y
eficiencia de la educación, básicamente, se defiende que ésta debe servir
directamente a las exigencias productivas de un país y a las necesidades de los
empresarios tanto en capacitación como en conocimientos.

Para determinar el avance del enfoque por competencias, el Estado colombiano


replanteó la evaluación de los aprendizajes abandonando “la evaluación basada
en definiciones para asumirla con un enfoque de competencias, entendidas como
la capacidad de interpretar en toda su complejidad una porción del mundo bajo
análisis, construir, proponer y argumentar soluciones plausibles a problemas
nuevos y generar nuevos espacios conceptuales, metodológicos y de acción”
(Begoya M,2006,p.3) Este giro exigió depurar la prueba de acceso a la
universidad, hoy llamada Prueba Saber 11 y crear unas nuevas pruebas
estandarizadas para los grados 3°, ,5°, 9° y la formación universitaria (Pruebas
ECAES o Saber Pro). Además, de la vinculación a gran cantidad de pruebas
internacionales (PISA, PIRLS, TIMSS, entre otras).

Sin embargo, detrás de esta visión de la evaluación educativa se evidencian


otros rastros vinculados con el sostenimiento de la estructura de clases y la
consolidación de Colombia, como una nación adecuada para recibir inversión
extranjera productiva. A continuación se presentarán algunas pruebas.

Según el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), la


sociedad colombiana está estructurada en seis grupos socioeconómicos, yendo
del 1 al 3 “que corresponden a estratos bajos que albergan a los usuarios con
menores recursos” hasta “los estratos 5 y 6 (que) corresponden a estratos altos
que albergan a los usuarios con mayores recursos económicos.”(DANE, 2013) En
los primeros el acceso a la educación se vincula con la educación pública gratuita,
mientras en los segundos la educación privada cumple con la prestación de este
bien público.
En las Pruebas Saber 11°- 2012 se inscribieron 12.617 colegios de todo el país
y de toda condición socioeconómica y territorial (rural-urbano); de estos sólo 790
fueron categorizados en el nivel muy superior, y de esta cifra tan sólo 52
instituciones educativas son públicas. Lo que indica que del total de instituciones
educativas de educación media en Colombia, solo el 6,26% cumple por encima de
las expectativas su nivel de competencias, y que tan solo el 0,41% del total de
instituciones corresponde a entidades públicas, con acceso irrestricto a niños y
jóvenes ubicados en los estratos socioeconómicos bajos.

Dentro de la clasificación por desempeño, la primera institución pública se


encuentra ubicada en la posición 115, y de las mejores 100 entidades educativas
oficiales, solo una es rural; las demás, se ubican en ciudades capitales o en
cabeceras municipales de importancia.
En los primeros 150 puestos se encuentran 100 instituciones del denominado
calendario B, este se caracteriza por aglutinar a instituciones privadas con
vínculos con calendarios académicos internacionales, que organizan su año
escolar de acuerdo a los tiempos de instituciones del norte académico. En su
totalidad son colegios bilingües, con una mayor intensidad horaria y con
referentes pedagógicos normalizados con las exigencias de instituciones o
estados extranjeros. Muchas de estas instituciones cumplen pruebas académicas
en EE.UU, Canadá, Inglaterra y Alemania para validar el fin del ciclo académico
medio.

Al realizar una revisión de las competencias y su relación socioeconómica,


observamos como los resultados en el área de matemáticas, área esencial en el
proceso de investigación e innovación por el tipo de pensamiento y habilidades
con que dota al individuo, refuerzan la tendencia a verificar lo que Milliband (1985)
postulaba: “en relación a los niños de la clase trabajadora, las vocaciones y
capacidades que sus escuelas desarrollan son las adecuadas a un papel que
habrán de desempeñar en el futuro, el de asalariados poco calificados”. (p.232) El
promedio en matemáticas para los niños y jóvenes de estrato 6 se acerca al 60%,
mientras que para los estratos 1 y 2 se encuentra en el 40% (Banco de la
República, 2012, p.1)

