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SISTEMA DE CITAS DE LA REVISTA AYER (desde 8.1.

2016) Libros: De un solo autor:


Santos JULIÁ: Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX, Barcelona, RBA Libros,
2010. Dos autores: Mary NASH y Gemma TORRES (eds.): Feminismos en la Transición,
Barcelona, Grup de Recerca Consolidat Multiculturalisme i Gènere, Universitat de Barcelona-
Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (Ministerio de Cultura), 2009. Tres autores:
Carlos FORCADELL ÁLVAREZ, Pilar SALOMÓN CHÉLIZ e Ismael SAZ CAMPOS (coords.):
Discursos de España en el siglo XX, Valencia, Universidad de Valencia, 2009. Cuatro o más
autores: Carlos FORCADELL ÁLVAREZ et al. (coords.): Usos de la historia y políticas de la
memoria, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2004. Capítulos de libro: Antonio ANNINO:
“México: ¿Soberanía de los pueblos o de la nación?”, en Manuel SUÁREZ CORTINA y Tomás
PÉREZ VEJO (eds.): Los caminos de la ciudadanía. México y España en perspectiva comparada,
Madrid, Biblioteca Nueva-Ediciones de la Universidad de Cantabria, 2010, pp. 37-54. Artículos de
revista: Pilar FOLGUERA: “Sociedad civil y acción colectiva en Europa: 1948-2008”, Ayer, 77
(2010), pp. 79-113. Si la referencia es a una/s página/s concretas del artículo, se indicarán éstas a
continuación del siguiente modo: Pilar FOLGUERA: «Sociedad civil y acción colectiva en Europa:
1948-2008», Ayer, 77 (2010), pp. 79-113, esp. pp. 101-102. Citas posteriores: Santos JULIÁ: Hoy
no es ayer…, pp. 58-60. Pilar FOLGUERA: “Sociedad civil…”, pp. 100-101. Si se refiere a la nota
inmediatamente anterior: Ibid., pp. 61-62. En cursiva y sin tilde. Cuando se citan varias obras de un
mismo autor en el mismo pie de página: Ismael SAZ CAMPOS: “El primer franquismo”, Ayer, 36
(1999), pp. 201-222; ÍD.: “Política en zona nacionalista: configuración de un régimen”, Ayer, 50
(2003), pp. 55-84; e ÍD.: “La marcha sobre Roma, 70 años: Mussolini y el fascismo”, Historia 16,
199 (1992), pp. 71-78. La ausencia de los datos relativos al autor, la ciudad de edición, la editorial o
imprenta, el año o el número en caso de revistas, se indicarán respectivamente con las abreviaturas
siguientes: s. a. = sin autor s. d. = sin data s. e. = sin editorial s. l. = sin lugar de edición s. n. = sin
número 2 Estas abreviaturas irán seguidas, si es necesario, de una atribución de ciudad, editorial o
año, que irán entre corchetes. Los datos sobre el número de edición, traducción, etc., se pondrán, de
manera abreviada, entre el título de la obra y el lugar de edición. Artículos de periódico: Emilia
PARDO BAZÁN: “Un poco de crítica. El símbolo”, ABC, 22 de febrero de 1919. En caso de que
resulte relevante indicar la ciudad de edición del periódico, se señalará a continuación del título; por
ejemplo: José ORTEGA Y GASSET: “El error Berenguer”, El Sol (Madrid), 15 de noviembre de
1930. Tesis doctorales o Trabajos de fin de Máster: Miguel ARTOLA: Historia política de los
afrancesados (1808-1820), Tesis doctoral, Universidad Central, 1948. Sitios de internet: Matilde
EIROA: “Prácticas genocidas en guerra, represión sistémica y reeducación social en posguerra”,
Hispania Nova, 10 (2012), http://hispanianova.rediris.es/10/dossier/10d014.pdf. Cuando el
documento citado tenga entidad independiente, pero haya sido obtenido de un sitio de internet, esta
circunstancia se señalará indicando a continuación de la cita bibliográfica o archivística la expresión
“Recuperado de internet” y la URL del sitio entre paréntesis. Ejemplo: Rafael ALTAMIRA:
Cuestiones Hispano-Americanas, Madrid, E. Rodríguez Serra, 1900. Recuperado de internet
(http://bib.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=35594). Documentos inéditos: Nombre y
APELLIDOS del autor (si existe): Título del documento (entrecomillado si es el título original que
figura en el documento (ciudad, día, mes y año si se conoce la fecha), Archivo, Colección o serie,
Número de caja o legajo, Número de expediente. Ejemplos: Carta de Juan Bravo Murillo a
Fernando Muñoz (22 de julio de 1851), Archivo Histórico Nacional, Diversos: Títulos y familias
(Archivo de la Reina Gobernadora), 3543, exp. 9; “Diario de operaciones de la División de
Vanguardia” (1836), Real Academia de la Historia, Archivo Narváez-I, Caja 1; Juan Felipe
MARTÍNEZ: “Relación de lo sucedido en el Real Sitio de San Ildefonso desde el 12 de Agosto de
1836 hasta la entrada de S.M. en Madrid el 17 del mismo mes”, Archivo General de Palacio,
Reinado de Fernando VII, Caja 32, exp. 13.

5) Los autores remitirán su texto a la dirección institucional de la revista (revistaayer@ahistcon.org) en


soporte informático (programa MS Word o similar). Igualmente enviarán un resumen de menos de 100

1
palabras en español y en inglés; el título, igualmente en español y en inglés; cinco palabras clave, también en
los dos idiomas; una breve nota curricular, que no debe superar las 100 palabras; y el compromiso de
originalidad firmado, que puede escanearse para su envío por correo electrónico (en formato PDF o similar).
No será enviado a evaluación ningún artículo que no incluya todos estos complementos
6) Los trabajos enviados para su publicación han de ajustarse a los siguientes límites de extensión: entre
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evitar los subepígrafes; en el caso de que se incluyan, aparecerán en cursiva.

“CINCO Ó SEIS GENERALES QUE NO HACEN NADA”:


EL FRUSTRADO GOLPE DE ESTADO DE ABRIL DE 1936
Roberto Muñoz Bolaños
Doctor en Historia Contemporánea
Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (UNED)

A la memoria del maestro Javier Donézar Díez de Ulzurrún

Resumen: Este artículo analiza el apoyo político a la sublevación militar del 17 de julio de 1936;
explicando como se conformó la Gran Coalición de partidos, que junto a un sector mayoritario de
las Fuerzas Armadas, articularon el Frente Antirrevolucionario que terminó derribando la II
República. Para realizarlo, se han utilizado fundamentalmente fuentes primarias procedentes de
diferentes archivos públicos y privados, que aportan nuevas claves para comprender las
características de la conspiración contra el Gobierno del Frente Popular.

Palabras clave: Frente Popular, guerra civil, involución militar, segunda república.

Abstract: This article analyzes the political support to the military revolt of July 17, 1936;
explaining since there conformed the Great Coalition of parties, which close to a majority sector of
the Armed Forces, articulated the Anti-revolutionary Front that ended up by knocking down the
Republic II. To realize it, there have been in use fundamentally primary sources proceeding from
different public and private files, that they contribute new keys to understand the characteristics of
the conspiracy against the Government of Popular Front.

Keywords: Popular Front, civil war, military involution , second republic

LOS ANTECEDENTES DE LA GRAN COALICIÓN (ABRIL DE 1931/DICIEMBRE DE


1935)

Desde el 14 de abril de 1931, determinados grupos políticos tomaron la decisión de


enfrentarse violentamente contra el proyecto revolucionario1 que representaba la II República. Por
tanto, la fecha de la proclamación del régimen republicano fue también la del origen de la Gran
Coalición2 de partidos, que junto a un importante sector del Ejército, terminaría derribándolo. No

1
El término “revolucionario” se usa en sentido objetivo y no peyorativo. La II República pretendía un cambio de las
estructuras socioeconómicas de España, lo que significaba la imposibilidad de volver a lo que antes existía.
2
El término Gran Coalición fue utilizado por primera vez por Gil Pecharromán en 2013. Julio GIL PECHARROMAN:
El Movimiento Nacional (1937-1977), Barcelona, Planeta, 2013, pp. 19-24.

2
obstante, no se trató de un proceso lineal, aunque si acumulativo, donde pudieron distinguirse
diferentes fases.
La primera fase abarcó desde abril hasta diciembre de 1931, y estuvo representada por las
conspiraciones que pusieron en marcha los monárquicos tanto carlistas como alfonsinos, y donde se
buscó también el apoyo de otros grupos conservadores, como el Partido Nacionalista Vasco (PNV).
Este proyecto fracasó totalmente, ya que no se consiguió crear un frente unido entre los tres grupos,
por la oposición entre los grupos monárquicos y la negativa final del PNV a unirse a la
conspiración3.
La segunda fase se extendió entre enero y agosto de 1932, y junto a los monárquicos, ya
aparecen políticos republicanos conservadores –Alejandro Lerroux, líder del el Partido Republicano
Radical (PRR), y Melquíades Álvarez, del Partido Republicano Liberal-Demócrata (PRLD)– que
se oponían a la política desarrollada por el Gobierno republicano-socialista presidido por Manuel
Azaña. El resultado de esta alianza sería la sublevación fracasada del 10 de agosto de 1932,
articulada sobre ambos grupos: el monárquico en Madrid, bajo la dirección del teniente general
Emilio Barrera Luyando, y el republicano conservador en Sevilla, liderado por el de su mismo
empleo José Sarjurjo Sacanell4.
La tercera fase, que supuso un impasse, se desarrolló entre septiembre de 1932 y diciembre de
1935. El fracaso del tándem Barrera-Sanjurjo; la represión desencadenada por el Gobierno
republicano contra sus enemigos; la victoria de la derecha en las elecciones del 19 de noviembre de
1933, y sobre todo la llegada del líder de la Confederación Española de Derechas Autónomas
(CEDA), José María Gil-Robles y Quiñones al Ministerio de Guerra (mayo/diciembre de 1935)
dentro de un Gobierno de coalición entre este partido y el PRR, provocaron que los proyectos
violentos contra la II República quedaran momentáneamente suspendidos. No obstante, en esta fase
se produjeron una serie de acontecimientos que posteriormente serían determinantes para la
sublevación gestada en 1936. Así, en el seno del Ejército, se creó la Unión Militar Española (UME),
una organización clandestina de extrema derecha, integrada por Jefes y Oficiales, que si bien no
podía desencadenar por si misma una sublevación militar, si podría actuar como un útil auxiliar en
un golpe de Estado dirigido por generales, como se demostraría posteriormente 5. Y también se
organizó en Madrid, bajo la presidencia del general de división Manuel Goded Llopis –seguidor
político de Melquíades Alvárez6– la “Junta de Generales”, integrada entre otros por los de brigada
de Infantería Luís Orgaz Yoldi y José Enrique Varela y los de división Joaquín Fanjul Goñi, Rafael
Villegas Montesinos y José Rodríguez del Barrio. El objetivo de esta organización no era la
destrucción de la República mediante un golpe de Estado, sino poner fin al Gobierno de Azaña. La
mayoría de sus miembros colaboraron en puesto de responsabilidad con Gil-Robles7.
En el campo de las organizaciones políticas, hubo tres hechos destacados. El primero, la
creación por los monárquicos alfonsinos –agrupados ya en el partido Renovación Española (RE)–
de una nueva organización conspirativa, dirigida por el teniente coronel de Estado Mayor (EM)
Valentín Galarza Morente –miembro también de la UME–, y bajo la jefatura del teniente general
Barrera, al negarse el de su mismo empleo Severiano Martínez Anido a liderarla. No era, en todo
caso, una organización importante desde el punto de vista militar, pues la mayoría de sus integrantes
estaban retirados, y por tanto carecían de tropas bajo su mando 8. El segundo fue la reorganización
de la milicia carlista, el Requeté, por los dirigentes de la Comunión Tradicionalista (CT), Manuel

3
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Por Dios, por la Patria y el Rey marchemos sobre Madrid: el intento de sublevación
carlista en la primavera de 1936” en Daniel MACÍAS FERNÁNDEZ y Fernando PUELL DE LA VILLA (eds.): David
contra Goliat: Guerra y asimetría en la Edad Contemporánea, Madrid, IUGM-UNED, 2014, pp. 145-147; “La Guerra
Civil: una síntesis histórico-militar” en Ricardo RECIO CARDONA (ed.): Rojo y Azul. Imágenes de la guerra civil,
Madrid, Almena, 1999, p. 6.
4
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Francisco Llano de la Encomienda. General de División”, en Javier GARCÍA
FERNÁNDEZ (coord.): 25 militares de la República, Madrid: Ministerio de Defensa, 2011, pp. 560-563.
5
Ibidem, p. 563.
6
Manuel AZAÑA DÍAZ: Diarios 1932-1933: Los cuadernos robados, Barcelona, Crítica, 1997, p. 2.
7
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Francisco Llano…”, pp. 563-564.
8
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “La Guerra Civil…”, p. 8.

3
Fal Conde, secretario general, y José Luis Zamanillo, delegado nacional de la misma. No obstante, a
pesar del mito gestado por los carlistas tras la guerra civil, y aceptado por autores académicos como
Blinkhorn9, Arostegui10 o González Calleja11, el Requeté nunca fue ni numeroso ni efectivo como
reconocía uno de los militares colaboradores de CT, el teniente coronel de EM Eduardo Baselga en
mayo de 193612. Y el tercero, el famoso pacto con Benito Mussolini, suscrito en Roma el 31 de
marzo de 1934, por los miembros de CT Antonio de Lizarza y Rafael Olazabal; el alfonsino
Antonio de Goicoechea, y el teniente general Emilio Barrera Luyando. Por el mismo, el dictador
italiano se comprometía a apoyar a los dos partidos monárquicos con armas y dinero para que
derribasen la II República, y a cambio, el nuevo gobierno que surgiese después, firmaría una serie
de pactos con Italia que reforzarían la posición geoestratégica de este país en el mar Mediterráneo13.
No obstante, a pesar de la situación de impasse que caracterizó esta fase, hubo un hecho que
alteró totalmente a las fuerzas conservadoras: la revolución de octubre de 1934. La posibilidad de
que las organizaciones izquierdistas pudieran culminar en un futuro un proyecto político de estas
características, se convirtió en el mayor temor para un importante sector del Ejército y de la
sociedad española, y para todas las organizaciones políticas de la derecha.
Esta fase finalizó con el estallido de los escándalos Straperlo y Nombela, que supusieron la
caída del Gobierno radical-cedista, y la convocatoria de nuevas elecciones legislativas para el 16 de
febrero de 1936. En estos comicios, la izquierda se presentó en coalición bajo la denominación de
Frente Popular (FP). Sería tras el triunfo electoral de esta coalición cuando se inició la cuarta y
definitiva fase de oposición violenta a la II República.