Ahora bien, ¿qué implicaciones presentan estos resultados en lo referente a la


estructura de clases? Se ratifica lo que Gutiérrez (2002) postulaba: “La escuela
es la institución social que, por su naturaleza, sus funciones y estructura cumple
como ninguna otra con objetivos políticos. El sistema escolar, de cualquier
sociedad, es reflejo fiel de la política e ideología de los grupos gobernantes o de
los partidos políticos en el poder”. (p.22) Es decir, se reproduce en el sistema
escolar, lo que las clases dominantes quieren. Una educación de élite, que
legitima su papel como propietarios del trabajo, del conocimiento y de las
oportunidades, que convive con “unas instituciones de custodia, en donde (los
hijos de los trabajadores) aguardan el momento de que los reglamentos de
educación les permitan comenzar a desempeñar el papel reservado por las
circunstancias de su clase desde su nacimiento” (Milliband, 1985, p.43) Esto se
ve ahondado en el caso colombiano cuando el peso de la clase trabajadora es
mínimo y muchos de los niños y jóvenes que acceden al sistema educativo son
hijos de la pauperización de esta (informales, desempleados, subproletariados)

Sin embargo, el discurso por la educación enarbola las propuestas de las clases
dominantes que en el trascurso de los casi 23 años de ejercicio neoliberal han
concretado su relación con el aparato productivo y las necesidades de este. En el
último plan de desarrollo “Prosperidad para todos. 2010-2014” la administración
del presidente Juan Manuel Santos confiere a la educación un papel primordial en
el camino de la prosperidad; el país requiere según su equipo “de una educación
fortalecida, de calidad y con pertinencia, de una educación concebida desde la
primera infancia hasta la educación superior y la de adultos. Por lo tanto, una
formación de capital humano que contribuye al fortalecimiento de la democracia
con ciudadanas y ciudadanos cívicos y tolerantes que apunte al desarrollo
continuo de sus competencias básicas y las laborales y que articule el sector
educativo con el sector productivo, permitirá a la población ser más competente y
competitiva para alcanzar los objetivos de cerrar las brechas e impulsar el
desarrollo nacional.” (DNP, 2011, p. 270)

¿A quién beneficia esta instrumentalización de la educación al servicio del


sistema productivo? Precisamente, a aquellos sectores nacionales y
multinacionales que sacan réditos de la actual organización económica
internacional con la presión de bajos costos salariales y capacidad operativa.

Se observa de esta manera, cómo la intervención de las clases dominantes


sobre el sistema educativo, termina manifestando relaciones de gran calado
vinculadas con el capitalismo global. Estas se convierten en “los agentes clasistas
internos de la dominación neo-colonial impuesta por el imperialismo para facilitar
la agenda de la globalización neoliberal del capital transnacional y del imperialismo
en las sociedades menos desarrolladas del Tercer Mundo.” (Berberoglu, 2011,
p.146) De otra parte, la implementación ideológica que las élites realizan de su
proyecto por diferentes vías como la educación y los medios de comunicación
cierran caminos a la emancipación y terminan mostrándose como un beneficio
para las clases menos favorecidas, que ven como una gran oportunidad,
situaciones como la llegada de empresas y maquilas a sus territorios ofreciendo
acceso al trabajo.

En esta línea se observa como el modelo de desarrollo neoliberal segmenta la


sociedad en dos sectores de clases específicos; uno, el de los dueños y
administradores del capital, que como propietarios o miembros de clase, defienden
la generación de ganancias para su sector; por el otro lado, una clase subalterna,
con niveles de capacitación básicos para operar el aparato productivo que se
traslada de los centros a la periferia; que conforma un ejército industrial (y de
servicios) de reserva barato que mantiene las condiciones de explotación. En
ambos polos, la educación como herramienta cumple como “legitimador para y sus
sociedades” (Milliband, 1985, p.230) del modelo de desarrollo defendido por las
élites.
Reflexión final

El capitalismo lleva intrínseco su tendencia a la crisis (Ornelas, 2012) y a la


polarización de las sociedades (Petras, 1998) tanto a nivel nacional como
mundial. La extracción de valor del trabajo humano y la superexplotación del
mismo, necesita justificarse e implementarse en los individuos sin el temor a la
rebelión, la emancipación y la búsqueda de opciones distintas al sistema.