EL PRIMER INTENTO DE GRAN COALICIÓN: EL PROYECTO DE SUBLEVACIÓN


CARLISTA (MARZO/MAYO DE 1936).

El Frente Antirrevolucionario comenzó a gestarse en los prolegómenos de las elecciones de


febrero de 1936. Por un lado, las organizaciones políticas derechistas buscaron crear una coalición
que se opusiera al FP14; fracasando en su empeño. Por otro, un sector del Ejército –bajo la jefatura
de los generales de división Francisco Franco Bahamonde, jefe del Estado Mayor Central (EMC) 15
y Goded, inspector general del Ejército y director general de la Aeronáutica Militar 16– quiso evitar
la salida de la CEDA del Gobierno, la celebración de nuevas elecciones, y que se declarase el estado
de guerra, en la noche del 16 de febrero, para intentar frenar la toma del Gobierno por el FP,
fracasando en los tres proyectos17.
Tras la llegada al Gobierno de la coalición de izquierda, y temiendo que fuera el inicio de un
nuevo proceso revolucionario, el general Rodríguez del Barrio, lugarteniente de Goded –éste había
sido destinado a las Baleares–, convocó una reunión en Madrid, el 8 de marzo de 1936, en el
domicilio del agente de Cambio y Bolsa José Delgado y Hernández de Tejada, afiliado a la CEDA,
a la que asistieron los generales de división Franco, Fanjul, Villegas y Manuel González Carrasco,
9
Martin BLINKHORN: Carlismo y contrarrevolución en España, 1931-1939, Barcelona, Crítica, 1979.
10
Julio ARÓSTEGUI: “El carlismo, la conspiración y la insurrección antirrepublicana”, Arbor, 491-2 (1986), pp. 27-76.
11
Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA y Julio ARÓSTEGUI: “La Tradición recuperada. El Requeté carlista y la
insurrección”, Historia Contemporánea, 11 (1994), pp. 29-53.
12
Proyecto de movilización del Teniente Coronel Baselga, bajo la dirección del General Muslera, entregado por Fal
Conde al General Sanjurjo y hallado en sus papeles, Archivo de la Universidad de Navarra (AUN), Archivo Fal Conde
(AFC), sección: Delegación Nacional, serie: Conspiración, caja 133/257, carpetas 28-43, p. 9.
13
Antonio de LIZARZA: Memorias de la Conspiración, Madrid, Dyrsa, 1986, pp. 29-32.
14
Carta de Fal Conde a Alfonso Carlos. Sevilla, 16 de enero de 1936 y carta de Fal Conde a Alfonso Carlos. Sevilla, 23
de enero de 1936, AUN, AFC, sección: Correspondencia, serie: Correspondencia de Alfonso Carlos. (1936), caja
133/008, carpeta 3.
15
Dos cuadernos manuscritos de Franco explicando su participación en la revolución de Asturias, Fundación Nacional
Francisco Franco (FNFF), Archivo del general Francisco Franco Bahamonde (AGFF), documento. 26.630, pp. 4-5 ( en
citas sucesivas Dos cuadernos)
16
Declaración del general de división Manuel González Carrasco. Archivo General Militar (Avila) (AGM). Archivo de
la Guerra Civil, (AGC), Documentación Nacional, legajo 273 bis, carpeta 18.
17
Dos cuadernos, pp. 6-10.

4
y los de brigada de Infantería Varela, Orgaz y Emilio Mola Vidal; el de Ingenieros Alfredo Kindelan
Duany, y el de Caballería Ponte, más el teniente coronel Galarza. En esta reunión se tomaron tres
acuerdos importantes. El primero, que la sublevación sería apolítica. El segundo, que la jefatura de
la sublevación correspondería al teniente general Sanjurjo. Y el segundo, que se optó por la tesis de
Varela del golpe centrifugo (controlar Madrid primero y luego el resto del territorio nacional) frente
al centrífugo (control primero de la periferia para converger sobre Madrid) propuesto por Mola18.
Esta toma de postura de un sector importante del generalato español no pasó desapercibida a
la CT, ya que entre ellos había varios colaboradores del carlismo: el general Varela –clave en la
reorganización del Requeté– y el teniente general retirado Manuel Fernández Pérez, africanista,
implicado en la sublevación de Sanjurjo, y que se había entrevistado Goded en enero de 1936 19.
Ambos debieron informar a sus amigos políticos de la conspiración que se estaba gestando 20. Sólo
así se entiende que veinte días después de la reunión del 8 de marzo, se activase la Junta Técnica
Militar de este partido que ahora integró en la misma a civiles para crear una auténtica división del
trabajo en nueve sesiones. En este nuevo proyecto de sublevación carlista, se consideraba
fundamental la alianza con el Ejército21:

El estado de hondísima perturbación en que vive España exige una pronta y enérgica intervención. La
Comunión puede realizarla y en circunstancias propicias encontrará colaboración en el Ejército; más para que
ese propósito sea una realidad se requiere un supremo esfuerzo y una firme resolución al mismo tiempo.

Así se explica que buscaran el apoyo del teniente general Sanjurjo22 para dirigir su proyecto,
ya que también lideraba la trama militar. Además, este militar había estrechado su relación con CT
desde 1932, durante su estancia en Portugal, rememorando sus antecedentes familiares carlistas23. El
objetivo de los dirigentes carlistas era que Sanjurjo encabezara una sublevación con el apoyo del
Requeté, un importante sector del Ejército y otras organizaciones políticas antirrevolucionarias que
culminase con el establecimiento de una regencia encabezada por el príncipe Javier de Borbón-
Parma, heredero del pretendiente carlista Alfonso Carlos.
Con esta pretensión, Fal Conde y Sanjurjo se entrevistaron en Lisboa a comienzos de mayo 24.
En esta reunión, y según el testimonio manuscrito del teniente general, “[Fal Conde] me habló de su
deseo de que fuera yo el General que dirigiera un movimiento en Navarra combinado con
levantamientos de partidas por el Maestrazgo y también en la frontera de Portugal” 25. Sanjurjo le
explicó que el proyecto nacería muerto sino contaba con el apoyo del Ejército, y que él ya se había
comprometido con sus compañeros de armas. No obstante, indicó al líder carlista que si el Ejército
no se sublevaba, la operación podría estudiarse, siempre que se contara con el apoyo de las
guarniciones militares del Norte. De hecho, de esta entrevista surgieron tres planes militares para la
sublevación del Requeté, cuyo dato más elocuente fue que los diseñadores de los mismos jugaron
con la cifra de no más de 8.000 milicianos carlistas en toda España26.

18
Los documentos más importantes para conocer la conspiración de 1936 son los que el ayudante del general Mola, el
comandante de Infantería Emiliano Fernández Cordón entregó al Servicio Histórico Militar (SHM). Copias de
documentos facilitados por el teniente coronel Emiliano Fernández Cordón, referentes a la preparación y desarrollo
del Alzamiento Nacional, ÁGM, AGC, Documentación Nacional, legajo 4, carpeta 8 (en citas sucesivas Documentos
Fernández Cordón).
19
Declaración del general de división Manuel González Carrasco, AGM, AGC, legajo 273 bis, carpeta 18.
20
José Luís ZAMANILLO: La conspiración de 1936, AUN, AFC, sección: Delegación Nacional, serie: Conspiración,
caja 133/257, carpetas 44-47, Apuntes y correspondencia, p. 2. (en citas sucesivas La conspiración de 1936)
21
AUN, AFC, sección: Delegación Nacional, serie: Conspiración, caja 133/257, carpeta 44.
22
José Luís ZAMANILLO: La conspiración de 1936, p. 1.
23
Jaime del BURGO: Conspiración y guerra civil, Barcelona, Alfaguara, 1970, pp. 529-530: José Luís ZAMANILLO:
La conspiración de 1936, p. 7.
24
Ibid.
25
Nota autógrafa del General Sanjurjo. Mes de mayo de 1936”. AUN. AFC. Sección: Delegación Nacional. Serie: , que
junto Conspiración. Caja 133/257. Carps. 28-43. Conspiración. Preparativos.
26
“Preámbulo a la redacción de un anteproyecto de marcha”. AUN. AFC. Sección: Delegación Nacional. Serie:
Conspiración. Caja 133/257. Carp. 45. Conspiración. Preparativos.

5
Junto al militar, el otro frente que debían construir los dirigentes carlistas era el político, con
objeto de conformar una Gran Coalición bajo el liderazgo de CT. Para lograr este objetivo, Fal
Conde, que ya tenía sólidas relaciones con la CEDA, pero no tanto con RE 27, trató de buscar el
apoyo de dos organizaciones políticas que disponían de un importante componente juvenil: el
Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional
Sindicalista (FE de las JONS).
El PNV era la fuerza hegemónica de la derecha en Guipúzcoa y Vizcaya, aunque su ideología
independentista chocara con la de las organizaciones conservadoras española, incluida CT. No
obstante, existían dos puntos de unión entre ellas: el rechazo al desorden público que azotaba las
provincias vascas28 y el temor a una revolución comunista 29. Ambos hechos, habían inclinado al
PNV hacía una posición antirrevolucionaria, como lo reconoció el militante de la Euzko Gaztedi
Indarra (EGI “Fuerza Juventud Vasca”), José Manuel Iradi: “Ya no había más lucha que izquierda y
PNV. Las Juventudes Nacionalistas están radicalizadas en ese enfrentamiento y mentalizadas para
ese fin”30. Esta posición de los nacionalistas vascos no pasó desapercibida a los líderes carlistas que
a comienzos de abril de 1936, organizaron una reunión en San Sebastián. El anfitrión fue un
miembro de Sección Séptima “Financiera” de la Junta Técnica Militar, Fausto Gaiztarro, que junto
a José Luís Zuazola, llevarían el peso de las negociaciones con el PNV 31. A esta reunión, asistieron
también representantes del RE –Ramón Sierra Bustamante, director de El Diario Vasco, de San
Sebastián–, de la CEDA y de F.E. de las JONS. Por el PNV, asistió el burukide Telésforo Monzón,
presidente del Guipúzcoa Buru Batzar (GBB), quien aceptó colaborar en una futura conspiración,
aunque el resultado fuera el establecimiento de una dictadura militar. No obstante, añadió que tenía
“hombres, pero no armas”. Para subsanar esta carencia, los monárquicos le harían poco después una
reducida entrega de armas y de dinero; pues los jeltzales temían una revolución izquierdista
inminente32.
En la siguiente reunión, celebrada el 20 de abril, a la que de nuevo asistió Monzón y en la que
estuvieron presente oficiales del Ejército –probablemente el general de división Mario Muslera y el
teniente coronel Baselga, ambos carlistas y miembros de la Junta Técnica Militar, y que eran los
encargados de dirigir la sublevación en Guipúzcoa–, el burukide presentó la siguiente propuesta: si
la sublevación era estrictamente militar, los nacionalistas vascos se mantendrían al margen, pero
garantizarían el orden y tomarían los edificios públicos; pero, si la sublevación la dirigían los
carlistas, se unirían a este partido e irían con ellos hasta el final. Esta respuesta del dirigente del
PNV satisfizo a los representantes de la derecha española que aceptaron realizar una nueva entrega
de armas a los nacionalistas vascos33, a los que consideraron ya como parte de la conspiración.
Sí los líderes de CT consiguieron el apoyo del PNV, no puede decirse lo mismo de F.E de las
JONS. Esta fuerza política había tenido un gran crecimiento desde febrero de 1936, convirtiéndose
en el polo de atracción de toda la juventud contraria a la política del FP 34, lo que la hacía
especialmente atractiva para los carlistas como aliado para poder culminar con éxito sus planes.
Además, el líder del partido José Antonio Primo de Rivera –encarcelado por las autoridades desde
27
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Por Dios…”, pp. 150-151.
28
Fernando de MEER: El Partido Nacionalista Vasco ante la guerra de España (1936-1937), Pamplona, EUNSA, 1992,
pp. 68-69; Ignacio OLABARRI GORTÁZAR: Relaciones laborales en Vizcaya 1890-1936, Durango (Vizcaya),
Leopoldo Zugaza, 1978, p. 429.
29
En este sentido, destacan las declaraciones de Luís Araquistáin, The New York Times, 26 de junio de 1936.
30
Carlos BLASCO OLAETXEA: Diálogos de guerra. Euzkadi 1936, Usúrbil (Guipúzcoa), Gráficas Izarra, 1983, p. 14.
31
José María GIL-ROBLES: No fue posible la paz, Barcelona, Ariel, 1978, p. 710. Declaración de José Múgica,
Archivo Histórico Nacional (AHN), Fondo Causa General (FCG), sección: Guipúzcoa, caja 1336, pieza 2: Alzamiento
nacional y antecedentes.
32
Ramón SIERRA BUSTAMANTE: Euzkadi. De Sabino Arana a José Antonio Aguirre. Notas para la historia del
nacionalismo vasco, Madrid, Editora Nacional, 1941, p. 156. Elías Etxeberria (Miembro del EBB, 1936), Centro de
Microfilm de Vergara (Guipúzcoa), Archivo Oral “Carlos Blasco”, nº 30.
33
Ramón SIERRA BUSTAMANTE: Euzkadi…, p. 156. Luis María y Juan Carlos JIMÉNEZ DE ABERASTURI: La
guerra en Euzkadi, Barcelona, Plaza & Janés, 1978, p. 146.
34
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Estudio crítico de ¿Fascismo en España?”, en Ramiro LEDESMA RAMOS:
¿Fascismo en España?, Málaga, Sepha, 2013, p. 128.

6
el 15 de marzo de 1936– venía apostando por una sublevación militar desde el fracaso de la
revolución de octubre de 193435, y había enviado el 4 de mayo una hoja clandestina titulada “Carta
a los militares de España” donde animaba al Ejército a sublevarse contra el Gobierno 36. Esta toma
de postura del líder fascista, animó a los carlistas a buscar el contacto con los falangistas con objeto
de crear un frente común, en igualdad de condiciones y capaz de imponer sus condiciones al
Ejército37. El encargado de reunirse con Primo de Rivera fue un aristócrata, Álvaro Caro y Gillamas,
conde de Torrubia, que le presentó –en clave– una propuesta de sublevación conjunta entre carlistas,
falangistas y militares, donde los dos primeros grupos impondrían sus condiciones al tercero, y
también al resto de las fuerzas de la derecha, que se incorporarían tras el triunfo no como partidos
políticos –pues todos serían disueltos– “sino como individuos destacados del mundo de los
negocios”, formando parte de un gobierno técnico y apolítico. Además se añadía “Una advertencia”
que resultó premonitoria38:

Si no hay una inteligencia previa con los Gómez [militares], y estos han de constituir ellos solos la
Dirección interina, queda incierto lo que sucederá luego, no podremos impedir que la interinidad se prolongue, si
ellos no quieren ceder y nos entregaríamos todos a maniobras y forcejeos que pondrían esterilizarlo todo.