La educación se convierte así en una herramienta esencial para cumplir con el


proyecto del sistema capitalista; para ello, esta se instrumentaliza en dos vías, una
ideológica, que permea las subjetividades y la organización social, la otra, fáctica
que se refiere a la implementación de una teoría pedagógica como el enfoque por
competencias que posiciona a los sujetos como sujetos pasivos del sistema,
capaces de cumplir las funciones que este les otorga, con la promesa de poder ser
tenidos en cuenta como trabajadores dentro del mismo. La expresión común
conque el discurso de las competencias se implementó en Colombia, resumido en
el rótulo “saber hacer en contexto” (Trujillo, 2011) lleva implícita la flexibilización
del individuo, tan necesaria a las políticas laborales neoliberales y su
operacionalización, como ser-herramienta, sin creatividad, ni criterio para pensar
opciones diferentes a lo que se espera de él, por parte del Estado y la empresa
privada.

Paralelamente, el sistema educativo brinda el marco para que las clases


dominantes detenten el poder, gestionen y perpetúen las condiciones de inequidad
y explotación. Con su peso mayúsculo en el Estado dictarán a su acomodo las
reglas que determinaran el modelo de desarrollo de un país. Gramsci (2007)
muestra como este Estado que responde a unos intereses específicos se
convierte en “un instrumento de “racionalización”, de aceleración… actúa según un
plan, presiona, incita, solicita, y “castiga” porque, creadas las condiciones en que
es posible un determinado modo de vida, “la acción u omisión criminal” deben
tener una sanción punitiva, de alcance moral, y no sólo un juicio de peligrosidad
genérica”. (p.119) En otras palabras, al especificar el Estado la ruta, cualquier
desviación a la misma se torna en subversiva, peligrosa.

La instrumentalización de los sujetos dentro del Estado, se transfiere a las


naciones en la esfera geopolítica y geoeconómica. La división internacional del
trabajo ha consagrado el papel de las naciones periféricas como receptoras de un
aparato industrial que se desterritorializa, mientras que, los conocimientos de
punta, la alta ciencia e innovación son desarrollados herméticamente en el centro
mundial. De esta manera, el sistema educativo entrena a los nuevos operarios de
la industria obsoleta; mientras, obliga a sus científicos e investigadores de estas
latitudes a migrar al primer mundo, para que este se apropie del capital-
conocimiento que poseen.

La educación como está planteada en la actualidad, no es una institución que


aliente la movilidad social, esta se muestra más como parte del mito que rodea el
discurso educador; por el contrario, como lo planteaba Westergaard (citado
Milliband,1985) “es escaso el acceso de las clases trabajadoras a las clases media
y superior…existe mucho movimiento de individuos entre las diferentes capas pero
gran parte de este movimiento recorre distancias considerablemente cortas del
espacio social, y encierra desplazamientos dentro del grupo manual o del grupo no
manual con mucha mayor frecuencia que entre estos grupos”. (p.40) La movilidad
social brindada por la educación es una ilusión que limita una postura crítica por
parte de los sujetos y colabora en el mantenimiento de la desigualdad.

Para finalizar es importante resaltar que cualquier intento emancipador de las


condiciones relatadas en este trabajo debe cruzar por la Escuela, de su
democratización organizativa, curricular y proyectiva deben surgir las bases
sociales que descolonicen su estructura en pos de una mayor equidad, libertad y
dignidad, en la consecución colectiva de una ruta común que implique mayor
humanidad para todos.
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