La respuesta de José Antonio fue totalmente contraria al proyecto carlista, articulándose en los
siguientes puntos. El primero, que aceptaba el liderazgo del Ejército. El segundo, que rechazaba la
disolución de los partidos políticos, afirmando que “primeramente sean los militares los que se
apoderen de las riendas de la gobernación del Estado, y al cesar estos, venga a sustituirlos, aquel
partido que mayor ambiente popular tenga”. Y el tercero, tal vez el más importante, que se oponía a
que la monarquía como elemento definidor de la sublevación, alegando que:

…debido a la extrema dureza del castigo que obligatoriamente habrá que imponer, para restablecer el
equilibrio de la Patria y del principio de autoridad, caiga sobre ella, todo el peso de la responsabilidad, y se aleje
con dicho estigma, toda posibilidad de una posible restauración39.

Con el apoyo del PNV y la negativa de F.E. de las JONS, el príncipe Javier, Fal Conde y
Aurelio González de Gregorio, delegado nacional de la Juventud Carlista se trasladaron a Lisboa a
mediados de mayo para discutir su plan de sublevación con Sanjurjo. Pensaban que contaban con un
elemento que aseguraba su triunfo: el general Mola, nombrado jefe de la Brigada de Infantería XII
(Pamplona), se había puesto al frente de una nueva conspiración militar, tras el fracaso del golpe de
la Junta de Generales40. Los dirigentes carlistas pensaban que esta nueva trama cumplía el requisito
establecido por Sanjurjo de que los planes carlistas fueran apoyados por las guarniciones del Norte.
De hecho, en la cena celebrada en el Hotel Hispano Americano, de Lisboa, los carlistas no dudaron
en intentar imponer sus condiciones políticas, ya que, según escribió el propio Sanjurjo, el príncipe
“quería que fuera nombrado regente si triunfara el Movimiento, pero más tarde votaron por la forma
de gobierno y que se acataría el resultado de la votación” 41. Al final se llegó al acuerdo de que si se
sublevaba el Ejército, los carlistas le apoyarían, y si sólo lo hacían los miembros de CT, Sanjurjo
lideraría la operación42. Tras este acuerdo, Sanjurjo entregó al príncipe Javier una carta para el

35
Ibidem, pp. 123-124.
36
Ismael SAZ CAMPOS: Fascismo y franquismo, Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2004, p. 72.
37
Sobre los contactos entre falangistas y carlistas, véase Maximiano GARCÍA VENERO: Testimonio de Manuel Hedilla,
Barcelona, Acervo, 1972, pp. 101-103.
38
AUN, AFC, sección: Delegación Nacional, serie: Conspiración, caja 133/257, carpetas 28-43.
39
Este párrafo es interesante por dos aspectos. El primero, que el líder falangista asumía que la represión sobre los
vencidos sería muy dura. Y el segundo, que su opinión sobre la monarquía es muy similar a la que Franco daría al
pretendiente don Juan de Borbón.
40
B. Félix MAÍZ: Mola, aquel hombre, Barcelona, Planeta, 1976, pp. 99-100.
41
Nota autógrafa del General Sanjurjo. Mes de mayo de 1936, AUN, AFC, sección: Delegación Nacional, serie:
Conspiración, caja 133/257, carpetas 28-43. Conspiración. Preparativos, p. 1 (en notas sucesivas Nota autógrafa)
42
Ibid. La Actualidad Española, 6 de junio de 1968.

7
general Mola. Sin embargo, este general rechazó en su respuesta el plan carlista, escribiendo a
Sanjurjo una misiva en la que se podía leer43:

Me dijo que el General Mola estaba resueltamente dispuesto a levantar la región con el Ejército y los
muchos paisanos, núcleo compuestos de Carlistas. Que no me moviera sin que él me hubiera llamado, ni aún
quitándolo de allí. Que todo lo hacía por mí y para mí.

La propuesta de Mola hizo a Sanjurjo jefe de una nueva sublevación organizada y dirigida por
su compañero de armas; sellando el destino de la conspiración carlista, y simbolizando por tanto el
fracaso del primer intento de Gran Coalición contra el FP.

LA CONSPIRACIÓN DEL GENERAL MOLA: LA GRAN COALICIÓN CONTRA EL


FRENTE POPULAR (ABRIL/JULIO DE 1936)

La operación golpista que puso en marcha Mola, con el apoyo inicial de la guarnición Navarra
–vinculada a la UME–, y con el sobrenombre de El director, se artículo en dos niveles: militar y
político44. Así, desde el punto de vista militar, presentó tres grandes características:

1. Controlar la periferia de España para converger sobre Madrid, ya que el triunfo de la


sublevación en la capital de España se antojaba muy complicado45.
2. Apoyarse principalmente en militares en activo, y si fuera posible en los generales, jefes y
oficiales cada división orgánica, para no romper la cadena de mando. Los retirados estarían en
un segundo plano.
3. Colaborar especialmente con los miembros de la UME, lo que le acarreó problemas con la Junta
de Generales, a la que a veces punteó; pero que, en contrapartida, no siguió las directivas de
Mola, especialmente en Madrid46.

Desde el punto de vista político, El director –de ideología liberal y republicana47– optó por
plantear una conspiración “amplia” donde cupiesen todos los enemigos del FP, especialmente los
republicanos moderados tanto del Ejército –representado por generales como Miguel Cabanellas
Ferrer o Gonzalo Queipo de Llano, seguidores de Lerroux, o coroneles como Antonio Aranda
Mata48–, como de la clase política, con el objetivo de dotar de una base social lo más extensa
posible a la operación. Esta búsqueda de la centralidad como punto de unión entre todos los
enemigos del FP quedó plasmada en una instrucción secreta titulada “El Directorio y su obra
inicial” y fechada el 5 de junio de 1936 49, donde no solo se establecía el carácter militar del nuevo
gobierno, sino también las primeras medidas que tomaría entre las que destacaban:

j) Separación de la Iglesia y del Estado, libertad de cultos y respeto a todas las religiones.

43
Nota autógrafa, pp. 1.2.
44
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “La Guerra Civil…”, p. 12-6. Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “El general Mola y la
evolución política de la España Nacional (1936-1937)” en José Manuel TRUJILLANO SÁNCHEZ y Pilar DÍAZ
SÁNCHEZ: Jornadas <<Fuentes orales y escritos>>. Testimonios orales y escritos. España 1936-1996, Fundación
Santa Teresa, Avila, 1998, pp. 202-4.
45
“El objetivo, los medios, el itinerario”, Documentos Fernández Cordón, pp. 51-52.
46
Véase Maximiano GARCÍA VENERO: Madrid 1936, Tebas, Madrid, 1973, pp. 229-316.
47
Mola era el más liberal de los generales golpistas. Así lo reconocen políticos de ideología tan diversa como Serrano
Suñer, Alcalá Zamora o Mariano Ansó, o historiadores como Gabriel Cardona o Guillermo Cabanellas. Véase Ramón
SERRANO SUÑER: Entre el silencio y la propaganda, Barcelona, Planeta, 1997, p. 212; Guillermo CABANELLAS:
Cuatro generales, Barcelona, Planeta, Barcelona, 1977, tomo I, p. 321; Gabriel CARDONA: El poder militar en la
España contemporánea, Madrid, Siglo XXI, 1983, p. 235; Mariano ANSÓ: Yo fui ministro de Negrín, Planeta,
Barcelona, 1976, p. 28, Niceto ALCALÁ ZAMORA: Asalto a la República, Madrid, La Esfera de los Libros, 2011, p.
132.
48
Sobre el papel de estos tres militares en la sublevación puesta en marcha por Mola, véase Documentos Fernández
Cordón, pp. 9, 14-16.
49
Documentos Fernández Cordón, pp. 53-54.

8
k) Absorción del paro y subsidio a los obreros en paro forzoso comprobado.
l) Extinción del analfabetismo.
n) Plan de obras públicas y riegos de carácter remunerador.
o) Creación de comisiones regionales para la resolución de los problemas de la tierra, sobre la base del
fomento, de la pequeña propiedad y de la explotación colectiva donde ella no fuere posible (…)
EL DIRECTORIO se comprometerá durante su gestión a no cambiar en su gestión el régimen
republicano, mantener en todo las reivindicaciones obreras legalmente logradas…

Se trataba por tanto de un programa político que resultaba más fácil de aceptar para FE de las
JONS y para los republicanos conservadores que para la CEDA o los monárquicos. Sin embargo,
los acontecimientos que se sucedieron entre febrero y junio de 1936, especialmente la aceleración
de las reformas defendidas por el Frente Popular –especialmente la agraria–, el desorden público –
provocado por el auge del pistolerismo–50, y la actitud del Gobierno, que realizó una dura represión
sobre las organizaciones de derecha y fascista –especialmente FE. de las JONS–, mientras permitía
las actuaciones delictivas de las organizaciones de izquierda, a las que llegó a convertir en algunos
lugares, en auxiliares de las Fuerzas de Orden Público (FOP) 51; provocaron una movilización contra
el Gobierno de todas las fuerzas política de la derecha. Esta movilización facilitaría los planes de
Mola, y permitiría la formación de la Gran Coalición política, que junto a los sectores del Ejército y
la Armada, integrarían el Frente Antirrevolucionario cívico-militar que se sublevó el 17 de julio de
1936.
En esta Gran Coalición, el sector más “izquierdista” estaba constituido por los pequeños
partidos republicanos liberal-conservadores –PRR de Lerroux, el PRLD de Melquíades Álvarez,
Partido Republicano Conservador (PRC) de Miguel Maura, Partido Republicano Progresista (PRP)
de Niceto Alcalá Zamora, y el Partido Agrario Español (PAE), de Ángel Alcázar de Velasco–. Se
trataba de organizaciones minoritarias y carentes de masas. Sin embargo, sus líderes todavía
conservaban un importante prestigio entre las clases medias republicanas conservadoras, por lo que
Mola trató de atraérselos con objeto de legitimar la sublevación, presentándola como una operación
contra el Gobierno, y no contra el régimen republicano. Así, El director informó a Melquíades
Álvarez de lo que se preparaba a través de su hombre de confianza, Hipólito Jiménez Coronado, a
quien también utilizó como enlace para ponerse en comunicación con otro seguidor del político
asturiano, el general Goded, y con su hombre de confianza en Madrid, el teniente coronel de
Ingenieros Alberto Álvarez Rementería52. La misma actitud tuvo con Alejandro Lerroux, a quien
informó de lo que preparaba, y al que el 17 de julio, un hombre del general, el comisario de Policía
Santiago Martín Báguenas le avisó de que la conspiración estallaría ese mismo día en Marruecos, y
al día siguiente, en el resto de España. El veterano líder republicano decidió ponerse a salvo 53. Mola
también tuvo especial interés en atraerse a otro político republicano conservador, Miguel Maura,
quien tenía la legitimidad republicana de ser uno de los firmantes del Pacto de San Sebastián, y la
conservadora, por haber sido uno de los máximos defensores de una coalición antimarxista para las
elecciones del 16 de febrero54 y de la dictadura republicana para acabar con el desorden existente en

50
Esta situación de desorden queda reflejada en una carta escrita por Azaña a su cuñado Cipriano Rivas Cherif: “Hoy
nos han quemado […]: 7 iglesias, 6 casas, todos los centros políticos de derecha, y el Registro de la Propiedad. A media
tarde, incendios en Albacete, en Almansa. Ayer, motín y asesinatos en Jumilla. El sábado, Logroño; el viernes, Madrid,
tres iglesias. El jueves y miércoles, Vallecas… Han apaleado en la calle de Caballero de Gracia a un comandante
vestido de uniforme, que no hacía nada. En Ferrol, a dos oficiales de Artillería; en Logroño, acorralaron y encerraron a
un general y cuatro oficiales… lo más oportuno. Creo que van más de doscientos muertos y heridos desde que se formó
el Gobierno y he perdido la cuenta de las poblaciones en que se han quemado iglesias y conventos: ¡hasta en Alcalá!”.
Manuel AZAÑA: Obras completas, Madrid, Taurus, Madrid, 2008, p. 640.
51
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Estudio crítico…”, pp. 127-136. Esta situación ha sido incluso reconocida por
historiadores muy favorables a la II República, y a lo que representaba el Frente Popular. José Luis LEDESMA: “La
<<Primavera Trágica> de 1936 y la pendiente hacia la guerra civil”, Francisco SÁNCHEZ PÉREZ (coord.): Los mitos
del 18 de julio, Barcelona, Planeta, 2013, pp. 319-325.
52
Maximiano GARCÍA VENERO: Testimonio…, pp. 96-97.
53
Alejandro LERROUX: La pequeña historia, Barcelona, Afrodisio Aguado, Barcelona, 1963, pp. 487-8.
54
Niceto ALCALÁ ZAMORA: Asalto a la…, pp. 115-116.

9
la “Primavera Trágica”55. Los generales Mola, Cabanellas y Queipo de Llano pensaron que, por su
prestigio entre los sectores conservadores y por su carácter moderado, debería ser la persona que
presidiera el gobierno de partidos de derechas que sustituiría al directorio militar. Gil-Robles y Juan
Ignacio Luca de Tena –dueño del diario monárquico ABC–, estaban también de acuerdo con esta
propuesta56. Sin embargo, Miguel Maura se negó a cooperar con los conspiradores. La misma
actitud mantuvo Niceto Alcalá Zamora, también firmante del Pacto de San Sebastián y primer
presidente de la II República, que se negó a participar en cualquier intentona golpista 57. Mención a
parte merece el PAE, partido republicano conservador representante de los grandes y medianos
propietarios de tierras fundamentalmente castellanos, que a pesar de la persecución que sufrió tras
los comicios de febrero de 1936, se mantuvo dentro de la legalidad hasta el asesinato de José Calvo
Sotelo el 13 de julio, cuando la mayoría de sus dirigentes así como de sus seguidores, se unieron a
la conspiración58.
El gran partido de la derecha durante el periodo de la II República, la CEDA, representaba el
“centro” dentro de la Gran Coalición. Su proyecto político, articulado sobre una reforma legal de la
constitución en sentido corporativo y autoritario, se había venido abajo tras los escándalos
Straperlo y Nombela, y tras la derrota en las elecciones de febrero de 1936 59. Tras los comicios, y
como consecuencia de la radicalización política y del desorden existente, Gil-Robles había dado por
muerto su objetivo de moderar la República, a la vez que observaba como los elementos juveniles
del partido –Juventudes de Acción Popular (JAP)– lo abandonaban para ingresar en FE de las
JONS, y como él mismo era desplazado de facto como líder de la oposición por el dirigente
monárquico José Calvo Sotelo. En estas condiciones, Gil-Robles, contactado por los conspiradores,
decidió integrar su partido en la Gran Coalición política contra el FP. Así, no sólo entregó 500.000
pesetas de los fondos electorales de la CEDA a Mola y realizó distintas gestiones, sino que elaboró
un conjunto de instrucciones reservadas para sus militantes en relación con la futura sublevación60:
1ª. Todos los afiliados se pondrían inmediata y públicamente al lado de los elementos militares.
2ª. Las organizaciones del partido ofrecerían y prestarían la más amplia colaboración, sin el menor carácter
partidista.
3ª. Los elementos jóvenes se presentarían en el acto en los cuartales para vestir el uniforme del Ejército y
colocarse bajo el mando de los jefes militares, huyendo todo lo posible de formar milicias o batallones propios
en los que se veía un grave peligro de particularismo e indisciplina.
4ª. Los elementos de la C. E. D. A. se abstendrían de todo acto de represalia, actuando contra los izquierdistas
responsables por conducto de los Tribunales militares ordinarios o extraordinarios, y siempre con garantías para
los reos.
5ª. Los elementos del partido evitarían a toda costa luchas patriotas por la hegemonía, aun a trueque de ceder
posiciones políticas o administrativas.
6ª. El partido prestaría la máxima ayuda pecuniaria posible a las autoridades militares.

Por su parte, la segunda organización en importancia dentro de la CEDA –tras Acción


Católica (AC)–, la Derecha Regional Valenciana (DVR), desde febrero de 1936 –bajo la dirección
de su secretario general, José María Costa Serrano, y en contra de su presidente, el democristiano
Luís Lucia– había comenzado a crear su propia milicia, a hacer acopio de armas y a colaborar con
otras fuerzas de la derecha y con la UME, en pos de una futura sublevación contra el Gobierno61.

55
Miguel MAURA: Así cayo Alfonso XIII: de una dictadura a otra, Madrid, Marcial Pons, 2007, pp. 513-546.
56
José Luis ZAMANILLO: La conspiración de 1936, p. 18. Carta de Fal Conde a Mola, 6 de julio de 1936, AUN. AFC,
sección: Delegación Nacional, serie: Conspiración, caja 133/257, carpetas 28-43. Conspiración. Preparativos.
57
Niceto ALCALÁ ZAMORA: Asalto a la…, pp. 388-411.
58
Luis Teofilo GIL CUADRADO: El Partido Agrario Español (1934-1936): Una alternativa conservadora y
republicana, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2008, pp. 546-562.
59
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Estudio crítico…”, pp. 120-121.
60
Declaración de José María Gil Robles. Lisboa, 27 de febrero de 1942, AHN, FCG, sección: Madrid, caja 1513, pieza
1.
61
Rafael VALLS MONTÉS: “La Derecha Regional Valenciana y la guerra civil”, en VV.AA.: La II República una
esperanza frustrada: actas del Congreso Valencia Capital de la República, Valencia, Institució Alfons el Magnánim,
1987, pp. 243.250.

10
El componente fascista de la Gran Coalición lo representaba FE de las JONS. Esta
organización política decidió colaborar en la conspiración de Mola y las otras fuerzas de la derecha;
máxime cuando la situación de Primo de Rivera, que seguía encarcelado, se había tornado
imposible dentro del régimen republicano 62. Rafael Garcerán, pasante del líder falangista, y Agustín
Aznar fueron los encargados de la comunicación directa con El Director63, entregándole dos cartas
de José Antonio donde ofrecía el apoyo “pleno y sin condiciones” del partido al Ejército, pero
también defendía que tras el triunfo de la sublevación, “surgiría potente el credo de la Falange la
que habría que ensanchar y dar participaciones en los destinos del Nuevo Estado”. Según Fernández
Cordón, estar cartas llenaron a Mola de “emoción patriótica que no podía ocultar, ya que derramó
alguna lágrima al leerlas” 64. No obstante, a pesar de este ofrecimiento “pleno y sin condiciones”,
Primo de Rivera no se sentía cómodo en el proyecto de Mola. Él siempre había apostado por una
operación entre militares y falangistas, que hubiera permitido a su partido alcanzar una posición de
poder en el periodo de paz. Incluso, hubiera aceptado la inclusión de CT, pues consideraba
anacrónico al carlismo y, por tanto, incapaz de imponer su ideología en el Nuevo Estado. Sin
embargo, la incorporación a la conspiración de organizaciones como la CEDA y RE, con sus
potentes cuadros dirigentes y su experiencia de Gobierno, colocaban a los dirigentes falangistas en
una posición de inferioridad. Este temor quedó reflejado en una misiva fechada el 28 de junio, que
envió a su amigo Miguel Maura desde Alicante donde había sido trasladado el 5 de junio65:

Pero ya verás: ya verás cómo la terrible incultura, o mejor aún, la pereza mental de nuestro pueblo (en
todas sus capas) acaba por darnos o un ensayo de bolchevismo cruel y sucio o una representación flatulenta de
patriotería alicorta a cargo de algún figurón de la derecha. Que Dios nos libre de lo uno y de lo otro.

A pesar de esta prevención por el resultado de la conspiración, Primo de Rivera mantuvo una
colaboración total con los planes de Mola.
La “derecha” de la Gran Coalición la representaban los monárquicos, tanto alfonsinos como
carlistas. Los primeros agrupaban a la élite tradicional, siendo por tanto minoritarios y con nulo
peso popular, a pesar del carácter carismático de su líder de facto José Calvo Sotelo. A pesar de
estas limitaciones, habían sido el sector político más comprometido con la destrucción del régimen
republicano, por lo que apoyaron desde el primer momento el plan de Mola aportando al mismo dos
elementos. Por un lado, su trama militar, donde destacaba el teniente coronel Galarza, convertido en
jefe del Estado Mayor de la conspiración 66, y los generales Orgaz y Ponte. Y por otro, sus contactos
internacionales, que permitieron firmar una serie de contratos para la compra de armamento en
Italia, dotando de apoyo internacional a la conspiración 67. No obstante, este hecho por si sólo no
puede ser la base sobre la que afirmar que la sublevación de 1936 fue un golpe de estado fascista o
fascistizado, ya que la inmensa mayoría de sus participantes no profesaban esta ideología.
Por el contrario, la posición de los carlistas era muy distinta. La decisión de Sanjurjo de unirse
a la conspiración de Mola había hecho imposible la sublevación liderada por este grupo político. No
obstante, todavía el día 8 de junio, Fal Conde soñaba con un posible golpe de Estado carlista, un
putch, que se desencadenaría en Madrid y para lo que se precisaría “medios económicos
suficientes”68, y si esto no fuera posible, se colaboraría con la conspiración militar en marcha,
siempre que se dieran garantías. Pero, el propio delegado nacional reconocía que “En teoría habría
muchas fórmulas de esa garantía, pero en la práctica, todas o casi todas se sustentan en la fe que
merezcan los hombres que intervienen. No me merecen esa fe los militares, los políticos derechistas

62
Roberto MUÑOZ BOLAÑOS: “Estudio crítico…”, p. 131.
63
Documentos Fernández Cordón, p. 45.
64
Ibidem, p. 27.
65
Diego MARTÍNEZ BARRIOS: Memorias, Barcelona, Planeta, 1983, p. 338.
66
Documentos Fernández Cordón, p. 4.
67
Ángel VIÑAS: “La connivencia fascista con la conspiración y otros éxitos de la trama civil”, en Francisco SÁNCHEZ
PÉREZ (coord.), Los mitos…, pp. 79-182.
68
Informe del 8 de junio de 1936, AUN, AFC, sección: Delegación Nacional, serie: Conspiración, caja 133/257, carpetas
28-43. Conspiración. Preparativos, p. 1.

11
ni algunas personalidades tradicionalistas”69. Al final, serían esas “personalidades tradicionalistas”,
como Joaquín Baleztena, el conde de Rodezno y José Luís de Oriol, unidas a la intervención del
propio Sanjurjo, las que resolverían el enfrentamiento que se produjo entre Fal Conde y el general
Mola70; uniendo a CT a la Gran Coalición.
Mención aparte merecen los dos partidos nacionalistas conservadores que Gil Pecharromán no
incluye en la Gran Coalición: PNV y la Lliga Catalana. Los nacionalistas vascos, inicialmente
favorables a la sublevación contra el Gobierno del FP cambiaron de postura gracias a la acción de
Indalecio Prieto, que ofreció el soñado estatuto de autonomía por el que tanto había laborado el
PNV, a cambio de la lealtad de los nacionalistas vascos 71. Sin embargo, José María de Areilza,
alfonsino vasco y con excelentes relaciones en el mundo del nacionalismo, intentó una gestión a
última hora, pidiendo a los dirigentes militares de la sublevación que estudiaran la posibilidad de
proporcionar a las provincias vascas un sistema autonómico con fueros y concierto económico. Esta
propuesta también fue realizada a los dirigentes del PNV, probablemente a su primo, el diputado
vizcaíno José Horn Areilza, un integrista católico y líder de la minoría parlamentaria nacionalista
vasca en las cortes, que terminaría colaborando financieramente con la sublevación 72. Sin embargo,
la negociación no siguió adelante “porque faltaba el interlocutor valido con autoridad suficiente por
parte de los conspiradores”73, con lo que fue imposible incorporar a los nacionalistas vascos a la
Gran Coalición.
La posición de la Lliga, un partido que representaba a la élite burguesa catalanista, y que
carecía de masas que pudieran apoyar la sublevación era diferente. Pues, Cataluña presentaba dos
características que la distinguían de las provincias vascas. La primera, que la sublevación estaba en
manos de la UME74, que era profundamente anticatalanista, por lo que no existía una vía de
negociación. La segunda, que si había conseguido un estatuto de autonomía con la II República.
Esta situación colocaba a la Lliga –conservadora y regionalista– en una posición contraria a
cualquier sublevación contra el Gobierno, como quedó reflejado en una carta que su líder Francesc
Cambó escribió a su hombre de confianza Juan Ventosa y Calvell fechada el 18 de julio de 193675:

Creo que lo peor que podría pasar en España sería que una militarada y una reacción derechista
prematura echase del poder a los hombres del Frente Popular antes de que éstos se hayan desacreditado ante
los suyos y se hayan enfrentado con la masa neutra que les dio su voto el 16 de febrero (…)

No obstante, a pesar de este alejamiento de los objetivos de los sublevados y esa defensa del
régimen republicano, Joaquín María de Nadal, secretario de Cambó, estuvo al tanto de lo que se
preparaba, y el 14 de julio, recibió la visita de “un ilustre militar” que le informó que la sublevación
se produciría entre el 18 y el 20 de julio. Esta información, a la que no dio importancia, se la pasó a

69
Ibid, p. 1.
70
Las relaciones entre Mola y Fal Conde han sido explicadas por diferentes autores, destacando Aróstegui (1986). No
obstante, más allá de las divergencias de carácter político y simbólico –futuro Gobierno y bandera-, el problema mayor
entre ambos era de carácter ideológico. Mola era el más liberal de los generales sublevados, y tanto su padre como su
abuelo, habían combatido a los carlistas en el siglo XIX (Muñoz Bolaños, 1998: 197-198); lo que le provocaba una
actitud de antipatía hacía el viejo partido reaccionario. Actitud que fue percibida por Fal Conde: “Mola es hombre agrio
y de trato difícil. No nos estima aunque cuando nos necesita acude a nosotros”. Carta de Fal Conde a Alfonso Carlos.
Sevilla, 16 de enero de 1936 y carta de Fal Conde a Alfonso Carlos. San Juan de Luz, 8 de agosto de 1936. AUN. AFC.
Sección: Correspondencia. Serie: Correspondencia de Alfonso Carlos. (1936). Caja 133/008. Carp. 3.
71
Ludger MEES, José Luis de la GRANJA SAINZ, Santiago de PABLO y José Antonio RODRÍGUEZ RANZ: La
política como pasión. El lehendakari José Antonio Aguirre (1904-1960), Madrid, Tecnos, 2014, pp. 257-258.
72
Antonio MARQUINA: “El pacto Galeuzca”, Historia 16, 46 (1980), pp. 27-38.
73
Sheelagh ELWOOD: “Entrevista con José María de Areilza”, en Manuel TUÑÓN DE LARA (coord.): La guerra civil
española, Madrid, Folio, 1996, vol. 26, p. 23.
74
Documentos Fernández Cordón, p. 4.
75
Antonio Francisco CANALES SERRANO: Las otras derechas: derechas y poder local en el País Vasco y
Cataluña en el siglo XX, Madrid, Marcial Pons, 2006, p. 17.

12
Cambó, que curiosamente se marchó de vacaciones en esas fechas; pero no hizo lo mismo con las
autoridades ni del Gobierno español ni catalán76.

CONCLUSIÓN

El 17 de julio comenzó la sublevación militar contra el Gobierno del FP, siendo apoyada por
la mayor parte de las fuerzas políticas conservadoras y las masas que simpatizaban con ellas, que
manifestaban así su oposición al proyecto representado por la II República. Una oposición que tenía
su origen en su negativa a apoyar cualquier modificación de las estructuras socioeconómicas
españolas, pero que se había incrementado como consecuencia de la radicalización de la izquierda y
de la inestabilidad e inseguridad que había caracterizado el periodo comprendido entre febrero y
julio de 1936. Estas organizaciones políticas serían unificadas en 1937 en un nuevo partido de corte
fascista denominado Falange Española Tradicionalista y de las JONS, pero esto no significo su fin.
Pues, siguieron existiendo de facto, conformando las diferentes familias del Franquismo, que
compartirían el poder a lo largo de los treinta y seis años que duró este régimen, y al que le dotaron
de un pluralismo político limitado. Esta sería la característica fundamental de un sistema político
que si bien fue nacionalista y autoritario, nunca fue fascista; ya que ni los seguidores de esta
ideología fueron dominantes en la sublevación de julio de 1936, ni tampoco a partir de ese
momento, no pudiendo imponer su ideología al resto de las organizaciones de la Gran Coalición.
No obstante, en este sistema de pluralismo limitado hubo dos tipos de organizaciones que si bien
apoyaron la sublevación, más tarde no tuvieron cabida en él: los republicanos conservadores y los
nacionalistas de derechas. El Franquismo, a pesar del apoyo que recibieron de las mismas –
incluyendo a las organizaciones del PNV de Alava y Navarra, aunque no el de Guipúzcoa y
Vizcaya, y también lo hizo la Lliga– no permitió que se conformaran como familias dentro del
régimen, aunque algunos de sus miembros si colaboraron con él a título individual. Pero, a cambio,
les garantizó un orden social y un sistema de relaciones socioeconómicas en el que se sintieron
cómodos, aunque la España de Franco no fuera una república ni reconociera jurídicamente las
diferencias regionales.

76
Borja de RIQUER: El último Cambó (1936-1947): la tentación autoritaria, Barcelona: Grijalbo, 1997, p. 46.

13

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